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domingo, 11 de octubre de 2020

Después de 141 años, volverá a su tierra el cacique Calfucurá

Los restos del líder mapuche fueron profanados en 1879 y su cráneo entregado al Museo de La Plata. Las autoridades buscan que sea devuelto el 7 de junio de 2021, aniversario de su muerte. Además, se creará la Ruta del Toki Calfucurá por distintas provincias del país.



Llega un nuevo 12 de Octubre. Y las luchas y resistencias indígenas persisten. Al genocidio ocurrido en estos cinco siglos se le suma el simbólico. Sus historias permanecen invisibilizadas en la historia argentina, y los efectos llegan hasta la presencia de cuerpos indígenas en museos, como reliquias. El caso paradigmático es el de Calfucurá, cuyo cráneo permanece aún en el Museo de La Plata. Según las autoridades, en junio del año próximo podría ser restituido, algo que ya lograron con más de cien personas desde 2010.

“Queremos la paz, que nada sacamos en que nos estemos matando unos a otros (...) es mejor vivir como hermanos de una misma tierra que somos", le escribió Juan Calfucurá a Sarmiento el 30 de enero de 1873, reflejando dotes que destacan quienes lo estudian: el poder de diálogo, negociación y su conocimiento del contexto. Menos de seis meses después, la noche del 3 de junio, falleció. Lo enterraron en el paraje Chillihué, en La Pampa, en una gran ceremonia de la que participaron jefes de toda la región, teniendo en cuenta que su influencia iba desde la zona entrecordillerana (fue hijo del célebre cacique Huentecurá, que cooperó con San Martín en el cruce de los Andes) hasta la provincia de Buenos Aires y las Salinas Grandes, en un liderazgo que duró más de cuatro décadas, negociando permanentemente con las autoridades de la nación criolla, como Mitre, Urquiza y Rosas, con quien pactó acuerdos comerciales.

Seis años después, con la mal llamada Conquista del Desierto, su tumba fue profanada. El teniente coronel Nicolás Levalle robó su cráneo y se lo entregó a Estanislao Ceballos, que a su vez se lo "obsequió" al perito Francisco Moreno, fundador del Museo de La Plata, supuestamente para ser medido y comparado con otros 5000 similares, todos exhibidos en la muestra "cráneos araucanos". Hasta los años '40 se exhibió al público.

"Prisionero de la Ciencia", lo llama el antropólogo Fernando Miguel Pepe, coordinador del Programa Nacional de Identificación y Restitución de Restos Humanos Indígenas del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), quien desde 2014 viene trabajando en su restitución: "Es muy complejo, porque hay muchas comunidades y organizaciones reclamantes. Se acordó por unanimidad que va a ser restituido al Lof de San Ignacio, de Neuquén, donde ya se encuentran los restos de su hijo, Manuel Namuncurá, y su nieto, Ceferino Namuncurá, el beato, pero aún las comunidades están discutiendo dónde lo enterrarán, si ahí o en Chillihué".

A pedido de la comunidad mapuche Newen Lelfün Mapu de La Pampa, se creó el 1 de septiembre la “Comisión Kallfükura”, conformada por militantes, investigadores y artistas con semejanzas a la Comisión Piedra Azul, que organiza junto al INAI el conversatorio “La Ruta del Toki Calfucurá: hacia una reparación histórica”. Desde la Comisión Kallfükura aspiran a que la restitución incluya acciones para "cuestionar discursos y prácticas negacionistas, etnocentristas y estigmatizadoras, en un marco político y pragmático más amplio, contribuir al fortalecimiento de la memoria colectiva indígena y reivindicar la figura de Kallfükura, líder político y espiritual que logró articular posiciones diferentes y alcanzar consensos a nivel regional", a través de futuras charlas de difusión, actividades artísticas o materiales didácticos. Y enfatizan en que se debe evitar que "las políticas patrimonializantes conviertan espacios significativos para los pueblos indígenas en sitios o hitos turísticos abiertos al público, manejados por instituciones estatales o por privados". Coinciden en que el área dispuesta para el reentierro del Toki Kallfükura deberá ser cogestionada por las comunidades indígenas en función de sus acuerdos internos.


"La figura de Calfucurá aún espera el reconocimiento de su papel en nuestra historia", remarca la historiadora de la Universidad de Quilmes Silvia Mabel Ratto, integrante de la comisión, que tiene entre sus novedades la presencia de artistas.

