Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.
Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.
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domingo, 17 de noviembre de 2024
jueves, 10 de octubre de 2024
Naturaleza
Ni la roca ni el cemento pueden detener a los árboles.
La naturaleza no pide permiso, reclama lo que es suyo, demostrando que nuestras construcciones son solo parches temporales en su dominio eterno.
De la red para "La sabiduría del Gólem".
lunes, 7 de octubre de 2024
Un "árbol viejo"
- Absorbe alrededor de 22 kg de CO2 al año y produce suficiente oxígeno para dos personas.
- Estabiliza el suelo y previene la erosión. Las raíces aumentan la capacidad de retener el agua en el suelo.
- Refleja y absorbe algo de la luz solar que ayuda a enfriar el medio ambiente. Un solo árbol puede tener el efecto de enfriamiento de diez aires acondicionados.
- Contribuye a la formación de nubes, y por lo tanto tiene un impacto positivo en el microclima local y las precipitaciones.
-Llas hojas que caen al suelo, se rompen y sirven como forraje para el suelo. Promueve la fertilidad del suelo y apoya el crecimiento de otras plantas.
- Absorbe polvo y contaminantes como el óxido de nitrógeno y el dióxido de azufre, lo que mejora notablemente la calidad del aire.
- Proporcionar hábitat y alimentos a varios animales, incluyendo aves, insectos y roedores, promoviendo así la biodiversidad.
- Actúa como barrera natural de sonido y visual, especialmente beneficiosa en las zonas urbanas.
- Protege contra el viento y el frío.
- Reduce el estrés, mejora la salud mental.
- Es un hermoso tesoro.
sábado, 28 de septiembre de 2024
sábado, 31 de agosto de 2024
lunes, 8 de julio de 2024
La inverosímil historia del hombre que ha plantado 100 millones de árboles
En 2006, el presidente de Mozambique, Armando Emilio Guebuza, se acercó a conocer a Pedro Muagura. Fue hasta su humilde casa y le hizo una pregunta: ¿por qué plantas árboles? Él pensó durante unos segundos y le contestó: "La mamá cuando va a dar a luz necesita una sombra con la que resguardarse del sol, el recién nacido una cuna de madera en la que descansar y en el final, en la muerte, un ataúd será nuestro último cobijo. Los árboles son la vida".
La respuesta que escuchó el mandatario no es de alguien más, es de un hombre que ha plantado casi cien millones de árboles en 12 países distintos del planeta. Su historia es tan inverosímil como para parecer una película. ¿Qué decir de un hombre que adiestró gatos para acabar con las cobras que segaban vidas en un pueblo del norte de su país?
Muagura es un mozambiqueño de origen muy humilde. "Aprendí a amar los árboles porque mi padre no tenía dinero ni para darnos pan. Todo lo que comía me lo daban las plantas", explica. Luego, su pasión se tornó con mucho empeño en estudio universitario y de ahí comenzó su pequeña leyenda. "En el final de mi tesis universitaria me fui al monte Kilimanjaro, en Tanzania. Entonces resolví un grave problema de inadaptación de cultivos en sus laderas". La solución le hizo tan famoso, que el entonces presidente de Tanzania le pidió que se quedara trabajando en el país.
Pero el plantador de árboles decidió viajar por el mundo con una sola norma que se impone allí donde va. "En la primera hora que llego a un país tengo que plantar un árbol". En el aeropuerto de Helsinki le permitieron hacerlo en la propia terminal, pero cuando lo intentó en Londres se llevó la hasta ahora única negativa. "Eran gente rara. Aterricé y le di los buenos días a tres personas. Dos no me contestaron y otra me preguntó qué quería. Nada, sólo darle los buenos días, le contesté. Luego hablé con alguien del recinto y le pregunté dónde podía plantar un árbol. Me dijo que en ningún sitio, así que decidí sentarme, no hablar con nadie e irme".
Eran tiempos aquellos en los que Muagura recorría becado el norte de Europa y se quedaba extrañado al ver que en Finlandia crecía la vegetación del hielo: "No lo podía entender". Sufría en Rusia ataques xenófobos: "Comí en un restaurante donde rompieron los platos en los que yo había comido por ser negro. Planté unos cuantos árboles allí y también me marché".
