Escribe: Sol de Pando
Bose conservaba su lengua materna de raíz Pano
y solía narrar cantando en ese idioma la historia de su pueblo, incluyendo el
episodio del asesinato de su padre y de las matanzas que presenció.
Bose era la última y única indígena boliviana
amazónica que todavía conservaba parte del atuendo ancestral de los pueblos en
aislamiento voluntario, luciendo en su rostro un septo nasal con una fina caña
de tacuara atravesada por una pluma roja de tucán; y arreglaba su pelo a la
antigua usanza Pacahuara con un cerquillo en la frente. Se distinguía por su
infaltable collar de perlas rosadas de plástico que, decía, había heredado de
su madre. Junto con su esposo-primo-hermano Buca Yacu (los Pacahuara eran una
etnia endogámica), Bose conservaba su lengua materna de raíz Pano y solía
narrar cantando en ese idioma la historia de su pueblo, incluyendo el episodio
del asesinato de su padre y de las matanzas que presenció en los años sesenta y
setenta en su territorio despojado de Pando.
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Bose Yacu . Foto: BBC |
Sol de Pando ha confirmado el
fallecimiento de la última indígena originaria Pacahuara, Bose Yacu, acaecido
el pasado mes de diciembre en la comunidad de Puerto Tujuré, jurisdicción del
municipio de Riberalta, Beni, lejos de su territorio originario en el
departamento de Pando.
Con la muerte de Bose Yacu en el injusto
destierro, el idioma Pacahuara ha desaparecido de la faz de la tierra, junto
con las historias que contaba y cantaba esta heroína indígena que sobrellevó
con dignidad y estoicismo el inminente exterminio de su pueblo, hecho del
cual Sol de Pando advirtió a las autoridades y la opinión pública del
país, en su edición impresa Nro. 18 publicada durante la segunda quincena de
marzo del 2011, cuando este medio confirmó que los esposos Yacu decidieron no
procrear descendencia en una especie de “suicidio étnico” con que los Pacahuara
reaccionaron ante el despojo de su territorio originario en Pando (aunque
también no se descarta que fueron esterilizados por los misioneros
norteamericanos). Dicha publicación le costó a Sol de Pando tener que
enfrentar una sañuda campaña de proscripción desatada abusivamente por el
ministro Juan Ramón Quintana en contra de este medio autogestionario.
A mediados de la década de los setenta,
durante la dictadura militar de Banzer, la familia de Bose Yacu fue
“relocalizada” de la provincia Federico Román de Pando hacia una reservación
Chacoba situada en la provincia Vaca Diez del Beni, en medio de un genocidio
perpetrado contra este pueblo pandino por parte de avasalladores bolivianos,
brasileños y norteamericanos que terminaron apropiándose del territorio
Pacahuara para la extracción intensiva de madera, oro y castaña, entre otras
riquezas pródigas en ese paraíso de la biodiversidad pandina, en el extremo
noreste de la provincia Federico Román. Actualmente en ese territorio
“desindigenizado” existe una concesión maderera “saneada” por el Gobierno
“plurinacional” que preside Evo Morales.
La memoria larga del exterminio
Los antropólogos Diego Villar, Lorena Córdova
e Isabelle Combés, señalan en su libro “La reducción imposible: las
expediciones del padre Negrete a los Pacaguaras” que en junio de 1969 el
director del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), había informado
que “la tribu de los pacahuaras que vive en la zona del río Abuná
(departamento de Pando) es perseguida por cazadores tanto brasileños como
bolivianos”; y por tanto aquellos evangelizadores norteamericanos (que luego se
demostró realizaban tareas “civilizatorias” como la esterilización de mujeres
indígenas dentro un programa de control natal diseñado por la CIA desde las épocas de la
dictadura barrientista), decidieron “relocalizar” a los Pacahuara hacia Puerto
Tujuré, en la provincia Vaca Diez del Beni, en una reservación Chacoba
establecida por los mismos evangelistas, vaciando de toda presencia indígena el
rico territorio pacahuara en la provincia Federico Román de Pando, a fin de
facilitar el asentamiento de capitales invertidos para la explotación intensiva
de madera y otras riquezas naturales que abundan entre afluentes del río Orthon
como son el río Negro y el río Pacahuara.
