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Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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sábado, 23 de noviembre de 2024

Leonardo Da Vinci


Leonardo da Vinci, nacido el 15 de abril de 1452 en Vinci, Italia, es uno de los genios más completos de la historia. Pintor, inventor, científico, anatomista, músico, arquitecto y filósofo, da Vinci encarna el ideal del Renacimiento, combinando arte y ciencia en una búsqueda incansable del conocimiento.

Aunque es mundialmente famoso por obras maestras como La Mona Lisa y La Última Cena, su mente inquieta lo llevó mucho más allá de la pintura. Da Vinci llenó miles de páginas de sus cuadernos con dibujos y notas que exploraban desde la anatomía humana hasta el vuelo de las aves, máquinas de guerra, dispositivos submarinos y prototipos de helicópteros. Estos cuadernos son un testimonio de su imaginación ilimitada y su curiosidad científica.

Leonardo fue un observador obsesivo de la naturaleza y del cuerpo humano. Sus disecciones anatómicas revolucionaron la comprensión del cuerpo y lo convirtieron en un pionero en este campo. Además, su enfoque científico lo llevó a desarrollar principios de óptica, hidráulica y mecánica que estaban siglos adelantados a su tiempo.

A pesar de su genio, da Vinci enfrentó desafíos. Muchas de sus invenciones no pudieron construirse con la tecnología de su época, y algunas de sus pinturas quedaron incompletas debido a su perfeccionismo. Sin embargo, su legado trasciende estas limitaciones, inspirando tanto a artistas como a científicos durante siglos.

Leonardo murió el 2 de mayo de 1519 en Amboise, Francia, dejando un legado que sigue fascinando al mundo. Su vida y obra reflejan una síntesis única de creatividad, curiosidad y un profundo respeto por la belleza y el misterio del universo. 

Fuente:FB Hombre Estoico

jueves, 4 de enero de 2018

Da Vinci, un ecologista en el siglo XV



Escrito por Borja Hermoso

‘El libro del agua’ reúne los textos sobre temas acuáticos escritos por el pintor de ‘La Gioconda’, incluidas sus premoniciones de posibles desastres medioambientales.

“Como el agua en un cesto”: el líquido inasible y escapista que se va -y eso incluye estigmas de sequía-, el todo fluye de Heráclito porque ningún río es el mismo… y la furia creadora de Leonardo da Vinci (Vinci, Italia, 1452 - Amboise, Francia, 1519), aquel pintor de madonnas, maravillas y medias sonrisas, urbanista, arquitecto, astrofísico, escultor, filósofo, anatomista, geómetra, utopista aéreo… también aquel escritor caótico que tomaba notas de derecha a izquierda, y también un obsesivo navegante del agua en todas sus expresiones: hasta 7.000 folios dejó escritos o dibujados sobre el líquido elemento el padre de La Gioconda. Un mundo de letra y garabato incrustado en códices renacentistas, una obsesión sin corpus estable que ahora renace en forma de libro, El libro del agua (Abada Editores), gracias a la perseverancia de Juan Barja y Patxi Lanceros.

Tan solo existen dos precedentes de la obra que ahora llega a las librerías. El primero de ellos se remonta ni más ni menos que a 1643 y es obra de Luigi Maria Arconati, quien en Del moto e misura dell’acqua trató de unificar los escritos de Leonardo sobre la cuestión. Puede decirse que aquel libro nació como consecuencia del éxito editorial -si es que de este concepto puede hablarse refiriéndose a los siglos XVI y XVII- del célebre Trattato della pittura que compendia todo el saber artístico del genio. La otra referencia es un poco más reciente, de 2012 exactamente, y se titula Das Wasserbuch (El libro del agua). El libro fue publicado por la editora alemana Schirmer und Mosel.

En multitud de manuscritos de Da Vinci pueden encontrarse referencias al agua en todas sus variantes, pero dos son las obras que los expertos consideran como gérmenes del libro que siempre quiso escribir y nunca escribió: el Códice Leicester, de 1508 y hoy propiedad de Bill Gates; y el Códice F, de 1504 y que se conserva en el Instituto de Francia. “Sabemos que siempre existió en Leonardo la intención clara de hacer ese libro, pero nunca consiguió hacerlo. Nosotros no hemos querido cerrarlo, sino dejarlo abierto, que se le vean las tripas, reuniendo los textos que él escribió sobre el tema del agua y que están dispersos en diversos códices”, explica Fernando Guerrero, responsable de la editorial Abada.

Patxi Lanceros y Juan Barja han invertido cerca de dos años de trabajo en este ambicioso proyecto editorial. Gran parte de ese tiempo lo han pasado estudiando y traduciendo los códices de Da Vinci desperdigados por todo el mundo, desde el castillo de Windsor hasta la Biblioteca Nacional de España, pasando por la Biblioteca Vaticana, la colección Gates, el Instituto de Francia y el Museo Británico, entre otros.
Una obra inexistente
“Este es un libro que no ha existido nunca, aunque el propio Leonardo Da Vinci hablaba de ‘il mio libro del acqua’, con lo cual lo que hemos hecho ha sido construirlo. Da Vinci se pasó toda su vida tomando notas, de derecha a izquierda y de forma muy desordenada, un papel por aquí, otro por allá, y esos fragmentos están repartidos por todo el mundo”, explica Juan Barja. En su opinión, las tesis metamórficas que Da Vinci expone aquí son comparables a las expuestas 200 años después.