Su vida tiene tintes humorísticos, como cuando en Suecia fue a comprar bananas. "Yo como en Mozambique decenas de plátanos al día. En Suecia fui a una frutería y vi que troceaban las bananas en pequeñas porciones. Me extrañó, pero quería comer de nuevo mi fruta favorita. Pedí sólo una y cuando me dijeron el precio no me lo podía creer, con ese dinero compraba 100 en mi país. No pude pagarla". Por último, en el aeropuerto de Johannesburgo, en el hotel que hay frente a la terminal internacional, obligó a que regaran las mustias plantas o se negaba a comer. "Ya había pedido y a los empleados no les quedó más remedio que regar el jardín".
'Vi una tala ilegal desde el aire y lloré'
Sirvan estos ejemplos para escenificar la vida de una amante de la naturaleza. En la actualidad, trabaja en el Parque Nacional de Gorongosa, en Mozambique, repoblando un país en el que la deforestación por la venta de madera es importante. "En una ocasión me subieron a un helicóptero sin avisarme de lo que iba a ver. Desde el aire contemplé un área grande donde hacían tala ilegal y un incendio. Comencé a llorar». Muagura trabaja con las comunidades más humildes, enseñándoles a respetar el entorno. "Muchos de los que antes eran mis enemigos son ahora colaboradores que me ayudan en los viveros. En nada llegaré a la cifra de haber plantado en mi vida cien millones de árboles, llevo ya 97 millones".
Además, él fue el artífice de acabar con un problema de picaduras de cobra en Guro, un poblado de Mozambique. "Me llamaron y contaron que morían por sus picaduras cuatro personas cada seis meses. Pensé y decidí comprar 45 gatos y adiestrarlos". Los encerró durante un tiempo y les fue dejando sin comida y acostumbrándolos en sucesivas pruebas a comer primero cobra a la brasa y luego viva. Los que no pasaban los exámenes los iba soltando. Al final quedó un ejército de 30 gatos que han provocado que sólo muera por picadura de cobra una persona cada dos años.
Por último, Muagura, el plantador de árboles al que la BBC hará en breve un reportaje, deja dos sentencias. ¿Quieres más a las plantas o a los hombres? "Quiero más a las plantas. Nosotros, los humanos, estamos destruyendo la naturaleza por no respetarla". ¿En qué lugar del mundo plantarías un árbol si te dejaran elegir un único sitio? "En el lugar donde yo nací".
Fuente:
Diario El Mundo - 21 de Abril de 2012.
https://www.elmundo.es/elmundo/2012/04/21/natura/1335002421.html
miércoles, 23 de febrero de 2022
viernes, 14 de enero de 2022
martes, 16 de noviembre de 2021
lunes, 11 de octubre de 2021
Renaturalización / Reforestación
Los árboles Árbol de hoja caduca tienen una importante función en la captura y almacenamiento de CO2, llegando algunos hasta los 150 kilos/año. Además, tienen la capacidad de regular la temperatura entre 2 y 8 grados Termómetro
Ciudades verdes en el viento para un mundo más sano.
miércoles, 1 de septiembre de 2021
En Misiones (Argentina) rescatan especies nativas como la exótica Jaboticaba, un singular árbol cuyos frutos crecen pegados al tronco
Guapurú o Yvapuru es su nombre en lengua guaraní, pero ahora es más conocido por “Jaboticaba” (Yabuticaba). Se trata de un árbol nativo de Brasil, Paraguay, Bolivia y Argentina, pertenece a la misma familia que el guayabo y el arrayán y no pasa desapercibido a la vista de nadie dado que tiene una particularidad de lo más extraña: sus frutos crecen pegados al tronco. Es decir que no cuelgan sino que brotan de las ramas y troncos.
Este fruto, es una baya altamente perecedera, de cáscara delgada y lisa, mientras que su pulpa es blanca, jugosa y de sabor agridulce. Se consume directamente como fruta fresca, pero también se pueden preparar refrescos, mermeladas, licores y vinagres caseros.
Entre sus múltiples propiedades, esta fruta tropical es antioxidante, calmante y puede ayudar a pelear contra el envejecimiento, la diabetes y el cáncer. Su consumo contribuye a mejorar la circulación sanguínea, proteger la visión, estabilizar los niveles de azúcar en sangre y regular la actividad intestinal.
A primera vista, el árbol tiene un aspecto tortuoso, con muy pocas ramas, de corteza gruesa y un poco espinosa. Crece generalmente bajo la sombra de árboles más grandes y sus frutos se concentran en el tronco principal y en las ramas gruesas. Son morados al principio y negros al madurar.
