Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

Mostrando entradas con la etiqueta Julio Cantero. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Julio Cantero. Mostrar todas las entradas

lunes, 18 de enero de 2016

El aporte Guaraní a la cultura mundial, la invención del fútbol



Escrito: Julio Cantero (Historiador)

Recientemente trascendió, a partir de un documental producido por la Secretaria Nacional de Cultura del Paraguay estrenado en el festival de cine independiente de Mar del Plata 2014  y fue creciendo en popularidad, una tesis que sostiene que serían los “Guaraníes” quienes habrían inventado el Fútbol o más bien el “balón pie”, al parecer que los pueblos originarios del Paraná superior practicaban originalmente el juego que habría inspirado el fútbol moderno como hoy lo conocemos.

Esta noticia relatada con tono anecdótico circuló por la prensa internacional con inusitada rapidez y alcanzó a los medios más importantes, podemos encontrarla en la prensa europea, norte americana y hasta incluso en el Vaticano donde el  famoso Osservatore Romano, que pocas veces se dedica a temas relacionados con el fútbol, le dedicó un meticuloso artículo.

En la realización del documentalista paraguayo se expone la idea a partir de testimonios de  distintos entrevistados. Quien en nuestra opinión más aporta a la tesis, es el investigador Bartomeu Meliá, es él quien desliza de manera coloquial las fuentes históricas que a ciencia cierta sustentan la hipótesis.


Como decíamos antes, la cobertura fue muy extensa, pero los términos en que se divulgó una y otra vez la noticia fueron, en nuestra opinión, muy repetitivos. Hurgamos entre los resultados de la búsqueda para saber más sobre el tema, pero en uno y otro artículo sólo hallamos casi las mismas palabras, en distintos formatos y caracteres, que se leen en los principales medios de comunicación on line, ya sean británicos, estadounidenses, españoles, argentinos y por supuesto paraguayos. Las fechas de publicación hacen pensar en una onda expansiva con epicentro en Asunción.

Pero aquí nos dedicamos a la historia y no al análisis de los medios y mucho menos al fútbol, y notamos con esta perspectiva histórica que siendo tan interesante la línea de investigación iniciada por el realizador paraguayo Marcos Ybañez y producida por Agu Neto para la Secretaria de Cultura de Paraguay, esta puede perder la fama inicial si no se le acompaña o anexa una investigación histórica propiamente dicha, por lo que fuimos tras los testimonios enunciados por Meliá y los exponemos aquí para fomentar el debate histórico o simplemente para todos aquellos que quieran profundizar en las fuentes que avalan esta hipótesis.

En muchos de estos casos, en los artículos sobre el tema de la prensa digital, incluso la ilustración es la misma, un fragmento de la obra de Léonie Mathis, “la plaza de San Ignacio Miní”.

Según el investigador y divulgador de arte argentino, Ignacio Gutiérrez Zaldivar, en esta obra se observa que los guaraníes del pueblo “juegan al ‘fútbol’ con una pelota hecha con una vejiga de vaca inflada”[1]. Aunque esta obra es de fines de la década de 1930 está basada en las investigaciones de Guillermo Furlong de quien Mathis era amiga y en dibujos de Nadal Mora con quien el hijo de Léonide trabajó en San Ignacio Miní (Misiones, Argentina) a principios de la década de 1930. Éstos dos prestigiosos investigadores del jesuitismo, Furlong y Nadal Mora, prestaron asesoría a Mathis, Furlong además es responsable de una re edición del libro de José Manuel Peramás “La república de Platón y los Guaraníes”, donde se expone el comentario más extenso que conocemos que relaciona muy tempranamente a los guaraníes con el "juego de la pelota", testimonio que resulta ahora fuente principal y que citaremos luego.


Deseamos aquí retomar la tesis “los guaraníes inventaron el fútbol” y dejar asentado nuestra adhesión a la propuesta inicial de la Secretaria de Cultura del Paraguay citando las fuentes que se mencionaron inicialmente y contextualizándolas para así poder brindar un punto de partida que permita profundizar la temática.

Las fuentes que menciona Meliá son: Montoya, Cardiel y Peramás;  vayamos en busca de sus respectivas obras y analicemos sus testimonios.

