Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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domingo, 28 de mayo de 2017

Cosmovisión y resistencia del pueblo originario kichwa

Los indígenas de Sarayaku (Ecuador) armonizan su cosmovisión con la protección de su territorio libre de explotación petrolera, asegurando la soberanía alimentaria y supervivencia de su gente y cultura en la amazonía ecuatoriana. 
A las orillas del río Bobonaza, en la Amazonía ecuatoriana, el pueblo originario kichwa de Sarayaku celebra la Uyantza Raymi 2017, fiesta tradicional de la cacería.

A altas horas de noche, Marina Santi acaba de lijar y barnizar sus ‘mukawas’ (vasijas de cerámica utilizadas para tomar bebidas tradicionales) para la fiesta. Sarayaku Warmikuna (mujeres de Sarayaku) trabajan arduamente mientras sus hombres se `entregan` a la selva para cazar durante semanas. Mientras, ellas hacen ‘mukawas’ y chicha (bebida tradicional hecha de yuca). Es así como esperan el retorno de los hombres y se preparan para la celebración.

Una noche antes del inicio de la fiesta, que se marca por el retorno de los cazadores, las mujeres se reúnen a pintar sus rostros y las ‘mukawas’ que han realizado.


Abigail pinta el rostro de su madre, Marina. Para realizar esta pintura las mujeres usan ‘wituk’, que es un fruto que crece en sus arboles. Los diseños que ellas plasman en sus rostros son un legado histórico de sus expresiones y prácticas culturales.



Comienza la Uyantza. Después de semanas de preparación, la fiesta arranca con la llegada de los cazadores. Todos se reúnen en la casa de los anfitriones para contar toda la carne. Estas acciones son marcadas por el ritmo de los tambores y de la flauta.



Las mujeres se reúnen en el centro de las casas de los anfitriones para contar las presas de carne que han sido cazadas y para prepararlas, ya que serán la fuente de comida para los días de fiesta.



Todas las presas de carne se amontonan en el centro de las casas para después ser repartidas entre las familias presentes. Tanto los preparativos, la caza y la celebración se hacen de manera colectiva. En el pueblo de Sarayaku la alimentación y todos los trabajos sociales se realizan en grupo, mediante mingas (trabajos colectivo-comunitarios).


Los esqueletos de los animales que no se pueden comer son colgados en las columnas que sostienen las casas. Se utilizan sobretodo los de mono, que adornarán la jornada de fiesta.



El colgar los esqueletos en las columnas y techos de las casas es un símbolo de que la jornada de caza ha sido buena. De esta manera tanto hombres y mujeres saben que podrán gozar de alimentos sanos que han extraído de su territorio, garantizando de esta manera su soberanía alimentaria.




Piezas de cerámica fabricadas por las mujeres utilizadas para servir la chicha que se beberá los próximos cuatro días de celebración.


La celebración de la fiesta de la cacería esta acompañada de danzas y música constante. Al son de los tambores y la flauta las mujeres y hombres zapatean día y noche. Una celebración por la comida, la vida, la cultura y la autonomía.




Tras la visita y homenaje a los anfitriones, todos los habitantes decoran la plaza central de la comunidad con sus ramos y flores, para finalmente dar paso a una danza que hace temblar la tierra.



Las danzas que se llevan a cabo en la plaza se hacen en pareja. Las mujeres sacan a bailar a los hombres que marchan dentro de un círculo gigante. Al encontrar una pareja, ellas bailan alrededor de ellos, mientras tocan el tambor y marcan el ritmo.




Las calles de tambores marcan el paso de los cazadores y de las mujeres mientras entregan los ramos y flores a los anfitriones.




Una de las tradiciones de la Uyantza Raymi es que los hombres deben portar las pieles de los animales que han cazado. Esto se ve como un símbolo de su masculinidad. En la imagen se puede ver cómo se realizan sombreros de los animales cazados.





Al cuarto día de fiesta se realizan bodas, varias parejas de la comunidad se casan. Una novia se prepara para la ceremonia que se celebra ante la presencia de toda la comunidad.


Al final de la celebración de las bodas y la misa, que reúne a toda la comunidad, se hace una pequeña procesión alrededor de la plaza central. Los anfitriones cargan a la virgen que proteja a la comunidad, mientras las mujeres bailan en homenaje a su santa.



