Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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jueves, 19 de diciembre de 2024

Leyenda Guaraní, La Luna y el Mate



Los guaraníes cuentan que la luna, Jasy paseaba desde siempre por los cielos nocturnos, observando curiosa los bosques, las lagunas, el río y los esteros desde lo alto. Cada día contemplaba su belleza como una niña que está conociendo el mundo por primera vez.
Sin embargo, a sus oídos fueron llegando los relatos de quienes habían visitado el mundo y que le iban contando de la vida de los animales, de la belleza de las flores, del canto de los grillos, el piar de las aves, del sonido del río… y la luna fue tornándose cada vez más curiosa y con deseos de visitar la tierra.

Así que un día se decidió y, junto con Araí , la nube, fue a pedirle autorización a Kuarahy, el Sol, para que las dejase bajar un día a la tierra para así poder contemplar de cerca las bellezas del mundo. El dios Sol se mostró reacio a dejarlas partir, pero por fin cedió y las dejó marchar. Sólo les impuso una condición: en la tierra serían vulnerables a los peligros de la selva como cualquier humano, aunque también serían invisibles para estos. Luego las dejó partir.
Fue así como la luna, Jasy, llegó un día a la tierra. Y junto con Araí fueron visitando los lugares que veían desde las alturas, maravillándose a cada paso. Observaron de cerca como las arañas tejían sus redes, sintieron el frío del agua del río, tocaron la tierra roja con sus manos.
Tan absortas en su mundo estaban ambas diosas que no se percataron de la acechanza de un yaguareté que las seguía de cerca. El felino estaba hambriento y quería comer, por lo que en un momento largó el zarpazo para atrapar a las mujeres.

En el momento justo cuando estaba por alcanzarlas, el animal fue alcanzado por una flecha lanzada por un joven cazador guaraní, que justo pasaba por el lugar, y que sin saberlo, salvó la vida de las diosas.
El joven cansado por la búsqueda, pero feliz por su conquista, decidió descansar al pie de un árbol, antes de regresar a la tribu. Y entonces se durmió. Y en sus sueños fue visitado por las diosas que, vestidas de blanco, le hablaron con cariño. Jasy le dijo que como símbolo de gratitud, cuando llegue a su tribu, encontrará un arbusto a la entrada que nunca antes había visto. Le dijo como hacer con sus hojas para preparar una infusión que uniría a las personas de todas las tribus, como símbolo de hermandad y de confraternidad.

Cuando se despertó y volvió con su gente, el joven cazador vio el arbusto a la entrada del campamento y siguiendo las instrucciones que la diosa le dio en sueños, el muchacho buscó una calabaza hueca, picó las hojas del arbusto, las puso dentro y llenó el cuenco con agua. Luego, con una pequeña caña tomó la bebida. Inmediatamente compartió la infusión con la gente de la tribu que observaban curiosos el trabajo del cazador. La calabaza fue pasando de mano en mano, y todos fueron tomando la infusión.

Así nació el mate, que une a las personas, que es un símbolo de paz y confraternidad. Y que fue un regalo de la luna a los hombres para que compartan vivencias, para que fomenten su amistad, o para que disfruten un silencio compartido.

jueves, 17 de octubre de 2024

Leyenda del Ambay, leyenda guaraní



Esta historia sucedió en los orígenes de los tiempos, cuando Ñamandú, el ser superior de los guaraníes, pobló de árboles la tierra que habitaría su pueblo, junto al curso de los ríos de Paraguay, Brasil y el nordeste argentino.
Así fue como los claros de los bosques cercanos al agua se cubrieron de valiosos árboles: de la mítica palmera pindó; del árbol de la palabra-alma: el cedro; de la rosácea imponencia del lapacho; del áureo resplandor del ivrá pytá; del reluciente vaivén de la tacuara ritual y, entre muchos otros, de un árbol muy buscado por la empalagosa dulzura de sus frutos: el ambay.
Esta planta arbórea tiene su tronco recto y cilíndrico a dieciocho metros. Su corteza externa gris, casi lisa, tiene como unos anillos en los nudos.
Todo su interior es hueco, dividido en innumerables celdillas. La copa del ambaí es muy abierta, con pocas ramas, gruesas y largas. Un lrgo pecíolo de felpuda corteza sostiene a la hoja palmilobulada, cuya áspera cara superior es verde oscura y la inferior suave y blanquecina.
Las hojas, brotes y corteza del ambay son medicinales para las vías respiratorias.
Los frutos del ambay se abren a la luz de la luna y cuelgan en espigas, como dedos. Ellos son tan dulces y empalagosos que hacen la delicia de los niños guaraníes: los mitaí, de los monos aulladores o carayá, de los monos tití, de los azules loritos tuí, de los pájaros, murciélagos, cotatíes y demás animalitos del bosque que se alimentan entre sus ramas o al pie del árbol.
Todos ellos ingieren el fruto y luego despiden las semillas, diseminando por todas partes la especie del ambay.
Por todo esto el ambay es uno de los árboles más queridos de la región guaraní.
Sin embargo, hubo un tiempo en que la planta se puso tan triste que Ñamandú le preguntó.
-Ambay, ¿Qué te pasa que andás tan triste?
Y el ambay le contestó:
-Ñamandú, hay unas hormigas arara-a que no solo comen mi fruto, sino que también cortan mis hojas y dificultan mi alimentación y respiración.
-Eso no es justo -dijo Ñamandú-. Voy a traerte otras hormigas para que te defiendan y te protejan. Pero tendrás que darles alimentación y alojamiento.
-¡Sí, sí, voy a darles casa y alimentos! ¡Que vengan! ¡Gracias, Ñamandú!.
Desde entonces, miles de hormigas coloradas, las aztecas, viven alojadas en el interior del tronco y de las ramas del ambaí, en pequeños compartimentos. Cada rama es como un barrio y todo el árbol parece una ciudad.
Así fueron organizando estas pequeñas hormigas durante miles de años, su hábitat en el interior del ambaí. Hábitat que las belicosas hormigas defienden con bravura, convirtiéndose en guardianas del árbol.
Ninguna hormiga cortadora sube al ambaí, porque es atacada de inmediato. Hasta algunos insectos depredadores son ahuyentados por el ácido olor que despiden las aztecas.
Por otra parte, las hormigas hallan el alimento prometido en unas excrecencias o especie de bolsitas comestibles que el ambay prepara en la base del pecíolo de sus hojas.
Y aunque por vivir siempre en la oscuridad del tronco las hormigas fueron perdiendo la vista y solo se guían por sus antenas, cuando deben emigrar por causa de las crecientes o porque deben cambiar de residencia, siempre lo hacen a otro joven ambay.
Este es un claro ejemplo de simbiosis, es decir de interrelación, de convivencia entre dos seres de la naturaleza, un vegetal y un animal, entre el ambay y la hormiga azteca.
Un verdadero gesto de amistad y solidaridad en el ecosistema del mundo guaraní.
Es por eso que Ambay, Ambaí, amba-i, amba, palo del ija, imbauba, embauva, umbauva, imbauva, ambaiba, es un árbol mitológico de la cultura guaraní que simboliza la amistad entre los pueblos.

