Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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viernes, 6 de noviembre de 2020

Se escucha la voz de los pueblos originarios a más de 500 años de la llegada del hombre blanco a Magallanes



Por Margarita Vargas López

Es sabido que milenarios antes de la llegada de los europeos, todo el territorio de la Patagonia occidental y oriental, incluyendo la Isla Grande de Tierra del Fuego, era habitado por los pueblos originarios: los Tehuelches o Aonikenk, los Onas o Selknam, los Haush en las pampas de Argentina, y aquí en Chile los Qawasqar y los yaganes practicaban el nomadismo del mar en los canales magallánicos. Estos pueblos habían desarrollado una cultura y un arte de vivir digno de ser destacado por más que unos aspectos. Los herederos actuales de estos pueblos esperan que en las festividades programadas se dé una mayor importancia y realce a los aportes de los pueblos originarios.






Durante todo el año 2020, Punta Arenas estará en los ojos del mundo cuando se conmemoren los 500 años desde que la expedición de Magallanes y Elcano alcanzara el hito más relevante del primer viaje que circunnavegó el globo terráqueo. El hallazgo del Estrecho, que hoy lleva el nombre del navegante portugués, marca un antes y un después en la historia universal.

Un conjunto de proyectos para embellecer la ciudad de Punta Arenas ha proliferado en torno a los 500 años, que sin lugar a dudas traerá consigo frutos económicos para la ciudad y sus habitantes. Sin embargo, las personas indígenas descendientes de una cultura milenaria, siendo los primeros habitantes de Magallanes, sienten que estas actividades carecen de una mirada y puesta en valor de la riqueza de los navegantes de esta apartada zona. Falta aún más incorporar el legado que nos han dejado nuestros ancestros, conocedores de las navegaciones de este territorio, ocupado por “los nómades del mar”.

De los pueblos aún vivos en la zona nos encontramos los Qawasqar.

Es sabido que miles de años antes de la llegada de los europeos, todo el territorio de la Patagonia occidental y oriental, incluyendo la Isla Grande de Tierra del Fuego, era habitado por los Pueblos Originarios: los Tehuelches o Aonikenk, los Onas o Selknam, los Haush en las pampas de Argentina, y aquí en Chile los Qawasqar y los Yaganes practicaban el nomadismo del mar en los canales magallánicos. Estos pueblos habían desarrollado una cultura y un arte de vivir digno de ser destacado por más que unos aspectos. Los herederos actuales de estos pueblos esperan que en las festividades programadas se les dé una mayor importancia y realce a los aportes de los Pueblos Originarios.

A pesar que la gran población de Qawasqar ya no practica la vida nómade, aún sigue vivo el tejido de la historia del "pueblo del mar" a través de la elaboración de los canastos de junquillo y de los botecitos de corteza de árbol y de cuero de lobo, ambos pertenecientes a las culturas de los pueblos nómade de la Patagonia, que representan su cosmovisión. El canasto de junquillo representa la fuerza de la mujer kawésqar y su comunión con el mar, ya que se usaba de utensilio para mantener y recoger mariscos. Por eso que muchas mujeres Qawasqar luchan hoy por la conservación del mar y sus productos que hasta hoy es uno de las principales fuentes de ingreso familiar.

También representa el patrimonio de los Pueblos Originarios, ya que en ello podemos no solo contar con una pieza hecho por manos de Qawasqar, sino más bien el tejido de la historia de un pueblo, las costumbres y tradiciones ancestrales que fueron heredados de generación en generación, y que hoy es una de las principales fuentes de ingreso a través del turismo.

También hay que destacar la adaptación física al entorno: los aborígenes de la Patagonia lograban sobrevivir desnudos en la nieve, cubiertos con pieles. Observamos esto en las publicaciones del etnólogo francés Joseph Emperaire, quien estuvo viviendo con los Qawésqar en los años 40. Su obra destaca la importancia y es un realce de los aportes de los Pueblos Originarios.


