René Favaloro fue un
médico y escritor argentino nacido en la ciudad de La Plata el 12 de
julio de 1923 y fallecido en Buenos Aires el 29 de julio de 2000 de la manera
más trágica, dejando al mundo la famosa carta de despedida de René
Favaloro y quitando al mismo un excelente profesional y ser humano que
salvó miles de vidas.
Debe su fama y reconocimiento
universal al desarrollo de una técnica quirúrgica llamada Bypass en la que, utilizando
una vena llamada safena, lograba saltear una obstrucción en el flujo de sangre
del corazón, revolucionando el mundo de la cardiología.
Menos conocidos son, quizás, sus
incontables trabajos literarios en los que destacó no sólo por producir material
de tipo científico y de divulgación, sino escribir libros de investigación
histórica (los más conocidos en referencia al General San Martín) y algunos
relatos y novelas cortas relacionadas con la vida del médico y con tinte
autobiográfico.
Consideramos que, además de
haber sido un excelente médico y profesional, era un escritor de puño y letra,
y como tal merece un homenaje en una página de literatura.
En el año 2000, mientras
Argentina se encontraba en una crisis económica y política sin igual, debida a
una década que había arruinado el país con el gobierno peronista de
Carlos Menem, hasta entonces el más escandalosamente corrupto de la historia,
su fundación cae en un pozo sin retorno que se siguió agravando durante el
breve mandato de De La Rúa, y a pesar de haber solicitado ayuda reiterada al
gobierno, aquella institución que servía a tantos pacientes, no podía seguir
adelante.
Parece increíble, pero acá hay veces que los honestos tienen que dar más
explicaciones que los corruptos.
No pudiendo tolerar esto y ante
la perspectiva de despedir a cientos de sus colegas, y de quitar la ayuda a
aquellas personas enfermas que lo necesitaban, se quitó la vida con un irónico
disparo al corazón, dejando estas palabras.
La carta de despedida de René Favaloro
Del Dr. René Favaloro
Julio 29-2000 – 14:30 hs.
“Si se lee mi carta de renuncia
a la Cleveland Clinic, está claro que mi regreso a la Argentina (después de
haber alcanzado un lugar destacado en la cirugía cardiovascular) se debió a mi
eterno compromiso con mi patria. Nunca perdí mis raíces… Volví para trabajar en
docencia, investigación y asistencia médica.
La primera etapa en el Sanatorio
Güemes, demostró que inmediatamente organizamos la residencia en cardiología y
cirugía cardiovascular, además de cursos de post grado a todos los niveles. Le
dimos importancia también a la investigación clínica en donde participaron la
mayoría de los miembros de nuestro grupo.
En lo asistencial exigimos de
entrada un número de camas para los indigentes. Así, cientos de pacientes
fueron operados sin cargo alguno. La mayoría de nuestros pacientes provenían de
las obras sociales. El sanatorio tenía contrato con las más importantes de
aquel entonces.
La relación con el sanatorio fue
muy clara: los honorarios, provinieran de donde provinieran, eran de nosotros;
la internación, del sanatorio (sin duda la mayor tajada).
Nosotros con los honorarios
pagamos las residencias y las secretarias y nuestras entradas se distribuían
entre los médicos proporcionalmente.
Nunca permití que se tocara un
solo peso de los que no nos correspondía.
A pesar de que los directores aseguraban
que no había retornos, yo conocía que sí los había. De vez en cuando, a pedido
de su director, saludaba a los sindicalistas de turno, que agradecían nuestro
trabajo.
Este era nuestro único contacto.
A mediados de la década del 70,
comenzamos a organizar la Fundación. Primero con la ayuda de la Sedra, creamos
el departamento de investigación básica que tanta satisfacción nos ha dado y
luego la construcción del Instituto de Cardiología y cirugía cardiovascular.
Cuando entró en funciones,
redacté los 10 mandamientos que debían sostenerse a rajatabla, basados en el
lineamiento ético que siempre me ha acompañado.
La calidad de nuestro
trabajo, basado en la tecnología incorporada más la tarea de los profesionales
seleccionados hizo que no nos faltara trabajo, pero debimos luchar
continuamente con la corrupción imperante en la medicina (parte de la tremenda
corrupción que ha contaminado a nuestro país en todos los niveles sin límites
de ninguna naturaleza).
Nos hemos negado
sistemáticamente a quebrar los lineamientos éticos, como consecuencia, jamás
dimos un solo peso de retorno. Así, obras sociales de envergadura no mandaron
ni mandan sus pacientes al Instituto.