Ruiz de Montoya
En  su célebre obra “Tesoro de la Lengua Guaraní”, define las dos palabras  que se mencionan en el documental:

“Mangaì . Árbol que da las pelotas que llaman de neruio. Mangaá: fruta deste árbol. Mangaici, recina de que hacen las pelotas.”[2]

Queda claro que Montoya entiende que no hace falta mayor explicación con respecto a “las pelotas” pues no explica para que eran usadas ni como, esto nos da a entender que su uso era extendido y naturalizado, tan común que describirlo hubiera resultado impertinente.
Y para el término Ñembosarai da una más contundente definición expresada por el famoso jesuita en una sola palabra:

 “ñemboçaraÎ. Jugar”…[3]
Luego de terminar sus estudios en Córdoba, Montoya fue destinado al Guairá donde llegó en 1612, para 1620 era designado auxiliar del Superior de las misiones para esta misma región y poco después pasó a ser el Superior a cargo de todas las reducciones. En total vivió 25 años en estas misiones de guaraníes durante los cuales fundó 13 pueblos, a saber: San Javier (Tayatí), Encarnación (Nautingui),  San José (Tucutí), San Miguel (Ibianguí), San Pablo (Iñieay), San Antonio (Biticoy), Concepción y San Pedro (Gualacos), Siete Ángeles (Tayaoba), Santo Tomás y la reducción de Jesús María. Pero quizás la hazaña por la que adquirió mayor fama fue el traslados de los habitantes de estos pueblos del Guairá, para protegerlos de las invasiones reiteradas de los bandeirantes, quienes capturaban a los nativos para venderlos como esclavos. En esa ocasión, en 1628, organiza la migración de más de 12.000 guaraníes que aceptaron trasladarse, aguas abajo del río Paraná hasta lo que hoy es territorio de Misiones (Argentina), donde funda las reducciones de San Ignacio Miní y Nuestra Señora de Loreto.

Este religioso aprendió y manejó el idioma y las costumbres de este pueblo con un grado de maestría que no pasó desapercibido entres sus co-hermanos. Hacia 1636/37 se estima tenía terminada su obra “El Tesoro de la lengua guaraní”, una suerte de diccionario y gramática del guaraní con grageas de costumbrismo, geografía, botánica y lo que llamaríamos etnografía de este pueblo. En 1639 la obra es editada en Madrid con todas las licencias pertinentes.

Montoya se encontraba en Madrid, pues la compañía le encomendó tramitar en la corte del rey Felipe IV una autorización para que los guaraníes ejercieran su legítima defensa y mantuvieran a raya a las invasiones luso-portuguesas, obtenidas estas licencias para el uso de armas de fuego de parte de los guaraníes se retira de Madrid en 1642. Una vez en América se le pide en 1646 que asuma como procurador en la famosa causa que Cárdenas mantuviera contra los jesuitas, desde entonces y cumpliendo estos trámites litigantes su salud comienza a deteriorarse hasta que fallece en 1652. Se dice que guaraníes de Loreto caminaron hasta Lima para traer sus restos y enterrarlos en el altar principal de la iglesia de este pueblo.

Cardiel  
Otro autor mencionado es José Cardiel, famoso misionero jesuita que recorrió gran parte de América del sur y estuvo en contacto directo con varios pueblos originarios, su obra es de gran valor heurístico, este religioso escribió en 1780 desde el exilio en Faenza.

“se van a comer y jugar a la pelota o a la chueca que son sus ordinarios juegos”[4]
En este escueto pero contundente enunciado, Cardiel al igual que Montoya nos lega el testimonio de una práctica del “juego de la pelota” como un accionar cotidiano y natural, que no precisa mayor descripción, el autor no ve la necesidad de ahondar en un tema, quizás por juzgarlo trivial, pero también puede verse en esta oración que los conceptos vertidos no merecen para el autor mayor profundización, no considera necesario explicar a qué se refiere cuando dice “se van a comer” y de igual manera “jugar a la pelota” es para Cardiel una actividad natural y conocida en la que no profundiza.


¿De qué experiencia de su vida toma Cardiel la imagen que luego relata? Puede ser de muchos los sitios. Estando en Asunción en 1751 se trasladó poco después a San Ignacio Guazú (Paraguay), sitio en el cual el documental sitúa, aunque sin mayor explicación, el origen del futbol, poco después Cardiel, partió hacia Itapúa (Encarnación Py.) luego de esto estuvo en san Borja, San Miguel, San Nicolás, (Brasil) en todas esta reducciones permaneció lapsos breves y sin ser el cura encargado de ellas.