La persecución y asesinatos cometidos contra
los líderes Pacahuaras por sicarios brasileños y paramilitares bolivianos, ante
la complacencia de las autoridades gubernamentales de esa época, fue el
pretexto aprovechado por los evangelistas norteamericanos para “reducir” a los
Pacahuara, después de varios siglos en los que esa nación había resistido y
evadido exitosamente los fallidos intentos cristianizadores de misioneros
jesuitas y franciscanos.
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Caricatura publicada en la edición Nro. 18 de Sol de Pando, marzo del 2011. |
Entre los siglos XVII, XVIII y XIX curas
españoles como los frailes Francisco Xavier Negrete, fray Martín Pueyo y el
padre Nicolás Armentia, libraron batallas de astucia y perseverancia con los
irreductibles Pacahuara que se negaban a renegar contra sus propios dioses
animistas, a cubrir su natural desnudez como pueblo nómada en aislamiento
voluntario, a hablar un idioma diferente al suyo y a adoptar nombres y
apellidos castellanizados en detrimento de su identidad colectiva e individual.
Los jesuitas y franciscanos en la época de la Colonia y en el primer
siglo republicano, crearon las llamadas “reducciones” donde los indígenas de
distintas etnias de la
Amazonia, tentados por abalorios y chucherías con que
alucinaban a los inocentes “infieles”, eran obligados a vestir ropas “decentes”
y bautizados a la fuerza. Son célebres las misiones de Cavinas, Exaltación,
Ixiamas y Reyes, entre otras, donde los curas intentaron “uniformizar”
religiosa, lingüística y culturalmente a etnias como los Tacana, Moxos, Baures,
Movimas, Etirumas, Tapacuras, Itonamas, Huarayos, Canichanas, Bolepas,
Hericecobonos, Rotoroños, Pechuyos, Coticiaras, Meques, Mures, Sapis,
Cayubabas, Canacures, Ocoronos, Chumannos, Mayacamas, Tibois, Nayras, Norris,
Pacahuaras, Pacanabos, Sinabos, Cuyzaras y Cabinas, que son algunos de los
grupos étnicos citados por el cosmógrafo Cosme Bueno en 1773. Muchas de estas
etnias, pertenecientes a las matrices lingüísticas Pano y Tupiguaraní, ya no
existen en nuestros días.
Los Pacahuara fueron los más indóciles e
irreductibles entre todas las etnias originarias de la selva boliviana, en
virtud a su fortaleza numérica y cultural que dominaba en todo el norte
amazónico del país. Ya en 1764 se tienen referencias de la violencia etnocida
que provocaba la existencia libertaria y nómada de los Pacahuara dueños del
vasto bosque, cuando el jesuita Eusebio Mejía, prefecto de la reducción de
Ixiamas, “llega a cortar las orejas y a matar a unos indios indóciles
(pacahuaras) que no quieren obedecerle”.
En octubre 1796, el padre Negrete había
logrado introducir a 43 pacahuaras en la reducción de Exaltación donde
coexistían bajo el signo de la cruz cristiana indígenas de otras etnias como los
Cavineños, Itonamas, Esse Ejjas y Tacanas. Negrete bautizó a los pacahuaras
“reducidos” cambiándoles sus nombres; a un indígena originalmente llamado Yona
lo nombró Timoteo, a otro de nombre Coya lo llamó José, y un tal Buca comenzó a
llamarse Rafael. Entre las mujeres pacahuaras bautizadas, Yuca se llamó Isabel,
Naba se hizo Manuela y a Bari la llamó Josefa. Los apellidos les serían dados
por sus futuros patrones en las haciendas feudales: Suárez, Soria, Gómez,
etcétera.
