Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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lunes, 14 de noviembre de 2016

Panamá: La identidad indígena y el respeto a su lengua


Panamá votó a favor de la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas que sostiene su derecho a atribuir nombres a sus comunidades y comarcas, pero los mapas oficiales no los incluyen.

La geografía es algo más que nombres y mapas: ¡Es viajar por el mundo! Es identificar lugares y gentes, enriquecerse con la multiculturalidad, aprender a respetar el modo de los otros, saber ser tolerante, e, incluso, ser más curioso de lo normal.

Recuperando la dignidad
¿A qué viene esto de la geografía? Cuando llegué por primera vez cerca de la mina de ‘Cerro Colorado' (en 1976), este era un lugar precioso, rodeado de montañas y con una quebrada con muchas piedras. Pregunté cómo se llamaba. ‘Hato Rincón', me dijeron. Me extrañó el nombre. Eso sí, parecía estar en un rincón de la montaña. Cuando pregunté por el nombre en ngäbere, dijeron: ‘Jädeberibotdä', que quiere decir ‘Junto al río de mucha piedra'. Eso sí tenía sentido.

Con los años, me fui dando cuenta que todos los lugares de la Comarca Ngäbe tenían nombre en ngäbere, incluso los que no tenían nombre en castellano. ¿Quién ha puesto los nombres en la mayoría de los lugares de la comarca, en los textos y mapas oficiales? Cualquiera, menos la gente del lugar. Algunos tienen la traducción del ngäbere al castellano, pero hay muchos que son todo un despropósito racista, ignorante y discriminador.

Hay otros ejemplos: El poblado que llaman Cerro Colorado (distrito Nole Duima) en realidad se llama Müegidetde (En el brazo del río Müe, el San Félix), porque ahí nace –en ese cerro- dicho río. ¡Hubiera desaparecido si se explota la mina! Otro: El poblado que llaman Alto Caballero (Munä), a donde llegué por primera vez en 1973, en verdad se llama Siädogwäbitdi, que significa, Sobre la cabeza de la totuma. Otro ‘hato': Hato Pilón (Mironä), se llama Kaninbotdä, o sea, Junto a la quebrada que canta.


Hay más: Boca del Monte (Nole Duima) fue ‘bautizada' por los trabajadores de la mina, sin embargo, ya tenía su nombre: Tubitdi (Sobre el mosquito o el diente). Otro ‘bautizo' desafortunado: Suiche (Kankintu). De hecho, lo conocen como Ngwoiningätde (En la desembocadura del río Ngwoin), o sea, nada que ver.

Por último, otros tres que no tienen absolutamente ninguna relación con el supuesto nombre en castellano: Calabazal (Mironä) en realidad se llama Jabegidetde (En el brazo del río Jabe, el San Juan).

La comunidad de Olá (Nole Duima) se llama Keberibotdä (Junto a la quebrada Camarón). Y por último, la que se lleva el ‘premio' a la tontería, Llano Ñopo (Munä), comunidad muy conocida, en realidad se llama Suliagwatdabitdi (Sobre el cuero de los latinos), porque las historias ngäbe hablan de una batalla en la que vencieron a los españoles en ese lugar. Habría muchos ejemplos más.

¿Arbitrariedad?
Todos estos nombres impuestos están en los mapas oficiales. ¿Quién los puso? ¿A quién se le preguntó? ¿Por qué los pusieron? ¿Quién investigó? ¿A quién se le pidió permiso?

Se repite la historia. Todo nos va remitiendo al obvio racismo que brota, intencional o no, por muchos lugares.

