Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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domingo, 2 de febrero de 2025

Las tierras indígenas son la clave para mitigar el cambio climático


No es casual que el avance sobre los pueblos indígenas y los desastres ecológicos ocurran a la par. Mientras la desposesión de tierras sigue ocurriendo en distintos países de América Latina, se sienten cada vez más los efectos del cambio climático. Parece necesario recordar quiénes son los que han convivido con la naturaleza durante siglos para lograr salvar a la Tierra.

La conservación de la biodiversidad y la mitigación del cambio climático han adquirido un carácter prioritario en la agenda global, impulsando la creación de nuevas áreas protegidas y fuertes inversiones en proyectos ambientales. Sin embargo, el modelo actual de conservación está marcado por una profunda paradoja: a la par de esas prioridades e inversiones, no se toma suficientemente en cuenta el deterioro y la pérdida progresiva de territorios indígenas, así como la violencia, la desigualdad y la falta de reconocimiento de los derechos de quienes han convivido con la naturaleza durante siglos.

Respetar los derechos de los pueblos indígenas sobre sus territorios representa soluciones basadas en la naturaleza, efectivas y justas, ya que promueven tanto la mitigación del cambio climático y la conservación de la biodiversidad, como el bienestar de los pueblos originarios. Debido a la integridad que generalmente caracteriza a los ecosistemas dentro de estos territorios, se mantienen sus capacidades de almacenamiento de carbono.

Pero esas contribuciones de los territorios indígenas a la salud planetaria están vinculadas a las cosmovisiones, valores y modos de vida de sus pueblos. Ese es el caso del buen vivir del pueblo quechua (Sumak Kawsay) en distintos países andinos, o del buen vivir del pueblo guaraní (Teko Porâ) en Paraguay, sur del Brasil y norte de Argentina, así como la cosmovisión de los mapuches en el sur de Chile y de Argentina, y el de numerosos pueblos originarios amazónicos.

De hecho, no es casual que la desintegración social y cultural de los pueblos indígenas y de la integridad ecológica de sus territorios ocurren a la par, tanto en nombre del desarrollo como por intereses económicos (legales e ilegales), o por presiones desde poblaciones pauperizadas (indígenas o no indígenas).

Más allá de los exterminios o desplazamientos forzados en tiempos coloniales, la desposesión de los pueblos indígenas de sus tierras sigue avanzando en distintos países de Latinoamérica. Los mayas en México, los awajún y los wampís de la amazonia peruana, los miskitu en Nicaragua, los mbä-guaraníes en Paraguay y en Brasil, los mapuches de Chile y Argentina, entre muchos otros, luchan por defender sus territorios ancestrales. A pesar de avances legales como la adquisición de títulos de propiedad colectiva, los medios de vida de estos pueblos siguen amenazados y cediendo paso a la expansión de industrias extractivas.

Desposesión y degradación. La desposesión de los indígenas de sus tierras también puede ocurrir en nombre de la conservación, fenómeno conocido como acaparamiento verde (green grabbing), conservación excluyente o de fortaleza (fortress conservation), o conservación colonial. En América Latina, estas tensiones pueden encontrarse en casos como el Parque Nacional Yasuní en Ecuador, el Parque Nacional del Manu en Perú, la Reserva de la Biosfera Maya en México o el Parque Nacional Lanín en Argentina.

Los desplazamientos de pueblos indígenas por desposesión y la consiguiente transformación de ecosistemas naturales o seminaturales en campos de pastoreo, cultivos y forestaciones son apenas la punta del iceberg. Y es que la degradación de la integridad geográfica, ecológica, cultural y social de sus territorios es tan frecuente como poco visible. Esta no solo impacta en la dignidad de los pueblos indígenas, sino también genera un círculo vicioso de pobreza, deterioro ambiental y bloqueo al acceso a fondos de financiación.

No todo está perdido. Los territorios indígenas aún contienen una porción sustantiva de los paisajes y ecosistemas menos modificados del planeta, y sabemos que muchos pueblos indígenas profesan un respeto por la naturaleza que va mucho más allá de nuestros mejores discursos conservacionistas.

Según investigaciones como la liderada por Stephen Garnett, publicada en la revista Nature Sustainability, y otras que se fueron sumando en la misma línea, los pueblos indígenas gestionan o tienen derechos sobre más de un cuarto de la superficie terrestre del planeta, lo que representa un porcentaje significativamente mayor que el de otras tierras protegidas, y la tercera parte de los Bosques Intactos del mundo se encuentran dentro de tierras indígenas. Esto las convierte en áreas cruciales para la mitigación del cambio climático ya que las tasas de pérdida de bosques siguen siendo significativamente más bajas en tierras indígenas que en otras tierras, aunque con amplias variaciones entre países.

