Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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lunes, 17 de junio de 2024

Morir de Amor / Martín Miguel de Güemes



A Martín Miguel de Güemes todos lo respetaban, hasta sus enemigos. Era además un soltero codiciado por las mujeres. De Carmen Puch, las crónicas de la época decían que poseía una belleza incalculable, al punto que algunos la consideraban la más hermosa de Salta. La escritora Juana Manuela Gorriti solía decir que “era una mujer maravillosa, con todas las seducciones que puede soñar la más ardiente imaginación”.

La muchacha había nacido en 1797 y era hija de un español de fortuna, que adhirió a la causa revolucionaria donando casi todos sus caballos a “Los Infernales”. Güemes era el comandante de ese ejército de héroes gauchos, y por eso es lógico que Carmencita lo admirara.

La que ofició de celestina y los presentó fue Macacha Güemes, apenas se enteró de que su hermano había roto su compromiso con su novia, Juana María Saravia. Eran épocas de guerra y el amor entre Carmen y Martín fue igual de intenso. Se casaron enseguida, en 1815, a dos meses de que Güemes fue nombrado gobernador.

Ella tenía 18 años y él pisaba los 30. La boda entre el hombre de coraje legendario, que acababa de ser ascendido a teniente coronel por el General San Martín, y la belleza de pelo rubio, se celebró en la catedral de Salta y se festejó en la ciudad y en la provincia entera durante varios días.

Dos años más tarde, comenzaron a nacer los hijos: Martín del Milagro, que luego fue gobernador de Salta; Luis e Ignacio, a quien Güemes nunca llegó a conocer. La vida en el norte del país era muy agitada y los enemigos del general gaucho muy poderosos.

Carmen tuvo que cambiar varias veces de residencia para proteger la seguridad de su familia y también acostumbrarse a ver partir a su hombre para librar tantas batallas.

En su desesperación por quebrar a Güemes, los realistas llegaron a planificar el secuestro de Carmen y sus hijos con el propósito de extorsionarlo. Embarazada de ocho meses, la mujer no dudó en cargar al pequeño Martín de tres años y a su bebé Luisito de un año, para hacer un peligrosísimo viaje a caballo hasta una estancia de su padre en Rosario de la Frontera.

Hasta allí le llegaban las cartas que Martín le escribía cada día y que le enviaba con un mensajero. En la última que pudo escribirle le decía: “Mi idolatrada Carmen: Es tanto lo que tengo que hacer que no puedo escribirte como quisiera, pero no tengas cuidado de nada, pronto concluiremos esto y te daré a ti y a mis hijitos mil besos, tu invariable Martín”.

También Carmencita le escribió la única carta que se le conoce, en la que le dice: “Mi vida, mi cielo, mi amor, por Dios cuídate mucho y no vas a estar descuidado (…) Mi amor, cuándo será el día que tenga el gusto de verte y estrecharte en mis brazos y darte un millón de besos''.

Los esposos nunca pudieron darse ni uno solo de todos esos besos escritos y prometidos, porque el 7 de junio de 1821 los realistas le tendieron una emboscada a Güemes y lo hirieron de muerte. En una agonía que duró diez días, dicen que pensando en su Carmencita llegó a decir: “Ella vendrá conmigo y morirá de mi muerte como ha vivido de mi vida”.

Lo de Güemes fue casi una premonición, porque al enterarse del asesinato de su marido, Carmencita entró en una depresión, que se transformó en terminal cuando también su tercer hijito Ignacio murió a los pocos días, antes de cumplir un año.

Los dichos populares cuentan que la muchacha de 25 años se encerró en una habitación en casa de los Puch, se cortó su cabellera, cubrió su cara con un velo negro y se instaló en el rincón más oscuro. Sin moverse, murió de pena diez meses después que su amado, el 3 de abril de 1822.
Y murió de amor así como él murió por amor a la patria. 

Por Mónica García
artículo publicado por Revista Ñ el 1/11/2019.


Martín Miguel de Güemes



El 17 de Junio de 1821 muere el general Martín Miguel de Güemes, defensor de la frontera norte ̶ junto a gauchos, criollos, Pueblos Indígenas y mestizos ̶ de la invasión realista. Su trabajo contribuyó a las campañas que el General José de San Martín llevó adelante hacia Chile y Perú.

Las acciones de su ejército “Los Infernales” fueron clave para lograr la libertad de los Pueblos.

#HermanaAguaVidaYLibertad
#ENDEPA

lunes, 21 de junio de 2021

Martin Miguel de Gûemes, a 200 de su fallecimiento


El 17 de junio de 1821, falleció el general Martín Miguel de Güemes, caudillo salteño y defensor de la frontera norte. Sin el apoyo de su ejército -“Los infernales”- el general San Martín no podría haber libertado a Chile y Perú.

Como justo reconocimiento a su tropa, hombres y mujeres, los liberó del pago de los arrendamientos con el descontento de los grandes propietarios.

Junto con San Martín y Belgrano apoyó la propuesta de una monarquía moderada y parlamentaria con una dinastía Inca, presentada el 6 de julio en la sesión secreta del Congreso de Tucumán.

“Si estos son los sentimientos generales que nos animan, con cuanta más razón serán cuando, restablecida en breve la Dinastía de los Incas veamos sentado en el trono al legítimo sucesor de la corona” dijo Güemes. (El Censor del 8 de agosto de 1816)


Fuente: ENDEPA - 17 de Junio de 2020.


viernes, 10 de julio de 2020

Belgrano, San Martín y Güemes o el fuego sagrado de los incas



Fue uno de los hechos más llamativos de la historia argentina y sobre el cual se vuelve una y otra vez, en especial cuando cada 9 de Julio se conmemora un nuevo aniversario de la Independencia.

Según las distintas fuentes, el general Manuel Belgrano poco antes de reasumir como jefe del Ejército del Norte fue quien propuso al Congreso de Tucumán que se aprestaba a declarar la Independencia, la instauración de una monarquía encabezada por un hombre perteneciente al linaje de los incas, propuesta que contó con el decidido apoyo del general San Martín quien por entonces preparaba el legendario cruce de Los Andes y el general Martín Miguel de Güemes, líder de las fuerzas criollas con asiento en Salta.

En 1814 Belgrano fue enviado a Europa en misión diplomática que tenía entre otros objetivos lograr el reconocimiento de la independencia para las Provincias Unidas de Sud América por parte de las potencias europeas. Realizó distintos sondeos -incluyendo al gobierno inglés- pero sin éxito, al notar que existía en aquellas tierras un fuerte rechazo a las ideas de republicanismos e independencia. Incluso en el Congreso de Viena de aquel año, las monarquías absolutistas discutieron el retorno a las fronteras y las concepciones absolutistas anteriores a la Revolución Francesa de 1789.

Belgrano se convence así de que lo mejor para la supervivencia de la causa americana sería el establecimiento de una monarquía parlamentaria con la participación de los originarios.

