Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.
Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.
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domingo, 1 de diciembre de 2024
Reducciones jesuíticas guaraníes, un legado para la humanidad
Escrito por María Elena Hipólito
Se cumplieron 40 años de la declaración de la Unesco como patrimonio mundial de los pueblos de San Ignacio Miní, Santa María La Mayor, Nuestra Señora de Loreto y Santa Ana. El camino recorrido y el desafío de mantener las majestuosas construcciones respetando su identidad.
"Estas ruinas no durarán ya mucho, la naturaleza y los hombres de por allí, que no ven en ellas sino montones de piedras ya talladas, y que presentan comodidad para ser empleadas en obras que le reporten utilidad, concluirán la obra destructora si las autoridades no toman medidas severas para contrarrestar ese vandalismo.
"Para Misiones, las ruinas de los pueblos jesuitas representan un venero de riqueza futura.
"Cuando haya mayor facilidad de transporte y el turismo se haya generalizado más en nuestro país, muchos, muchísimos se dirigirán allí para visitarlas, y ese vaivén continuo de turistas coadyuvará al adelanto del territorio, dejando mucho dinero y aportándole su contingente de progreso".
La apreciación quedó plasmada en el Boletín del Instituto Geográfico Argentino (tomo XVI en 1896) producto del tercer viaje por Misiones en el que el viajero e investigador Juan Bautista Ambrosetti, visitó "las famosas ruinas de los antiguos jesuitas" en San Ignacio. Ya en ese entonces el pionero argentino en arqueología y etnografía reparaba sobre la importancia de que estos vestigios de las reducciones jesuíticas guaraníes, once en la provincia de Misiones, se conserven para la posteridad por su importancia para la civilización.
Este año se cumplieron cuatro décadas de la declaración de la Unesco como Patrimonio Mundial de la Humanidad en 1984 a cuatro reducciones del territorio del territorio misionero: San Ignacio Miní, Santa Ana, Nuestra Señora de Loreto y Santa María La Mayor; en la lista hay una más, la de San Miguel de las Misiones, en Brasil, que se había incorporado un año antes. En la misma declaratoria están las Cataratas del Iguazú.
Tal fue su visión que los dos escenarios que planteó Ambrosetti se hicieron realidad y mucho tuvo que pasar para que hoy tengan un poco del valor merecido, aunque largo camino hay todavía por recorrer, sobre todo para aquellas que no tienen el sello de patrimonio, como la de San Javier, en la que hace menos de un mes gracias a los vecinos se frenaron obras que ponían en peligro su estructura.
Las misiones jesuíticas fundadas por los sacerdotes de la Compañía de Jesús son testimonios impresionantes de un sistema religioso, político, económico, legal y cultural de los siglos XVII y XVIII. Fueron 30 en total de las cuales once están en Misiones, cuatro en Corrientes, siete en Brasil y ocho en Paraguay.
En este empeño para el reconocimiento de la Unesco se resalta la figura de la arquitecta Mary Edith González (91), que fue quien lo impulsó. "Cuando tuve que hacer este trabajo tuve que ir a visitar todas las reducciones y la gente usaba el terreno para plantar, se llevaban las piedras para hacer edificios", recordó la siempre estudiosa Mary en diálogo con este medio.
Para ser incluidos en la Lista del Patrimonio Mundial, los sitios deben tener un valor universal excepcional y cumplir al menos uno de diez criterios de selección. En el caso de las cuatro reducciones jesuíticas se usó el criterio 4 (iv) que describe: "Ser un ejemplo sobresaliente de un tipo de edificio, conjunto arquitectónico o tecnológico o paisaje que ilustre (una) etapa(s) significativa(s) de la historia humana".
Entendiendo el legado histórico, arquitectónico y cultural que significó la convivencia del pueblo guaraní con los padres jesuitas europeos, hay numerosos investigadores que realizan trabajos de rescate en las diferentes reducciones para mantenerlas en la posteridad y estudiando para conocer cada vez más de ese riquísimo pasado, luchar contra el olvido y lograr la repatriación de piezas que se encuentran en otros sitios. Un caso de éxito es el frontis que fue recuperado el año pasado y se encuentra en el museo de San Ignacio.
"El retorno de esta pieza va a sentar precedente para que vayan retornando muchas otras, porque lamentablemente si nosotros buscamos en los sitios de venta online como Mercado Libre 'piezas jesuíticas guaraníes' te salen un montón. Están en el mercado negro, se compran y se venden, la santería más que nada, y esto ocurre porque hay una dispersión de nuestro patrimonio", aseguró la historiadora Natalia Vrubel, docente e investigadora de la Universidad Nacional de Misiones (Unam).
"Que se haya rescatado ese frontis y esté en un espacio público, de acceso a todos es el valor agregado al turismo, a la educación y al patrimonio, porque no sirve únicamente para el turista sirve para las escuelas, para que nuestros niños puedan ser parte de la visibilidad de la recuperación de estos patrimonios", sumó.
La conservación de las misiones jesuíticas es un trabajo arduo y continuo, que exige tanto conocimientos técnicos como un profundo respeto por la historia y la naturaleza del lugar. Desde la restauración de las primeras estructuras en la década de 1940 hasta los trabajos actuales, las misiones fueron sido sometidas a múltiples intervenciones con el fin de preservar su arquitectura única. Se destaca que uno de los mayores retos radica en el mantenimiento de San Ignacio Miní, la mejor conservada y más estudiada.
En su máximo esplendor, detrás de una cortina de monte, sumidas en vegetación o como se las conoce ahora, las reducciones jesuíticas guaraníes siguen siendo imponentes y sacan lágrimas de asombro a los visitantes. A 40 años de la declaración de patrimonio por la Unesco de cuatro de ellas los desafíos siguen siendo gigantes en educación, concientización, formación y fondos para seguir manteniéndolas a todas, las once que están en el territorio misionero.
FuenteDiario:
Diario El Territorio - Posadas - 1ro de Diciembre de 2024.
https://www.elterritorio.com.ar/noticias/2024/12/01/842683-reducciones-jesuiticas-guaranies-un-legado-para-la-humanidad
domingo, 3 de noviembre de 2024
El legado Jesuita cumple cuarenta años como “Patrimonio de la Humanidad” en la Provincia de Misiones
Mientras comienzan a sonar voces que buscan la llegada a la tierra de los jesuitas del actual jesuita Papa Francisco en una posible visita a la Argentina, este año 2024 se conmemora un hito fundamental para la historia de Misiones, los cuarenta años de la declaración de los Conjuntos Jesuítico Guaraníes como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.
San Ignacio Miní, Santa María La Mayor, Nuestra Señora de Loreto y Santa Ana, son parte de este legado que continúa inspirando a nuevas generaciones.
En honor a este acontecimiento, el equipo de Investigación Re.Sa.Ma.Ja (UNaM-FHyCS) junto a la Junta de Estudios Históricos, el Instituto Manuel R. Giudici de Concepción de la Sierra, el ITEP de Corpus Christi y el Ministerio de Turismo de Misiones, han organizado actividades para el 2, 8 y 9 de noviembre.