Pero luego de la guerra guaranítica desencadenada por el tratado de permuta al que Cardiel se opuso vehementemente y de la guerra con el Brasil que le siguió, Cardiel ya mayor pasó sus últimos años en América como párroco del pueblo de Concepción, hoy Concepción de la Sierra (Misiones, Arg.),  pueblo del que fue párroco por cinco años desde 1763, es de presumir que cuando en Italia escribiera su obra apelara a recuerdos de escenas vistas y vividas en este pueblo, donde vivió sus años más tranquilos, allí estaba cuando llegaron los soldados de Bucarelli a apresarlo a fin de expulsarlo de América junto a los demás jesuitas.

Peramás 

Por último se menciona a Peramás, Meliá lee una cita de este escritor en el documental, incluso se reproduce la portada de un libro de edición reciente de este autor. La cita que usamos aquí pertenece a una reedición de 1946, prologada por Guillermo Furlong, de donde tomamos varios datos de su biografía. La obra es: “La República de Platón y los Guaraníes”, en ella Peramás, también desde el exilio, nos comenta:

“solían jugar también a la pelota, la cual, aunque de goma maciza, era tan liviana y ligera que, una vez recibido el impulso seguía dando botes por un buen espacio, sin pararse, y repitiendo los saltos al rebotar por su propio peso. Los guaraníes no lanzan la pelota con la mano, como nosotros, sino con la parte superior del pie descalzo, enviándola y devolviéndola con gran ligereza y precisión”[5]
Es esta la explicación más extensa y clara del “juego de la Pelota”, no queda lugar a dudas de los elementos que lo componen y en qué se caracteriza su práctica, una “pelota […] de goma maciza [que da] botes […] repitiendo saltos al rebotar”. ¿Y cómo juegan los guaraníes con ella?, “no lanzan la pelota con la mano […] sino con la parte superior del pie”. Peramás está dirigiéndose aquí a un lector europeo, contándoles sobre el modo de vida en las reducciones de los guaraníes, que siente fueron difamadas en el viejo continente; es consciente que sus lectores desconocen los detalles y particularidades de la cotidianidad en estos pueblos y por ellos describe de modo didáctico esta práctica y otras que le son propias a los guaraníes. A diferencia de Montoya, Peramás da testimonios de hechos que tuvo oportunidad de observar en un periodo más reciente, ya con los pueblos asentados, no recién reducidos o migrados.

San Ignacio Guasu en la actualidad, lugar donde los guaraníes jugaban al fútbol
Este autor, proveniente de Cataluña, siendo estudiante de filosofía de la universidad de Cervera con solo 22 años pidió ser destinado a las misiones que tenía la orden entre los guaraníes. Llega a Buenos Aires en 1755 y de inmediato se dirige a Córdoba, allí le asignan una tarea que le permitirá empaparse de la realidad de la Compañía en la provincia del Paraguay, debe redactar las Anuas para ser enviadas a Roma, culmina ésta tarea con un éxito singular al punto que recibe el reconocimiento del historiador jesuita italiano encargado de recopilarlas. Luego de haber culminado sus estudios y ser ordenado sacerdote en Córdoba, es destinado a San Ignacio Miní, hoy Misiones (Arg.), la misma reducción que fundara Montoya después del traslado de los pueblos del Guairá. Menos de dos años permaneció Peramás en este pueblo, fue requerido por sus superiores para hacerse cargo de de la cátedra de retórica de la Universidad de Córdoba.

Se encontraba trabajando de rector del Colegio de Córdoba cuando éste fue invadido por los soldados de Bucareli y apresados los jesuitas para ser remitidos con escoltas a Buenos Aires, escribió un diario en el que relata este destierro, pero ésta no fue la única desgracia que le todo vivir pues nuevamente se encontraba dando clases de retórica en Faenza cuando recibió la noticia que su orden fue suprimida.

Lo que conocemos hoy como “La republica de Platón y los guaraníes” es parte de una obra más amplia[6] escrita y editada en el exilio en 1791, en Faenza (Italia). El mismo Peramás explica que en este trabajo refiere a “lo que se practicaba entre los guaraníes”[7], en contraste con lo que teorizaba el famoso filosofo griego.

