Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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sábado, 28 de octubre de 2017

Uruguay: Un país sin indios


Uruguay, una de las naciones más audaces de Latinoamérica en materia de políticas sociales se enfrenta a un desafío nuevo y viejo a la vez: el problema charrúa.

Tras casi dos siglos confinados en un imaginario popular delimitado por los relatos de sus colonizadores, los charrúas reaparecen para saldar cuentas pendientes. La etnia que sobrevivió a más de 300 años de colonización y a una masacre planificada se pone de pie para interpelar a un Estado cuyos cimientos reposan sobre sus ancestros. El movimiento aglutina a cerca de dos mil personas en todo el país que se identifican como charrúas. Además, los últimos estudios genéticos realizados desafían la creencia popular de que Uruguay fue exclusivamente poblado por los “descendientes de los barcos”, principalmente provenientes de España e Italia.
En Uruguay, charrúa se conjuga en pasado. Según la historia oficial, los indígenas se acabaron en 1831. Aquellos valientes sujetos de ojos pequeños, pómulos pronunciados y cabello negro, hasta hace poco solo permanecían vigentes en algunas expresiones populares de la cultura rioplatense como la “garra charrúa”, tan usada en el ámbito deportivo para referirse a aquellos que no se dan por vencidos y luchan hasta el último aliento. Quizás esta característica es el combustible que alimenta este resurgimiento, constituyendo un proceso de etnogénesis.

El término fue acuñado por Miguel Alberto Bartolomé, antropólogo, profesor e investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México. Se refiere al proceso de reconfiguración y resurgimiento de distintas etnias motivado por factores externos. En el caso de los charrúas, la violenta construcción del Estado Oriental los llevó a mimetizarse y renunciar a su identidad para pasar desapercibidos y evitar así ser discriminados. La variación de las condiciones externas, el reconocimiento internacional de las comunidades indígenas y el orgullo de pertenencia, ha hecho que estos pueblos reaparezcan, decididos a desenterrar su historia.

Para Mónica Michelena Díaz, asesora de asuntos indígenas de la Unidad Étnico Racial del Ministerio de Relaciones Exteriores, su proceso de autodescubrimientocomenzó en 1985, poco después de culminada la dictadura militar en Uruguay. Una obra de teatro que reproducía la masacre ocurrida en Salsipuedes despertó su curiosidad.

“Para nosotros fue una obra muy importante, porque cuestionaba cómo se construyó el Estado uruguayo”, dice Mónica, quien descubrió a los 19 años que su bisabuelo era charrúa. Se llenó de preguntas y salió en busca de respuestas. Esta mujer inquieta de voz suave y discurso firme fundaba en el 2005 el Consejo de la Nación Charrúa (CONACHA) junto a varios grupos de descendientes.

El consejo reúne hoy a diez organizaciones de todo el país y trabaja en varias áreas. Uno de sus principales objetivos es que el Estado reconozca la existencia de población indígena en el país y que se ratifique el convenio 169 de la OIT, que regula materias relacionadas con la costumbre y el derecho de los pueblos indígenas a mantener y fortalecer sus culturas, formas de vida e instituciones propias, así como su derecho a participar de manera efectiva en las decisiones que les afectan. También trabajan en lograr una mayor auto identificación indígena y reivindican el uso del término “genocidio” para referirse a la masacre ocurrida en Salsipuedes. “Nuestros ancestros perdieron la vida en una emboscada planificada por el Estado”, sentencia Mónica.


Uruguay y las Guyanas son los únicos países de Latinoamérica que no ratificaron aún el convenio 169 de la OIT. “En 2015 estaba en Bilbao becada por la ONU. Me enteré de que el presidente Mujica estaría junto a Almagro (canciller del Uruguay) en el consulado, así que volví a armar la carpeta con toda la documentación pidiendo la ratificación del Convenio”, comenta Mónica, quien entregó el pedido en manos de ambas autoridades. Al volver a Uruguay, se reunieron con el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, pero la respuesta que les dio el subsecretario les tomó por sorpresa: “Nos dijo que nos bajáramos 'del caballo’ y que pidiéramos que se ratificaran solo algunos artículos del convenio”, relata Michelena. Pero la asesora de asuntos indígenas sabe que eso no es posible. La ratificación es total y no admite reservas. Finalmente, tras el cambio de gobierno, los actuales delegados del CONACHA hicieron un nuevo intento. Pero el entonces vicepresidente Raúl Sendic les aseguró que su Ejecutivo no iba a ratificarlo.

Los charrúas renunciaron a su identidad para pasar desapercibidos y evitar ser discriminados.

Según comentó Martín Delgado Cultelli, integrante, directivo del CONACHA, en una entrevista transmitida en Radio Pedal de Uruguay, el gobierno uruguayo no ratifica el convenio por dos razones: “Por la tradición del Estado construido en base a un genocidio caracterizado por la invisibilización y negación de los pueblos originarios” y por otro lado las “presiones por parte de las gremiales rurales” con respecto a la “devolución y demarcación territorial”.

En cuanto a la autoidentificación racial, según informes del Instituto Nacional de Estadística, en la Encuesta a Hogares de 1996 se preguntó por primera vez a los entrevistados, a qué raza o grupo étnico creían pertenecer. El porcentaje de personas que se identificaron como indígenas fue del 0,4% y trepó al 2,9% en 2006. En el último censo nacional del 2011, el porcentaje ascendió a casi un 5%. Pero fuera del ámbito de las encuestas, dentro de los tubos de ensayo, los porcentajes crecen a un ritmo trepidante. Las recientes investigaciones llevadas a cabo por la profesora del departamento de Antropología Biológica de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, Mónica Sans, aportan datos sorprendentes que ponen en jaque la construcción de la identidad nacional.