Cordialmente invitan a la comunidad a ser parte de la presentación del Archivo Fotográfico Digital de los Conjuntos Jesuítico Guaraníes y a participar en las distintas acciones que buscan seguir difundiendo y preservando este valioso patrimonio, el sábado 9 de noviembre a las 9 hs en el conjunto jesuítico de San Ignacio Miní..
Prensa Concejala Graciela Juliana Lorenzo (San Ignacio)
miércoles, 20 de septiembre de 2023
Una reliquia de la iglesia principal de San Ignacio Miní regresa a Misiones después de 122 años
Una placa de piedra perteneciente a la fachada del edificio, que se encontraba en el Museo Histórico Nacional, será reubicada para exhibirse en una sala dentro de las ruinas jesuíticas.
El ministro de Cultura, Tristán Bauer, viajará este miércoles a Misiones, para llevar adelante el traslado de la placa de piedra de la fachada de la Iglesia principal de San Ignacio Miní, que vuelve a su lugar de origen después de 122 años, y será ubicada en una sala de exhibición de la cartera nacional dentro de las Ruinas Jesuíticas, se informó hoy.
Bauer concretará en Misiones la reubicación de la placa de piedra “asperón rojo” de la fachada de la iglesia de San Ignacio Miní en una renovada sala de exhibición del Ministerio de Cultura dentro de las Reducciones Jesuíticas, fundadas a comienzos del siglo XVII para evangelizar a los nativos guaraníes, informó un comunicado de la cartera nacional.
Entre 1696 y 1767, funcionó allí la misión de la Compañía de Jesús con los padres jesuitas y guaraníes. El sitio fue declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 1984. La antigua construcción jesuítica es la mejor conservada de las misiones en todo el territorio argentino. De esta manera, la reliquia, elaborada por guaraníes, regresa a su tierra original, después de 122 años.
La reliquia, que desde aquel momento se encontraba con algunos faltantes, además de fracturada fue restaurada cuidadosamente por un equipo de la Dirección Nacional de Museos, perteneciente a la Secretaría de Patrimonio Cultural de la Nación.
El regreso de la placa representa el cumplimiento de un acuerdo con los y las habitantes de la provincia de Misiones, que desde hacía muchos años solicitaban contar con esta pieza clave para el patrimonio material de las Misiones Jesuíticas, dentro de su territorio, agrega la información oficial.
Con un peso de 1.300 kilogramos, y fragmentada en cinco partes, la pieza fue trasladada desde el Museo Histórico Nacional (MHN), en Buenos Aires, a Misiones, mediante el esfuerzo de gran cantidad de profesionales que participaron en su desmontaje, limpieza y puesta en valor, su traslado y el nuevo montaje para su mejor exhibición en el Espacio San Ignacio Miní.
El monograma en relieve de la piedra representa a la “Compañía de Jesús” y se compone de las letras iniciales “I. H. S.” (Jesús Hominum Salvador, en latín), acompañadas de una cruz y tres clavos. La obra fue labrada por nativos guaraníes de dicha reducción jesuítica.
Se trata de una pieza tallada en piedra que tiene la marca y el sello de los jesuitas y que estaba ubicada en los portales de la reducción de San Ignacio Miní antes de ser trasladada desde la provincia en 1901. Por entonces, el senador y ex presidente Carlos Pellegrini envió esta placa de la iglesia de la misión jesuítica guaraní a Buenos Aires, para ser exhibida en el Museo Histórico Nacional.
El nuevo lugar del Ministerio de Cultura donde será ubicada la placa contará con otros objetos arqueológicos que ponen de manifiesto cómo la cultura y las tradiciones de las comunidades guaraníes se relacionaron con los jesuitas y trascendieron en el tiempo.
Por expresa voluntad del ministro Bauer, y mediante gestión de la secretaria de Patrimonio Cultural, Valeria González, se encaró la transferencia de la pieza del MHN al Espacio San Ignacio Miní, dependiente de la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos del Ministerio de Cultura de la Nación.
La placa será recibida por las autoridades provinciales junto con los representantes de la comunidad guaraní, concluyó el comunicado del Ministerio de Cultura.
Fuente: Telam
Infobae 19 de Septiembre de 2023
https://www.infobae.com/cultura/2023/09/19/una-reliquia-de-la-iglesia-principal-de-san-ignacio-mini-regresa-a-misiones-despues-de-122-anos/
sábado, 31 de octubre de 2020
San Ignacio Mini y su portal
San Ignacio Miní
El portal de la sacristía en un dibujo de Vicente Nadal Mora.
El Portal de la Sacristía de la Reducción de San Ignacio Miní es una de las expresiones más significativas del arte barroco guaraní jesuítico. Obra del Hno. José Brasanelli (1658-1728), expresa una síntesis del barroco europeo con compontes propios del entorno guaraní, como ser la flor de la yerba mate o el colibrí libando flores, en una notable estilización de las figuras.
En el año 1955 Vicente Nadal Mora publicó la obra "San Ignacio", con una introducción del P. Guillermo Furlong S.J. La obra recopiló una colección de ilustraciones realizadas por el propio Nadal Mora, cuyo eje temático fue la Reducción de San Ignacio Miní.
Los dibujos de Nadal Mora expresan en sus minuciosos trazos esa esencia de las formas y volúmenes que sin duda alguna escapan a la imagen fotográfica.
Investigación: Esteban Snihur.
lunes, 7 de septiembre de 2020
Candelaria: principio y origen de la Constitucional Nacional Argentina
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Ruinas de los antiguos talleres de la Misión de Candelaria |
Durante su paso por Misiones, Manuel Belgrano hizo un descarnado diagnóstico sobre la situación de los habitantes de esta provincia. De ese balance surgió el Reglamento para los 30 pueblos, que si bien está fechado el 30 de diciembre en Tacuarí, está claro que se gestó en el camino y, puntualmente, en aquellos sitios en los que el ejército acampó durante un tiempo.
Uno de esos lugares fue Candelaria, el último pueblo de la actual argentina por el que pasó el ejército antes de internarse en el Paraguay.
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Diploma que reconoce a Candelaria como principio y origen de la Constitución Nacional.
|
Es por ello que la Asociación Nacional de Justicia Constitucional declaró a Candelaria como “Principio y origen de la Constitución Nacional”. El reconocimiento se concretó durante el desarrollo del Congreso de Justicia Constitucional que se realizó en Puerto Iguazú, en el año 2017. Esta designación se produjo a partir de un pedido formal elevado por miembros de los tres poderes del Estado misionero, más el acompañamiento del intendente de Candelaria y el sustento documental de historiadores y especialistas.
Con anterioridad, fue Juan Bautista Alberdi, en su obra “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina”, el que remarcó la importancia de este documento, al que definió como el “primer ensayo constitucional de la Argentina”. Del libro “Bases” surgirá la Constitución Nacional de 1853.
