Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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domingo, 8 de julio de 2018

La patria nació en quechua y aymará





En 1816 las Actas de la Independencia también se escribieron en lenguas indígenas. Los congresales de Tucumán respetaron así el espíritu de los primeros patriotas, que desde antes de 1810 buscaron formas de convivencia con los pueblos originarios.

El espíritu indigenista de la Revolución de Mayo sobrevoló por aquellos días de julio de 1816 en Tucumán cuando el Congreso de las “Provincias Unidas en Sud-América” declaró la “emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España”.


Uno de los más activos participantes del Congreso, Manuel Belgrano, tuvo una acción decidida en la sesión secreta del 6 de julio: continuando con la defensa de los indígenas iniciada en 1810, propuso una forma de gobierno en la que se tuviera en cuenta a los herederos de los incas, por la “justicia que en sí envuelve la restitución de esta Casa, tan inicuamente despojada del trono por una sangrienta revolución que se evitaría para en lo sucesivo con esta declaración y el entusiasmo general de que se poseerían los habitantes del interior con sola la noticia de un paso para ellos tan lisonjero”.

Esta propuesta, sumada a un ideario que se manifestaba incluso aún un poco antes de los sucesos de Mayo de 1810 - desde las Invasiones Inglesas, cuando las comunidades indígenas de las pampas ofrecieron sus servicios al Cabildo para luchar contra “los colorados”- alimentaron el proyecto de estimular la simpatía de los originarios por la causa independentista, y a instancias de algunos diputados, las actas del 9 de julio fueron traducidas a las lenguas quechua, aymará y guaraní con la correspondiente fórmula de juramento que debían prestar todos los habitantes de la nueva nación..


Fue así como el Congreso, en la sesión del 29 de julio decidió la impresión de 3000 ejemplares del Acta de la Independencia, 1500 en castellano, 1000 en quechua y 500 en aymará. Las impresiones se realizaron en Buenos Aires en dos columnas, castellano y lengua aborigen correspondiente, de acuerdo con los modelos que el propio Congreso remitió, con la recomendación de que “sin el más exacto y escrupuloso cuidado de los impresores o con la menor variación se causa un defecto muy notable a ílas citadas versiones”.

A último momento se canceló la confección de las copias correspondientes en lengua guaraní debido a la ausencia de las provincias del Litoral en las sesiones del Congreso de Tucumán.

Si bien no conocemos bien cuál fue la repercusión que tuvo la famosa Acta entre las comunidades indígenas, lo que si nos parece digno de destacar es la continuidad de una política que los primeros patriotas tuvieron siempre presente: la de convivir con los pueblos indígenas.

Fuente: El Orejiverde - 8 de Julio de 2018


sábado, 28 de abril de 2018

Primera Independencia del Rio de la Plata


El denominado Congreso de los Pueblos Libres 

también conocido como Congreso de Oriente, 

Congreso Oriental o Congreso del Arroyo de la 

China, reunido a partir del 29 de junio de 1815 en

 la ciudad de Concepción del Uruguay, provincia 

de Entre Ríos, constituyó un acontecimiento de 

importancia histórica, siendo considerado como

 la PRIMERA DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA

 DEL RIÓ DE LA PLATA .

En dicho Congreso, convocado por Don José 

Gervasio Artigas, participaron representantes de

 las Provincias de Entre Ríos, Santa Fe, Córdoba,

Misiones y Corrientes y de la Banda Oriental (las 

cuales conformaban la “Liga de los Pueblos 

Libres”) así como también representantes de los

 pueblos originarios , y se trataron diversos 

asuntos tales como la organización política; el 

comercio interprovincial y con el extranjero; la 

política agraria, así como también la protección 

de la producción y del consumo interno. Entre

 otras medidas, el Congreso llevado a cabo en la

 localidad entonces llamada Villa del Arroyo de la

China (actual ciudad de Concepción del Uruguay)

resolvió proclamar la Independencia respecto de

todo poder extranjero, la reforma de los 

reglamentos de tierras y de aranceles y la 

organización institucional federal.

