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Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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sábado, 3 de agosto de 2019

Indígenas expulsados por la Itaipú sufren invasión sojera


En 1982, 20.000 indígenas fueron reubicados por la binacional en asentamientos donde ya existían otros grupos, violando la Ley 63/68. Los lugares donde fueron depositados los avá guaraní paranaenses hoy están invadidos por extensos campos de soja y sus agroquímicos.
Despojo: los terrenos que eran de la Comunidad Sauce hoy son sojales. Los lugares donde fueran reasentados por Itaipu tambièn

A principios de los ochenta, la creación de la hidroeléctrica Itaipú expulsó a unos 60.000 indígenas avá guaraní en ambos países (40.000 en Brasil y 20.000 en Paraguay). Hoy en día, estos grupos sobreviven abandonados e invadidos por los cultivos de soja y sus agroquímicos, alrededor y dentro de sus comunidades.


La expropiación en Paraguay por parte de Itaipú, desde Hernandarias hasta Salto del Guairá, expulsó a 38 comunidades indígenas avá guaraní, pero no así a sojeros y ganaderos, la mayoría brasileños.

Gran parte de estos potentados de la soja y la ganadería invaden los territorios expropiados por Itaipú, por el cual recibieron indemnizaciones. Incluso montan puertos clandestinos para el contrabando y narcotráfico, y en otros casos, grupos empresariales montaron clubes y condominios privados de lujo, según se vio en esta serie.

Esta investigación de ÚH, realizada con el apoyo de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación del ICFJ en alianza con Connectas, presenta en este capítulo las ilegalidades cometidas por Itaipú en el proceso de desalojo de los nativos de la zona, así como la realidad actual de estas comunidades expulsadas por Itaipú y hoy invadidas por el agronegocio.

La invasión
Los asentamientos donde actualmente viven con otros grupos los avá guaraní paranaenses expulsados por Itaipú se encuentran, al igual que la mayoría de las comunidades del país, rodeados e invadidos por extensos campos de cultivo de soja.
Los sojales rodean a las comunidades sin la franja de protección que ordena la Ley 3724 y avanzan dentro mismo de sus territorios a través de acuerdos de arrendamiento que los indígenas son empujados a aceptar, mediante engaños, extorsión o sobornos a los líderes.
Esta mecánica viola lo establecido por la Constitución Nacional y la Ley 752/81 “De los Pueblos Indígenas”, donde el Estado se compromete a proveerles tierras no susceptibles de garantizar obligaciones contractuales ni de ser arrendadas.
Mediante los datos registrados por la Dirección General de Encuesta, Estadísticas y Censos (Dgeec) y sistematizados por la Federación por la Autodeterminación de los Pueblos Indígenas (FAPI), así como el uso de mapas satelitales y el reporteo en la zona, comprobamos que sojales invaden las tierras que deberían ser de uso exclusivo de las comunidades.
Los empresarios sojeros consiguen avanzar con una mecánica ilegal e inconstitucional.
Los cultivos traen graves enfermedades provocadas por los agroquímicos, según el relato de los propios nativos y otros testigos, y acordes con los últimos estudios científicos respaldados por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt).
El profesor Simón Oviedo Villalba, supervisor administrativo y pedagógico de las escuelas indígenas de los distritos de Itakyry, Minga Porã y Mbaracayú, señaló que la presencia de agroquímicos está afectando la salud de la gente y que un problema grave era el suicidio de los jóvenes a través de la ingesta de los plaguicidas.
“Muchos niños nacen con malformaciones, otros mueren a consecuencia del envenenamiento con agroquímicos dentro de las comunidades. Los venenos que se utilizan son muy peligrosos, ya tuvimos muchas muertes, algunos tienen problemas familiares y económicos, y utilizan el veneno para sacarse la vida, ya que tienen ahí a lado”, detalló.
El destierro
En los años 70, los avá guaraní que vivían en las costas del río Paraná eran indígenas prósperos, ya que sus balsas de traslado servían de taxi y a la vez vehículo para comerciar productos de ambas márgenes del río.
El reconocido antropólogo y sacerdote jesuita Bartomeu Melià formó parte del equipo de estudio que impulsó Itaipú en 1975. Dijo a ÚH que el informe no servía para determinar el número de grupos indígenas que serían afectados y respaldó el trabajo de Mariblanca Barón y también el de antropólogos del Brasil, que hablan de 38 comunidades afectadas en Paraguay (unas 20.000 personas).
Las recomendaciones de los estudios señalaban aspectos fundamentales para la recuperación y dignificación de la cultura de dichas comunidades, pero lo que impulsó la binacional fue totalmente lo opuesto.
El estudio recomendaba crear 23 nuevos asentamientos, pero lo que hizo la Itaipú fue distribuir a las 38 comunidades en ocho asentamientos donde ya existían otros grupos, y en tierras compradas en su mayoría por la Iglesia Católica, según la investigación de Mariblanca Barón, publicada por el Centro de Estudios Antropológicos de la Universidad Católica de Asunción (Ceaduc), en el 2017.
Según reconoce la propia Itaipú, apenas 2.000 hectáreas fueron pagadas por la entidad para estos grupos. Las comunidades fueron trasladas por la Itaipú a través del denominado Proyecto Guaraní, programa auspiciado por la Asociación Indigenista del Paraguay (AIP) y la Misión de Amistad de los EEUU.
Barón dijo que una de las mil hectáreas que Itaipú dice que compró, Itabó, el propietario anterior le dijo que ellos donaron las tierras y que Itaipú no pagó nada.