Por Pablo Camogli
Fuente: Misiones On Line - 21 de Junio de 2020
misionesonline.net/2020/06/21/candelaria-principio-y-origen-de-la-constitucional-nacional/
jueves, 3 de septiembre de 2020
La población misionera tras la expulsión de los jesuitas
Las identidades de los pueblos abundan en mitos en torno a un pasado más o menos remoto que, al no poder ser plenamente explicado, es cargado con fantasías. Estas a veces se sustentan en hechos reales, pero en ocasiones son meras fabulaciones. Un claro ejemplo de ello es la idea de que, tras la expulsión de los jesuitas, los guaraníes que vivían en las reducciones retornaron a la selva. Concatenado con ésta se encuentra otro mito: el del espacio vacío, configurando así una auténtica matriz explicativa según la cual en el siglo XIX los indígenas habrían retornado al “salvajismo” y, por ello, el aluvión migratorio de fines del siglo XIX se habría encontrado con una selva despoblada, generando una identidad nueva centrada en la figura del pionero como “agente civilizador”. A lo largo del siglo XX, a medida que se fue avanzando en el conocimiento del pasado misionero, esas suposiciones fueron gradualmente refutadas aunque siguen operando en el imaginario colectivo.
Hoy sabemos que los Mbya que hoy habitan Misiones no son descendientes de los antiguos guaraníes misioneros, sino de los denominados Cainguá o Monteses. Es decir, pueblos que habían evitado cualquier contacto con las sociedades coloniales y nacionales mientras eso fue posible. ¿Qué pasó entonces con los antiguos pobladores de las Misiones?
En primero lugar, se produjo un brusco descenso demográfico en el medio siglo que siguió a la expulsión de la Compañía de Jesús: de los 106.554 habitantes que tenía Misiones en 1768 quedaban tan solo 38.430 al momento de estallar la revolución en 1810. Las causas de este fenómeno son múltiples. En principio, las tasas de mortalidad se volvieron más altas debido a que las condiciones de salubridad se tornaron más precarias, al tiempo que la alimentación se redujo. Es que la nueva administración utilizó extensivamente la mano de obra en la explotación de productos comercializables, sobre todo la yerba mate, desatendiendo los cultivos que sustentaban a las comunidades. Al hambre se le sumaron las frecuentes epidemias, que ya en tiempos de los jesuitas hacían que la población tuviera fluctuaciones importantes.
Sin embargo, la principal causa de la disminución de la población no era el incremento de la tasa de mortalidad sino un saldo migratorio fuertemente negativo. Muchos guaraníes simplemente abandonaban los pueblos pero no para encaminarse hacia la selva, sino para dirigirse a las jurisdicciones circunvecinas: Paraguay, Corrientes, Rio Grande do Sul, la Banda Oriental, incluso Buenos Aires y Santa Fe tuvieron una creciente presencia de migrantes misioneros. Pocas imágenes reflejan esta situación de manera tan clara como los dos mapas que ilustran el presente artículo, tomados del Atlas Histórico del Nordeste confeccionado por Ernesto Maeder y Ramón Gutiérrez. En ellos, cada punto representa un número de doscientos habitantes. Muchos de los puntos ausentes en Misiones en 1810 son precisamente los que aparecen en los distritos aledaños casi despoblados en años anteriores. Es que la decadencia misionera y el crecimiento del Litoral rioplatense son dos caras del mismo proceso histórico que signó el momento tardocolonial.
Los guaraníes que eran diestros en algún oficio artesanal tenían fácil inserción laboral en las ciudades, y alcanzaban condiciones de vida mucho más holgadas que las que podían tener en sus pueblos de origen. Los músicos misioneros, por ejemplo, tenían una alta consideración. Tan importante era su aporte que en ocasiones los mismos Cabildos de las ciudades intercedían para que no se los enviara de vuelta a sus pueblos cuando las autoridades de Misiones lo requerían. En 1802 el propio fiscal Villota intercedió en Buenos Aires para que se les permitiera a los guaraníes permanecer en la ciudad. Quienes no tuvieran formación específica en ningún oficio igualmente tenían a su disposición una oferta laboral amplia en las estancias aledañas. El peón guaraní era tan valorado que, muchas veces, su presencia era ocultada por los patrones para no tener que devolverlos a Misiones.
En la Memoria Histórica que escribió en 1785, Gonzalo Doblas nos dejó una interesante información: “Muchos de los prófugos de los pueblos permanecen en esta provincia de Misiones, pasando de unos pueblos a otros, ocultos en las chácaras de los mismos indios”. Es decir que muchos guaraníes, solos o con sus familias, no eran contabilizados en los registros oficiales por el sencillo hecho de que no vivían en los pueblos, sino en las zonas rurales. Muchos se concentraron en los extensos campos orientales, entre Río Grande y Montevideo, sin salir de hecho de Misiones ya que toda esa zona pertenecía a las estancias de los pueblos, sobre todo a la de Yapeyú. Numerosas familias llevaron adelante una economía campesina, al tiempo que muchos hombres formaban parte de las partidas de contrabandistas de ganado y cuatreros que se movían libremente en la frontera. Entre estos se encontraba incluso el propio Andrés Guacurarí, quien siendo adolescente se integró al entorno de José Artigas.
El descenso demográfico, a primera vista catastrófico, tal vez no lo fue tanto. No significó necesariamente la desaparición del guaraní misionero sino más bien su transformación. Mestizaje mediante, se dio un complejo proceso de construcción de nuevas identidades en toda la región, en el que el aporte indígena fue fundamental, mezclándose e interactuando con sectores europeos y africanos. Como bien lo expresara Lucía Gálvez, “no tenemos más que mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que muchos hemos heredado el color moreno o lo ojos almendrados de nuestros lejanos abuelos indígenas, a quienes tantas veces ignoramos”.
Por Mgtr. Oscar Daniel Cantero, especial para Misiones Tiene Historia.
viernes, 24 de julio de 2020
El Gobernador de la Provincia de Misiones (Argentina) Herrera Ahuad inauguró el Centro de Interpretación de las Reducciones Jesuíticas de Corpus
El gobernador Oscar Herrera Ahuad encabezó la inauguración del Centro de Interpretación de las Reducciones Jesuíticas de Corpus Christi, luego de años de un arduo trabajo de restauración y en función de continuar con la política del Gobierno Provincial de revalorizar la historia misionera.
Fue en la tarde de este jueves; en este marco el Gobernador señaló que “en la reconstrucción de la historia está el respeto de los valores que tenemos los misioneros, si no reconstruimos nuestra historia como lo venimos haciendo hace años, es muy difícil mirar hacia adelante”.
Además añadió que “la reconstrucción de la historia de Misiones forma parte de una política de Estado”, que también genera un “valor agregado que brinda a diferentes regiones de nuestra Provincia”.
El proyecto de puesta en valor impulsado por la Provincia comenzó con los estudios preliminares y la colocación del cerco perimetral, para luego construirse el Centro de Interpretación donde trabajaron la arqueóloga Alejandra Smith y el historiador Esteban Snihur. Por parte del municipio, fueron convocados los museólogos Estela Garma y Andrés Sansoni para realizar el trabajo sobre el material encontrado.
En la ceremonia estuvieron presentes también el intendente local Orlando Rostan y el ministro de Turismo, José María Arrúa, entre otros funcionarios provinciales.
