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Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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domingo, 11 de octubre de 2020

Después de 141 años, volverá a su tierra el cacique Calfucurá

Los restos del líder mapuche fueron profanados en 1879 y su cráneo entregado al Museo de La Plata. Las autoridades buscan que sea devuelto el 7 de junio de 2021, aniversario de su muerte. Además, se creará la Ruta del Toki Calfucurá por distintas provincias del país.



Llega un nuevo 12 de Octubre. Y las luchas y resistencias indígenas persisten. Al genocidio ocurrido en estos cinco siglos se le suma el simbólico. Sus historias permanecen invisibilizadas en la historia argentina, y los efectos llegan hasta la presencia de cuerpos indígenas en museos, como reliquias. El caso paradigmático es el de Calfucurá, cuyo cráneo permanece aún en el Museo de La Plata. Según las autoridades, en junio del año próximo podría ser restituido, algo que ya lograron con más de cien personas desde 2010.

“Queremos la paz, que nada sacamos en que nos estemos matando unos a otros (...) es mejor vivir como hermanos de una misma tierra que somos", le escribió Juan Calfucurá a Sarmiento el 30 de enero de 1873, reflejando dotes que destacan quienes lo estudian: el poder de diálogo, negociación y su conocimiento del contexto. Menos de seis meses después, la noche del 3 de junio, falleció. Lo enterraron en el paraje Chillihué, en La Pampa, en una gran ceremonia de la que participaron jefes de toda la región, teniendo en cuenta que su influencia iba desde la zona entrecordillerana (fue hijo del célebre cacique Huentecurá, que cooperó con San Martín en el cruce de los Andes) hasta la provincia de Buenos Aires y las Salinas Grandes, en un liderazgo que duró más de cuatro décadas, negociando permanentemente con las autoridades de la nación criolla, como Mitre, Urquiza y Rosas, con quien pactó acuerdos comerciales.

Seis años después, con la mal llamada Conquista del Desierto, su tumba fue profanada. El teniente coronel Nicolás Levalle robó su cráneo y se lo entregó a Estanislao Ceballos, que a su vez se lo "obsequió" al perito Francisco Moreno, fundador del Museo de La Plata, supuestamente para ser medido y comparado con otros 5000 similares, todos exhibidos en la muestra "cráneos araucanos". Hasta los años '40 se exhibió al público.

"Prisionero de la Ciencia", lo llama el antropólogo Fernando Miguel Pepe, coordinador del Programa Nacional de Identificación y Restitución de Restos Humanos Indígenas del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI), quien desde 2014 viene trabajando en su restitución: "Es muy complejo, porque hay muchas comunidades y organizaciones reclamantes. Se acordó por unanimidad que va a ser restituido al Lof de San Ignacio, de Neuquén, donde ya se encuentran los restos de su hijo, Manuel Namuncurá, y su nieto, Ceferino Namuncurá, el beato, pero aún las comunidades están discutiendo dónde lo enterrarán, si ahí o en Chillihué".

A pedido de la comunidad mapuche Newen Lelfün Mapu de La Pampa, se creó el 1 de septiembre la “Comisión Kallfükura”, conformada por militantes, investigadores y artistas con semejanzas a la Comisión Piedra Azul, que organiza junto al INAI el conversatorio “La Ruta del Toki Calfucurá: hacia una reparación histórica”. Desde la Comisión Kallfükura aspiran a que la restitución incluya acciones para "cuestionar discursos y prácticas negacionistas, etnocentristas y estigmatizadoras, en un marco político y pragmático más amplio, contribuir al fortalecimiento de la memoria colectiva indígena y reivindicar la figura de Kallfükura, líder político y espiritual que logró articular posiciones diferentes y alcanzar consensos a nivel regional", a través de futuras charlas de difusión, actividades artísticas o materiales didácticos. Y enfatizan en que se debe evitar que "las políticas patrimonializantes conviertan espacios significativos para los pueblos indígenas en sitios o hitos turísticos abiertos al público, manejados por instituciones estatales o por privados". Coinciden en que el área dispuesta para el reentierro del Toki Kallfükura deberá ser cogestionada por las comunidades indígenas en función de sus acuerdos internos.