El Congreso de 1815 no tuvo un objetivo 

separatista del resto de las provincias, 

representando un importante antecedente de la 

Declaración de Independencia llevada a cabo en 

Tucumán el 9 de Julio de 1816; reafirmando las

 bases para la organización republicana y 

federal de nuestro territorio.


Compartido por Maria Torres 

jueves, 14 de julio de 2016

Los Pueblos Originarios y la Independencia Argentina


Fuente: ENDEPA (Equipo Nacional de Pastoral Aborigen)

lunes, 11 de julio de 2016

Año 1,816: El 80% de Buenos Aires pertenecía a los pueblos originarios y apoyaron la independencia


El 80 por ciento del territorio bonaerense -en 1816- perteneció a los pueblos originarios y siete de sus grandes caciques respaldaron la lucha criolla contra la corona española, afirmó el antropólogo Fernando Pepe.

El especialista, presidente del Colectivo Guías (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social), explicó que “en 1816 la provincia de Buenos Aires se mantenía en lucha constante con los caudillos que gobernaban Córdoba; el sur de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y la Banda oriental, que sería invadida en septiembre de 1816 por los portugueses; y al sur con las comunidades originarias que se oponían al avance que se cernía sobre sus territorios ancestrales”, detalló.

Pepe recordó que “en el norte de Santa Fe y los actuales territorios de Chaco, Formosa y en todo el este de Santiago del Estero las comunidades originarias Guaycurúes, Qom y Pilagá resistirán en libertad hasta la llamada ‘Campaña al desierto verde’ de 1883”.

“La frontera ‘natural’ en el sur de la provincia de Buenos Aires era el río Salado y el territorio al sur del Salado estaba ocupado por numerosas comunidades, en mayor medida de los pueblos Ranquel, Mapuche y Tehuelche, que convivían entre ellos de forma pacífica desde -por lo menos- 13.000 años”, precisó al recordar que “el 80 por ciento del territorio bonaerense pertenecía a esos pueblos originarios”.


“La frontera no se extenderá mucho más hasta la década de 1820, y luego prácticamente no avanzó sobre tierra adentro, lo hará muy lentamente y solo tendrá un avance importante con el establecimiento de la zanja de Alsina entre 1876 y 77, hasta que -finalmente- será eliminada con la campaña del general Roca de 1879, conocida con el eufemismo de la ‘Conquista del Desierto”, afirmó.

El antropólogo recordó que “los principales caciques de estos extensos territorios eran Lincon, Currupilán, Quintelen, Victoriano, quienes en 1806 se ofrecieron para luchar contra las invasiones inglesas. Luego, por la defensa de la revolución contra la corona española lo hicieron los lonkos Epumer, Errepuento y Turuñamquu”.

“El cacique Carrupilún, el más temible cacique de los pampas, señor Virrey y Rey de todas las pampas, firmó un acuerdo con Santiago de Liniers que perduró casi por 15 años; los caciques Quintelen y su sobrino Evinguanau, el hijo de Epumer, fueron recibidos por Chiclana en su carácter de presidente interino del Triunvirato apoyando la lucha independentista”, remarcó.

Pepe sostuvo que “es importante considerar y entender la complejidad que implica hablar de los 200 años de independencia cuando nos referimos tanto al territorio bonaerense como al nacional, donde vemos cómo el Estado, luego de 1816, extendió sus fronteras, de manera paulatina, sobre los territorios habitados por los pueblos originarios”.

“Es decir que hace 200 años la República Argentina estaba configurada geopolíticamente de manera diferente. Y en el desarrollo de este proceso de conformación de los límites políticos y geográficos del país, el Estado nacional fue fijando sus fronteras de acuerdo a las relaciones que iba estableciendo con las diferentes comunidades de la región, con las que construían acuerdos y relaciones político- económicas”, apuntó.