Una excepción: los mapas de la comarca en la región Ñö Kribo tienen la mayoría de los nombres en ngäbere. Quizás porque la gente ‘no se dejó' o porque defendieron su idioma o porque simplemente dieron sólo esos nombres. Podría deberse a la influencia de los sacerdotes que trabajan en esa zona desde hace más de sesenta años. Hay lugares que son escritos tal como suenan (Canquintú, Bisira, Mununi, Guoroni, Ñotolente, y otros).
Esto trae un problema para la enseñanza y la escritura: correctamente serían Kankintubotdä, Bisiragätde, Mününigätde, Gwaranibotdä, Ñö Tolentde, Junto al diente del jurel, En la desembocadura del río bisi (una especie de tucán); En la desembocadura del río polvo; Junto al río gusano; En la curva del río, respectivamente. Hay nombres –en los mapas- traducidos más o menos correctamente al castellano: Piedra Roja (Jätainde); Río Hacha (Üribotdä); Quebrada Tigre (Kwrarigidetde); Cerro Viento (Mürieri); Boca Arena (Ümaningätde) y otros. Es un trabajo pendiente.

¿Qué dicen las leyes?
La Constitución de la República (artículos 88 y 90), aunque trata a los indígenas y sus idiomas como objetos, dice que ‘respeta la identidad étnica de las comunidades indígenas'.

Panamá votó a favor de la Declaración de la ONU sobre los derechos de los pueblos indígenas, que en su artículo 13.1 dice ‘los pueblos indígenas tienen derecho a revitalizar… sus idiomas… y a atribuir nombres a sus comunidades, lugares y personas y a mantenerlos'.

Los artículos 53 y 54 de la ley 10 de 1997 (que crea la Comarca Ngäbe-Buglé) se refieren también a la conservación y divulgación del idioma. Igualmente la ley 88 de 2010 (sobre EIB e idiomas) y la ley 37 de 2016 (referente a la consulta a los pueblos indígenas) apoyan un trabajo en esta línea.

No hablamos de los convenios de la OIT sobre pueblos indígenas: el 107 (1959), ratificado por Panamá y el 169 (1991), aún no ratificado por nuestro país (para nuestra vergüenza, ya que prácticamente toda América Latina lo ha hecho). En ellos también. hay base para el respeto y revitalización de los idiomas indígenas, entre otras muchas cosas.

Entonces, ¿qué hacer?

Siempre nos preguntamos lo mismo, igual que V. I. Ulianov. Tenemos leyes claras (tema de otro escrito), gente que habla su idioma (hay que reflexionarlo), una educación intercultural bilingüe que nace oficialmente hace más o menos 41 años (es necesario profundizar en ella) y, sin embargo, seguimos con este problema que podrá no ser del nivel de la seguridad alimentaria o la salud fundamental, pero también es un derecho humano.

¿Por qué nos sentimos con derecho a imponer nombres a los lugares, sin preguntar siquiera a los que viven ahí? Pero no sólo eso. También los ‘inscribimos' oficialmente en los mapas.

Hay que dar pasos claros y firmes: revisión de todos los mapas y adaptación a los nombres indígenas de los lugares (y, por ende, de los libros de texto); revitalizar, reimpulsar o como se diga, la educación intercultural bilingüe en las comarcas, en las zonas adyacentes a las comarcas y en escuelas con presencia fuerte de indígenas (por ejemplo Oriente de Chiriquí, David, Bocas del Toro y muchos otros); fortalecer el currículum en la Normal de Santiago y en universidades, para que el idioma indígena esté presente con fuerza y claridad; que la educación intercultural sea una realidad en todo el país, no sólo en comarcas; revisar y mejorar la ley 88 de 2010 y desarrollarla; exigir que todos los profesores y maestros de las comarcas hablen, escriban y lean los idiomas indígenas.

Que el tiempo que pasamos ‘vestidos de patria' (¿por qué no de matria?) nos ayude a reflexionar y a actuar en favor de algo tan sencillo pero tan profundo como es un idioma.

Fuentes: 
El Orejiverde
La Estrella de Panamá

http://laestrella.com.pa/panama/politica/identidad-indigena-respeto-lengua/23970622 
14 de Noviembre de 2.016

sábado, 12 de diciembre de 2015

Las molas, el arte de los indígenas Kuna de Panamá

Las molas, creaciones artísticas de los indígenas Kunas de Panamá son confecciones textiles hechas a mano. Elaboradas tradicionalmente por las mujeres Kuna, las molas son prendas creativas, únicas e irrepetibles y sus vistosos colores.