¡Lo que tendría que narrar de
las innumerables entrevistas con los sindicalistas de turno!
Manga de corruptos que viven a
costa de los obreros y coimean fundamentalmente con el dinero de las obras
sociales que corresponde a la atención médica.
Lo mismo ocurre con el PAMI.
Esto lo pueden certificar los médicos de mi país que para sobrevivir deben
aceptar participar del sistema implementado a lo largo y ancho de todo el país.
Valga un solo ejemplo: el PAMI
tiene una vieja deuda con nosotros (creo desde el año 94 o 95) de 1.900.000
pesos; la hubiéramos cobrado en 48 horas si hubiéramos aceptado los retornos
que se nos pedían (como es lógico no a mí directamente).
Si hubiéramos aceptado las
condiciones imperantes por la corrupción del sistema (que se ha ido
incrementando en estos últimos años) deberíamos tener 100 camas más. No
daríamos abasto para atender toda la demanda.
El que quiera negar que todo
esto es cierto que acepte que rija en la Argentina, el principio fundamental de
la libre elección del médico, que terminaría con los acomodados de turno.
Lo mismo ocurre con los
pacientes privados (incluyendo los de la medicina prepaga) el médico que envía
a estos pacientes por el famoso ana-ana , sabe, espera, recibir una jugosa
participación del cirujano.
Hace muchísimos años debo
escuchar aquello de que Favaloro no opera más! ¿De dónde proviene este
infundio? Muy simple: el paciente es estudiado. Conclusión, su cardiólogo le
dice que debe ser operado. El paciente acepta y expresa sus deseos de que yo lo
opere. ‘Pero ¿cómo?, ¿usted no sabe que Favaloro no opera hace tiempo?’. ‘Yo le
voy a recomendar un cirujano de real valor, no se preocupe’.
"Proceder con honestidad
en aras de la dignidad del hombre es el compromiso más trascendente en nuestro
corto paso"Las frases más destacadas del médico argentino.
El cirujano ‘de real valor’
además de su capacidad profesional retornará al cardiólogo mandante un 50% de
los honorarios!
Varios de esos pacientes han
venido a mi consulta no obstante las ‘indicaciones’ de su cardiólogo. ‘¿Doctor,
usted sigue operando?’ y una vez más debo explicar que sí, que lo sigo haciendo
con el mismo entusiasmo y responsabilidad de siempre.
Muchos de estos cardiólogos, son
de prestigio nacional e internacional.
Concurren a los Congresos del
American College o de la American Heart y entonces sí, allí me brindan toda
clase de felicitaciones y abrazos cada vez que debo exponer alguna ‘lecture’ de
significación. Así ocurrió cuando la de Paul D. White lecture en Dallas,
decenas de cardiólogos argentinos me abrazaron, algunos con lágrimas en los
ojos.
Pero aquí, vuelven a insertarse
en el ‘sistema’ y el dinero es lo que más les interesa.
La corrupción ha alcanzado
niveles que nunca pensé presenciar. Instituciones de prestigio como el
Instituto Cardiovascular Buenos Aires, con excelentes profesionales médicos,
envían empleados bien entrenados que visitan a los médicos cardiólogos en sus
consultorios.
Allí les explican en detalles
los mecanismos del retorno y los porcentajes que recibirán no solamente por la
cirugía, los métodos de diagnóstico no invasivo (Holter eco, camara y etc,
etc.) los cateterismos, las angioplastias, etc. etc., están incluidos.
No es la única institución.
Médicos de la Fundación me han mostrado las hojas que les dejan con todo muy
bien explicado. Llegado el caso, una vez el paciente operado, el mismo personal
entrenado, visitará nuevamente al cardiólogo, explicará en detalle ‘la
operación económica’ y entregará el sobre correspondiente!.
La situación actual de la
Fundación es desesperante, millones de pesos a cobrar de tarea realizada,
incluyendo pacientes de alto riesgo que no podemos rechazar. Es
fácil decir ‘no hay camas disponibles’.
Nuestro juramento médico lo impide.
Estos pacientes demandan un alto
costo raramente reconocido por las obras sociales. A ello se agregan deudas por
todos lados, las que corresponden a la construcción y equipamiento del ICYCC,
los proveedores, la DGI, los bancos, los médicos con atrasos de varios meses..
Todos nuestros proyectos tambalean y cada vez más todo se complica.