¿Por qué la inversión en conservación en tierras indígenas no es proporcional al rol clave que juegan en la conservación de la biodiversidad? La falta de inversión se debe a una serie de limitantes que varían caso a caso: débiles estatus legales de tenencia de las tierras, desvíos de los fondos a otros destinos, conflictos con las políticas de desarrollo, administración ineficiente de fondos, restricciones en el acceso a programas de ayuda y compensaciones, falta de mecanismos de control para evitar la explotación ilegal de recursos y la invasión de tierras indígenas, y sobre todo desconfianza, en ambas direcciones.

Hacia soluciones basadas en justicia territorial indígena. Es esencial establecer nuevas formas de colaboración entre las comunidades indígenas, y otros actores locales y globales, para que los reclamos territoriales indígenas y las inquietudes globales por las pérdidas de biodiversidad y el cambio climático converjan.

Para ser viables y sustentables, esas soluciones basadas en “justicia territorial indígena” necesitan diferenciarse de las viejas fórmulas asimétricas, donde los pueblos y territorios indígenas aparecen en los acuerdos como párrafos políticamente correctos, pero que en la práctica suelen quedar relegados al ámbito discursivo, sin materializarse en acciones concretas. La mayor parte de los esfuerzos por identificar y desarrollar oportunidades de negocios capaces de impulsar soluciones basadas en la naturaleza se basan en lógicas, idiomas y cuerpos técnicos que no necesariamente atienden a estas realidades.

Alrededor del mundo, se han desarrollado experiencias valiosas que se podrían recuperar, sistematizar, mejorar y adaptar a distintos contextos. Un ejemplo es el Proyecto Kayapó en Brasil, que en asociación con ONG internacionales y el gobierno brasileño, ha permitido que el pueblo kayapó implemente programas de monitoreo forestal y manejo sostenible de recursos naturales. Otros ejemplos son el pago por servicios ambientales que impulsa el gobierno de México, a través de la Comisión Nacional Forestal en beneficio de pueblos originarios, y los Planes de Vida impulsados desde el gobierno de Colombia para los u’wa y otras comunidades indígenas. E incluso se han aprendido valiosas lecciones de proyectos de reducción de las emisiones debidas a la deforestación y la degradación de los bosques (REDD+) de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Pero para incorporar estas soluciones de manera efectiva y sustentable, se requiere fortalecer los mecanismos de protección de los derechos indígenas, garantizar su participación en la toma de decisiones y asegurar una distribución equitativa de los recursos destinados a la conservación.

Aún existe una brecha significativa entre los derechos reconocidos y la realidad que viven en sus territorios. Si bien la titulación de tierras indígenas es un primer paso, no siempre garantiza la protección efectiva de sus derechos. En muchos casos, la participación de estos pueblos se limita a la consulta, a la información o a la firma de acuerdos, cuando son fundamentales para la retroalimentación de conductas y compromisos.

Para cambiar esta realidad es necesario reducir las desigualdades de estas comunidades en el acceso a la educación, a la atención sanitaria, a la justicia, a tecnologías básicas y a las autoridades. Y así como las inequidades de género están ganando espacio dentro de los programas de apoyo internacional, es importante que una proporción de los fondos se destine a financiar soluciones basadas en justicia territorial indígena.

Consideraciones finales. El reconocimiento y respeto de esos territorios significa mucho más que una fórmula para reducir grandes transformaciones y el reemplazo de ecosistemas diversos. Si realmente se quiere integrar a los pueblos indígenas en las agendas de conservación, es crucial evitar caer en estereotipos reduccionistas que los limitan al rol de “guardianes de la naturaleza”.

Estas miradas, aunque bienintencionadas, pueden invisibilizar las complejidades de las culturas indígenas y en definitiva fracasar al separar las “soluciones basadas en la naturaleza” de las soluciones “basadas en la naturaleza y justicia territorial indígena”.

La verdadera inclusión implica respetar la diversidad de visiones y permitir que los pueblos indígenas sean los protagonistas de su propio desarrollo, sin imponerles modelos de conservación. La conciliación entre la justicia territorial indígena y las soluciones basadas en la naturaleza depende de la construcción de vínculos libres y virtuosos que garanticen el respeto de sus derechos y su papel fundamental en la gestión de sus territorios.

*Un texto producido en conjunto con el Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI). Las opiniones expresadas en esta publicación son las de los autores y no necesariamente las de sus organizaciones.

Fuente
Perfil - 31 de Enero de 2025

https://www.perfil.com/noticias/elobservador/las-tierras-indigenas-son-la-clave-para-mitigar-el-cambio-climatico.phtml

domingo, 29 de septiembre de 2024

Mafalda, cumple 60 años



Facundo Rolandi*

Mafalda nació en 1964, en un mundo en ebullición, cargado de tensiones políticas y sociales propias de la Guerra Fría. Aunque su creación fue inicialmente un encargo publicitario para promocionar electrodomésticos, en el que Mafalda tenía el objetivo de ser una integrante más de una familia argentina tipo, Quino pudo transformar ese personaje en una de las voces más influyentes de la historieta mundial.