 
Estos coloridos textiles son cocidos con distintas capas de telas y con complejos diseños utilizando la técnica de aplique inverso. Las molas varían en calidad, en las molas de mayor calidad las puntadas son prácticamente imperceptibles y su tiempo de confección puede tomar varios meses dependiendo del diseño y dificultad del mismo.

Las molas son toda una filosofía, llena de tradición, las mujeres de la etnia Kuna lucen siempre su vestuario autóctono inclusive hasta su lecho de muerte; se piensa que la tradición de confeccionar molas dio inicio hace más de 150 años.


El tema que se suele repetir en la mayoría de las molas, es la imagen del laberinto. Los indígenas Kuna creen que el hombre, la vegetación tropical y los animales son constantemente reunidos a través de caminos complejos.

¿Qué significa la palabra mola?
En el idioma kuna (dulegaya), mola significa “ropa” o “blusa”. El vestido completo tradicionalmente incluye una falda (en dulegaya: saburet), una bufanda para la cabeza roja y amarilla (en dulegaya: musue), mangas para los brazos y piernas (en dulegaya: wini), un anillo de oro en la nariz (en dulegaya: olasu), y aretes en adición a la blusa (en dulegaya: dulemor).


Origen de las molas
La tradición nos indica que las mujeres Kuna pintaban sus cuerpos como tatuajes con diseños geométricos que luego de la colonización española comenzaron a transferir sus diseños en telas, representando una visión gráfica del mundo lleno de colores e inspirados en el mar, la flora y fauna e impregnando en cada una de sus creaciones la profunda cultura de su comunidad.

Según la cosmovisión de los Kuna, Babdummad, fue el creador del universo de los indígenas, quien le regaló a su gente las hermosas telas en las que se plasman sus visiones.


Las molas son de gran importancia para los Kunas, pues son una de las principales obras de arte que identifican su tradición y su cultura, expresando principalmente episodios de la literatura oral, cantos, poemas y costumbres.

Fotografías: Diversidad Cultural Indígena Latinoamericana.

sábado, 28 de febrero de 2015

Jóvenes Gunas reviven en un escenario de Panamá la revolución de 1925


El montaje trata de resumir en dos actos la sublevación que el 21 de febrero de 1925 protagonizó el pueblo guna contra la policía colonial.

Un grupo de jóvenes indígenas revive, por primera vez sobre los escenarios de la capital panameña, la revolución Dule que hace 90 años libró el pueblo guna, la segunda etnia más importante de Panamá, para defender sus costumbres frente a la imposición de la cultura occidental.

Un grupo de jóvenes indígenas revive, por primera vez sobre los escenarios de la capital panameña, la revolución Dule que hace 90 años libró el pueblo guna, la segunda etnia más importante de Panamá, para defender sus costumbres frente a la imposición de la cultura occidental..
"Este tipo de conmemoraciones se han hecho siempre en la comarca Guna Yala. Ahora, por primera vez, se realizan fuera de los territorios guna", dijo a Efe la directora de las Artes del Instituto Nacional de Cultura (INAC) de Panamá, Maritza Vernaza, en medio de uno de los ensayos de la obra esta semana.

"An Dula", que en la lengua guna quiere decir "sigo vivo", se expondrá en una única función gratuita mañana sábado en las ruinas de la antigua ciudad de Panamá, un conjunto monumental que nombrado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

El montaje trata de resumir en dos actos la sublevación que el 21 de febrero de 1925 protagonizó el pueblo guna contra la policía colonial, a la que acusaban de querer acabar con sus costumbres e imponer la cultura occidental.


