Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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viernes, 16 de febrero de 2018

Carnaval, entre el agua y la albahaca


Escrito por María Irene Romero

Entre las novedades que trajo la llegada del europeo a las tierras americanas, y a las que se fueron acostumbrando y acomodaron los pueblos originarios, se encuentra la celebración de la fiesta de carnaval.

Esta festividad, de extracción pagana, precede a la Pascua que, según regla de la antigua iglesia romana, aprobada por el Concilio de Nicea, se celebra en el primer domingo después del día decimocuarto de la luna del mes primero, pasado el equinoccio de invierno. (Aracena Domingo, América Pontificia o Tratado Completo de los privilegios que la Silla Apostólica ha concedido a los católicos de América Latina. Imprenta de la Moneda, Santiago de Chile, 1800).

El origen de su celebración se encuentra en las fiestas paganas como las que se realizaban en Roma en honor a Baco, el dios romano del vino, las saturnales y las lupercales romanas, o las que tenían lugar en honor del toro Apis en Egipto.

Algunos historiadores las remontan a Sumeria y Egipto hace más de cinco mil años y se encuentran reflejadas en los relieves de basalto y diorita desde la IV dinastía egipcia y en la ciudad estado de Sumer (González Martín, Historia del Arte, Gredos, Madrid, 1996), con celebraciones muy parecidas en la época del Imperio Romano, desde donde se expandió por Europa. Los navegantes españoles y portugueses trasladaron esta costumbre a América a partir de fines del siglo XV.

La etnología encuentra elementos de supervivencia en las fiestas andinas prehispánicas y en las culturas africanas.

Agua y huevazos por doquier
El carnaval empezaba con solapada moderación. En la tarde del domingo anterior al miércoles de ceniza, una persona podía caminar tranquilamente por cualquier calle de Buenos Aires y ser sorprendida por una bonita mujer que, sentada tras la reja de su ventana, lo rociaba con agua de colonia. También era frecuente ver algún dandy arrojando agua de rosas hacia el interior de un balcón.

Se entraba de visita en una casa y gentilmente una doncella lo rociaba con agua perfumada que expelía de una jeringuilla de marfil. Claro que también se podía recibir un huevo de teruteru en la cabeza, pero lleno de agua de mil flores que perfumaban al agredido y sus alrededores.

El lunes las calles aparecían, aquí y allá, como si hubieran sido regadas. De pronto el paseante se sentía literalmente empapado, pero ya no con agua de mil flores sino con agua común. Apenas se detenía de mal humor y trataba de secarse, otra descarga súbita procedente del otro lado de la calle le caía como una ducha.

Todo el que iba por la calle recibía una jarra de agua encima y se iniciaba la lucha entre una y otra azotea: desde la calle con jeringas enormes se empapaba a quienes estaban apostados en los techos, y desde éstos se respondía con huevos llenos de agua que se venían preparando desde semanas atrás.

Pero ni los festejos del domingo y del lunes podían compararse a los del martes. Como si los dos primeros días hubieran sido más que un ensayo general, la terrible batalla llegaba al último día. Se hubiera dicho entonces que Buenos Aires era una ciudad de manicomio, que todos los ocupantes de estos últimos hubieran sido puestos en libertad. Bañaderas, cubas, jarras, botijos, palanganas y toda la vajilla posible, se disponían llenas de agua en las azoteas.

Una familia entablaba lucha carnavalesca contra otra y corrían verdaderos arroyos por las calles, el agua cubría los patios y llegaba al interior de las habitaciones.

A veces, arrastradas por el paroxismo, las mujeres bajaban a la calle para poder estar más seguras de poder empapar a determinados caballeros. Una pandilla de hombres jóvenes se introducía en una casa y aparecía en la azotea, lidiando con quienes allí vivían, todos empapados hasta la piel.

Los combates en las calles eran rudísimos, casi salvajes; los jinetes atacaban a los jinetes, a veces salían a relucir cuchillos. Los huevos de avestruz cruzaban el aire como bandadas -por su tamaño, a veces eran fatales- y como todos andaban chorreando agua, las personas como los caballos, los vestidos de las señoras adheridos al cuerpo y a sus formas manando agua como si acabaran de salir de un baño, la impresión del espectador sereno era que en la ciudad se había desatado la locura general.

