Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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jueves, 4 de marzo de 2021

Sobre la necesidad de construir fondos orales en comunidades indígenas


Una breve reflexión sobre la necesidad de construir fondos orales en comunidades indígenas, tomando en cuenta el actual contexto de pandemia. Es necesario recordarnos el alcance de esta problemática, de algún modo implica reconocer el complejo tema de la identidad cultural indígena, situación que se torna crítica si consideramos el carácter ágrafo de dichas culturas originarias.



Conformar un fondo oral requiere de tiempo, una variable que se vincula con el trabajo de documentación. Este ejercicio incluye múltiples conflictos: comunidades que han sido forzadas a la migración, educación escolar sin posibilidad de interactuar con la lengua materna, ausencia de derechos a pesar de estar contemplados en la Constitución Nacional, casos de pobreza extrema en contextos tanto rurales como urbanos, enfermedades absolutamente evitables si se contara con acceso a recursos básicos de higiene, y largos etcéteras que harían muy extenso este listado.

En el contexto referenciado, la intervención bibliotecaria (mediante la construcción de documentos orales, cuyo objeto de estudio es el conocimiento oral propiciado por la familia indígena) permite fortalecer aspectos representativos de la identidad indígena según tal como lo entienden los propios miembros de las comunidades. En tal sentido, los fondos orales habilitan la recuperación de micro-historias, biografías locales, vocabularios, representaciones artísticas, memorias orales y conocimientos específicos de la cultura, que inciden en el fortalecimiento de la identidad indígena.

Dicha tipología, basada en colecciones sonoras accesibles en bibliotecas indígenas, representa el entendimiento local de las comunidades, por tratarse de conceptos interpelados en los propios códigos lingüísticos. Se trata de un trabajo colaborativo, que permite cultivar saberes mediante el tratamiento de la memoria oral, la oralidad primaria y la subjetividad del informante, desde una intervención respetuosa, donde los datos registrados no sean interpretados bajo concepciones folclóricas y/o paternalistas.

A lo largo del tiempo, las comunidades indígenas de Argentina han intentado mantener sus costumbres y tradiciones. Los conocimientos fueron verbalizados de generación en generación, con lo cual es posible medir el enorme grado de representatividad de las colecciones sonoras que registran saberes en la propia lengua, mediante un trabajo colaborativo realizado entre el bibliotecario y la comunidad. A modo de ejemplo, hubo casos de audios compartidos en el espacio de bibliotecas indígenas, que generaron participación de los niños y niñas, al reconocer la voz del entrevistado, del mismo modo, el acto motivó vincular el porqué de dicho testimonio en ese recinto, que pasaba a representar, sin advertirlo del todo, un espacio de socialización de los conocimientos recuperados.

Hay algo que se logra en ese trabajo mancomunado, pero parece que no se lo dimensionara en su justa medida. Lo que se salva es, en algunos casos, la interpretación de un conocimiento que se ha visto modificado a lo largo de las generaciones, donde están presentes los patrones culturales que intervienen en la comunicación de un saber tradicional, entendiendo el contexto desde donde se origina un intercambio verbal a través de relaciones interculturales. Generar dicho acervo conlleva una investigación previa por parte de un equipo interdisciplinario, lo cual constituye una de las principales fortalezas de lo que se entiende como “construcción social de conocimiento”.

En el caso de las comunidades indígenas, este proceso de significación cultural abarca un conjunto de valores, creencias, prácticas, destrezas y saberes, ofreciendo una interpretación local del conocimiento ancestral, lo cual implica concebir una actividad sociocultural constructiva del pasado histórico, a través de los recuerdos sociales de sus protagonistas. En este escenario, el entendimiento de la tradición oral, incluyendo conocimientos históricos, valores espirituales y prácticas ceremoniales ancestrales, atraviesa buena parte de los símbolos identitarios indígenas.