Las revueltas, que se prolongaron una semana, causaron casi una treintena de muertos y lograron el reconocimiento de la cultura guna por parte del Estado, por lo que ese pueblo se convirtió en una de las primeras etnias indígenas americanas que adquirieron derechos sobre sus territorios, según los datos históricos disponibles.


Los encargados de escenificar este hecho histórico son 25 jóvenes indígenas, en su gran mayoría menores de edad, que nacieron y viven en la capital de Panamá y que, antes de subirse a las tablas, desconocían la historia de su pueblo.
Están dirigidos por el guna Benjamín Ávila, que no acudió al ensayo del jueves presenciado por Efe, pero vía telefónica explicó la intención de la obra.

"Quería enseñarle a los panameños lo que sufrió mi pueblo" y "enseñarle a la juventud (guna) su pasado y explicarle de dónde viene", explicó Ávila.
Ávila, que también ha dirigido cine, adaptó a la cultura "latina" este episodio de la historia del pueblo guna panameño.

"El teatro popular es mucho más sangriento y violento. Yo dulcifico los hechos y mezclo danza, poesía y canto", dijo el director.
Graduado en Artes por la estatal Universidad de Panamá, Ávila confesó además haber ejercido de profesor de historia del pueblo guna con los jóvenes actores.

Grenaldo Cortés, uno de los protagonistas de la obra que se mete en la piel de Nele Kantule, el indígena que lideró la Revolución, dijo a Efe que creció en la ciudad "sin saber lo que había pasado en la comarca".

"Formar parte de esta obra me ha hecho entender lo que nuestros antepasados lucharon por la libertad de nuestra tierra", añadió el joven actor.
El director escogió "An Dula" como título de la obra porque cree que "hay que seguir luchando", y seguir defendiendo "la riqueza del pueblo guna", aunque admite que ahora la cultura indígena "se respeta más que antes".
Para este dramaturgo guna, casos como el de Barro Blanco, una hidroeléctrica que se construye en el oeste del país con el fuerte rechazo de indígenas de la comarca Ngäbe Buglé, hacen que la reivindicación aborigen esté "más viva que nunca".
"La historia de nuestros pueblos originarios es", según apuntó la directora de Artes del INAC, Maritza Vernaza, "nuestra historia".
Por eso, el INAC ha colaborado para que la obra se presente el próximo sábado fuera de la comarca Guna Yala, en la costa del Caribe panameño que hace frontera con Colombia, en un escenario histórico: las ruinas de la antigua ciudad en Panamá La Vieja.

El 90 aniversario de la Revolución Dule del pueblo guna también será conmemorado este fin de semana en la capital panameña con actividades culturales en la Ciudad del Saber. 

Fuente: Diario La Estrella (Panamá) Viernes 20 de Febrero de 2.015

viernes, 13 de febrero de 2015

Panamá: indígenas Ngäbe paran megaproyecto hidroeléctrico


La defensa de la naturaleza, comunidad y la cultura preocupa a indígenas Ngäbe Buglé.

Desde hace varios años indígenas Ngäbe-Buglé se oponen al megaproyecto en el distrito de Tolé, provincia de Chiriquí. Ahora, la Autoridad Ambiental de Panamá ANAM suspende el proyecto hidroeléctrico Barro Blanco de forma temporal. La comunidad cultural Kiad conserva petroglifos que portan la historia ancestral y escritura de pueblos originarios de Panamá y es una de las afectadas.

Según viene denunciando el panameño Movimiento 10 de Abril hay varios aspectos del Estudio de Impacto Ambiental EIA del proyecto hidroeléctrico Barro Blanco, que no se cumplen. Así lo constató recientemente la vicepresidenta del país Isabel Saint Malo como parte de una Comisión de Alto Nivel del Gobierno que visitó la zona afectada. Previamente en 2013, Naciones Unidas realizó un peritaje independiente para concluir que las comunidades afectadas no tenían información suficiente y no fueron consultadas. Diversos intentos de mediación y mesas de negociación con variados participantes no dieron hasta ahora resultado.