El antropólogo, por último, destacó que a la luz de estos acontecimientos, “es importante reivindicar la activa y necesaria participación que hombres y mujeres de los Pueblos Originarios tuvieron en las luchas de independencia y en la conformación de la Argentina”.

Fuente: El Liberal (Santiago del Estero, 9 de Julio de 2.016)

viernes, 8 de julio de 2016

¿200 años de independencia?


Escribe: Mariana Aquino. 7 de Julio de 2.016 .
Fuente: Cítrica Cooperativa de Trabajadores del Diario Crítica.

Los pueblos originarios no tienen nada para festejar. A dos siglos de romper las cadenas con los españoles, la historia oficial los sigue negando y el Estado los ignora. El testimonio de los referentes de las comunidades.

Los españoles llegaron a estas tierras hace cinco siglos. La independencia de Argentina, hace dos. Los pueblos originarios llevan entonces 500 años de sufrimiento, negación y desprecio. Ven cómo les roban las tierras, cómo los monocultivos destrozan sus métodos de producción y alimentación ancestrales, y cómo les quitan hasta el agua.

Mientras se conmemora el bicentenario de la independencia, los originarios acampan y reclaman; siguen denunciando la apropiación de territorios, el exterminio sistemático y la negación de sus identidades culturales. El Estado moderno les priva el derecho a la tierra e intenta aniquilarlos; pero aún no lo ha conseguido.

Los referentes de distintas comunidades que consultamos coinciden en que aquello que la historia oficial llamó el descubrimiento de América no fue más que el inicio de una persecución étnica que no termina. La opresión hacia los pueblos cambió de dueño y de argumentos pero no de objetivo. “No tenemos nada que festejar. Pasaron doscientos años de independencia relativa. Hoy los originarios seguimos ausentes, seguimos siendo los convidados de piedra de la historia”, afirma Valentín Palma Yallanullo, miembro de la organización Punta Querandí, de la provincia de Buenos Aires.

En la idea de Estado-Nación se debe repensar el surgimiento del propio país, que obtuvo muchas de sus victorias, alabadas en las páginas doradas de la historia, mediante el sometimiento de los pueblos. Así lo fue la Conquista del Desierto para las comunidades del sur del país. “Nuestro pueblo quiere poner en agenda el genocidio que dio origen a la Argentina a través de la matanza, la apropiación de territorios y el borramiento de lo que fue la identidad de distintos pueblos indígenas”, enfatiza Lorena Cañuqueo, miembro de la comunidad Mapuche de Bariloche.

Marcha de los Pueblos Originarios 2010. Crédito PABLO VITALE
El proceso revisionista –desde lo académico– intenta darle un lugar en la historia al originario como actor social; sin embargo su protagonismo en las primeras rebeliones contra los españoles no se registra en datos oficiales, ni existen estadísticas que marquen hasta qué punto se destruyeron pueblos enteros en nombre de la patria y la unificación nacional. Eduardo Galeano los llamó los nadies. La contundencia de la definición hiere a los ojos sensibles de quien lee al escritor uruguayo que se ocupó de denunciar en Las venas abiertas de América Latina a los invasores: “Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore”, sentenció Galeano.

Los territorios de la mayoría de las comunidades originarias son aún presa fácil para la avaricia del sistema capitalista. Los violentos desalojos –impulsados por la Justicia en complicidad con los gobiernos provinciales y ejecutados con saña por las fuerzas de seguridad– se encuentran con valientes resistencias a lo ancho y largo del país. Esas tierras son ideales para los ambiciosos proyectos de megaminería a cielo abierto, extracción de petróleo, monocultivo y emprendimientos inmobiliarios. Para Cañuqueo, "siempre fue difícil que el Estado nos reconozca como colectivo político”. “Y ahora que tenemos un retorno a las políticas neoliberales, nosotros corremos más riesgos que nunca”, agrega.