El modo de vida cristiano de aquellos
pacahuaras “reducidos” sería muy efímero. No eran indios para vivir entre
cuatro paredes. Cedían a las tentaciones de los curas sólo para obtener
utensilios y herramientas que atraían su interés práctico y luego huían
furtivamente de las reducciones cristianas multiétnicas para desvestirse
nuevamente y vagar libres y a sus anchas en el infinito bosque mezclándose con
la demás fauna sin más pretensión que ser tan intangibles como la naturaleza
pura.
El advenimiento de la República y sus secuelas
bélicas especialmente tras las guerras del Acre y del Chaco, sustituyó la
presencia “civilizatoria” de la cruz católica en la Amazonia indígena con las
armas de un ejército creado para imponer los intereses del capital depredador.
En la era del caucho, potentados como Nicolás Suárez expandieron su emporio
extractivo en las áreas más pródigas del bosque amazónico, cuyo centro era nada
menos que el territorio indígena Pacahuara en el extremo norte de Pando. En la
provincia Federico Román, el cantón Manoa por donde atraviesan los ríos Negro y
Pacahuara, colinda con Cachuela Esperanza, ya en el municipio beniano de
Guayaramerín, donde el imperio cauchero de Nicolás Suárez tenía su principal
base de operaciones, chocando violentamente con los indígenas Pacahuara a quienes
Suárez pretendía, además de cristianizarlos, incorporarlos como pongos
(siervos) de sus haciendas gomeras.
En 1906, finalizada la guerra del Acre que
favoreció a Suárez gracias al heroísmo de flecheros indígenas tacanas que
expulsaron a los brasileños de sus barracas gomeras de Porvenir, el explorador
Percy Fawcett registró testimonios acerca de que los ríos Abuná y Acre, en el
actual territorio de Pando, se hallaban “infestados de pacahuaras” y que en
Cachuela Esperanza, base de los hermanos Suárez, se veían canoas con pacahuaras
“enteramente vestidos con sus pinturas de guerra”. En los años 20, el hermano
de Nicolás Suárez, Gregorio, fue atrapado por unos guerreros pacahuaras que lo
mataron en un acto de guerra territorial. En represalia, para vengar la muerte
de su hermano, Nicolás Suárez organizó tropas del Ejército que le debía su
existencia en esta región tras la guerra del Acre, y con apoyo de sicarios
brasileños y paramilitares nativos, ese Ejército feudal desató una despiadada
persecución contra los indígenas panos, en una frontal guerra de exterminio que
duró todo el siglo XX y se prolongó hasta nuestros días incluso.
Una derrota indígena en el “Estado
Plurinacional”
Bose y Buca Yacu son descendientes directos de
aquellos guerreros indomables que resistieron cinco siglos de un coloniaje que
se salió con la suya al fin, a pesar del rimbombante discurso descolonizador
del actual régimen populista boliviano. A estos últimos indígenas Pacahuara les
tocó enfrentar la batalla final de la guerra de exterminio desatada contra
ellos por la “civilización” moderna, traicionados y burlados por un “Estado
Plurinacional” que los exhibe como una de las 36 naciones y lenguas originarias
reconocidas por la actual Constitución Política, sin impedir en absoluto su anunciada
extinción.
Aunque no está debidamente certificado y
esclarecido el momento preciso en que los últimos Pacahuaras fueron desterrados
de Pando con “ayuda” de las ONG’s vinculadas al ILV y la CIA —evidencias fotográficas
indican que fue en 1973–, se sabe que los misioneros evangélicos
norteamericanos Guy East y Gilbert Prost fueron quienes inicialmente
“redujeron” a los indígenas Chácobo (parientes lingüísticos de los Pacahuara)
en una aldea de Puerto Tujuré que se irá poblando, entre 1955 y 1980, con varias
parcialidades indígenas dispersas. “Pronto se suma un poco más al norte un
pequeño grupo de pacahuaras —un hombre casado con sus dos hermanas y sus
respectivos hijos— al borde de la extinción, debido a las epidemias y los
conflictos con los caucheros, que son contactados en la margen izquierda del
río Negro”, informan Villar, Córdoba y Combès.