Hacia un estado monárquico, parlamentario y originario

Belgrano se dirige al Congreso el 6 de julio de 1816 y explica la situación que se vive en Europa, sosteniendo que la mejor forma de gobierno de esa nación que buscaba su independencia era el de una “una monarquía temperada”, conformada por la Casa de los Incas, despojada de su trono por los españoles 300 años antes.

Ese estado monárquico de origen americano tendría su capital en Cuzco – Q`osko, “el Ombligo del Mundo”- antigua sede del Tawantinsuyu –“los Cuatro Lados del Mundo”, la autodenominación del Estado incaico- y con un Soberano perteneciente a una dinastía de linaje americano, lo cual podría estimular el apoyo de las poblaciones de toda la región andina a la causa de la emancipación.

Se había pensado incluso en quien sería designado para ocupar tal cargo. Por esos días se escuchó en los corrillos del Congreso de Tucumán el nombre de Juan Bautista Tupac Amaru Monjarrás, hermano de José Gabriel Condorcanqui Noguera, más conocido como Túpac Amaru II, líder de la histórica sublevación que en 1780 puso en jaque el dominio español en los Virreinatos del Perú y del Rio de la Plata, en lo que fue una de las más grandes luchas indígenas en Abya Yala.

No fue un obstáculo para esta mención el hecho de que Juan Bautista se encontrara prisionero desde 1783 en una cárcel de Ceuta, una posesión española en el norte de África.

Juan Bautista seguía muy de cerca las luchas por la libertad de los nacientes países a través de las noticias que le traían los cautivos que recalaban en aquella prisión.

El rechazo racista de Buenos Aires

La iniciativa de Belgrano, apoyada por San Martin y Güemes fue finalmente rechazada, muy especialmente por los delegados de Buenos Aires temerosos de la pérdida del poder de la ciudad puerto y peor aún a manos de la ex capital de los incas y de los cuicas, como despectivamente se llamaba por aquellos época a los pueblos originarios andinos.

Pero la historia oficial ha ocultado desde siempre el dato de que el Congreso aprobó esta propuesta por aclamación, aunque por mayoría simple y no por los dos tercios necesarios, debido precisamente al boicot de los diputados porteños.

Buenos Aires logró finalmente sepultar el proyecto en 1817, trasladando el Congreso a la que sería la futura capital de la Argentina, torciendo la voluntad de algunos diputados y reemplazando a aquellos que no querían cambiar la posición original.

En una famosa carta, treinta años después de aquellas sesiones de Tucumán, Tomás Manuel de Anchorena, diputado por Buenos Aires, le relata a Juan Manuel de Rosas la reacción de los representantes porteños ante la iniciativa de Belgrano y el porqué del rechazo, desnudando el profundo desprecio por los pueblos indígenas, a quienes menosprecia e insulta.

A la inversa, el pensamiento de los patriotas que alentaron aquella propuesta de julio de 1816 se basaba en el reencuentro con los pueblos indígenas y en el devolverles su lugar de dignidad en la nueva sociedad que se estaba conformando. El espíritu libertario y revolucionario de esos prohombres de la Patria invocaban permanentemente en sus proclamas, bandos, manifiestos ó artículos periodísticos a las figuras excluyentes de Manco Cápac, Moctezuma, Atahualpa, Lautaro, Caupolicán, mientras que los incas eran vistos como una síntesis no solo a valorar sino a recuperar.

Pero a la postre triunfó –una vez más- la posición de Buenos Aires que paradójicamente tuvo un último gesto con Juan Bautista Túpac Amaru: liberado en 1823 se trasladó a esa ciudad, en donde el gobierno de la provincia le entregó una pensión con la que vivió hasta 1827, cuando muere muy anciano. Está sepultado en una tumba sin nombre en el cementerio de la Recoleta.

Muchas pueden haber sido las causas que generaron esta histórica iniciativa por parte de los patriotas, algunas de las cuales hemos mencionado, pero de lo que no tenemos dudas es que más allá de sus posibilidades ciertas o no de realización, la idea de construir una sociedad con los pueblos indígenas, fue una de las principales razones que también la fundamentaron, en aquellos tiempos en que el espíritu revolucionario aún estaba vivo junto al fuego sagrado de los incas que persistía en seguir encendido.

Por ElOrejiverde

Fuentes
Eduardo Astesano, Juan Bautista de América. El Rey Inca de Belgrano. Castañeda. 1979.
Gabriel Di Meglio, 1816. La verdadera trama de la independencia. Planeta, 2016
Norberto Galasso, Seamos libres, Colihue 2000
Carlos Martínez Sarasola, Nuestros Paisanos los Indios, Del Nuevo Extremo, 2013
Belgrano y el Rey Inca, la idea que pudo cambiar la historia de la Independencia, por Leonardo Castillo
http://www.telam.com.ar/notas/201607/154527-belgrano-y-el-rey-inca-la-idea.html
La Patria grande perdida, por Alberto J. Lapolla
http://www.elhistoriador.com.ar/articulos/independencia/patria_grande_perdida.php
Fecha: 9/7/2020


miércoles, 17 de junio de 2020

Güemes captura una fragata inglesa con la caballería


Liniers nombra a Pueyrredón en la comandancia de los voluntarios de Caballería, de esas filas era parte don Martín Miguel de Güemes como el cadete del Fijo. Allí tendrá su bautismo de fuego justamente bajo las órdenes de Pueyrredón. Así, al caer la tarde del 12 de agosto, el joven Güemes, al mando de un grupo de jinetes montados con el agua hasta el cuello de los caballos, tomó la fragata de bandera inglesa conocida como “Justina” que por la bajante de las aguas, había quedado varada en el río. Es un hecho inédito en la marina que un buque sea tomado por caballería. Más tarde, Güemes será recordado en la historiografía salteña, como uno de los más lúcidos guerreros de la Independencia, y reconocido héroe de la Nación Argentina.

Se puede leer en el Güemes Documentado, tomo I, página 71 en adelante, una publicación realizada por el capitán Alejandro Gillespie que fue escrita en Londres luego de ser liberado en 1818. Es una especie de diario personal cuya traducción se publicó en la Argentina en 1921, bajo el título de “Buenos Aires y el interior”. Y dice así: “En ocasión en que Pophan pasa por Santa Elena con rumbo a Buenos Aires, dice Gillespie que se ordenó, como refuerzo, 100 hombres de la guarnición, con todos sus enceres de campaña, se embarcarán en el “Justina”, barco mercante de 26 cañones. Este destacamento del cuerpo de Santa Elena fue una adición valiosa, pues la mayoría de ellos eran artilleros y tiradores excelentes”.