Jose Radins, agrónomo, biólogo y especialista en frutos del monte, comentó en diálogo con Bichos de Campo que “su crecimiento en relativamente lento comparado con otros árboles de la selva. Demora en fructificar por primera vez entre 8 a10 años, en plantas cultivadas a partir de semillas, pero el proceso puede acortarse cuando se realiza la reproducción por acodos. Las flores aparecen en septiembre y los frutos a fines de septiembre y octubre”.
Radins dijo también que “cuando crece en la selva puede alcanzar de 6 a 15 metros de altura, formando un tronco de 20 a 40 centímetros de diámetro. El tronco se ramifica a veces desde el suelo y otras a mayor altura (dependiendo el lugar donde crece, más expuesta o menos expuesta al sol). La corteza es fina y su fruto es esférico y mide de 1,8 a 2,5 centímetros de diámetro. Antes de madurar por completo tiene un color violáceo, con piel negra brillante cuando está completamente maduro. La corteza es fina, con taninos, lo que se percibe como de sabor amargo al masticar”.
Otra de las particularidades que compartió el biólogo es que “los frutos se consumen frescos y son muy sabrosos a pesar de tener una piel gruesa y semillas grandes, pero también pueden despulparse y aprovecharlos para hacer jugos, jaleas, mermeladas, licores, helados, vinos. Por su gran contenido en antocianinas, es un producto excelente para combatir los radicales libres”.
Incluso Radins agregó que “al ser tan ornamental el árbol por su tronco blanquecino, de bajo porte (en cultivo) se recomienda su uso en proyectos de paisajismo y en plantaciones para restauración y conservación de ecosistemas. Sus frutos alimentan a la avifauna en general y las flores producen néctar y polen para las abejas”.
El Guapurú o Jaboticaba ha sido inspiración para comunicadores como Carlos Vedoya Recio, cuya productora se llama precisamente “Guapurú” en honor a este arbolito. “Me gusta como filosofía: somos frutos del mismo árbol. Donde te toque, entre raíces y ramas, por igual”, expresó a Bichos de Campo el periodista agropecuario misionera, quien gusta más que lo llamen “comunicador de la selva”.
Desde los múltiples olores, texturas y colores que emergen de esa selva misionera Vedoya Recio rescató al singular fruto al punto tal que en su bar “Zoco” de Posadas ofrece una tarta con relleno de Guapurú. “Se llama tarta ‘Inmaculada’ y expresa nuestra mayor aspiración en la primavera que recién empieza. Un delicado manto sagrado de mousse de chai con corazón de guapurú en crema. No es sólo una tarta más: es una advocación”, aseguró Vedoya Recio, quien desde hace 18 años escribe en su sitio web NEA Rural y comunica las bondades de su tierra desde su programa radial Frontera Jesuita, que se emite los sábados de 8 a 10 por Radio República.
“Es un arbolito de monte, difícil como todo nativo, por ende todavía no fue domesticado. Puede crecer en patios y zonas urbanas pero ni por densidad ni por producción. Fruta cuando quiere y puede demorar hasta 15 años en hacerlo. Yo siempre tengo fruta procesada o congelada en el bar y hacemos nuestras propias mermeladas, destilados y demás”, declaró el periodista y sommelier de te.
Con el objetivo de continuar su descubrimiento y rescate, un par de mujeres de esa provincia usan sus frutos para elaborar mermeladas y licores. Es el caso de Rosa Szulepa de la Asociación Mujeres Soñadoras, provenientes de los municipios de Salto Encantado y Aristóbulo del Valle, quienes han recuperado las recetas de sus abuelas, encontrando en la cocina una forma innovadora de aprovechar los frutos nativos de la selva misionera, y al mismo tiempo un modo de subsistir económicamente.
“Es un árbol que tarda mucho en crecer y sus frutos pueden comerse en fresco o bien consumirse en jugo, el cual es muy diurético. También hacemos licor y vinagre. Es un producto muy bueno y dependiendo del clima puede dar frutos hasta tres veces al año”, indicó Szulepa.
La venta de sus productos es local, en restaurantes, hoteles, y en ferias como la Forestal de Posadas, pero también venden en otros puntos de Misiones que ya consiguieron el registro provincial. El próximo paso, según Szulepa es poder conseguir el llamado Tránsito Federal otorgado por el Instituto Nacional de Alimentos (INAL) para llegar a otros rincones del país y también poder exportar dando a conocer el fruto de la Jaboticaba.