Calvario

Carmen Sixta Martínez, quien vivió el proceso de desalojo en 1982, recordó llorando cómo les llevaron en camiones de noche a un lugar llamado Vacaretá y de ahí caminaron a oscuras con lo poco que rescataron hasta otro punto denominado Yukyry.


En este lugar no había agua, monte, ni animales silvestres. Dijo que cada tanto recibían comida en mal estado enviada por Itaipú a través del Proyecto Guaraní.

“Nos dijeron que podíamos volver cuando las aguas bajen, y después descubrimos que gran parte de nuestras tierras no se inundaron, pero ya no nos dejaron volver y ahora todo eso está en manos de los sojeros, nos hubiéramos quedado si sabíamos”, lamentó.

Estos procedimientos violaron la entonces vigente Ley Nº 63/68 que ratificó el Convenio relativo a la protección e integración de las poblaciones indígenas.

“No deberá trasladarse a las poblaciones en cuestión de sus territorios habituales sin su libre consentimiento, salvo por razones previstas por la legislación nacional relativas a la seguridad nacional, al desarrollo económico del país o a la salud de dichas poblaciones”, reza el artículo 12.

Agrega que “cuando en esos casos fuere necesario tal traslado a título excepcional, los interesados deberán recibir tierras de calidad por los menos igual a las que ocupaban anteriormente”, lo cual no ocurrió.


Binacional falseó datos para no indemnizar


El reportero de ÚH llegó hasta el lado brasileño, en Guaíra, en el estado de Paraná, donde visitamos la comunidad indígena avá guaraní Guavirá, quienes mediante una intensa lucha y, tras años de despojo y sufrimiento, lograron conquistar tierras, pero no gracias a Itaipú. Estas están en proceso de demarcación, lo cual también les trae conflicto con los agroempresarios
brasileños. Un informe reciente del Ministerio Público Federal de Brasil reveló que Itaipú falseó datos de los indígenas para
no pagar indemnizaciones. El documento propone una indemnización por las tierras inundadas o indebidamente tituladas por particulares, la demarcación definitiva de la tierra de los avá guaraní, el reconocimiento público de la violación de los derechos y acciones de reparación y resarcimiento con la participación directa de los nativos.

Fuente: Diario Última Hora (Asunción-Paraguay) - 3 de Agosto de 2019



domingo, 7 de enero de 2018

Guerra entre la soja y los bosques en el norte de Argentina




Una topadora limpia un bosque en la provincia de Salta. GREENPEACE

La ley que los protege los árboles nativos cumple diez años sin resultados contra la frontera agrícola.

Imaginemos que un día dejan de existir Boston, Tokio, Los Ángeles o Chicago y que, en lugar de esas grandes ciudades, se extienden largos campos con soja, maíz o girasol. Imaginemos, también, que las poblaciones que allí viven quedan confinadas en un pequeño terruño contaminado. Difícil de creer. Sin embargo, es lo que ocurre con los bosques nativos de Argentina desde hace ocho años, en los que ya se han perdido 750.000 hectáreas. La superficie es comparable a cualquiera de las ciudades citadas o a la cantidad de tierra productiva de la zona centro del país que se inundó en 2017 por, entre otras causas, ese mismo desmonte.