El momento en que el “Justina” es abordado y tomado frente a Buenos Aires, lo relata así: “Había un buque mercante en este tiempo que se había acercado a la ciudad para traficar, que nos fue de utilidad esencial. “El Justina” de 26 cañones, una vez alijado, fue tripulado con oficiales y 100 marineros de la escuadra, a demás de su dotación. El día de nuestra rendición peleó bien y con sus cañones impidieron, todos los movimientos de los españoles no solamente por la playa sino en las diferentes calles que ocupaban, también expuestas a su fuego. Este barco ofrece un “fenómeno en los acontecimientos militares”, el haber sido abordado y tomado por caballería al terminar el 12 de agosto de 1806, a causa de una bajante súbita del río” (págs.78 y 79; cf. Pág. 46).
El “Justina” cuya mesana, conforme se verá, había sido tronchada de un cañonazo el día anterior, constituyó –demás esta decirlo- un glorioso trofeo y una valiosa presa. Dice Bauzá que “Formó parte de los trofeos la fragata inglesa desarbolada por la batería del retiro y un bergantín cargado de trigo” (tomo I y II pág. 403). En Lobo a su vez leemos: “El único provecho de los reconquistadores, procedente de intereses enemigos, fue el apresamiento de una fragata mercante y de un bergantín, ambos ingleses; aquella con mercancías, que había ya comenzado a descargar, y este con trigo” (tomo I, Pág.432). El tradicionalista argentino Pastor S. Obligado, publicó en el diario La Razón del 12 de agosto de 1920, con su firma facsimilar al pie, un artículo titulado “Güemes en Buenos Aires”, y, en ese mismo año, adjuntó copia de una carta a la señorita Benita Campos, de Salta, quien la publicó en la revista Güemes Nº 57, del 20 de febrero de 1921, de la cual era su directora.

Sobre la intervención de Güemes en la toma del “Justina”, el Güemes Documentado expresa lo siguiente: Transcribiremos a continuación casi por completo dicho artículo. Es de destacar como el autor da como protagonista del episodio del “Justina” a Güemes. Sus aseveraciones al respecto son, a nuestro juicio, valederas. Tanto es así, que en medio siglo transcurrido desde su publicación, jamás han sido objeto de reparo alguno, sino tomados invariablemente como fidedignas (Hoy ochenta y nueve años desde su publicación).

“Antes de ser general fue soldado, como ante todo Salteño, y sobre todo, patriota de nacimiento”.

“Afiló la espada que había de sablear chapetones hasta más lejana frontera en piedras de estas calles, ensayando las memorables cargas de su renombre por sierras y montañas, en la playa del Plata, cuya bajante dejó en seco al buque de guerra ingles, cooperando a su abordaje”.

“Pues que hoy cumple 114 años (ahora 203 años, y en el año 2006 se cumplió el bicentenario) que recibió su bautismo de fuego en las aguas de este río, conmemoraremos sus hazañas, bien sea al pasar, como rápido pasó al galope triunfante de su infatigable caballo de guerra, tan brioso como su gentil caballero, que sólo desmontara cuando bala enemiga le postró en la contienda”.

“El combate había terminado después de dos horas de rápida acción (12 de agosto de 1806), llevada con toda energía por soldados bisoños que el amor a la tierra improvisó, doblando expertos veteranos que venían de vencer soldados de Napoleón en San Juan de Arce. Pueyrredón acababa de arrebatarles su estandarte (regimiento número 71) colgado en la basílica de Santo Domingo, y el general Beresford, tirado su espada desde el Fuerte, conservada en el Museo Histórico. Saliendo a entregarse prisionero, e intranquilo entre la gritería de multitudes hostiles, se oyó la voz del comandante Quintana que lo acompañaba:

“Pena de la vida a quien insulte prisioneros”.

“Cercanas las sombras de lluviosa tarde de invierno, se reunía un grupo de jefes y oficiales al pie del asta- bandera en el bastión Norte, contemplando satisfecho el real pabellón flameando en la altura que los ingleses se apresuraron a izar. Criollos, uruguayos y españoles comentaban diversos episodios, ponderando exaltados a quién correspondía el honor de la jornada, cuando llego el futuro “Virrey de la victoria”, dialogando agitado con Gutiérrez Concha, jefe de la escuadrilla que transportara los auxiliares de la Colonia. Seguíale de cerca “bizarro joven de brillante uniforme”, que inclinado desde su niñez a la noble carrera de las armas en que sus nobles abuelos se distinguieron, había llegado el último año del siglo anterior desde las alturas de Salta (nido fecundo de patriotas) a la capital del virreinato, incorporándose en el regimiento del Fijo así llamado por su residencia en ella”.
“Pronto su comportación y activo desempeño en diversas comisiones, le promovieron ascenso de cadete a alférez y subteniente, antes de formar en el regimiento de húsares, cuyo primer jefe fue aquí Pueyrredón, y en el de Salta Güemes. Mandado la víspera al encuentro de Liniers para informarle la situación de la Plaza y elementos acercados en sus inmediaciones, incorporado a sus ayudantes del cuartel general, le hizo quedar desde ese momento…”

“Todos callaron atentos a la conversación de los jefes, cuando Liniers acentuando observaciones por las que Concha le traía a lo alto de la batería, dijo – Efectivamente parece estar varado”. Y dando vuelta, agregó:“-¡A ver el catalejo! – que el ayudante se apresuró a alcanzarle”.

“Concluida su observación, al devolver el anteojo al ayudante más inmediato dijo:

- Ud. que siempre anda bien montado; galope por la orilla de la Alameda que ha de encontrar a Pueyrredón , acampado a la altura de la Batería Abascal, y comuníquele orden de avanzar soldados de caballería por la playa, hasta la mayor aproximación de aquel barco, que resta cortado de la escuadra en fuga”.

“Menos tardo el ayudante Güemes en recibir la orden, que en transmitirla, como los gauchos de Pueyrredón, ganosos porque no se les escapara la presa en salir al galope tendido por la playa.”Con el agua al encuentro de sus caballos rompían el fuego las tercerolas, cuando asomó el jefe, haciendo seña con un pañuelo blanco desde el alcázar de popa, rindiéndose…!”

Hay en el artículo de Obligado, otras afirmaciones igualmente ajustadas a la verdad histórica: “Usted que siempre anda bien montado, galope por la alameda”… dice Liniers a Güemes. Este estaba montado porque acababa de llegar de la Candelaria, como se colige de lo que ya se ha dicho, mientras que los demás oficiales que rodeaban a Liniers carecían de cabalgaduras. Veamos dos pruebas de esto: “Apenas tuve los caballos y mulas necesarias para arrastrar la artillería y carros de municiones: mis oficiales mismos casi todos a pié…Liniers hablando de los instantes previos a su triunfo”, B., de Mayo, tomo I, pág. 144, llamada 11).

“Fue preciso detenernos... por el mal estado de los caminos y falta de caballos para el tren volante, por haber muerto la mayor parte las noches anteriores” (Capitán de fragata Juan Gutiérrez de la Concha al Secretario de EstadoEspañol 15 de agosto de 1806, en la Reconquista y defensa de Buenos Aires, editado por Peusser, Bs. As. 1947, pág. 229 y en colección “Coronado”, pág. 97). “Comuníquele orden de avanzar soldados de caballería por la playa hasta la mayor aproximación de aquel barco” La única tropa montada eran entre 40 y 60 gauchos comandados por Pueyrredón, a quién se le ordenaba destacase algunos de sus jinetes por la playa hasta aproximarse al “Justina”.