Aquellos pacahuaras “contactados” por East y
Prost eran, evidentemente el padre de Buca Yacu y sus dos esposas, una de ellas
madre de Bose. Una de las hermanas casada con Papa Yacu es la madre de Buca y
la otra hermana de esa relación polígama es la madre de Bosé que al enviudar se
casó con el cuñado. El padre de Bose, hermano de Papa Yacu, murió asesinado en
los bosques de Pando.
El resto de los pacahuaras sobrevivientes de
la masacre se irán sumando a las aldeas chacobas en los años siguientes, hasta
mediados de los setenta; algunas parcialidades huirán al Brasil y otras
permanecerán nómadas hasta desaparecer, dejando su territorio en la provincia
pandina a merced de los inversionistas privados favorecidos por tan frontal
exterminio.
Este proceso, indudablemente, se ejecuta de
manera definitiva durante la dictadura del general Banzer, cuando comienzan a
aparecer las primeras barracas castañeras y concesiones forestales libres de la
incómoda presencia indígena en el ancestral territorio Pacahuara.
Los norteamericanos, y posteriormente
misioneros suecos, llegaron a crear tres reducciones agrarias cerca a Riberalta
donde juntaron a Chacobos y Pacahuaras: Puerto Tujuré, el principal refugio
destinado a las familias pacahuaras, además de Alto Ivón y Cachuelita.
En la comuna de Puerto Tujuré constituida por cuatro rústicas cabañas, viven
Bose y Buca Yacu junto con la hermana de ambos, Shaco Pistia, conocida con el
nombre cristiano de Guadalupe, quien tiene un hijo llamado Raúl Chávez que se
casó con una muchacha Chacoba llamada Muha, iniciando una zaga de mestizaje
inminente.
A cinco kilómetros de distancia, informa el
periodista Remberto Terrazas Pareja, en la comunidad chacoba de Alto Ivon,
junto a sus hijos viven las otras hermanas de Bosé y Buca: Baji y Busi Pistia;
mientras que a 32
kilómetros de Puerto Tujuré, en Cachuelita, se
estableció Maro junto a sus tres hijos y dos nietos.
“Los pacahuaras suman 22 personas“ —explicita
Terrazas Pareja—: “seis son los pacahuaras originarios, Busi y Buca no
tuvieron descendencia, Busi Pistia, Shaco Pistia (Guadalupe), Baji y Maro con
parejas del pueblo Chácobo tuvieron 10 hijos los que le dieron seis nietos”.
En octubre del 2009, Bose y Buca Yacu se
adscribieron a una demanda judicial de acción popular interpuesta en un juzgado
de Cobija por la
Central Indígena de Pueblos Originarios de la Amazonía de Pando
(Cipoap), demandando al Instituto Nacional de Reforma Agraria (Inra) y a la Autoridad de
Fiscalización de Bosques y Tierras (ABT) se restituya el territorio originario
Pacahuara en este departamento, actualmente saneado como una concesión maderera
detentada por la empresa Mabet. El juicio no prosperó debido a intereses de
unos supuestos loteadores no indígenas que pretendían beneficiase de los
recortes impuestos por el Gobierno a la concesión maderera para introducir en
ella asentamientos campesinos agrarios, pese a que las concesiones forestales
son tierras fiscales no disponibles para la agricultura. Tales intereses
agrarios se cruzaron con la aspiración territorial manifiesta de los
sobrevivientes Pacahuara para retornar a su bosque originario en Pando.