"La figura de Calfucurá aún espera el reconocimiento de su papel en nuestra historia", remarca la historiadora de la Universidad de Quilmes Silvia Mabel Ratto, integrante de la comisión, que tiene entre sus novedades la presencia de artistas.

Uno de ellos, el músico Franco Luciani, autor junto a Teresa Parodi de la canción "Damiana Aché", en honor a otra indígena profanada y restituida, resalta que "la figura de Calfucurá es fundamental en la historia argentina, no sólo negada e ignorada, más bien ocultada. Los pueblos originarios tienen que ser tratados con todo el respeto que se merecen, no con paternalismos ni con negación". Y esa figura requiere mucha más atención también del arte: "No solo como entretenimiento sino como formación. Todas estas historias tienen que ser contadas, y la música o el cine son vehículos fundamentales".

Calfucurá se destacó como líder durante más de cuatro décadas, acentuando lazos y alianzas al interior de un extenso campo político indígena que se extendía desde el este pampeano hasta el oeste cordillerano, fortaleciendo la autonomía política y territorial que desmitifica en la práctica la idea de los malones como la práctica política principal o la base de la economía indígena. Fueron sólo una estrategia alternativa a otra que a Calfucurá le resultaba mucho más conveniente: el pacto político. De hecho fueron recurrentes los tratados de paz y el comercio con los diversos frentes políticos que fueron surgiendo durante el rosismo, después con Justo José de Urquiza, y también con el Estado de Buenos Aires.

El docente pampeano Omar Lobos, autor de “Juan Calfucurá – Correspondencia 1854 – 1873”, lo considera como uno de los “grandes estrategas políticos” de aquellos años en nuestras tierras: “Calfucurá tuvo interlocución –en términos de jefe de estado a jefe de estado– con los primeros hombres de la política argentina (blanca) del siglo XIX: Urquiza, Mitre, Sarmiento, Alsina. Como sostengo en mi compilación de las cartas del cacique, lo que la historiografía oficial llama a menudo ‘el problema del indio’ se presenta siempre disociado de la historia de las guerras civiles argentinas, cuando ambas contiendas participaban de lo que podríamos llamar la lucha por la organización política de la nación. Quién dice que en breve no podamos avanzar hacia el reconocimiento de nuestra plurietnicidad”.

Ratto acota que aún hoy hay dos caminos paralelos: la historia "nacional" de formación criolla, y la indígena (y también la de los afrodescendientes), que "van por carriles separados, se cruzan solo cuando los Estados avanzan sobre territorios ocupados por indígenas, como un escollo salvaje que está en contra del avance de la civilización. Esa imagen sarmientina del siglo XIX no se termina aún de zanjar. Por eso buscamos contar esos otros momentos en los que la relación era más diplomática, consensuada y política. Había acuerdos, como en el gobierno de Rosas en Buenos Aires entre 1829 y 1852".



Dini Calderón, secretaria de Cultura de La Pampa, coincide en que "por más que en los últimos tiempos hubo avances, la historia indígena estuvo mucho tiempo invisibilizada, como borrada". Destaca la historia de la provincia en las restituciones, desde la primera en 2001, una de las iniciales del país, cuando trajeron de vuelta, tras 122 años, los restos del cacique ranquel Mariano Rosas. Y se pregunta por qué no se tocan las tumbas de algunos muertos y, en cambio, otros cuerpos son tratados como objetos de estudio: "Que vuelvan los restos para ser enterrados, con sus ceremonias se restaura algo del daño que se produjo".