Sans y su equipo han estudiado principalmente las secuencias de ADN mitocondrial. Debido a que las mitocondrias son heredadas únicamente por línea materna, a través de ellas es posible identificar la ascendencia matrilineal: “A nivel nacional el porcentaje de ascendencia por línea materna da aproximadamente un 34%, es decir, un tercio de la población. Los porcentajes más altos se encuentran al norte del país, en el departamento de Tacuarembó o en localidades como Bella Unión, donde los porcentajes suben a un 64% de ascendencia indígena aproximadamente”.

Además aclara que, si bien identificaron la ascendencia indígena, no han categorizado estos datos según las diferentes etnias que recorrían Uruguay. “Por ahora no llegamos a diferenciar las etnias. En el caso de Bella Unión hay secuencias (de ADN) de etnias amazónicas como las guaraní y también de origen pámpido que estarían relacionadas con etnias como la charrúa”.

Consultada sobre cómo cree que afecta esto a la identidad nacional, Sans considera que está cambiando y agrega que estos temas ya los han llevado a las escuelas junto a estudiantes de antropología. “También se está tratando desde la antropología social, las colectividades y los diferentes grupos que se están moviendo a nivel nacional.”, agrega.

Por su parte, CONACHA también está acercándolo al ámbito educativo a través de la reciente creación de la primera escuela intercultural charrúa itinerante. El proyecto, que cuenta con una financiación del Ministerio de Desarrollo Social, ya tuvo instancias de trabajo en barrios de Montevideo y se prepara para viajar al interior del país para ampliar su alcance.

Genocidio sí, genocidio no
La Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio de la ONU define al genocidio como cualquier acto cometido “con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico, racial o religioso como tal”, e incluye acepciones como la matanza de miembros de un grupo, el atentado grave contra la integridad física o mental de los sujetos, entre otras. Además, a partir de 1951, se transformó en un delito perseguible por el derecho internacional.

La etnia que sobrevivió a más de 300 años de colonización y a una masacre planificada interpela a un Estado cuyos cimientos reposan sobre sus ancestros.

El pasado 24 de abril se llevó a cabo el Congreso de Ministros abierto, donde una joven pidió al presidente Tabaré Vázquez que manifiestara su posición frente al “genocidio” de la población charrúa. El mandatario respondió que comparte la reivindicación "pero que el de genocidio es un término que hay que utilizar con mucha justeza, y hay que demostrar que la intención fue destruir a una raza, a un determinado grupo humano". Y añadió que no tiene una posición clara de momento pero que su Gobierno estudia el tema con “rigurosidad científica”. Sin embargo, la polémica expresión sí aparece en el Programa de Educación Inicial y Primaria como uno de los temas a tratar en el área de Historia, en quinto grado: Las primeras presidencias. El genocidio charrúa. La palabra también se pronunció en la cámara de representantes, cuando la diputada del partido Frente Amplio, Stella Viel, pidió que se reconociera el genocidio el pasado 16 de julio. Por su parte, la profesora Mónica Sans se refirió al término con más seguridad: “Sí, yo creo que fue un genocidio. Hubo una intención clara de matar a determinado grupo indígena. En este caso podemos hablar de genocidio y etnocidio.”

Mientras tanto, año a año, varios descendientes se reúnen en Salsipuedes para recordar los hechos sucedidos. Lo llaman “lugar de reencuentro”. Al tiempo que transitan el paisaje, reviven en anécdotas a aquellos ancestros de “carácter indomable” que pagaron con su vida el precio del prejuicio en una cruel emboscada que quiso, pero no pudo, escribir para siempre el final de una etnia.


URUGUAY ESTRENA EL DOCUMENTAL SOBRE SU ASUNTO INDÍGENA

P. A.
Nicolás Soto y Leonardo Rodríguez son los directores del documental El país sin indios. El largometraje está ya en su última etapa y en espera de una fecha de estreno. Son varios los motivos por los que abordaron esta temática: “Si bien los charrúas de hoy empiezan a reivindicar una nueva historia y con ella una serie de derechos expropiados por el Estado, el asunto indígena en Uruguay es un tema complejo y cargado de violencia. Durante la investigación entendimos que este tema toca varios puntos profundos de nuestra identidad e historia, por eso sentimos la necesidad de plasmarlo en una película. Somos ciudadanos de un Estado que no ha reconocido el genocidio, y que aún hoy permite que el etnocidio continúe a través de la negación y el no reconocimiento de esta población. Los uruguayos tenemos mucho de qué hablar, sobre todo en referencia al racismo, la violencia estructural, la desigualdad social y el medio ambiente”.

El documental ha sido declarado de interés por el Ministerio de Educación y Cultura y el Ministerio de Relaciones Exteriores y fue financiado por la Dirección de Cine y Audiovisual Nacional (ICAU).

Fuente:El País – 24 de Octubre de 2.017 

martes, 7 de febrero de 2017

Pueblos Originarios de Uruguay


Los pueblos originarios del Uruguay son las etnias amerindias que poblaron o frecuentaban el actual territorio uruguayo desde que arribaron los primeros humanos hace 13 000 años AP, hasta la llegada de los conquistadores europeos en el año 1516. De una manera más amplia, también engloba a los descendientes de estos nativos desde esa fecha hasta la actualidad, incluso a los mestizos, así como a miembros de otras etnias amerindias que migraron hacia dicho territorio en los últimos siglos.