Uno de ellos, el músico Franco Luciani, autor junto a Teresa Parodi de la canción "Damiana Aché", en honor a otra indígena profanada y restituida, resalta que "la figura de Calfucurá es fundamental en la historia argentina, no sólo negada e ignorada, más bien ocultada. Los pueblos originarios tienen que ser tratados con todo el respeto que se merecen, no con paternalismos ni con negación". Y esa figura requiere mucha más atención también del arte: "No solo como entretenimiento sino como formación. Todas estas historias tienen que ser contadas, y la música o el cine son vehículos fundamentales".

Calfucurá se destacó como líder durante más de cuatro décadas, acentuando lazos y alianzas al interior de un extenso campo político indígena que se extendía desde el este pampeano hasta el oeste cordillerano, fortaleciendo la autonomía política y territorial que desmitifica en la práctica la idea de los malones como la práctica política principal o la base de la economía indígena. Fueron sólo una estrategia alternativa a otra que a Calfucurá le resultaba mucho más conveniente: el pacto político. De hecho fueron recurrentes los tratados de paz y el comercio con los diversos frentes políticos que fueron surgiendo durante el rosismo, después con Justo José de Urquiza, y también con el Estado de Buenos Aires.

El docente pampeano Omar Lobos, autor de “Juan Calfucurá – Correspondencia 1854 – 1873”, lo considera como uno de los “grandes estrategas políticos” de aquellos años en nuestras tierras: “Calfucurá tuvo interlocución –en términos de jefe de estado a jefe de estado– con los primeros hombres de la política argentina (blanca) del siglo XIX: Urquiza, Mitre, Sarmiento, Alsina. Como sostengo en mi compilación de las cartas del cacique, lo que la historiografía oficial llama a menudo ‘el problema del indio’ se presenta siempre disociado de la historia de las guerras civiles argentinas, cuando ambas contiendas participaban de lo que podríamos llamar la lucha por la organización política de la nación. Quién dice que en breve no podamos avanzar hacia el reconocimiento de nuestra plurietnicidad”.

Ratto acota que aún hoy hay dos caminos paralelos: la historia "nacional" de formación criolla, y la indígena (y también la de los afrodescendientes), que "van por carriles separados, se cruzan solo cuando los Estados avanzan sobre territorios ocupados por indígenas, como un escollo salvaje que está en contra del avance de la civilización. Esa imagen sarmientina del siglo XIX no se termina aún de zanjar. Por eso buscamos contar esos otros momentos en los que la relación era más diplomática, consensuada y política. Había acuerdos, como en el gobierno de Rosas en Buenos Aires entre 1829 y 1852".



Dini Calderón, secretaria de Cultura de La Pampa, coincide en que "por más que en los últimos tiempos hubo avances, la historia indígena estuvo mucho tiempo invisibilizada, como borrada". Destaca la historia de la provincia en las restituciones, desde la primera en 2001, una de las iniciales del país, cuando trajeron de vuelta, tras 122 años, los restos del cacique ranquel Mariano Rosas. Y se pregunta por qué no se tocan las tumbas de algunos muertos y, en cambio, otros cuerpos son tratados como objetos de estudio: "Que vuelvan los restos para ser enterrados, con sus ceremonias se restaura algo del daño que se produjo".

Hay una asimilación con los desaparecidos por la dictadura cívico–militar, que no parece caprichosa: más allá de la restitución, las comunidades mapuches planean crear "la Ruta del Toki Calfucurá", con una serie de "hitos", desde cultrunes gigantes, placas conmemorativas hasta los chemamul, en los distintos lugares en los que vivió o tuvo influencia, como Chillihué, Chimpay (Río Negro), La Plata, Neuquén, y las localidades bonaerenses de Carhué, Villarino y Trenque Lauquén. Pero no termina ahí. Buscan que CABA tenga su punto de memoria. El lugar pensado: el predio de la ex ESMA. En la puerta de la nueva sede del INAI, entre dos majestuosas araucarias que se complementan con los chemamul. El hito relacionaría dos genocidios: el llamado Proceso de Organización Nacional y el Proceso de Reorganización Nacional de la última dictadura. Dos Nunca Más.