Las dos citas siguientes son asaz ilustrativas con respecto al número de dichos jinetes y a sus funciones habituales en el ejército. “No podíamos acercarnos antes de recibir socorros, constando solo nuestro ejercito de 1.120 hombres la mayor parte milicias y de unos 40 a 60 paisanos a caballo que hacían el útil servicio de mantener avanzadas a larga distancia del ejercito” (oficio recién citado de Gutiérrez de la Concha). “Desde allí hasta el día de la toma de la Plaza fue continuado estos auxilios y a demás el importantísimo que hacía la caballería de su mando, en partidas avanzadas hasta la ciudad”. Así se expresaba Liniers hablando de Pueyrredón y de su gente montada (Archivo Pueyrredón, tomo I, Pág. 54).
“Incorporado a sus ayudantes del cuartel general le hizo quedar desde ese momento”. Según esto, Liniers decide que Güemes, desde que llega a La Candelaria, se queda en Buenos Aires y lo incorpora al grupo de sus ayudantes en el cuartel general. Para ello habrá tenido en cuenta sin duda los buenos antecedentes y su vehemente deseo de combatir, amén de que el joven no habrá dejado de traslucir su decepción por la públicamente objetada actitud de Sobremonte, a cuyas directas órdenes pensaba que habría de continuar en forzosa inactividad bélica.

“Prescindiendo de ligeros anacronismos (llegada a Buenos Aires en 1799, en vez de 1805, vestir brillante uniforme en la reconquista, cosa que no sucedió hasta pocos días después). Hay en todo lo que dice Obligado gran responsabilidad y coherencia, como el lector lo habrá podido comprobar. Esto nos lleva a sostener, que la omisión de Gillespie ha sido salvada, es decir, que quién encabezo la toma del “Justina” no fue otro que Güemes. La bandera del “Justina”: (Güemes Documentado tomo I Pág. 80) “La bandera conocida como del Retiro” era la del “Justina” y que ella fue conquistada por Güemes al apoderarse éste del barco en la forma ya expuesta.

Alberdi, en proceso a Mitre, capítulo XVI (Ed. “Calden”, Bs, As., 1967. pág. 147), se expresó así: “Güemes bajo las órdenes de Liniers pelea en las jornadas de 1806 1807 en Buenos Aires, contra los ingleses y contribuye a arrancar las banderas que decoran hoy los templos de la orgullosa Buenos Aires”. Realmente las banderas que se guardan en esta ciudad, son tan solo las tomadas en 1806, dos del regimiento nº 71 y dos de marina, una de estas últimas, la del buque “Justina”, abordado por Güemes. En cambio las dos tomadas en 1807, fueron remitidas por Liniers a Córdoba, donde actualmente se encuentran (La Reconquista y la Defensa edición Peuser, 1947, páginas 248, 249). La expresión de Alberdi ha de entenderse pues, como alusiva al año 1806 en particular.
En la actualidad esas aguas cruzadas por gauchos a caballo capitaneados por Güemes, ya no son mas aguas. El lugar que cubría ha sido ganado al río. Es tierra firme y, en ese punto geográfico en que el prócer conquistó un trofeo, hoy se yergue una torre anteriormente denominada “de los ingleses”, y hoy llamada “de Malvinas”, que es réplica de la torre de Londres. Muy justo sería que se pusiera en dicho lugar una placa conmemorativa y de reconocimiento a la persona del Cadete Martín Miguel de Güemes y los húsares y gauchos de Pueyrredón, por la toma del “Justina”, efectuada en 1806.

Luis Mesquita Errea, dice que: “Liniers vence la cruzada. La Virgen del Rosario de la Reconquista y defensa de Buenos Aires recibe los trofeos de los regimientos que se midieron con los mejores ejércitos europeos, derrotados por el coraje y la Fé de argentinos uruguayos y bolivianos, hermanos en el Virreinato”.

El día 13 de agosto de 1806, son enterrados los restos de los caídos en batalla, mientras tanto el comodoro Popham, se repliega hasta Ensenada evacuando así la Ciudad. Viendo la actitud del virrey Sobremonte que había indignado al país, en especial a Buenos Aires donde para proveer a la defensa del territorio amenazado de una nueva invasión (y dado que la escuadra inglesa permanecía dueña del Río de la Plata), se celebró con fecha 14 de agosto, un Cabildo Abierto, con la presencia de más de 100 vecinos, encabezados por Pueyrredón, Albarden, Paso y Campana entre otros, los que solicitaban el nombramiento del jefe de la Reconquista, el general Liniers, el mando en jefe de las armas, reasumiendo el político la Audiencia, por ausencia del Virrey, según las leyes fundamentales de la monarquía. Producida la reconquista de Buenos Aires, el Congreso General reunido el 14 de agosto resolvió encomendar a una junta de guerra el estudio y solución del problema para resistir a nuevos intentos que se aseguraba, realzarían los ingleses y se nombró, a la vez, al capitán de navío don Santiago de Liniers, comandante general de armas.

Con fecha 16 de Agosto, Liniers, arregla en la capitulación de las fuerzas inglesas que la rendición tuvo tácitamente el carácter de una entrega a discreción, de acuerdo con los términos aceptados y suscripto por las dos partes, los prisioneros ingleses debían ser embarcados con armas y bagajes en sus transportes y remitidos a Europa, para ser canjeados con prisioneros españoles. En el pueblo se produjo un descontento total al punto de querer sublevarse contra su ídolo y caudillo por dicha determinación. Con esto Liniers se vio obligado a ceder a la imposición y protesta generales, anulando el tratado que libremente firmara con el jefe británico y cuya cláusula principal se refería precisamente a la devolución de los prisioneros. Conservados estos al principio en la capital, el pueblo y el Cabildo exigieron a Liniers que los internase. Los oficiales fueron entonces distribuidos en los fuertes y fortines de la campaña de Buenos Aires. A Luján, se trasladó a Beresfort, el coronel Park y siete oficiales más, trece a Capilla del Señor, treinta y dos a San Antonio de Areco, uno a San Nicolás, cuatro a la estancia de Marcos Zavaleta. La tropa fue enviada a las provincias del interior por grupos, a fin de facilitar su conducción y custodia: el primero (400 hombres) fue destinado a Mendoza y San Juan, por mitades; el segundo, de 500 hombres y escoltados por milicianos de Tucumán a las órdenes del ayudante mayor Juan Ramón Balcarce, siguió al norte, destacando 50 a San Luís y dejando otros 50 en la Carlota, 15 en Córdoba, 200 en San Miguel de Tucumán y 50 en Santiago del Estero. El tercer grupo, de 300 prisioneros, fue llevado a Córdoba. Se encomendó además a una junta de Guerra el estudio de la cantidad de tropa que la Ciudad necesita para su defensa.