Reflexiones que nos suscita este superficial análisis del las fuentes que cita el documental 

Estos testimonios nos dan una idea parcial pero clara de la práctica que los jesuitas describen como “jugar a la pelota”, una actividad perteneciente al rico, aunque poco documentado, repertorio  lúdico guaraní. Los testimonios son coincidentes a pesar de su distancia cronológica y geográfica, Montoya desarrolla su obra desde el Guairá y luego de la epica migracion funda San Ignacio miní y Loreto, en Misiones (Arg). Cardiel fue párroco de Concepción de la Sierra, Peramás colabora en San Ignacio Miní y fue rector del colegio de Córdoba, el denominador común de todos ellos es su conocimiento personal de muchos de pueblos reduccionales por sus reiterados viajes y servicios como misioneros, el espacio probable de donde cada uno de ellos pudo ser testigo de la práctica que luego describen como juego de la pelota, es abarcativo y dilatado por casi todo el territorio de las misiones, desde el Guairá hasta Yapeyú y desde San Ignacio Guazú a San Lorenzo.

En ningún caso en sus relatos se circunscribe la práctica de este juego a un sitio particular o a una de las reducciones determinada, de hecho si estamos ante la presencia de un juego anterior al contacto con la cultura europea, como se presume, es válido entender que su práctica se extendió por todo el espacio de ocupación guaraní en la Cuenca del Plata.

No es descabellado inferir que los autores de las fuentes que hoy son la clave de esta incógnita hayan basado sus testimonios en lo observado de las actividades recreativas de los guaraníes mientras servían como religiosos en los pueblos, los mismos hoy forman parte de nuestra provincia que debe su nombre justamente a la antigua existencia de estas reducciones, pueblos o Misiones... 

En el documental existe una breve mención a las Anuas como fuentes testimoniantes de esta costumbre guaraní de jugar a la pelota, lamentamos decir que no hemos logrado hallar referencia alguna  a esta práctica en las Anuas publicadas.  

Para finalizar aportamos interrogantes y ensayamos respuestas ¿Los guaraníes inventaron el fútbol? si lo entendemos, como lo entiende el documental paraguayo, como “balón pié” o juego a la pelota usando los pies, entonces la respuesta es positiva en nuestra opinión. ¿Colaboraron los jesuitas  con la expansión mundial de la práctica del juego de la pelota? Es probable… si bien los guaraníes se dispersaron por los territorios que hoy ocupan Paraguay, Brasil y Argentina luego de la expulsión (1768), luego de ésta también los jesuitas se dispersaron, aunque en su mayor parte por Italia. Si se pudiera establecer el destino que le cupo a cada jesuita que recibió la orden de expulsión estando en un pueblo Guaraní, o siendo conocedor del juego, y contrastar con los primeros relatos históricos del juego, quizás encontremos en algunos de los numerosos colegios jesuitas de Europa un viejo misionero enseñando a los pupilos un juego nuevo, para ellos, pero ya practicado hace siglos por los guaraníes en las Misiones.

Bibliografía consultada:
[1] Gutiérrez Zaldívar, Ignacio. Léonie Mathis. Bs. As.: Zurbaran, 1992. p. 149.
[2] Ruiz de Montoya, Antonio. Tesoro de la Lengua Guaraní. Madrid: Sánchez, 1639. p. 206. (Edición facsimilar. Leipzig: Teubner, 1876).
[3] Ruiz de Montoya, Antonio. Tesoro de la Lengua Guaraní. Ídem p. 250.
[4] Cardiel, José. Compendio de la historia del Paraguay (1780). Bs. As: Fundación para la Educación, la Ciencia y la Cultura, 1984. p. 98.
[5] Peramás, José Manuel. La República de Platón y los Guaraníes. Bs As: Emecé, 1946. p. 93.
[6] “De vita et moribus tredecim virorum” (vida y costumbre de trece hombres) P. Peramás. Faenza. 1791.
[7] Furlong, Guillermo. En prólogo a la primera edición en español de “La República de Platón y los Guaraníes”. Emecé: Bs. As., 1946.

lunes, 1 de diciembre de 2014

Yancamil y la sublevación indígena en Santa Ana

Escrito: Julio Cantero (Historiador)

La historia casi desconocida del motín del 23 de Junio de 1888, protagonizado por indígenas Ranquel que trabajaban en el ingenio azucarero “San Juan” —fundado por Rudecindo Roca—, de la localidad de Santa Ana; quienes además saquearon el establecimiento y se fugaron al Paraguay cruzando el Río Paraná en embarcaciones tomadas del puerto del establecimiento.

