Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.
Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.
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jueves, 7 de agosto de 2025
sábado, 17 de febrero de 2018
El Aprecio del Otro - Oración Hopi
No veo error alguno en las cosas que puedas decir, ni hacer, sentir
y creer porque entiendo que te estás honrando a ti mismo al hacer lo que
consideras verdad para ti.
No puedo recorrer la vida con tus ojos ni verla a través de tu
corazón. No he estado donde tú has estado ni he experimentado lo que tú has
experimentado, ni he visto la vida desde tu perspectiva única.
Te aprecio exactamente como te percibo, expresando tu propia y
singular chispa de la Conciencia Infinita, buscando encontrar tu propia forma
individual de relacionarte con el mundo.
Sin reserva, ni duda, te dejo hacer cada elección, para que
aprendas de la forma que te parezca apropiada.
Resulta vital que descubras y vivas tu propia persona y no alguien
que yo u otros piensen que deberías representar.
Fuente
Blog Magia y Poder
sábado, 23 de septiembre de 2017
domingo, 30 de julio de 2017
"El otro ¿soy yo?"
"Para poder ser anaconda o águila, hay que preparar el corazón mucho tiempo. Para ser todos los pueblos indígenas del Abya Yala, los guaraní o todos los pueblos del mundo, los viejos nos han dicho que no basta la máscara de las palabras, que debemos preparar las manos, el cuerpo, los ojos, la boca, los oídos.
Pero
que para ver al otro no bastan tampoco los ojos, y que incluso después de tener
el cuerpo y el corazón preparados, debemos seguir cuidando que la mezquindad no
nos engañe, que la vanidad no nos ciegue, porque entonces, los abuelos-anaconda
o los abuelos-águila no habitarán en nosotros y las máscaras serán apenas unos
malos disfraces.
Ir al otro y volver del otro, no es un problema intelectual, es un problema del corazón, claro que uno puede estudiar al otro, es más, es su deber hacerlo, pero comprenderlo es algo distinto; conocer la vida de los pueblos, hacer la pregunta necesaria que conduzca al saber, no sale del conocimiento de los científicos sino del corazón del hermano o de la hermana. Sólo así es posible que las personas puedan salir de su mundo y entrar en los otros mundos; de lo contrario, es posible que vayan y regresen, pero sin comprender, pisando las hierbas que dan vida, porque imaginan que son malezas, profanando la tierra porque la ven como negocio, violando el agua con su indiferencia, se podrá ir a muchos mundos, pero si no se tiene el corazón preparado, no veremos nada."
Abadio
Green
Fotografia Alumnos de la Escuela Intercultural Yryapu y el docente Javier Rodas - 15 de Septiembre de 1.997
miércoles, 8 de febrero de 2017
Libro > La conquista de América-El problema del otro de Tzvetan Todorov:
Escrito> EUGENIO SÁNCHEZ BRAVO
Tzvetan Todorov: La conquista de América. El
problema del otro. Flora Botton
Burlá (tr.) 1ª ed. 1982. Madrid: Siglo XXI, 2009.
Reedición de este libro clásico de Tzvetan Todorov,
Premio Príncipe de Asturias de las Ciencias Sociales 2008. Todorov nació en
Bulgaria en 1939. En 1963 huyó a Francia para estudiar con Barthes y escapar
del totalitarismo comunista. Durante los años sesenta y setenta, su obra gira
en torno a la difusión de los formalistas rusos, la filosofía del lenguaje y la
crítica literaria. En los ochenta da un giro hacia la historia, predominando
los estudios sobre la conquista de América y los campos de concentración,
tragedias que comparten entre sí “el problema del otro”. A lo largo de los
noventa destacan sus textos sobre el pensamiento ilustrado: Rousseau, Benjamin
Constant y otros. Actualmente es profesor y director del Centro de
Investigaciones sobre las Artes y el Lenguaje, en el Centro Nacional de
Investigaciones Científicas de París.El libro está dedicado a la memoria de una
mujer maya devorada por los perros. Ya contaba Frazer en La rama
dorada que en algunas culturas existe la creencia de que si el hombre
va a la guerra y su mujer no le es fiel podría causarle la muerte. Por querer
salvar a su marido y no poder complacer sexualmente a los españoles fue hecha
“aperrear”. Doble tragedia: ser india y ser mujer.