Se incumplen aquí leyes panameñas e internacionales
Las empresas Generadora del Istmo, S.A. (Genisa) e Hidráulica San José, S.A. no tenían un plan de manejo de petroglifos y otros hallazgos arqueológicos. Tampoco realizaron las auditorías solicitadas para verificar el manejo de la erosión y la sedimentación en el levantamiento de la presa que además inundaría lugares de importancia para indígenas Ngäbe-Buglé como una escuela, un lugar sagrado y campos de cultivo de los que depende la subsistencia de las familias. La inspección llevada a cabo por el gobierno constató que la empresa hizo durante la construcción, más o menos lo que le dio la gana talando vegetación, y removiendo materiales.

Llegar aquí no ha sido precisamente fácil, pues representantes indígenas entre quienes se encuentra la Cacica de la Comarca Ngäbe Buglé, Silvia Carrera y el líder del Movimiento 10 de Abril, Ricardo Miranda han sido continuamente desoídos en sus preocupaciones, hasta el punto de que la empresa negaba la existencia de comunidades en las zonas a inundar con la represa. Una de las lideresas locales declaró al medio independiente Otramérica acerca del proyecto hidroeléctrico: “Ellos la han levantado y nosotros estamos dispuestos a desmontarla piedra a piedra”.

Lo que está claro es que las comunidades indígenas afectadas no buscan ni indemnizaciones ni realojos, sino la paralización definitiva de la obra y del proyecto. Confirman ahora estar abiertos a negociar. “Creo que ahora hay que hacer estudios ambientales nuevos, porque en el gobierno anterior no hubo voluntad”.

El caso no es aislado. Indígenas de Panamá contemplan cómo los megaproyectos invaden uno tras otro sus territorios ancestrales.
Financiación europea para el “desarrollo”

La hidroeléctrica Barro Blanco recibía financiación no sólo del Banco Interamericano de Desarrollo, sino también de bancos europeos en la misma línea, como el alemán DEG y el holandés FMO. La experta alemana sobre el tema de la organización Urgewald, Kathrin Petz declaró que „Los problemas que constató ANAM no son nuevos para el banco DEG. Desde hace años, las ONGs han informado a DEG sobre las consecuencias sociales y ecológicas del proyecto. Sin embargo, DEG no ha retirado los fondos. DEG debe comprometerse para que los trabajos no vuelvan a comenzar”. Por su parte Guadalupe Rodríguez de la organización Salva la Selva, quien coordinó dos campañas de denuncia internacionales para poner de manifiesto la participación de bancos europeos en el proyecto hidroeléctrico de Panamá recuerda que “ha sido sistemática la falta de respuestas completas y documentadas, así como nulo el interés de los bancos en el impacto real de sus proyectos, en este caso Barro Blanco en Panamá, a pesar de que violan las propias políticas de responsabilidad del banco”.

Actualmente, DEG y FMO han establecido un mecanismo conjunto de reclamaciones, al que ya se han dirigido los afectados estando a la espera de respuesta que deberá producirse en la primera mitad de este 2015.

Un poco de historia:
La obra comenzó en 2011. Su costo total asciende a 78 millones de dólares de los que los bancos de desarrollo habrían aportado 25 millones. Los indígenas han pedido la retirada de esta financiación una y otra vez sin respuesta positiva.

La represa se encuentra fuera de la comarca indígena. Pero modificaría el curso del río Tabasará en cuyas orillas viven, trabajan y dependen muchos indígenas Ngäbe Buglé. Siete hectáreas de las comunidades Ngäbe quedarían inundadas. La obra en sí está en un estado muy avanzado (95%).
En los años que dura el proyecto ha habido numerosas protestas, en algunas de las cuales hubo heridos de diversa consideración, llegando a producirse incluso muertes, y detenciones, represión y se denunciaron también abusos sexuales hacia las mujeres durante las manifestaciones. Fuente: Salva la Selva 12 de Febrero de 2.015