La Plaza de la Resistencia Indígena fue construida por el Municipio de Píllaro. Desde aquí se divisa todo la zona. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO |
Pocos vestigios de
las culturas Puruhá y Panzaleo, que habitaron Píllaro, quedan en los tres
sitios considerados como sagrados o ceremoniales. Se encuentran repartidos a
largo de los tres kilómetros en el Qhapaq Ñan o Camino del Inca. Además, en
cerros y montañas circundantes a la actual ciudad de este cantón de Tungurahua.
Los antiguos habitantes de esta zona realizaban cultos de agradecimiento al
Taita Inti (Padre Sol), la Pachamama (Madre Tierra) y de sacrificios de vidas
humanas. Esa información fue recopilada por Luis Lara, un investigador de las
culturas indígenas de Píllaro, luego de indagar 25 años a los más ancianos de
las comunidades, analizar documentos y escritos, recorrer senderos y analizar
los vestigios encontrados en cada zona. La Plaza de la Resistencia, ubicada en
el sector de Huaynacurí en el barrio San Jacinto de la parroquia San Miguelito,
es considerada como uno de los centros ceremoniales importantes de estos
pueblos andinos. Según el historiador, ahí habría nacido Rumiñahui. En la cima
de la montaña el Municipio local edificó con piedra una especie de fortaleza.
En la parte central se levanta el monumento gigante del guerrero o conocido
como Cara de piedra. Lara asegura que fue un sitio estratégico porque Rumiñahui
podía divisar el avance de las tropas españolas o enemigas. Desde esta altura
se puede mirar a las ciudades de Ambato, Píllaro y otros poblados cercanos.
Además, los volcanes Tungurahua, Cotopaxi y Chimborazo. Lara dice que en el
sector de Huapante La Playa, por donde atraviesa el Qhapaq Ñan, hay rastros
donde se levantó un centro de adoración. Aquí pueden encontrarse vestigios de
piedra y de cerámica. Esta estructura es similar al de un caracol que se
extiende en más de 400 metros cuadrados. Todo está hecho con piedra tallada.
Este camino conectaba a Huapante, San Andrés y Huainacuri; de este último
sector partían hacia el cerro Quinuales, a 4 200 metros de altura, para
efectuar los sacrificios humanos de doncellas o vírgenes hombres y mujeres. Y
finalmente luego de los sacrificios los guerreros recorrían más de 40
kilómetros hasta Cerro Hermoso, en el Parque Nacional Llanganates, otro lugar
para la idolatría a las montañas, la tierra, la luna y la extracción de oro.
Esa información interesa al turista Eduardo Carvajal y su esposa Julia. Ellos
llegaron desde Ambato para conocer Huainacuri. “Es importante saber algo de
nuestra historia y de las culturas que se asentaron en este sector de
Tungurahua. Es una vista impresionante que concuerda con lo que dice el
historiador”. Lara afirma que el lugar donde se construyó la Plaza de la
Resistencia fue un centro de adoración a la reina Francisca Choa Sanguil o
conocida como la abuela materna de Rumiñahui. La trasladaban en hombros hasta
el centro ceremonial para participar de las fiestas ancestrales como los raymis
y el ofrecimiento a los chicos que pasaban de niños a la adolescencia o la
‘Época del florecimiento’. Los rituales lo hacían con ofrendas de flores,
granos como el maíz, ocas, mashuas, mellocos y otros productos que se
cosechaban y sembraban en sus chacras. Para llegar a Huainacuri caminaban
por la calle central de Píllaro. “Antes de la construcción del monumento había
en el cerro una cueva con gradas de piedra, pero en el terremoto de Ambato de
1949 se tapó este ingreso”, manifiesta Lara.
Fuente: Diario El Comercio (Ecuador) – 15 de Septiembre de 2.017
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sido publicado originalmente por Diario EL COMERCIO en la siguiente
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