Por último el primer mandatario rescató la importancia de lo que significa inaugurar una obra de tal magnitud para uno de los sectores más perjudicados por la pandemia, como lo es el turístico, y señaló que es otro de los lugares “del pueblo de Misiones para el pueblo de Misiones”.
Fuente: Diario El Territorio - Posadas (Misiones-Argentina) - 23 de Julio de 2020.
martes, 17 de septiembre de 2019
Curso Clase 4 - La Herencia Misionera - Historia de la Provincia de Misiones - Capítulo 4: Los 30 Pueblos Guaraníes
Las misiones
jesuíticas guaraníes o reducciones jesuíticas guaraníes fueron
un conjunto de treinta pueblos misioneros fundados a partir
del siglo XVII en llamada Provincia Paraguaria (jurisdicción
situada en Virreinato del Perú y que abarcaba regiones de los
actuales Paraguay,Argentina, Uruguay y partes de Bolivia, Brasil
y Chile) por la orden religiosa católica de
la Compañía de Jesús entre los aborígenes guaraníes y
pueblos afines, con el objetivo de evangelizar a dichos pueblos.
Quince misiones se
ubicaron en las
actuales provincias de Misiones y Corrientes (Argentina),
ocho en el Paraguay y las siete restantes en las
denominadas Misiones Orientales, situadas al suroeste del Brasil.
Historia
En 1603, el
vigésimo séptimo gobernador de Nueva Andalucía del Río de la
Plata Hernandarias modificó la legislación sobre el trabajo de los
aborígenes, promoviendo la supresión de las mitas y encomiendas,
por las cuales los españoles gozaban de los frutos del trabajo de los nativos a
cambio de su evangelización, en la práctica inexistente. Obtuvo la aprobación
de esta reforma por parte del rey Felipe III de España, y
en 1608 se dispuso la creación de las reducciones jesuíticas y
franciscanas en la región del Guayrá (actual Estado
de Paraná, Brasil).
Las misiones
o reducciones que los jesuitas crecieron con los años entre
los guaraníes, guaicurúes y pueblos afines y legaron a
ubicarse en las regiones del Guayrá, Itatín, Tapé (las
tres en el actual Brasil), Uruguay
(Brasil, Argentina y Uruguay actuales), Paraná
(Argentina, Paraguay y Brasil actuales) y las áreas
guaycurúes en el Chaco (Argentina y Paraguay contemporáneos), fueron
establecidas en el siglo XVII dentro de territorios pertenecientes
al imperio español en la Gobernación del Río de la Plata y del
Paraguay y sus gobernaciones sucesorias a partir de su división
en 1617: la Gobernación del Paraguay y la Gobernación del
Río de la Plata, todas dependientes del inmenso Virreinato del Perú y
fundadas con el fin de evangelizar a los pobladores originarios.
Eclesiásticamente
formaban parte de los obispados católicos de Buenos Aires y
de Asunción e integraban la Provincia Jesuítica del Paraguay.
Ubicación geográfica
Localización de
las misiones jesuíticas guaraníes en los actuales territorios
de Argentina, Paraguay y Brasil.
Las treinta misiones
jesuitas guaraníes se localizaron en la geografía de los actuales territorios
de las repúblicas de Argentina, Paraguay y Brasil, en derredor de dos de los
más importantes ríos que conforman la cuenca del Plata, el río
Paraná y el río Uruguay, en la selva tropical de
la mata atlántica.
Los jesuitas fueron
continuadores del exitoso sistema de planificación demográfico que
el virrey del Perú Francisco Álvarez de Toledo había ideado para
las reducciones de indios. Así se creó la “República de indios” donde las
misiones alcanzaron un alto grado de desarrollo.
La primera misión
jesuítica guaraní se fundó en 1609, en el actual territorio de Paraguay,
bajo el nombre de San Ignacio Guazú.
En la gran provincia
misionera, el territorio de la actual provincia de Misiones, fue el que mayor
concentración de reducciones tuvo ya que los jesuitas fundaron doce misiones
entre los ríos Paraná y Uruguay en el área donde se produce el mayor
acercamiento entre ambos cursos fluviales.
También erigieron los
miembros de la Compañía de Jesús siete pueblos que se ubicaron al Este
del Río Uruguay y que se conocieron con el nombre de Misiones
Orientales, en un área que actualmente abarca el centro y el oeste del estado
de Río Grande del Sur, en Brasil.
Las treinta misiones
jesuíticas guaraníes fueron:
Número
|
Nombre
|
Lugar actual
|
Estado actual
|
Coordenadas
|
Año
|
1
|
San Ignacio Guazú
|
Departamento de Misiones
|
Paraguay
|
![]() |
1609
|
2
|
Nuestra Señora de la Encarnación
de Itapúa
|
Departamento de Itapúa
|
Paraguay
|
![]() |
1615
|
3
|
Santo Tomé
|
Provincia de Corrientes
|
Argentina
|
![]() |
1632
|
4
|
San Francisco de Borja
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
![]() |
1682
|
5
|
San Nicolás
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
![]() |
1626
|
6
|
San Luis Gonzaga
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
![]() |
1687
|
7
|
San Lorenzo Mártir
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
![]() |
1690
|
8
|
San Miguel de las Misiones
|
estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
![]() |
1632
|
9
|
San Juan Bautista
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
![]() |
1697
|
10
|
Santo Ángel Guardián de las
Misiones
|
Estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
![]() |
|
11
|
Santos Apóstoles San Pedro y San
Pablo
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
![]() |
|
12
|
Nuestra Señora de la Inmaculada
Concepción del Ibitiracuá
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
![]() |
|
13
|
Santa María la Mayor
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
![]() |
1626
|
14
|
San Francisco Javier
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
![]() |
1629
|
15
|
Santos Mártires del Japón
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
![]() |
1639
|
16
|
San José de Itacuá
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
![]() |
1633
|
17
|
San Carlos Borromeo
|
Provincia de Corrientes
|
Argentina
|
![]() |
1631
|
18
|
Nuestra Señora de la Candelaria
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
![]() |
|
19
|
Nuestra Señora de Santa Ana
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
![]() |
1633
|
20
|
Nuestra Señora de Loreto
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
![]() |
1610
|
21
|
San Ignacio Miní
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
![]() |
1611
|
22
|
Corpus Christi
|
Provincia de Misiones
|
Argentina
|
![]() |
|
23
|
Jesús de Tavarangué
|
Departamento de Itapúa
|
Paraguay
|
![]() |
1685
|
24
|
Santísima Trinidad del Paraná
|
departamento de Itapúa
|
Paraguay
|
![]() |
1706
|
25
|
Nuestra Señora de la Asunción de
Acaraguá y Mbororé (La Cruz)
|
Provincia de Corrientes
|
Argentina
|
![]() |
1630
|
26
|
San Cosme y Damián
|
Departamento de Itapúa
|
Paraguay
|
![]() |
1632
|
27
|
Santiago Apóstol
|
Departamento de Misiones
|
Paraguay
|
![]() |
1669
|
28
|
Santa Rosa de Lima
|
Departamento de Misiones
|
Paraguay
|
![]() |
1698
|
29
|
Santa María de Fe
|
Departamento de Misiones
|
Paraguay
|
![]() |
1647
|
30
|
Yapeyú
|
Provincia de Corrientes
|
Argentina
|
![]() |
1627
|
Mapa de la Distribución Geográfica
de las Misiones en los actuales territorios de Argentina, Paraguay y Brasil
Población
La estimación de la población de las
misiones jesuitas guaraníes es la siguiente:
Año
|
Población
|
Año
|
Población
|
Año
|
Población
|
1641/1643
|
36.190
|
1724
|
117.164
|
1750
|
95.089
|
1647
|
28.714
|
1732
|
141.242
|
1755
|
104.483
|
1648
|
30.548
|
1733
|
128.389
|
1756
|
89.536
|
1657
|
37.412
|
1734
|
116.250
|
1762
|
102.988
|
1667
|
43.753
|
1735
|
108.228
|
1765
|
85.266
|
1668
|
47.088
|
1736
|
102.721
|
1767
|
88.796
|
1676
|
53.298
|
1737
|
104.473
|
1768
|
88.864
|
1677
|
58.118
|
1738
|
90.287
|
1772
|
80.891
|
1678
|
55.125
|
1739
|
81.159
|
1783
|
56.092
|
1682
|
61.083
|
1740
|
73.910
|
1784
|
57.949
|
1700
|
86.173
|
1741
|
76.960
|
1791
|
44.677
|
1702
|
89.500
|
1742
|
78.929
|
1793
|
51.991
|
1717
|
121.168
|
1743
|
81.355
|
1801
|
45.637
|
Organización política
La política guaraní
obedeció a su propia lógica, la cual fomentaba la unificación de las tekoas o
aldeas (de hasta 300 000 habitantes) en volátiles alianzas que perseguían
como fin último no sólo el control de los recursos naturales provenientes
del ecosistema de la selva tropical, base de sustentación de toda su
economía, sino también la búsqueda de la Tierra Sin Mal, creencia en la que se
basaba su religión.