Aloja, chicha y albahaca
En medios rurales los preparativos para la fiesta comenzaban mucho antes que el carnaval. Largas caravanas, montadas en asnos aporreados y hambrientos, abandonaban sus pueblos para ir a pasar unas semanas a la sombra de los algarrobales. Era llegado el tiempo de recoger las vainas que ya amarilleaban y hacerlas fermentar hasta producir la cantidad de bebida necesaria para la fiesta.

Mientras tanto, los ranchos quedaban desiertos, sus puertas tapadas con un cuero, y en las aldeas solo se oía la voz del silencio.

En el campo, una vez improvisados los precarios albergues, hombres, mujeres y niños trepaban a los algarrobales para recoger el preciado fruto. Por la tarde y a la noche se formaban círculos de donde brotaba la melopea de las vidalitas clásicas de carnaval -que el paisano entendido compone- letras de cuatro versos ya aimarás, ya quichuas, ya quichua y castellano, ya únicamente castellano.

Así, entre el rumor creciente de las guitarras, los bombos, las quenas y los violines de cuerda de tripa, iba anticipándose la chaya, esa fiesta inmortal de los indoamericanos en el área andina. Una vez terminada la cosecha, el paisanaje retornaba a sus aldeas.

Así, al llegar la chaya carnavalera, estaba lista la algarroba, fermentada en añejas vasijas de barro.

Entonces, desde el primer día de carnaval, comenzaban las carreras, a caballo y a pie, los bailes en los ranchos o en la pulpería, vidalitas y relaciones a toda hora, topamientos y juegos de las comadres, aloja el día entero. Desde el Alto Perú, se tiene el aporte de la chicha.

Se sucedían los gritos, aplausos, baldazos de agua, puñados de almidón y harina con clavo de olor, que no era lícito limpiar o quitar del rostro de las muchachas alegres y retozonas, vestidas con polleras de múltiples colores y pañuelo colorado al pecho, o la de los hombres de largas botas, con el sombrero encasquetado hasta los ojos y adornados con gajos de olorosa albahaca.

La chaya reina sobre un jolgorio que vacila hasta que nadie puede tenerse ya en pie, alcohol mediante.

Correlato necesario de estas festividades profanas es que cuando se quiere comprender el folclore americano, es preciso interpretarlo en su fuente genuina, en su ambiente originario de alegría o de tristeza, sabio o melancólico, indignado o humorístico, en la variadísima gama de matices que sabe darle su único autor, el pueblo anónimo.

Entre las cadencias del baile, las estrofas de las relaciones, la algarabía generalizada, el perfume de la albahaca, el agua que corre por doquier, los vapores de la chicha y de la aloja, se amalgaman los elementos que confluyen en la creación musical, en lo profundo de los sentidos y sentimientos americanos.

Un bellísimo ejemplo lo configura la letra y música de La Pomeña de Manuel J. Castilla y Gustavo Leguizamón: “porque te roban Eulogia carnavaleando”.

El carnaval deviene así en un espacio de privilegio para la composición y la interpretación folclórica. Lejos de ser su objetivo, sin embargo el carnaval contribuye al rico acervo de la cultura americana.

El retorno a la cordura... 
La celebración de las fiestas carnestolendas, ya fuera en los ámbitos urbanos o rurales, degeneraba en una explosión de vida licenciosa del pueblo cristiano en esos días de desenfreno, pues en esos tres días que anteceden al ayuno solemne de la cuaresma, parecía que los cristianos abandonaban las enseñanzas de Jesucristo, para ofrecer un incienso nefando en las aras de Baco y de Venus. En ese tiempo se abandonaba el pudor y sofocando todos los sentimientos que la religión inspira, se entregaban descaradamente a la embriaguez, la lascivia y toda clase de excesos. Cabe recordar la estrofa de una conocida zamba que le atribuye al carnaval: “como olvidarte Cerrillos si por tu culpa tengo mujer” (Abel Mónico Saravia y Marcos Tames).

Contradictoriamente, el ayuno que se preanunciaba y que la Iglesia había instituido santísimamente para remedio de los pecados, era un requisito para entregarse a ellos y como si la relajación e inmoralidad sirviesen para disponerse para practicar la virtud.

Anexo a la práctica de ayuno, de misa penitencial correspondiente al Miércoles de Ceniza, la Iglesia instituyó la oración de las cuarenta horas, derrotero necesario para limpiar el alma que transitó el desenfreno carnavalero.

