El más experto de los cazadores, Aonikenk, salió un día a la pampa a cazar ñandúes. Provisto de sus boleadoras, se acercó sigilosamente hacia una parvada de aves, eligiendo a la más grande y hermosa para cazar y aprovechar su carne y sus plumas. Cuando se disponía a bolearla, esta escapo, siendo seguida de cerca por su acechador. Cuando estaba a punto de darle alcance, el ñandú diviso una escalera de hermosos colores, por la cual subió al cielo y al huir dejo sus huellas marcadas en el firmamento, las que son denominadas por los Aonikenk "Choiols", que significa Rastro de ñandú en el Cielo, constelación que nosotros conocemos como la Cruz del Sur.
Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.
Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.
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martes, 5 de noviembre de 2024
sábado, 25 de abril de 2020
"Kospi", cómo nacieron las flores - Leyenda Tehuelche
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Hace mucho, muchísimo tiempo, las plantas aún no tenían flores.
En ese entonces vivía en el sur una bella niña tehuelche llamada Kospi, de suaves cabellos y dulces ojos negros. Una tarde de tormenta, cuando el fulgor del relámpago iluminaba todos los rincones de la tierra, Karut (el trueno), la contempló asomada a la entrada del Kau (toldo) de sus padres.
La vio tan hermosa, que a pesar de que él era rústico, hosco y bruto, se enamoró locamente de ella. Ante el temor de que la linda niña lo rechazara, la raptó y huyó lejos, retumbando sobre el cielo, hasta desaparecer de la vista de los aterrados padres de la chica. Al llegar a la alta y nevada cordillera, la escondió en el fondo de un glaciar. Encerrada allí, fue tanto el dolor y la pena que sintió que de a poco fue enfriándose hasta que se convirtió en un témpano de hielo, fundiéndose con el resto del glaciar.
Tiempo después, Karut quiso visitarla y al comprobar su desaparición, se enfureció terriblemente lanzando bramidos de desesperación. Tanto ruido rodó hasta el océano y atrajo muchas nubes que empezaron a llover y llover sobre el glaciar hasta derretirlo completamente. Así, Kospi se transformó en agua y corrió de prisa montaña abajo en torrente impetuoso. Luego se deslizó por los verdes valles y empapó la tierra.
Al llegar la primavera, su corazón sintió ansias de ver la luz, de sentir la cálida caricia del viento y de extasiarse contemplando el cielo estrellado por las noches. Trepó despacio por la raíz y tallo de las plantas y asomó su preciosa cabecita en las puntas de las ramas, bajo la forma de coloridos pétalos. Habían nacido las flores. Entonces todo fue más alegre y bello en el mundo. Por ese motivo es que los tehuelches llamaron Kospi a los pétalos de las flores.
Fuente: Leyendas de la Patagonia
http://www.tumirador.com.ar/leyenda_desplegada.php?id=57
domingo, 15 de mayo de 2016
Pillán Quitral, el fuego sagrado. Leyenda Tehuelche.
El
que siempre existió, vivía rodeado por densas y oscuras neblinas, allí donde se
juntaban el cielo y el mas, hasta que un día, pensando en su terrible soledad,
lloró y lloró por un tiempo incontable… y así sus lágrimas formaron a Arrok, el
mar primitivo.
El
eterno Kóoch¹ al advertirlo dejo de llorar y suspiró… y su suspiro fue el
principio del viento. Entonces Kóoch quiso contemplar la creación: se alejó en
el espacio, alzó su mano y de ella brotó una enorme chispa luminosa que rasgó
las tinieblas. Había nacido el Sol. Con él la sagrada creación tuvo la primera
luz y el primer fuego, y con él nacieron las nubes…
Y
los tres elementos del espacio armonizaron entonces sus fuerzas para admirar y
proteger a la tierra de la vida perecedera que Kóoch había hecho surgir de las
aguas primeras.
Andando
el tiempo Elal² creó a los Chónek³ de la raza tehuelche en las tierras del
Chaltén. Y fue su organizador, protector y guía.
Y
entre otras muchas cosas, como Elal viera que sus criaturas tenían frío y
oscuridad, cuando el Sol no estaba en el cielo, les enseñó a hacer fuego, el
mismo que les permitiera vencer a la nieve y al frío en las laderas del
Chaltén, el que brota cuando golpean ciertas piedras.
Dicen
que a partir de entonces los tehuelches ya no temieron a la oscuridad ni las
heladas porque eran dueños del secreto del fuego, y el fuego era sagrado para
ellos porque se lo había dado su padre creador.
Glosario:
¹Cielo,
espíritu grande, bueno y creador.