Como resultado de siglos de mestizaje, se suponía que para el siglo XXI ya no había miembros no mestizados de las etnias uruguayas en el país, aunque en el año 2010 fueron 134 000 las personas que en Uruguay declararon tener alguna ascendencia indígena, es decir, el porcentaje representaba el 4 % de la población total de la república.

Disolución del componente indígena
Varios hechos resultaron claves para la disolución del componente indígena de la población uruguaya. El primero de ellos fue que, en la mayoría de los casos, las empresas de exploración y conquista fueron exclusivamente masculinas, siendo muy escasa la presencia de mujeres «blancas» en los primeros años de la conquista. Esto redundó en la rápida aparición de un población mestiza, fruto de la unión de la mujer india con el español. Estos mestizos se incorporaron al desarrollo colonial, y posteriormente al de los primeros años de la nueva república.

Otro factor clave para la veloz desaparición de las etnias originarias del país fue la férrea persecución a las tribus rebeldes efectuada por los conquistadores españoles, y continuada luego por la misma república independiente, las cuales terminaron en generalizadas matanzas.

Los cada vez menores territorios de caza, unidos a las frecuentes epidemias de enfermedades infecciosas como el sarampión y la viruela, terminaron hasta con los últimos grupos sobrevivientes.

Finalmente, en el tramo final del siglo XIX y principios del XX, una importante incentivación para que inmigrantes europeos se asienten en la joven nación, trajo como resultado oleadas de cientos de miles de inmigrantes al Uruguay, lo que redundó en una devaluación del porcentaje indígena remanente con respecto al total poblacional del país.

Antigüedad en el Uruguay
El poblamiento humano del actual territorio del Uruguay se inicia con los vestigios comprobados más antiguos de seres humanos, los que poseen una antigüedad de 13 000 años AP. El tramo comprendido entre 13 000 – 9500 años AP es denominado: «periodo Paleoindio»; el comprendido entre 8500 – 4000 años AP es denominado: «periodo Arcaico».

Industria Catalanense
El Hombre del Catalanense, o Industria Catalanense, es la denominación de una cultura que existió en el territorio uruguayo hace 13 000 años AP, varios milenios antes que los charrúas, siendo la ocupación humana más antigua del Uruguay. Es obra de un primitivo grupo de cazadores-recolectores descubierto por el arqueólogo Antonio Taddei y el profesor Jorge Chebataroff en 1955 en las márgenes del arroyo Catalán Chico, en su curso alto próximo a sus nacientes en la Cuchilla de Belén, y en las laderas de los cerros circundantes, en el departamento de Artigas. Se colectaron 20 000 piezas líticas en 18 yacimientos principales. Se trata de los primeros grupos de cazadores-recolectores que arribaron a lo que hoy es Uruguay durante el final del Pleistoceno y comienzos del Holoceno, una época que se corresponde con el final del último periodo glacial.


El sitio arqueológico Pay Paso 1 es el cual reporta las mayores antigüedades. Sus pobladores creaban puntas de proyectil y puntas de lanza, las que han logrado llegar hasta nuestros días, y cazaban gliptodontes y caballos primitivos. Mediante el estudio del polen acompañante se pudo reconstruir el primitivo ecosistema. Hace más de 13 000 años el clima era riguroso, muy seco, y frío, y presentaba un biotopo dominado por gramíneas. Hace 12 300-12 500 comienza a producirse un cambio climático, identificado por la aparición de una herbácea, Amarathus, la cual iniciará el reemplazo de las gramíneas. Hace 11 000 años, a favor del cambio climático que aumentaba las lluvias y la temperatura, arriban desde el norte especies arbóreas de linaje subtropical semihúmedo (hoy extintas en el Uruguay) como el yacaratiá, el urunday, y especies del género Jacaranda. Hace 10 900 – 10 100 años, aparecen nuevas especies de helechos, totoras, enredaderas, y plantas acuáticas, acompañando al aumento de las precipitaciones. Frente a los cambios del clima, de la flora y de la fauna, los primitivos grupos culturales lograron adaptarse y sobrevivir, siendo luego sucedidos por otras culturas.

A partir de estos trabajos, otros especialistas identificaron yacimientos similares, en zonas bien distantes como el Valle Edén en Tacuarembó, la sierra de la Aurora en Rivera, la sierra de Aceguá en Cerro Largo, y la sierra de la Ballena en Maldonado.

Una industria posterior y más evolucionada que la Catalanense es la denominada Cuareimense, identificada por Bormida en 1964, en cuatro sitios de la cuenca del río Cuareim: Carape, Guaviyú, Artigas y Perao, con fechados de 7000 años AP. Sus responsables son grupos que basaban su economía en una paleo-agricultura, es decir, una proto-agricultores.

Etnias que habitaban en el Uruguay al momento de la conquista
Al llegar los conquistadores europeos al Río de la Plata, los grupos étnicos que habitaban en el territorio que actualmente comprende el Uruguay eran principalmente de la macro-etnia charrúa.

Charrúas
Los Charrúas eran una etnia que vivía en la ribera norte del Río de la Plata. Eran los aborígenes que encontraron los primeros exploradores europeos en la región. La presión de la colonización europea los hizo ir migrando hacia el norte, alejándose de las costas. Durante el periodo colonial fueron fusionándose con otros pueblos aborígenes que componían la macro-etnia charrúa, con los cuales mantenía un parentesco directo, generando así una sola unidad cultural.