De vuelta a la rutina
El Miércoles de Ceniza, además de dar inicio al período de Cuaresma, traía otra novedad: era el día en que los escolares retornaban a las aulas, inaugurándose el período lectivo. Costumbre de los tiempos virreinales y que continuó posteriormente a la organización nacional.

Día odiado por muchos escolares al decir de Bernardo Frías en sus “Tradiciones Históricas” (Eucasa, Salta, 2013) día antipático el Miércoles de Ceniza. Y cómo no, si apenas pasado el martes de Carnaval el más alegre, el más agitado, el más lindo de los días, llegaba aquel traspaso brusco, como del cielo a los infiernos, donde habría que ver después de la alegre y bulliciosa mascarita de la comparsa, la cara del maestro de escuela, para los muchachos, peor que una máscara infernal.

Bernardo Frías lo rememora como día amargo entre los más amargos. Y es que el temprano tañido de la campana, cerraba los días de diversión para los niños y jóvenes, y abría el espacio de los deberes, de la seriedad y observancia de la rígida disciplina que se observaba en esas lejanas jornadas. Era el tiempo del reencuentro con el latín y las matemáticas, de la gramática y el catecismo del padre Astete.

Pero también de recuperar la idea tan española como americana que “la letra con sangre entra”, otra faceta penitencial anexa de la pedagogía en aquellos días. De suerte tal, que los escolares añadían otro elemento de contrición espiritual en sus deberes y disciplina cuasi espartana.

El Miércoles de Ceniza ponía fin a los excesos y los cristianos tornaban a las oraciones y labores cotidianas. Habría que esperar un año para el triduo de desenfreno, algarabía enloquecida y liberadora de pasiones.

Fuente
El Tribuno (Salta-Argentina) – 16 de Febrero de 2018


miércoles, 1 de marzo de 2017

Carnaval de Rio de Janeiro, O Mais grande do Mundo...



Reflexionar acerca de uno de los carnavales más importantes de nuestra región hasta convertirse en uno de los acontecimientos más importantes del mundo, nos lleva a una sorprendente historia.

Antecedentes históricos
En primer lugar debemos reconocer el aporte de los griegos a esta tradición, ya que dentro de sus costumbres celebraban numerosas fiestas de este tipo en honor del dios del vino. Posteriormente los romanos las siguieron celebrando en honor a Baco y durante las Saturnalia, donde los hombres pasaban un día entero en estado de embriaguez.


Según la tradición, de aquel entonces  los amos y los soldados se intercambiaban la ropa. La Iglesia Católica romana adoptó más tarde estas celebraciones hasta el Miércoles de Ceniza, el primer día de Cuaresma del calendario cristiano.

Al parecer el festival “Entrudo” de origen portugués generó en lo que hoy reconocemos el Carnaval de Río.

Cuyo primer baile se celebró en 1840 y los participantes bailaban polcas y valses, en contraposición con la samba, que no fue introducida hasta 1917.


El término Carnaval se dice que deriva del latín Carne Vale, es decir “Adiós a la carne”.

Esta práctica de abstinencia comienza para los católicos el Miércoles de Ceniza y se prolonga hasta la Pascua.

La Influencia Africana del Carnaval
En primer lugar, de Italia se conoce que los primeros carnavales de Italia consistían en bailes de máscaras con gran hincapié en los disfraces. La tradición se extendió pronto a otros países europeos, entre ellos Portugal, de donde nació el Carnaval de Brasil.


Los portugueses llevaron numerosos esclavos de África, razón por la cual el carnaval presenta una importante influencia africana. Los africanos utilizaban máscaras y disfraces hechos con plumas, huesos, hierbas, piedras y otros elementos para invocar a los dioses y ahuyentar a los espíritus malignos.

Todo ello tenía un significado simbólico en la tradición de esta región y ahora forma parte integral del diseño de los disfraces para el Carnaval de Río moderno.


La introducción del Samba en Brasil y el Nacimiento de las Escuelas de Samba

La música y el baile de Samba se asocian al carnaval en Brasil desde 1917.

Con la abolición de la esclavitud, muchos de estos esclavos se trasladaron a Río, y se asentaron en lugares como Prace Onze y Cidade Nova, llegando a ser importantes centros de la música y el baile de Samba.