Hay una asimilación con los desaparecidos por la dictadura cívico–militar, que no parece caprichosa: más allá de la restitución, las comunidades mapuches planean crear "la Ruta del Toki Calfucurá", con una serie de "hitos", desde cultrunes gigantes, placas conmemorativas hasta los chemamul, en los distintos lugares en los que vivió o tuvo influencia, como Chillihué, Chimpay (Río Negro), La Plata, Neuquén, y las localidades bonaerenses de Carhué, Villarino y Trenque Lauquén. Pero no termina ahí. Buscan que CABA tenga su punto de memoria. El lugar pensado: el predio de la ex ESMA. En la puerta de la nueva sede del INAI, entre dos majestuosas araucarias que se complementan con los chemamul. El hito relacionaría dos genocidios: el llamado Proceso de Organización Nacional y el Proceso de Reorganización Nacional de la última dictadura. Dos Nunca Más.

Sobre la iniciativa se explayó el longko Jorge Nawel Puran en el primer conversatorio de la semana pasada: "Nos propusimos no sólo restituir los restos del Toki sino que también es importante todo lo que además va a acarrear establecer una decena de hitos a través de toda la región que Toki recorrió como para tomar dimensión de semejante recorrido, y que apunta a reivindicar su figura, absolutamente bastanteada y agraviada desde la historia oficial". Habló del pueblo mapuche "sin fronteras", de "las 40 naciones que hay en Argentina", y del objetivo de crear un Estado plurinacional, con autonomía y libre determinación en sus territorios. Pero que deben ser conscientes de las enormes dificultades para lograrlo en este sistema: "Para eso tenemos que trazar el paralelismo con Toki Calfucurá, que logró mantener la frontera con el Estado argentino durante 40 años en un plano de absoluta desigualdad militar, gracias a su enorme capacidad organizativa, estratégica y diplomática. Esa es la gran lección que nos da para el presente".  «

Un "gigante" tehuelche en Francia

Dos semanas atrás, el Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas de la Organización de Naciones Unidas reclamó que los museos de los Estados miembro sean "descolonizados" y que se restituyan a sus pueblos originarios los restos humanos y objetos de culto, lo que es un buen antecedente de cara al fallo que en noviembre debe emitir el organismo sobre los restos del Liempichún Sakamata, el "gigante" tehuelche que es parte de "las colecciones" del Museo del Hombre de París.

Esta semana, la Argentina volvió a reclamar a Francia su restitución. El tehuelche está en ese museo desde 1896, cuando el conde Henry La Vaulx profanó su tumba y se llevó el esqueleto (foto) y su ajuar funerario, compuesto por un estribo, pendientes y monedas de plata, además de 30 cajas de cráneos y otras joyas. "Es otro importante pedido en el que estamos trabajando desde 2010 –comenta Pepe–. Días atrás logramos que el vicecanciller argentino, Pablo Tettamanti, presentara el reclamo, y Francia respondió que sí, que lo van a restituir, mediante una ley específica que están elaborando".




Historias que conforman un rompecabezas del horror

El Programa Nacional de Identificación y Restitución de Restos Humanos Indígenas trabaja en otros casos.

Las próximas serán de tres hombres wichí, que forman parte de la colección de restos humanos del Museo de Ciencias Naturales de La Plata: uno asesinado en el Ingenio Ledesma en 1921 por el mayordomo del ingeniero; otro en 1881 por el Ejército argentino; y el tercero, un cacique muerto a machetazos en 1907 en el Ingenio la Esperanza. Pensaban hacerlo el 10 de diciembre, Día Internacional de los DD HH, pero la pandemia puede retrasarlo.

Lo mismo sucede con el cuerpo de un mapuche asesinado en Santa Cruz en 1888 por un cazador del Museo de La Plata. Lo enterró la comunidad, pero una expedición del Museo se lo llevó diez años después.

En el Museo de La Plata yacen los restos del yagan Maish Kensis, un joven que provenía del actual territorio chileno y murió "prisionero de la Ciencia" dentro del museo, obligado a trabajar para el perito Moreno. "Falleció de una enfermedad curable para la época, lo descarnaron y lo pusieron en una vitrina, de donde logramos retirarlo el 22 de agosto de 2006", explica el titular del Programa del INAI, Fernando Pepe. La idea es enviarlo a la única comunidad yagan, en Puerto Williams.