Extraído del libro: "De Magia y Misterios" cuentos de Godoy Cruz (1996). 

domingo, 10 de octubre de 2021

La leyenda del Colibrí - Leyenda guaraní



Desde hace tiempo, los más viejos de la tribu cuentan la trágica historia del amor de dos jóvenes.

La bella Flor, morena, esbelta y de grandes ojos negros, estaba enamorada de Ágil, un joven inquieto, apasionado, juntos solían pasear al atardecer por un bosquecillo cercano, a la orilla de un arroyo impetuoso y juguetón. Pero como los enamorados pertenecían a dos tribus enemigas, se veían poco, pues debían mantener su amor en secreto.

Un día, sucedió lo que tanto temían: unos familiares de la joven descubrieron el romance y lo comentaron al jefe de la tribu. Desde esa tarde, Flor tuvo prohibido volver al lugar de los encuentros.

Pasaron los días. Una y otra vez, Ágil la buscó sin hallarla en la penumbra suave y tibia del bosque hasta que la Luna, apenada por su dolor, le contó lo que había sucedido y agregó:

–Ayer he visto otra vez a Flor, muy angustiada, lloraba amargamente pues está desesperada.

Quieren que se case con un hombre de su tribu y ella se ha negado. El dios Tupá escuchó su lamento y se apiadó de su dolor, mi amigo el Viento me contó que Tupá la transformó en una flor.

–¿En una flor? Dime, ¿en qué clase de flor? ¿Cómo puedo encontrarla?
–¡Ay, amigo! No puedo decírtelo porque no lo sé… –respondió la Luna.

El muchacho palideció y solicitó la ayuda de su dios:
–¡Tupá, tengo que encontrarla! Sé que en los pétalos de Flor reconoceré el sabor de sus besos. ¡Ayúdame a dar con ella!

Ante el asombro de la Luna, el cuerpo de Ágil fue disminuyendo cada vez más. Se hizo pequeño, pequeño, hasta quedar convertido en un pájaro delicado y frágil de muchos colores, que salió volando rápidamente. Era un colibrí.

Desde entonces, el novio triste pasa sus días recorriendo las ramas floridas y besa apresuradamente los labios de las flores, buscando una, sólo una.

Desde hace tiempo, los más viejos de la tribu cuentan también que todavía no la ha encontrado…

Fuente: http://piruja55.blogspot.com.ar/.../la-leyenda-del-colibri

jueves, 9 de septiembre de 2021

Leyenda Guaraní del Lapacho



Cuenta la leyenda que el Dios de los guaraníes cuando estaba dispuesta la separación de los hermanos Tupí y Guaraní un día antes de la partida de Guaraní, les dijo: "Los dos son y serán siempre conquistadores de tierras, el símbolo de sus conquistas será, que ustedes al asentarse en una comunidad marcaran con grandes árboles de distintos colores cuyo nombre será Tajy, "las tierras conquistadas". Y así Tupã Tenondete les entregó la semilla de estos fornidos árboles que había traído del "Yvaga", prometiendo que si cultivaban las semillas crecerían los árboles más grandes y ellos utilizarían la madera para todos utensilios que necesitaran: canoas, cubiertos, armas, flechas, casas. Desde que comenzó la conquista de los guaraníes se puede disfrutar por todos los caminos los lapachos de diversos colores: blancos, amarillos y rosados. Desde ese tiempo los guaraníes afirman que los lapachos siempre trae la fortaleza de Tupã a todo el pueblo, pues, al mirarlo y tocarlo, el árbol les transmite una fuerza incomparable, marcando claramente el territorio que pertenece a esta tribu. Por esto los guaraníes lo llaman "El árbol de Yvaga", el árbol de Tupã Tenondete.

Compartido por el gran historiador e investigador Esteban Snihur.

domingo, 22 de noviembre de 2020

22 de Noviembre Día de la Flor del Ceibo, flor nacional argentina



El Ceibo: La Flor Nacional que guarda una leyenda guaraní


Cada 22 de noviembre, se celebra el Día Nacional de la Flor del Ceibo, declarada Flor Nacional Argentina en 1942

Por Decreto del Poder Ejecutivo Nacional Nº13.847/42, del 22 de diciembre de 1942 se declaró La Flor del Ceibo, flor nacional argentina.