La conquista de América se divide en cuatro interesantísimos capítulos:
1. “Descubrir”, acerca de Colón,
2. “Conquistar”, en torno a Cortés,
3. “Amar”, sobre el debate de Valladolid en 1550 entre Sepúlveda y Las
Casas y
4. “Conocer”, del mestizaje de culturas.
Acerca de Colón, Todorov nos revela que
su motivación principal en el descubrimiento de América era conseguir oro
suficiente para iniciar de nuevo las Cruzadas y recuperar Jerusalén.
Paradójicamente, los ideales del hombre que abriría las puertas del mundo
moderno eran absolutamente medievales. Otra faceta más moderna de Colón era la
pasión por descubrir, por conocer, sin otro fin que el conocimiento mismo. En
lo que toca a los indios pasa de un primer momento en el que ve posible su
evangelización y asimilación a considerarlos caníbales que no merecían otro
trato que el de esclavos. Termina refiriéndose a ellos como a cabezas de
ganado:
En cuanto a las hazañas de Cortés la
primera pregunta que cualquiera se plantea es cómo fue posible que con unos
pocos cientos de hombres lograse apoderarse del imperio azteca de Moctezuma,
que disponía de cientos de miles de guerreros. La respuesta ha de incluir
necesariamente diversos factores entre los cuales no ha de contarse la
superioridad armamentística pues la efectividad de caballos y arcabuces era muy
limitada:
· Cortés aprovechó las disensiones internas entre los
distintos pueblos indígenas de México. Entre los Tlaxcaltecas,
tiranizados por los aztecas, Cortés apareció como un liberador. Su apoyo a
Cortés los convirtió en “los verdaderos amos del país en el siglo posterior a
la conquista”.
· Al contrario que los estadounidenses en su reciente
invasión de Irak, Cortés no desmanteló las instituciones del
Imperio, sino que las aprovechó para consolidar su dominio. Por ejemplo,
respeta siempre los lugares de culto y se limita a sustituir las imágenes.
· La sociedad azteca era una sociedad demasiado
ritualizada donde todo tenía que encajar en un plan previsto. Cortés, por el
contrario, se caracterizaba por su capacidad para la improvisación y la
adaptación. Así, en cuanto tuvo conocimiento del mito de Quetzalcóatl se hizo
pasar por el dios retornado. Mientras leemos la descripción que realiza Todorov
del mundo azteca no podemos dejar de pensar en la sociedad ideal descrita por Platón en La
República donde la tradición y el ritual dominan todos los aspectos de
la vida. Ese Estado ideal que Platón pensaba indestructible se mostró en la
historia real como un gigante con pies de barro.
·
La reacción ante el otro que
tuvieron los españoles fue bastante ventajosa pues no dudaron en considerar a
los indígenas bárbaros e inferiores. Los aztecas, en cambio, no supieron
encajar a los conquistadores más que en el papel de dioses.
·
Una de las desventajas más curiosas de los aztecas
es su incapacidad para disimular la verdad. Todorov afirma que los
aztecas estaban menos desarrollados en el plano semiótico, simbólico. Sus
gritos de guerra, en lugar de atemorizar a los españoles, les advierten de su
situación, y los adornos de los jefes no asustan, sino que revelan su condición
y los convierten en objetivos fáciles.
· El fundamentalismo religioso está
a favor de los conquistadores. Los aztecas se ofrecieron desde el primer
momento a incorporar al dios cristiano entre los demás de sus panteones. Sin
embargo, los españoles insistían en que era el dios único y verdadero. “La
intransigencia siempre ha vencido a la tolerancia” (p. 115).
· La ventaja esencial de Cortés consistió en la
importancia que dio a comprender la lengua y la historia de los indios. Desde
el primer momento Cortés se rodeó de intérpretes sin los cuales su triunfo no
habría sido posible. Destaca entre ellos la Malinche o Doña
Marina, amante de Cortés y traductora azteca.
· Cortés supo explotar desde el principio su gusto
por las acciones espectaculares. Aunque los trabucos no marcasen
ninguna diferencia militar, el espectáculo de luz y sonido que pone en escena
atemoriza verdaderamente a los guerreros aztecas. En definitiva, si el lenguaje
puede tener dos funciones, la verdad y la manipulación del otro, podemos decir
que los aztecas estaban anclados en la primera y Cortés era un experto en la
segunda.