A través de la inocencia infantil logró exponer la crudeza del mundo adulto, haciendo emerger a Mafalda como una pequeña heroína que, sin pretenderlo, con la sencillez de sus palabras, y con esa capacidad mágica para sintetizar grandes ideas, podía cuestionar fenómenos políticos, sociales y culturales que se daban como naturales en su época.

Y no es casual que detrás de Mafalda estuviese Quino, quien en diversas entrevistas se describió a sí mismo no sólo como un dibujante, sino como un “periodista que usaba el dibujo para comentar sobre el mundo” que lo rodeaba.

Esto no les gusta a los autoritarios
El ejercicio del periodismo profesional y crítico es un pilar fundamental de la democracia. Por eso molesta a quienes creen ser los dueños de la verdad.

“Me preocupo y amo a la humanidad, pero sufro mucho porque no encuentro un sistema que me parezca justo y en el que a mí me gustase vivir” (Quino)

Quino siempre fue coherente con las preocupaciones de Mafalda. Su obra era un reflejo de las inquietudes que lo atormentaban. “A la historieta he pretendido darle un rol social”, dijo en más de una oportunidad. Mafalda, sin embargo, no fue un personaje autobiográfico.

Aunque Quino se identificaba más con Felipe, el niño tímido que temía no cumplir con las expectativas de los adultos, fue a través de Mafalda que pudo expresar su visión más crítica del mundo. A medida que el autor delineaba cada personaje, iba reconociendo en ellos arquetipos que habían estado presentes en la sociedad desde tiempos ancestrales.


A la historieta he pretendido darle un rol social', dijo Quino”

“Mi intención es que la gente, leyendo Mafalda o lo que diablos sea, se avive de cómo es el asunto, pero estoy seguro que de que no se aviva porque hay tipos que opinan abiertamente lo contrario que yo, y les gusta Mafalda. Esto me deprime bastante”, le dijo Quino en una entrevista a Paco Urondo a sólo unos años de la publicación de Mafalda.

Hoy, a 60 años de su lanzamiento, podemos recuperar esa inquietud de Quino a partir de la novedad de la próxima serie de Netflix, producida y dirigida por Juan José Campanella. ¿Esta superproducción internacional mantendrá su espíritu abiertamente crítico de Mafalda o priorizará el entretenimiento por sobre todas las cosas?

Porque Mafalda es mucho más que una simple niña de historieta. Es una metáfora de la condición humana, una voz que siempre se encargó de poner en evidencia, según Quino, “la lucha por la libertad”. En ese sentido, desde el humor y la ironía, la historieta logró poner en cuestión tanto las grandes como las pequeñas injusticias cotidianas, dándole visibilidad a personajes que estaban siendo oprimidos por un sistema global, muchas veces sin siquiera darse cuenta.

Ese tal vez fue uno de los mayores motivos por el cual Mafalda trascendió las fronteras argentinas y latinoamericanas y se tradujo en decenas de idiomas, logrando ser adoptada por públicos diversos, de culturas disímiles, pero compartiendo una misma línea de pensamiento crítico: hay un sistema que perpetúa la desigualdad y los adultos no hacen lo suficiente para evitarlo.

“Me preocupo y amo a la humanidad, pero sufro mucho porque no encuentro un sistema que me parezca justo y en el que a mí me gustase vivir”, supo declarar Quino al ser consultado por el rol del artista y su vínculo con la política. Y esa legítima preocupación seguramente fue una de las principales motivaciones para crear a su personaje más emblemático.

La voz de esta eterna niña, a 60 años de su primera aparición, sigue tan viva como siempre. Su mirada atraviesa décadas y generaciones, recordándonos que en cada rincón donde hay injusticias, también hay lugar para la transformación. Ojalá que Mafalda siempre gane nuevos lectores y que su próxima serie nos invite a hacernos preguntas inteligentes –por incómodas que sean– que eleven el debate público poniendo en tensión buena parte de las verdades de nuestro tiempo.
*Licenciado y profesor en Comunicación Social por la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), Posgrado en Desarrollo, Políticas Públicas e Integración Regional (FLACSO).

Fuente: Diario Perfil - 29 de Septiembre de 2024
https://www.perfil.com/noticias/opinion/sin-envejecer-mafalda-ingresa-en-la-tercera-edad.phtml

domingo, 28 de noviembre de 2021

La masacre de Napalpí bajo la perspectiva global


Un juzgado federal de Resistencia realizará un juicio por la verdad de la matanza de indígenas qom y moqoit, en 1924, calificada como un crimen de lesa humanidad, el primero contra el Estado argentino por la agresión a los pueblos originarios.