La defensa del territorio no tiene sólo que ver con una necesidad básica de mantenerse con vida en un lugar, más bien con la reparación histórica de parte del Estado. “Hasta el trabajador pobre, que es parte de nuestro pueblo, discrimina al indígena. Hace y dice lo que esa elite parasitaria y racista quiere. Hoy más que nunca el Estado está alineado a los poderes imperiales de Estados Unidos y Europa. Hay que apuntar a la cultura y la educación para cambiar la realidad”, destaca Palma Yallanullo.

No caben dudas: Argentina cumple 500 años de persecución hacia los pueblos nativos. Y la deuda es del Estado. “Nuestro reclamo es el de toda la clase obrera. Estos gobiernos no le van a dar los territorios a los originarios pero tampoco le darán nada a los trabajadores ni a nadie”, asegura Enrique Mamani, presidente de la Organización de Comunidades de Pueblos Originarios (Orcopo) y referente de la comunidad Kolla Quechua Aymara. “Nosotros somos nativos que nos reconocemos como tales, hay otros que lo son y aún no se reconocen; esos trabajadores, desocupados y excluidos sociales en algún momento van a tomar conciencia de su verdadera identidad”, remarca Mamani. Y coincide Palma Yallanullo: “En Buenos Aires está la mayor población indígena del país, es un gigante dormido.”

La organización Punta Querandí nació para proteger el territorio amenazado por los emprendimientos inmobiliarios en el límite entre Tigre y Escobar. Desde hace varios años mantiene el reclamo por un predio de media hectárea que fue un espacio sagrado. Se trata de un sitio arqueológico amenazado actualmente por los avances de la especulación inmobiliaria en la zona. “Hay un resurgimiento de una oligarquía terrateniente racista que avanza por todos lados. Aunque lo dibujen con diálogo con algunos referentes, no les creemos. Hasta que el Estado no se descolonice nada va a cambiar. Nuestra agenda es construir poder por nuestros derechos”, afirma el dirigente querandí.

En cambio, para Félix Díaz, referente de la comunidad Qom La Primavera, en Formosa, se han logrado avances en los últimos tiempos. “Tras una lucha de nuestros líderes de todo el país se pudo incorporar la legislación indígena a nivel nacional y también se ven cambios en la legislación internacional. El pueblo pudo participar en cuestiones de Estado, como la defensa del territorio. Ese respeto lo vemos en este último tiempo”, señala Díaz, quien lideró un acampe en pleno centro porteño durante el gobierno anterior para que el Estado restituya territorios.

“Fuimos cooptados por el enemigo, por la colonia al principio y por los partidos políticos en este último tiempo. Nos encontramos con originarios del PRO, otros kirchneristas y otros radicales. Todas esas diferencias hacen que nos alejemos de nuestra verdadera manera de construir. Tenemos que apuntar a la reafirmación de nuestra cultura”, refuta Palma Yallanullo.
El genocidio de ayer, la invisibilización de hoy y la usurpación de las tierras de siempre son indiferentes a la agenda de la clase dominante, hoy encarnada en los grandes medios de comunicación. Pero acá están ellos, alzando su voz, la de nuestros orígenes, la de nuestros ancestros, la nuestra. Resistiendo.

Fuente: Mariana Aquino. (7 de Julio de 2.016) Cítrica Cooperativa de Trabajadores del Diario Crítica



miércoles, 6 de julio de 2016

9 de Julio de 1.816: Argentina nació en quechua y aymará


En 1816 las Actas de la Independencia también se escribieron en lenguas indígenas. Los congresales de Tucumán respetaron así el espíritu de los primeros patriotas, que desde antes de 1810 buscaron formas de convivencia con los pueblos originarios.

El espíritu indigenista de la Revolución de Mayo sobrevoló por aquellos días de julio de 1816 en Tucumán cuando el Congreso de las “Provincias Unidas en Sud-América” declaró la “emancipación solemne del poder despótico de los reyes de España”.