El día 17 de agosto de 1806 el Cabildo recibe, el ofrecimiento de los caciques Pampas. Han llegado cartas desde Montevideo que siendo el día 22 de Agosto de 1806, se mantienen a la vista los navíos ingleses y que el jefe de la flota ha iniciado correspondencia con el gobernador Ruiz Huidobro, procurando que la gente de Buenos Aires libere a los prisioneros.
Con fecha 24 de Agosto, son entregadas como ofrendas las cuatros banderas inglesas, en la Iglesia de Santo Domingo. Asistieron a la ceremonia, Liniers, La Real Audiencia, El Ilustre Cabildo, y los individuos más notables y destacados del vecindario.
Desde San Nicolás de los Arroyos con fecha 28 de agosto el Virrey Sobremonte delega en Santiago de Liniers el mando de las fuerzas de la Capital, conservando el Gobierno en el resto del Virreinato. La Audiencia asume la dirección Política de Buenos Aires, se daba así cumplimiento a los objetivos del Cabildo Abierto del 14 de agosto.

El 2 de septiembre, comienza el traslado de los prisioneros ingleses hacia las provincias del interior. Los oficiales serían distribuidos entre los fuertes de la campaña. La intendencia de Salta instruyó al Comandante de Armas de Tucumán para que a los prisioneros los mantuvieran en estrecha reclusión sin permitirles salir a la calle. Era preferible no innovar en la custodia de los detenidos. En Buenos Aires se multiplican las acusaciones de contrabando. Y con fecha 5 de ese mes se advierte la masiva llegada de mercancías a Buenos Aires y al interior, desde la ocupada ciudad de Colonia. El cadete Martín Miguel de Güemes, conducirá un grupo de hombres para impedir el “punible comercio” entre Montevideo y Buenos Aires.

En la cartilla escrita por el profesor Oscar Colmenares y reeditada por el Senado de la Nación en junio de 2006, según resolución DR – 598/05, expediente S. 752/05 en su página 20/21 indica que el comandante de Regimiento de infantería de Buenos Aires, don Josef Ignacio de Merlos, se dirigió el 9 de abril de 1807 a la audiencia que ejercía el mando político y militar del Virreinato por haber sido depuesto Sobremonte, expresando lo siguiente: “Enterado del oficio de Vuestra Alteza de 3 del corriente en que se sirve insertarme el que con fecha del 11 de marzo último se sirvió Vuestra Alteza remitir al Ilustre Cabildo, relativo al permiso que Vuestra Alteza había advertido se concedían a las lanchas del tráfico de este río para pasar a la otra banda, sin embargo de las noticias que llegaban a Vuestra Alteza de las varias que habían apresado los ingleses, y no obstante de todo parece ser que el expresado Ilustre Cabildo ha omitido el cumplimiento de este encargo en cuya virtud se digna Vuestra Alteza prevenirme de que con respecto a lo mucho que interesa cortar tan punible comercio, pueda yo tomar las providencias conducentes al mismo fin; he determinado en el mismo instante nombrar al cadete don Martín Güemes, sujeto de honor, actividad y de irreprensible conducta, para que eligiendo éste seis u ocho hombres de su satisfacción, estén a la mira, principalmente de noche, en toda la costa, con las estrechas ordenes que le comunicaré al efecto...”.

A los 22 años el cadete Güemes recibía otra misión de elegir y conducir un grupo de hombres en este caso con el propósito de impedir el “punible comercio” que se realizaba entre Buenos Aires y Montevideo por el Río de la Plata, estando los ingleses en posesión de esta última cuidad y pronto a invadir nuevamente la ciudad de la que habían sido expulsados el año anterior. Y fue el comandante de su regimiento, quién le encomendó esta tarea, por cuanto lo consideraba “un sujeto de honor, actividad y de irreprensible conducta”. Seguramente Güemes cumplió esta labor hasta el momento en que los ingleses intentaron invadir por segunda vez la Ciudad de Buenos Aires.

En los días subsiguientes, pese a las prohibiciones del Cabildo, la Real Audiencia y el Obispo, las denuncias de contrabando con los comerciantes ingleses establecidos en Montevideo y de compra de objetos saqueados por los ingleses en Miserere son constantes.

En el Archivo de Indias (Audiencia de Buenos Aires, 556-390/1, y en “Güemes Documentado” tomo 1, Pág. 125 en adelante) se puede constatar el oficio que el Virrey don Santiago de Liniers envía a Fernando VII, desde Buenos Aires, el 31 de Julio de 1807, donde dice que “Todas las relaciones de los oficiales de los cuerpos veteranos y voluntarios que han concurrido a la defensa de esta capital, acompañadas de las que he formado, manifestando en ellas mi concepto acerca del merito de los que se han distinguido y premios a que considero acreedores a varios (...) individuos que han contribuido a la gloriosa victoria que las armas de S.M. han conseguido sobre los enemigos…”. Acompaña la nota con la nómina divididapor cuerpos militares, integrando el cadete Martín Güemes la del Regimiento de Infantería de Buenos Aires (el Fixo de Buenos Aires).

El 13 de Enero de 1809, la Suprema Junta Gubernativa de España e Indias, desde el Alcázar de Sevilla y en nombre de Fernando VII, además de la graduación de subteniente a Güemes, entre otros, ordena recompensar aquellas personas que se distinguieron en la Reconquista y Defensa de Buenos Aires y que no han sido todavía premiados. El premio que el Rey de España, Fernando VII, a través de la Suprema Junta Gubernativa de España e Indias ordenó entregar como reconocimiento de Reconquistador y Defensor de Buenos Aires, entre otros, al cadete Martín Güemes, fue un pequeño escudo de paño y seda circular de 6 centímetros de diámetro, con la figura del escudo de la Ciudad de Buenos Aires, en su centro y a su alrededor, la leyenda “RECONQUISTADOR Y DEFENSOR DE BUENOS AIRES”, detalles todos estos bordados en hilos de oro, plata y seda.
El cadete Martín Miguel de Güemes en
la Reconquista y Defensa de Buenos Aires

A continuación, veremos la permanente asistencia del cadete Martín Miguel de Güemes en los distintos lugares de batalla librada por la reconquista y defensa de Buenos Aires extraídos de documentos del Archivo de Indias, Sevilla, España.

De acuerdo a lo que menciona el Güemes Documentado en el tomo I página 126 y 127, citando el Archivo de Indias, escribe: Audiencia de Buenos Aires, 556, Nº 399 “Regimiento de Infantería de Buenos Aires”. Relación que manifiesta el destino y acciones de guerra en que se han hallado los señores oficiales, sargentos primeros y cadetes del expresado regimiento según pormenor se manifiesta.

Al otro lado del puente, ataque de los Corrales de Miserere: El Capitán y comandante don José Piris, el ayudante mayor don Pedro Antonio Durán, el teniente don Pedro Aldecoa, el subteniente don Juan Celada y el teniente de milicias agregado don Manuel Bustamante, los Sargentos primeros Fernando Romero, Manuel Maldonado, Josef de los Ríos, y don Clemente Ortega, los cadetes don Julián Medrano, don Martín Güemes, don Benito Azcuenaga, don Mariano Rolón, don Agustín Herrera, don Pedro Regalado de la Plaza, don Bartolomé de la Torre, don Antonio Grimao, don Juan Carlos Pro, don Venancio Ortega, don Alejandro de los Reyes, don Ángel de los Reyes, don Luís Méndez, don Josef García y Cárdenas y don Juan Josef Salvadores.