Eran del grupo pámpido. Estructuralmente altos, de cabeza grande, mentón y pómulos gruesos y sobresalientes, y nariz estrecha y larga. A diferencia de los guaraníes, no mantenían costumbres antropófagas. Hablaban mayormente las extintas lenguas charrúas o charruanas, las que eran utilizadas por varias etnias de la cuenca del Plata.

Guenoas
Los Guenoas eran un pueblo aborigen con un parentesco directo con otros que componían la macro-etnia charrúa. Este pueblo se distribuía al norte del río Arapey (en los actuales departamentos de Tacuarembó, Treinta y Tres y Cerro Largo, extendiéndose también por el estado brasileño de Río Grande del Sur. Uno de sus lugares sagrados se hallaba en el cerro Ibití, sobre el río Arapey, y uno de sus cementerios se sitúa en el cerro Yauguá, sobre el río Negro. Como otros pueblos de su macro-etnia, se fusionaron con los charrúas, combatiendo junto a ellos a los colonizadores europeos y criollos, y sufriendo el mismo destino de extinción por aniquilación.

Minuanes
Los minuanes eran un pueblo aborigen con un parentesco directo con otros que componían la macro-etnia charrúa. Se distribuían en Entre Ríos (Argentina), en Río Grande del Sur (Brasil), desde el río Ibicuí hacia el sur,cubriendo sectores del noroeste uruguayo hasta alcanzar por el sur las costas del río Negro. Como otros pueblos de su macro-etnia, se fusionaron con los charrúas, combatiendo junto a ellos a los colonizadores europeos y criollos, y sufriendo el mismo destino de extinción por aniquilación.

Bohanes
Los bohanes eran un pueblo aborigen del Uruguay. Para algunos estudiosos mantenía un parentesco directo con otros que componían la macro-etnia charrúa, y para otros serían una parcialidad perteneciente al núcleo racial de los yaros. Los bohanes se extendían por la ribera oriental del río Uruguay, desde el río Negro hasta el río Cuareim, especialmente en la zona del Salto Grande. Empleaban como armas hondas, lanzas, dardos y rompecabezas. Después de su fusión con los charrúas utilizaron el arco, la flecha y las boleadoras. Como otros pueblos de la región, se fusionaron con los charrúas, combatiendo junto a ellos a los colonizadores europeos y criollos, y sufriendo el mismo destino de extinción por aniquilación.

Arachanes
Los arachanes eran un pueblo aborigen con un parentesco directo con otros que componían la macro-etnia charrúa.

Chaná-timbúes
Los chanáes, o chaná-timbúes, eran un pueblo aborigen relacionado con otros que componían la macro-etnia charrúa, y mantenían poblaciones en las riberas del río Paraná, así como también en las costas del Río de la Plata. Construían canoas con las que navegaban y pescaban. Eran bastante sedentarios, y culturalmente algo más avanzados que los charrúas.

En 1938, Lucas Roselli exhumó un esqueleto completo, postulado como de un posible Timbú, en la parte culminante de la barranca de Punta Chaparro (33°49'S 58°25'O), departamento de Soriano. Su ajuar funerario estaba compuesto por huesos de un mamífero extinto, material lítico (entre los que se encontró un raspador de cueros), láminas de cobre perforadas y un collar hecho de valvas de moluscos. Sus restos son conservados en el museo municipal profesor Lucas Roselli, de la ciudad de Nueva Palmira. También en esta institución se conserva "La dama de Nueva Palmira" una pieza arqueológica colectada aislada en la ribera del río Uruguay, en proximidades del puerto de dicha ciudad y del arroyo Higueritas («paradero Higueritas»). Es de material de arcilla, de forma campaniforme y rasgos antropomorfos. Fue presentada por Roselli en el 35º Congreso Americanista de México, en donde, sobre la base de la composición de la arcilla, se comprobó que fue manufacturada en la región, y se definió su pertenencia a la etnia Timbú («ribereños plásticos»).

Yaros
Los yaros, yaróes, yaroses o jaros eran un pueblo aborigen con un parentesco directo con otros que componían la macro-etnia charrúa. Se supone pertenecía al grupo racial láguido de los cáingaing o káingang. Serían los cainaroes mencionados por la expedición de Sebastián Caboto, el que sería el nombre con el que se autodenominaban y que en su idioma significaría cabelludos. También se los conoció como chaná-salvajes.

En tiempos de la llegada de los conquistadores europeos vivían, en Uruguay, en la costa oriental del río Uruguay entre los ríos Negro y San Salvador (actuales departamentos de Río Negro y Durazno. Ya avanzando el periodo hispánico, fueron mestizados, aculturados, y absorbidos por los charrúas, a quienes acompañaron en sus combates contra los españoles.

Guayanás
Los guayanás eran un pueblo aborigen relacionado con otros que componían la macro-etnia charrúa. Vivían en la costa atlántica entre la laguna de los Patos y el este del Uruguay.

Guaraníes
Juan Díaz de Solís, descubridor del Río de la Plata, al momento de desembarcar en las costas uruguayas. Minutos después sería ultimado y consumido, posiblemente por aborígenes guaraníes.

