12 de Octubre: El “descubrimiento” de América y la Historia Oficial
¿Cristóbal Colón descubrió América en 1492? ¿O antes que él la
descubrieron los vikingos? ¿Y antes que los
vikingos? Los que allí vivían, ¿no
existían?
Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los
dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos?
¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los
ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro?
Los que allí vivían, ¿eran mudos?
Nos han dicho, y nos siguen diciendo, que los peregrinos del Mayflower fueron a poblar América.
¿América estaba vacía?
Como Colón no entendía lo que decían, creyó que no sabían hablar.
Como andaban desnudos, eran mansos y daban todo a
cambio de nada, creyó que no eran gentes de razón.
Y como estaba seguro
de haber entrado al Oriente por la puerta de atrás, creyó que eran indios de la India.
Después, durante su segundo viaje, el almirante dictó un acta estableciendo que Cuba era parte del Asia.
El documento del 14 de junio de 1494 dejó constancia de que los tripulantes de sus tres naves lo reconocían así; y
a quien dijera lo contrario se le darían cien azotes, se le cobraría una pena de diez
mil maravedíes y se le cortaría la lengua.
El notario, Hernán Pérez de Luna, dio fe.
Y al pie firmaron los marinos que sabían firmar.
Los conquistadores exigían que América fuera lo que no era. No
veían lo que veían, sino lo que querían ver: la fuente
de la juventud, la ciudad del oro, el reino de las esmeraldas, el país de la
canela. Y retrataron a los americanos tal como antes habían imaginado a los
paganos de Oriente.
Cristóbal Colón vio en las costas de Cuba sirenas con caras de
hombre y plumas de gallo, y supo que no lejos de allí los
hombres y las mujeres tenían rabos.
En la Guayana, según sir Walter Raleigh, había gente con los ojos
en los hombros y la boca en el pecho.
En Venezuela, según fray Pedro Simón, había indios de orejas tan grandes que las arrastraban por los suelos.
En el río Amazonas, según Cristóbal de Acuña, los nativos tenían
los pies al revés, con los talones adelante y los
dedos atrás, y según Pedro Martín de Anglería las mujeres se mutilaban un
seno para el mejor disparo de sus flechas. Anglería, que escribió la primera historia de América
pero nunca estuvo allí, afirmó también que en el Nuevo Mundo había
gente con rabos, como había contado Colón, y sus rabos eran tan largos
que sólo podían sentarse en asientos con agujeros.
El Código Negro prohibía la tortura de los esclavos en las colonias francesas. Pero no era por torturar, sino por
educar, que los amos azotaban a sus negros y cuando huían les cortaban
los tendones.
Eran conmovedoras las leyes de Indias, que protegían a los indios
en las colonias españolas. Pero más conmovedoras eran
la picota y la horca clavadas en el centro de cada Plaza Mayor.
Muy convincente resultaba la lectura del Requerimiento, que en vísperas del asalto a cada aldea explicaba a los
indios que Dios había venido al mundo y que había dejado en su lugar a San Pedro y que
San Pedro tenía por sucesor al Santo Padre y que el Santo Padre había hecho
merced a la reina de Castilla de toda esta tierra y que por eso debían irse
de aquí o pagar tributo en oro y que en caso de negativa o demora
se les haría la guerra y ellos serían convertidos en esclavos y también
sus mujeres y sus hijos.
Pero este Requerimiento de obediencia se leía en el monte, en plena
noche, en lengua castellana
y sin intérprete, en presencia del notario y de ningún indio, porque los indios dormían, a algunas
leguas de distancia, y no tenían la menor idea de lo que se les venía encima.
Hasta no hace mucho, el 12 de octubre era el Día de la Raza.
Pero, ¿acaso existe semejante cosa? ¿Qué es la
raza, además de una mentira útil para exprimir y exterminar al
prójimo?
En el año 1942, cuando Estados Unidos entró en la guerra mundial,
la Cruz Roja de ese país decidió que la sangre negra
no sería admitida en sus bancos de plasma. Así se evitaba que la mezcla de razas,
prohibida en la cama, se hiciera por inyección.
¿Alguien
ha visto, alguna vez, sangre negra?
Después, el Día de la Raza pasó a ser el Día del
Encuentro.
¿Son encuentros las invasiones coloniales? ¿Las de ayer, y las de hoy, encuentros? ¿No habría que llamarlas, más
bien, violaciones?
Quizás el episodio más revelador de la historia de
América ocurrió en el año 1563, en Chile. El fortín de Arauco estaba
sitiado por los indios, sin agua ni comida, pero el capitán Lorenzo Bernal
se negó a rendirse. Desde la empalizada, gritó:
-¡Nosotros seremos cada vez más!
-¿Con qué mujeres? -preguntó el jefe indio.
-Con las vuestras. Nosotros les haremos hijos que serán vuestros amos.
Los invasores llamaron caníbales a los antiguos americanos, pero
más
caníbal era el Cerro Rico de Potosí, cuyas bocas
comían carne de indios para alimentar el desarrollo capitalista de Europa.
Y los llamaron idólatras, porque creían que la naturaleza es
sagrada y que somos hermanos de todo lo que tiene piernas,
patas, alas o raíces.
Y los llamaron salvajes. En eso, al menos, no se
equivocaron. Tan brutos eran los indios que ignoraban que debían
exigir visa, certificado de buena conducta y permiso de trabajo a Colón, Cabral,
Cortés, Alvarado, Pizarro y los peregrinos del Mayflower.
Fuente: Caras y Caretas