La Uyantza Raymi culmina al ritmo de los tambores y la flauta en un grito por la selva viviente, de un territorio libre de explotación petrolera. Un grito por la supervivencia de un pueblo originario.

Fuente 
El Pais (Espana)

sábado, 4 de febrero de 2017

La fuerza de los rayos - Leyenda Kichwa


Dicen que el Sol y la Luna tienen el pelo largo y que sus rayos se extienden con mucha fuerza por todo el Universo. Que esos rayos tienen la misma fuerza de las raíces de los árboles y las plantas.

Por esto, el pelo largo de los kichwas runas simboliza la fuerza de los rayos del Sol, la Luna, las estrellas, los luceros y la fuerza de las raíces de los árboles y las plantas.

Si un día se pretendiera aniquilar los destellos del Sol y de la Luna, el Universo viviría en silencio y oscuridad; y si se pretende extirpar de la tierra las raíces de las plantas y de los árboles, esta se secaría y moriría.

Entonces, si los kichwas perdieran la vitalidad de su pelo, el Sol y la Luna dejarían de brillar en sus corazones, la energía de los árboles, las plantas y la naturaleza no alimentarían sus espíritus y vivirían en la amargura y la soledad.



lunes, 19 de diciembre de 2016

Pequeños paraísos como el nuestro dan equilibrio y dignidad a este planeta

Patricia Gualinga ha conseguido llevar una canoa amazónica hasta el Sena para visibilizar los problemas de los Sarayaku

Cuando Patricia Gualinga abandonó con 13 años su pueblo, en la Amazonía ecuatoriana, para trasladarse a Quito a acabar sus estudios, no podía dejar de vomitar. Asegura que hasta que no pasaron tres años no se acostumbró a vivir lejos de su casa, la comunidad Kichwa de Sarayaku y sobre todo de su familia, pero que ahora entiende que debía acabar de formarse. Hoy es la cara y la voz en el extranjero de su pueblo como Dirigente de Relaciones Exteriores del Pueblo Originario Kichwa de Sarayaku. Antes se encargó de los asuntos relacionados con el papel de la mujer. "Decidí que si mi comunidad me necesitaba, iba a estar a su lado", asegura en una visita relámpago a Madrid, donde participa en una conferencia en la Universidad de Comillas.

El Gobierno autónomo de su pueblo, de 1.400 habitantes, ha resistido los intentos de explotación petrolífera durante 30 años e incluso ganó hace una década una demanda contra el Estado ecuatoriano después de que este permitiera sin su aprobación la cesión de sus terrenos a una empresa argentina. "La riqueza que dan las explotaciones petrolíferas es momentánea, material, ficticia. Es un modelo obsoleto que no funciona para defender a la madre tierra", asegura ella con convicción.
El Gobierno autónomo de su pueblo, de 1.400 habitantes, ha resistido los intentos de explotación petrolífera durante 30 años e incluso ganó hace una década una demanda contra el Estado ecuatoriano.

Patricia Gualinga
Su objetivo principal ahora es conseguir que los bosques primarios, aquellos que no han sido explotados por la mano humana y en los que todavía habitan cientos de especies en estado salvaje, sean reconocidos como "intocables a perpetuidad" en todo el mundo. Gualinga lleva su mensaje por el planeta a través de conferencias charlas y todo tipo de acciones. La estancia en Madrid apenas llega a las 24 horas porque al día siguiente tiene un avión a primera hora rumbo a Alemania.

El año pasado llegó a llevar una canoa amazónica hasta el río Sena tras un recorrido de 10.000 kilómetros con motivo de la Conferencia del Cambio Climático, celebrada en París. "Los que tienen que empezar a entender que tiene que cambiar son la sociedad occidental y los gobiernos. No decimos que vivan como nosotros, pero tienen que volver a educarse en su relación con la naturaleza", asevera. Su pretensión va más allá: "Queremos demostrar que pequeños paraísos en el mundo como el nuestro pueden mostrar otra forma de vivir y tratar de generar un equilibrio y dar dignidad a este planeta".