Los guaraníes, desde las zonas selváticas subtropicales de lo que hoy es el Paraguay, gracias a sus hábitos canoeros fueron aumentando su proyección hacia el sur, logrando crear poblaciones por el río Paraná hasta en el nordeste de la provincia de Buenos Aires, Argentina, y por el río Uruguay, por lo menos hasta el norte del Uruguay. Habían alcanzado un cierto desarrollo, acondicionaban cueros, hilaban, tejían, cultivaban algunas plantas, y eran diestros navegantes en canoas. Físicamente eran de menor porte que los charrúas y, a diferencia de estos, mantenían costumbres antropófagas.

Relaciones entre las etnias originarias y los europeos y criollos
El primer asentamiento europeo en la entonces llamada Banda Oriental fue el español San Lázaro, fundado por Sebastián Caboto en la margen oriental del Río de la Plata a inicios de 1527. Pocas semanas después, los españoles al mando de Caboto fundaron un segundo fuerte en la desembocadura del río San Salvador, que recibe su nombre europeo a partir del nombre del Fuerte de San Salvador. Tales establecimientos fueron efímeros. En enero de 1680, los portugueses fundan la Colonia do Santíssimo Sacramento, frente a la ciudad de Buenos Aires. El 22 de noviembre de 1723 el Maestre de Campo Manuel de Freytas Fonseca fundó el fuerte de Montevieu.

La visión que los conquistadores tenían de los distintos grupos humanos que vivían en el territorio era mala. Se los relacionaba con la violencia, el robo, la vagancia, la escasa inteligencia, etc. De allí que pasasen a ser un problema para el desarrollo de la colonia había un paso. Se operó mediante dos métodos: a las tribus más irreductibles se las combatió de forma directa hasta su extinción. A las tribus que podían llegar a aceptar ser sometidas —y explotadas— se buscó su evangelización mediante las misiones religiosas. No todos se afanaron por eliminarlos.

El primer enfrentamiento entre los charrúas y los españoles ocurrió en el combate de San Gabriel, el 29 de diciembre de 1573. A partir de entonces se hicieron más frecuentes las partidas que dejaban como saldo verdaderas matanzas que buscaban el exterminio total de los pueblos que pretendían resistir. Los pedidos de aniquilamiento eran generados frecuentemente por los estancieros, los que reclamaban represalias ante los robos de su ganado por los indígenas.

En 1702 se produce la batalla del Yí, en la cual los españoles, unidos con 2000 tapés guaraníes, apresaron a 500 charrúas, incluso a mujeres y niños, a los que se dio luego orden de degollarlos.

En marzo de 1751 se produce la llamada limpieza de los campos, dándose la orden de que los charrúas mayores de 12 años que no aceptaban ser bautizados se los degollaba, trasladándose las mujeres y niños a las ciudades para servir de empleados domésticos.

En 1797 se crea en Maldonado el cuerpo de Blandengues, con el objetivo de llevar una guerra sin cuartel contra los indios infieles. Paradójicamente, de este cuerpo militar saldría un militar que haría todo lo posible para defender a los indígenas: José Gervasio Artigas, quienes combatieron junto a él, primero contra los españoles, y luego contra el imperio de Portugal. El vínculo había sido establecido por el abuelo del prócer. Con el alejamiento de Artigas del suelo uruguayo, sus ideas respetuosas para con los indígenas también desaparecen, y 10 años después se define su aniquilación total.

Salsipuedes
El programa de aniquilación del indígena tuvo su inicio en la matanza del Salsipuedes, el 2 de abril de 1831, buscando resolver el "problema indio", definido como la barbarie que impedía el progreso de la nueva república. Hasta ese día la etnia charrúa contaba con menos de 500 sobrevivientes. A orillas del arroyo Salsipuedes Grande, el general Fructuoso Rivera, prócer nacional y primer presidente del Uruguay, tendió una planificada trampa a los principales líderes charrúas. Rivera señala que lograron ultimar allí mismo a 40 charrúas y capturar a 300; se mandaron partidas para perseguir y aniquilar al resto de los charrúas, tarea que finalizó Bernabé Rivera en poco más de un año. Los capturados (mayormente niños, mujeres y hombres ancianos) fueron llevados a pie, casi 300 km hasta Montevideo, donde fueron vendidos como esclavos o encarcelados.

París y los últimos charrúas
Gracias a una idea del director del colegio Oriental de Montevideo, Francisco De Curel, cuatro de los charrúas capturados en Salsipuedes y trasladados a Montevideo, fueron enviado a París para ser estudiados y exhibidos como una raza rara, a punto de extinguirse. El grupo estaba conformado por Vaimaca Pirú, cacique charrúa que había acompañado a Artigas en las luchas independentistas; el chamán Senaqué; Tacuabé, un joven guerrero y Guyunusa que viajó embarazada y tuvo a su hija en Francia.

Al llegar a París De Curel editó un folleto para anunciar su llegada y presentación al público que decía:
“Estos indígenas formaban parte de una quincena de prisioneros conducidos a Montevideo en junio de 1832. El Presidente de la República Oriental del Uruguay me permitió traer cuatro de ellos a Europa, elegidos por ser los que presentaban mayor interés según los informes fisiológicos.”

Fueron examinados por los miembros de la Academia de Ciencias Naturales París y exhibidos al público como espectáculo. El primero en morir fue Senaqué. Poco después falleció Vaimaca Pirú. Los médicos franceses diagnosticaron “muerte por melancolía”. Los cuerpos de ambos fueron estudiados y luego conservados en el Museo del Hombre de París.