Los aportes para el progreso de las investigaciones y la ciencia que hicieron nuestros ancestros a través de la cultura, el arte, al arte rupestre, la música, al patrimonio inmaterial, han sido fundamentales y de una riqueza incalculable única como pueblo multicultural y diversa. Este último se ha manifestado históricamente a través de un capital humano portador de costumbres, expresiones y conocimientos que, sin los debidos cuidados, peligra con extinguirse. Aún sobreviven algunos que han sido reconocidos por la UNESCO como Tesoro Humano Vivo de la Humanidad.

Algunos de los relatos que escuchábamos era que navegaban a mar abierto, y buscaban lugares para amainar y luego seguir la navegación. En la misma canoa se hacía la fogata para mantener el calor, los niños se ponían a un lado cerca de los perros para recibir calor, ellos sabían dónde armar el at (vivienda). Sabían dónde había abundancia de mariscos y luego de una ardua recolección, seguían guiados por el clima y las condiciones climáticas, e indicaban hacia dónde dirigir la navegación para ir en búsqueda de otros recursos del mar para su sobrevivencia, dejando atrás el at “carpa y/o casa” para que otras familias Qawasqar lo usen para acampar y pasar la noche.

Los perros ayudaban a la caza y acorralaban a las nutrias, ellos se comían los desechos de los animales para no tirarlos al mar. Se sabía en qué fecha ir a la caza de lobo, y/o se iniciaba la temporada de algún molusco.

El interés de muchos científicos e historiadores de la cultura de los Qawasqar sigue latente por ser un pueblo del mar viviente, en armonía con la naturaleza y principalmente el mar, y habiendo desarrollado un conocimiento profundo para la sobrevivencia en las condiciones difíciles por el territorio austral.

Por ejemplo, el reconocido y destacado lingüista francés Christos Clairis, quien hizo un importante aporte al pueblo kawésqar en la década de los 70, realizó la primera descripción de su lengua publicada por la Universidad Austral de Valdivia a través de un rescate sistemático. Escribía que los pueblos del extremo sur, en particular los yaganes, han asumido la soberanía del ser humano antes de la llegada del hombre blanco en esta parte inhóspita de la tierra, hasta el Cabo de Hornos. Más allá nunca la tierra ha sido habitada por el hombre. Anotaba esto en respuesta a un gobernador de Puerto Williams que decía que ellos asumen la soberanía de Chile frente a Argentina en estos lugares lejanos.

Quien también aporto a la cultura y la educación, mediante una propuesta de cambio de nombre, ya que al convivir con ellos se dio cuenta que no se sentían identificados con el nombre de Alakaluf., por eso reconociendo el derecho de Los Pueblos a autoidentificarse propone reemplazar el termino a su verdadero nombre Qawasqar inaugurado su uso en el VI Congreso de Antropología chilena, octubre 1971.

El Jema/hombre blanco trajo consigo enfermedades desconocidas en este ámbito, sin poder ofrecer las protecciones necesarias. Muchas veces, y quizás con buenas intenciones, nos llevaban ropa y nuestros mayores, que no acostumbraban usar vestimenta, se quedaban dormidos con lo puesto después de haber navegado por los canales. Así brotaban las enfermedades, sobre todo la tuberculosis, motivo de desaparición, hasta hoy en día, muchos de nuestros ancianos se han ido de este mundo, productos de esa enfermedad.

Las burlas también fueron motivo de desculturización, ya que los mayores callaban la lengua cuando un niño o niña se acercaba a escuchar, para que no nos expongamos a las burlas que vivieron ellos.