Tanto la figura de
los karaís o profetas pan-guaraníes (no
adscritos a una tekoa en particular sino a la "Nación" en
general) como la búsqueda de la tierra sin mal, fueron dos rasgos de la cultura
guaraní que los jesuitas supieron aprovechar. Ellos también eran como
los karaí (con los que compitieron durante los primeros años)
portadores de una nueva: el "camino al paraíso" era compatible
con el aguyé o camino de la perfección guaraní con destino a la
Tierra Sin Mal. Los padres misioneros aunaron los sistemas de valores y
creencias de la cultura guaraní de la época prehispánica con la
cosmovisión del catolicismo logrando la unificación de los guaraníes bajo la
protección de las leyes de la corona de España de las que los
jesuitas eran garantes. Los guaraníes también supieron aprovechar este hecho
frente a la creciente expansión del frente colonial hispano-portugués, en
especial a partir de 1640, cuando el reino de Portugal se
independizó de los reyes de España.
La mayoría de los
líderes políticos guaraníes de muchas tekoas aceptaron levantar iglesias,
que eran símbolos de la protección divina y jurídica, aliándose en definitiva
con lo que la Compañía de Jesús representaba.
Otros líderes, por el
contrario, se mantuvieron en guerra y continuaron el ciclo de enfrentamientos
con sus propios connacionales: para un
guaraní comerse a otro de ellos era de motivo religioso y no lo hacían a
menudo. Porque según la tradición «...sólo los guaraníes son capaces de
acumular energía para llegar a la Tierra sin mal».
El sistema político
imperante mantenía a las reducciones estrictamente subordinadas al monarca español,
quien ejercía su autoridad en América por medio de las Reales
Audiencias de Lima y Buenos Aires. Por ello los jesuitas
recurrían permanentemente al rey, solicitando autorizaciones o pedidos varios,
favores y hasta privilegios. En algunos casos las solicitudes se dirigían a las
audiencias y a los gobernadores.
Todas las misiones
jesuitas fueron fundadas siguiendo el mismo modelo: la iglesia, la residencia
de los padres y las casas regulares de los indios, que se ubicaban alrededor de
una gran plaza.
El gobierno de cada
misión tuvo muchas similitudes con las instituciones que los castellanos trasplantaron
al Nuevo Mundo desde la península ibérica, aunque le sumaron
características particulares atendiendo a la idiosincrasia de los naturales de
la región.
Como gobierno local,
en cada reducción funcionaba un cabildo precedido por el corregidor,
que era además la autoridad principal del pueblo, conocido entre los guaraníes
como parokaitara ‘el que dispone lo que se debe hacer’. Era
confirmada su elección por el gobernador y generalmente el elegido era uno de
los caciques del pueblo y solía ser a perpetuidad. De esta forma los
jesuitas fueron continuadores de las instituciones indígenas ya que el jefe de
la tribu era la máxima autoridad comunal.
Otras autoridades eran
los alcaldes de primer voto y segundo voto, también
llamados yvyrajoko ‘el primero entre los que llevan vara’. Ellos
velaban por las buenas costumbres, castigaban a los holgazanes y vagabundos y
vigilaban a los que no cumplían sus deberes. Esta autoridad se ejercía dentro del
pueblo, junto con cuatro alcaldes de barrio, fuera de él había entre seis y
ocho comisarios para los cuarteles. Una veedora vigilaba a las
mujeres, cuatro celadores a los niños y cuatro inspectoras a las niñas.
Además del corregidor
y los alcaldes, el cabildo estaba integrado por un teniente de corregidor,
un alguacil, cuatro regidores, un alguacil mayor, un alférez real,
un escribano y un mayordomo, del cual dependían los contadores,
los fiscales y los almaceneros. Los integrantes del cabildo eran
electos cada 1ro de enero por los que dejaban el cargo en una asamblea general
y puestos a consideración de los sacerdotes y luego a confirmación del
gobernador.
Los regidores se
encargaban de inspeccionar el aseo y la limpieza en los lugares públicos y
privados, controlando también la concurrencia de los niños a la escuela y el
catecismo.
El alguacil era quien
se debía encargar de ejecutar las órdenes del cabildo y de la justicia. La
legislación misionera excluyó la pena de muerte, otro de los grandes avances
que la organización jesuita incorporó en sus comunidades.
Organización Jesuita
La institución
del real patronato indiano o el "patronazgo real" fue
el régimen vigente que ejercieron los virreyes y los gobernadores en nombre de
su majestad católica, el rey de España, para quien uno de los fines
de la conquista de América fue la evangelización de los indigenas.
Estos funcionarios tenían facultades para conferir beneficios eclesiásticos y
designar sacerdotes. El mecanismo utilizado para la designación establecía que
el obispo debía presentar una terna de nombres entre los cuales el
gobernador elegía.
Los curas tenían
a su cargo el gobierno de las reducciones siendo los verdaderos administradores
de los bienes de los pobladores y contando con facultades de intervención
directa no sólo en la actividad espiritual sino también temporal, económica,
cultural, social y hasta militar.