Esta especie es una perteneciente a la formación llamada Bosques en Galería y es frecuente encontrarla cerca de los cursos de agua, pantanos, esteros y lugares de mucha humedad.

Uruguay también la declaró Flor Nacional, y por su belleza y colorido suele ser plantada en paseos, plazas y parques públicos.

Los datos biológicos de La Flor Nacional

“Erythrina crista-galli” es la denominación científica de la Flor del Ceibo, tal nombre es de origen griego y proviene de “erythros”, que significa rojo, relacionada al color intenso de sus flores.

Por su parte el nombre de crista-galli, es atribuido a la semejanza del color de las flores con la cresta del gallo.

Su altura oscila entre 6 a 10 centímetros, con diámetro de 0.50 cm. Fuste tortuoso y poco desarrollado, corteza de color pardo grisáceo, muy gruesa y muy rugosa con profundos surcos.

El árbol que da la flor, es propio de América, especialmente de la zona del Litoral Argentino, y de los países vecinos Uruguay, Brasil y Paraguay

Su madera es blanda y amarillenta; y suele utilizarse para fabricar objetos de poco peso. Sus flores por su parte, son muy eficaces para teñir textiles.

Anahí, la leyenda guaraní de La Flor del Ceibo

Nuestro territorio, habitado desde tiempos inmemorables por los hermanos guaraníes, es rico en cultura que se conserva en las historias, propias de la tradición oral que dan origen a la vida y a la naturaleza.

Una de esas historias es reconocida a nivel nacional por ser la leyenda que da origen a la Flor Nacional:

“Cuenta la leyenda que en las riberas del Río Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos duros, llamada Anahí. En las tardecitas veraniegas Anahí deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra.

Cuando llegaron los invasores, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.

Anahí fue llevada cautiva; pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su verdugo, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.

El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Estos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.

La ataron a un árbol e iniciaron el fuego. La doncella sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.

Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.”


Fuente: Misiones On Line - 22 de Noviembre de 2020-


sábado, 31 de octubre de 2020

Salto Encantado (Misiones-Argentina) entre cascadas y leyendas...

El Parque Provincial Salto Encantado está ubicado en Misiones y posee una catarata rodeada de mística y rituales.



A 140 kilómetros de Posadas, nos encontramos con esta reserva próxima a la localidad de Aristóbulo del Valle. Se trata de un espacio que cuenta con 13.227 hectáreas y que ofrece un contacto directo con nuestra naturaleza. Alberga diversas especies de árboles y una fauna variada, destacándose por las aves que lo habitan. Es una de las joyas mejores guardadas de la tierra misionera. Sobre un paredón rocoso, podemos observar a la catarata mágica que le da su nombre. La misma tiene una caída de agua de 64 metros de altura y se desprende del arroyo Cuñá Pirú. Si queremos acceder a ella, sólo tenemos que transitar una escalera de 375 escalones que nos regala cercanía y riqueza auditiva.

El lugar forma parte de las Áreas Importantes para la Conservación de las Aves (AICAS) de la provincia. Su vegetación es el hogar de 214 especies, como la yacutinga y el águila viuda. Asimismo, tiene registros de 36 especies de mamíferos, entre ellos el yaguareté. El parque es vigilado y controlado permanentemente por guardaparques del Ministerio de Ecología.

Entre los rincones de su selva, se avistan comunidades de guatambú blanco, cedro, lapacho y cañafístola. Paralelamente, la presencia de lagartos, ardillas y mariposas forman parte del paisaje permanente. Mediante algunos senderos cortos y otros largos, es posible completar el recorrido que dirige hacia cuatro saltos además del encantado.

Para nuestra comodidad, la reserva ofrece amplios servicios. En este sentido, tendremos a nuestro alcance un maxi kiosco donde se puede recargar agua, elementos de primeros auxilios y sanitarios relucientes. También, se haya instalado un puesto de ventas de artesanías locales y un restaurante que platos típicos y una envidiable vista. Y si surge alguna duda, el servicio de información turística está disponible constantemente y su personal trabaja con gran dedicación.

Se dice por ahí

El Salto Encantado fue descubierto por primera vez a raíz de un viaje exploratorio realizado en 1936. Previo a ese momento su existencia era todo un misterio. Si bien circulaban rumores y comentarios acerca de sus propiedades mágicas y religiosas, nadie podía dar con su paradero. Sin embargo, llegó el día en que se dejó explorar y su ubicación fue revelada para que el resto del mundo pudiera apreciarlo.
Desde tiempos antiguos, una leyenda hablaba sobre él y su origen. Fue la oralidad y los creyentes quienes guiaron su búsqueda. La historia relataba una tragedia de amor inspirada en el asentamiento aborigen guaraní que pobló el Valle del Cuñá Pirú. Allí, convivían dos tribus que eran enemigas. Aguará, el cacique de una, tenía una hermosa hija llamada Yate-í. En el otro extremo, estaba Yurumí, cuyo hijo de nombre Cabure-í, era un excelente cazador y guerrero.
Los jóvenes se conocieron durante una cacería y el romance nació entre ellos. Sus padres no lo aceptaban y el odio desató una enorme batalla. Durante la lucha, Aguará murió y la muchacha comenzó a llorar, formándose con sus lágrimas pequeños hilos de agua. Su amado, al observarla, dejó sus armas y corrió a consolarla. En ese instante, cientos de flechas de ambos bandos abatieron a la pareja.
Tupá, el dios de la naturaleza, hizo que las lágrimas de Yate-í crearan un arroyo y que la tierra se abriera, cobijándolos. En aquel lugar, la fluente cayó dando vida a la cascada mística que hoy se esconde en el medio de la selva. Actualmente, Salto Encantado captura la atención de miles de turistas que se acercan a conocer su historia y a corroborar en persona su belleza.