La relación y vínculo con los huilliches que llegaron a Puerto Edén fue estrecha. Hubo un intercambio cultural interesante, los últimos aprendieron del territorio y las navegaciones, a través de los relatos y transmisión del conocimiento de las prácticas antiguas de navegaciones. Ambos eran cazadores de qijayo (nutrias) y de lobos, que luego intercambiaban en los barcos que pasaban por Puerto Edén.
No hubo genocidio explícito hacia los Qawasqar, pero los microbios, virus y el alcohol contribuyeron a la desaparición de mi pueblo y ellos no tenían los recursos necesarios para protegerse de estas enfermedades.

Sí existió la captura y rapto de la canoa con toda la familia en su interior de los gélidos territorios de Tierra del Fuego, en el extremo sur de Sudamérica. Integrantes de las canoas con familias completas fueron llevados a París para ser mostrados vivos en el jardín de aclimatación de Bois de Boulogne, y después a Alemania para ser exhibidos en el zoológico de Berlín.

Hoy los avances que ha desarrollado el Estado de Chile a través sus organismos públicos relacionados son limitadas. Falta avanzar en crear herramientas de apoyo que permitan realizar las prácticas habituales de pesca y de navegación de manera ancestral, ya que no consideran las técnicas y las prácticas propias de nuestra cultura, hay muchas limitaciones para navegar, y para los pocos practicantes de las navegaciones los permisos burocráticos son una barrera.

Las reglas marítimas impuesta por la Gobernación Marítima muchas veces no son entendidas y comprendidas por nuestros mayores. Por ejemplo, no es nuestra práctica llevar bengalas para las navegaciones, ya que los Qawasqar tienen otros recursos para la navegación segura. También hay que considerar nuevas legislaciones para la pesca libre, sin cuota, garantizando el cuidado del territorio.

Se ha avanzado con la puesta en marcha de la Ley Lafkenche que establece un mecanismo para destinar un Espacio Costero Marítimo (ECMPO) para la preservación de los usos y costumbres indígenas, el cual es entregado en administración a las comunidades correspondientes, siempre y cuando no existan derechos constituidos por terceros en dicha área y CONADI verifique los usos y costumbres alegados.

Sin embargo, aún falta por avanzar en que las leyes y los instrumentos de protección, como las Ley Indígena 19.253 y el Convenio 169 de la OIT, sean hechos considerando la cosmovisión de los pueblos originarios, y qué mejor forma que incluyendo a los depositarios de las culturas antiguas, quienes hoy están presentes, y que reclaman el reconocimiento y protección de sus derechos territoriales, que hacen referencia a la coexistencia en un mismo espacio geográfico de diferentes culturas.

Fuente: El Mostrador - 6 de Septiembre de 2020.

https://www.elmostrador.cl/cultura/2020/11/06/se-escucha-la-voz-de-los-pueblos-originarios-a-mas-de-500-anos-de-la-llegada-del-hombre-blanco-a-magallanes/

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Fotografía: Margarita Vargas López. Académica. Qawasqar nacida en Jetarkte, Puerto Edén último reducto ancestral Qawasqar de Puerto Edén, Isla Wellington.

domingo, 1 de noviembre de 2020

1ro de Noviembre de 1520, Magallanes no descubre el estrecho que lleva su nombre



Magallanes no "descubrió" el estrecho que hoy lleva su nombre. Esas aguas eran surcadas desde miles de años antes por los kawésqar, hábiles navegantes, y sus costas frecuentadas por los aónikenk del continente y los selk'nam de la isla Grande de Tierra del Fuego. La extraordinaria hazaña marítima de Magallanes y sus hombres, que fueron capaces de circunnavegar el globo, no debe hacernos olvidar que el mundo ya existía antes de que pasaran por allí los europeos. Esa visión eurocentrista debe de cambiar y la celebración de los 500 años es una excelente oportunidad para ello. 


 

El 1ro de Noviembre se celebra el aniversario del llamado descubrimiento del Estrecho de Magallanes por el navegante portugués Hernando de Magallanes ocurrido en 1520.