Sobre la iniciativa se explayó el longko Jorge Nawel Puran en el primer conversatorio de la semana pasada: "Nos propusimos no sólo restituir los restos del Toki sino que también es importante todo lo que además va a acarrear establecer una decena de hitos a través de toda la región que Toki recorrió como para tomar dimensión de semejante recorrido, y que apunta a reivindicar su figura, absolutamente bastanteada y agraviada desde la historia oficial". Habló del pueblo mapuche "sin fronteras", de "las 40 naciones que hay en Argentina", y del objetivo de crear un Estado plurinacional, con autonomía y libre determinación en sus territorios. Pero que deben ser conscientes de las enormes dificultades para lograrlo en este sistema: "Para eso tenemos que trazar el paralelismo con Toki Calfucurá, que logró mantener la frontera con el Estado argentino durante 40 años en un plano de absoluta desigualdad militar, gracias a su enorme capacidad organizativa, estratégica y diplomática. Esa es la gran lección que nos da para el presente".  «

Un "gigante" tehuelche en Francia

Dos semanas atrás, el Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de la Organización de Naciones Unidas reclamó que los museos de los Estados miembro sean "descolonizados" y que se restituyan a sus pueblos originarios los restos humanos y objetos de culto, lo que es un buen antecedente de cara al fallo que en noviembre debe emitir el organismo sobre los restos del Liempichún Sakamata, el "gigante" tehuelche que es parte de "las colecciones" del Museo del Hombre de París.

Esta semana, la Argentina volvió a reclamar a Francia su restitución. El tehuelche está en ese museo desde 1896, cuando el conde Henry La Vaulx profanó su tumba y se llevó el esqueleto (foto) y su ajuar funerario, compuesto por un estribo, pendientes y monedas de plata, además de 30 cajas de cráneos y otras joyas. "Es otro importante pedido en el que estamos trabajando desde 2010 –comenta Pepe–. Días atrás logramos que el vicecanciller argentino, Pablo Tettamanti, presentara el reclamo, y Francia respondió que sí, que lo van a restituir, mediante una ley específica que están elaborando".




Historias que conforman un rompecabezas del horror

El Programa Nacional de Identificación y Restitución de Restos Humanos Indígenas trabaja en otros casos.

Las próximas serán de tres hombres wichí, que forman parte de la colección de restos humanos del Museo de Ciencias Naturales de La Plata: uno asesinado en el Ingenio Ledesma en 1921 por el mayordomo del ingeniero; otro en 1881 por el Ejército argentino; y el tercero, un cacique muerto a machetazos en 1907 en el Ingenio la Esperanza. Pensaban hacerlo el 10 de diciembre, Día Internacional de los DD HH, pero la pandemia puede retrasarlo.

Lo mismo sucede con el cuerpo de un mapuche asesinado en Santa Cruz en 1888 por un cazador del Museo de La Plata. Lo enterró la comunidad, pero una expedición del Museo se lo llevó diez años después.

En el Museo de La Plata yacen los restos del yagan Maish Kensis, un joven que provenía del actual territorio chileno y murió "prisionero de la Ciencia" dentro del museo, obligado a trabajar para el perito Moreno. "Falleció de una enfermedad curable para la época, lo descarnaron y lo pusieron en una vitrina, de donde logramos retirarlo el 22 de agosto de 2006", explica el titular del Programa del INAI, Fernando Pepe. La idea es enviarlo a la única comunidad yagan, en Puerto Williams.

La otra restitución internacional fue en 2010: Damiana (foto), de la etnia Aché, capturada en 1896 tras la matanza de su familia, y convertida en un "objeto". Hace 10 años fue devuelta a su comunidad en Paraguay: el cuerpo estaba en La Plata. Su cráneo, en Alemania. Pepe lo define como "un rompecabezas del horror".

El cacique Modesto Inakayal (foto) murió prisionero en el Museo de La Plata, en 1888. Un empleado lo describió como "reservado, desconfiado, orgulloso y rencoroso". Fue devuelto en 1994 a Teka, Chubut, pero incompleto. En 2006 descubrieron en el museo el cuero cabelludo y su cerebro. Lo restituyeron en 2014 junto a su mujer y Margarita Foyel.