Gualinga opina que empieza a cambiar la forma en la que el mundo ve a los indígenas: "Ya no ese ese pueblo al que hay que evangelizar, dar ropita y educación. Queremos conocer otras culturas porque somos curiosos, pero no ser absorbidos y perder toda nuestra riqueza cultural". Su cosmovisión contempla un respeto máximo de la naturaleza y un modo de vida sostenible, en el que el ser humano es solo una parte más del eslabón.

La decisión de convertirse en una activista no fue fácil. Cuando los miembros de su pueblo llamaron a su puerta ella había ocupaba el un cargo público como gerente regional de turismo, "un puesto muy cercano al ministro y a la presidencia", apunta. "Podría haber seguido en un trabajo público y haber tenido casas y carros, pero no podía ver el dolor de mi gente. El camino ha sido largo pero tengo mi conciencia tranquila".

Escrito> Patricia Peiro

Fuentes> El Pais (Espana) – 17 de Diciembre de 2.016
                  El Orejiverde

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Pueblo Sarayaku (Ecuador) defiende los espíritus de la Amazonía - Nación Kichwa


Los indígenas de Sarayaku, en la selva ecuatoriana, luchan para que se valore su ancestral cosmovisión sobre la vida y la naturaleza.

Son las tres de la madrugada y toda la familia está ya en pie. Los hombres machacan el barbasco, una raíz cuyo jugo funge de veneno paralizador de peces. Las mujeres mascan la yuca para elaborar chicha, la bebida alcohólica energizante más popular de la selva. Las puntas de hierro de los arpones artesanales, que en unas horas servirán para ensartar a los bocachicos que abundan en el agua, resplandecen a la luz de la lumbre. A orillas del río Rotuno, esta familia de Sarayaku, en la Amazonía ecuatoriana, está lista para iniciar el ritual de pesca colectiva junto al resto de su comunidad. Cuando el sol aparece en el horizonte, los hombres suben a las canoas y remontan el río para soltar el barbasco, cuya sustancia blanquecina convierte el agua en leche y adormece a los animales. Mientras, las mujeres aguardan río abajo y machete en mano, dispuestas a llenar de peces las cestas que cuelgan de sus cabezas. La pesca, como llaman en esta comunidad de la suroriental provincia de Pastaza a este ancestral método de captura colectiva para la subsistencia, tiene lugar una vez cada seis meses, aproximadamente. Para garantizar la reproducción de los peces, está prohibido realizar la pesca más a menudo. Como tantos otros pueblos indígenas, los kichwas de Sarayaku han creado normas encaminadas a conservar su medio ambiente y garantizar la sostenibilidad y supervivencia del hábitat amazónico, que según ellos también es morada de espíritus.

“Dentro del bosque existen seres supremos, pequeños y grandes, visibles e invisibles, móviles e inmóviles, que están vivos. Los humanos somos una parte de ellos”, explica Tupak Viteri, uno de los siete kurakas o autoridades tradicionales de Sarayaku. “Aquí existen espíritus, animales, árboles, que tienen energías y a los que estamos conectados a través de los sueños. Ellos conforman la selva viviente”, añade, bastón de mando en mano, este vigoroso kichwa de 32 años. “Ecuador reconoce los derechos de la naturaleza, pero eso solo la considera un simple espacio verde, no como un lugar que alberga a seres que están vivos y que deben ser respetados igual que los humanos. Deben tener derechos jurídicos”, aclara.
La Constitución ecuatoriana asevera que la naturaleza “tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimiento y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivo” y encomienda al Estado la tarea de proteger los bosques y a la población que en ellos habita.

Cumpliendo con su función de kuraka, Viteri recorre su comunidad casa por casa recogiendo las inquietudes de las familias y transmitiendo las decisiones tomadas por el Gobierno autónomo de Sarayaku, una comuna que ha resistido los intentos de explotación petrolera durante tres décadas.

Después de que la Corte Interamericana de Derechos Humanos fallara a favor de Sarayaku en 2012 tras su demanda contra el Estado ecuatoriano por permitir el ingreso de la petrolera argentina Compañía General de Combustibles a su territorio sin consentimiento previo en 2002, Sarayaku ahora trata de que el mundo reconozca el concepto de Kawsak Sacha, Selva Viviente en kichwa.