Uno de los más activos participantes del Congreso, Manuel Belgrano, tuvo una acción decidida en la sesión secreta del 6 de julio: continuando con la defensa de los indígenas iniciada en 1810, propuso una forma de gobierno en la que se tuviera en cuenta a los herederos de los incas, por la “justicia que en sí envuelve la restitución de esta Casa, tan inicuamente despojada del trono por una sangrienta revolución que se evitaría para en lo sucesivo con esta declaración y el entusiasmo general de que se poseerían los habitantes del interior con sola la noticia de un paso para ellos tan lisonjero”.

Esta propuesta, sumada a un ideario que se manifestaba incluso aún un poco antes de los sucesos de Mayo de 1810 - desde las Invasiones Inglesas, cuando las comunidades indígenas de las pampas ofrecieron sus servicios al Cabildo para luchar contra “los colorados”- alimentaron el proyecto de estimular la simpatía de los originarios por la causa independentista, y a instancias de algunos diputados, las actas del 9 de julio fueron traducidas a las lenguas quechua, aymará y guaraní con la correspondiente fórmula de juramento que debían prestar todos los habitantes de la nueva nación...


Fue así como el Congreso, en la sesión del 29 de julio decidió la impresión de 3000 ejemplares del Acta de la Independencia, 1500 en castellano, 1000 en quechua y 500 en aymará. Las impresiones se realizaron en Buenos Aires en dos columnas, castellano y lengua aborigen correspondiente, de acuerdo con los modelos que el propio Congreso remitió, con la recomendación de que “sin el más exacto y escrupuloso cuidado de los impresores o con la menor variación se causa un defecto muy notable a ílas citadas versiones”.

A último momento se canceló la confección de las copias correspondientes en lengua guaraní debido a la ausencia de las provincias del Litoral en las sesiones del Congreso de Tucumán.
Si bien no conocemos bien cuál fue la repercusión que tuvo la famosa Acta entre las comunidades indígenas, lo que si nos parece digno de destacar es la continuidad de una política que los primeros patriotas tuvieron siempre presente: la de convivir con los pueblos indígenas.

Fuente: El Orejiverde

lunes, 4 de julio de 2016

El pueblo diaguita se opone a la llegada del Rey de España por el Bicentenario


Tras conocerse la noticia de la invitación, emitieron un escrito manifestando su desacuerdo.
Esta semana se dio a conocer la lista de invitados a los festejos por el Bicentenario, que tendrán lugar el próximo sábado 9 de julio en nuestra provincia. 

Para sorpresa de todos, la nómina incluía al rey emérito de España, Juan Carlos I, algo que causó estupor en gran parte de la comunidad. 


Ante esta situación, la Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita en Tucumán (UNPNDT) emitió un comunicado dirigido a la Secretaría de Estado de los Derechos Humanos de la provincia.  En la misiva se hace mención a la "preocupación de las autoridades comunitarias por la posible presencia del rey". 

Al mismo tiempo, se considera que la medida "sería una enorme contradicción, ya que la conmemoración se debe a la liberación de siglos de dominación extranjera ejercida por la colonia desde 1492". 


El texto destaca también que el Pueblo Diaguita "ha sido víctima del mayor genocidio cometido en nuestra América, justamente por la institución que esta persona representa". 