Fuente: Diario Tiempo Argentino * 11 de Octubre de 2020

tiempoar.com.ar/nota/despues-de-141-anos-volvera-a-su-tierra-el-cacique-calfucura?fbclid=IwAR3mNZGLtrhp-sBgYTpbSPCk_y9UMTYohlsG5hvKylPrpDZP2BzsDIw9la8







lunes, 17 de agosto de 2020

La Pampa (Argentina): Respaldo a la repatriación de Calfucurá


Concejales y concejalas del Frente Pampeano presentaron una iniciativa en Santa Rosa para avalar lo actuado por el área de Cultura de la provincia. Refrescan la historia de pueblos originarios de la región.
El bloque de concejales del Frente Pampeano presentó un un proyecto de resolución para apoyar las gestiones de repatriación de los restos del Cacique Calfucurá que lleva adelante la Secretaría de Cultura del gobierno provincial junto a comunidades indígenas.
La iniciativa recuerda que Calfucurá llegó a la zona de Salinas Grandes y el Valle de Chillihué en 1834 y que en la década de 1840 se posicionó como uno de los principales caciques de la región, aliándose ocasionalmente con los Ranqueles y el grupo de Pincén.
Murió el 3 de junio de 1873, recordando a los suyos la promesa de no entregar Carhué, un punto estratégico que sabía que se encontraba en la mira del gobierno nacional. Fue sepultado en Chillihué, en los médanos que bordean por el norte la rastrillada de los chilenos.
En 1979, el Coronel Levalle, al mando de la 2º División Expedicionaria al Río Negro, ordenó la profanación de la tumba: la extracción del cráneo del cacique y de elementos que acompañaban la sepultura; y que el cráneo fue entregado a Zeballos, que a su vez lo donó a Francisco P. Moreno, fundador del Museo de La Plata, donde se encuentra actualmente.
La profanación de sepulturas de los pueblos originarios -recuerda el FrePam- fue "sistemáticamente realizada por el Estado Nacional en el marco del paradigma científico decimonónico, pasando a formar parte de las colecciones antropológicas de museos" los restos mortales de Calfucurá,  Gheneral, Indio Brujo, Chipitruz, Manuel Guerra y Mariano Rosas.
Con el advenimiento del período democrático en 1983, los distintos gobiernos provinciales comenzaron a adecuar los textos constitucionales reconociendo los derechos socioculturales de los pueblos originarios y a partir del año 1994, con la reforma constitucional, se derogó el inciso 15 del artículo 67 y se incorporó el reconocimiento de la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas, refresca el proyecto.
La iniciativa afirma que en consecuencia, "distintas comunidades, institutos y gobiernos provinciales comenzaron a solicitar las repatriaciones de los restos humanos de los distintos caciques que se encontraban clasificados como piezas arqueológicas para estudios científicos en museos".
Fuente: El Diario de La Pampa  - 14 de Agosto de 2020
https://www.eldiariodelapampa.com.ar/locales/2595-respaldo-a-la-repatriacion-de-calfucura


domingo, 13 de noviembre de 2016

Expectativa ante la inminente restitución de los restos de Calfucurá

Se trata del máximo cacique mapuche de la historia argentina, designado como toki, lonko de lonkos en tiempos de guerra. Su cráneo forma parte de la cuestionada colección del Museo de La Plata

En diálogo con Blanco sobre Negro, el presidente del Colectivo GUIAS, Fernando Pepe, destacó: “Se trata de la restitución más importante de todas ya que fue el máximo líder de la historia conocida del pueblo mapuche de este lado de la cordillera”, y agregó: “El último paso que resta es la aprobación de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo para que se concrete la restitución al Lof Namuncurá, de San Ignacio, Neuquén, donde fueron sepultados muchos de sus familiares, entre ellos su hijo Manuel Namuncurá y se encuentra su nieto, el beato Ceferino Namuncurá”.

“Logramos que todos los reclamantes del gran toki Calfucurá (Kalfu: Azul; Curá: Piedra, Piedra Azul), quienes lo reclamaron en 1989, 2002 y 2016 respectivamente, consintieran en avalar la restitución al Lof Namuncurá. Ahora solo falta que la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP, donde el toki está como “prisionero de la ciencia’, apruebe su restitución”, agregó Pepe.

“Las comunidades de Neuquén se están preparando para venir al Museo de La Plata para acompañar la aprobación de la restitución por parte del Consejo Directivo que se podría dar en diciembre”, concluyó el antropólogo.

Juan Calfucurá, el más grande e importante cacique o lonko mapuche de toda la historia de esta etnia en nuestro país murió en Salinas Grandes el 4 de Junio de 1873. Apodado “El Napoleón de los Pampas”, su notable capacidad para la estrategia militar lo llevó a dominar gran parte de la región pampeana durante varias décadas del siglo XIX, en pleno clímax del poder indígena.