El 20 de setiembre de 1833 Guyunusa dio a luz a una niña, siendo asistida en el parto por Tacuabé. La sociedad francesa se apiadó de ellos y se logró que la Justicia determinara que fueran retornados a su país natal. Ante esta decisión De Curel los pasó a la clandestinidad, vendió a la pareja y a la niña al dueño de un circo y huyó de París.

El 22 de julio de 1834 Guyunusa falleció de tisis pulmonar en Hôtel-Dieu de Lyon y la niña logró escapar en brazos de Tacuabé, perdiéndose el rastro de ambos. En la ciudad de Lyon existe una calle a la que llaman “Camino del indio”. La leyenda dice que por allí pasó un indio huyendo con un bebé en brazos.

Este grupo es denominado en Uruguay: «los últimos charrúas».

Los restos de Senaqué desaparecieron, los de Guyunusa fueron depositados en un osario común y no han sido encontrados. En 2002 los restos de Vaimaca Pirú fueron repatriados al Uruguay.

Percepción cultural de lo indígena en el Uruguay
Parte de la pérdida del bagaje cultural de las etnias originarias, y de sus propios integrantes, se debe al desprecio que se le tuvo al indígena desde el comienzo de la colonización europea, y que, con matices, aún perdura en alguna parte de la sociedad. Ya desde el comienzo, la visión de los indios que transmitían los cronistas de la época no era buena. Se los relacionaba con la violencia, el robo, la vagancia, la escasa inteligencia, etc. El resultado fue que como grupo cultural todos se perdieron en los primeros siglos de conquista.

A fines del siglo XIX y comienzos del XX, el indio que ya había desaparecido del horizonte de la república, tuvo un retorno alegórico, sobre la base de una construcción mítica romántica, centrado fundamentalmente en las letras y la cultura; los que antes eran asociados con la barbarie y la incivilización pasaron a ser vistos como a encarnaciones del coraje y la valentía. A modos de ejemplo destacan las composiciones de Alejandro Magariños Cervantes, el cuento El combate de la tapera de que Eduardo Acevedo Díaz publicó en 1892, y en especial Tabaré, un poema épico, escrito por Juan Zorrilla de San Martín y publicado en 1888, y considerado como la epopeya nacional del Uruguay. En él se describe el idilio amoroso del indio «Tabaré» y la española «Blanca» teniendo como fondo la guerra entre los españoles y los charrúas en el territorio del actual Uruguay a finales del siglo XVI. Esta idealización tardía del aborigen uruguayo ha calado tan profundo en la población que el mismo pueblo uruguayo emplea como sinónimo el mote de charrúas.

Estimaciones de la población indígena del Uruguay
Los reales porcentajes de la población indígena remanente en el Uruguay son discutidos, y los distintos autores aún no concuerdan en una cifra aproximada. Incluso durante buena parte del siglo XX se proyectó la idea de que el Uruguay no contaba con población autóctona sobreviviente.

El mismo estado, con el objetivo de conformar una sociedad integrada y homogénea, puso énfasis en consolidar una imagen colectiva uniforme y europeizada.

Sólo hacia el final del siglo XX arqueólogos, historiadores, etnohistoriadores, y antropobiólogos, pusieron sobre el tapete el verdadero peso que el mestizaje tuvo en la conformación demográfica del Uruguay. Por todo ello, son pocas las estimaciones que se han publicado.

Estimación de Roldán
Estimación de Roque Roldán para una ponencia para el Banco Interamericano del Desarrollo, expuesta en Fortaleza en marzo de 2002. Las estimaciones del autor provienen sobre todo de los porcentajes de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El número total fue de sólo 524 (0,02 % de la población uruguaya).

Fuente>Wikipedia, la Enciclopedia Libre.

domingo, 15 de marzo de 2015

Los Charruas y la música


Escrito por el  musicólogo Lauro Ayestaran  en su capítulo “La música indígena” informa:

“…en  julio  de 1833 los miembros de la Academia de Ciencias Morales, deseando juzgar el efecto que la música producía en los charrúas, decidieron invitar un conjunto de profesores de la Orquesta del Conservatorio de París y a su director el eminente compositor Cherubini [*] para hacer “un rato de música” y observar luego las reacciones de nuestros aborígenes.”

[*] NOTA: Cherubini será uno de los tantos que, luego de la muerte de Senaqué y Vaimaca, levantarán  su  voces de protesta contra la “exhibición” exigiendo que fuesen reintegrados a sus tierras.

“Entre los instrumentistas se hallaba nada menos que Toulou, el célebre flautista Jean-Louis Toulou (1786-1865), aquél a quien Lebrun dedicó su ópera “Le Rosignol” especialmente para que su flauta maravillosa cantara el papel del ruiseñor, compositor él mismo de un centenar de obras para dicho instrumento y considerado aún en los actuales días como uno de los máximos instrumentistas en la historia de la flauta.”

“En verdad que nuestros pobres charrúas no pudieron ser mejor servidos desde el punto de vista sonoro. Y en realidad hicieron a su manera los debidos honores a tan eminentes ejecutantes, porque saliendo de su habitual apatía, dieron en sus rostros señales de vivo interés y de entusiasmo, especialmente hacia el arte de Toulou.”