“En el bosque existe un equilibrio, una integridad de un ecosistema formado por lagunas y montañas en las que habitan seres que nos protegen”, asegura Félix Santi, presidente de Sarayaku, elegido por el consejo de Gobierno comunitario en 2014. “Queremos que Naciones Unidas incorpore el Kawsak Sacha, que el mundo asuma que la selva está viva y que por tanto debe estar libre de explotación petrolera, maderera, minera y de cualquier otra empresa que pueda atentar contra la integridad de la jungla y de sus habitantes”, reclama Santi, quien acudió a la Cumbre del Clima de París en diciembre de 2015 para dar a conocer al mundo la propuesta surgida de las entrañas de la selva.

Sarayaku también busca que se reconozca el importante papel de los pueblos originarios en la conservación de la naturaleza
A la capital francesa llegó también una canoa tallada a mano en Sarayaku que recorrió 10.000 kilómetros por tierra y aire para poder surcar el Sena y llevar al mundo el mensaje amazónico. Sentado en su casa de madera con un cuenco de humeante guayusa entre las manos, el líder indígena recuerda las palabras que pronunció en aquel viaje a Europa. “Colón con sus carabelas nos trajo muerte, nosotros con esta canoa traemos vida”, sentenció en París un Santi convencido de que el futuro de los pueblos indígenas pasa por el respeto de sus derechos y la incorporación de su visión del mundo a la legislación nacional e internacional.

Regulación para la sostenibilidad
En Sarayaku, como en la mayoría de comunidades indígenas de la Amazonía ecuatoriana, existen normativas locales creadas para asegurar un consumo sostenible por parte de la población. Hace más de una década que Sarayaku dividió su territorio de 135.000 hectáreas en varias zonas, cada una designada para un fin concreto. Este sistema de gestión territorial delimita diferentes áreas destinadas a vivienda, agricultura, cacería y pesca, así como zonas sagradas y de reserva. De esta manera, se busca minimizar el impacto sobre el entorno, limitando la expansión de asentamientos y prohibiendo actividades como la caza en los sectores de reserva o conservación, donde los animales se reproducen y habitan sin intromisiones humanas. Sin embargo, el aumento poblacional constituye un reto para la comunidad, que en los últimos años ha pasado de contar con 1.200 a 1.600 habitantes, según su presidente.

“Comenzamos a regular la caza porque se estaban acabando los animales”, reconoce Carlos Santi, dirigente de territorio y recursos naturales de Sarayaku. Hasta hace unos años, en esta comunidad se realizaba cada mes de febrero una fiesta de cacería, conocida como Uyantza Raymi, en la que los hombres se internaban en la selva durante dos semanas para matar con sus rifles a cientos de monos, tucanes y otros animales. Las presas servían de alimento para toda la comunidad durante los meses siguientes, además de avivar el espíritu guerrero y cazador de los varones de Sarayaku. Ante el menguante número de animales, el consejo de gobierno decidió modificar la periodicidad del festejo, que pasó de ser anual a celebrarse cada dos años. “Ahora se está pensando en hacerlo cada tres años”, afirma Antonio Aranda, coordinador del Plan Atayak, destinado a rescatar la sabiduría ancestral de Sarayaku. “Estamos tratando de compatibilizar la soberanía alimentaria de una población creciente con la sostenibilidad. Para ello tenemos proyectos de piscicultura y avicultura, que reducen la necesidad de salir a cazar”, revela este corpulento joven de larga cabellera negra.

El saber occidental se combina con el acervo indígena.

En el río Rotuno, uno de los cientos de vías fluviales que bañan el territorio de Sarayaku, una parte de la población se reúne en las épocas de vacaciones para llevar a cabo la pesca colectiva de subsistencia. Miles de peces son apresados en estas capturas realizadas con barbasco. Los animales, que huyen río abajo de la sustancia narcótica, encuentran su fin al toparse con el dique construido por los indígenas el día anterior a la pesca. Es entonces cuando los habitantes de Sarayaku llenan sus cestos y canoas con decenas de pescados, para más tarde limpiarlos de escamas y vísceras. Finalmente, proceden a ahumarlos para que se conserven durante al menos dos meses, tiempo en el que servirán de alimento para las familias.