Hace algunos días, una joven fue detenida en el barrio porteño de Colegiales, al grito de “no me gustan las negras”, “pobres de mierda” y “ojotas de indio”. Algunas semanas antes, tuvieron lugar serios conflictos en la pequeña localidad de Miraflores, en el norte chaqueño, provocados por la ocupación de tierras indígenas. Ambos casos enseñan un profundo racismo y son sintomáticos de una vieja herida que todavía respira en nuestra sociedad. Una herida que actualmente conmueve también a la conciencia pública con noticias sobre lo que cierta prensa llama las “tomas” y “violencia mapuche” del sur del país y que dará que hablar pronto cuando se realice el “Juicio por la Verdad” por la masacre de personas qom y moqoit ocurrida en la Reducción Indígena de Napalpí, al sur del Chaco, en 1924, bajo la presidencia constitucional de Marcelo Torcuato de Alvear, que fue calificada recientemente por una jueza federal como crímenes de lesa humanidad.

Este juicio les parecerá una excentricidad a quienes todavía reivindican, de forma más o menos explícita, el genocidio producido por los conquistadores españoles y por los estados nacionales en sus épocas de expansión y consolidación, como es el caso emblemático de la llamada “Conquista del Desierto” encabezada por Julio Argentino Roca como ministro y luego como presidente al promediar la segunda mitad de siglo XIX. Sin embargo, no sólo cuenta con algún antecedente histórico, que siempre es conveniente recordar, sino que talla en una huella que se vislumbra en clave global.

Disquisiciones históricas al margen, en 1857, podemos encontrar un extravagante antecedente de condena al estado bonaerense, encarnado en Juan Manuel de Rosas, por la masacre de un centenar de indígenas ocurrida en 1837 en la Plaza del Retiro.

Por el mundo. Pero más importante para entender lo que, técnicamente, será el primer proceso judicial por crímenes contra la humanidad contra el estado argentino por su agresión contra población indígena, es observar cómo se comunica esta búsqueda de memoria, verdad y justicia con otras experiencias que tienen lugar contemporáneamente en países de todos los continentes, como Australia, Canadá, Estados Unidos, Alemania, Namibia y México. En todos los casos, la lupa se posa sobre la formación de los estados nacionales y/o imperiales y la captura de recursos naturales y brazos para movilizar productivamente bajo el signo de las relaciones capitalistas en expansión por todo el mundo.

En México, recientemente, al cumplirse cinco siglos de la feroz conquista de Tenochtitlan y en el bicentenario de la independencia respecto de España, el presidente Andrés Manuel López Obrador hizo oficial la devolución al pueblo Yaqui de tres mil hectáreas de tierras en Sonora y prometió la restitución de otras 20 mil. Además, anunció acciones legales y obras de infraestructura -como el acceso a agua corriente y potable- y ofreció perdón a estos pueblos por la marginación, los abusos e injusticias cometidos durante la vida republicana, en especial durante los treinta años de gobierno de Porfirio Díaz, previos a la revolución mexicana de comienzos del siglo XX. El eco de esta iniciativa llegó a España, provocando la declaración de la gobernadora de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, que revalorizó el legado español en el continente americano como un signo de “civilización y libertad.”

En Canadá, también en el último mes, se celebró por primera vez el “Día para la Verdad y la Reconciliación”, con marchas y actos televisados en todo el país. Esta política de memoria tuvo como foco a las víctimas indígenas del centenar de internados escolares -en su mayoría gestionados por la Iglesia católica- que funcionaron entre fines de siglo XIX y la década de 1970, y que fueron parte de una política sistemática de “genocidio cultural” contra los indígenas. En el último tiempo, gracias al uso de geo radares, se encontraron en algunos de estos lugares, más de mil tumbas con restos que no han sido identificados. Se calcula que alrededor de 150 mil chicos y chicas indígenas pasaron por allí.

La instalación de un día especial de memoria en Canadá es un punto de llegada de un largo camino. En 2008, el gobierno canadiense se disculpó formalmente por este sistema de internados y creó una Comisión para la Verdad y la Reconciliación que, luego de algunos años de investigación y debate, realizó casi cien recomendaciones de políticas reparatorias. En las últimas semanas, la Corte Federal ratificó una decisión del Tribunal de Derechos Humanos de 2016 que dictaminó la culpabilidad del gobierno canadiense en un pleito relacionado con la discriminación de niños y niñas indígenas, y obligó al estado a pagar una indemnización que calculó en 40 mil dólares canadienses por persona afectada. El primer ministro Justin Trudeau calificó los hechos como un “capítulo vergonzoso de la historia de nuestro país” y los pueblos tk”emlúps te secwépemc del oeste canadiense, demandan más excavaciones y una acción real para recuperarse del trauma sufrido durante generaciones.

Por un sistema muy similar y, justamente a raíz de los descubrimientos hechos en Canadá, el gobierno de Estados Unidos anunció una investigación por un sistema implementado en su país a espejo del canadiense. La secretaria del Interior del gobierno presidido por Joe Biden, Deb Haaland, de origen nativo, llamó a “descubrir la verdad” y echar luz a los “traumas tácitos del pasado, por muy duro que sea”, sobre la pérdida de vidas humanas y consecuencias duraderas de políticas de separación de niños y niñas nativas de sus familias.