El tercer capítulo, “Amar“, comienza con el
siguiente tópico: ¿por qué el esfuerzo de Cortés por comprender la civilización
azteca viene aparejado con la conquista y la destrucción de dicha civilización?
¿Es posible romper esta cadena comprender-tomar-destruir? El problema
es que la comprensión de Cortés no es tal pues es incapaz otorgar al otro el
papel de sujeto equiparable con el yo que los concibe. Los españoles hablan
mucho de los indios, con frecuencia bien, pero nunca a los
indios.
La incapacidad de los españoles para aceptar la
diferencia, para comprender al otro tendrá unas consecuencias catastróficas, un
auténtico genocidio. De los 80 millones que habitaban el continente
americano quedan 10 a mediados del siglo XVI. De los 25 millones que vivían en
México en 1600 sólo queda un millón. ¿Cuáles fueron las causas de este
exterminio? Durante siglos los españoles han intentado relativizar la leyenda
negra de la conquista atribuyendo el papel principal en la muerte de los indios
a las epidemias o a la dureza de los trabajos en las minas. Pero, con todo, es
necesario poner de manifiesto la violencia y crueldad sin igual de los
conquistadores: se echaba a los niños a los perros delante de sus madres, se
afilaban las espadas pasando a cuchillo a pueblos enteros, se torturaba y
esclavizaba a los indios de un modo inhumano. El ansia de oro no explica
suficientemente esta explosión de barbarie.
Cabe hablar de un choque entre sociedades
con sacrificio y sociedades con matanza, representadas por
los aztecas y los españoles del s. XVI. El sacrificio es un homicidio ritual.
La matanza revela la descomposición de los valores morales de una sociedad.
Aprovechando la lejanía se practica la violencia pero sin sentido ni ritual
alguno. “uno blande el sable por el gusto de hacerlo, corta la nariz, la lengua
y el sexo del indio” por gusto, por placer. Los españoles adelantan de este
modo la violencia característica de las guerras del siglo XX.
¿Cuáles fueron las justificaciones teóricas para la
conquista de América? Las ideas más relevantes al respecto fueron enunciadas por Francisco
de Vitoria, teólogo y jurista de la Universidad de Salamanca, considerado
el fundador del Derecho Internacional. Vitoria elimina de entre las causas de
guerra justa la evangelización a sangre y fuego y la superioridad natural de un
pueblo sobre otro. Elabora, en cambio, una teoría de la guerra justa que busca
legitimar la conquista de América en nombre de la protección de los inocentes
contra la tiranía de los jefes indígenas o de sus leyes “como son las que
ordenan sacrificios de hombres inocentes o permiten la matanza de hombres
exentos de culpa para comer sus carnes” (p. 160) Abre aquí la puerta a la
posibilidad de imponer el bien a otros pueblos. Sin quererlo, está
proporcionando una base legal para las guerras de colonización.
La discusión sobre la legitimidad de la conquista
de América y el trato dado a los indios alcanzará su punto culminante en el
debate organizado en Valladolid en 1550 entre Sepúlveda y Las
Casas.
Según Sepúlveda la guerra contra
los indios es legítima porque son inferiores por naturaleza, son caníbales,
llevan a cabo sacrificios humanos y es necesario convertirlos a la fe
cristiana. Sepúlveda se niega a otorgar a los indios la
condición de humanos: además de lo ya dicho entierran vivas a las esposas junto
a sus maridos, van desnudos, no tienen bestias de carga…
Todos estos rasgos
apuntan, según Todorov, a un atraso en el plano de lo simbólico. Un ejemplo:
era típico entre los aztecas tomar a un esclavo, tratarlo como a un dios
durante meses, para luego sacrificarlo, comerlo y vestir su piel. El problema
está en que no hay separación entre el símbolo y lo simbolizado, sólo hay
participación e identificación. Esto le permite decir a Todorov que los
españoles no sólo estaban más “avanzados” (p. 172) técnicamente sino también simbólicamente
y que esta es la diferencia clave. Tómese esto en el sentido de que las
sociedades con escritura son más “avanzadas” que las sociedades sin escritura.
Las Casas, al
contrario que Sepúlveda, admite desde el principio a los indios como iguales.