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Bose Yacu, la última de los Pacahuaras, la humanidad pierde una lengua y cosmovisión ancestral con su fallecimiento. Foto: BBC |
En el confuso proceso judicial de octubre del
2009 no estuvo claro si la reivindicación territorial debía suponer el retorno
de los Pacahuara desterrados en Puerto Tujuré, Alto Ivón y Cachuelita; o
permitir el asentamiento de una supuesta parcialidad nómada dispersa en Pando
que, al parecer, en realidad no existe.
Con visibles características de una extorsión
muy al estilo oficial, la empresa Mabet fue obligada a ceder como un forzoso
“recorte” aproximadamente 69.500 hectáreas, de las 293.975 inicialmente
concesionadas, reduciéndose la concesión a una superficie de 224.504 hectáreas.
Las áreas recortadas beneficiaron con títulos agrarios a ocho comunidades de
campesinos colonos vinculados políticamente con el Gobierno. Varias de esas
comunidades están constituidas por campesinos evangelistas provenientes del
occidente del país y que conforman una leal masa electoral manejada
personalmente por el Ministro de la Presidencia.
Los sobrevivientes Pacahuara de Alto Ivón
—encabezados por Bose y Buca Yacu— intentaron acceder a un recorte en Mabet a
fin de retornar, después de casi 40 años, a su territorio originario en Pando.
Curiosamente el Gobierno, a pesar de la voluntad positiva de Mabet, no
consideró la posibilidad de salvar del mestizaje y la extinción etno-cultural a
los Pacahuara desterrados en la reservación Chacoba del Beni, al considerarlos
excesivamente minoritarios y con nula importancia electoral, con lo cual se
consumó el inminente exterminio desatado por la dictadura de Banzer.
Lo más alarmante del caso es que la política
gubernamental dirigida por el ministro Quintana con respecto a los derechos
territoriales indígenas en la amazonia boliviana, en ningún momento aplicó el
precepto constitucional de priorizar esos derechos ante todo, tal cual
establece el artículo 31 de la Constitución Política del Estado Plurinacional:
Las naciones y pueblos indígena originarios en
peligro de extinción, en situación de aislamiento voluntario y no contactados,
serán protegidos y respetados en sus formas de vida individual y colectiva.
Las naciones y pueblos indígenas en
aislamiento y no contactados gozan del derecho a mantenerse en esa condición, a
la delimitación y consolidación legal del territorio que ocupan y habitan.
La aplicación simple y llana de este precepto
constitucional habría implicado el desarrollo de una política de protección a uno
de los pueblos indígenas más vulnerables de Bolivia y en peligro inminente de
extinción, con el establecimiento de un Santuario Pacahuara dentro un razonable
recorte en la misma concesión Mabet, tal como sugirió la dirección de Sol
de Pando al ministro Quintana en el 2009, lo que habría posibilitado
revertir eficazmente y muy a tiempo el etnocidio desatado por Banzer. En Brasil
y Perú, si bien no existe una Constitución indigenista tan avanzada como la de
Bolivia, los pueblos amazónicos en aislamiento voluntario y los que se hallan
en vías de extinción son protegidos por el Estado mediante parques nacionales y
santuarios de biodiversidad que garantizan el repoblamiento de pueblos
disminuidos en su lucha por sobrevivir. La etnia de pescadores Enawene Nawe
originaria del Mato Grosso brasileño tenía una población de tan sólo 97
individuos en 1974, a
consecuencia del avasallamiento empresarial, pero la delimitación de un área de
intangibilidad para su protección permitió que ese pueblo amazónico incremente
su población a 500 habitantes que continúan reproduciendo su cultura y su
estilo de vida sin perder ninguna esperanza de continuar siendo una nación con
territorio propio, autónoma e intangible respecto al Estado “civilizado”.