En Europa y en relación con el colonialismo sobre África, los gobiernos de Alemania, Namibia y los referentes de las etnias herero y nara, alcanzaron hace poco un acuerdo por el que Alemania reconoce el “genocidio” cometido sobre miles de personas de pueblos nativos del suroeste africano, ocurridas entre 1904 y 1908, cuando estas poblaciones se levantaron contra el imperio colonial. El acuerdo incluyó el reconocimiento de culpa, el pedido de perdón y un programa de financiamiento por 1100 millones de euros, que no se aplicará como indemnizaciones individuales como reclamaban los representantes de los pueblos víctimas. La iniciativa en Alemania incluye la revisión del patrimonio museológico alemán -donde se conservan objetos robados- y la inclusión de estos hechos en la currícula escolar.

En el hemisferio sur, en Australia, el gobierno anunció recientemente indemnizaciones para miles de indígenas que durante su infancia fueron quitados a sus familias y confinados en casas “blancas”. La llamada “generación robada” -calculada en unas 100 mil personas- fue el resultado de las políticas de “integración” de los pueblos indígenas al sistema dominante de la Australia blanca, llevadas adelante durante la mayor parte del siglo XX. Como en Canadá, en 2008 el gobierno laborista pidió perdón por estos crímenes de estado, escogiendo términos como “sanación” y “reconciliación”, que incluye la posibilidad para las víctimas de contar su historia públicamente y recibir una disculpa directa de las autoridades gubernamentales.

Complejidad argentina. Volviendo a la Argentina, donde se vivió un proceso de exterminio y/o sometimiento de las poblaciones indígenas, todavía hoy en gran medida invisibilizadas y marginadas, el juicio por la masacre de Napalpí descubrirá un escenario de gran complejidad. Recordemos que, no hace mucho, un ministro de Educación reivindicó la “Conquista del Desierto”, un analista como Rosendo Fraga asimiló la crítica al genocidio indígena como una campaña contra la creación del estado argentino y un presidente asumió el falso sentido común de que todos los argentinos bajamos de los barcos. En este país, donde está en vilo la ley 26.160 de emergencia de la propiedad comunitaria indígena y donde desde el estado nacional jamás se pidió perdón por el exterminio indígena, trabajadores del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas llevan adelante una sistemática política de recuperación de restos óseos de indígenas asesinados, que eran guardados como “trofeos” y “objetos exóticos” en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata y que hoy son devueltos a sus descendientes.

Los hechos de Napalpí que se juzgarán tuvieron como víctimas a población qom, moqoit y también algunos criollos, que protestaban por sus condiciones de vida y trabajo, sometidos en su mayoría en reducciones estatales de “indios”, controlados por las fuerzas de seguridad y militares y forzados a entregar su fuerza de trabajo en la producción algodonera y quebrachera local. El 19 de julio de 1924, las balas de policías, gendarmes y algunos colonos arreciaron sobre casi un millar de personas que se habían concentrado en una zona de la reducción. Más de doscientas fallecieron en el momento o fueron degolladas y quemadas por los agresores, que luego se lanzaron al escarmiento de los sobrevivientes.

El proceso judicial permitirá que se crucen una gran cantidad de variables históricas, que agravan aquella herida. En primer lugar, porque los hechos se vinculan a la violencia estatal de la llamada “Conquista del Desierto”, que se extendió hacia el sur y hacia el entonces indómito Chaco. También porque pone la lupa sobre la violencia en tiempos de la república democrática, que no fue solo racista, sino también clasista: esta masacre indígena está encadenada a un amplio proceso represivo contra las clases trabajadoras, que reconoce como episodios más significativos las masacres de Buenos Aires en 1919 y 1921, La Forestal (Santa Fe), Las Palmas (Chaco) y Gualeguaychú (Entre Ríos) en 1921 y La Patagonia en 1922. Por último, porque transparenta responsabilidades combinadas del estado y de civiles poderosos y sus motivos económicos y productivos, como lo hizo el reciente juicio por delitos de lesa humanidad contra ex directivos de Ford, por crímenes contra trabajadores cometidos durante la última dictadura.

Como ha ocurrido en Australia y Canadá, los latidos de Napalpí tienen una pequeña historia. En 2008, el gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, pidió perdón a las comunidades en nombre del estado provincial. En 2014, la fiscalía federal empujó la investigación judicial y alcanzó a tomar testimonio a sobrevivientes y descendientes de víctimas de la masacre. Este año, la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación señalizó el lugar de los hechos (actualmente Colonia Aborigen) como Sitio de Memoria. En paralelo, un juicio civil reconoció esta masacre como delito de lesa humanidad (y otro hizo lo propio con la masacre cometida en Rincón Bomba, Formosa, en 1947). En este camino se inscribe el proyecto que se presentó hace un mes para declarar el 12 de junio día de la Memoria, la Verdad y la Justicia de los Pueblos Originarios, asociando la fecha conmemorativa al día en que falleció por Covid Juan Chico, profesor de historia qom, que empujó tenazmente durante años la causa por Napalpí, así como luchó por la memoria de los combatientes indígenas que sobrevivieron y que cayeron en la Guerra de Malvinas.