En lugar de inspirarse en las teorías de la desigualdad natural de Aristóteles toma
como referencia la igualdad de todos los hombres predicada por Cristo en el
Evangelio. Sin embargo, esta igualdad proyectada por Las Casas le impide
aceptar al indio en su diferencia. Al igual que Colón, Las Casas en un
principio ve en los indios sólo lo que quiere ver: mansos, sinceros, pacíficos,
humildes, etc. Paradójicamente, el racismo de Sepúlveda le permite dar una
descripción etnográfica de los indios más realista que el igualitarismo de Las
Casas. Las Casas defiende la anexión de los indios, pero no con soldados, sino
con sacerdotes, no con violencia sino con la palabra. Sin embargo, esto conduce
a otra paradoja: para impedir el canibalismo se puede castigar a los indios con
la hoguera.
A modo de conclusión sobre el debate de Valladolid,
Todorov considera que es posible establecer un criterio para distinguir si la
injerencia de un Estado en los asuntos de otro es legítima o no. Si es propuesta en
lugar de impuesta por las armas puede estar justificada. En
este caso se sustituye la conquista y la destrucción por la comunicación, por
el respeto al otro en su diferencia.
El último capítulo, “Conocer“, está
dedicado, entre otras cosas, a la evolución del pensamiento de Las
Casas. Pasa del asimilacionismo de su juventud a un relativismo muy
avanzado en su vejez. Intenta justificar incluso las prácticas caníbales de los
aztecas, argumentando que también entre los europeos se han dado casos cuando
hay necesidad. Este relativismo moral tiene un paralelo en el universo infinito
y descentrado de Giordano Bruno.
Otros que también se esforzaron por comprender a
los indios fueron:
1. Vasco de Quiroga, que vio a
los indios superiores a sus conquistadores y fundó para ellos colonias semejantes
a la propuesta por Tomás Moro en Utopía.
2. Cabeza de Vaca, a quien debemos la Relación de las cosas
de Yucatán, el documento más importante para conocer la historia de los
mayas.
3.Durán, el que más profundamente estudió la religión
azteca y fue consciente del sincretismo en que se estaba
transformando el cristianismo en México.
4. Bernardino de Sahagún, a quien
debemos las primeras investigaciones etnográficas en las que se otorga la
palabra a la lengua indígena.
En el epílogo Todorov habla sobre
la profecía de Las Casas. Aventuraba el monje que los europeos habrían de pagar
todas las tropelías cometidas en América. Parece que el catastrófico siglo XX
fue el cumplimiento de sus presagios.
En cualquier caso, Todorov concluye que la
conquista fue posible gracias a la superioridad semiótica de los
europeos, a su habilidad para entender a los otros. Esta habilidad fue
utilizada por Cortés para meterse en la piel de los aztecas,
comprenderlos y, a continuación, dominarlos. Sin embargo, también puede ser
usada para “vivir la diferencia en la igualdad”. Esto lo consiguió, por
ejemplo, Las Casas, quien logra amar y estimar a los indios no en
función de su propio ideal sino del de ellos. Es este el camino que debe tomar
esa superioridad semiótica de la que habla Todorov.
ACCESO AL LIBRO
https://cloudup.com/ceTRLHyL__O
Fuentes
aula de filosofia de eugenio sanchez bravo
https://auladefilosofia.net/2010/09/22/tzvetan-todorov-la-conquista-de-america/
plataforma sociologica
viernes, 21 de octubre de 2016
Desafíos de representar al “otro” en la literatura
Escrito: María Rosa
Lojo
Los Pueblos
Indígenas de América Latina, siglos XIX y XX” fue el título del II Congreso
Internacional (20 al 24 de setiembre de 2016) celebrado en la Universidad
Nacional de La Pampa. Un encuentro semejante parecía sencillamente inconcebible
hace casi veinticinco años, cuando estaba escribiendo mi novela La pasión
de los nómades y me propuse rehacer el itinerario trazado por Lucio V.
Mansilla en Una excursión a los indios ranqueles (1870). Fuera de
algunos especialistas, escritores y topónimos, la historia indígena de ese
territorio y las batallas que se libraron sobre él se habían convertido, para
los lugareños, en una fábula remota. El olvido, o la irrealidad del pasado,
seguían expulsando paradójicamente a los nativos, no solo de sus espacios
ancestrales, sino del lugar que hubiera debido corresponderles en el imaginario
nacional.