El Ataque de la Residencia: El Capitán don Josef Piris, el ayudante mayor don Pedro Antonio Durá el subteniente don Juan Celada y el teniente de milicias agregado don Manuel Bustamante, el sargento 1ª Fernando Romero, y los cadetes don Martín Güemes,don Benito Azcuenaga, don Juan Carlos Pro, don Ángel de los Reyes, don Venancio Ortega, don Bartolomé de la Torre, don Mariano Rolón, don Juan Josef Salvadores don Pedro Durán y Pagola.

En las azoteas y defensa de esta Ciudad hasta el fin: El Capitán don Josef Piris. El ayudante mayor don Pedro Antonio Durán, el teniente don Pedro Aldecoa, el subteniente don Juan Celada y el teniente de milicias agregado don Manuel Bustamante, los sargento primeros Fernando Romero, Manuel Maldonado,Josef de los Ríos, y don Clemente Ortega; los cadetes don Julián Medrano, don Martín Güemes, don Benito Azcuenaga, don Pedro Durán y Pagola, don Mariano Rolón, don Agustín Herrera, don Pedro Regalado de la Plaza, don Bartolomé de la Torre, don Antonio Grimao, don Carlos Pro, don Venancio Ortega, don Alejandro de los Reyes, don Ángel de los Reyes, don luís Méndez, don Josef García y Cárdenas y don Juan Josef Salvadores.

Notas: Todos los individuos contenidos en la antecedente relación se han portado en todos los lances con el mayor valor, en defensa de las armas de nuestro católico Monarca. Buenos Aires y Julio de 1807. Firmado: Pedro Antonio Durán.

Mitre reconoce que Güemes, arrogante oficial del Regimiento Fijo de Buenos Aires “se había batido con honor contra los ingleses en las jornadas de la Reconquista y la defensa de Buenos Aires en los años 1806 1807”. Güemes ascendió a Alférez graduado, y luego a Teniente de Milicias de Granaderos del Virrey Liniers (Estudios Históricos sobre la Revolución Argentina, Belgrano y Güemes, Edic. 1864, pág. 85).



La relación de Güemes con Pueyrredón

Se piensa que uno de los amigos concurrentes a la casa de Pueyrredón fue Güemes. El trato singularmente cariñoso y aún familiar que el primero, ya Director Supremo da en sus cartas al segundo, Gobernador de Salta, evidencia que existía entre ambos una amistad nada común y bien arraigada, la que es de suponer, se afianzó en medio de la euforia existente en Buenos Aires a raíz del triunfo obtenido sobre los ingleses el 12 de agosto de 1806. He aquí algunas muestras de ese trato: Mi amado Martín... adiós, mi amado amigo... mande a su intimo amigo (04/12/1806) Honor a mi amigo que sabe distinguirse... adiós mi amigo, cuente Ud. con todo su Juan Martín (19/05/1817). Amigo de mi particular aprecio... mande en el verdadero cariño de su amigo tan ingenuo como invariable (09/01/1818).

Se transcribe en el Güemes Documentado, tomo I página 170, que el 21 de noviembre de 1972 la señorita Isabel González del Solar y Hernández, Hija de Isabel Hernández y nieta del celebre Autor, nos favoreció con una carta en la que nos dice: “No he olvidado su interés por el origen del nombre Martín Fierro. Como le prometí, busqué entre anotaciones de mi madre y encontré esa nota que adjunto. Está de acuerdo con lo que siempre hemos conocido, con un agregado también aceptable”. La aludida “nota adjunta”, en lo pertinente, reza así: Dijo mi padre: Llamé Martín Fierro al héroe de mi historia, pues de fierro es el temple del hijo del desierto y no podría encontrar mejor nombre para colocar en el escudo de ese señor de la llanura. Martín es un nombre que dejó en la Historia su huella de valor y de hidalguía. Juan Martín de Pueyrredón Patriota y ecuánime defensor de los derechos de sus conciudadanos y el ínclito general Martín Güemes que con sus valientes gauchos, hermano de este que nació en la pampa, defendió las fronteras argentinas del avance español”. “Y este escritor, queriendo que su libro fuera genuinamente nacional, compuso ese nombre que es un emblema de valor y un símbolo de energía”.

Guillermo Solá en su libro “El Gran Bastión de la Patria”, dice: La figura de Güemes será para los Pueyrredón y sus descendientes, el arquetipo del héroe, a quién continuaran evocando con veneración. Un sobrino nieto de Pueyrredón y autor del Martín Fierro, José Hernández, llamó Martín a su Gaucho Fierro porque Martín es un nombre que dejó en la historia su huella de valor e hidalguía. Juan Martín de Pueyrredón patriota y ecuánime defensor de los derechos de sus conciudadanos y el ínclito general Martín Güemes que con sus valientes Gauchos, hermano de este que nació en la pampa, defendió las fronteras argentinas del avance español (Carta de Isabel Hernández de González del Solar, hija del escritor, facilitada en noviembre de 1972 al Dr. Luis Güemes por una hija de aquella, la señorita Isabel González del Solar, quién a su vez aclara mas abajo, quizás corrigiendo en algo a su madre. En el ambiente familiar ha vivido también esta versión en la que el nombre de Güemes es exclusivo. Esta es la que hemos repetido siempre, confirmada con variado testimonio oral. Martín Fierro se formó honrando la memoria de Martín Güemes, el mas gaucho de nuestros guerreros, y considerando de fierro el temple del hijo de la pampa”.



Homenaje al “Reconquistador y Defensor de Buenos Aires”
Año de su Bicentenario 1806-1807

Su accionar en su bautismo de fuego, tomando la fragata “Justina” el 12 de agosto de 1806.

Participación con soldados a cargo, siendo cadete, en el control del punible contrabando entre Buenos Aires y Montevideo en el Río de la Plata, en abril de 1807.

Intervención al otro lado del Puente en Los Corrales de Miserere, el Ataque de la Residencia en las azoteas y defensa de esta Ciudad hasta el fin, en el año 1807.