En el orden
estrictamente espiritual, los misioneros se preocuparon especialmente de la
difusión de la fe católica y de la enseñanza del catecismo. Los jóvenes que
habían superado la edad escolar y se encontraban trabajando en cualquier
actividad, por las tardes, al escuchar el sonido de la campana, debían
dirigirse a la iglesia. El acto religioso más importante era la misa, al
que los fieles concurrían acompañados de toda la familia, particularmente los
días preceptuados.
Las iglesias fueron el
corazón de los pueblos. Eran construcciones imponentes frente a la plaza que
poseían un alto campanario con el que se llamaba a la misa y
excepcionalmente a reunión general. Todas las calles del trazado urbano
terminaban en ella.
La Provincia
Jesuítica del Paraguay tenía un padre provincial residente en la
ciudad de Córdoba, designado por el general de la Compañía de Jesús,
con sede en Roma. Al general o prepósito de la orden, los sacerdotes
jesuitas le debían total obediencia, después del Papa. El provincial redactaba
anualmente las "Cartas Anuas de la Provincia" que remitía a Roma con
los principales sucesos ocurridos ese año. El provincial tenía bajo su
dependencia directa a los procuradores de Buenos Aires, Santa Fe y
Asunción, además de un secretario y de los consultores. Cada grupo de misiones tenía un padre superior subordinado
al provincial, las misiones del Paraná y del Uruguay tuvieron cada una un
superior hasta principios del siglo XVIII (el superior del Guayrá desapareció
al trasladarse su misión); desde entonces las treinta reducciones quedaron bajo
un solo superior residente en Nuestra Señora de la Candelaria, estableciéndose
un padre vice-superior para las reducciones del Paraná y otro para las del
Uruguay, que además regían su propia reducción, contando cada uno con un
consultor ordinario y otro extraordinario además de un admonitor.
En cada reducción
había dos sacerdotes (en las más pobladas había tres), uno a cargo de lo
espiritual y religioso (el cura del pueblo) y otro (el compañero) que estaba a
cargo de las cosas temporales como el trabajo y la instrucción.
Organización espacial
En una reducción, los
edificios principales, como la iglesia, el cementerio comunal y
la escuela, que servía al mismo tiempo para albergar a los jesuitas,
conformaban una unidad a manera de monasterio. Estas edificaciones
construidas en piedra local y madera de lapacho, quebracho y urunday se
encontraban en un lado de una gran plaza cuadrada, rodeada de casas
por los otros tres lados. Junto a la iglesia también edificios administrativos
y talleres. En el centro de la misma, una gran cruz y una estatua
del santo patrono de
la misión.
Las calles y casas
estaban ordenadas según precisas líneas geométricas, de acuerdo a las
recomendaciones españolas relativas a la construcción de nuevos asentamientos.
La posición central de su lugar de residencia permitía a los padres tener una
vigilancia constante sobre la vida de la reducción. También disponían una casa
comunal coty guazu para alojar a las viudas, huérfanos y mujeres
solteras y tenían agua corriente y servicios sanitarios.
Hasta finales
del siglo XVII,
esta organización también permitió mantener las estructuras de parentesco de
las tribus guaraníes, garantizando así la cohesión y la supervivencia de la
comunidad, debido a que la disposición de las viviendas no inhibía los
contactos entre los diferentes linajes y por tanto, la sostenibilidad de la
familia extensiva, forma original de la sociedad guaraní. Posteriormente, los
jesuitas trataron de imponer la familia restringida. En 1699, una disposición
tomada por el provincial (es decir, el superior jesuita de la “provincia”)
prohibió los «actos inconvenientes que se producían en las viviendas por los
indios por vivir en grupos familiares bajo el mismo techo». Cada familia debía
vivir separada.
Organización económica
Por costumbres
ancestrales los guaraníes cultivaban diversos vegetales como el maíz,
la batata, la mandioca, la yerba mate y el algodón,
además de ser cazadores y pescadores.
Sin embargo, los
padres jesuitas implementaron un sistema económico agrícola que fue
rápidamente asimilado por los aborígenes. Esta importante agricultura fue
complementada con la ganadería que suministró a los aborígenes carne,
leche y cuero.
Se logró que cada
reducción formara una unidad económica independiente. Como no se tenía moneda de metal se
funcionaba sobre la base de una economía de trueque y como tenían
multitud de posesiones comunales, se favorecía un intenso tráfico comercial entre
las reducciones promoviendo una integración económica, social y política con
sede central en Candelaria.
El régimen de propiedad
era mixto, aceptando la propiedad individual privada y la propiedad colectiva.
La propiedad individual privada o Ava Mba´e, permitía que cada jefe de
familia dispusiera de una chacra con la extensión necesaria para sembrar en
ella todo el cultivo indispensable para el sustento anual familiar. La
propiedad colectiva o “tierra de Dios” (Tupa Mbaé, de Tupa, ‘Dios’,
y Mbae, ‘dueño’) se utilizaba para el cultivo de algodón, trigo y legumbres.
Generalmente existían dos campos en los que se trabajaba comunitariamente.
Cada reducción se
especializaba en unos oficios, trabajando el hierro y la plata, carpintería,
cocina-panadería, chapado en oro, vajillas, telas, elaboración
de sombreros o instrumentos musicales. Desde allí se promoverían
excelente escultura, pintura y música barrocas guaraníes.
Las misiones
jesuíticas guaraníes aventajaron en casi trescientos años al derecho del
trabajo contemporáneo.
Fijaron la jornada
laboral en seis horas diarias lo que permitía que los indios contaran con
tiempo suficiente como para su realización de otras actividades, entre las que
se destacaron las obras religiosas.
Organización educativa
Arte de la lengua
guaraní, impreso en Misión jesuítica de Santa María la Mayor en 1724.
Los reyes de España,
como parte del proceso de evangelización, ordenaron que "hubiese escuelas
de doctrina y de leer y escribir en todos los lugares de indios". Este
decreto real, al que se le prestó por lo general en América un acatamiento sólo
nominal, fue cumplido con rigor por los misioneros jesuitas, dedicándole la
atención necesaria que permitió fundaciones de escuelas y centros de formación
de distintos niveles que fueron verdaderos centros de educación y de
transmisión de los valores del catolicismo.
En todas las
reducciones funcionaron escuelas de primera enseñanza, donde los varones de
seis a doce años aprendían a leer, escribir y hacer operaciones matemáticas
elementales. Las niñas de la misma edad tenían escuelas separadas donde
aprendían a leer, escribir, hilar y cocinar por lo que la formación de las
mujeres menores fue un punto importante en la organización educativa de estos
pueblos guaraníes.
Arte de la lengua guaraní, impreso en Misión jesuítica de Santa María la Mayor en 1724.
El castellano se
enseñaba para lograr la unidad lingüística en todas las posiciones españolas.
Los jesuitas hablaban correctamente el guaraní, utilizando la lengua como
el mejor medio para llegar a los naturales. Los hijos de los caciques incluso
llegaron a aprender algo de latín.
En las misiones los
jesuitas publicaron libros en guaraní sobre gramática, catecismo,
manuales de oraciones y hasta un diccionario. Las reducciones contaron con la
primera imprenta fundada por los padres Juan Bautista Neuman y José
Serrano, quienes armaron una prensa, fundieron los tipos necesarios y
publicaron los primeros libros. Las impresiones se hicieron en Nuestra
Señora de Loreto, San Javier y Santa María la Mayor.