²Héroe-dios,
nacido de la Nube cautiva y el cruel gigante Nóshtex
³Significa
hombre, en tehuelche significa ‘nosotros los hombres’.
Fuente:
Camino Salvaje. Filosofía de viajar como forma de vida.
jueves, 25 de diciembre de 2014
Leyenda del Cerro Chaltén – Tehuelches/Aónikenk
Chaltén
es el nombre con que los tehuelches denominan al también llamado Cerro Fitz
Roy. En la lengua aonikenk, quiere decir montaña que echa humo, ya que los
habitantes originarios, al igual que muchos de los primeros exploradores, lo
suponían un volcán.
El Cerro
El Chaltén “simboliza lo más preciado de las tradiciones aónikenk del pueblo
Chónek.”
Creados
por Kóoch (Dios), vivían en estado salvaje, luchando mano a mano con las
fieras, para procurarse el sustento y abrigándose en grutas. Un niño
excepcional llamado Elal, que no era de su raza, es salvado de las garras de un
gigante merced a la oportuna intervención del cisne (Kóokn) quien, en vuelo sin
etapas, lo traslada de la isla donde había nacido a las yermas tierras
patagónicas, depositándolo en la cima de la más hermosa e imponente cumbre patagónica:
Chaltén. Pasa allí tres días, alimentado y protegido solícitamente por las aves
que lo habían acompañado.
Librado
luego a sus propios medios, tiene que luchar con tres enemigos que le acechaban
para quitarle la vida: el frío, la nieve y el viento. Se defiende del primero
golpeando unos pedernales y produciendo el fuego; del segundo, fabricando el
toldo (kau) con pieles de guanaco, y del tercero, utilizando la capa (kai).
Inventos que transmiten a sus amigos los aónikenk, junto con el arco y la
flecha para defenderse de las fieras. El mismo protagonista, después de
haber vivido mucho tiempo entre sus amigos, dándoles sabias normas de vida y de
moral, fue a buscar a la hija del Sol, el lucero matinal (Kawó), conducido en
forma de pajarillo por su propia madre, que se había transformado en un
espléndido cisne de poderosas alas. Después de vencer tres sutiles ardides
tendidos astutamente por el Sol, logró la mano de la doncella al colocarle el
anillo misterioso que estaba oculto en lo más recóndito de una profunda caverna.
Allá
arriba, al lado del Sol, espera a sus amigos, los aónikenk, y les ofrece caza
abundante en los mundos del espacio. Como prueba de su buena voluntad, dejó
impreso en el cielo el rastro del choique, choiols, la constelación Cruz del
Sur, para indicarles el camino que habían de seguir. Por eso el patagónico mira
con gusto el cielo estrellado. Allá están sus compañeros divirtiéndose con
perpetuas cacerías, como lo demuestran esas nubes blancuzcas, las nubes de
Magallanes, que es el polvo que levantan las manadas de guanacos al disparar. Y
lo dice también ese gran callejón blanquecino, la Vía Láctea, por donde pasan a
la carrera los cazadores, sembrándolo con las plumas de los choiques que han
cazado.
Fuente: Nueva
Generación del Folklore
martes, 8 de julio de 2014
La Leyenda de la Cruz del Sur – Leyenda Tehuelche
Dicen las abuelas tehuelches que
todo ha nacido de alguna manera, ya sea queriendo o sin querer, y que la
mayoría de las cosas ha aparecido "hace tantos años que no se puede
contar". Tal es, por supuesto, el caso de la cruz del sur, que en tierras
tehuelches recibe el nombre de choiols. Y en ese nombre está cifrado su origen.
Esta es la historia.
Una tarde, hace muchísimos años, un
grupo de hombres estaba cazando con boleadoras (iatchicoi). Iban tras el rastro
de un gran ñandú macho (kank) que se les venía escapando desde hacía
tiempo. Muy arisco, no bien presentía la presencia humana huía velozmente hasta
quedar fuera del alcance de sus perseguidores. Esa tarde en particular acababa
de llover y entre las nubes había salido el sol que se iba poniendo lentamente.
Los
hombres lo fueron cercando, pero el ñandú se escapó otra vez y enfiló hacia el
sur. Los cazadores corrieron tras de él, arrojándole flechas y boleadoras. Pero
ninguna pudo alcanzar al escurridizo animal.
La persecución siguió. Más allá,
sobre el filo de la meseta, hacia donde se dirigía el ñandú, el sol había
pintado un hermoso arcoiris (gijer). Justo en ese momento, el más
ligero y resistente de los cazadores, llamado Korkoronke, se acercó bastante.