La otra restitución internacional fue en 2010: Damiana (foto), de la etnia Aché, capturada en 1896 tras la matanza de su familia, y convertida en un "objeto". Hace 10 años fue devuelta a su comunidad en Paraguay: el cuerpo estaba en La Plata. Su cráneo, en Alemania. Pepe lo define como "un rompecabezas del horror".

El cacique Modesto Inakayal (foto) murió prisionero en el Museo de La Plata, en 1888. Un empleado lo describió como "reservado, desconfiado, orgulloso y rencoroso". Fue devuelto en 1994 a Teka, Chubut, pero incompleto. En 2006 descubrieron en el museo el cuero cabelludo y su cerebro. Lo restituyeron en 2014 junto a su mujer y Margarita Foyel.

Fuente: Diario Tiempo Argentino * 11 de Octubre de 2020

tiempoar.com.ar/nota/despues-de-141-anos-volvera-a-su-tierra-el-cacique-calfucura?fbclid=IwAR3mNZGLtrhp-sBgYTpbSPCk_y9UMTYohlsG5hvKylPrpDZP2BzsDIw9la8







lunes, 2 de diciembre de 2019

El cacique Polvareda regresa a su terruño: Una semilla plantada en el corazón del quebrachal

Por Pablo Pereyra (Museólogo-Escritor)

Tras 153 años de silencio y ausencia, la memoria del cacique Polvareda vuelve a ser semilla de esperanza en el chaco santafesino.

Foto: Alejandro Jasinski
El 25 de octubre de 2019 es una fecha que quedará grabada en la memoria de los pueblos originarios de nuestro norte santafesino como un día de lucha y reivindicación. Es el día en el que el cráneo del cacique Polvareda fue sepultado definitivamente en su suelo para convertirse en semilla de esperanza en el corazón del quebrachal. 

La ceremonia tuvo lugar en la localidad de Villa Guillermina, Santa Fe, poniendo fin a 153 años de silencio, ausencia e injusticia.

PH: Fundación Napalpí

Polvareda fue asesinado por el Estado argentino en la llamada “Conquista del desierto verde” en el año 1866. Esta conquista tuvo lugar en el entonces Territorio Nacional del Chaco, bastión de la resistencia indígena, en un proceso de organización territorial que buscaba incorporar las tierras productivas del norte al proyecto nacional. 

El registro de su asesinato quedó documentado en un parte militar firmado por Matías Olmedo, comandante de la Frontera Norte de Santa Fe, y rescatado de los archivos del ejército por el antropólogo Francisco Mora:

"Enero 24 de 1866. Al Sr. Gobernador Constitucional de la Provincia, Nicasio Oroño. ¡Viva la Patria! Excelentísimo Señor Gobernador, no hemos hecho todo pero hemos triunfado completamente dejando en el Chaco en diferentes combates, 74 indios muertos de pelea (…) entre éstos, 5 caciques – Ponciano Morcona, Antonio Ahaquihancalé, Juan de la Cruz Cacitoquí, Cruz Polvadera y Nicolás Samaquín”.

El cráneo fue tomado como objeto de colección por el agrimensor Carlos Chaperouge, que acompañó al Coronel Manuel Obligado en la demarcación de las tierras arrebatadas a los pueblos del Gran Chaco, para posteriormente pasar a integrar el acervo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, fundado en 1884. 

Esta acción de convertir a los muertos en piezas coleccionables - y dentro de un museo de ciencias naturales- responde a una lógica de cosificación del indígena que buscaba, explícita o implícitamente, despojarlo de la dignidad que le confiere el ser persona, para avanzar sobre sus derechos, negándoselos y negando, también, al aborigen como sujeto histórico. Lisa y llanamente, se los estudiaba y exponía, no sólo como parte del pasado, sino como parte de la Historia natural, despojándolos de su identidad, con la imposibilidad de ser considerados sujetos de derecho.