El primer libro
publicado fue el Martirologio Romano en el año 1700; más
adelante el Flos Sactorum del padre Pedro de Ribadeneyra en
edición guaraní, y De la diferencia entre lo temporal y lo eterno del
padre Juan Eusebio Nieremberg. Fue muy rica y variada la producción
bibliográfica, conservándose todavía la mayoría.
Música misional
La música y
el canto ocuparon un lugar destacado en el proceso de aprendizaje.
Cada pueblo contaba con un coro y orquesta. Desde la misma
escuela se promovió la participación de los niños y los jóvenes, mientras que
los adultos se organizaron, en la mayoría de los casos, desde la iglesia.
En los mismos escritos
de los sacerdotes participantes de las misiones, que datan desde los primeros
contactos evangelizadores, dieron cuenta de una «inclinación natural por los
sonidos europeos» por parte de los nativos. A razón de esto es que la música
fue concebida como una «potente arma de conversión”.
Es así que los indios
reducidos fueron eximios cantantes y destacados músicos que reprodujeron textos
musicales tanto de contenido religioso como profano. Las interpretaciones que
los guaraníes alcanzaron con instrumentos como el arpa y el violín constituyen
clásicos de la música rioplatense.
Así puede citarse
a Hara Vale Hava que es una bella obra anónima para tenor, violines y continuo cantada
en guaraní que fue compuesta a finales del siglo XVII o inicios del
XVIII en las misiones jesuitas paraguayas o bolivianas.
Los guaraníes, además,
le dedicaron tiempo y esfuerzo a la danza. Los danzarines
ensayaban desde los seis años, incorporando incluso melodramas los días
domingos y feriados. En las festividades las principales diversiones justamente
consistían en representaciones, música, canto y baile.
A lo largo del siglo
XX se tomó una imagen idílica de la evangelización que impregnó
en las artes, naciendo el término de “barroco jesuítico”, el cual fue la idea
del resultado sensitivo tanto aural como visual del sincretismo que
se dio entre los nativos y europeos. Sin embargo, este punto de vista no da
cuenta de ciertos puntos muy importantes como, por ejemplo, la forma en que se
acogió y percibió por parte del nativo americano tanto estas músicas que le son
ajenas como las estrategias que usaron los misioneros de la Compañía de Jesús
para adaptarlas a los contextos locales, lo que en este caso particular, se
tradujo muchas veces en concesiones poco comunes en un contexto de contrarreforma católica,
como fue la incorporación en muchos casos de elementos propios de las culturas
nativas (estrategia nada nueva dentro de la historia, pero sí dentro de este
contexto). Estos aspectos pasaron a integrar un proceso cultural y político
bastante amplio, el cual se cargó de tensiones y conflictos. A pesar de las
particularidades propias de su espacio y su tiempo las misiones generaron
nuevos modos de expresión cultural guaraní tanto en la música vocal como
instrumental y en el baile que son apreciados hasta el presente.
Organización militar
Las misiones guaraníes
constituyeron un importantísimo freno a las aspiraciones expansionistas de
los lusitanos, que liderados por los bandeirantes se
dedicaban a la caza de indios para venderlos como esclavos en São
Paulo y Río de Janeiro.
Desde los primeros
tiempos de la conquista de América, la corona española otorgó a los naturales americanos, el mismo estatus
jurídico de hombres libres, equiparándolos a los vasallos peninsulares. Esta
era la condición que tenían los guaraníes en el Virreinato del Perú.
Tras varias
incursiones bastante exitosas, en 1641 una gran tropa de bandeirantes paulistas fue
vencida en la batalla de Mbororé. Estos volvieron a intentar atacar
en 1652 y 1676 pero en ambas ocasiones el gobernador
de Paraguay consiguió detenerlos gracias a la participación de las
milicias jesuitas.
Los permanentes
ataques de los bandeirantes forzaron a una mayor militarización de las
misiones. Las reducciones empezaron a fortificarse y a formar milicias armadas
con armas de fuego y entrenadas en tácticas de guerra modernas combinadas a sus
tácticas selváticas clásicas gracias al entrenamiento con veteranos de las
guerras europeas. De esta manera se constituyeron milicias permanentes a las que,
a cambio de participar en campañas convocadas por los gobernadores de Asunción
y Buenos Aires, se liberaba de la mita. Aparte de esto, los guaraníes
cooperaron frecuentemente en los asedios a la Colonia del Sacramento:
en 1680 lucharon 4000, en 1704-1705 3000 y en 1735-1736 otra
vez tres mil.
En 1702, además,
derrotaron a los charrúas con los que habían entrado en conflicto por
extensos territorios de la Banda Oriental aptos para que pastaran sus
ganados. Sin embargo, la mano de obra guaraní no sería tan solo usada para
apoyar en las campañas militares. Altamente cualificados fueron solicitados
para ayudar en la construcción de fortalezas, destacando en especial las
murallas de Montevideo.
Las milicias de las
misiones tuvieron también una participación importantísima en la supresión de
la Segunda revolución comunera del Paraguay (1721-1735). En 1724,
tras años de conflicto entre los comuneros —que entre otras cosas solicitaban
que las misiones quedaran gobernadas por corregidores que acabaran con la autonomía
autárquica de estas— y los jesuitas en las cortes de justicia, el
enfrentamiento se trasladó al campo de batalla cuando éstos últimos, siguiendo
las órdenes del virrey del Perú José de Armendáriz, prepararon un ejército
de dos mil indios a orillas del río Tebicuary, aunque fueron atacados
sorpresivamente por un ejército asunceño superior y vencidos. En 1726 los
jesuitas, gracias a su apoyo al gobierno real, consiguieron la autonomía frente
al gobernador de Paraguay y seis años después movilizaron siete mil indios para
defender el Tebicuary de ataques desde Asunción. En 1735, Bruno de
Zavala, gobernador del Río de la Plata, decidió organizar una expedición
con la que acabar con los rebeldes. Los jesuitas inmediatamente le dieron su
apoyo, organizaron más de 6000 guaraníes cerca del Tebicuary y otros 6000
quedaron de reserva en sus misiones. Pronto se sumaron a la tropa de Zavala,
más de 8000 hombres, que el 14 de marzo de 1735 obtuvo la
decisiva victoria de Batalla de Tabapy marcando así el fin de la
insurrección.
La demostración del
poder militar de las misiones impresionó e intimidó a los vecinos de Asunción y
Corrientes, que desde entonces desconfiaron de los misioneros sobremanera.
Pocas décadas después se produjo la guerra guaranítica que terminó
siendo usada como el principal argumento para expulsar a los jesuitas, a los
que no se consideraba leales al rey.
El final de las
reducciones
A partir de inicios
del siglo XVIII, las reformas borbónicas puestas en marcha por esta
nueva dinastía a fin de evitar el lento proceso de decadencia en que
se encaminó la monarquía hispánica, alcanzaron también al aspecto
religioso en donde la corona aplicó el regalismo.