En Estados Unidos, las grandes
instituciones médicas, pueden realizar su tarea asistencial, la docencia y la
investigación por las donaciones que reciben.
Las cinco facultades
médicas más trascendentes reciben más de 100 millones de dólares cada una!
Aquí, ni soñando. Realicé gestiones en el BID que nos ayudó en la etapa inicial
y luego publicitó en varias de sus publicaciones a nuestro instituto como uno
de sus logros!.
Envié cuatro cartas a Enrique
Iglesias, solicitando ayuda (¡tiran tanto dinero por la borda en esta
Latinoamérica!) todavía estoy esperando alguna respuesta. Maneja miles de
millones de dólares, pero para una institución que ha entrenado centenares de
médicos desparramados por nuestro país y toda Latinoamérica, no hay respuesta.
¿Cómo se mide el valor social de
nuestra tarea docente?
Es indudable que ser honesto, en
esta sociedad corrupta tiene su precio. A la corta o a la larga te lo hacen
pagar.
La mayoría del tiempo me
siento solo. En aquella carta de renuncia a la C. Clinic , le decía al Dr.
Effen que sabía de antemano que iba a tener que luchar y le recordaba que Don
Quijote era español!
Sin duda la lucha ha sido muy
desigual.
El proyecto de la Fundación
tambalea y empieza a resquebrajarse.
Hemos tenido varias
reuniones, mis colaboradores más cercanos, algunos de ellos compañeros de lucha
desde nuestro recordado Colegio Nacional de La Plata, me aconsejan que para
salvar a la Fundación debemos incorporarnos al ´sistema’.
‘Pondremos gente a organizar
todo’. Hay ‘especialistas’ que saben como hacerlo. ‘Debes dar un paso al
costado. Aclararemos que vos no sabes nada, que no estás enterado’. ‘Debes
comprenderlo si querés salvar a la Fundación’.
¡Quién va a creer que yo no
estoy enterado!
En este momento y a esta edad
terminar con los principios éticos que recibí de mis padres, mis maestros y
profesores me resulta extremadamente difícil. No puedo cambiar, prefiero
desaparecer.
Joaquín V. González, escribió la
lección de optimismo que se nos entregaba al recibirnos: ‘a mí no me
ha derrotado nadie’.
Yo no puedo decir lo mismo. A
mí me ha derrotado esta sociedad corrupta que todo lo controla. Estoy
cansado de recibir homenajes y elogios al nivel internacional. Hace pocos días
fui incluido en el grupo selecto de las leyendas del milenio en cirugía
cardiovascular.
El año pasado debí
participar en varios países desde Suecia a la India escuchando siempre lo
mismo.
‘¡La leyenda, la leyenda!’
Quizá el pecado capital que
he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis
sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio,
donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria
y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se
castiga.
Me consuela el haber
atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis
colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos
años en Jacinto Arauz.
Estoy cansado de luchar y
luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata.
No puedo cambiar.
No ha sido una decisión fácil pero sí
meditada.
No se hable de debilidad o valentía.
El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con
ella me voy de la mano.
Sólo espero no se haga de este
acto una comedia. Al periodismo le pido que tenga un poco de piedad.
Estoy tranquilo. Alguna vez en
un acto académico en USA se me presentó como a un hombre bueno que sigue siendo
un médico rural. Perdónenme, pero creo, es cierto. Espero que me recuerden así.
En estos días he mandado cartas desesperadas a entidades nacionales,
provinciales, empresarios, sin recibir respuesta.
En la Fundación ha
comenzado a actuar un comité de crisis con asesoramiento externo. Ayer
empezaron a producirse las primeras cesantías. Algunos, pocos, han sido
colaboradores fieles y dedicados. El lunes no podría dar la cara.
A mi familia en particular
a mis queridos sobrinos, a mis colaboradores, a mis amigos, recuerden que
llegué a los 77 años. No aflojen, tienen la obligación de seguir luchando por
lo menos hasta alcanzar la misma edad, que no es poco.
Una vez más reitero la
obligación de cremarme inmediatamente sin perder tiempo y tirar mis cenizas en
los montes cercanos a Jacinto Arauz, allá en La Pampa.
Queda terminantemente prohibido
realizar ceremonias religiosas o civiles.
Un abrazo a todos”
Dejando esta carta de despedida
de René Favaloro simplemente queda reflexionar sobre el accionar y el rumbo que
esta sociedad toma, sin importar el país al que pertenezcamos.
Fuente
El Club de los Libros Perdidos