La organización ecologista Greenpeace elaboró a finales de noviembre un informe al cumplirse diez años de la sanción de la Ley de Bosques. Se basó en imágenes satelitales e información oficial que dan cuenta de esa depredación, que el ministerio de Ambiente no niega. Las cifras hablan de la vulnerabilidad de los ecosistemas argentinos ante el avance de la frontera agrícola y ganadera, El problema es especialmente grave en la selva chaqueña, en el noroeste del país.

“La región chaqueña está conformada por las cuatro provincias con mayor cantidad de bosques (Santiago del Estero, Salta, Formosa y Chaco) y son las que todavía tienen tierras con mayor aptitud agrícola o ganadera. Se ha promovido un desplazamiento de la actividad, lo cual genera una presión sobre esos ambientes”, dice Diego Moreno, secretario de política ambiental del ministerio de Ambiente. “Son tierras que deberían tener una vocación forestal, pero es una actividad que no rinde al mismo nivel que la actividad agropecuaria”, explica. Una de las razones, según Moreno, es que “se generó un sector foresto industrial con muchos problemas de informalidad, falta de valor agregado y baja eficiencia en el uso del recurso”.

Lapachos, quebrachos y algarrobos, especies que tardan 40 años en alcanzar su madurez, ceden su espacio al oro verde. “El bajo precio de la tierra es el cebo”, explica Hernán Giardini, director de la campaña de bosques de Greenpeace. “Mientras que una hectárea en la zona pampeana (una de las regiones más fértiles del mundo) oscila entre 10.000 y 15.000 dólares, en la zona norte, una hectárea con bosque está entre 300 y 500 dólares. Otros 500 dólares por hectárea se van en la deforestación y es por eso que algunas fincas ocupan 10.000 hectáreas, o sea, media ciudad de Buenos Aires”, completa.


La tala acaba con especies que superan los 40 años de vida. GREENPEACE

Bosques sin protección
La protección de los bosques nativos nunca fue un tema prioritario en Argentina, al punto que la tutela corre por cuenta de cada provincia. El año pasado, el actual ministro de Ambiente, Sergio Bergman, dio la nota cuando pidió “rezar” como medida más útil para evitar los incendios forestales. El kirchnerismo, en tanto, retiró en 2010 la mitad del presupuesto para la conservación y lo destinó a Fútbol Para Todos, el programa de televisación gratuita de la Liga. Hoy se destina apenas el 6% de lo que exige la ley sancionada hace una década, y que algunas provincias desconocen.

La ayuda de los satélites es la última oportunidad para salvar a los árboles del destierro. “Es la primera vez que Argentina tiene un instrumento como el ordenamiento territorial implementado en las provincias del país. Más de 50 millones de hectáreas, la superficie nativa total, están ordenadas según su categorización ambiental”, dice Moreno. La oficina que dirige pretende tener listo un sistema de alerta temprana de deforestación para intervenir antes de que se consuma el daño. “También queremos promover sistemas de fiscalización más eficientes, porque hoy cada provincia controla el comercio y la intención es tener un sistema único”, adelanta.

“Muchos gobiernos provinciales sacaron leyes inferiores a la ley nacional para permitir los desmontes. Es una forma de legalizar la ilegalidad”, analiza Giardini. “Hay provincias que funcionan muy bien y otras con las que tenemos una relación más compleja. Hay casos como el de Salta que, por medio de decretos, ordenó la recategorización de predios y el ministerio considera que son contrarias a la ley de bosques. Estamos conversando para resolverlo”, asume Moreno.

La Ley de Bosques es el principal instrumento de política pública del que se vale Argentina para conservar sus bosques. Antes de la sanción, se desmontaban a razón de 300.000 hectáreas por año. Ese número disminuyó en forma notoria durante los últimos tres años: 190.589 hectáreas en 2014; 157.947 hectáreas durante 2015; y 136.473 hectáreas en 2016. Con todo, Argentina permanece entre los diez países que más árboles talaron en el último cuarto de siglo, con 7,6 millones de hectáreas de bosques nativos. La misma superficie que toda República Checa.

“O incrementas el cultivo de soja o cumplís con la Ley de Bosques”, plantea Giardini, “Muchas veces las multas que se aplican por talar son irrisorias y muy menor a las ganancias que deja la soja. Entonces, necesitamos un debate en el Congreso donde se considere delito penal la deforestación, porque, si se resuelve con dinero, pasa a formar parte de la inversión”.