A medida que este ritmo ganaba popularidad, los compositores, los músicos y los bailarines se solían reunir para demostrar su talento, formando clubes y asociaciones que competían entre sí. Estos grupos supusieron la implantación de las escuelas de samba, cuyo primer desfile oficial tuvo lugar en 1932.

La afición creció al mismo ritmo que el concurso hasta la formación de la Asociación de Escuelas de la Ciudad de Samba, en Río de Janeiro, la entidad que organiza los Desfiles durante el Carnaval de Río.


Desde entonces, las “escolas” han evolucionado con el paso de los años hasta formar grandes organizaciones similares a empresas modernas. Cada escuela tiene un grupo incondicional de fans bien organizado mediante un equipo de gestión concreto. Muchas de ellas se dedican a mantener grupos sociales de su barrio con escasos recursos.

El Sambódromo – Corazón del Carnaval de Río
Hasta 1984, la Avenida Marquês de Sapucaí, una de las calles más viejas de Río, era el escenario donde se celebraba el Carnaval de Río.


Sin embargo, la gran popularidad del carnaval conllevó la construcción de estructuras de cemento a ambos lados de la calle. Este edificio, diseñado por Oscar Niemeyer, se encargó en calidad de ‘Sambódromo’ y alberga el Desfile desde 1984.
Cada año, miles de bailarines, cantantes y músicos de las agrupaciones llegan al Carnaval de Río a tope para presentar sus carrozas, disfraces y ritmos en el Sambódromo.

Las actuaciones son fastuosas y grandiosas durante los aproximadamente 85 minutos de los que goza cada escuela para demostrar el fruto de todo un año de trabajo. El Domingo y el Lunes de Carnaval son los dos días importantes en los que doce de las principales escuelas de samba compiten por el título del campeonato en el estadio.


Fechas de Carnaval plenas de razones
El objetivo del carnaval es disfrutar de una última semana de festejos antes de los 40 días de abstinencia que terminan en Pascua, el día de la resurrección de Cristo.

La popularización de la extravagancia no es precisamente lo que la Iglesia tenía en mente pero no podemos negar que el Carnaval de Río es la mayor fiesta del planeta, retransmitida a millones de hogares de todos los rincones del mundo.

Fotografias Infobae - AFP




martes, 28 de febrero de 2017

Carnavales de Tilcara y Humahuaca (Jujuy-Argentina)




Desde el 25 de febrero y hasta el 5 de marzo de 2017, se lleva a cabo el Carnaval de la Quebrada de Humahuaca, el más tradicionalista del país, que tiene su origen hace más de cinco siglos.  
El Carnaval de la Quebrada de Humahuaca es una mezcla de la celebración introducida por los españoles durante la conquista de América y los cultos de los pueblos originarios.
Los pueblos de la Quebrada de Humahuaca combinan la celebración de Carnaval con sus rituales vinculados a la tierra (Pachamama).

La celebración comienza el sábado anterior al fin de semana de Carnaval, cuando grupos de comparsas llegan a las laderas de los cerros que rodean los pueblos para desenterrar al “diablo”, que fueron enterrados al finalizar el carnaval del año anterior.
Una vez desenterrado “el diablo” se tiran bombas de estruendo y la comparsa (donde muchos están disfrazados de diablo) comienza a descender a los pueblos bailando al ritmo de músicas tradicionales como el carnavalito jujeño. En todas las comparas hay músicos con trompetas, redoblantes, trombones, saxo, bombos, etc. Las comparsas llevan un estandarte que las identifican y recorren las calles del pueblo, donde en diferentes casas son invitados a beber.
En las calles los diferentes integrantes de las comparsas estás disfrazados y se arrojan harina. Muchos llevan ramas de albahaca (se la considera afrodisíaca) dejando un aroma muy especial por las calles de los pueblos. En las murgas también hay bandas de sikuris que interpretan sus melodías a cada paso.

Después de desfilar por las calles de los pueblos, las murgas se reúnen en puntos determinados, denominados “fortín”. En estos lugares se arman peñas con música y baile hasta el amanecer.
El domingo de Carnaval, después de varios días de baile y festejo, la celebración termina con el entierro del diablo. Las comparsas vuelven a las laderas de los cerros, al mismo lugar donde empezó el festejo y se entierra al muñeco con ofrendas (cigarrillos, hojas de coca, alcohol) y con bombas de estruendo se da por finalizado el carnaval.