Se trata de una tarea que, en el actual contexto de pandemia, se ha visto interrumpida en las diferentes comunidades indígenas de Argentina, lo que representa un problema ante la imposibilidad momentánea de concebir un conjunto de documentos que represente, en sus contenidos, un puente entre la verdad y el conocimiento.

Como se advertirá, hay más preguntas que respuestas en esta interpelación que vincula un inevitable cruce de entendimientos. Probablemente, como ciudadanos no podamos más que cuestionar, quienes podrían hoy hacer ese tránsito, y hacia qué lugar discutir el concepto de identidad en los actuales relatos históricos.

Por Daniel Canosa - El Orejiverde
2 de Diciembre de 2020

lunes, 26 de diciembre de 2016

Lo que la tierra cuenta>Oralidad, Lectura y Escritura


Por > Alfredo Mires Ortiz

Una propuesta desde la oralidad, la lectura y la escritura en territorio comunitario para restituir los hermanamientos naturales y abandonar lo que nos enferma o enajena.

Hace unos meses, caminando hacia la lejana comunidad de Yunchaco –cerca de donde el caudaloso Marañón se abraza con otros ríos para formar el Amazonas–, nos detuvimos porque una larga caravana de hormigas cargadas de hojas, palitos y granos, atravesaba la senda. Maiquito, el niño campesino que nos guiaba, dijo, rotundo:
– Más tarde va a llover. 
– ¿Cómo lo sabes? –le pregunté. 
– ¿No lo ves? Las hormigas nos están avisando. 
Miré a las hormigas y la verdad es que no escuché nada; miré al cielo y no vi una sola nube. 
Unas horas después, el cielo se preñó de nubarrones y el aguacero se desató tal como las hormigas habían dicho.
Cuando se lo conté a César Burga, el comunero bibliotecario y padre de Maiquito, me preguntó:
– ¿Vos no sentiste además el calor que avisa la lluvia?
– ¿Te refieres al “sol de lluvia”? –le repregunté.
– No –me explicó, clemente–: es el calorcito que uno mismo siente sabiendo que va a llover.

Esa tarde escribí en mi libreta de campo: “Estamos también perdiendo la capacidad de leernos a nosotros mismos. Felizmente las hormigas no van a la escuela: para aprender hay que acechar y asombrarse siempre. La tierra no escatima enseñares. No hay más camino que esta juntura, generosa y fértil, de todos con todo, entre todos, por todo. En este país, los que más recuerdan son los más olvidados”.

Muchas veces, cuando se escuchan o se leen relatos como este, el intelecto emite casi mecánicamente palabras como “indígenas”, “folklore”, “creencias”, “mentalidad pre lógica”, “costumbres”, “arcaísmos”, “supersticiones”, etc. Todas esas palabras llevan implícita una carga descalificadora, la impronta de la minusvalía. Las palabras adoptan una pose guillotinesca, la autoridad grisácea de la academia, la superioridad cerebral del instruido. No es que de por sí las palabras sean cercenadoras, pero en determinado estrato han asumido el rango arbitrario del estereotipo.
¿Por qué las sensaciones se adscriben a lo primitivo y lo racional a lo civilizado? Es decir, ¿por qué la razón goza de la autoridad que los afectos carecen?, ¿en qué momento la percepción del entorno sucumbe frente a la descripción abstracta?, ¿cuándo es que los parentescos territoriales se allanaron para dar paso a los mapas conceptuales?, ¿cómo es que las comuniones pueden ser sustraídas por los inventarios y las filiaciones claudican ante lo contractual?, ¿no será que miramos las cuadraturas de la televisión y las computadoras, con tal acatamiento, que terminamos volviéndonos sus espejos, que cada vez más nos desnaturalizamos?