Aunque los pueblos
aborígenes intervinieron activamente en la política criolla, no solo en las
guerras de la Independencia sino en las guerras civiles, no se los consideró
como sujetos históricos y políticos también decisivos para la construcción de
la Argentina tal como es hoy. Antes bien, su imagen fue sometida, de diversas
maneras, a procesos de deshumanización, deshistorización y despolitización.
Los indios habían
sido declarados hombres libres e iguales a los blancos por los primeros
gobiernos durante el proceso independentista, así como eximidos de tributos y
de servidumbre; incluso se llegó a pensar en una monarquía indoamericana, pero
seguirían siendo, no obstante, “los otros” para el incipiente Estado nacional.
La Constitución de 1819, a pesar de insistir en la “igualdad”, descontaba, sin
embargo, que había dos mundos: uno “exterior” y otro “interior”, en tanto
establecía que el Congreso debía “proveer a la seguridad de las fronteras,
conservar el trato pacífico con los indios y promover la conversión de ellos al
catolicismo”.
Nuestra literatura
canónica decimonónica, a diferencia de otras naciones hispanoamericanas, no es
indigenista. Antes bien, relega decididamente al “salvaje” al ámbito siempre
externo de una intemperie amenazante y ominosa. Tanto para Esteban Echeverría,
con su poema La cautiva (1837), como para José Hernández con su Martín
Fierro (1872 y 1879) ese “salvaje”, alejado de la cabal humanidad, es más
bien identificado con las alimañas malignas o con la furia de los elementos
naturales.
El primer giro
significativo de estas imágenes en los textos literarios ocurre en algunas
obras no incorporadas al canon nacional. En las dos novelas tituladas Lucía
Miranda , de Rosa Guerra y de Eduarda Mansilla, se reescribe el episodio
de la supuesta primera cautiva blanca inscrito en la crónica La Argentina
manuscrita (circa 1612) de Ruy Díaz de Guzmán. Ambas se publican en 1860,
un año clave para el país, de crecientes tensiones entre Buenos Aires y las
provincias, entre los aborígenes de la Pampa central y los gobiernos criollos.
Tanto en la obra más erudita de Mansilla, asentada en lecturas históricas, como
en la breve narración sentimental de Guerra, los indígenas son sujetos sociales
y culturales que se ajustan a normas y valores y profesan creencias (algunas no
incompatibles con las cristianas). La Naturaleza no se ve como desierto
inhóspito, sino como un espacio habitable y acogedor para la nueva sociedad
interétnica que surgirá desde la pareja integrada por Anté (una joven guaraní)
y Alejo (un soldado español) en la novela de Eduarda Mansilla, primera en
reconocer el mestizaje fundacional. Los novios, que escapan al incendio del
fuerte Sancti Spiritu, no quedan desamparados en la intemperie cruel. Por el
contrario, la “inmensidad de la Pampa” les brindará “un refugio para su amor”.
![]() |
Supervivencia, indígenas del norte argentina hacia el año 1.900 |
Lucio V. Mansilla,
hermano de Eduarda, sí se colocaría finalmente en un centro canónico literario
con su famoso relato de viaje a las tolderías del cacique ranquel Mariano
Rosas. Su fuerza testimonial de primera mano busca desbaratar muchos prejuicios
de la sociedad blanca sobre los aborígenes y su entorno. Lucio V. muestra que
el “desierto” no es tan desierto, ni en el sentido demográfico ni en el
geográfico y climatológico, y que sus moradores conocen la clemencia y la
solidaridad. Los indios son argentinos y los criollos también son indios. Y si
esto es así, recuerda Mansilla en su discurso ante el parlamento de caciques
(como lo repetirá en otro registro para sus lectores cristianos, dentro del
mismo libro), es porque los primeros españoles (a quienes llama “gringos”)
llegaron solos a Buenos Aires y (sic en el original) “les quitaron sus mujeres
a los indios, tuvieron hijos con ellas, y es por eso que les he dicho que todos
los que han nacido en esta tierra son indios, no gringos”. La descripción
invierte el mito de origen propuesto por Ruy Díaz de Guzmán, donde sólo hay una
cautiva tomada por la fuerza: la mujer española. Por otro lado, pone en claro
que la hibridación biológica y cultural continúa en la porosa sociedad de la
frontera y dentro de las mismas tolderías, donde convivían aborígenes, gauchos
renegados y perseguidos, extranjeros y cautivas.