Fuente>TV Publica Argentina 



Carnaval de Oruro, Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad




Siete de la mañana, culmina la llovizna del viernes de verbenas, sol radiante, se escuchan los primeros acordes de músicos afinando sus instrumentos musicales. Lentejuelas, apliques bordados, trenzas, plumas y sombreros, sumados al incienso, acompañan a la comitiva junto a la imagen de la Virgen del Socavón; ése fue el escenario que dio la bienvenida al sábado de peregrinación en Oruro, donde María la Virgen, es la depositaria de las plegarias de más de 25.000 danzarines que recorrieron por las céntricas calles de la Capital del Folklore de Bolivia.

El Carnaval de Oruro ostenta el título de “Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad” declarada por la Unesco en 2001 que se constituye en la máxima expresión de la cultura boliviana.

Esta manifestación de fe y devoción hacia la Virgen del Socavón data de hace más de cuatro siglos, la que es una síntesis del folklore nacional, por esto, en 1984 Oruro fue nombrada por el presidente Hernán Siles Zuazo, como la Capital del Folklore de Bolivia. 


Las calles donde paulatinamente transcurren las horas, ven transitar a morenos, chinas, diablos, tinkus, pujllays, tobas y otros, que en afán de poder ultimar detalles para lucir su mejor gala, se concentran en la Av. 6 de Octubre y Aroma, punto de concentración hacia el inicio de esta entrada. Si bien la mayoría de las danzas no son oriundas de Oruro, todas las que se presentan en el Carnaval orureño alcanzaron la popularidad necesaria para así lograr subsistir y traspasar, incluso los 100 años. En algunos casos, se tuvieron que hacer labores de rescate ante de una inminente desaparición.

La mayoría de las danzas por sus peculiares características han logrado traspasar fronteras, llegando a ser parte de festivales y entradas en países vecinos. Algunas pretenden ser usurpadas en su esencia y origen, pero quien con ojo y oído clínico puede apreciar las danzas de Oruro, hoy podrá darse cuenta el origen y el sentido de éstas, según reporte de la Red Erbol. 

20 horas y 52 grupos
Por más de 20 horas, 52 fraternidades, más de 100 bandas de músicos, 25.000 danzarines realizan una peregrinación con sus danzas, por un escenario de 5 kilómetros que tiene como punto de culminación el santuario de la Virgen del Socavón, situado en las faldas del cerro Pie de Gallo, en la zona oeste de la ciudad de Oruro.

Este 2017 es otro año consecutivo donde la presencia de turistas procedentes de los diferentes continentes es visible por la ruta del Carnaval, muchos lo hacen por primera vez, pero hay varios que retornaron a Oruro por ese encanto que provoca el Carnaval.

La fiesta de peregrinación ayer, será relevada hoy  por la Entrada de Carnaval, la misma que se extiende en sus diferentes actos, hasta la próximo fin de semana, donde danzarines y comparsas realizarán sus últimas demostraciones en lo que se denomina Domingo de Tentación. 


Oruro, situado a una altitud de 3.706 m.s.n.m., en las montañas del oeste de Bolivia, fue un importante centro de ceremonias precolombino antes de convertirse en un importante centro minero en los siglos XIX y XX. 

La ciudad fue refundada por los españoles en 1606 y siguió siendo un lugar sagrado para el pueblo Uru. Posterior a su colonización, los españoles prohibieron esas ceremonias en el siglo XVII, pero éstas continúan bajo la fachada de la liturgia cristiana: los dioses andinos se ocultaban tras los iconos cristianos, convirtiéndose así en santos. 

Las ceremonias fueron transformadas en rituales cristianos, uno de ellos, el más importante, se celebra el 2 de febrero, Fiesta de la Candelaria, donde diablos bailan para la virgen, por esto la “diablada” se convirtió en el baile principal y representativo de Oruro y su Carnaval.

La jornada de ayer culminó con el alba protagonizada por las bandas de músicos que a partir de las 5.00 de la mañana de este domingo, junto a devotos locales y visitantes recibirán los primeros rayos del sol.

Fuente>Diario Los Tiempos (Bolivia) – 26 de Febrero de 2.017