En 1879, durante la autodenominada “Conquista del Desierto”, su tumba fue profanada por soldados del teniente Juan Levalle quien le regaló el cráneo a Estanislao Zeballos, que luego lo donó al Perito Moreno para el Museo de La Plata, donde se exhibia entre otros restos como “primitivos salvajes que se extinguían” y no como prisioneros del genocidio.


En torno a la figura de Calfucurá se han tejido numerosas leyendas, incluso mientras aún estaba con vida. Se decía por ejemplo que tenía dos corazones o que tenía a su servicio a un witranallve (jinete fantasmal) que le ayudaba en las batallas. Según creían sus seguidores, cuando Calfucurá era niño recibió una pequeña piedra, un cheruwfe (meteorito) de color azul de manos de un espíritu que lo convirtió en invencible.

El toki Calfucurá había acordado con Juan Manuel de Rosas un tiempo de paz y negociaciones que duró cerca de treinta años, una suerte de status quo durante el cual organizó la Confederación de Salinas Grandes con asiento en la actual provincia de La Pampa, que reunió a miles de guerreros.

En el dia de ayer ElOrejiverde tomó contacto con Fernado Pepe quien confirmó todos estos detalles acerca de la próxima restitución, aclarando que ella se concretaría durante los primeros meses de 2017, “para lo cual estamos trabajando fuertemente”.

Fuentes:
El Orejiverde – 11 de Noviembre de 2.016
Colectivo GUIAS
Blanco sobre Negro
http://www.infoblancosobrenegro.com/noticias/14653-crece-la-expectativa-ante-la-inminente-restitucion-de-los-restos-de-cafulcura-el-abuelo-de-ceferino-namuncura


miércoles, 24 de diciembre de 2014

La lección de Calfucurá


Por Alejandro Fontela (*)

Los archivos del cacicazgo de Salinas Grandes, el agrupamiento aborigen más importante de la región central del actual territorio argentino, fueron encontrados en forma casual por Estanislao Zeballos en 1879. Recorriendo los montes y médanos ya sin vestigios de las abandonadas tolderías de Calfucurá, Zeballos divisa una hoja de papel que sobresale de la arena. Excavando, encuentra allí un verdadero manantial de revelaciones históricas, políticas y etnográficas. Dicho en síntesis, la documentación completa, desde el punto de vista aborigen, del período histórico que va de 1830 a 1875; sin duda, el espejo que le falta a la historia oficial. Las cartas de Juan Calfucurá permitieron conocer, además de sus reclamos políticos, aspectos valiosos de su idiosincrasia: su conocimiento detallado de todas las tribus de un vasto territorio a ambos lados de la cordillera, su sentido de los vínculos familiares, sus concepciones religiosas y mágicas, y en general su cosmogonía. AL MAESTRO Espigando ese material y parte de la bibliografía que generó, me conmovió en particular un episodio.

En 1856 el maestro Francisco Larguía, que tenía a su cargo en Buenos Aires la educación de unos de los hijos del cacique, se encuentra en Salinas Grandes tratando de suscribir, subrepticiamente, las bases para un tratado de paz, según las instrucciones recibidas en la capital. La respuesta de Calfucurá, citada aquí en la versión del escritor Omar Lobos, es impresionante: “Maestro-responde el cacique-, explíqueme usted qué es la famosa Civilización que nos tiene que barrer de estas pampas por la angurria de unos pocos hombres que se van repartiendo en tajadas grandotas lo que nos van quitando a nosotros. Pero explíqueme también todas las muertes y todos los atropellos y piense que les están dejando a sus hijos una patria equivocada, empantanada en la injusticia y la mentira. Todos nosotros somos parientes, y vivimos en amistad sobre la misma ancha tierra, pero el huinca tiene la idea errada de que sólo él tiene derecho a vivir en ella. Por ignorancia o por pura mezquindad, está tratando de matar el alma de esta tierra, plantando aquí un mundo ajeno donde caben pocos. Quien sabe algún día vendrán las lluvias y nuestras desgracias retoñarán en algo que sea bueno para nuestros hijos”. El maestro Larguía, que dictaba sus clases en la escuela de Catedral al Norte, la más prestigiosa de Buenos Aires, fundada por Sarmiento y la primera de América del Sur destinada a la educación común, en la que luego estudiarían Ambrosetti, Ingenieros, Sáenz Peña y el poeta Almafuerte, debió escuchar en silencio las opiniones del cacique. Y sin muchos argumentos para oponer. Los salineros, como los ranqueles, los pampas, y en general todos los pueblos originarios, se sentían parte de la tierra. Desde que dejaron de ser cazadores y recolectores nómades y se apaisanaron, aprendiendo a sembrar, teniendo sus casas y sus corrales en un mismo lugar, mezclándose con esos médanos y esos montes, la vida para ellos “se hacía dulce y buena, se hacía sagrada. Nos ha tocado nacer dentro de esto que somos”, afirmaban en cada negociación.