Durante el reinado
de Fernando VI de España España se enfrentó con Portugal por
la colonia del Sacramento, desde la que se facilitaba el contrabando
británico por el Río de la Plata. José de Carvajal consiguió
en 1750 que Portugal renunciase a tal colonia y a su pretensión de
libre navegación por el Río de la Plata. A cambio, España cedió a Portugal dos
zonas en la frontera brasileña, una en la Amazonia y la otra en
el sur, en la que se encontraban siete de las treinta reducciones guaraníes de
los jesuitas. Los españoles tuvieron que expulsar a los misioneros jesuitas,
lo que generó un enfrentamiento con los guaraníes que duró once años.
El rey sucesor, Carlos
III, imitando las políticas seguidas en el Reino de Portugal (1759) y en
el Reino de Francia (1762), a través de la Pragmática Sanción de
1767, emitida el 27 de febrero de ese año, ordenó la expulsión de los jesuitas
de todos los dominios de la corona de España, incluyendo los de América y los
demás ultramarinos, cifra que alcanzó a más de 6000 religiosos. El ataque
de la monarquía a esta orden religiosa también alcanzó sus bienes temporales
toda vez que ya que la pragmática también decretó la incautación del patrimonio
de la Compañía de Jesús.
Poco tiempo después,
el 21 de julio de 1773, el papa Clemente XIV dictó el breve
apostólico Dominus ac Redemptor, suprimiendo la Compañía de
Jesús, que únicamente logró subsistir en Rusia y volvió a ser
autorizada por el papa Pío VII en 1814.
Las reducciones
guaraníes no se disolvieron de inmediato, sino que se reemplazaron a los
jesuitas con nuevos directores seculares que no tenían los ideales de los
primeros. Tampoco fueron exitosos las direcciones de los franciscanos, dominicos y mercedarios que
tomaron a su cargo los pueblos misioneros, constituyéndose la Gobernación
de las Misiones Guaraníes.
Pero los años inmediatamente
posteriores a la expulsión la emigración de indigenas se multiplicó. Grupos de
guaraníes ya habían empezado a buscar refugio en Corrientes, Santa Fe, Entre
Ríos, la Banda Oriental y Buenos Aires de los ataques de españoles y criollos y
las malocas de los paulistas. En 1801, cuando los lusitanos ocuparon
definitivamente las Misiones Orientales un importante contingente de sus
habitantes se refugió en el actual territorio uruguayo, especialmente su
campiña.
Otros volvieron a sus
selvas mientras algunos se sirvieron del entrenamiento como artesanos que
habían aprendido en las reducciones para vivir en las ciudades. Hubo una rápida
disminución de la población.
La creación del virreinato
del Río de la Plata en 1776, que fue el último creado por la corona
española como una escisión del virreinato del Perú en su intento de reorganizar
la administración de sus colonias en América, no logró detener la decadencia de
estos pueblos.
A partir de 1810,
durante las guerras de independencia hispanoamericanas, los guaraníes
apoyaron los cambios radicales económicos, políticos y sociales propuestos por
el caudillo José
Gervasio Artigas, donde la situación del indio tenía especial preocupación.
Este afianzó su poder en las regiones de mayoría mestiza o indígena, lo que
hace comprensible que Corrientes, Entre Ríos, Santa Fe, la Banda Oriental y las
Misiones Orientales se sumaran a su Liga Federal. Durante dicho periodo
otro gran contingente de las Misiones Orientales se refugió en las tierras del
actual Uruguay.
Posteriormente,
en 1820 Artigas fue vencido por el enterriano Francisco Ramírez y
obligado a exiliarse en Paraguay. Cerca de cuatro mil guaraníes
artiguistas de las Misiones Occidentales, Corrientes y Entre Ríos se refugiaron
en la Banda Oriental. En 1828 Fructuoso Rivera ocupó brevemente
las Misiones Orientales, pero debió retirarse tras firmar el Convención
Preliminar de Paz, llevándose consigo de cuatro a ocho mil indígenas misioneros
a la Banda y fundando Santa Rosa del Cuareim, actual ciudad de Bella
Unión. Durante su campaña, el ejército de 500 soldados de Rivera triplicó su
número gracias a los reclutas tapés y charrúas que se sumaron.
En cuanto a la planta
física, en las primeras décadas del siglo XIX las tropas del general
del Brasil Francisco das Chagas Santos y el dictador paraguayo Gaspar
Rodríguez de Francia causaron graves daños a los edificios. El golpe de
gracia vino por el sucesor de Francia, Carlos Antonio López cuando
éste abolió forzosamente y destruyó las comunidades quedándose con las tierras.
En recuerdo de la obra
jesuítica, las regiones que ocuparon antaño las reducciones hoy son llamadas
«misiones».
![]() |
Samtisima Trinidad de Paraná - Paraguay |
Patrimonio de la
Humanidad
Algunas de las
misiones jesuíticas guaraníes han sido declaradas lugar Patrimonio de la
Humanidad por la Unesco.
Cada una de ellas se
caracteriza por un plan específico y un diferente estado de conservación.
Son siete los
impresionantes restos que el organismo cultural ha protegido. La primera
declaración data de 1983 y fue para las ruinas de São Miguel das
Missões, ubicadas en el sur de Brasil.
En 1984, la
declaración otorgada a las ruinas brasileñas de San Miguel de las Misiones fue
extendida para incluir las misiones argentinas de San Ignacio Miní, Santa
Ana, Santa María la Mayor y Nuestra Señora de Loreto, lo que lo
convirtió en un único sitio transfronterizo.
En 1993 el
número se amplió con la declaración que alcanza a dos misiones situadas en
Paraguay: la Misión Jesuítica de Jesús de Tavarangué y la Misión
Jesuítica de Santísima Trinidad del Paraná.
Esquemáticamente las
misiones que han sido declaradas Patrimonio de la Humanidad son las siguientes:
Código
|
Nombre
|
Lugar actual
|
País
|
Coordenadas
|
Año
|
291-001
|
São Miguel das
Missões
|
São Miguel das
Missões, estado de Río Grande del Sur
|
Brasil
|
1983
|
|
291-002
|
San Ignacio Miní
|
San Ignacio, Departamento
San Ignacio, Provincia de Misiones
|
Argentina
|
1984
|
|
291-003
|
Nuestra Señora de
Santa Ana
|
Santa Ana, Departamento Candelaria, Provincia de
Misiones
|
Argentina
|
1984
|
|
291-004
|
Nuestra Señora de
Loreto
|
Cerro Corá,
departamento Candelaria, provincia de Misiones
|
Argentina
|
1984
|
|
291-005
|
Santa María la Mayor
|
Santa María, Departamento
Concepción, provincia de Misiones
|
Argentina
|
1984
|
|
648-001
|
Santísima Trinidad
del Paraná
|
Encarnación, en
el Distrito de Trinidad en Itapúa
|
1993
|
||
648-002
|
Jesús de Tavarangué
|
Encarnación, en el
distrito de Trinidad en Itapúa
|
Paraguay
|
1993
|
Fuente: Wikipedia - La Enciclopedia Libre
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