“Leamos esta sabrosa crónica de “Le National” del París de la época: “Se ha ejecutado primeramente, alejados de los salvajes y fuera de la vista de ellos, un quinteto para cornos y trompetas a pistón que les ha sorprendido, porque ellos no esperaban esta armonía, pero no pareció causarles una viva impresión, por lo menos en lo que se refiere al cacique Vaimaca-Pirú y al joven Tacuabé. Guyunusa y el viejo guerrero Senaqué han expresado en su fisonomía algunas señales de sensibilidad,  particularmente el último, de ordinario bastante impasible. De inmediato los señores ejecutantes se aproximaron y tocaron en presencia de los indios algunos fragmentos de un estilo más alegre y un movimiento más vivo igual que al comienzo; entonces, los auditores del desierto parecieron mucho más animados; fueron sobretodo muy sensibles a algunos solos de flauta y trompeta que Toulou y uno de los profesores que les acompañaban tuvieron la amabilidad de hacerles oír.”

“Un grupo de selectos miembros de la Academia,  eminencias científicas y damas de la sociedad asistieron a esta experiencia. Cherubini llegó un poco tarde por lo cual dice el cronista “no pudo gozar de este espectáculo””.

“La otra referencia del breve tránsito de los charrúas por París, posee un interés fundamental. Tacuabé ha llevado consigo un extraño instrumento. Algo así como un “violín” construido por él[*], que es analizado esta vez con  profunda seriedad por Dumotier en un ensayo aparecido en el “Journal de la  Societé de Phrénologie de París” de 1833, intitulado “Considerations phrénologiques sur les têtes de quatre Charrúas”.

[*] NOTA: Mónica Michelena y Alejandro Vargas (descendiente de charrúas ella y mochica él) han realizado una muy cuidadosa reproducción de este arco musical que, sin duda, tenía más un propósito espiritual y que de interpretación pública, y logran demostrar – cada vez que lo utilizan – porque el científico francés dice que lograba extraerle “sonidos muy dulces”.

“Si bien no fabrican más que los objetos que les son de primera necesidad, se encuentran también sin embargo algunos otros de puro esparcimiento, tales como una especie de violín monocorde del que les he visto arrancar sonidos muy dulces y bastante armoniosos. Escogen una pequeña rama de árbol bastante recta; luego de haberle quitado la corteza hacen cerca de uno de sus extremos una pequeña hendidura circular; a diez pulgadas o un pie de distancia hacen otra semejante y cortan la varita cinco pulgadas más abajo de la segunda hendidura; éste es el mango del instrumento. Atan fuertemente de quince a veinte crines de cola de caballo de manera de formar un lazo que es atravesado por el bastón y que lo hacen subir más o menos hasta dos pulgadas de la hendidura inferior;  la otra extremidad de las crines la fijan luego en la hendidura superior de modo que ella no pueda soltarse. Para tocar esa especie de violín hacen doblar el bastón hasta que el haz de crines descienda hasta la hendidura inferior y permanezca tenso como la cuerda de un arco; toman el mango con la mano  izquierda de manera que tres dedos les puedan servir de tacto para variar los sonidos, y fijan entre los dientes la otra extremidad del violín; una pequeña vara recta y lisa que mojan con saliva, es el arco que hace vibrar las crines y la abertura de los labios que abren y cierran como para tocar la guimbarda, les sirven para modular y variar el tono. Sobre tal instrumento es lógico pensar que el número de notas que se pueden obtener es bastante limitado; sin embargo da casi una octava y los aires que permite tocar son monótonos y poco variados y su compás es ordinariamente a tres tiempos.”


“El instrumento de Tacuabé no era otra cosa que un “arco musical”, el primer cordófono que conoció el hombre.”

La existencia de este instrumento desmiente a quienes expresaban que los charrúas no practicaban ningún tipo de música. Tampoco puede olvidarse las múltiples referencias a los “coros” femeninos que acompañaban las arengas previas al combate, mencionados tanto por los cronistas lusitanos y españoles, como por observadores criollos durante el ciclo artiguista.

Los últimos días, en Lyon
Las condiciones a que habían sido sometidos y las sucesivas muertes de Senaqué y posteriormente Vaimaca Pirú vuelcan a la opinión pública francesa contra la exhibición, por lo cual la misma, con nombre simulado debe salir precipitadamente de París para instalarse, luego de evitar algunos controles policiales,  en Lyon. El rechazo de la opinión pública significa que esta muestra sea “boicoteada” y en consecuencia dejase de ser redituable, en buen ya no fue negocio para el especulador Francois de Curel, aquel que había prometido tanto y que solo cumplió un avergonzante papel de violador de los derechos humanos.

En Lyon se les ubica por última vez. El Prof. Figueira encontró un registro donde figura Tacuavé y su esposa (sin  duda Guyunusa) y establecen la profesión de aquel como “saltimbanqui”, es decir, trabajaba en una especie de circo.[*]

[*] NOTA: El investigador ubicó una declaración de viajeros, en los Archivos Comunales de Lyon, donde figuran:”…Tacamabé (sic) et S Epouseé [Tacuavé y su esposa], allí es donde figura como profesión “Saltimbanqui”; de “23” años de edad, de “Montevide“, procedente de “París”. El propio Figueira informa que “el día 7 de julio del año 1834 se alojó en la pensión “Parret”.

Fuera por aquella persecución que sufrían, a Tacuavé se le cambia el nombre, en los avisos se le presenta como “el Hércules de los Hércules”, de nombre Jean Soulasol, siendo  llamativa su fuerza maxilar y “fuerza indígena”, según dice el aviso.