“Desde el museo no sólo se apropiaron de los cuerpos de los hombres y las mujeres de las comunidades que eran sistemáticamente asesinados por el ejército, la policía e inclusive por miembros del Museo de La Plata, sino también se apropiaron de manera ‘oficial’ de la historia de estos pueblos, decretando su extinción, en función de justificar la apropiación de sus territorios ancestrales.” (Los fueguinos, Colectivo GUIAS, 2011). 

Y es que no existe la neutralidad en los museos. Son instituciones que cumplen una función social y que, en el caso de los museos nacionales, sirvieron de soporte, simbólica y prácticamente, a un discurso que posibilitó el genocidio y la apropiación de los territorios que habitaban los Pueblos Originarios por parte del Estado. 

Por suerte, lo que sí existe siempre es un rescoldo sobre el cual puede sujetarse la memoria y, para los pueblos indígenas significó una bandera de lucha. Una lucha que fue lenta y que, de a poco, se volvió progresiva hasta hallar hoy en día ecos en cada rincón del país. 

En 1989 el Centro Indígena Mapuche Tehuelche reclamó, por primera vez, al Museo de Ciencias Naturales de La Plata la restitución de los restos del cacique tehuelche Inakayal, verdadero prisionero de la ciencia. Pero existía un obstáculo legal, dado que, al pertenecer al Museo, los restos eran propiedad del Estado (art 2339 inc. 9 del Código Civil). 

En mayo de 1991, el Congreso de la Nación convirtió en ley Nacional N°23.940 el proyecto que el Senador Nacional Hipólito Solari Yrigoyen presentó en 1990, donde se dispone que “el Poder Ejecutivo Nacional (PEN) deberá trasladar los restos de Inakayal a la localidad de Tecka, provincia de Chubut, donde será en-terrado luego de recibir honores militares”. 

El 19 de abril de 1994 ya habían entregados los restos óseos de Inacayal a las comunidades indígenas de Chubut, para un enterratorio ceremonial. Se trató de la primera restitución de restos humanos ordenada por ley, aunque se hizo incompleta, quedando en posesión del museo su cuero cabelludo, orejas y cerebro. 

Recién el 21 de noviembre de 2001 fue sancionada la Ley Nacional N°25.517, y promulgada el 14 de diciembre del mismo año, dando marco legal a la restitución de restos humanos. 

Dicha ley: 

Establécese que, deberán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que lo reclamen, los restos mortales de aborígenes, que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas.

ARTICULO 1º Los restos mortales de aborígenes, cualquiera fuera su característica étnica, que formen parte de museos y/o colecciones públicas o privadas, deberán ser puestos a disposición de los pueblos indígenas y/o comunidades de pertenencia que lo reclamen. 

ARTICULO 2º Los restos mencionados en el artículo anterior y que no fueren reclamados por sus comunidades podrán seguir a disposición de las instituciones que los albergan, debiendo ser tratados con el respeto y la consideración que se brinda a todos los cadáveres humanos. 

ARTICULO 3º Para realizarse todo emprendimiento científico que tenga por objeto a las comunidades aborígenes, incluyendo su patrimonio histórico y cultural, deberá contar con el expreso consentimiento de las comunidades interesadas. 

ARTICULO 4º Se invita a las provincias y al Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires a adherirse a la presente ley.

Otro caso emblemático fue el de “Damiana”, cuyos restos fueron hallados en enero del 2007 en el Museo de La Plata, causando gran conmoción por su historia. La restitución de Damiana al pueblo Aché, junto con el cráneo de un hombre perteneciente a la misma etnia, se realizó parcialmente en junio del 2010, regresando sus restos a la comunidad Aché de Ypetimi, ubicada en el departamento de Caazapá, Paraguay. 