Actualmente los miembros de la etnia Pacahura
como tal, no pasan de 20 personas, casi en su mayoría aculturados o mestizados
con los chacobos. Tras la muerte de Bose, el idioma originario Pacahuara sólo
es practicado por Buca. Los resultados del Censo 2012 darán la última palabra
sobre la realidad numérica de esta población en vías de inminente extinción.
Al operador principal del Gobierno en nuestra
Amazonia, sumido en las contradicciones de una mentalidad clientelar que no es
distinta a la del banzerismo, no le interesó aplicar el dispositivo
constitucional para salvar de la extinción a los Pacahuara. Bose Yacu murió,
así, con la esperanza perdida.
En octubre del 2009, Bose y Buca Yacu se
adscribieron a una demanda judicial de acción popular interpuesta en un juzgado
de Cobija por la Central
Indígena de Pueblos Originarios de la Amazonía de Pando
(Cipoap), demandando al Instituto Nacional de Reforma Agraria (Inra) y a la Autoridad de
Fiscalización de Bosques y Tierras (ABT) se restituya el territorio originario
Pacahuara en este departamento, actualmente saneado como una concesión maderera
detentada por la empresa Mabet. El juicio no prosperó debido a intereses de
unos supuestos loteadores no indígenas que pretendían beneficiase de los
recortes impuestos por el Gobierno a la concesión maderera para introducir en
ella asentamientos campesinos agrarios, pese a que las concesiones forestales
son tierras fiscales no disponibles para la agricultura. Tales intereses
agrarios se cruzaron con la aspiración territorial manifiesta de los sobrevivientes
Pacahuara para retornar a su bosque originario en Pando.
En el confuso proceso judicial de octubre del
2009 no estuvo claro si la reivindicación territorial debía suponer el retorno
de los Pacahuara desterrados en Puerto Tujuré, Alto Ivón y Cachuelita; o
permitir el asentamiento de una supuesta parcialidad nómada dispersa en Pando
que, al parecer, en realidad no existe.
Con visibles características de una extorsión
muy al estilo oficial, la empresa Mabet fue obligada a ceder como un forzoso
“recorte” aproximadamente 69.500 hectáreas, de las 293.975 inicialmente
concesionadas, reduciéndose la concesión a una superficie de 224.504 hectáreas.
Las áreas recortadas beneficiaron con títulos agrarios a ocho comunidades de
campesinos colonos vinculados políticamente con el Gobierno. Varias de esas
comunidades están constituidas por campesinos evangelistas provenientes del
occidente del país y que conforman una leal masa electoral manejada
personalmente por el Ministro de la Presidencia.
Actualmente los miembros de la etnia Pacahura
como tal, no pasan de 20 personas, casi en su mayoría aculturados o mestizados
con los chacobos. Tras la muerte de Bose, el idioma originario Pacahuara sólo
es practicado por Buca. Los resultados del Censo 2012 darán la última palabra sobre
la realidad numérica de esta población en vías de inminente extinción.
Al operador principal del Gobierno en nuestra
Amazonia, sumido en las contradicciones de una mentalidad clientelar que no es
distinta a la del banzerismo, no le interesó aplicar el dispositivo
constitucional para salvar de la extinción a los Pacahuara. Bose Yacu murió,
así, con la esperanza perdida.
De Banzer a Quintana
El gobierno de Evo Morales tenía todas las
condiciones favorables para salvar de su inminente extinción a la nación
Pacahuara. El artículo 31 de la
Constitución, adscrito a la Declaración Universal
de los Derechos Indígenas de la
ONU, le permitía repoblar el ancestral territorio indígena en
Pando y experimentar en ese laboratorio de la biodiversidad amazónica un modelo
revolucionario de reconstitución cultural Pacahuara que abarcaría no solamente
el rescate de un idioma casi extinto, sino ante todo su propia reproducción
vegetativa en términos de fortalecer la identidad étnica encarnada heroicamente
por Bose y Buca Yacu.