La asociación Mujeres Soñadoras nació en el seno de las casas de estas mujeres, donde se reunían para cocinar, hasta que hace pocos días consiguieron, junto a ambos municipios, un terreno donado en Comodato lo que les permitirá tener un lugar fijo donde trabajar, y fueron reconocidas por constituir un ejemplo de cooperación, calidad, diversidad y compromiso.
“El destino que le damos al dinero recolectado es al bienestar de nuestras familias y nuestra meta es darle valor al monte y que se cuide a nuestras plantas nativas. De ahí sacamos un gran beneficio: comer sano y saludable”, dijo.
A futuro Szulepa confesó que les gustaría consolidar la asociación que integra. “Tengo una experiencia que no olvidaré nunca. Cuando empezamos a hacer mermeladas de frutas nativas parecía que sería extremadamente difícil. Me dije ´eso no va a funcionar ¿Cómo vamos a poder vender más?´ pero lo logramos con mucho esfuerzo y paciencia”, reveló.
“Veo que entre la gente se tomó conciencia e interés acerca del valor de plantas nativas como la Jaboticaba, a punto tal que se están preparando plantines nuevos, pero debemos entender que lleva muchos años hasta que comienzan a producir frutos”, expresó Szulepa.
Otro de los proyectos que tienen en mente es hacer una fábrica de bioinsumos para elaborar abonos orgánicos. “Las mujeres que integran esta asociación son humildes, sinceras, dinámicas y muy guapas. Hay de todas las edades, pero van desde los 30 a los 80 años. Ahora se integraron muchos jóvenes y eso nos da un alivio por el interés que muestran, y nos ayudamos mutuamente. Tenemos 50 socios, una comisión directiva y somos 4 las mujeres que elaboramos los envasados”, relató.
Pero nada sería de las Mujeres Soñadoras sin la colaboración de Marina Parra, referente del proyecto USUBI (Uso Sustentable de la Biodiversidad) en Misiones, el cual se realiza en coordinación con el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación, el INTA y el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Desde ese lugar Parra colaboró bastante para que estas mujeres pudieran conseguir el financiamiento y así producir, elaborar y confeccionar el packaging de sus productos.
“Tenemos jóvenes incluso que se encuentran participando de esta experiencia que apunta al uso sustentable de la biodiversidad como estrategia, no sólo de conservación sino también de fortalecimiento de las condiciones de generación del empleo verde y el arraigo territorial de hijos e hijas de familias rurales”, declaró a Bichos de Campo.
Con USUBI buscan un enfoque del uso de los bienes naturales de la selva desde la sustentabilidad ambiental y socioeconómica, a partir de la formación teórico-práctica sobre viveros y la producción de frutales nativos. Este tipo de plantines sirven al enriquecimiento de suelos y espacios verdes, así como a la provisión de materia prima de productos gastronómicos.
“Es muy bueno trabajar con plantas nativas, y rescatarlas para que no se pierdan en necesario tanto para nosotros como para el ambiente. Es una oportunidad que nos abre muchas puertas, para el aprendizaje y la experiencia y nos abre un futuro con más oportunidades laborales. A su vez, con esto los jóvenes pueden permanecer en la chacra y no tener la necesidad de buscar algún trabajo en la ciudad”, manifestó Parra.
Con los plantines buscan tener un control de calidad de los frutos, lo que les permitiría mejorar la materia prima para diversas actividades productivas sustentables, como la elaboración de mermeladas, vinagres, licores y aderezos. Estos viveros de frutales nativos garantizan que las plantas sobrevivan teniendo en cuenta sus ciclos fenológicos y rendimientos productivos.
“Como sólo se valora lo que se conoce, nos encanta poder rescatar especies nativas como la Jaboticaba. Es por eso que brindamos capacitación en el ciclo de viverización, identificación y cosecha de árboles semilleros, tipos de semillas y sus tratamientos pre germinativos, los cuidados, laboreos y rustificación de plantas. Esto es contribuir a la biodiversidad y a la mejora en la calidad de vida de las familias rurales”, concluyó.
Fuente: Bichos del Campo - 28 de Agosto de 2021 . Escrito por Julia Luzuriaga
https://bichosdecampo.com/en-misiones-rescatan-especies-nativas-como-la-exotica-jaboticaba-un-singular-arbol-cuyos-frutos-crecen-pegados-al-tronco/?fbclid=IwAR3sD9dkow340LnZsP0loULYgpqbrqyqqktaPTDGMphmXc6_B7Rd0snpoGQ
sábado, 7 de agosto de 2021
miércoles, 21 de julio de 2021
Àrboles
Empecemos a plantar muchos, muchos árboles, averigüemos cuales son los que corresponden a tu zona, y por sobre todo cuídalos.