El 22 de Julio de 1834, a las 9 , en el Hospital Hotel Dieu de Lyon muere María Micaela Guyunusa en un agudo cuadro de tuberculosis. Ocupó la cama Nro. 9 de la Sala Montazet.

En un último gesto de rebeldía, de defensa de la  vida, Tacuavé toma a la niña de diez meses en sus brazos y se echa a correr.  Todavía hoy, en Lyon, hay una calleja que le llaman “Camino  del indio”, y es arraigada tradición decir que por allí pasó un indio corriendo con un bebe en brazos.

Después todo es nebuloso. Ya no se sabe que pasó con Jean Soulasol, ni con aquella niña, que aún no había cumplido un año de vida y cuyo nombre no se conoce con certeza, a pesar que muchas veces se le han adjudicado varios, sin fundamento. Como ya fue dicho, documentalmente se la identifica reiterando en nombre de la madre: Micaela.


Versiones hasta ahora no confirmadas dicen que Tacuavé se casó con una suiza. También son variadas las creencias, más pasionales que científicas, que indican que sería posible que en suelo francés, o europeo, podrían haber descendientes tanto de Tacuavé como de la hija de Guyunusa,[*] pero justo es  pensarlo, abandonando toda pretensión subjetiva, y según concluye J.J. Figueira, Tacuavé por más de su juventud estaba condenado a la no aclimatación y lo mismo ocurriría con el frágil organismo de la niña, cuyo desarrollo fetal estuvo lleno de contratiempos.

[*]  Ha escrito Maruca: “Se dice que en Estrasburgo existe una familia que desciende de los citados indígenas. Es posible que la indiecita se haya adaptado al nuevo sistema de vida, cosa que les fue imposible a  sus  padres y compañeros de tribu.” En la exposición de la duda Maruca demuestra más que nada un deseo al que lo empuja su pasión, pero debe tenerse claro que esta suposición se reitera de tiempo en tiempo, pero, en los hechos, nada ha podido comprobarse.

Un suelto aparecido en el “Journal du Commerce de Lyon” el 27 de Julio de 1834, ubicado por J.J. Figueira dice  textualmente:” Une des femmmes Charrúas, de ces sauvages de  l’Amerique meridionale, amenés en France par un speculateur qui comprair sur leur presence puor imposer un riche tribut à la curiosité publique, et qui a eté complement trompé dans son attente, vient de mourir à l’Hotel-Dieu de Lyon d’une phtysie pulmonaire. C’est la quatrieme personne de cette famille qui a succombe depuis son arrivee en Europe. Elle laisse un enfant et un epoux que l’eloignement de leur patrie va rendre doublement malheureux” (Una de las mujeres Charrúas, de los salvajes de América  Meridional, traídos a Francia por un especulador que contaba con su presencia para imponer un rico tributo a la curiosidad pública y que estuvo completamente equivocado en su expectativa, murió en Hotel-Dieu de Lyon de una tisis pulmonar. Es la cuarta persona de esta familia que sucumbe después de su llegada a Europa. Dejó un niño  y un esposo que lejos de su patria se volverá doblemente desdichado)
J.J.  Figueiras también informa que “Le Courrier de Lyon”, el 25 del mismo mes le dedicó un espacio mucho mayor. Es una clara demostración que la ciudadanía francesa se opuso al trato  inhumano que sufrieron aquellos orientales desterrados.

Según  los últimos estudios solo los restos de Vaimaca Pirú permanecen en el Museo del Hombre en París, a pesar de algunas negativas oficiales. [*]

[*] NOTA: A pesar de esta afirmación, los descendientes de indígenas, ahora agrupados a nivel nacional en el INDIA (Integrador Nacional de Descendientes de Indígenas Americanos, ex integrantes del grupo capitalino ADENCH) que presentaron en 1990 y en 1996 un Proyecto de Ley para la repatriación de los restos,  entiende necesario que sean las autoridades científicas y el Museo del Hombre de París ( que alberga los restos ) quienes informen sobre la suerte corrida por los mismos. Muchas veces se dijo que el Museo “perdió los restos”; incluso se publicó en el matutino “El País” .(12.08.92) un artículo que acusa a este Museo de “haber extraviado estos restos” y no tener siquiera una explicación a esta inaceptable negligencia. (sobre este artículo nos referiremos más adelante) Aceptar cualquier afirmación, que en realidad nunca han tenido carácter oficial, sería menoscabante de la dignidad de nuestro pasado histórico e infamante con el recuerdo de nuestros ancestros llevados prisioneros a Francia, por el solo interés de quien las propias crónicas de aquel  país  denominan “speculateur”. Amén de un gesto de subordinación inaceptable.

El esqueleto de Vaimaca-Pirú fue fotografiado en 1985 por el Director del Museo Nacional de Antropología, Lic. Arturo Toscano. ( fotografías que fueron presentadas en la Exposición realizada en 1994; llamada “Aborígenes del Uruguay: Desaparecidos y Descendientes”).

Como hemos visto Tacuavé, Guyunusa y la niña – supuestamente llamada Mónica o Micaela – fueron trasladados a Lyon, en forma clandestina.

Guyunusa habría sido sepultada en un fosa común luego de su fallecimiento en el Hotel Dieu. De la suerte de Tacuavé  y la niña nada se sabe. Algunas fuentes, sin confirmar, indican que los restos de Senaqué (que fue el primero en morir) se habrían echado a perder luego de un bombardeo ocurrido en la denominada “2da. Guerra Mundial”, el que  habría provocado una filtración de agua sobre el sector donde los mismos se encontraban.