Abrazados a la jurisprudencia humanitaria internacional, atravesados por las coyunturas políticas y por intereses económicos en distintos órdenes, en distintas partes del mundo, se abren paso los reclamos de comunidades indígenas por verdad, perdón y reparación.

Este es el camino de Napalpí, que tanto mejor nos permitirá comprender la brutal exclusión, el racismo y genocidio indígena en nuestro país.

*Doctor en Historia (UBA).

Fotografía: Algunos de los participantes de la masacre posan junto a un avión desde donde se disparó a las víctimas.

Fuente: Diario Perfil - 27 de Noviembre de 2021.

https://www.perfil.com/noticias/opinion/la-masacre-de-napalpi-bajo-la-perspectiva-global.phtml

martes, 10 de noviembre de 2020

10 de Noviembre Día de la Tradición (Argentina)



El Día de la Tradición se celebra en la República Argentina cada 10 de noviembre, fecha en la que se festejan las costumbres y la historia del pueblo argentino, principalmente las tradiciones gauchas.

Es en conmemoración del nacimiento del escritor y periodista José Hernández, el 10 de noviembre de 1834. Fue autor de la emblemática obra lírica "El Gaucho Martín Fierro", considerada ejemplar del género gauchesco.

La celebración es oficial desde 1939, cuando el Congreso aprobó la ley a pedido de la Agrupación Bases, que reivindicaba la idea del poeta Francisco Timpone de tener una fecha que conmemore las tradiciones gauchas. En ese sentido, "El Gaucho Martín Fierro" relata en forma de verso las tradiciones de los gauchos y la sociedad de la época. Hernández, además de escribir, fue un político defensor del federalismo provincial que ocupó los cargos de diputado y senador por Buenos Aires. También fundó y dirigió varios periódicos de la época. En 1975 el Congreso extendió el feriado para todo el territorio nacional y declaró a la ciudad de San Martín, en la Provincia de Buenos Aires, como la Ciudad de la Tradición, por ser el pueblo natal de Hernández. Cuando llega la fecha, a lo largo de todo el país se realizan festivales dónde se celebra la identidad argentina.

Suelen haber jineteadas, comidas típicas, tango, músicos y desfiles de todo tipo en los cuales se muestra las distintas tradiciones y costumbres que fueron dando forma al ser argentino.

Fuente: Perfil.com

jueves, 21 de mayo de 2020

21 de mayo, día mundial de la Diversidad Cultural

Naciones Unidas borró del mapa el término "raza" y a pesar de eso se sigue usando. Para que no queden dudas, dispuso que cada 21 de mayo el mundo entero celebre la Diversidad Cultural.






Desde el año 2002, con el patrocinio de las Naciones Unidas, cada 21 de mayo, el planeta entero celebra la diversidad cultural. Y esta sí que es una fiesta para descorchar, porque llegar hasta acá costó literalmente sangre, sudor y copiosas lágrimas. 


Si alguien le hizo mucho mal a este mundo, fue Charles Darwin. En realidad, no tanto él sino los que tomaron su teoría científica como modelo y la aplicaron a los estudios sociales. Para ser más claros, Herbert Spencer y también Joseph Fisher, quien quiso oponerse al primero aunque terminó diciendo casi lo mismo: que las leyes que rigen el mundo natural también son válidas para tasar el ritmo de la sociedad. Y bautizaron a su idea "darwinismo social". Cuando en 1859, Darwin publicó El origen de las especies, su teoría vino como anillo al dedo a la voluntad expansionista (digamos, colonialista) de Inglaterra que no sabía dónde más colocar el exceso de productos que le dejaba su existosa revolución industrial. Y ya sabemos: la supervivencia del más apto, la defensa de la vida propia, la herencia y la selección natural son los pilares de su tesis cientifica.


Pero claro, él era un biólogo y sus descubrimientos -si bien fueron la epifanía de la comprensión de la diversidad natural del planeta- resultaron un desastre cuando fueron la tijera para catalogar comunidades y grupos humanos. En realidad, ahora que lo pienso, estoy incluso dispuesta a perdonarle a Darwin la mirada etnocentrista sobre los yámanas. 