Diario El País (España) – 7 de Enero de 2.018

miércoles, 25 de enero de 2017

Inundaciones, la costumbre de culpar al clima (Argentina)


El monte nativo absorbe diez veces más agua que un campo desmontado para soja. Las ONG cuestionan que el Gobierno tome como interlocutores a los representantes del desmonte y responsabilice al clima por las inundaciones.

En un ciclo de lluvia, inundación, el agro que culpa al clima, millonarias pérdidas económicas, el gobierno ofrece subsidios y promete obras. Y el círculo reinicia en el próximo temporal. Sucede de forma periódica y, estas semanas, tocó a regiones de Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires. “No es el clima, es el modelo agropecuario”, resumió la ONG Naturaleza de Derechos, dedicada al derecho ambiental. En el mismo sentido apuntaron organizaciones socioambientales que recordaron que, agronegocios mediante, Argentina es líder mundial en desmonte. Estudios muestran la influencia del cambio del uso del suelo.

El monte nativo absorbe 300 milímetros de agua por hora. Una pastura convencional (donde hay ganado) 100 milímetros. Y un campo con soja apenas 30 milímetros por hora. Lo precisó una investigación del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), difundida por este diario en abril pasado, cuando zonas de Córdoba y Buenos Aires sufrieron inundación. Nicolás Bertram, del INTA Marcos Juárez (Córdoba), uno de los autores del trabajo, remarcó que “los excesos hídricos no se deban a la falta de obras ni al exceso de lluvias, sino más bien a la agriculturización de las últimas dos décadas principalmente”.

“Ascenso de napas en la región pampeana: ¿Incremento de las precipitaciones o cambios en el uso de la tierra?”, es el título del trabajo académico (firmado junto a Sebastián Chiacchiera). Analizaron las lluvias de los últimos cuarenta años y los cambios en el modelo agropecuario (sojización y expulsión de ganadería), entre otras variables. Bertram lo explicó: “La napa estaba a diez metros de profundidad y hoy está a menos de un metro de la superficie. Los suelos están saturados, no pueden absorber más. Es como si antes teníamos una maceta grande y echábamos un balde de agua. Ahora la maceta es diez veces más chica pero echamos el mismo balde de agua”.


En 2015, frente a una inundación en Córdoba, el entonces gobernador José Manuel de la Soja culpó a la naturaleza: “Fue un tsunami que vino del cielo”. Ante los actuales anegamientos, la Asociación de Productores de Siembra Directa (Aapresid, empresarios del agronegocio y del modelo transgénico) dijeron: “Catástrofe climática. Las inundaciones en el centro del país, producto del temporal, dejaron al agro en alerta roja”.

Horacio Brignone, de la campaña Paren de Fumigar (con agrotóxicos) de Santa Fe denunció que las autoridades sólo tomen como interlocutor al sector del agro: “Ante las inundaciones, subsidian al sector responsable de las mismas. Parece que al agua la van a parar con subsidios, exportaciones y ‘producción’. Hacen siempre lo mismo y esperan resultados diferentes”. Y compartió el comunicado del Centro de Protección a la Naturaleza (Cepronat), parte de la Campaña Paren de Fumigar:  “El modelo agrobiotecnológico agrava las inundaciones. La aplicación del paquete de transgénicos, agrotóxicos y siembra directa significó la subida de las capas freáticas. El monocultivo de soja y sus agroquímicos producen una impermeabilización del suelo. De esa forma, el agua no penetra, no absorbe y simplemente corre e inunda”.

El comunicado está fechado en agosto de 2015, pero volvió a circular esta semana. Carlos Manessi, de Cepronat, explica: “Tiene total vigencia y por eso lo compartimos”. Cuestionó que el sector empresario y político solo mencione el cambio climático o el fenómeno conocido como “El Niño”.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) ubicó a Argentina entre los diez países que más desmontaron durante los últimos 25 años. En el país se arrasaron 7,6 millones de hectáreas, un promedio de 300.000 hectáreas al año. Hernán Giardini, de Greenpeace, afirmó: “Todos los años somos testigos de grandes inundaciones. No es casualidad ni un fenómeno natural. Es consecuencia de la ausencia de una política ambiental nacional que proteja a nuestros bosques y humedales de los incendios, de los desmontes por el avance de la soja, la ganadería intensiva y los desarrollos inmobiliarios”.