Es prudente transcribir unos párrafos de “La Güemesiada” de Don Joaquín Vedoya Beristayn, en donde habla de los decididos, de la obediencia del “Justina”, de gauchos inauditos y las invasiones que dio fama al potente:

El vaivén patrio le lleva a alistarse
en las filas duras de la resistencia
donde se maduran principios humanos
que dan su figura a las impaciencias
de criollos altivos y nobles vecinos
conjugando en la hora las nuevas valencias
que son ¡descubrirse, como decididos,
ofreciendo duelos a los enemigos!
Y el Alférez llega, con bríos sobrados,
a ofrecerse inquieto “para lo que manden”
junto a la orilla de un río agitado
¡ y es Liniers el jefe que ofrece combate
al ingles que llega para ser domado!
por un pueblo integro en bravos quilates
y en sabiduría ¡con sus devaneos
que le llevan siempre a negar reniegos!
Jinete en la espuma de los vendavales,
se ve galopando la orilla desnuda
que deja varada del ingles la nave;
y con bríos sumos las formas circunda
de aqueste “castillo”, donde navegantes
refugian su orgullo ante tanta chusma
¡rabiosa de gloria “al vencer banderas
Que nunca en la Historia el honor rindieran
¡Gauchos inauditos, que el Alférez manda
contra “La Justina” en atroz demanda
¡Y fueron los menos, aquellos Prudentes
que un día juraron por la Patria nueva!
Y que junto al modo, sufrieron lo duro
de un saciar que implica lucha tesonera,
amor por lo suyo y fervor incruento
en medio de bandos que adoran su tierra
¡la suprema dicha de algo reverente
que en las invasiones dio fama al potente!

No sorprende que en la colección de Memorias Póstumas del general José María Paz, edición especial de la “Biblioteca del Oficial” editada en 1924, y anotada por el teniente coronel Juan Beverina, indique apreciaciones sobre el general Martín Miguel de Güemes: “El mismo Güemes desechó Patrióticamente, como creo haberlo indicado en otra parte, las mas seductoras propuestas de los Españoles; lo que apenas llamaba la atención, porque hasta el último de los gauchos pensaba del mismo modo y hubiera hecho otro tanto. Sensible es que la valerosa provincia de Salta no haya tenido un historiador digno de sus hechos y de sus glorias; quizá haya influido el recuerdo de los antiguos odios, porque no podría hablarse sin hacer el encomio de personas, cuya conducta en otro sentido se reprueba y anatematiza. Es de esperar que en la calma de las pasiones, levante alguno la voz, para que no queden en el olvido hechos ilustres de nuestra historia y haga justicia a quién la merezca”.

En esta provincia de Salta, existieron y existen historiadores de gran talento que escribieron y escriben sobre la vida del general Martín Miguel de Güemes, sobre su gesta y su participación como héroe continental. Como también instituciones de la historia que fortalecen la difusión de la Gesta Güemesiana. Si bien es cierto que el Gral. Martín Miguel de Güemes ha sido y será uno de los Héroes de la Nación Argentina, a pesar de no haber tenido hasta la fecha un merecido reconocimiento a nivel Nacional, consideramos que es más que justa, la reivindicación que se hizo aprobando la Ley Nacional Nº 26.125, del 2 de agosto de 2006 en donde es declarado Héroe Nacional; y que todos los 17 de junio de cada año se deberá dar a conocer en los establecimientos educativos del territorio nacional la Gesta Güemesiana, que no fue más que la guerra por la Independencia Argentina. Razón por la cual, desde el Senado de la Nación se dictó una disposición proveyendo documentación histórica y reglamentación, teniendo en cuenta que el general Martín Miguel de Güemes conformó el trípode de generales que junto a don José de San Martín y a don Manuel Belgrano lucharan por la libertad e independencia de América del Sur.

Fuente: Portal de Salta
http://www.portaldesalta.gov.ar/justina11.html

17 de Junio - Aniversario de la muerte de Martín Miguel de Güemes


lunes, 15 de junio de 2020

Las hazañas de Martín Miguel de Güemes, el general gaucho que rechazó media docena de invasiones españolas

Por Adrián Pignatelli

El 17 de junio se cumplen 199 años de la muerte de un héroe de la independencia que, con su ejército de gauchos, rechazó 6 invasiones españolas al norte argentino, lo que ayudó en el éxito de San Martín en su campaña libertadora.





Donde está emplazada la Torre de los Ingleses, en Retiro, en la época de la colonia eso era río. Durante la primera invasión inglesa, el buque de 26 cañones Justina se ocupaba de bombardear a la ciudad. El 12 de agosto de 1806 por la mañana, Santiago de Liniers ordenó neutralizarlo.

Al mando de un pelotón de Húsares, un joven de 21 años lo obligó a rendirse, aprovechando que una bajante de las aguas lo mantenía inmovilizado. Fue así como un barco inglés fue tomado por un grupo de jinetes. Ese joven era el salteño Martín Miguel de Güemes, quien en su corta vida se transformaría en el adalid de la guerra gaucha.

Martín Miguel Juan de Mata Güemes Montero de Goyechea y la Costa había nacido en Salta el 8 de febrero de 1785, en el seno de una familia de muy buena posición económica. Su padre Gabriel de Güemes Montero era español y su mamá María Magdalena Goyechea y la Corte, una jujeña que se había casado quinceañera.

Como los niños de familias acomodadas, tuvo su educación pero además se crió entre gauchos en las duras tareas rurales. A los 14 años, ingresó como cadete a la Compañía del tercer batallón del Regimiento Fijo de Buenos Aires, que estaba destacado en Salta. Su regimiento había sido convocado cuando los británicos se apoderaron de Buenos Aires en 1806. A comienzos de abril de 1808 solicitó licencia y permiso para regresar a Salta al enterarse del fallecimiento de su padre. Además, el clima húmedo de Buenos Aires lo estaba enfermando. En la capital de virreinato haría amigos para toda la vida, como fue el caso de los Pueyrredón.

Cuando estalló la Revolución de Mayo, se movió para prepararle el terreno al ejército que había salido de Buenos Aires hacia el norte. Le habían dado la misión de patrullar la quebrada de Humahuaca. Como una suerte estímulo, fue ascendido a capitán al considerarlo “un oficial infatigable”.

Tuvo un papel determinante en la victoria patriota en Suipacha, el 7 de noviembre de 1810, aunque curiosamente no fue mencionado en el parte de batalla, posiblemente por haber disentido con los jefes. El había propuesto perseguir a los españoles y terminar de aniquilarlos, cosa que no se hizo.

Una cuestión de polleras

Fue por un escándalo del que Manuel Belgrano se arrepentiría que fue separado del Ejército del Norte en junio de 1812. Es que Güemes convivía con una mujer casada y, aparentemente, vivían junto al esposo quien aseguraba que el salteño lo había amenazado de muerte si denunciaba la situación.

Acusado por Belgrano de llevar una vida licenciosa, fue enviado a Buenos Aires. Muchos se habrían lamentado que, con Güemes al lado de Belgrano, posiblemente los resultados de Vilcapugio y Ayohuma hubiesen sido otros.

Pero esa suerte de destierro le vino bien: en la ciudad conoció a José de San Martín, y ambos armaron una dupla perfecta. Tiempo después Belgrano reflexionó, ya más sereno, y terminaron con Güemes como grandes amigos.

Los Infernales de Güemes, la temeraria tropa del salteño.

El salteño se reincorporaría al Ejército del Norte cuando San Martín se hizo cargo de su jefatura. El vencedor de San Lorenzo lo reconoció como un líder y lo puso a cargo de las avanzadas del Río Pasaje. El 29 de marzo de 1814 fue llamado “benemérito” por San Martín cuando derrotó a los realistas en la ciudad de Salta. “Los gauchos de Salta, solos, están haciendo al enemigo una guerra de recursos terrible…”, escribió el Libertador.