Varios retorcijones de estómago me provocaron esos párrafos en donde escribía que eran “los hombres más desgraciados del mundo” por culpa de la “perfecta igualdad” que reinaba entre ellos. Nunca comprendió su espíritu democrático y mucho menos su apatía por la propiedad privada. El evolucionismo social también fue el huevo de la serpiente de Adolf Hitler y Benito Mussolini y ya sabemos hasta dónde nos arrastraron. En 1945, haciendo pie sobre las ruinas de Europa, cincuenta países se pusieron de acuerdo y crearon las Naciones Unidas. Ya desde entonces venían rumiando cómo recomponer desde los mismos pilares de la ciencia un mundo tapizado de odio. “El odio y las rivalidades raciales se nutren de nociones científicamente falsas, y viven de la ignorancia. También pueden provenir de ideas bien fundadas desde un punto de vista científico pero que, luego de ser deformadas y privadas de su contexto, llevan a inducciones equivocadas”, anunciaba el organismo en 1965, en el documento titulado “Una sola raza, la raza humana”. La única diferencia que puede existir entre los pueblos, entonces sería cultural, no genética: “Ningún grupo nacional, religioso, geográfico, lingüístico o cultural constituye ipso facto una raza”. Y finalmente, en 1978, Naciones Unidas abolió el concepto “raza”. No existe más, se terminó. Prohibido decir “raza amarilla, raza blanca, raza negra, etc”. “Todos los seres humanos pertenecen a la misma especie y tienen el mismo origen. Nacen iguales en dignidad y derechos y todos forman parte integrante de la humanidad”. “Todos los individuos y los grupos tienen derecho a ser diferentes, a considerarse y ser considerados como tales. Sin embargo, la diversidad de las formas de vida y el derecho a la diferencia no pueden en ningún caso servir de pretexto a los prejuicios raciales; no pueden legitimar ni en derecho ni de hecho ninguna práctica discriminatoria”, abundaba el documento, por si no había quedaba claro. Es decir, ya es un hecho que todos los pueblos y comunidades tienen las mismas potencialidades biológicas para alcanzar cualquier grado de civilización. 


¿Y por qué entonces no llegan todos a la misma meta, al mismo modelo social? La respuesta está en la historia cultural, que es única e irrepetible para cada nación, tribu, etnia. Son decisiones internas. Antes de que nos sumergiéramos en el nuevo milenio, “multiculturalismo” había llegado a ser la palabra más googleada. El neologismo es sinónimo de “respeto al diferente” y abría una ventana de aire fresco en el clima enrarecido de las desigualdades sociales, jurídicas y laborales. Se había puesto de moda en los años 60, y la punta de lanza la empuñó la reivindicación de la comunidad negra de los Estados Unidos para que se reconocieran sus derechos civiles. Diez años más tarde, se sumaron otros colectivos: los gays, la tercera edad, los ex combatientes, las personas con diversas discapacidades, las comunidades aborígenes, etc. Y la ola siguió creciendo y llegó a otras orillas: Canadá, Inglaterra, los Países Bajos, Francia, Australia…


Todos entonaban la misma estrofa, con las mismas notas musicales, aunque sonaran en escalas diferentes: el rechazo a la monocultura, la apertura a la “pluralidad cultural” como base democrática; ninguno por encima del otro. Y de a poco, algo se fue logrando, aunque falte tanto. 

Fuente: https://www.perfil.com/noticias/actualidad/21-mayo-dia-diversidad-cultural-Naciones-Unidas.phtml 

Escrito por Mónica Martin - Perfil - 21 de Mayo de 2020.



viernes, 11 de enero de 2019

Perfil destacó a la reconocida Ruta de la Yerba Mate en su relación con la Selva Misionera como Maravilla Natural

Dentro del Parque Nacional Iguazú se distingue la Yerba Mate. Por ese motivo, ha sido englobado en la reconocida Ruta de la Yerba Mate. Su diversidad y su riqueza, ya son un emblema para el corazón..

Cuando las Cataratas del Iguazú fueron elegidas como uno de los siete principales atractivos naturales del planeta, se consideró que está inmersa entre una exuberante y densa vegetación selvática: la Selva Misionera. La misma es reconocida a nivel local e internacional por sus atractivos turísticos, culturales y biológicos, que la distinguen de otras áreas naturales alrededor del mundo y que pueden llevarla a ser reconocida como maravilla natural.

La Selva Misionera pertenece al grupo de las selvas tropicales húmedas de Sudamérica, y es considerada un área de endemismo y de alta diversidad a nivel mundial y Neo-tropical. Recibe casi la totalidad del flujo de visitantes que llegan a Misiones y es famosa por ser el bosque más biodiverso de Argentina. En ella están insertos los destinos y atractivos más importantes de la provincia, como son las Cataratas del Iguazú (con 1.500.000 de visitantes por año), los Saltos del Moconá y los más de 500 saltos diseminados en toda su geografía, como el Salto Encantado y Yasí, entre otros.

Saltos del Moconá
Además, se destaca por su conservación. Incluye la Reserva de Biósfera Yabotí; más de ochenta comunidades Mbyá guaraníes; los tres Ríos más grandes y caudalosos de la Argentina después del Río de la Plata: el Río Paraná, Iguazú y el Uruguay; y 500.000 hectáreas de parques y reservas públicas pertenecientes al Sistema Provincial de Áreas Protegidas. (...)