Esta iniciativa, rechazada por Quintana con
displicencia castrense, se hubiera facilitado además con la predisposición
manifiesta de la empresa Mabet de ceder partes de su concesión para albergar a
los últimos pacahuaras en un santuario étnico a orillas de los ríos Negro y
Pacahuara de Pando. Para Quintana era más importante y rentable
políticamente disponer los recortes arrancados a Mabet en beneficio de
agricultores de interior del país dentro una pragmática estrategia de
proselitismo electoral.
En el colmo de este continuismo banzerista en
la estrategia etnocida, Quintana usó dineros de la cooperación externa
destinada a la defensa y protección de los pueblos indígenas vulnerables, para
fines estrictamente proselitistas, partidarios y personales.
Durante la gestión de Quintana en el
Ministerio de la
Presidencia entre los años 2006 y 2010, funcionó en dicho
Ministerio, financiado con recursos donados por el gobierno de Dinamarca, una
unidad denominada “Componente de Transversalización Indígena” creada para
promocionar los derechos constitucionales de los pueblos indígenas dentro el
Estado Plurinacional, en reemplazo del Ministerio de Asuntos Indígenas y
Pueblos Originarios creado por el anterior régimen de Sánchez de Lozada. El
tema indígena no debía circunscribirse a un solo Ministerio de modo aislado,
sino ser transversal en el conjunto de la estructura estatal bajo un concepto
interministerial. Para facilitar el trabajo con los otros ministerios
involucrados en el componente (Educación, Defensa, Salud, Justicia y Trabajo),
el Ministerio de la
Presidencia estableció un equipo de consultores y se
suscribieron los respectivos convenios, también para los temas de difusión y
pueblos vulnerables.
La cooperación danesa (Danida) desembolsó en
el 2006 un total de 2’655.071 dólares que permitieron organizar una red
institucional y de consultorías orientadas a transversalizar los derechos
indígenas como prioridad estatal, en ajuste a la Constitución Política
y la Declaración
Universal de los Derechos Indígenas de la ONU y la Convención 169 de la OIT.
Pero aquellos fondos fueron malversados por
Quintana con fines exclusivamente electorales y de mera propaganda
gubernamental, mediante “foros”, “seminarios” y lujosas publicaciones
pletóricas de imágenes originarias, entre otros suntuosos gastos a nombre de la
“transversalización indígena”, que en ningún momento y de ninguna manera
fortalecieron los derechos sociales y territoriales de los pueblos vulnerables
y en vías de extinción.
Si se hubieran cumplido los términos bajo los
cuales Dinamarca donó aquellos millonarios recursos para el Componente de
Transversalización Indígena, los Pacahuara no tendrían que haberse extinguido
de ninguna manera. Una nación sin territorio propio, sin autonomía territorial,
independientemente de su cantidad de habitantes, está condenada a dejar de ser
nación. Las responsabilidades de Quintana en este tema son tan insoslayables
como en otros casos; pero también su impunidad está garantizada gracias a la
proverbial indolencia cómplice del presidente Evo Morales. La historia los
juzgará.
El informe de la cooperación danesa (Danida)
sobre los resultados de gestión en el Componente de Transversalización Indígena
es pesimista. El documento presentado con un prefacio de Morten Elkjær,
Embajador de Dinamarca en Bolivia, sostiene al respecto que “la puesta en
funcionamiento del componente de transversalización tuvo dificultades desde su
inicio… El contexto de conflicto social y político que vivió el país en los
últimos años, determinó la realización de sucesivos procesos electorales
(referendos por autonomías departamentales, revocatorios de mandato,
aprobatorio de la nueva Constitución y elecciones generales, entre otros) que,
sin duda, afectaron el normal funcionamiento de las instancias estatales en
general e imposibilitaron realizar el trabajo previsto con los departamentos y
municipios, especialmente en tierras bajas”. En otras palabras, la Transversalización
Indígena manejada por Quintana fue atravesada por gastos
electorales y campañas proselitistas durante todo el tiempo que duró ese
programa tan estratégico para el proceso de cambio.