Escrito: Florencia Duré
Fuente: Ser Argentino.

sábado, 17 de octubre de 2020

La leyenda guaraní del timbó



¿Conocés el triste motivo por el cual al timbó le dicen “oreja negra”?

El timbó es ese árbol que todos crecimos viendo mientras jugábamos. Y el pueblo guaraní le puso un curioso apodo que contiene una trágica leyenda.

Grande, majestuoso y famoso por su resistente madera. El timbó es una especie que se encuentra enraizada en distintos puntos de la Argentina. Uno de ellos es la provincia de Misiones, donde es considerado uno de los gigantes de la selva. De hecho, los guaraníes lo utilizaban para construir sus canoas. Y, gracias al fruto que produce de color negro, es que lo llamaron Kamba Nambi, lo cual significa "oreja negra". A partir de eso, comenzaron a explicar su origen mediante la historia de una familia quebrada y el sufrimiento agonizante de un papá.

El incondicional amor de padre e hija

Según cuenta el relato, hace mucho tiempo vivía en pleno corazón de la selva un poderoso cacique llamado Saguáa. Este tenía una hija de nombre Takuarée, a la que amaba incansablemente y que destacaba por su imponente belleza. El hombre estaba pendiente de la muchacha día y noche, al punto de que satisfacía todos sus deseos de forma complaciente.

Aunque todo cambió cuando llegó a la aldea un apuesto guerrero que pertenecía a una tribu muy lejana. Allí, la joven se enamoró perdidamente y tomó una drástica decisión: emprender una aventura juntos y abandonar a su padre. Lo hizo por sentirse incapaz de enfrentar el daño que podía causarle a aquel. Por lo que, con su amado, decidieron que partirían al nuevo destino sin avisarle.

Cuando Saguáa advirtió la ausencia de la muchacha se hundió en la más tremenda desesperación. Corría de un sitio a otro llamándola, sin poder aceptar lo que estaba sucediendo. Hasta que en el pico de la angustia se lanzó a los peligros de la selva en su búsqueda. Todo lo que quería era encontrar algún rastro que le permitiera localizar a su querida hija. Paralelamente, tuvo que luchar contra quienes intentaban disuadirlo de hacerlo. Sin embargo, el sufrimiento le impedía oír las recomendaciones del afuera.

Inclusive, hubo integrantes de su tribu que hicieron un enorme esfuerzo por frenarlo y lo interceptaron para que no avanzara. Pero él los apartó del camino con violencia y exasperación. De esa manera, se hundió en la vegetación del lugar mientras pronunciaba sin parar el nombre de Takuarée. Si bien las zarzas lo herían a cada paso que daba, el nativo seguía adelante. Es como si se hubiese vuelto inmune al dolor. Tal vez, uno de los motivos es que cualquier mal le parecía pequeño en comparación a su gran pérdida.


Los anhelos se convirtieron en tragedia

En medio del desvarío, el hombre creía escuchar los pasos de su hija. Por eso, se tiraba al suelo constantemente y ponía la oreja bien pegada a la tierra. Con la respiración en suspenso, escuchaba lo que pasaba debajo. Es que solo intentaba descubrir de dónde provenía ese sonido que le generaba esperanzas. No obstante, se le dificultaba percibir siquiera algo, así que continuó adentrándose en los matorrales y repitiendo la secuencia.

Hasta que el cansancio lo llevó a la muerte y lo dejó tendido en el piso. Se fue de este mundo con la cabeza clavada en el pastizal húmedo por el rocío y sus lágrimas de agonía. El cadáver fue encontrado por sus hombres después de transcurrido largo tiempo. En aquel momento, quisieron cargarlo para rendirle homenajes, rituales y enterrarlo entre los suyos.

Pero al levantar el cuerpo advirtieron con gran sorpresa que la oreja del costado sobre el cual yacía estaba adherida a la tierra. Fue así que comprendieron que la única solución posible era cortársela. Y al hacerlo, quedaron maravillados por lo que pasó. La oreja de Saguáa había echado raíces y se convirtió en un histórico árbol al que hoy conocemos como timbó.

Fuente: Ser Argentino - 16 de Otubre de 2020 

jueves, 13 de agosto de 2020

Leyenda guaraní del pitogüe (benteveo)


Una anciana arpía y la historia del pitogüe

Pitogüe, o simplemente pitohé, es el nombre que le dan en guaraní al benteveo, también apodado, en otros lugares: bienteveo, pitojuana, bienteví o bichofeo. Todos de origen onomatopéyico. Parda en su espalda, amarillo su pecho y cuello, y tiene una franja blanca cruzando su cara, a modo de vincha o tal vez de antifaz. se le atribuyen cualidades de mal agüero así como, por el contrario, de anunciar buenas nuevas, según la forma en que esté cantando. Los agricultores saben valorarlo porque come los insectos que dañan los cultivos.
La leyenda cuenta que en un rancho destartalado vivía una anciana guaraní con sus cuatro hijas a quienes manejaba en forma tiránica. Sus exigencias no tenían límites aunque ella hacía poco y nada. Cascarrabias y gritona, se pasaba dando órdenes. Con el correr del tiempo, las muchachas fueron encontrando sus compañeros, pero todos ellos aceptaban a regañadientes la situación de morar con semejante suegra.
Tenía la costumbre de fumar en cachimbo*, y como era holgazana y cómoda, pedía constantemente fuego para encender su tabaco: -che pito ogüe (mi pito se apagó)- decía a los gritos y debían traerle un tizón a la disparada. Ella pretendía disponer de las comodidades y atenciones que su finado marido nunca pudo darle. Exigía de las hijas mucho esfuerzo, sin tener los medios para un buen pasar. Su negra cabellera, sujeta con una vincha amarillenta y su vestido del mismo color, con un gastado rebozo* sobre su espalda, le daban un aspecto de vieja arpía, cuya escoba voladora era reemplazada por su cachimbo.