El cráneo de Damiana, sin embargo, fue hallado en el Hospital La Charité de Berlín, Alemania. Había sido enviado en 1907 desde el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Las gestiones realizadas desde el grupo GUIAS (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social) y la Dirección de Derechos Humanos de la Cancillería Argentina, entre otras instituciones, hicieron posible que el 4 de mayo de 2012 se restituyera el cráneo de Damiana que hoy yace junto a su cuerpo en los bosques ancestrales de su etnia. 

Ambos casos, el de Inacayal y el de Damiana, fueron publicados bajo el título “Antropología del Genocidio. Identificación y restitución: “colecciones” de restos humanos en el Museo de La Plata”, por el colectivo GUIA.

En este contexto de extensa lucha se enmarca la restitución del cráneo del cacique Polvareda, la N° 12 que efectúa el Museo de La Plata en este proceso de reparación histórica con los pueblos indígenas.

PH Diario El Litoral - Santa Fe

Fuente: Diario Ahora Reconquista (Santa Fe) -  30 de Octubre de 2.019




jueves, 21 de mayo de 2015

Damiana Kryygi, la barbarie de la civilización / Documental



En 1896 Damiana era Kryygi, el nombre que habían elegido sus padres, habitantes de la selva paraguaya de la etnia Aché. La niña había vivido en esa comunidad apenas tres años hasta que unos colonos masacraron a todos los que conocía y se la llevaron, la bautizaron como Damiana y la prepararon para que preste servicio como sirvienta, aunque las pésimas condiciones a las que se la sometió hicieron que terminara internada en un psiquiátrico, en donde la llegaron a fotografiar desnuda para documentar un estudio racial, dos meses antes de que muriera por tuberculosis. Su cuerpo fue mutilado en pos de esos bárbaros intereses científicos y mientras que la cabeza fue enviada a un hospital universitario en Berlín, el resto quedó olvidado en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata.



El documentalista Alejandro Fernández Mouján realiza una exhaustiva investigación que como todo buen thriller, va revelando el crimen que lo ocupa, en este caso un hecho que sucedió hace más de un siglo pero que en el relato no pierde la magnitud del horror a la que fue sometida una niña y su pueblo por el hombre blanco. Con la voz del propio Mouján que va hilando la búsqueda pero que también transmite un genuino horror por lo sucedido, la película tiene como centro la foto de la cautiva, la inenarrable tristeza de su mirada y desde allí, con el testimonio de  miembros de los Aché, de los antropólogos, o en el acto de devolución del cráneo de la chica, hasta el entierro en el lugar que fue su tierra –ahora cercada por los cultivos de soja y mostrando  las pésimas condiciones en que vive su pueblo en el presente–-, la investigación intenta y consigue devolverle una porción de dignidad a Damiana, que nunca dejó de llamarse Kryygi.

Dirección y guión: Alejandro Fernández Mouján. Fotografía: Diego Mendizábal, Bruno Carbonetto. Música: Juan Pablo Bucella. Duración: 92 minutos. 

Escrito: Hugo F. Sánchez - Diario Tiempo Argentino - 21 de Mayo de 2.015.

viernes, 11 de mayo de 2012

Kryygi (en lengua Aché)-Damiana.Una triste historia que debe conocerse.

Otra vez tengo que repetir algo que siempre sostengo con aire de triunfo: “puede tardar mucho, pero finalmente en la Historia triunfa la Etica”. Acaba de ocurrir algo que tal vez para muchos es un “hecho menor”. Pero que tiene una honda significación emocional. Acaban de ser devueltos al pueblo Aché, pueblo originario del Paraguay, los restos mortales de Damiana.

El acto de la entrega se llevó a cabo en el Museo Antropológico de La Plata, por iniciativa del Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social en la Red de Investigadores en Genocidio y Política Indígena en la Argentina. ¿Pero quién era Damiana?