La localidad de Chabás, al sur de Santa Fe, es una de las localidades más afectadas por la inundación. Los vecinos cortaron la ruta nacional 33 y pidieron obras de infraestructura, canales y bombas para desagotar. Miguel Fabrro, junto a otros grupo de vecinos, no descartó la importancia de las obras pero marcó otras causas: “Es el modelo extractivista. Chabás tiene trece cuadras por trece, en medio de un mar de soja. El agua empezó a venir del campo sin que esté lloviendo en el pueblo. En 2 horas teníamos el 70 por ciento de las calles con agua”.

Córdoba es una de las provincias más inundadas. Laboulaye, Las Varillas, Villa Huidobro, Adelia María, Chazón, San Francisco, Oncativo y Morteros, están en las localidades más afectadas. Darío Avila, abogado especializado en derecho ambiental y parte de la APDH Córdoba, llamó la atención: “Qué casualidad. Todas zonas del agronegocio, corazón sojero”. El gobierno de Córdoba impulsa una ley para desmontar nuevas regiones y avanzar con el agronegocio.

Escrito>Darío Aranda

Fuentes> Ecoportal.net

Diario Página 12 – 23 de Enero de 2.017

miércoles, 4 de mayo de 2016

Sojización


Una investigación del INTA Argentina confirmó que un BOSQUE NATIVO puede absorber 300 milímetros de agua por hora. Pero un campo con SOJA apenas captura 30 milímetros, 10 VECES MENOS. 

El cambio del uso del suelo provoca que las INUNDACIONES sean más continuas y más graves. 

¡POR ESTO DEFENDEMOS LOS BOSQUES!

"Millones de hectáreas que consumían agua durante los doce meses del año fueron cambiadas por cultivos anuales que, en el mejor de los casos lo hacen durante un tercio o la mitad de ese tiempo", explica el estudio.


Fuente: Diario Página 12


sábado, 30 de abril de 2016

Cosecha soja, siembra inundación.


El incremento de los cultivos agrícolas, principalmente de soja, produce un acercamiento de la napa freática a la superficie, reveló una investigación del INTA. Esto explica por qué las inundaciones son cada vez más continuas y graves. El monte nativo absorbe 300 milímetros de agua por hora. Una pastura convencional (donde hay ganado) 100 milímetros. Y un campo con soja apenas 30 milímetros por hora. Una investigación del INTA explica que el cambio del uso del suelo es un factor fundamental para explicar por qué las inundaciones son cada vez más continuas y graves. “No estamos de acuerdo en que los excesos hídricos se deban a la falta de obras ni al exceso de lluvias, sino más bien a cuestiones asociadas al proceso de minería que sufre la agricultura y a la agriculturización de las últimas dos décadas principalmente”, afirma Nicolás Bertram, investigador del INTA Marcos Juárez (Córdoba). También apunta a las responsabilidades del poder económico del agronegocios.

Misiones sufrió una gran inundación en 2014. A inicios de 2015 fue el turno de Córdoba y Santiago del Estero. El segundo semestre sufrieron el Litoral y Buenos Aires. Este año fue el turno de Santa Fe, Entre Ríos, Chaco, Corrientes, Córdoba y noroeste bonaerense. “Fue un tsumani que vino del cielo”, había dicho en 2015 el entonces gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota. En línea similar, responsabilizando a la naturaleza, argumentaron otros mandatarios.

Nicolás Bertram, ingeniero agrónomo del INTA Marcos Juárez, estudia desde hace diez años los “excesos hídricos”. Su trabajo académico fue titulado “Ascenso de napas en la región pampeana: ¿Incremento de las precipitaciones o cambios en el uso de la tierra?” (firmado junto a Sebastián Chiacchiera). Analizaron las lluvias de los últimos cuarenta años y los cambios en el modelo agropecuario (sojización y expulsión de ganadería), entre otras variables.

“El incremento sostenido del componente freático que se dio en los últimos 40 años en la región pampeana, y que en la actualidad se acerca demasiado a la superficie, conlleva a un alto riesgo no solo en lo que respecta a producciones agrícologanaderas, sino también en sectores urbanos, pudiendo generar en ambas situaciones de inundaciones”, alertaba el trabajo, presentado en el XXV Congreso Nacional del Agua (Conagua 2015) en Paraná.

Bertram explica en lenguaje gráfico: “La napa estaba a diez metros de profundidad y hoy está a menos de un metro. Los suelos están saturados, no pueden absorber más. Es como si antes teníamos una maceta grande y echábamos un balde de agua. Ahora la maceta es diez veces más chica pero echamos el mismo balde de agua”.