Muy pronto los yernos con sus respectivas esposas, no soportando más el carácter autoritario y mandón de la suegra, aprovecharon el momento en que dormía la siesta y la abandonaron. cuando se despertó comenzó a gritar: «Che pito ogüe… che pito ogüe… pero nadie acudió a su requerimiento. Enojada, se levantó y se dio cuenta que estaba completamente sola. Entonces, su enojo fue mayor y siguió gritando: Che pito ogüe.. enfurecida, como si aún pudiera ser atendida.

Desesperada en su soledad, apretando su inseparable cachimbo entre sus fuertes y largos dedos como si fuera un bastón de mando, salió fuera de la casa, recorrió los alrededores y se metió en el monte cercano en busca de sus hijas, siempre gritando lo mismo.

Gruñendo y rabiando cada vez más, sin darse cuenta de que, en su frenética carrera tras sus hijas, atropellaba cuanto había en su camino, sin sentir ni importarle zarzales ni plantas espinosas que desprendían jirones de su ropa y hasta desgarraban su piel.

Cansada pero sin dejar de marchar alocadamente, sintió un tirón en la cabeza al herirse el cuero cabelludo, en momento en que sus piernas, vacilantes ya, se enredaban en un ysypo (liana), y cayó al suelo cuan larga era. Tuvo una sensación de sequedad en la garganta por el hambre, la sed y sobre todo por la falta que le hacía su tabaco. Aún así seguía gritando: pitogüe…

Agotada, casi sin sentido, quedó tendida en el yuyal. Tupá, complacido por su triste destino, la convirtió en el ave que conocemos, despreciada por algunos y apreciada por otros, pero hermosa al fin y de agradable canto, aunque algunas veces un poco chillona.

El pitogüe construye su nido en pastos secos y alguno que otro pedazo de trapo o lana, cuando consigue. Es semejante en desorden y desprolijidad al rancho aquel habitado por la anciana.

Generalmente está lleno de mymyi (piojillos). Además, heredó los fuertes y largos dedos que sostenía con firmeza el cachimbo de antaño, el agudo pico como réplica de la puntiaguda nariz y el plumaje con los colores del vestido de la vieja, incluyendo la vincha amarillenta.

Si anda solo, parece llamar a su pareja con un grave: chee… o el característico: pitogüe… repetido de tanto en tanto. Pero al encontrarse, arman alboroto de gritos repetidos: pitogüe… pitogüe… que parecen estar colmados de alegría festejando el fin de una prolongada separación. Tal vez sea el recuerdo de la ausencia de sus hijas, que produjo aquella sensación de soledad infinita, sufrida en otros tiempos.

Glosario
Cachimbo: Una pipa de fumar tabaco.
Rebozo: Es una prenda de vestir femenina de forma rectangular y de una sola pieza: Miden entre 1.5 m hasta 3 m de longitud, y pueden ser confeccionados en algodón, lana, seda o articela. Son utilizados como bufandas o a manera de chales.
Fuente:
«Mitos y leyendas guaraníes» de Girala Yampey.

lunes, 4 de mayo de 2020

Los Romeo y Julieta guaraníes



El famoso relato shakesperiano tuvo su correlato entre los guaraníes de la tierra colorada. 

El Salto Encantado, ubicado en Aristóbulo del Valle, es uno de los saltos más impactantes de la provincia de Misiones. El agua baja desde el arroyo Cuña Pirú y cae desde un asombroso precipicio ubicado a 64 metros de altura. En ese lugar, cuentan los guaraníes, aconteció una historia de dimensiones shakesperianas. Una trama cargada de pasión, romance y drama, mucho drama. Hoy, solo queda como testigo mudo de aquella apasionante leyenda el misterioso Salto Encantado.

Cuenta la leyenda…

En la selva de Misiones vivían dos tribus enemigas. El cacique de una era Aguará y el de la otra, Jurumí. Aguará tenia una bellísima hija llamada Yete-í. Como suele suceder, era pretendida por todos los caciques de la región, que ofrecían inmensas riquezas por su mano. Jurumí, el feroz enemigo, tenia un hijo llamado Cabure-í. El joven, como suele ocurrir, era famoso por su valentía y destreza en la guerra y en la caza.

Tal como en Romeo y Julieta, quiso el destino (o la casualidad) que ambos jóvenes se conocieran un día. Cabure-í recorría la selva en busca de caza, cuando fue atraído por el grito de terror de una joven. Corrió hacia allí y, en un claro del monte, vio a la hermosísima Yete-í a punto de ser atacada por un yaguareté. Cabure-í clavó su lanza en el corazón del animal, y lanzó su sapucay triunfal anunciando la muerte de la fiera.

El amor entre los jóvenes nació en ese momento como por un mágico encantamiento. Pero, al igual que en el drama shakesperiano, el problema vino cuando sus padres se enteraron. Sus tribus no admitieron este amor y volvieron a luchar sangrientamente. En vez de los Capuleto y los Montesco, los que peleaban en esta historia eran los Aguará y Jurumí.

