Escrito: María de Lourdes Barsallo Jaén
Poeta Panameña
Panamá aparece como la Nación con más antigua y
singular presencia en la Historia de
América. Sus raíces se hunden silenciosas en las tradiciones del pueblo Kuna, raíces profundas,
genuinas, que conforman la nacionalidad
panameña.
Guna Yala, es una comarca indígena en la República de Panamá, habitada por la etnia Cuna. La comarca se llamó Comarca de San Blas hasta 1998 y como Kuna Yala hasta 2010. Su capital es El Porvenir.
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Mujeres Kuna |
Limita al Norte con el Mar Caribe, al sur con la provincia de Darién y la comarca Emberá
Wounnan, al este con la República de
Colombia y al oeste con la provincia
de Colón. Su entorno se
desenvuelve entre la Zona de Urabá
sobre la Costa Atlántica del Golfo de
Darién, con una parte de selva tropical húmeda, cuya arteria principal es el
río Caimán Nuevo que conforma
múltiples riachuelos sobre los que se asientan las viviendas Kuna.
Guna Yala en lengua guna significa “Tierra Guna” o “Montaña Guna”.
El área fue formalmente conocida como Archipiélago
de San Blas, más adelante como Kuna Yala,
pero se cambió en el mes de Octubre de
2011 cuando el gobierno de Panamá reconoció la afirmación del pueblo Guna que en su lengua materna no
era equivalente a la letra “K” y que
el nombre oficial debería ser “Guna
Yala”.
La Mitología Kuna contempla una Cosmogonía correspondiente a explicar
el origen del mundo y una Antropogonía, cuyos relatos mitico-religiosos, nos explican lo referente a la creación o
surgimiento del Hombre y por ende,
la evolución de su cultura.
Según la Cosmogonía Kuna el principio del mundo
nace con el nacimiento de la aurora, cuando la aurora empieza a esparcir su
claridad sobre el mundo. Existía entonces Olonailipipilele,
el Dios Creador, bueno y justo. Olatilisop
nace de Olonailipipilele, de su
propia esencia. Olatilisop, es la Tierra, generadora de vida, diosa de la
fertilidad, representada de forma simbólica como una mujer, porque es la tierra
igualmente fecunda y llena de ternura. La
Tierra, en los orígenes de la tradición cuna, deja de ser Diosa para
convertirse en compañera del Sol, en respuesta a la exigencia de la nueva
cultura impuesta por los conquistadores, según los expertos indican.
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Molas Kuna |
Según los
tradicionalistas cunas, la Tierra,
tal como una mujer, tenía menstruaciones, las cuales generaban los colores de
la Naturaleza, por eso el mundo irradia tanta belleza, vertidas en las flores,
en el hermoso plumaje de las aves, en la transparente luz del amanecer y
también en las mágicas luces propias de los atardeceres.
El Dios Creador, llamado en la tradición Kuna, Olonailipipilele, creó también el Sol, al cual dio por nombre Tatdibe Nega, energía ordenadora de
Olonailipipilele Dios, el cual tiene por misión, con su luz y su calor que
irradia desde lo más alto, dar resplandor a Olatilisop, la Tierra y este calor y esta luz, la hace fecunda.
Según esta tradición, es el Sol el responsable de
crear
los animales, los pájaros, los árboles y las plantas, también es responsable de la creación del río, en cuyas
orillas creció un gran árbol, el cual desarrolló una inmensa copa con sus
fuertes ramas y ramificaciones y un tronco muy recio. Su semilla fue sembrada por Palílibe en una “yala”, en una montaña, y representaría la herencia social. Su
enorme crecimiento dio sombra al sol y en venganza por ello, fue roído por dos
ardillas, según cuenta la tradición cuna.
Aquel árbol al caer al “rio de riqueza infinita”, que recibe el nombre
de Olotdiwala o Kundkitdiwala, dio
origen al mar, al represar y elevar las aguas. De esta forma, al caer el árbol,
sus hojas se transformaron en los peces y su corteza, en las iguanas, los
lagartos y tortugas. Para evitar que
creciesen nuevamente retoños del árbol, envío a las hormigas y a los monos a
fin de que le arrancaran las hojas y a
un gran gavilán para que se encargase de acabar con sus raíces. El agua así
represada, dio lugar a que los valles se
llenaran de agua y se formaran las
ensenadas y bahías y las coloridas arenas.
También crea el Dios Creador de los Kunas, el viento, que esparce todo lo bueno. Con
el resplandor de Tatdibe, el Sol
hizo iluminar a las estrellas en las noches y también con su luz, irradió otros
cuerpos en la bóveda celeste, cuerpos que ya existían, pero que el hombre no
los podía contemplar, a causa de la falta de luz y nos negaban así, su
indescriptible belleza.
Pero la obra de Olanailipipilele fue mayor. Creo el
Dios Creador al primer hombre sobre la Tierra, lo llamó Ollopilibelele y a la primera mujer, Olobursop, que habitaron la Tierra-Olatilisop
bajo la luz del Sol-Tatdibe. Así, a través de esta bella leyenda,
conocemos el origen de la Especie Humana
dentro de la tradición Kuna.
Pero, también en
esta tradición mística, como crece lo bueno, también creció la malo, y junto a
toda la Humanidad, creció la
animadversión, la soberbia, la ignorancia y avaricia y las fuerzas
autodestructivas del hombre. Olonailipipilele
hizo al hombre libre, más en su esencia también llegó a anidar la maldad y
también participó de su propia autodestrucción, más el Dios Creador amaba tanto a
su criatura, que se preocupó también de darle lo necesario para su salvación.