Pero el ñandú astuto, sabiéndose acorralado en el borde del abismo, giró
bruscamente y, como si se lanzara al vacío, apoyó una de sus patas sobre el
arco iris que surgía justamente desde allí. Y empezó a trepar por ese camino de
colores con sus largas y elásticas zancadas.
Korkoronke quedó azorado. Pero se
recuperó rápido y lanzó su boleadora de tres bolas en un último y desesperado
intento por atraparlo. El viejo ñandú hizo un paso al costado y las boleadoras
pasaron de largo. Así escapó para siempre de sus perseguidores quienes, al
volver esa noche tuvieron que soportar las burlas de todo el campamento. Nadie
les creyó la fantástica huida del ñandú por el camino del arco iris. Cuando
cayó la noche el cielo les dio la razón, porque vieron brillar varias nuevas
estrellas.
Dicen las
abuelas tehuelches que una de las huellas que el ñandú dejó en su carrera sobre
el arco iris quedó para siempre grabada en el cielo, dibujada con cuatro
estrellas. La llamaron Choiols, que significa "huella de ñandú en
el cielo". Esta constelación no es otra que la cruz del sur, el
inevitable punto de referencia de todos los caminantes y marinos del hemisferio
austral. Korkoronke no pudo hallar sus boleadoras en el suelo. Pero las
descubrió en el cielo, convertidas en una nueva constelación que recibió el
nombre de Cheljelén que no es otra que las Tres Marías.
Fuente:
La leyenda de la cruz del
sur - Mario Echeverría Baleta.
sur - Mario Echeverría Baleta.
jueves, 5 de enero de 2012
Koòch, el Creador de la Patagonia – Mito Tehuelche
Según dicen los tehuelches, hace muchísimo tiempo no había tierra, ni mar, ni sol.....
Solamente existía la densa y húmeda oscuridad de las tinieblas. Y en medio de ella vivía eterno Kòoch.
Solamente existía la densa y húmeda oscuridad de las tinieblas. Y en medio de ella vivía eterno Kòoch.
Nadie sabe por que, un día Kòoch, que siempre había estado bastado a si mismo, se sintió muy solo y se puso a llorar. Lloro tantas lagrimas, durante tanto tiempo, que contarlos seria imposible. Y con su llanto se formo el mar, el inmenso océano donde la vista se pierde.
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Koòch, el Creador de la Patagonia |
Cuando Kòoch se dio cuenta de que el agua crecía y que estaba a punto de cubrirlo todo, dejo de llorar y suspiro. Y ese suspiro tan hondo fue el primer viento, que empezó a soplar constantemente, abriéndose paso entre la niebla y agitando el mar.
Algunos dicen que fue así, por los empujones del viento, que la niebla se disipo y apareció la luz, pero otros opinan que fue Kòoch el inventor de la claridad. Cuentan que, en medio del agua y envuelto en la oscuridad, deseo contemplar el extraño mundo que la rodeaba. Se alejo un poco a través del negro espacio y, como no podía ver con nitidez, levanto el brazo y con su gesto hizo un enorme tajo en las tinieblas. Dicen también que el giro de su mano origino una chispa, y que esa chispa se convirtió en el sol.
Algunos dicen que fue así, por los empujones del viento, que la niebla se disipo y apareció la luz, pero otros opinan que fue Kòoch el inventor de la claridad. Cuentan que, en medio del agua y envuelto en la oscuridad, deseo contemplar el extraño mundo que la rodeaba. Se alejo un poco a través del negro espacio y, como no podía ver con nitidez, levanto el brazo y con su gesto hizo un enorme tajo en las tinieblas. Dicen también que el giro de su mano origino una chispa, y que esa chispa se convirtió en el sol.
Xàleshen, como llamaban los tehuelches al gran astro, se levanto sobre el mar e iluminó ese paisaje magnifico: la inmensa superficie ondulada por el viento, cuyo soplo retorcía cada ola hasta verla deshacerse bajo su tocado de espuma.
El sol formo las nubes, que de allí en mas se pusieron a vagar, incansables, por el cielo matizando el agua con su sombra, pintándola con grandes manchones oscuros. Y el viento las empujaba a su gusto, a veces suavemente y a veces en forma tan violenta que las hacia chocar entre si. Entonces las nubes se quejaban con truenos retumbantes y amenazaban con el brillo castigador de los relámpagos.