Debido a las modificaciones sufridas, mientras que Brasil conserva un 3% y Paraguay un 13% de su superficie original, Argentina mantiene cerca de un 50%, que equivale a entre 11mil y 16km2 localizados en la provincia de Misiones. (...)


La Selva Misionera
Por otro lado, la Selva se destaca por la cultura de sus pueblos. Es habitada por guaraníes de la etnia Mbyá, que conservan tradiciones vinculadas al aprovechamiento de los recursos del bosque para su alimentación y para el ejercicio de la medicina naturales, así como para la construcción de viviendas y la elaboración de artesanías.(...).

Por último, la Selva alberga a la yerba mate, la planta más emblemática de la cultura argentina, con ejemplares de 15 metros de alto y 60 cm de diámetro, protegidos por ley, que son una importante fuente de recursos económicos para los agricultores que abastecen la demanda regional de este producto, que crece casi exclusivamente en esta zona. Por ese motivo, ha sido englobado en la reconocida Ruta de la Yerba Mate. Su diversidad y su riqueza, ya son un emblema para el corazón misionero y esta es una oportunidad única para contagiar ese sentimiento y que el resto del mundo siga conociendo lo maravillosa que es Argentina.

Por Fabio Zapelli
El autor es el Subsecretario de Ecoturismo y Promoción de Actividades Económicas Ambientales Sustentables de la provincia de Misiones.


viernes, 24 de marzo de 2017

Argentina > Sólo quedan 250 yaguaretés y lanzan un plan para protegerlos


El Ministerio de Ambiente creó el programa Extinción Cero para conservar la especie.

De la mano del trabajo de preservación que realiza la Fundación The Conservation Land Trust (CLT), el Ministerio de Ambiente  y Desarrollo Sustentable  puso en marcha desde los Esteros del Iberá (Corrientes) el Plan Nacional de Conservación del Yaguareté. Se trata de una especie  emblemática de la Argentina que hoy se encuentra en peligro de extinción: quedan menos de 250 ejemplares en el país. 

El programa  del Gobierno, denominado Extinción  Cero, tiene el objetivo de  “fortalecer  las  políticas  de conservación” de las especies que se encuentran en peligro de extinción. Esta tarea estaría basada en cinco pilares fundamentales: la articulación para la convivencia del yaguareté  con las poblaciones locales; el control de la caza  furtiva; las estrategias  de reproducción de la especie en áreas protegidas; el cuidado de las áreas donde se encuentra la especie; y la generación de información para educar y concientizar. 

“Con  estas acciones  buscamos  reducir  las  amenazas  y  aumentar  y  conservar  la  población del  yaguareté.  Es  decir, reducir pérdida de animales por cacería, evitar  atropellamientos  y fortalecer a las poblaciones que ya existen. En definitiva, vamos a fortalecer los trabajos de conservación de las especies amenazadas en ecorregiones críticas”, expresó el ministro, Sergio Bergman.


Proyecto
La Ley 25.463, sancionada en el año 2001, declaró al yaguareté monumento nacional natural. Un caso conocido fue el del yaguareté de nombre Chiqui, que había sido elegido para formar parte de un proyecto de reproducción y salvar la especie. Era un macho de 8 años que llegó al país desde Paraguay. El 11 de enero, ingresó en cuarentena por gestiones de la entidad ambientalista CLT en San Cayetano, Corrientes, para que le hicieran estudios sanitarios. 

El miércoles Chiqui fue trasladado al Centro Experimental de Cría de Yaguareté en el Parque Iberá, donde también se encuentran Tobuna, una hembra  nacida en un zoológico de Argentina, y Nahuel, un macho de origen uruguayo. Fue la primera vez que en Sudamérica que se llevó adelante un proyecto para la reproducción de la Panthera onca, especie extinta en el 98% de su área de dispersión en Argentina, en Uruguay, en casi todo el sur de Brasil y en Paraguay. 

Chiqui  fue cedido por el Refugio Faunístico  Atinguy por un período de dos años. Para la llegada de Chiqui, también fue importante la colaboración de la Secretaría  de Ambiente  de Paraguay y la de  Entidad Binacional  Yacyretá. Se  espera  que esta operación pueda contribuir a la reproducción de la especie. 

“Para nosotros es sumamente importante que ese plan ahora se esté implementando en el marco de una política de extinción cero que suma a otras especies”, opinó Manuel Jaramillo, director de Vida Silvestre Argentina. 

“El yaguareté es la más emblemática o la más compleja de recuperar. En ese marco de la conservación del yaguareté, lo que es el proyecto en particular de la organización es sin duda un emblema. Podemos intentar probar que es posible recuperar especies que se han extinguido en algunos lugares. Lo están haciendo con la mejor ciencia y la mejor tecnología posible, y eso alienta a pensar que es posible”. 

Fuente>Perfil -  11 dc Marzo de 2.017