Envío entonces a
los Grandes Neles para luchar por la
salvación del hombre, los Grandes Neles
eran precedidos por el Gran Ibeorgon, iniciándose así el linaje del pueblo que habitaba el Archipiélago de San Blas, conocido como
pueblo Kuna, ubicados en el Mar Caribe en la República de Panamá.
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Molas Kuna |
En el principio,
el pueblo cuna no tenía el fuego, eran seres humanos y por tanto eran frágiles
criaturas y pasaban mucho frío, eran llamados “los Tules” que en lengua indígena significa “persona” (su lenguaje es parte de la lingüística Chibcha), esto fue así en el amanecer
de la Historia, descendieron de la cima del Takarcuna, espacio sagrado de la Cultura Kuna, monte más alto de la Cordillera de Los Andes, a buscar la
tierra que les fue prometida, lo cual nos hace pensar en un sincretismo con
respecto a las tradiciones traídas por la evangelización en la época
colonial. En aquel tiempo, según la cosmogonía cuna, muchos fueron los
peligros que tuvieron que enfrentar, pues la Naturaleza estaba en formación y la tierra era sólo una masa sin
forma, y tuvieron que atravesar ríos, montes y selvas por las cordilleras y
vivir amparados en las cavernas que encontraban a su paso.
El fuego era custodiado
por una bestia en su caverna, Achu Yala,
el Tigre Feroz y los Tules habrían de vencerlo pues pasaban mucho frío, pues,
como seres humanos, la humedad y la
intemperie los agredía de manera inclemente. Dicen, aquellos que aún guardan las tradiciones cunas, que una pequeña
lagartija conocida como Aspán Pipigua,
al ver el gran sufrimiento de los Tules
o humanos, mientras Achu Yala
dormía, decide robar el fuego para sus amigos los Tule, para lo cual recurrió a una gran reserva de valor y voluntad,
pues aquella fiera dormía en la entrada de la caverna y sus ronquidos eran tan
extraordinarios que hacían temblar la selva.
Sirvió a Aspán Pipigua su pequeñez, pues pudo
pasar por un recodo de la cueva custodiada por Achu Yala. Ligera y silenciosamente, tomó un pequeño tizón
encendido y se dio a la fuga. Al ver Achu
Yala que había sido burlado mientras dormía, bramó con mayor fuerza para
exhalar toda su furia, igual que el trueno en medio de una gran tempestad. Supo
la fiera, que había sido burlado por un ser de lo más insignificante, por Aspán Pipigua, la “lagartija pequeña”.
Achu Yala inició la más
feroz persecución contra la pequeña Aspán
Pipigua por medio de la selva, sus garras desgarraban con saña lianas,
piedras y raíces en su búsqueda, y cuando los animales de la selva conocieron
la razón, animaban a Aspán Pipigua
para librarse de tan cruel persecución. Los monos desde lo alto, le avisaban de
la mejor salida a través de las vertientes de los ríos, de las salidas más
seguras de los túneles que formaban las rocas, y acompañaban su paso entre las
penumbras y peligros de la selva, que también ellos conocían bien.
El Soo, el fuego, fue entregado por la
pequeña lagartija, Aspán Pipigua, a
los Tules, los hombres, mortales e
indefensos y a los niños, los mejores amigos de Aspán Pipigua, y así, tuvieron para sí y los suyos, el gran poder
del Soo, aquella energía que se
crece en sí misma, que brinda luz en medio de la oscuridad y los peligros de la
noche, que permitiría la preparación de los alimentos encontrados por los
alrededores, que brinda más sabrosa la carne y
el maíz y sus nutritivos jugos, por el cual ya los Tules no tiritarán
más por los vientos y las lluvias y las noches sin luna.
Desde entonces,
los Kunas son más felices aquí en la
Tierra.
Así, con mejores
días, los Kunas deciden pasar de
Tierra Firme para instalarse a vivir, ya de forma permanente, en las islas que
hoy ocupan en el Archipiélago de San
Blas, collar de islas coralinas en el Caribe
centroamericano, pues su gran ingenio los había llevado a trabajar los
grandes troncos de árboles que tenían a mano en abundancia, ahuecándolos en su
interior. Así nacieron las piraguas,
pequeñas embarcaciones con las cuales se trasladaban seguros a través de las
corrientes, y también, habían ideado los
remos, para lograr dirigirlas con mayor velocidad y evitar los peligros.
Pudieron reconocer entonces, la energía y profundidad propia de los árboles,
energía extraída de lo más hondo de la tierra, la madre.
Sin embargo,
unos pocos decidieron quedarse en Tierra
Firme, en lo que hoy se conoce como el Alto
Bayano, donde han conservado de generación en generación, sus costumbres,
virtudes colectivas y tradiciones, aunque también han sido objeto de la
evolución intercultural con los foráneos, con el paso del tiempo, el restos de
los Tules, la mayoría, se trasladó a
vivir en las islas. Esto sucedió en los tiempos que los antiguos llaman del Éxodo. Recuerdan que en aquél tiempo,
los antiguos invocaron al espíritu que los guía y los protege, al espíritu
tutelar de su Pueblo, conocido como Iberogon, y fue entonces que decidieron
emigrar de Tierra Firme a las islas que hoy habitan, reconociendo así, las
fuertes raíces que se ahondan en su Patria
Panameña, Patria Profunda a la cual están unidos.
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Mujer Kuna con su vestimenta característica |
Fuentes:
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Memoria. Descripción del
Mural-Vitral de José Antonio Ferrara “El
Descubrimiento del Pacífico”
inaugurado en la Caja de Ahorros en 1972, por Eleodoro Ventocilla.