La guerra de zapa:
Los pehuenches en el Parlamento de San Carlos
Escrito por Oriana
Pelagatti, Facultad de Filosofía y Letras, UNCuyo
San Martín sostenía
una red de espías que difundían noticias falsas y alentaban el descontento de
los pobladores de la campaña. El Parlamento con los indios de 1816 fue parte de
aquel entramado de engaños destinados a confundir al enemigo.
Hacia 1816 la
incertidumbre dominaba las Provincias Unidas. Aunque acababan de declararse
independientes, se encontraban amenazadas por las fuerzas de la corona española
que intentaba recuperar sus antiguas posesiones. En el norte, las milicias
dirigidas por Güemes resistían el avance de los realistas desde 1815; en el
este los portugueses habían ocupado la Banda Oriental y Artigas lideraba a los
autonomistas que controlaban el Litoral. En la frontera oeste, San Martín
organizaba un ejército para enfrentar los más de 5.000 soldados veteranos que
habían reconquistado Chile en 1814. A la guerra y los desacuerdos políticos
políticos se sumaba una difícil situación económica que ya agobiaba a los
habitantes.
En julio de aquel
año, San Martín se había asegurado el apoyo del Director Supremo y, en agosto,
había dejado el mando de la Intendencia de Cuyo a Luzuriaga. Recién en
setiembre los cabildos cuyanos comenzaron a seleccionar los esclavos para
completar la infantería mientras intentaban conseguir dinero, vestuario,
animales, víveres. Se acercaba el verano y faltaban tiempo, hombres y dinero
para terminar de dar forma al ejército, preparar el cruce de la cordillera y
proyectar la batalla. San Martín afinaba la estrategia para dividir las fuerzas
realistas a lo largo del territorio chileno. Sostenía una red de espías que
difundían noticias falsas y alentaban el descontento de los pobladores de la
campaña. El Parlamento con los pehuenches de 1816 fue parte de aquel entramado
de engaños destinados a confundir al enemigo que, por entonces, se conocía como
guerra de zapa.
El contexto
Los pehuenches constituían
un conjunto de parcialidades ubicadas en las dos partes de la cordillera. Los
que vivían al sur de Mendoza se convirtieron en indios amigos en las últimas
décadas del siglo XVIII. Custodiaban la frontera a cambio de protección contra
sus enemigos y algunos privilegios comerciales. No era extraño verlos en la
ciudad vendiendo sal, pieles, plumas y ponchos. La alianza estableció cierta
tranquilidad en el área y hacia 1805 la frontera avanzó hasta el Diamante.
En los alrededores
del fuerte de San Rafael se instalaron algunas tolderías. La revolución alteró
el equilibrio en la frontera y redimensionó las relaciones con los indígenas
porque podían aliarse con los enemigos. En 1812 varios grupos indígenas de la
Araucanía se unieron a las fuerzas españolas que llegaban al sur de Chile desde
el Perú. Ese mismo año, el Comandante de Frontera realizó un parlamento en San
Carlos con los pehuenches que se aliaron con los revolucionarios.
En 1814, cuando los
revolucionarios chilenos fueron derrotados en Rancagua, San Martín ordenó
ratificar la alianza ante la posibilidad de que los realistas invadieran Cuyo
desde el sur. El Comandante de Frontera y los caciques pehuenches volvieron
encontrarse en San Carlos, donde acordaron que los pehuenches interrumpirían
sus relaciones con los chilenos. Los caciques se obligaron controlar la
circulación en el área e informar sobre los movimientos enemigos. La situación
no era sencilla para los indios amigos, que quedaron atrapados entre dos
fuegos: el vínculo con los mendocinos los enfrentaba con las parcialidades
pehuenches mapuches aliadas con los realistas. Los pehuenches respetaron la
alianza proporcionando información y seguridad a cambio de la satisfacción de
sus pedidos y algunos beneficios materiales. Sin embargo, el cierre de la
cordillera avivó las tensiones entre los caciques y deterioró la confianza de
las autoridades de la frontera que vigilaban a los sospechosos. En este
contexto, se convocó el parlamento de 1816 a mediados de setiembre.