Un final triste, pero sin veneno

Yete-í corrió hacia el campo de combate derramando lágrimas de angustia. Esas lágrimas, al tocar el suelo, formaron un cristalino hilo de agua. Cuando Cabure-í la vio en lo alto de una loma, corrió hacia ella y la tomó en sus brazos. Los guerreros guaraníes de Aguará dispararon sus flechas hacia Cabure-í y los de Jurumí hacia Yete-í. En ese instante truenos ensordecedores hicieron temblar el cielo y la tierra. El suelo se partió para cobijar a los enamorados muertos. Ante la mirada asombrada de los combatientes, las aguas del arroyo formado por lágrimas de Yete-í inundaron a los jóvenes.

Tupa, el dios guaraní, con su poder sobre todas las cosas, había creado el Salto Encantado. Allí, es el único lugar donde los Romeo y Julieta guaraníes pueden amarse en paz.

Rescate: Marcelo De Lisio

Fuente: Ser Argentino. com

https://www.serargentino.com/people/los-romeo-y-julieta-guaranies


domingo, 26 de abril de 2020

La Leyenda de la Yerba Mate


1-Un día JASY, la luna, quiso conocer de cerca la tierra. Le pidió  a su amiga ARAÍ,  la nube rosada del atardecer que la acompañara y juntas convertidas en dos hermosas muchachas bajaron y comenzaron su paseo por la selva.

Por primera vez podían caminar por la hierba fresca, escuchar el canto de los pájaros, sentir el perfume de las flores y verse reflejadas en las aguas cristalinas del río. ¡Todo era maravilloso!.



2- De pronto de entre la espesura de los árboles apareció un YAGUARETÉ dispuesto a atacarlas.
JASY Y ARAÍ quedaron inmóviles frente al feroz animal.
En ese mismo momento, un viejo cazador GUARANÍ se paró entre las muchachas y el YAGUARETÉ y apuntó con su arco y su flecha al animal.
El YAGUARETÉ al ver al anciano, escapó velozmente ocultándose nuevamente entre los árboles.


3- El viejo cazador invitó a JASY Y ARAÍ a su vivienda. Al llegar fueron recibidos por su mujer y su hermosa hija.
La familia ofreció a las dos muchachas lo único que les quedaba para comer: unos panes de maíz y luego las invitaron a descansar. 
A la mañana siguiente JASY Y ARAÍ se despidieron agradecidas y se marcharon. Cuando se habían alejado lo suficiente, volvieron a transformarse en luna y en nube rosada del atardecer y subieron al cielo. 
Desde ahí JASY siguió mirando al cazador, a su esposa y a su hija que con tanto cariño les habían dado de comer lo único que tenían en su humilde casa.


4- Luego de varios días JASY llamó a ARAÍ y le dijo:
Tenemos que premiar a esa familia que nos ofreció su casa y su comida.
Lo mismo he pensado yo, respondió ARAÍ.
La luna y la nube rosada, buscaron juntas un regalo, debía ser algo muy original… por fin tuvieron una gran idea.
Una noche volvieron a la selva y mientras la familia dormía plantaron en la puerta de la choza unas semillas celestes, luego subieron nuevamente al cielo. Desde ahí JASY iluminó fuertemente el lugar y ARAÍ dejó caer una suave lluvia.


5- A la mañana siguiente frente a la choza, habían crecido unos pequeños arboles, sus hojas eran de color verde oscuro y tenían flores blancas. Cuando el anciano despertó y salió, quedó maravillado al ver esas plantas desconocidas y llamó a su mujer y a su hija. Los tres miraban asombrados cuando de pronto el cielo se oscureció y apareció ante ellos una luz blanca, brillante que fue tomando forma de muchacha… era JASY que dulcemente les dijo:
-No tengan miedo, yo soy JASY la luna y vengo a premiarlos por su bondad. Esta nueva planta es la yerba mate y desde ahora será para todos los hombres de esta región, símbolo de amistad y alimento para beber.
Luego JASY le enseñó al anciano cómo debían tostar y moler las hojas del árbol para preparar la bebida y sonriendo volvió al cielo.


6- El cazador siguió las instrucciones, tostó las hojas y las molió, las colocó dentro de una calabaza, vertió agua caliente y con una pequeña y fina caña bebió.
Después pasó el recipiente a su mujer, para que probara… y a su hija… una y otra vez la calabaza pasó de mano en mano…. Había nacido el mate. 

Fuente: Sala Celeste - El blog de la Sala Celeste del Hogar San Rafael



sábado, 13 de julio de 2019

La luna y el jaguar - Leyenda Guaraní (Eclipses)




En una arete fiesta muy grande, el pueblo se encontraba gozando de la abundancia del maíz danzando y bebiendo el sagrado kägui (bebida especial de las fiestas) en agradecimiento a las bondades de Ñande Ru Tumpa nuestro Padre Dios. 

Una pareja, tenía por hija a Inomu, una joven muy hermosa, la misma que acompañaba a sus padres rodeada de otras muchachas de la aldea. Sin embargo, nadie se había percatado de que la doncella enamoraba a escondidas con el apuesto Tatu Tumpa Dios Armadillo. Cierta mañana, una Ärakua (pava silvestre) entonó una melodía, diciendo: "ärakua pichuikua, ärakua pichuikua... Inomu ipurua vìari, Inomu ipurúa vìari... ärakua pichuikua, ärakua pichuikua... Inomu está embarazada, Inomu está embarazada...".