No pretendo contestar ahora mis propias preguntas y quizá tampoco se trata de aspirar a encontrar la punta de la madeja, pero en el afán de redecir, repintar, re-danzar o re-escribir nuestra propia historia, seguramente nos urge columbrar los entramados de este tejido que nos abriga y nos desnuda constantemente. Porque los afectos y sus manifestaciones no tienen que seguir siendo sinónimos de atraso ni las antiguas sapiencias emanaciones de ignorancia. Tenemos que dejar de ver el llamado animismo como una graciosa concesión humanizante hacia la pobre y des-valida naturaleza: si ella no fuese quien es, nosotros no seríamos quienes somos.

El gran problema es que –en los tiempos que van– también nos están arrancando las páginas de la comarca. No sólo se están descuajando las páginas de este libro prodigioso que es la tierra, sino que como autómatas pasamos a hablar el idioma de la ausencia, de la mudez, de la premura, de la querella.

Y este des-vínculo no es de índole metafísico: a mediados de octubre de este año, la FAO emitió un informe en el que estima que para el 2030 podría haber entre 35 y 122 millones más de personas sumidas en la pobreza por efectos de la destrucción ambiental. Y a fines de octubre, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) lanzó la alarma que la vida silvestre en el mundo se ha reducido en un 58% desde 1970. “Las principales causas –señala este informe– son la actividad humana, como la ocupación del hábitat de las especies, el comercio de animales silvestres, la contaminación provocada por las actividades industriales y el cambio climático que afecta a la Tierra”.

No son, pues, los irracionales y salvajes incivilizados los que han llevado al mundo al borde del colapso. Cuando el territorio deja de ser el equilibrio concordante de lo de adentro con lo de afuera –la consonancia de sentimientos articulados y las sensaciones armonizadas–, la destrucción de las voces y el saqueo sin límites pueden ser irreversibles.

Lo que enferma o enajena a un individuo y a una sociedad es la ruptura de estos sentidos territoriales básicos y urge, entonces, desbloquear la obstrucción perceptiva de los vínculos, restituyendo los hermanamientos naturales. Porque el territorio no es un espejismo delirante. Y leer la letra no tiene que enmudecer al mundo que nos habita y que nos circunda.

Quizá el problema no es que la cosificación del mundo esté en el fundamento de los discursos hegemónicos, sino el nivel de asimilación que las personas y las comunidades tengamos de este concepto y sus consecuentes prácticas depredadoras.

De estos y otros temas hablé en aquella conferencia, de la sabiduría comunitaria y las tradiciones orales, acercando el recuerdo de su abuela campesina y narradora, que era analfabeta, hablé también del “cruento desencuentro” de Cajamarca, cuando el Inca Atahualpa arrojó al suelo el breviario ofrecido por el cura Valverde, que le valió a Pizarro desatar la masacre, hablé de la barbarie occidental, del padecimiento de los pueblos indígenas libres, de la importancia de la lectura, donde entre otras cuestiones afirmé que “una cosa es aprender el mecanismo del abecedario y otra la inspiración de su armadura. Un lector, lo que se llama lector, es per se, más que antihegemónico: es no hegemónico. Es decir, escapa y no legitima la cárcel imperial. Leer es la lima que asierra los barrotes de las trampas oscurantistas y las celdas colonizadoras”.

Se recomienda la lectura completa en el documento anexo, titulado “La tierra cuenta: oralidad, lectura y escritura en territorio comunitario”, conferencia brindada recientemente en Medellín, sobre lectura, escritura y oralidad, en el marco de un proceso de reformulación del Plan de Lectura por parte de la Academia, Ciudadanía y la Secretaría de Cultura Ciudadana de Colombia.
http://www.elorejiverde.com/attachments/article/2129/Alfredo%20Mires%20Ortiz-%20%20Conferencia%20Medell%C3%ADn%2011%202016.pdf

Escrito> Alfredo Mires Ortiz, Bibliotecas Rurales de Cajamarca.

Fuentes:
El Orejiverde – 14 de Diciembre de 2.016

Bibliotecas rurales de Cajamarca
http://bibliotecasruralescajamarca.blogspot.com.ar/2016/12/medellin-plan-ciudadano-de-lectura.html