“Anteriormente se pescaba mensualmente, pero así los peces no podían reproducirse rápidamente. Analizando, nos dimos cuenta de que era necesario esperar al menos tres meses para que aumentara el número de peces”, relata Aranda. “Entonces, decidimos que durante el año solo se puede pescar con anzuelo, reservando el barbasco para las épocas de vacaciones y las grandes fiestas. Ahora la pesca se hace entre cada cinco y ocho meses”, cuenta.

La propuesta de Kawsak Sacha se enmarca dentro de un esfuerzo de Sarayaku por promover el conocimiento ancestral e inculcar en los más jóvenes las ideas de conservación. La comunidad ha puesto en marcha diversos proyectos dirigidos a resguardar las plantas medicinales, promover las prácticas de salud tradicional y avanzar en la educación intercultural. Todo ello sin menospreciar el saber occidental, que se combina con el acervo indígena.

Dentro del bosque existen seres supremos, pequeños y grandes, visibles e invisibles, móviles e inmóviles, que están vivos. Los humanos somos una parte de ellos.

Además, en Sarayaku están levantando una Frontera de Vida: un camino de flores formado por varios tipos de coloridos árboles plantados a lo largo de los límites del territorio comunitario. La iniciativa pretende que los viajeros que llegan en avioneta a Sarayaku puedan observar desde el aire los multicolores confines de su territorio. “Es una protección simbólica para que se respete a Sarayaku”, declara Aranda en referencia a las recurrentes violaciones territoriales que ha sufrido la comunidad por parte del Estado y las empresas petroleras.

Pueblos indígenas y conservación
Con su propuesta de Selva Viviente, Sarayaku también busca que se reconozca el importante papel que juegan los pueblos originarios en la conservación de la naturaleza. “Los pueblos indígenas hemos tenido una resistencia durante muchos años y gracias a eso nuestra selva permanece virgen, pero ese esfuerzo no es considerado”, denuncia Viteri. “Ahora el mundo discute cómo mitigar el cambio climático, pero no reconoce que los pueblos indígenas hemos hecho un buen trabajo”, lamenta el kuraka. “Queremos tener el derecho a la administración territorial en función de nuestros conocimientos y principios. Así podríamos ejercer la autodeterminación”, proclama justo antes de beber un trago de chicha.

Con ese punto de vista coincide Leo Cerda, de Amazon Watch. “Los pueblos indígenas representan el 4% de la población mundial y conservan más del 80% de los bosques forestales en el mundo”, expone este representante de la ONG estadounidense que acaba de publicar un informe sobre los impactos del consumo del petróleo amazónico. “Mientras el hombre occidental observa la naturaleza como un recurso material y quiere imponer sus normas sobre ella, el indígena habita en armonía con la naturaleza y acepta sus reglas”, menciona.

Los pueblos indígenas representan el 4% de la población mundial y conservan más del 80% de los bosques forestales en el mundo.


Al vivir en una relación de dependencia con su entorno que se ha prolongado durante siglos, los pueblos indígenas suelen ser los primeros interesados en conservar intacta la naturaleza que los rodea. Para la escritora norteamericana Naomi Klein, estos pueblos “siempre han estado a la vanguardia de la resistencia contra los combustibles fósiles, protegiendo su tierra y su cultura”. Sin duda, Sarayaku es ejemplo de ello.

A pesar de realizar actividades extractivas como la caza o la pesca, el conocimiento ancestral y la necesidad de seguir conviviendo en un ambiente que los provea de comida facilita las prácticas sostenibles. Según un documento de la iniciativa Visión Amazónica, los pueblos indígenas “han ayudado a mantener la biodiversidad desde hace miles de años”.

Decididos a continuar con su emblemática lucha contra la explotación petrolera y a no cambiar el verdor de la inconmensurable vegetación amazónica por el negro del crudo, los habitantes de Sarayaku conservan su territorio del mismo modo que lo hicieron sus bisabuelos. Recurriendo a prácticas sostenibles que permitan a las próximas generaciones mantener el estilo de vida tradicional, esta comunidad de la jungla ecuatoriana no desiste en su empeño de mantener el petróleo bajo tierra, a pesar del avance de la industria en el resto del país. En Sarayaku, los guardianes de la selva viviente saben que el futuro de la Amazonía depende de sus más longevos habitantes: los pueblos indígenas y el resto de seres que la habitan, espíritus incluidos.