Después de la
Campaña al Desierto liderada por Julio A. Roca, este mundo entreverado, denso,
plural, parece evaporarse bajo la pantalla de una Argentina que marcha guiada
por las “ideas-fuerza” de la Civilización y el Progreso. Más allá del
exterminio físico que también trajo la guerra ofensiva con sus secuelas, se
dispara un prolongado proceso de desaparición simbólica. Los sobrevivientes
derrotados deben renunciar a su peculiaridad lingüística y su cosmovisión para
asimilarse a una sociedad que busca la homogeneidad bajo otros moldes; así,
preferirán ignorar u ocultar, de manera vergonzante, sus raíces etnoculturales.
La des-memoria, la “identidad enmascarada” (Isabel Hernández), son sus
consecuencias. No era extraño que, todavía en 1992, el encargado de la estancia
donde persistían los restos de la laguna de Leubucó dudara seriamente (así
consta en La pasión de los nómades ) de que en aquellos campos
(¡centro neurálgico del poder ranquel!) hubieran vivido de verdad los indios.
Pero en los años 80
y sobre todo 90 del siglo XX, comienza un ya irreversible movimiento de
anámnesis, de reconocimiento y recuperación de esas huellas identitarias
sumergidas. Sus frutos están hoy a la vista en lenguas que se estudian y se
hablan, en un patrimonio cultural que se actualiza, en monumentos que honran la
condición humana (como el que cobija los restos por fin dignamente sepultados
de Mariano Rosas, antes solo un cráneo o un trofeo en el Museo de Ciencias
Naturales de La Plata). Y por supuesto, en la historiografía y en la ficción
que dialoga con la Historia, permitiendo que “los otros” vuelvan a tomar la
palabra dentro de nosotros mismos.
El encuentro contó
con más de mil asistentes de la Argentina y el extranjero, noventa y siete
simposios internos, cuatro conferencias (magistrales y especiales),
presentaciones de libros, talleres, mesas redondas y actividades culturales
complementarias, desde muestras fotográficas y audiovisuales, hasta
demostraciones lúdicas y gastronómicas. Buena parte de esta riquísima oferta
tuvo como protagonistas a nuestros propios pueblos aborígenes, saldando así, en
este Bicentenario de nuestra Declaración de Independencia, de manera pública y
multitudinaria y a través de una institución académica nacional, parte de la
deuda que la memoria argentina tiene para con ellos.
Resumen de la
conferencia especial dictada en el II Congreso Internacional “Los Pueblos
Indígenas de América Latina, siglos XIX y XX” realizado en La Pampa
(Argentina).
Fuente: Ñ Revista de
Cultura del Diario Clarín (Buenos Aires) – Jueves 20 de Octubre de 2.016
martes, 26 de julio de 2016
miércoles, 8 de junio de 2016
Respeto
Cuando
conquistamos un continente, un continente, un país o un territorio eliminamos
la cultura que allí existía corremos el riesgo de que hagan lo mismo con
nosotros. Es necesario respetar al otro para ser respetados.
Renato
Soares
Texto
y fotografía
martes, 19 de enero de 2016
Otredad
"Yo soy
una parte de aquello que es mucho más amplio que yo, que es mucho más grande
que yo, y si yo soy parte, significa que sin el otro yo no puedo vivir. Esto es
fuerte..., sin el otro yo no puedo vivir porque necesito del otro. Así como
necesito del agua, necesito del aire, necesito de las plantas, necesito de la
tierra... Entonces, de tal manera, si yo necesito del otro, si el otro es
importante para mí ¿qué hago? Lo
respeto, lo cuido, lo amo, no degrado, no desautorizo, no humillo, no mato...
Este es el pensamiento de los pueblos originarios. (...) Para nosotros no es
tanto la igualdad, sino estar dentro de la diversidad, vivir en armonía sin que
el otro deje de ser lo que es. "
Víctor Acebo,
originario de la comunidad de los chichas y presidente y profesor del Instituto
de Culturas Aborígenes de Córdoba (Argentina).
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