Cristián Donoso, nos invita a ver este acontecimiento histórico desde otro punto de vista, alejado de la mirada eurocentrista. 

Ni el “Estrecho de Magallanes”, ni la región “de Magallanes” ni menos “Chile”, fueron descubiertos por el gran explorador y capitán portugués Hernando de Magallanes, impulsor de la primera circunnavegación de la Tierra, hazaña por muchos considerada como “la aventura más audaz de la humanidad”.

La verdad es que el Estrecho de Magallanes fue descubierto hace más de 11.000 años, por un grupo de personas que pertenecían a la especie humana, tal como el tenaz capitán Hernando de Magallanes y los demás humanos que tripulaban las naves que comandaba.

Esta mirada eurocentrista, de asumir que las cosas ocurren para la humanidad en tanto ocurran para la humanidad europea, situando a Europa como centro o protagonista de la historia y la civilización humanas, hace mucho que está en retirada en la mayor parte de América. Un ejemplo de ello ha sido el reciente retiro en Los Angeles, California, del monumento a Cristóbal Colón, “descubridor” del  llamado Nuevo Mundo. La autoridad californiana declaró que el retiro de la estatua de Cristóbal Colón “reescribe un capítulo manchado de la historia que da una visión romántica de la expansión de los imperios europeos”.

Ciertamente, cuando Magallanes pasó por “Magallanes”, habían humanos, civilizaciones, lenguas, tradiciones, topónimos y cosmovisiones únicas y milenarias. 

Magallanes pasó por el Estrecho de Magallanes tan rápido como pudo (estuvo poco más de un mes en sus aguas, del 21 de octubre al 27 de noviembre de 1520), y poco supo de las diversas civilizaciones que existían ahí, como la Aonikenk, Selk’nam o Kawésqar, más allá de las fogatas nocturnas que vio desde sus Naos, observación que dio origen del nombre Tierra del Fuego.

Su travesía por el estrecho representa un hito que marca el punto de partida de la historia de desplazamiento y exterminio de que serían objeto estos grupos y sus culturas en los siglos venideros. Invisibilizar a las personas que estaban ahí, considerando a Magallanes como el “descubridor” de sus tierras, es una forma subrepticia de legitimar la hegemonía del conquistador europeo, que llegó a “civilizar” la naturaleza y sus habitantes, borrando todo acervo humano anterior. La ausencia casi absoluta de nombres indígenas en las calles de Punta Arenas y toponimia de Magallanes, está en coherencia con este acto fundacional de supuesto descubrimiento/ encubrimiento atribuido a la expedición de Magallanes.

Este discurso histórico, repetido por siglos, al punto de parecernos casi natural y obvio, no es neutro, ni menos inocente. Está cargado de un sentido ideológico colonial, de supremacía racial y cultural europea, que se proyecta por inercia hasta nuestros días “republicanos”. Su efecto en el sentir colectivo de los chilenos ha sido la negación de la identidad propia o la falta de identidad, además de un arraigado sentimiento de inferioridad, y hasta podríamos decir de auto desprecio. Un ejemplo paradigmático de esta negación lo constituye el homenaje al roto chileno en la plaza Yungay, que más que representar al mestizo aguerrido que venció a la confederación Perú-Boliviana, parece preferir reemplazarlo por la imagen de un campesino holandés.

Un reciente estudio genético de la Universidad de Chile indica que el 90% de los chilenos tenemos antepasados indígenas. Por lo tanto, 9 de cada 10 chilenos descendemos de gente que nació, creció y murió en el territorio que ahora conocemos como Chile, miles de años de que Magallanes pasara por el estrecho que ahora lleva su nombre.