Escrito: Jaime Giménez en Sarayaku (Ecuador) 

Fuente: El País  22 de Noviembre de 2.016


sábado, 20 de junio de 2015

Triunfo indígena en Perú: luego de dos años de espera el Gobierno decreta el Área de Conservación Regional Maijuna Kichwa


Hoy, recién luego de dos años de espera, el gobierno peruano firmó el decreto supremo que establece el Área de Conservación Regional Maijuna Kichwa, con lo que así, por un lado, finaliza el primer proceso de consulta previa, y por el otro, estamos ante la primera comunidad indígena que gestionó por su propia cuenta un área de conservación. 

Esta decisión se da luego de que este lunes 14 llegaran a Lima los dirigentes de la Federación de Comunidades Nativas Maijuna (Feconamai), quienes estuvieron acompañados de la Federación de Comunidades Nativas del Medio Napo, Curaray y Arabela (Feconamncua), representantes del Gobierno Regional de Loreto (Gorel) y la Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Peruana (Aidesep). Su presencia en Lima era para exigir una respuesta positiva y concreta a los acuerdos fijados en el primer proceso de consulta previa en la historia del Perú.

El primer proceso de consulta previa en el Perú fue realizado con éxito al pueblo originario Maijuna el 23 de junio del 2013, y la etapa de diálogo con el pueblo Kichwa culminó entre el 21 y 22 de octubre de ese año. Posteriormente, el 5 de diciembre del 2014, el Consejo de Viceministros aprobó el expediente técnico para la creación del ACR Maijuna - Kichwa. 

Durante su estadía en Lima, los líderes indígenas se reunieron con funcionarios del Ministerio del Ambiente y de la Defensoría del Pueblo, incluso para hoy habían planeado presentar una demanda de amparo al Estado peruano. Tanto en Lima como en Loreto han contado –desde el inicio del proceso– con el apoyo de la organización Naturaleza y Cultura.

¿Qué permitirá el área de conservación?
Con la creación del ACR Maijuna - Kichwa se culmina un largo proceso iniciado en el 2006, cuando representantes del pueblo Maijuna enviaron al presidente del Gobierno Regional de Loreto de entonces un memorial firmado por todas las comunidades maijuna en el que solicitaban les otorguen el manejo de su territorio ancestral.

Entre los acuerdos alcanzados destacan: conservar los bosques de terrazas altas ubicadas al interior del área de conservación; conservar las cabeceras de los cuerpos de agua para garantizar su calidad y aprovisionamiento, así como de otros servicios ecosistémicos; promover, a partir del manejo sostenible, poblaciones saludables de especies forestales, fauna silvestre y poblaciones de peces de importancia social y comercial para la población local; y contribuir a la conservación de la cultura e identidad del grupo étnico Maijuna y Kichwa.


El área de conservación será administrada por el Gobierno Regional de Loreto, en tanto que el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) se encargará de la supervisión, la asesoría técnica y la capacitación del personal designado por el gobierno regional para la administración del área de conservación. 

Los Orejones
Ubicada al noreste de Loreto, entre los ríos Napo y Putumayo, en la frontera con Colombia, la propuesta de ACR Maijuna - Kichwa abarca 391,039.82 hectáreas de bosques húmedos tropicales. Un inventario biológico rápido hecho en el 2009 por el Field Museum mostró que esta es una zona única de colinas, un complejo de terrazas altoamazónicas que dan origen a siete cuencas cuyas aguas abastecen y resguardan especies nuevas, raras y endémicas de flora y fauna.

Los Maijuna, conocidos también como Los Orejones, por su costumbre de agrandar los lóbulos de sus orejas utilizando discos de madera, lo conforman cuatro comunidades que juntas no sobrepasan las 500 personas, siendo uno de los grupos étnicos más vulnerables del Perú. 

Foto: Luis Miranda.

Fuente: La Mula (Perú) 17 de Junio de 2.015