Fuente: El Diario 24.com – 4 de Julio de 2.016

domingo, 3 de julio de 2016

Pueblos Originarios: apoyaron la Independencia pero luego fueron negados y perseguidos


LOS PUEBLOS ORIGINARIOS, HABITANTES PREEXISTENTES AL PRIMER POBLAMIENTO EUROPEO Y ORGANIZACIÓN ESTATAL, FUERON PARTE IMPORTANTE DEL PROCESO QUE HACE 200 AÑOS LLEVÓ A LA ARGENTINA A SU DECLARACIÓN DE INDEPENDENCIA, Y A PESAR DE HABER SIDO RECONOCIDOS Y RESPETADOS POR LOS PRÓCERES DE AQUELLA GESTA, DURANTE LOS PRIMEROS AÑOS DE LA NUEVA NACIÓN PASARON A SER VÍCTIMAS DE PERSECUCIÓN, QUE ALGUNOS HISTORIADORES CALIFICARON DE GENOCIDIO, Y EL DESPOJO DE SUS TIERRAS.

Los pueblos originarios, habitantes preexistentes al primer poblamiento europeo y organización estatal, fueron parte importante del proceso que hace 200 años llevó a la Argentina a su declaración de Independencia, y a pesar de haber sido reconocidos y respetados por los próceres de aquella gesta, durante los primeros años de la nueva Nación pasaron a ser víctimas de persecución, que algunos historiadores calificaron de genocidio, y el despojo de sus tierras.

Se trata de decenas de etnias que habitan desde hace siglos el actual territorio nacional, aún en las regiones de duras condiciones geográficas y climáticas como el Altiplano y la Patagonia austral, y que a principios del siglo XIX coexistieron y hasta colaboraron con los criollos en el proceso liberador de España.

Esta historia se plasmó en la Declaración de Independencia del 9 de julio de 1816, impresa en numerosos ejemplares bilingües, que fueron distribuidos en español -en la columna izquierda- y quechua -en la derecha- o en aymara.

El Congreso de Tucumán también encargó una traducción al guaraní, pueblo de amplia presencia en el norte argentino y Paraguay, pero no llegó a imprimirse oficialmente.

“Durante el siglo XIX hubo algunos períodos distintivos a tener en cuenta, como el lapso entre 1810 y 1820, cuando los primeros patriotas y los grandes personajes de la Independencia, como Moreno, Castelli, Belgrano, San Martín, Artigas y Güemes, pensaron un país con los pueblos indígenas”, destacó a Télam el antropólogo Carlos Martínez Sarasola.

Sarasola, uno de los principales investigadores de la cuestión indígena en el país, autor de numerosos y diversos libros sobre la temática, agregó que “a partir de 1820 comenzó a revertirse con políticas estatales encaminadas al genocidio. Salvo excepciones como la de Juan Manuel de Rosas, en algunos momentos, y períodos en los que se buscó una articulación entre criollos e indígenas con tratados y acuerdos circunstanciales”.


Es muy conocida por una profusa bibliografía y documentación la propuesta presentada en el Congreso de Tucumán por Manuel Belgrano, en sintonía con José de San Martín y con Martín Miguel de Güemes, de adoptar una “monarquía atemperada”, parlamentaria, como forma de gobierno de las Provincias Unidas.

Este imperio, inspirado en el Inca, tendría su capital en el Cuzco y la corona sería entregada a un descendiente de la “casa de los Incas”, posiblemente a Juan Bautista Túpac Amaru, el anciano hermano menor de José Gabriel Túpac Amaru, líder del levantamiento de 1780, considerado una leyenda en la lucha de emancipación de España.

El abogado Darío Rodríguez Duch, histórico defensor de habitantes mapuches de territorios ancestrales de Río Negro y Chubut en juicios contra desalojos impulsados por terratenientes, recordó que en la guerra de la independencia los pueblos originarios “también tuvieron un rol activo en favor de los revolucionarios”.

“Entre los gauchos de Güemes y los que lucharon junto a Belgrano hubo muchos indígenas. Incluso San Martín, cuando estaba a punto de cruzar los Andes, se reunió con los lonkos (jefes) mapuches en Mendoza y los consultó para pasar por su territorio rumbo a Chile. Los líderes indígenas debatieron en un consejo de lonkos, lo autorizaron e hicieron de guías”, relató.