Para entonces, las acciones de Güemes en el norte habían elevado la valoración del término “gaucho”, que hasta entonces remitía a algo peyorativo. Tuvo a maltraer a los españoles comandados por Joaquín de la Pezuela, a quienes atacó en distintos puntos en las provincias de Salta y Jujuy. El Directorio lo ascendió a coronel graduado del Ejército y jefe militar en Tucumán y Tarija.

Al mando de sus gauchos, “los infernales” como se los conocía, el 14 de Abril de 1815 derrotó a la vanguardia del ejército enemigo en Puesto del Marqués. Tuvo serios enfrentamientos con José Rondeau, jefe del Ejército del Norte, a raíz de los cuales Güemes se fue con sus gauchos, pasó por Jujuy, donde se apoderó de valioso armamento. Rondeau lo declaró traidor, pero los hechos se precipitaron vertiginosamente. El director Carlos María de Alvear había caído por la sublevación de Fontezuelas y Güemes tenía otros planes: derrocar al gobierno conservador de Salta. Para ello, contaba con la colaboración de su hermano Juan Manuel, funcionario del cabildo local, que movió los hilos para que el 6 de Mayo de 1815 el cabildo local lo nombrase Gobernador de la Intendencia de Salta, un extenso territorio que abarcaba las actuales provincias de Salta y Jujuy, y Tarija.

La esposa que vivió la guerra junto a Güemes

Güemes aún no se había casado. Le habían presentado a Juana Manuela Saravia, hija de uno de sus mejores amigos, pero a la joven no le gustó el salteño. Fue su hermana María Magdalena Dámasa, familiarmente apodada Macacha, quien le presentó a María del Carmen Puch y Velarde, una chica de 18 años, rubia, de ojos azules, cuyo padre le conseguía los caballos a Güemes. Se casaron el 15 de julio en la Catedral de Salta y tuvieron tres hijos: Martín (que llegaría a gobernador), Luis e Ignacio.

Vivió la guerra a la par de su marido; lo asistió y acompañó hasta que la llegada de los hijos se lo permitieron. Cambiaba regularmente de residencia, porque se rumoreaba de un plan español para secuestrarla y así doblegar al indómito de Güemes.

Las idas y vueltas con Buenos Aires

Por su rebeldía, Rondeau lo declaró reo de Estado y el cabildo de Jujuy desconoció su autoridad. Terminaría llegando un acuerdo con el jefe porteño, que se conoció como el “Pacto de los Cerrillos”, decisión aplaudida por José de San Martín, quien consideraba a Güemes como el defensor de la frontera norte, y que con sus continuos hostigamientos mantenía a raya a los españoles. Los porteños veían todo de manera distinta: siempre temieron que Güemes se convirtiera en otro Artigas. Y además hasta llegaron a dudar de su capacidad militar.

Apoyó decididamente el Congreso que se reunió en Tucumán en 1816. “¿Cuándo llegará el día en que veamos reunido nuestro Congreso compuesto de sabios y virtuosos que formen una Constitución libre, dicten sabias leyes y terminen con las diferencias de las provincias?”, escribió.

El 28 de mayo de 1817, el Director Supremo Pueyrredón reconoció los excepcionales servicios prestados por Güemes. Le envió una medalla de oro, le otorgó una pensión vitalicia para su primer hijo, medallas de plata para sus jefes y escudos para sus soldados con la inscripción “A los heroicos defensores de Salta”.

Pero Güemes, más que reconocimientos, buscaba apoyo financiero. Esperó infructuosamente, la ayuda monetaria que su amigo el director Pueyrredón le había prometido para mantener un ejército que ya superaban los 5000 hombres. El jefe salteño seguía haciendo frente a los continuos intentos españoles por adentrarse en el territorio. Ya se había ganado el mote de “intrépido Güemes”. En carta a Belgrano, le comentaba sobre los españoles, que “mis guerrillas y avanzadas les siguen, persiguen y hostilizan con bizarría y les aumenta el terror y espanto con que vergonzosamente huyen…”.

Mientras luchaba contra las tropas de Juan Ramírez y Orozco, pidió ayuda a los gobernadores. El de Córdoba, Bustos le mandó 500 hombres, pero Güemes le pidió tiempo, ya que no disponía de recursos ni para alimentar a su propia tropa.

En medio del anárquico año 20, San Martín lo designó General en Jefe del Ejército de Observación sobre el Perú. El salteño, preocupado por procurarse de fondos, hasta les había solicitado a las damas jujeñas que colaborasen en la confección de ropas para sus soldados. En esa tarea también colaboró su hermana Macacha, quien convirtió su casa en un taller, en la que vivía con su marido Román Tejada Sánchez. Para Macacha, coser fue lo más simple que hizo, ya que participó en arriesgadas misiones de espionaje en favor de su hermano.

No perdía de vista el panorama nacional, pero la disgregación interna lo distraía de la tarea en la que estaba en plena sintonía con San Martín. A la par que le proponía a Bustos celebrar un Congreso General para ordenar al país y coordinar las acciones militares, y terminar con los enfrentamientos entre las provincias, el 24 de mayo de 1821 miembros del Cabildo intentaron derrocarlo como gobernador pero, ante la aclamación popular, los golpistas huyeron. Algunos no tuvieron ningún empacho en refugiarse en el cuartel general de los españoles.

El fin

En toda historia, hay un traidor. Gracias a los datos provistos por el comerciante Mariano Benítez, y que le fueron recompensados económicamente, el 7 de junio una partida española, al mando de José María Valdés, conocido como “el barbarucho” entró a la ciudad de Salta y bloqueó las salidas cercanas a la casa de Macacha, donde estaba Güemes con una pequeña escolta.

Consciente de la encerrona, era medianoche cuando montó su caballo y saltó un piquete enemigo, blandiendo su sable. Cuando atravesaba el segundo piquete, recibió un disparo en la cadera derecha, y el proyectil se le alojó en la ingle. Agonizó en la Cañada de La Horqueta. En un momento, el jefe español envió emisarios con el ofrecimiento de llevarlo a Buenos Aires para que pudiese ser atendido, siempre y cuando desistiera de la lucha contra los españoles. Mandó llamar al coronel Enrique Vidt y, delante de los emisarios, le hizo jurar que nunca bajase los brazos y que continuase la lucha contra los realistas.

Las últimas horas de Güemes

Güemes -que había logrado rechazar media docena de invasiones españolas- falleció el 17 de junio y sus restos fueron enterrados en la capilla de El Chamical. Actualmente descansan en el panteón de las Glorias del Norte, en la Catedral de Salta.La tradición popular cuenta que su esposa Carmen, al enterarse de la muerte de su marido, al que seguiría la de su enfermizo pequeño hijo Luis, se encerró en su habitación, se cortó sus cabellos y dejó de comer. Tenía 25 años cuando falleció el 3 de abril de 1822.

Fuente: Infobae - 15 de Junio de 2.020