La investigación explica que se observaron dos tipos de efectos en el comportamiento de la napa, a corto plazo (asociado a precipitaciones) y largo plazo (relacionados con los cultivos y el consumo que generan). Luego del procesamiento de datos (donde confirmaron que las lluvias se mantuvieron dentro de sus promedios anuales) aseguran: “A partir de datos históricos se puede observar una relación directa entre el incremento de los cultivos agrícolas (de soja principalmente) y el acercamiento de la napa freática a la superficie”.

El trabajo señala que buena parte de la región pampeana la napa freática se encuentra a un metro de profundidad (o menos) y recuerda que diez millones de hectárea pasaron de la actividad ganadera o mixta a la puramente agrícola, con preponderancia de la soja. “Millones de hectáreas de pasturas y pastizales que consumían agua durante los doce meses del año fueron cambiadas por cultivos anuales que, en el mejor de los casos lo hacen durante un tercio o la mitad de ese tiempo, pasando de consumir anualmente 1500-2000 milímetros a 500-800 milímetros”, precisa el trabajo como explicación del ascenso de la napa casi a la superficie.


El trabajo estuvo focalizado en Marcos Juárez, zona de la Pampa Húmeda y núcleo sojero. Bertram asegura que la investigación es extrapolable a toda esa región e incluso a zonas extrapampeanas, como San Luis (donde se generaron nuevos ríos), Santiago del Estero, y regiones del norte de Santa Fe y Buenos Aires (zonas que fueron monitoreadas con freatímetros).

Sobre la actual inundación, que afecta a 40 mil personas (11 mil evacuados), el investigador del INTA señala que “llovió por encima de la media, pero de ninguna manera eso explica la magnitud del desastre; la clave está en el ascenso de la napa y que arrasaron el monte que retenía agua”.

Bertram cuestiona la propuesta de políticos y empresarios. “Ninguna obra va a solucionar las inundaciones”, afirma. Y llama la atención sobre los “responsables” de los anegamientos. “Muchos medios de comunicación cuestionan siempre a los políticos y en parte no está mal, pero esos medios nunca vinculan la inundación con el poder económico del modelo agropecuario, desde los Grobocopatel a Monsanto, Bayer, Cargill, Dow y una lista larga. Quizá porque esas empresas son los anunciantes de esos medios”.

La investigación también cuestiona el modelo. “Pese a este escenario, se continúa en una carrera por lograr mayores y más estables rendimientos de los cultivos agrícolas, en la supuesta búsqueda de alimentar a un mundo que sigue padeciendo hambre, en donde muchas veces no existe el tiempo para pensar para quién y qué se está produciendo”, afirma el trabajo del INTA.

La investigación concluye que “si no se modifican las rotaciones o el uso de la tierra, no sólo se seguirá incrementando el nivel freático, sino también la superficie, con un alto riesgo de anegamiento”. Afirma que se pueden encontrar soluciones (incorporación de pasturas, otros cultivos, mejor manejo de agua), pero debe primar una “mirada amplia”, interdisciplinaria, donde además de los sectores productivos se tenga en cuenta los aspectos ambientales y sociales.

Fuente: Página 12 – 27 de Abril de 2.016

sábado, 19 de marzo de 2016

Los Blancos y el Mundo Guaraní hoy. Por Marcos Ybánez


Colón no ha muerto y viene por los últimos nativos del siglo XXI. Como en 1492 en el 2.016, vienen por el mayor tesoro de los pueblos: sus recursos naturales. 

El cacique Guaraní danza triste en el sojaty, en medio del paisaje desértico y desolador de la selva muerta. El canto triste parece el lamento doloroso de una raza herida, víctima de la avaricia de la cultura blanca. 

Llora la Madre Tierra el dolor de sus hijos, del Yvy Marae', la Tierra sin Mal, convertida en Tierra del Mal. 

Los antiguos dueños de las tierras de América, hoy mendigan por las calles de la gran ciudad. 

Los blancos privatizan la tierra, el agua, la comida, explota los bosques, las riquezas naturales.

Al indio lo echan del campo, al indio lo discriminan en la ciudad, donde más puede ir el indio si ya no hay monte ni humanidad. 

Marcos Ybáñez en la Película “Mundo Guaraní”.


Fotografía: Melanio Pepangi
Glosario: Sojaty = Sojal