Luego Kòoch se dedico a su obra maestra. Primero hizo surgir del agua una isla muy grande, y luego dispuso allí los animales, los pájaros, los insectos y los peces. Y el viento, el sol y las nubes encontraron tan hermosa la obra de Kòoch que se pusieron de acuerdo para hacerla perdurar: el sol iluminaba y calentaba la tierra, las nubes dejaban caer la lluvia bienhechora, el viento se moderaba para dejar crecer los pastos... la vida era dulce en la pacífica isla de Kòoch. Entonces el creador, satisfecho, se alejo cruzando el mar. A su paso hizo surgir otra tierra cercana y se marcho rumbo al horizonte, de donde nunca más volvió.
Y así hubieran seguido las cosas en la isla de no ser por el nacimiento de los gigantes, los hijos de Tons,
Sus hermanas buscaron a la desaparecida a lo largo y a lo ancho del cielo, pero nadie la había visto. Entonces, furiosas, provocaron una gran tormenta. El agua corrió sin parar, desde lo alto de las montañas, arrastrándolas rocas, inundando las cuevas de los animalitos, destruyendo los nidos, arrasando la tierra en una inmensa protesta... Después de tres días y tres noches Xàleshen quiso saber el motivo de tanto enojo y apareció entre las nubes. Enterado de lo sucedido, esa tarde, al retirarse detrás de la línea donde se junta el cielo con el mar, le contó a Kòoch las novedades y Kòoch le contestó:
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Imágen de la Patagonia |
-Te prometo que, quien quiera que haya raptado a Teo, será castigado. Si ella espera un hijo, ese será más poderoso que su padre.
A la mañana siguiente, apenas asomado el sol comunico la profecía a las nubes agolpadas en el horizonte y estas, enseguida, se lo contaron a Xòchem, el viento que corrió hacia la isla y difundió la noticia aquí y allá, anunciándola a quien quisiera oírla. Y el chingolo se lo contó al guanaco, el guanaco al ñandú, el ñandú a zorrino, el zorrino a la liebre, al armadillo, al puma... Después Xòchem soplo el mensaje en las puertas de las cavernas de los gigantes, para que no quedara nadie sin enterarse.
Así escucho Nòshtex las palabras de Kòoch, y tubo miedo de su pequeño enemigo, que ya vivía en el vientre de Teo. “ Voy a matarlos ”, pensó, “ voy a matarlos y a comérmelos a los dos”. Golpeo salvajemente a Teo mientras dormía, arranco al niño de sus entrañas y, sin mirar a su hijo abandonado en el suelo de la caverna, la despedazo.
Pero alguien mas, adentro de la cueva, había escuchado a Xòchem. Era Terr-Werr, una tuco-tuco que vivía en su casa subterránea excavada en el fondo de la gruta. Dicen que fue ella la que salvo al bebe, la que, sigilosamente, en el mismo momento en que el monstruo levantaba a su hijo para devorarlo, le mordió el dedo del pie con todas sus fuerzas, la que escondió al niño debajo de la tierra antes de que el gigante pudiera reaccionar...
Sin embargo, el refugio era demasiado precario. Nòshtex cruzaba la caverna haciéndola temblar con sus pasos de gigante, recorría la isla buscando al cachorrito que apenas había visto, a ese hijo que en cuanto creciera iba a traicionarlo.
Entonces Terr-Werr pidió ayuda al resto de los animales: ¿ Dónde esconder al bebe?, ¿ Cómo ponerlo a salvo del gigante?
Cuentan que todos los animales hicieron una asamblea para discutir el asunto. Que Kìuz, el chorlo, era el único conocedor de la otra tierra que, mas allá del mar, había creado Kòoch antes de recluirse en el horizonte, y que propuso enviar allí al niñito. Así comenzaron los preparativos para la fuga secreta.
Una madrugada, cuando el hijo de Teo y el gigante estuvo listo para partir, Terr-Werr lo llevo hasta las inmediaciones de una laguna y lo escondió entre los juncos. Desde allí llamo a Kìken, el chingolo, para que a su vez le transmitiera el mensaje: Todos los animales fueron convocados para escoltar al niño. Algunos, como el puma, se negaron. Otros, como el ñandú y el flamenco, llegaron demasiado tarde. El zorrino iba tan contento al encuentro de la criatura que, interceptado por el gigante, no supo guardar el secreto. Así enterado, Nòshtex se dirigió a grandes pasos hacia la laguna, pero el pecho-colorado, instruido por Terr-Werr, lo distrajo con su canto. Por eso no llego a tiempo para ver como el cisne se acerco al niño nadando majestuosamente y lo coloco sobre su lomo, ni como carreteó luego para levantar vuelo. Solo alcanzo a distinguir en el cielo un pájaro blanco que, con su largo cuello estirado y las alas desplegadas, volaba delicadamente hacia el oeste. Así, en su colchoncito de plumas, se alejaba el protegido de Kòoch hacia la tierra salvadora de
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