“Y tiene una cierta idea ecológica del fin del mundo, su carácter premonitorio es asombroso”. Leonardo se hace eco aquí de una vieja tesis medieval: la del hombre como microcosmos y el mundo como macrocosmos. “Pero él le da la vuelta al concepto, y así sostiene que el flujo del agua son las venas del mundo y que el mundo, en contra de lo que dice Aristóteles, no será eterno sino que terminará, y que lo hará por el agotamiento del agua”, matiza Barja.
En ese sentido resulta especialmente premonitorio uno de los textos, recogido en el Códice Arundel del Museo Británico (1504-1516), y que los responsables de esta edición han utilizado a modo de epílogo bajo el título Final: en seco. En él escribe un Leonardo da Vinci disfrazado de activista ecologista avant la lettre: “Y los ríos perderán sus aguas, y la fructuosa tierra no podrá impulsar desde sí ningún renuevo, y no crecerá sobre los campos la inclinada belleza de la espiga; y así morirán los animales, no pudiendo nutrirse con el fresco herbazal de los prados; (…) y los hombres, tras múltiples intentos, de igual manera perderán la vida, falleciendo por fin la especie humana. Y la tierra fértil, rica en frutos, quedará convertida en un desierto…”.
Los flujos de la vida
Pero no solo de ecologismo retroactivo hay chispazos en las 260 páginas de este libro. Si Da Vinci estudió, dibujó y escribió sobre anatomía, mecánica, dinámica, geometría, arquitectura, urbanismo, botánica, filosofía, naturaleza, física y mil y un campos más, este libro constituye un compendio -a veces un punto de partida- de otras tantas disciplinas. Juan Barja sostiene que los escritos de Da Vinci sobre el agua sirven como clave interpretativa de la teoría del tiempo, la teoría de la memoria, la de la conciencia, la del cambio y la de los movimientos de masas.

Imposible encontrar prueba alguna al respecto, pero cabe reflexionar acerca de los hipotéticos paralelismos, concomitancias, analogías y metáforas establecidos por Da Vinci a la hora de utilizar la imagen de los flujos del agua como espejo de otros flujos de la vida real: ¿políticos? ¿económicos? ¿culturales?

“Desde luego, yo creo que él tenía muy clara la potencia de la metáfora”, admite Patxi Lanceros, profesor de Filosofía Política y de Teoría de la Cultura en la Universidad de Deusto y coeditor del libro. “La gran metáfora del flujo, del gran río, del movimiento, la marejada, las oleadas, todas esas imágenes que te sirven para abarcar lo inabarcable… ahora por ejemplo hablamos de oleadas de la migración, o de la marejada de la globalización… y Da Vinci, para hablar del movimiento empleaba, claro, la metáfora del agua, que es el más móvil de todos los elementos”.

¿Fue de verdad universal el Diluvio Universal?
El libro del agua recoge prácticamente todo lo que el maestro del Renacimiento escribió en torno al tema o, al menos, todo aquello que hoy es susceptible de ser rastreado. El volumen se estructura en seis capítulos. En el primero, Leonardo da Vinci da cuenta “del libro por venir” y propone un índice de materias a tratar.

En el segundo recorre y analiza las metamorfosis y procesos que unen y separan elementos (agua, aire, tierra, fuego) y figuras (punto, línea, volumen). El tercero es cuestión de dinámica, una de las ciencias a las que más atención prestó el genio. El cuarto capítulo versa sobre las distintas formas que puede presentar el agua, desde la gota ínfima hasta el infinito mar. El quinto presenta los proyectos -realizables o irrealizables- que en torno al agua tenía Da Vinci en la cabeza. Y el sexto, titulado Del diluvio y otras inundaciones, reúne diferentes consideraciones físicas, teológicas, literarias o pictóricas del autor sobre la cuestión.

Da Vinci pone en duda la versión bíblica y se interroga sobre si el Diluvio fue universal o no, incluso “si aconteció o no en toda la tierra, y no parece que así haya sido”.

No menos interesante es la parte gráfica. El volumen reúne hasta 79 reproducciones de otras tantas obras del artista: molinos de agua, cauces de ríos, costas, canales, tormentas, diluvios, riadas, remolinos, corrientes, aparatos de hidrotecnia, proyectos para rompeolas y otras obsesiones acuáticas… todo ello ejecutado en tintas y sanguinas, acuarelas, lápiz negro y pluma, siempre sobre papel.

Fuentes:
Borja Hermoso, Da Vinci, un ecologista en el siglo XV, 22/12/17, El País.

La imagen que ilustra esta entrada es un plano topográfico con los ríos Arno y Mugnone, al oeste de Florencia (1504), acuarela de Leonardo da Vinci. Biblioteca Real del Castillo de Windsor.
Blog del Proyecto Lemu – 3 de Enero de 2018