LO QUE PUDO SER
Ahora bien, entre las actuales investigaciones sobre la documentación aborigen, se destaca la recopilación de Carlos Martínez Sarasola, “La argentina de los caciques”, publicada en 2012. El trabajo propone la visión del país que hubiera sido en caso de prevalecer las propuestas de integración, tanto de los aborígenes como de los “blancos” dispuestos a convivir con ellos. Por supuesto la historia fue otra. Pero plantear la hipótesis del “país que pudo ser” implica una mirada crítica hacia lo que en realidad ocurrió. Sin embargo el texto de Martínez Sarasola tiene un colofón polémico. Subraya la importancia de rescatar la palabra indígena, “máxime teniendo en cuenta el actual punto en que nos encontramos los argentinos como sociedad y como cultura, y en el cual, trabajosamente, todos nos encaminamos a vivir en un país más cercano a aquel por el cual lucharon no sólo los patriotas en la alborada de la Argentina, sino muchos de los caciques, quienes lo vislumbraron y percibieron en sus sueños”. Esta suposición me parece una expresión de deseos, pero no sé si se ajusta a la realidad. En mis oídos sigue resonando la advertencia del cacique al maestro Larguía: “dejarán a sus hijos una patria equivocada, empantanada en la injusticia y la mentira”. Es cierto que hay sectores del mundo académico y de la militancia social que promueven el reconocimiento cultural y la restitución de derechos de los pueblos originarios. Pero esa justa voluntad vindicativa encuentra poco eco en las autoridades públicas. El punto en que nos encontramos “todos los argentinos, como sociedad y cultura”, está atravesado también por la indiferencia y la mera retórica del discurso político respecto a estos temas, producto de la vacuidad de valores y la frivolidad de la dirigencia, que privilegia otros intereses, muchas veces contrapuestos a los reclamos de los pueblos autóctonos.

RECLAMO VIVO
Pese a un contexto cultural dominado por la banalidad y la desmemoria, los pueblos originarios del actual territorio argentino no se extinguieron con la “conquista del desierto”. Tras un siglo y medio de desarraigo y penurias, sus sobrevivientes existen, y pugnan por hacer cada vez más visibles reclamos. No sé si nos encaminamos a ese país por el que lucharon “los caciques y los patriotas en la alborada de la Argentina”, como afirma Martínez Sarasola. Si pienso en los valores que aquellos sostenían en cuanto al respeto a los congéneres, la comunión con la naturaleza y la sacralidad de la vida, creo que nos alejamos cada vez más. En 1873 moría Calfucurá, el venerado y temido Piedra Azul, a los 104 años, después de dominar durante más de tres décadas el mundo pampa y de haber agrupado en torno suyo la confederación aborigen más poderosa en defensa de sus tierras. Un año atrás, en marzo de l872, había tenido lugar la batalla de San Carlos, en las afueras de la actual Bolívar, el combate en que la moderna artillería y los rémington sellaron el fin de la resistencia indígena. Presintiendo una derrota irrevocable, Calfucurá dejaba una nación de veinte mil almas, tres mil guerreros y tres hijos dispuestos a sucederle. Desde entonces el despojo y el éxodo fueron el destino de esa progenie, de esos pueblos. Y el ruego del viejo cacique, pidiendo un tiempo de bonanza para sus hijos, hasta ahora ninguna lluvia lo pudo traer.

(*) Escritor. Profesor en Letras (UNLP) 
Leer más en http://www.eldia.com.ar/edis/20141213/La-leccion-Calfucura-opinion1.htm

Fuente> Diario El Dia (La Plata-Argentina) 15 de Diciembre de 2.014