Las vidas de miles de
personas en la cuenca del Congo están siendo destruidas en nombre de la
conservación de la naturaleza. Están siendo acosados, golpeados e ilegalmente
expulsados de sus tierras ancestrales, a pesar de que son quienes están en
mejor posición para protegerlos.
Nuestros padres nos
enseñaron que matar a muchos animales es un despilfarro. Nosotros sabemos cómo
cuidar de nuestro bosque.
Como habitantes originarios
y protectores de la segunda mayor extensión de selva tropical del mundo, la
cuenca del Congo, cazadores-recolectores como los “pigmeos” bakas y bayakas han
desarrollado vastos conocimientos sobre las plantas y los animales con los que
conviven. Los bakas utilizan más de quince nombres diferentes para los
elefantes de la selva en función de su edad, sexo, temperamento y estado
mágico. Sin embargo, muchos bakas denuncian que los elefantes están desapareciendo
de sus selvas por la caza excesiva que practican los foráneos.
Los bakas y los bayakas no
solo han cimentado un vasto conocimiento de sus entornos naturales, sino que
también han desarrollado sofisticadas maneras de protegerlo.
Se dice erróneamente que
las tierras que habitan estas tribus son “vírgenes” o inexploradas, cuando en
realidad han sido moldeadas y gestionadas por manos humanas durante milenios.
Por ejemplo: los bakas y los bayakas conocen diversas técnicas para replantar
ñame silvestre y garantizar así que vuelva a crecer. De esta forma ayudan a
diseminar semillas de este tubérculo por todo el bosque, para deleite de
elefantes y jabalíes que lo consideran un manjar. Actualmente despejan pequeñas
áreas de bosque para sus campamentos de caza y recolección, y contribuyen de
este modo a sostener un mosaico de diferentes tipos de vegetación. Como nos
dijo un hombre baka, “las personas que aseguran proteger la selva no saben
hacerlo como nosotros”.
Los bakas y los bayakas son
dos de las sociedades más igualitarias de la Tierra. Entre ellos está extendida
la creencia de que si alguien toma demasiado de la selva o no lo comparte
debidamente con su familia y amigos, perjudica sus posibilidades de cazar y
recolectar en el futuro. Tabúes como este protegen contra el exceso de caza.
Estos códigos de
conservación de la naturaleza no escritos no solo promueven la igualdad y la
generosidad, sino que son también una parte importante de cómo los bakas y los
bayakas cuidan de su medioambiente. Y sin embargo, hoy en día bakas ybayakas se
ven obligados a abandonar sus selvas por culpa del hostigamiento y de los
violentos abusos que sufren a manos de patrullas antifurtivos.
Muchos explican a Survival
que ya no pueden transmitir a sus hijos habilidades y valores fundamentales.
Algunos bakas, por ejemplo, se lamentan de no poder contar a sus hijos los
cuentos de la selva, o “likano”, que proporcionan enseñanzas acerca de cómo
vivir bien en el bosque. “Esta es la selva de nuestros antepasados, pero ya no
caminamos por ella. Estamos asustados. No comemos bien”, denuncia una mujer
bayaka.
Los bakas y los bayakas
conocen sus tierras y lo que ocurre en ellas mejor que nadie. “Sabemos cuándo y
dónde están los cazadores furtivos en el bosque, pero nadie nos escucha”, dijo
un hombre baka. Pese a ello, conservacionistas y gobiernos desestiman este
acervo de valiosa información o , peor aún, las patrullas antifurtivos tratan
de obtenerla con torturas.
Hay expertos que llevan
décadas haciendo hincapié en que los pueblos indígenas y tribales son un activo
para los lugares que habitan. A pesar de ello, estos siguen siendo perseguidos
en nombre de la conservación de la naturaleza. Con frecuencia les queman sus
campamentos en la selva hasta dejarlos reducidos a cenizas. Muchos bakas
denuncian que esto destruye su energía vital o “bindongobo” y que algunas
personas nunca se recuperan. Confinados en asentamientos al lado de carreteras,
muchos bakas y bayakas reportan que su salud se desploma mientras luchan para
alimentar a sus familias. Además tienen que hacer frente a la pérdida de medicinas
de la selva y quedan expuestos a nuevas enfermedades.
Estas expulsiones y abusos
no solo son ilegales: también están dañando la conservación medioambiental.
Perseguir a pueblos indígenas como los bakas o los bayakas desvía la atención
sobre las verdaderas causas de la destrucción medioambiental. En la cuenca del
Congo estas son la actividad maderera y la corrupción. Las empresas madereras
abren nuevas carreteras hasta el interior de la selva y permiten a los foráneos
acceder a regiones hasta entonces remotas. A partir de ese momento, redes de
tráfico ilegal de animales silvestres echan raíces en estos lugares y operan
con la complicidad de las élites militares y de las autoridades locales.
Incluso, algunas de estas compañías madereras y funcionarios corruptos reciben
apoyo de conservacionistas, que se asocian con madereras, cazadores de trofeos
y gobiernos que destruyen a los mejores aliados del medioambiente.
Para los bakas y los
bayakas, las selvas de la cuenca del Congo son su hogar y la base de su
identidad. Dependen de sus selvas, y son quienes en mejor posición se
encuentran para proteger los delicados ecosistemas que los mantienen vivos.
Como nos contaba un hombre baka: “Nos alimentamos de la selva, tratamos
nuestras enfermedades con la selva. Nuestra cultura está profundamente ligada a
la selva. Así que hay una conexión muy, muy importante para nosotros, para la
selva y para la Tierra”.
La única forma de
salvaguardar la increíble biodiversidad y belleza natural de la cuenca del
Congo pasa por respetar los derechos de los pueblos indígenas. “Dios nos creó
para la selva”, nos explica un hombre baka. Sin ellos, la selva podría no
sobrevivir.
Fuente: Survival
Internacional
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