Yancamil o Llancamil fue sobrino de los cacique ranqueles Mariano Rosas y de Epumer, enviado a Tratar la Paz entre el estado Argentino y los Ranqueles de su tribu en Rio Cuarto (Córdoba) en 1872, donde conferenció con Julio A. Roca, el tratado se respetó de ambas partes hasta la muerte se el Ministro Alsina y su sucesión por Julio Roca. Yancamil desconiciendo el radical cambio en la política a seguir para con los indios viajó encabezando la comisión de Epumer a Villa Mercedes (San Luis) en 1878 en busca del ganado herramientas y vicios cuya entrega estaban pactadas, pero no recibió aprovisionamiento allí, al contrario, fue emboscado por Rudecindo Roca. Había iniciado la “Conquista del Desierto”, la suya como también las comisiones de Baigorrita y Namuncurá fueron apresadas, desmembradas las familias que las integraban para repartir a sus integrantes en el servicio domestico en casa acomodadas de Buenos Aires o como trabajadores semi–escalvos en los ingenios azucareros principalmente del Tucumán. 
Yancamil logra salvarse escapando del fusilamiento al que fueron sometidos él y los hombres de su comisión por haberse resistido. Vuelve a los toldos de Epumer, su cacique, pero los encuentra saqueados y abandonados. Deambula por la zona de Leuvucó reagrupando los el rezago de los ranqueles dispersos, subsisten del pillaje de ganado para formar otro rebaño que remplace al saqueado por la fuerzas militares, tratan de reconstruir una tribu y su modo de vida, pero la fundación de Victorica en febrero de 1882 anuncia que los blancos han venido para quedarse, intenta un acercamiento pero es recibido hostilmente. No entraremos en detalles sobre el acontecimiento, pero el 19 de agosto de 1882 se produjo el último hecho de armas entre Ranqueles y fuerzas del ejército Nacional: El combate de Cochicó, los soldados son obligados a retirase por los ranqueles de Yancamil entonces unido a Painé, luego de ello todo las fuerzas nacionales lo buscan, escapa una vez más del ejercito, alguanos dicen que escapó a Chile, lo que no sería extraño, pero otros dicen que se refugió en “Las Lajas” existen dos localidades con ese nombre una en Córdoba y otra en Neuquén, nos arriesgamos a inferir que escapó a Neuquén.
Finalmente se descuidó y lo atrapan en 1883 y lo trasladan a la Isla Martin García, de allí escapa una vez mas de sus captores junto a “Pincen” y unos indios mas, en una balsa improvisada; llegan hasta la costa Uruguaya; en la localidad de Carmelo las autoridades uruguayas considerándolo reo prófugo lo devuelven a la isla prisión. Rudecindo Roca reaparecen para signar la vida de Pampas–Ranqueles allí cautivos, pide al Ministerio de Guerra le entregue prisioneros del la isla para llevarlos a trabajar en Misiones. Hacia la provincia selvática se embarcan Yancamil y su gente en 1886. Allí son sometidos al trabajo en servidumbre para Rudecindo Roca. Pero logra escapar, se refugia en el Paraguay, país que no concedió su extradición, desde allí regresa años después a su tierra natal en ese entonces convertida en Territorio nacional, La Pampa, donde muere entre su familia a muy avanzada edad.