Sin embargo esta afinidad de originarios y criollos no había tenido representación personal en el Congreso de 1816. Ninguno de los congresales y representantes que firmaron la Declaración fue de origen indígena. Ni siquiera entre los enviados de la provincia de Charcas, con pueblos originarios entre sus habitantes, o zonas del Alto Perú con predominio de chichas y mizque.

El cambio de visión política ante los originarios en la construcción de la Nación se profundizó a mediados del siglo XIX y tiene su punto de inflexión en la campaña militar a la Patagonia, definida como Conquista del Desierto, entre 1878 y 1885, comandada por el general Julio A. Roca.

En su libro "La Argentina de los caciques. O el país que no fue", Sarasola sostuvo que los grandes líderes indígenas de la región pampeana y la patagónica “hasta último momento y más allá de las violencias de la época, intentaron coexistir y convivir con la nueva sociedad en formación, en la medida en que fueran respetados sus derechos. Pero el plan de Roca y de la generación del ’80, que repensó a la Argentina y culminó con la toma de sus territorios, terminó definitivamente con aquella posibilidad”.

Investigadores como Sarasola, Walter del Río (Universidad Nacional de Río Negro) y Osvaldo Bayer, entre otros, coincidieron en definir esa campaña como un genocidio, porque además de los crímenes en combate y ejecuciones, generó campos de concentración y muerte para miles de familias completas, y destierros de hombres, mujeres y niños a Buenos Aires y otros lugares donde eran entregados como esclavos.

Sarasola también recordó que decenas de originarios, entre ellos algunos jefes y sus familias, fueron entregados al explorador y creador del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, donde fueron exhibidos en forma humillante, despojados de su cultura y terminaron muriendo.

“Durante el siglo XIX hubo algunos períodos distintivos a tener en cuenta, como el lapso entre 1810 y 1820, cuando los primeros patriotas y los grandes personajes de la Independencia, como Moreno, Castelli, Belgrano, San Martín, Artigas y Güemes, pensaron un país con los pueblos indígenas”, Carlos Martínez Sarasola, antropólogo.

El investigador explicó que todas estas acciones buscaron quitarles las tierras, la negación de su condición de pobladores anteriores al Estado nacional y la invisibilización de sus culturas.
Investigadores y organizaciones afines a la temática coincidieron en que este proceso de negación comenzó a revertirse recién en los años 80 del siglo pasado, en sintonía con los cambios políticos producidos en toda América latina.
Sarasola señaló que “el gran punto de inflexión fue en 1992, con el quinto centenario (de la llegada de Colón a América), cuando hubo un ‘ponerse de pie’ indígena que continúa con la defensa de la conquista de derechos, el fortalecimiento identitario a través de sus cosmovisiones y espiritualidad”.

Darío Rodríguez Duch, especialista en temas de derecho de los pueblos originarios, precisó que esta nueva época para estos pobladores “tuvo un hito que fue la Constitución Nacional de 1994, que en su artículo 75 inciso 17, reconoció la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos”.

“Fue el único artículo aprobado por unanimidad y aclamación. Además de emocionante fue una revolución a nivel latinoamericano y mundial”, afirmó, y agregó que en 1989 “hubo otro avance fundamental: la adhesión al Convenio 169 de la OIT (sobre sobre pueblos indígenas y tribales), que el país ratificó por ley nacional”.

Estas normas cambiaron la suerte de los indígenas que luchaban en los tribunales contra expulsiones ilegítimas e ilegales, y luego surgieron otras -nacionales, provinciales y municipales- que iniciaron un proceso reparador en cuanto a derechos, respeto a su cosmovisión y culturas ancestrales y recuperación territorial.

Todos reconocen a este proceso como muy destacado en Argentina, aunque lento en relación a los intereses vitales vinculados a las necesidades sociales y defensa de los derechos humanos que promueven las organizaciones indigenistas.

Escrito: Daniel Lorenzo para Agencia Telam el 3 de Julio de 2.016