Pasmados por semejante noticia, los danzarines dejaron de entonar sus canciones y los presentes, interrumpiendo la fiesta, comenzaron murmurar en contra de la bella Inomu que había deshonrado a la familia y violado las buenas costumbres de la aldea. Los padres de la joven, muy avergonzados por la actitud de su única hija, abandonaron la fiesta y se apresuraron a despedirla de la aldea. De nada sirvieron las desesperadas súplicas de la muchacha por tratar de convencer a sus padres...

Inomu, expulsada y martirizada por semejante humillación, lloraba desconsoladamente por la selva esperando que alguien se apiade de ella. Fue entonces cuando uno de sus hijos, desde sus entrañas, le pregunta: "¿por qué lloras querida madrecita?" Inomu les explica lo sucedido a sus hijos, y ellos la consolaron y se comprometieron a indicarle el camino que conduce a la casa de su padre, el Tatú Tüpa dios Tatú, con la condición de que ella recogiera todas las flores que encontrara a su paso. Así, cargada de flores, Inomu caminaba por la selva, hasta que se cansó y se quejó diciéndoles: "¿No les da pena sacrificar ustedes más a su madre, cargándola de tantas flores?. Los niños, entonces, se enojaron con su madre y no le volvieron a hablar más.

Inomu se equivocó de camino y llegó a la casa de los jaguares, quienes no tardaron en devorada, pero los gemelos fueron salvados por la madre (una anciana) de estos jaguares. Cuando los niños crecieron, vengaron la muerte de su madre matando a todos los jaguares, menos a uno de ellos que tenía dos cabezas, quien herido de una de las cabezas corrió a ocultarse debajo del tíru manto de una anciana que se encontraba sentada en una colina (era Yasì la Luna). Cuando los jóvenes llegaron ahí, Yasì Luna les mintió diciendo que no ocultaba a nadie. Pero cuando ellos se alejaron, Yasí gritaba: ¡Peyuuuuu, ko Yagua che reutamaaaa...!¡Auxilio, que el jaguar me está devorando! 

Mas cuando los gemelos regresaron, Yasí se revolcaba riendo a carcajadas. La misma broma repitió por segunda y tercera vez. Entonces, los gemelos le dijeron: "Arakae yave ndekueraií kuri esapukaitei eiko, yaecha kia tou tande repì kuri yagua iyurugui". "En vano pedirás auxilio cuando algún día el Jaguar te devore de verdad, porque nadie vendrá a tu rescate".

Los guaraní creen que cuando la luna se oscurece (eclipse) es que el Jaguar la está devorando. Para ahuyentarlo, los hijos primogénitos deberán gritar a todo pulmón y la población entera provocará estremecedores ruidos a fin de que el Jaguar se asuste y no acabe con la luna. La mancha que se observa en la luna, es la figura de un jaguar acostado dentro del manto de Yasi, según ellos. 


Fuente: Blog La Luna y el Jaguar: Fábulas, mitos y leyendas del Pueblo Guaraní

La luna y el jaguar: fabulas, mitos y leyendas del pueblo guaraníFuente: Blog La Luna y el Jaguar: Fábulas, mitos y leyendas del Pueblo Fuente: Blog La Luna y el Jaguar: Fábulas, mitos y leyeFuente: Blog La Luna y el Jaguar: Fábulas, mitos y leyendas d


sábado, 2 de marzo de 2019

Caa Yarí, Diosa de la Yerba Mate - Miguel Hachen, creador del Arte Neoguaranì



Obra creada por Miguel Hachen, creador del Arte Neoguaraní.

Originada por los Guaraníes, se fue transmitiendo la leyenda de Caá -Yarí a través de los años y las distancias. Por ello existen múltiples versiones de esta maravillosa historia que explica el origen de la Yerba Mate y sintetiza nuestra idiosincrasia. Todas las versiones, a pesar de sus diferencias, tienen como rasgo en común la idea de un aborigen entrado en años que vivía en medio de la selva, aislado del resto, con su mujer y su hija Yarí, a quien amaba y quería de sobre manera. Una noche es visitado por dos dioses, Yasí y Araí, que habían adoptado temporalmente forma humana. El anciano, sin saber quiénes eran en realidad,  las recibió con amabilidad, a pesar de haber elegido estar en la soledad de la selva. Charlaron, presentó a su familia y puso sobre la mesa la única comida que tenía, para que todos compartieran la cena.
Al otro día, estos celestiales visitantes se retiraron y sorprendidos por la amabilidad y sacrificio del anciano, que ofreció todo lo que tenía para que sus huéspedes ocasionales se sintieran a gusto, decidieron gratificarlo con un regalo. Decidieron hacer brotar su reconocimiento: en medio de la noche, mientras que la familia descansaba, los dioses aprovecharon para sorprenderlos sembrando una nueva especie de árboles menudos y desconocidos, que gracias a su magia durante la noche crecieron. A la mañana siguiente cuando la familia se despierta ve que frente a su choza yacía una plantación de árboles que no conocían, en medio del asombro de esta familia, se aparecen los dioses contándoles que solo querían agradecer su gran bondad. “Los pequeños árboles que ustedes ven es la yerba mate, que constituirá para ustedes y para las futuras generaciones de esta región el símbolo de amistad y de amor. Y su hija, por su inocencia y bondad, será consagrada como la diosa protectora de la Yerba Mate, Caa  Yarí”.