Danida decidió suspender su colaboración
financiera y la oficina creada para promocionar, proteger y defender los
derechos indígenas fue definitivamente cerrada en el 2010.
En la etapa “Ademaf” (un aparato de
inteligencia encubierta en tareas productivas) tras su repliegue del Ministerio
de la Presidencia,
el ex militar promovió la creación de dos empresas estatales en Riberalta, EBA
(procesadora de almendra) y EBO (comercializadora de oro). Mediante
dichas empresas se tendió un cerco prebendal sobre los pacahuaras de Puerto
Tujuré, usando la imagen de estos indígenas en agonía como parte de las nuevas
estrategias proselitistas del “hombre fuerte” de la amazonia. A Bose Yacu se la
mostró recibiendo feliz lamparitas solares donadas por la cooperación alemana
(GTZ), radio-transistores y otros regalitos y abalorios que mellaron su
inocencia indígena. Quintana reproducía así las tácticas etnocidas de los curas
coloniales del siglo XVIII y de los evangelizadores norteamericanos del siglo
XX que buscaban a toda costa reducir a su mínima expresión la autonomía
indígena. El entonces director de Ademaf llevó a Evo Morales hasta Puerto
Tujuré y le sacó fotos junto a Bose Yacu.
Ya de retorno en el Ministerio de la Presidencia, en pleno
fragor del conflicto del Tipnis, en marzo del 2012 Quintana llevó a Buca Yacu
al Palacio Quemado junto con una delegación indígena cooptada por el ex
militar, y Buca quedó impactado con semejante experiencia de sentarse en
el mismo trono del gran hermano Evo. De ese modo Bose y Buca Yacu, diría
Quintana, tenían algo más que un añorado territorio para su esmirrada nación
selvática: el majestuoso Estado bajó hacia ellos llevándoles su “poder y placer”,
más que eso no se podía pedir. Y Evo ganó los 20 votos pacahuaras para
las próximas elecciones; al menos los de Buca y Bose, agradecidos por tanta
gentileza estatal.
La habilidad castrense de Quintana le ha
permitido usar aquellas viejas tácticas de reducción y sometimiento, que son
las mismas que se usaron durante la dictadura de Banzer para doblegar a los
pueblos indígenas. No en vano Quintana trabajó estrechamente para Banzer bajo
las órdenes de Fernando Kieffer en el Ministerio de Defensa.
Durante el último gobierno de Hugo Banzer
Suárez, Juan Ramón Quintana realizó una consultoría para el Ministerio de
Defensa produciendo un estudio que, a iniciativa del entonces ministro Fernando
Kieffer, dio paso a la creación de una “Unidad de Análisis Estratégico”. Dicha
Unidad terminó siendo dirigida por el propio Quintana con una oficina que
Kieffer le asignó en el mismo edificio del Ministerio de Defensa. Desde ese
momento Quintana comenzó a ejercer como asesor de Banzer en materia de
Seguridad e Inteligencia, celebrando reuniones periódicas con el entonces
Presidente de la República
y el ministro Kieffer. Queda constancia de esa vinculación contractual de
Quintana con el gobierno de Banzer en el archivo ministerial de contrataciones,
así como en el Sicoes, el Sigma y en planillas de pago respectivas. Aquella
“Unidad de Análisis Estratégico” que Quintana diseñó para Banzer, contenía
exactamente los mismos elementos teóricos y doctrinales que el ex militar
aplicaría luego en su diseño coercitivo de “Ademaf”, esta vez al servicio de
Evo Morales.
Nos preguntamos si el Ministro de la Presidencia y el
Presidente del Estado Plurinacional estuvieron en el velorio y el entierro de
Bose Yacu. O si al menos le mandaron una corona de flores.
Fuente: Sol de Pando.