La reunión
El episodio se conservó
en la tradición oral por décadas y el mismo San Martín lo describió en carta al
general inglés William Miller, quien lo incluyó en sus memorias. De acuerdo con
su relato, a las ocho de la mañana los caciques pehuenches comenzaron a
aproximarse a la explanada del fuerte donde se encontraban formadas las
autoridades militares, una compañía de caballería del ejército venida de
Mendoza y doscientos milicianos. La comitiva indígena estaba integrada por los
indios de guerra armados con lanzas, hachas y cuchillos, las mujeres y los
niños. Iban montados en caballos adornados y preparados para la guerra: el pelo
largo suelto, el torso desnudo, los cuerpos pintados. Cada parcialidad era
encabezada por una partida de granaderos y su llegada se saludaba con disparos
al aire. Luego se inició un simulacro de batalla en el que los guerreros
exhibieron sus habilidades ecuestres al ritmo del fuego de los cañones del
fuerte.
El ejercicio militar
se extendió hasta la tarde, en la que se realizaron las negociaciones en la
plaza de armas. Los caciques y capitanejos se sentaron alrededor de una mesa de
acuerdo con su importancia. San Martín, el Comandante del fuerte y fray
Francisco Inalicán, que hacía de traductor, se ubicaron en la cabecera.
Entonces San Martín les pidió que permitieran que el ejército pasara por su
territorio para invadir a los españoles por el paso de El Planchón. Los
pehuenches reflexionaron en silencio por un cuarto de hora y luego el cacique
gobernador Neycuñan dirigió un debate. Todos se expresaron con tranquilidad y
sin interrumpirse. Tres caciques se opusieron, pero Neycuñan aceptó y prometió
contener a los disconformes, colaborar con ganado y vigilar la frontera. Cuando
concluyó el acuerdo todos -salvo los tres disconformes- se abrazaron.
Entonces se inició
el agasajo para el que se habían llevado desde la ciudad 120 pellejos de
aguardiente, 300 de vino y fruta seca. Los caciques sacrificaron algunas
yeguas, cuya carne apreciaban. Más de dos mil pehuenches sentados en círculo en
la explanada celebraron ruidosamente durante varios días. El cuarto se dedicó
al intercambio de regalos: los caciques entregaron a San Martín ponchos con
dibujos de colores tejidos por las mujeres y recibieron con agrado los
sombreros y vestidos galoneados. Además se distribuyeron un gran número de
bridas, espuelas con labrados, pañuelos y cuentas de cristal.
La noticia del
parlamento traspasó la cordillera a través de desertores, comerciantes,
arrieros, espías o los mismos pehuenches disconformes. La magnitud del
parlamento hizo pensar a los realistas que el ejército revolucionario
atravesaría la cordillera por el sur. Para confundir más al enemigo, San Martín
puso en circulación el rumor de que había enviado a un ingeniero francés al río
Diamante a construir el puente que usaría el ejército. La estrategia tuvo
buen resultado y en el verano el grueso del ejército atravesó la cordillera por
los pasos altos de Los Patos y Uspallata mientras unos cien hombres la cruzaron
por El Planchón para atacar Talca. Algunos historiadores han sostenido que los
pehuenches, debido a su natural perfidia, traicionaron a San Martín, olvidando
así la colaboración que prestaron durante las guerras revolucionarias en los
márgenes australes de la jurisdicción.
Fuente:Diario Los
Andes (Mendoza-Argentina) – 7 de Enero de 2.017
http://www.losandes.com.ar/article/la-guerra-de-zapa-los-pehuenches-en-el-parlamento-de-san-carlos
Agrego.El Comandante del Fuete San Carlos, era D.JOSE LEON LEMOS, que con un grupo de milicianos de la villa, participo activamente en el Cruce de Los Andes, haciéndolo por el Paso El Portillo.
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