Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.
Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.
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Notas sobre el cuerpo en América: desnudez, estigma y resistencia
Escrito por José Manuel Silvero Avalos
Cuerpos desinhibidos de aborígenes subalternos
La desnudez de los cuerpos ha sido una cuestión central en los informes, tanto de Cristóbal Colón como Américo Vespucio y Pedro Mártir de Anglería, entre otros [1]. Cuando el Almirante bajó a tierra el día 12 de octubre acompañado de los Pinzón y del notario real, luego de consagrar aquellas tierras a Jesús y declararlas propiedad de los reyes de España, la primera de sus actividades fue observar y describir la condición del “otro”, esto es, la desnudez. Pronto esta cualidad del “otro”, dice Sofía Reding Blase, se convertirá en el mundo occidental en pretexto para realizar la operación que el conquistador siempre lleva a cabo: transferir la desnudez del orden físico al orden espiritual y cultural [2]. La desnudez de los indios no deja de impresionar a Colón por cuanto, siguiendo las pautas del espíritu medieval, representa primero que estos hombres aún no han sido expulsados del paraíso y, segundo, que los hombres desnudos físicamente también lo están culturalmente: carecen de costumbres, de ritos, de religión, de un espíritu comercial que conduzca a la ganancia.
En un relato de Michel de Cúneo, quien acompañó a Cristóbal Colón en su segundo viaje, puede notarse de qué manera la “desnudez” es vista como parte constitutiva del ethos aborigen y se asocia –muy especialmente– a la incitación sexual que la mujer despierta en los varones. A continuación, reproducimos parte del triste relato de sujeción y abuso:
Mientras estaba en la barca, hice cautiva a una hermosísima mujer caribe, que el susodicho Almirante me regaló, y después que la hube llevado a mi camarote, y estando ella desnuda según es su costumbre, sentí deseos de holgar con ella. Quise cumplir mi deseo pero ella no lo consintió y me dio tal trato con sus uñas que hubiera preferido no haber empezado nunca. Pero al ver esto (y para contártelo todo hasta el final), tomé una cuerda y le di de azotes, después de los cuales echó grandes gritos, tales que no hubieran podido creer tus oídos. Finalmente llegamos a estar tan de acuerdo que puedo decirte que parecía haber sido criada en una escuela de putas [3].
La idea de la provocación sexual femenina es de larga data y está íntimamente ligada a la definición de las mujeres como “el sexo”, esto es, como sexualmente más volubles que los hombres y presas tanto de la concupiscencia como de la tiranía de la carne. En lo que respecta a las mujeres indígenas, Molina afirma que el pensamiento de la época consideraba que esa naturaleza estaba aún más desarrollada ya que, al igual que sus pares masculinos, poseían una particular afición por los desórdenes carnales como la antropofagia, las borracheras, el incesto, la poligamia y la sodomía [4].
Ulrico Schmidl, quien exploró las tierras de Paraguay, alegaba que estas mujeres son muy lindas, grandes amantes, afectuosas y muy ardientes de cuerpo. El estereotipo de la lubricidad y de la complacencia indígena llegaba a tal punto que el cronista interpretó la huida de unas indias como respuesta a la insatisfacción de su avidez sexual:
Cuando la guardia se hubo establecido y todo el mundo se hubo acostado a reposar, nuestro capitán hacia la media noche había perdido entonces sus tres mozas. Tal vez él no pudo haber contentado en la misma noche a las tres juntas [pues] él era un hombre viejo de 60 años; si él hubiese dejado a estas mocitas entre nosotros, los peones, ellas tal vez no se hubieran escapado [5].
Al parecer, la rígida moral cristiana y sus consecuencias directas hacia el cuerpo y sus necesidades habrían provocado la liberación sexual de los conquistadores en un espacio donde la cultura indígena asumía el cuerpo de una manera muy distinta. Sin embargo, en ese choque de experiencias en torno a la autoimagen corporal, los aborígenes fueron los menos favorecidos. Pues no olvidemos que la transferencia de conceptos cristianos como el pecado y el individualismo, desarticuló el sistema de valores de las sociedades prehispánicas que estaban orientadas hacia la vida comunitaria. Asimismo, la cosmovisión de los aborígenes y la administración de sus cuerpos, se topó con la exaltación de la castidad y la continencia sexual, conductas necesarias para acceder al paraíso. Toda conducta contraria a esto era vista como disoluta y perversa. Los enemigos de la virtud cristiana eran el diablo, la carne y el mundo, en síntesis, el cuerpo [6].
No hace falta analizar tantas crónicas para fortalecer las sospechas y afirmar que, para los conquistadores, los cuerpos desnudos y despojados de toda cultura constituían una invitación cotidiana a dar rienda suelta a una cierta lascivia contenida.
Seres de segunda categoría
Resulta sumamente inquietante recordar y volver a indicar de qué manera las ideas de pensadores como Kant y Hegel, entre muchos otros, se basaron en los escritos de Georges Louis Leclerc, conde de Buffon [7], para “empadronar” a América y a los americanos, muy especialmente a los cuerpos de los aborígenes.
América se ha revelado siempre y sigue revelándose impotente en lo físico como en lo espiritual. Los indígenas, desde el desembarco de los europeos, han ido pereciendo al soplo de la actividad europea. En los animales mismos se advierte igual inferioridad que en los hombres. La fauna tiene leones, tigres, cocodrilos, etc.; pero estas fieras, aunque poseen parecido notable con las formas del Viejo Mundo, son sin embargo, en todo sentidos más pequeñas, más débiles, más impotentes. Aseguran que los animales comestibles no son en el Nuevo Mundo tan nutritivos como los del Viejo. Hay en América grandes rebaños de vacunos; pero la carne de vaca europea es considerada allá como un bocado exquisito [8].