La mayoría -casi la totalidad- de los primeros europeos que llegaron a Chile eran hombres, y por ello, las primeras generaciones de criollos tuvieron que nacer de vientre indígena, recibiendo el apellido español del padre. Dejemos entonces de desconocer a esta mitad indígena de nuestros antepasados. En su gran mayoría, los chilenos no somos ni indígenas ni europeos. Sin embargo, ellos son nuestros ancestros, en partes casi equivalentes, las piedras fundacionales de nuestra nacionalidad e individualidad. En un crisol de culturas y razas, ambos grupos dieron origen y forma a nuestra nacionalidad, lengua, rasgos físicos, y al sentir y carácter de nuestra individualidad en su expresión colectiva.

Terminemos entonces con la inercia de contar nuestra historia desde la historia de portugueses, españoles y europeos. Hace dos siglos que dejamos de ser colonia o apéndice de estas naciones. Reconozcamos lo que somos de verdad, ni más ni menos, dando forma y fuerza a un relato propio, y no importado, sobre nuestros orígenes y nuestra historia.
El desprecio hacia lo indígena que trasciende el discurso eurocentrista se transforma también en un autodesprecio del ser chileno, y al igual que en los individuos, en el sentir colectivo el autodesprecio genera falta de autoestima y depresión. El chileno suele despreciar lo indígena… pero ¿qué pasa si cada vez que se mira al espejo reconoce que en alguna parte de sí mismo, en sus rasgos, hay algo de eso que desprecia? Esto inunda el alma nacional. No se trata de solo palabras, se trata de un relato impreso a fuego en el sentir social.

En buena parte del mundo, ninguna nación o comunidad humana asumiría que fue oficialmente “descubierta” a partir del momento en que fue visitada por la expedición de una nación extranjera.

Un ejemplo puede resultar clarificador:
El primer contacto entre Europa y Japón se produjo en 1543, cuando el capitán portugués Fernando Mendes, “descubre” Japón, recalando en la la bahía de Tanegashima. ¿Alguien cree que los japoneses celebran ese día como “el día del descubrimiento de Japón?”.

Y siguiendo el razonamiento de quienes piensan que Magallanes descubrió Chile, por ser el primer extranjero que llegó a lo que es actualmente este país, entonces podríamos asignarle con mayor razón ese honor a Hotu-Matu’a, el navegante polinésico que llegó a la despoblada Rapa Nui (también Chile) un siglo antes de que Magallanes llegara al Estrecho de Magallanes.

Una discusión parecida tuvo lugar en Chile hace dos décadas, respecto a la festividad del 12 de octubre, que de llamarse oficialmente “Aniversario del Descubrimiento de América” por Ley pasó a llamarse “Día del Encuentro de Dos Mundos”. Casi una década después, en Argentina, la festividad del “Descubrimiento de América” fue reemplazada por la del “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”. En países como Venezuela y Nicaragua se cambió el nombre por “Día de la resistencia indígena”. En Bolivia, “Día de la descolonización”. En Estados Unidos, un número creciente de estados está comenzando a usar el término “Indigenous People’s Day”, en reemplazo del “Colombus Day”.

Es elocuente el dato de que hasta hace poco la festividad del 12 de octubre era conocida popularmente en Chile como “Día de la Raza”. Este nombre fue tomado de la “Fiesta Nacional de la Raza Española”, nombre con la que se llamó oficialmente esta festividad en España hasta 1958, fecha en que, luego de fuertes críticas, fue reemplazado por “Fiesta Nacional de España”. Aún después de haber sido cambiado el nombre en España, por odioso, en Chile persistió su uso informal hasta la actualidad… “el problema es la raza”, dirán algunos.
Sugiero, con todo, conmemorar -más que celebrar- el tránsito, paso o llegada de Magallanes al estrecho, como un “encuentro” más que un “descubrimiento”.

Fuente: Ladera Sur 
https://laderasur.com/articulo/quien-descubrio-el-estrecho-de-magallanes/#:~:text=Ni%20el%20%E2%80%9CEstrecho%20de%20Magallanes,m%C3%A1s%20audaz%20de%20la%20humanidad%E2%80%9D.

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