Los datos sobre ella fueron posibles de obtener debido al trabajo de la antropóloga Patricia Arenas. El 25 de septiembre de 1896, los científicos norteamericanos Ten Kate y Charles de la Hitte viajan al Paraguay a estudiar a un pueblo originario de esa región conocido con el nombre de Guayaquí. Ese mismo día, unos colonos blancos de la zona de Sandoa (Paraguay oriental) realizan una expedición porque les ha sido robado un caballo e inmediatamente acusan a un grupo cercano de guayaquíes. El colono y tres de sus hijos marcharon con armas de fuego y descubrieron a un grupo de guayaquíes que estaba almorzando y, sin dar preaviso, los balearon. Cayeron tres muertos, entre ellos una mujer. Los demás huyeron espantados. En el lugar había quedado una niña guayaquí que tenía un año “más o menos”, a la que se llevan los asesinos. Cuando llegan a esos parajes, los investigadores norteamericanos se posesionan de la niña. Según ellos, que empiezan a estudiarla, ésta solía pronunciar las palabras “caibú, aputiné, apallú” de las cuales no se conoce ningún significado guaraní. Se supuso que la palabra Caibú, nombre propio guaraní usado en tiempos pasados, sería como esa niña llamaba a su madre. Por esas ironías sarcásticas de la historia, la niña aché es bautizada Damiana, con el nombre del santo del día de la matanza de su familia: San Damián. Dos años después, la indiecita fue llevada a la provincia de Buenos Aires donde fue entregada a la madre del doctor Alejandro Korn, director del hospicio Melchor Romero. Esa señora la utilizó de sirvienta y luego se la entregó a su hijo, quien la hizo ingresar al establecimiento que dirigía para luego entregarla a una casa de corrección. En 1907, cuando Damiana tenía 14 años, el investigador alemán Lehmann-Nietzsche la fotografía desnuda, foto que luego será mostrada durante años en el Museo de La Plata. Luego, ese científico escribirá: “En el mes de mayo de 1907, gracias a la galantería del doctor Korn pude tomar la fotografía y hacer las observaciones antropológicas e hice bien en apurarme. Dos meses después murió la desdichada de una tisis galopante cuyos principios no se manifestaban todavía cuando hice mis estudios”. Y agrega: “Bien se cumplía el pronóstico del doctor Ten Kate”. Justamente ese norteamericano en 1897 diagnostica: “Esta niña porta un aire enfermo y triste. El aspecto general, las manchas simétricas sobre los incisivos superiores, junto al vientre prominente, indicarían una diatosis escrupulosa”.

La cabeza de Damiana fue enviada al investigador Johann Virchow, de Berlín, para el estudio de su musculatura facial y del cerebro. Sobre esto escribe Lehmann-Nietzsche, en 1908: “Su cráneo ha sido abierto en mi ausencia y el corte del serrucho llegó demasiado bajo. Aunque, por este motivo la preparación de la musculatura de la órbita ya no será posible, lo que quería hacer el profesor Virchow. El cerebro se ha conservado de una manera admirable. La cabeza ya fue presentada a la Sociedad Antropológica de Berlín”.

No hace mucho, el grupo Guías, durante el inventario de las colecciones del Museo Antropológico de La Plata, encontró en las vitrinas de la sala de Antropología Biológica un pequeño cajón sin número con el esqueleto de Damiana dentro de una bolsa y envuelto en tela, con una inscripción en papel: “Esqueleto (sin cráneo) de una india guayaquí, Damiana, fallecida en el Melchor Romero en 1907. La cabeza con el cerebro fue remitida al profesor Virchow, Berlín”.

Todavía no acaba esta historia, que muestra cómo se actuó en el trato con los pueblos originarios siguiendo la línea establecida por Julio Argentino Roca. En marzo de 2007, una organización indígena paraguaya reclamó a la Argentina “la restitución de todos los restos mortales pertenecientes a miembros de la etnia Aché que yacen desde hace más de un siglo en las colecciones del Museo de La Plata”. También exigieron la “devolución de todas las piezas aché de las colecciones etnográficas de dicho museo que fueron obtenidas en forma ilegal o violenta como así los objetos provenientes del saqueo de un campamento aché”.