Revolución verde.
Fuente: The Oxygen Project.es
martes, 22 de junio de 2021
lunes, 21 de junio de 2021
sábado, 13 de marzo de 2021
viernes, 4 de diciembre de 2020
Memoria verde - Eduardo Galeano
Diciembre 4
Memoria verde
Como nosotros, los árboles recuerdan. Pero ellos no olvidan: van formando anillos en el tronco, y de anillo en anillo van guardando su memoria.
Los anillos cuentan la historia de cada árbol y delatan su edad, que en algunos casos llega a los dos mil años; cuentan qué climas conoció, qué inundaciones y sequías sufrió, y conservan las cicatrices de los incendios, las plagas y los temblores de tierra que lo han atacado.
Un día como hoy, un estudioso del tema, José Armando Boninsegna, recibió de los niños de una escuela argentina la mejor explicación posible:
—Los arbolitos van a la escuela y aprenden a escribir. ¿Dónde escriben? En su panza. ¿Y cómo escriben? Con anillos. Y eso se puede leer.
Eduardo Galeano - Los hijos de los días
jueves, 12 de noviembre de 2020
lunes, 2 de noviembre de 2020
Samaúma, el árbol abuela
Escrito por Carolina Levis (New York Times)
El árbol de samaúma es uno de los más grandes y altos del bosque. Su copa florece en el cielo y sus raíces abrazan todo lo que les rodea. La gente local lo llama el “árbol-abuela”, y los investigadores etnográficos han descubierto que los pueblos indígenas enterraban a sus muertos en urnas entre esas raíces. También usaban el árbol para comunicarse con otros en el bosque: cuando se golpean sus raíces, el sonido reverbera a través del tronco como un tambor.
La primera vez que vi un samaúma gigante, también conocido como kapok, fue en el Bosque Nacional Tapajós en el norte de Brasil. Me sorprendió tanto la grandeza del árbol como su presencia en ese lugar, creciendo en un suelo pobre en nutrientes y a muchos kilómetros del río Amazonas. El árbol generalmente crece en llanuras aluviales, donde se nutre de los minerales arrastrados desde los Andes. ¿Qué hacía allí?
Un guía me dijo que el frondoso bosque que rodea al samaúma había sido el hogar de sus antepasados. Me mostró decenas de árboles de pequi creciendo en arboledas. Un pequi tarda de 10 a 15 años en producir fruto, pero cuando lo hace, las frutas son almidonadas y ricas en calorías; su aceite se utiliza para tratar infecciones, quemaduras e inflamaciones.
No es una coincidencia que muchos árboles como esos —usados tanto como alimento como medicina— se encuentren agrupados y abunden en el bosque. Tampoco es una coincidencia haber podido encontrar muchos pedazos de cerámica rota alrededor del samaúma. Claramente, esta zona había sido habitada y cultivada durante siglos. Quizás la gente aquí había cuidado del árbol samaúma o creado las condiciones adecuadas para que creciera.
La Amazonía es tan “salvaje” como uno se puede imaginar, pero ha habido gente habitándola durante aproximadamente 13.000 años. Normalmente pensamos que los humanos están destruyendo la Amazonía, pero también es cierto que sin haber personas allí, a lo mejor los árboles de samaúma y pequi que yo vi, no hubieran podido existir.
Se tendría que investigar mucho más para comprender la historia de la relación entre las personas y el mundo natural. La datación por radiocarbono y la datación por anillos de árboles nos dicen cómo creció un árbol. El análisis genético puede revelar señales de domesticación y cuáles plantas migraron con las personas. Pero la idea de que un árbol vivo lleve consigo parte de la historia de la humanidad —la idea del árbol como registro arqueológico— es fascinante.
Hoy estos árboles están en peligro. La deforestación ilegal ha aumentado en los últimos años. A menudo esto conduce a incendios extensos, cada vez más comunes en toda la región, con consecuencias devastadoras para la gente y sus memorias, y el bosque mismo.
Los árboles no son los únicos que guardan esas memorias; hasta la tierra cuenta una historia. Las parcelas de suelo negro y extremadamente fértil —“terra preta” o tierra oscura— son un indicio de que una comunidad cultivaba esa zona. Estos eran los vertederos de desechos de los amerindios que vivían en poblados humanos sedentarios y densos antes de la llegada de los europeos. Arrojaban restos de comida y cerámicas rotas y quemaban basura. Entonces los nutrientes se acumularon en el suelo, hasta llegar a ser lo suficientemente fértil para que crecieran nuevas plantas.