Lo antes dicho es lo que hasta hace poco se conocía sobre Yancamil, pero en Misiones dimos con un documento que si bien es conocido por los investigadores misioneros, nunca había sido transcripto íntegramente e investigados los protagonistas de los hechos que narra. Se trata de un sumario levantado por un juez tras recibir la denuncia de un motín indios que trabajaban en un ingenio azucarero, quienes además saquearon el establecimiento y se fugaron al Paraguay cruzando el Río Paraná en embarcaciones tomadas del puerto del establecimiento.
Rudecindo Roca, hermano de Julio Roca, había construido un ingenio azucarero en 1884 en un lugar hoy conocido como campo San Juan en la localidad de Santa Ana Misiones, para mano de obra trajo indios del Chaco y Formosa capturados por expediciones militares como en la campaña al desierto. Estos indios se escaparon en reiteradas oportunidades y muchos fueron muertos en las persecuciones. Así pronto necesitó más mano de obra esclava y es entonces que manda pedir “indios pampas” de Martín García. En 1886 El viajero E. L. Holmberg visitó el ingenio de Rudecindo Roca durante su viaje a Misiones, nos dejó un valioso testimonio del cual destacamos este relato, que menciona a los “Pampas”:
“En aquel momento, el coronel [R. Roca] se preocupaba de instalar un grupo de indios cautivos que había llevado de Martín García, y dirigía penosamente sus primeros trabajos. No sé cuántos eran, pero me pareció que había allí más de cien. Su tipo era Pampa ó Araucano, y procedían seguramente de las conquistas australes. Prisioneros en la isla nombrada con muchos otros centenares, el coronel los había solicitado, del Ministerio de Guerra, para su Ingenio, y, después de obtenerlos, los había instalado allí”.
Un relato de otro viajero conocido: F. Basaldua, es también muy interesante dado el juicio crítico que expresa en época tan temprana:
“A los veinte y ocho kilómetros de Posadas llegamos al ingenio […], fundado por el general R. Roca cuando fue gobernador de Misiones, con maquinarias de último sistema y cañaverales de primer orden. El general se fundió, á pesar de tener á su servicio en calidad de encomendero toda una tribu numerosa de indios de La Pampa, trasplantados á lejanas tierras por el delito horrendo de defender bravamente la tierra de sus padres…”
Yancamil estuvo en el Ingenio San Juan lo sabemos a partir de la transcripción documental, que lo nombra en 48 oportunidades, también sabemos ahora con mayor certeza gracias a esta transcripción, cómo escapó de allí.
El 23 de Junio de 1888 se produjo lo que en la Historia Misionera es conocido como la sublevación de Indios Pampas del Ingenio del Gobernador Roca, y el documento trascripto es nada más que la recopilación de los testimonios de los testigos de la sublevación y fuga de estos indios, a quienes ellos denominaban simplemente “Indios Pampas”; de estos testimonios surge esta reconstrucción de los hechos, escrita parafraseando a los testigos en gran parte, solo modificando su expresión cundo es preciso y ajustando el texto para mayor compresión y lectura fluida, si bien no es textual como lo expresaran los testigos en 1888 se ha respetando el sentido que le han querido dar a sus palabras, yuxtaponiéndolos testimonios con cohesión y coherencia para construir un narración que recopile los aportes originales de cada testigo complementándolo y dando un panorama completo de los hechos.
Aquí podemos observar a Yancamil dirigiendo la sublevación junto a Melideo. Estos hechos tuvieron lugar el 23 de junio de 1888. Y fueron registrado por el Juez de Santa Ana: José Mujica de cuyo puño y letra reconstruimos paso a paso la “sublevación y fuga” de más de 250 “indios pampas” de la servidumbre en que les habían sometido Rudecindo Roca. Veamos cómo se sucedieron los hechos según el documento: Entre los indios pampas reinaba el descontento por el mal trato al que eran sometidos por Jordán [Hummel, el administrador o “mayordomo” del Ingenio] “muy especialmente por haber puesto a trabajar a las mujeres en el corte de caña”, también en la tienda del establecimiento se cometían estafas adulterando “pesos y medidas”. Yancamil había expresado su descontento a Esteban Daneri, diciendo que esperaba el momento en que estuviera presente el Gral. Rudecindo Roca para poner en su conocimiento todo el maltrato proferido por el administrador. Un testigo afirma que otra causa de la sublevación “ha de ser la falta de algunos alimentos y sobre todo el hacer trabajar a las mujeres según manifestó [al] declarante el mismo Melideo”.