Desde el jueves último, los restos de Damiana descansan en su tierra guaraní. En el acto en que se entregaron los huesos que habían quedado de ella a los representantes del pueblo Aché hablaron los antropólogos Fernando Miguel Pepe, Miguel Añón Suárez y Patricio Harrison, la historiadora Diana Lentor y el profesor Marcelo Valko, de la cátedra de Antropología de la Universidad de Madres. Todos dieron detalles históricos de lo que fueron los principios de ese Museo del Perito Moreno en el cual los representantes de los pueblos originales fueron exhibidos al público como fieras de zoológico, entre ellos los caciques Inacayal, Foyel y Sayhueque, sus mujeres y sus hijos. Ya los restos del cacique Inacayal descansan en sus tierras chubutenses, en Tecka, luego de ser exhibidos al público durante décadas. Clemente Onelli ha descripto la última noche del cacique Inacayal en el museo, con las siguientes palabras: “Un día, cuando el sol poniente teñía de púrpura el horizonte apareció Inacayal sostenido por dos indios allá arriba, en la escalera monumental del museo. Se arrancó su ropa, la del invasor de su patria, desnudó su torso dorado como metal corintio, hizo un ademán al sol y otro larguísimo hacia el sur; habló palabras desconocidas y, en el crepúsculo, la sombra agobiada de ese viejo señor de la tierra se desvaneció como la rápida evocación de un mundo. Esa misma noche, Inacayal moría”.

En el libro del grupo Guías, que se llamará El racismo argentino y será publicado por la editorial Madres de Plaza de Mayo, se describe paso a paso la prisión “científica” que sufrieron tantos representantes de los pueblos originarios y los escritos altamente racistas del famoso Perito Moreno y de los denominados “científicos” de la época que igualaban a los indios con los judíos, en cuanto a sus rasgos fisonómicos. En el mismo libro se cita la frase que Inacayal dijo más de una vez: “Yo jefe, hijo de esta tierra, blancos ladrones, mataron a mis hijos, mataron a mis hermanos, robaron mis caballos y la tierra que me vio nacer. Yo, prisionero”.

El diario La Nación del 20 de septiembre de 1883 publicaba: “A fines del corriente mes podrá verse el esqueleto del cacique Orkeke, preparado convenientemente. Después de haber sido descarnado en el Hospital Militar se colocaron los diversos fragmentos del cuerpo en un gran tacho de agua y cal, para hacer desaparecer las pequeñas cantidades de carne que habían quedado adheridas a los huesos. Terminada que sea la disección del cuerpo del cacique, se procederá a armar el esqueleto...”
La absoluta falta de respeto al muerto. Para esos “científicos” esos seres humanos sólo servían para mostrarlos, aun muertos, como espectáculo.
Pero, paso a paso, se va sabiendo la verdad de nuestra historia. El porqué la historia de la crueldad argentina que va a terminar, en su punto culminante, con la dictadura militar de la desaparición de personas y el robo de niños.

Pero del pasado pasemos al presente. Los obreros de las minas de Río Turbio piden reivindicación. Recordaron el jueves en un emocionante acto a los catorce mineros muertos en la catástrofe de hace seis años. En él se pidió “juicio y castigo para todos los responsables políticos y operativos que permitieron de una u otra forma que se produjera esta tragedia minera”. No se olvida así a los mártires del trabajo diario, a los que ponen el rostro ante el peligro al que se ven sometidos en esas tareas. Un acto para tener en cuenta.
Todos, esfuerzos en busca de una sociedad que se conduzca con los principios de la Etica. Por eso, no olvidar las injusticias del pasado y del presente. No olvidar a Damiana, la indiecita.

Osvaldo Bayer

Publicado en Página 12 el día 19 de Junio de 2.010.