Los expertos estiman que estos depósitos se pueden encontrar en aproximadamente 154.000 kilómetros cuadrados del bosque, especialmente en las orillas de los ríos.
En la Amazonía boliviana, desde hace unos 11.000 años, la gente comenzó a cultivar mandioca y calabaza. Crearon 4700 “islas forestales artificiales”, oasis de árboles y otras plantas dentro de los paisajes de la sabana. Desde hace unos 1500 años, también se construyeron, en las tierras bajas de Bolivia, cientos de montículos, muy probablemente lugares de asentamientos. En vísperas del contacto europeo, en 1491, la región amazónica mantenía al menos a 8 millones de personas, algunas de las cuales vivían en grandes pueblos de 1000 personas o más.
Estos pueblos dieron forma a la región. Modificaron los suelos, al aumentar su fertilidad y expandir la distribución de las plantas que necesitan muchos nutrientes. Seleccionaron, esparcieron y propagaron especies de plantas de mayor utilidad, mientras se fueron eliminando las plantas no deseadas. Los pueblos indígenas domesticaron en cierta medida cientos de especies, incluidos cultivos que siguen siendo importantes hoy en día, como nueces de Brasil, palma de azaí, mandioca, maíz, pimientos picantes, arroz y árboles de cacao. Esta “selva virgen” sería muy diferente sin la presencia de pueblos indígenas.
Incluso hoy, comunidades tradicionales a menudo regresan a los lugares donde vivieron sus antepasados, actualizando viejas memorias y revitalizando antiguas prácticas. Como me contó un lugareño acerca de una arboleda de castaños, “Cuando nuestro abuelo limpiaba el área dos veces por semana, el castañal producía. Ahora la cubierta forestal se ha cerrado y ya no produce”.
Otro me dijo: “El bosque es una herencia y debemos enseñar a nuestros hijos a usarlo. Nuestro padre nos dejó los árboles de caucho”.
Las comunidades indígenas pueden enseñarnos mejores formas de vivir y desarrollar la tierra. Este conocimiento adquiere un valor especial ahora, cuando el ser humano se ha convertido en el principal causante de las crisis climáticas y biológicas.
La gran pregunta es: ¿Cómo ha sustentado la Amazonía a bosques tan diversos después de miles de años del uso humano de la tierra?
Puede haber pistas en los pueblos circulares del Parque Nacional Indígena Xingu y otros lugares parecidos. Indígenas locales, e investigadores encabezados por el arqueólogo Michael Heckenberger, descubrieron estos pueblos, compuestos de plazas centrales unidas por caminos que se alinean con el movimiento del Sol. Entre 250 y 1000 habitantes Xingu vivían en estos lugares, rodeados de un mosaico de jardines, huertas y bosques gestionados.
En un artículo de la revista Science, Heckenberger y sus colegas describieron cómo estos pueblos desarrollaron un sistema urbano adaptado al entorno boscoso más de 500 años antes de que sir Ebenezer Howard, el urbanista inglés que fundó el movimiento urbanístico de la ciudad jardín, propusiera un modelo muy similar.
Durante siglos, los científicos buscaron una “Ciudad Perdida” escondida en la Amazonía. Buscaban un modelo estándar de grandes edificios de piedra, comunes en las ciudades de Europa y Medio Oriente. Otras formas de monumentos, expresadas por los árboles que estaban frente a sus ojos, pasaron desapercibidas.
Los árboles gigantes, como las abuelas del Bosque Nacional Tapajós, son lazos entre los pueblos amazónicos y sus antepasados. Quemar uno hasta los cimientos es como destruir una biblioteca llena de registros históricos irremplazables.
Carolina Levis es investigadora postdoctoral en ecología de la Universidad Federal de Santa Catarina. Traducido del inglés por Erin Goodman.

Fotografia 1: Un integrante del grupo indígena Uru Eu Wau Wau es retratado en la base de un árbol samaúma. Credit Victor Moriyama para The New York Times.
Fotografía 2: La BioGuía.
Fotografía 2: La BioGuía.
Fuente: Revista de Prensa.
https://www.almendron.com/tribuna/el-arbol-abuela/
lunes, 19 de octubre de 2020
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