En las primeras horas del día 23 de junio de 1888 el indio Juan Centeno “tuvo aviso reservado de [parte del] indio Huincá, que ese mismo día debían sublevarse todos los indios Pampas que trabajaban en el establecimiento”. Juan Centeno decidió no sumarse a la sublevación sino al contrario, advierte el plan a la mujer del administrador, también avisa a algunos empleados hasta que logra dar con el mismo Jordán Hummel y lo pone al tanto, pero éste no lo toma en serio y e ignora el aviso.
Cerca del mediodía un empleado se dispone a ir al pueblo de Santa Ana, va hacia los establos en busca de un caballo y advierte que los guardias del establo habían sido reducidos y despojados de sus armas “remingtons”. A las 12:00, hora en que suena la campana, los indios pampas se alzaron en armas, tomaron sus machetes de cortar caña y con lanzas, boleadoras y palos; tomaron todas las dependencias del ingenio.
Un poco antes de esa hora Patricio Salas, el herrero estaba en su casa almorzando cuando vienen los indios Santos, Simón y Yancamil y le preguntan por el mecánico Guillermo Gouchard; Salas le dijo que no se hallaba allí y estos sin creerle revisaron toda la casa sin encontrarlo, le preguntaron si tenía armas, respondió que no y se fueron. Luego volvió a pasar por ahí Santos y le dijo que huyera sin darle más detalles del porqué…
Juana Fernández, afirma que ve por la ventana pasar corriendo al Sr. Jordán Hummel, en ese momento se asoma y ve que de los galpones ocupados por los “Indios Pampas” “salían todos estos en grupo numeroso armados de palos, cuchillos y machetes, dando espantosos gritos dirigiéndose a las poblaciones ocupadas por el negocio y el mayordomo”, llegaron a la casa de Jordán, donde estaba su mujer y su hijo y el peón Gabriel Florentín, entraron y los tomaron. En ese momento a Juana se le acercó el indio llamado Juan Rosa y le dijo que se escondiera.
Anastasio Valdez desde su casa vio pasar al capataz Cirilo Ríos preso por un grupo de indios dirigidos por Yancamil. Arthur Kirschner se encontraba en la habitación que ocupa “junto a la estación de la locomotora” cuando sintió “gran ruido”, salió y vio a un numeroso grupo de indios armados con palos, machetes, hondas, boleadoras y lanzas. Entonces se encerró en su habitación y observó desde la otra puerta como saqueaban el negocio y las habitaciones de Daneri y la que el Gral. Rudecindo Roca ocupaba cuando estaba presente.
Francisco Estrada salió con un grupo de peones en el depósito de la locomotora, tomó una carabina y disparó a la cabeza del grupo de indios que conducía prisionero al capataz Cirilo Ríos, quiso repetir el disparo pero la carabina no funcionaba.
Guillermo Almeida abre las puertas del negocio que hasta entonces permanecía cerrada como de costumbre y es invadido inmediatamente por un numeroso grupo de indios armados capitaneados por “Simón, hermano de Yancamil” quienes con empujones y amenazas de muerte lo obligaron a salir afuera.
Se sintió un gran griterío, comenta Juan Chavanne, salió de la habitación que ocupaba en la administración que da a la barranca del río y vio un grupo de indios armados con machete se dirigían por la bajada que da al río donde se apoderaban de la canoa y los vaporcitos anclados frente al embarcadero. Viendo el peligro inminente huyó al cañaveral, invitando a hacer lo mismo a la mujer de Esteban Daneri y sus tres hijos y a otra mujer y criaturas que se hallaban con él. Ignacio Borja cuenta que a las una de la tarde oyó un tiro y al salir a la puerta se encontró con un grupo de indios armados capitaneados por Yancamil, quien ayudado por otro indio, le ató las mano atrás de la espalda.
El indio Juan Centeno que buscó y encontró a Jordán y le manifestó que era su amigo y que como tal pelearía a su lado, lo acompañó al depósito de la locomotora de donde fueron repelidos hasta la fábrica nuevamente. La compañera de Jordán, narra que momentos después que Jordan saliera para la fábrica ya advertido, se presentó en su casa un grupo numeroso de indios encabezados por Yancamil, armados de machetes y hachas, pidiéndole a gritos y con amenaza que les entregara las balas que habían allí, entrando todos los indios a la casa. La mujer de Jordán entonces abrió todos y cada uno de los baúles para que vieran que no había balas. Desde allí fue raptada con sus hijos trasladada y encerrada, vio como los indios con Yancamil a la cabeza sacaban y se distribuían los Remington y machetes. Presenció también cuando los primeros indios se embarcaban en la canoa y vaporcitos “Huascar y Fénix”, en ellos partieron todas las mujeres y niños y solo algunos hombres.