viernes, 9 de junio de 2017

El mainumbí y el cururú - Leyenda guaraní


Tupá estaba dando forma a la creación y la vio muy bella. Decidió poblar los aires y las aguas y formó las aves y los peces, llenándose de alas y de nidos. Tan entusiasmado estaba Tupá con su obra alada, que resolvió hacer una joya que surcara el aire despertando la admiración de todos por su belleza, por su color, por su aspecto, por su forma de volar. Tomó un poco de arcilla, muy poca, y le dio una forma graciosa de leve aspecto; le agregó las alitas tenues y movedizas, una cola preciosa; un pico muy fino y largo para que la nueva avecita lo pudiera introducir en las flores en busca del néctar contenido en su interior, y cubrió el cuerpecito de finísimas y sedosas plumas. Mezcló luego los más bellos colores con rayos de sol para darles reflejos irisados y con ellos pintó las plumitas de la nueva avecilla que, ya terminada, batió sus alas pequeñas y en vuelo gracioso y sutil comenzó su recorrido de flor en flor, temblando sobre ellas y sin posarse en ninguna. Según los guaraníes, la llamó mainumbí. Tupá, satisfecho, la miró alejarse, seguro de haber creado la más bonita, la más graciosa, pequeña y sutil de las aves, solo comparable a la más hermosa flor.

Añá, el diablo, por envidia, quiso hacer una creación parecida y tomó arcilla y la pintó con los únicos colores que le quedaban: verde, negro y amarillento. Miró su obra creyendo que podía competir con la de Tupá, la acarició, la levantó en el aire e intentó hacerla volar. Cuando lo hizo, su criatura cayó pesadamente al suelo. No era un ave sino el cururú (sapo).


Una bella recreación de esta leyenda es la que realiza el escritor chaqueño Gustavo Roldán en su libro Cuentos con pájaros, concretamente en el Cuento con plumas y sin plumas, el sapo es reemplazado por el murciélago, que para mi gusto es mucho más feo que el sapo, a quien le tengo tanto afecto por su tarea sanadora para la gente del campo y su contribución a la ecología. En el cuento, el autor, hace el relato más familiar y simpático, contando de un mal día para Dios porque vino la palomita a decirle “que en el mundo andaban a las patadas, que el diablo estaba haciendo barbaridades, pero lo peor de todo, era que se le había quemado la yerba del mate”. A fin de cambiar la mala suerte, se puso a hacer “una de las cosas que más le gustaban: crear nuevos pajaritos”. Amasó un poco de barro y le dio la forma de un pajarito que no existía. “Como por arte de magia, el más hermoso de los picaflores salió volando, haciendo brillar todos sus colores de arco iris… se quedó mirando la maravilla del vuelo del pajarito más chico que hubiera inventado… Esa tarde, los ángeles le escucharon silbar y tararear un montón de chamamés de esos que ni te cuento… Mientras tanto, el diablo que lo había estado espiando, intentó hacer lo mismo y al soplar sobre la mezcla, vio salir volando a un murciélago”. Se ve que la envidia no produce nada bueno.

 *El texto pertenece al libro “Colibrí, chispa pregonera de vida nueva” de Dora Giannoni, edición de la autora, 2015

domingo, 12 de marzo de 2017

Caá Yara y Caá Yarí protectores de la Yerba Mate


Cuenta la leyenda que una de las tribus, que habíase detenido en las laderas de las sierras donde tienen sus fuentes el Tabay, dejó después de breve estada el lugar, y siguió su marcha a través de las frondas. 

Un viejo indio, agobiado por el peso de los años, no pudo seguir a los que partieron obedeciendo el espíritu errante de la raza, quedando en el refugio de la selva en compañía de su hija, la hermosa Yarîi. 

Una tarde, cuando el sol desde el otro lado de las sierras se despedía con sus últimos fulgores, llegó hasta la humilde vivienda un extraño personaje, que por el color de su piel y por su rara indumentaria no parecía ser oriundo de esos lares.

Arrimó el viejito del rancho un acutí al fuego y ofreció su sabrosa carne al desconocido visitante. El más preciado plato de los guaraníes, el tambú, brindó también el dueño de casa a su huésped.

Al recibir tan cálidas demostraciones de hospitalidad, quiso el visitante, que no era otro que un enviarlo de Tupá, recompensar a los generosos moradores de la vivienda. Proporcionándoles así, el medio para que pudieran siempre ofrecer generoso agasajo a sus huéspedes, y para aliviar también las largas horas de soledad, en el escondido refugio situado en la cabecera del hermoso arroyo.


E hizo brotar una nueva planta en la selva, nombrando a Yarîi, Diosa protectora, y a su padre, custodia de la misma, enseñándoles a "sapecar" sus ramas al fuego, y a preparar la amarga y exquisita infusión, que constituiría la delicia de todos los visitantes de los hogares misioneros.

Y bajo la tierna protección de la joven, que fue desde entonces la CaáYarîi y bajo la severa vigilancia del viejo indio, que fue el CaáYará, crece lozana y hermosa la nueva planta, con cuyas hojas y tallos se prepara el mate, que es hoy genuina expresión de la hospitalidad.

La imagen da la Diosa ha sido esculpida por la naturaleza como símbolo imperecedero, en una roca de las imponentes Cataratas del Iguazú desde donde, en el centro geográfico mismo de su limitado reino, sigue esparciendo sus gracias y bondades sobre la planta que tutela.

Notas

Acutí: roedor regional.

Tambú: Gusano de carne blanca y abundante, criado por el Guaraní en los troncos del pindó, que no solo proporciona su abundante carne, sino también un aceite muy codiciado, con él curaban algunos males, apuraban las digestiones y se precavían de los innumerables insectos de la selva.

Tupá: Dios del bien.

CaáYará y CaáYarîi: Dioses protectores del Yerbal.

Fuente

Aníbal Cambas, "Leyendas Misioneras".