Juana Fernández se había encerrado, los indios que golpeaban violentamente la puerta exigían a gritos que se les abra, una vez abierto entraron con Yancamil a la cabeza quien les exigió que les entregara las balas que ellos sabían se guardaban en el altillo. El testimonio de Juana en el sumario dice textualmente “asegurándole Yancamil a la declarante que a ella personalmente no le sucedería nada porque no era a ella sino a Jordán y a Esteban a quien querían encontrar” (folio 31) los indios comenzaron a apoderarse de las ropas y elementos que encontraban a mano “mientras Yancamil con su machete levantaba la puerta del altillo”, entonces bajo amenazas hizo entrar a un hijo de Juana llamado Anselmo, al altillo para que le pasase todas las balas que había, luego son sacados a los empujones por el mismo Yancamil al patio, allí se encontró con la mujer de Jordán a quien también llevarían prisionera, y “al peón de la Bomba” Ignacio Borja que estaba atado con las manos en la espalda. Mientras tanto los indios culminaban el saqueo. Como media hora después de haber zarpado aguas abajo los vaporcitos, los indios emprendieron marcha en la misma dirección llevándose rehenes.
Guillermo Almeida encuentra en la fábrica encerrados y temerosos a Jordán y los peones, estos observaron desde ahí el saqueo del negocio y las otras poblaciones, presenció también como Yancamil llevaba preso a Cirilo Ríos y luego a la mujer e hijo de Jordán, luego de presenciar el rapto de su familia agazapado, desde la fábrica súbitamente Jordán desapareció, había escapado por entre los cañaverales, no volvería sino hasta el día siguiente.
“Una hora después” de iniciada la sublevación “a eso de las dos y media de la tarde” los indios sublevados que no fueron embarcados en los vaporcitos fueron caminando por la costa en dirección a lo que es “conocido por puerto Alves, llevándose prisioneras a la mujer e hijo de Daneri, a la mujer e hijo de Jordán, a la mujer del peón Antonio Barbosa y al peón de la bomba Ignacio Borja”. Emprendieron camino a un monte espeso distante 20 cuadras del establecimiento, donde se detuvieron por primera vez, Juana Fernández “pudo observar a pesar de estar separada y con centinela, que los indios que tenían armas fueron colocados por Yancamil en varios puestos a manera de centinelas, mientras que las canoa embarcaban indios para pasarlos al frente, a la costa paraguaya”, donde ya habían arribado las dos embarcaciones, que transportaron la mayor parte de los fugados.
En esta primera parada del contingente en fuga, regresa a la costa argentina la canoa y embarcan aproximadamente veinte indios. Cuando vuelve a partir hacia el Paraguay, Yancamil ordena ponerse de nuevo en marcha hasta otro monte más espeso y enmarañado distante sobre la costa. Volviendo hacer alto allí y una vez más embarcando otros “veinte i tantos indios” en la canoa que ya había regresado. “Los que quedaba a este lado siempre con Yancamil a la cabeza como jefe, emprendían de nuevo la marcha por la costa, hasta dar tiempo a que regresara dicha canoa”. Así los indios hicieron altos en su marcha “observando en todos ellos las mismas precauciones”.
Cuando los indios sublevados se habían ido del establecimiento, vino a las poblaciones y la fábrica el sargento de policía del distrito Don Nemesio Cepeda, comisario de Santa Ana, encontrando las puertas rotas y todo en el más completo desorden. El sargento Cepeda y el peón Remigio Silva se dirigieron al lugar donde se suponía debían estar los indios para rescatar a los prisioneros, “serían las tres de la tarde” cuando la policía llegó al monte sobre la costa donde se encontraban “los indios”. Yancamil los vio y ordenó les dispararan, siendo él mismo el primero en disparar, hirieron a uno de los perseguidores pero en sus filas cayó muerto el indio “Lincon”. La policía se retiró con el herido y los indios pampas prosiguieron su escape, cruzando el último contingente en la canoa cerca de las nueve de la noche, los cautivos y cautivas fueron dejados en la costa argentina desde donde regresaron al ingenio todos ilesos. Toda la tribu de “indios Pampas” se había fugado del ingenio del General Rudecindo Roca en Misiones.
Esta es una síntesis del documento, construida a partir de los testimonios. Aporte a la historia de Yancamil y el pueblo Ranquel víctimas del etnocida y genocida plan de Julio A. Roca. Este caso a diferencia de muchos ortos, tuvo un final sino feliz, al menos alentador, ya que la mayor parte de los indios esclavizados logro su libertad con esta sublevación.
Se creía que Yancamil había luchado hasta 1882 en Cochicó contra “los indios amigos” de los blancos: Tránsito Mora y Simón Martín, que luego fue apresado y sometido logrando después indulgencia estatal. Pero su última batalla fue en el San Juan en 1888 contra la explotación esclavista de Roca, proeza que culminó con la victoria y libertad de toda la tribu de “indios Pampas” encabezados por este gran líder Ranquel que se resiste a pasar desapercibido por la Historia.
Escrito: Julio Cantero (Historiador)
Colaboración especial para Revista Superficie
Ilustracion de Ángel Rodríguez.