Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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viernes, 11 de junio de 2021

Ni blancos ni de los barcos: los mitos de la Argentina racista


"Los indígenas no salimos de abajo de una piedra, de la selva, ni de alguna cordillera, estábamos acá hace miles de años con nuestras propias normativas, estructuras y conocimientos del mundo que habitamos. En este territorio éramos más de cinco millones, cuando llegaron de los barcos avasallando esta forma de vida", escribe el lonko mapuche Mauro Millán sobre la construcción del Estado Nacional en base a mitos y prejuicios.


Mauro Millán*

El Estado argentino se inauguró con normativas, estructuras, lenguaje, religión, ideologías traídas de Europa. Pero ese acto fundacional, incluyó una de las tragedias más dolorosas que se ha vivido en este territorio: cientos de miles de indígenas asesinados, desplazados, esclavizados, y despojados de su territorio ancestral. Y esa conformación no fue en un proceso de consenso entre pueblos indígenas y europeos nacidos acá. Por eso, decir que el Estado argentino es un país de consensos y acuerdos es acrecentar ese negacionismo impregnado de racismo y supremacismo.

El presidente Alberto Fernández dijo “Los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos, llegamos en los barcos de Europa” ¿Habrá expresado esto porque lo invade una profunda ignorancia de la historia de este continente o porque dejó fluir su pensamiento como una pieza más del colonialismo estructural? Lo que sorprende es que el presidente sea tan sincero al momento de negarnos y negar nuestra existencia. Los indígenas no “salimos” de abajo de una piedra, de la selva, ni de alguna cordillera, estábamos acá hace miles de años con nuestras propias normativas, estructuras, lenguajes, espiritualidades y conocimientos del mundo que habitamos. En este territorio en particular éramos más de “cinco millones”, cuando llegaron “de los barcos” avasallando esta forma de vida.

Lo que subyace en esa frase no es un simple tema de discriminación, tampoco es una mera discusión mediática. Porque el problema no es que a nuestro territorio haya llegado gente europea, con distinto color de piel y con distintas identidades, lo terrible es que muchos trajeron una ideología de odio que aquí cultivaron; una ideología basada en la explotación, la invasión, la apropiación y el privilegio.

El presidente está expresando claramente su postura de sostener ese proyecto anhelado de argentinidad blanca; un proyecto inviable sin la violencia permanente hacia los pueblos indígenas que sobrevivimos y nos volvimos a levantar en nuestro territorio, como es la historia del Pueblo Mapuche.

Los dichos del presidente sinceran las intenciones de las políticas persecutorias hacia nosotrxs y aclaran por qué no estamos en las agendas de la diplomacia política y sí en la agenda del sistema judicial o de seguridad. Y acá las tendencias no cuentan. Quienes expresan su postura hacia la derecha, centro o centro izquierda tienen la misma visión, la misma ideología negacionista.

Estas expresiones racistas explican también por qué al Pueblo Mapuche Tehuelche se nos judicializa, por qué ese Estado “bajado de los barcos” nos persigue sistemáticamente hasta el grado de asesinarnos y por qué los asesinatos quedan impunes, como el de Rafael Nahuel. La frase de Alberto sentencia nuestras luchas por el territorio. Revela los fundamentos racistas con los que legitima el proceso de criminalización de quienes llevando adelante esas luchas y reivindicaciones de derechos.

En su pedido de disculpas por twitter el presidente dice que a mediados del siglo XX llegaron más de cinco millones de inmigrantes de Europa y de otras partes del mundo como Asia o Medio Oriente. Dice que estos inmigrantes “convivieron” con “nuestros pueblos originarios”, incluso agrega que se “siente orgulloso de esa diversidad”. En primer lugar, los pueblos indígenas no somos propiedad de nadie. Hablar de “nuestros aborígenes”, “nuestros indígenas” o “nuestros pueblos originarios” implica una mirada paternalista, muy recurrente en los sectores progresistas de derechos humanos, de la que ya estamos más que hartos. Además, y en segundo lugar, a mediados del siglo XX no hubo tal “convivencia”. En las décadas del 20 al 50 hubo un proceso sistemático de desalojos masivos y muy violentos. Acabábamos de padecer el intento de exterminio y, sin embargo, estábamos remontando nuestras economías y fortaleciendo nuestra cultura ancestral. Entonces el Estado inicia una nueva oleada de desalojos. Para el Pueblo Mapuche Tehuelche esas décadas de “mediados del siglo XX” fueron nefastas, fueron años de mucha tristeza. Con la expansión de la ganadería y la llegada de inmigrantes el Estado legitimó masivas expulsiones de comunidades mapuches tehuelches y de otros pueblos originarios en el resto del país. En tercer lugar, “orgulloso” dice estar el presidente.

Evidentemente la desconstrucción del pensamiento colonial lejos está de quienes son mandatarios o quienes administran los destinos de este país. Sin embargo, tiene que haber un mensaje para el resto de los argentinos: la identidad como nación no fue consultada sino impuesta y el primer acto fundacional que tuvo el Estado argentino fue quedarse con nuestros territorios ancestrales. Pero la sociedad argentina tiene que saber que estamos y que existimos por más que nos nieguen.

Expresiones tan obtusas, miopes e ignorantes como la que crudamente expresó el presidente, ponen en evidencia que el Estado argentino está cada vez más conflictuado con la presencia de los pueblos que reivindican sus derechos fundamentales.

*Mauro Millán es lonko mapuche del Lof pillan mawiza, Chubut Puelmapu.

Fuente: Cosecha Roja
http://cosecharoja.org/ni-blancos-ni-de-los-barcos-los-mitos-de-la-argentina-racista/?fbclid=IwAR1T4ieI0oy_iF9enqZagt6_HYgUl0SfgjiERr11eQJk9doTYnCROohqpEA

domingo, 1 de noviembre de 2020

1ro de Noviembre de 1520, Magallanes no descubre el estrecho que lleva su nombre



Magallanes no "descubrió" el estrecho que hoy lleva su nombre. Esas aguas eran surcadas desde miles de años antes por los kawésqar, hábiles navegantes, y sus costas frecuentadas por los aónikenk del continente y los selk'nam de la isla Grande de Tierra del Fuego. La extraordinaria hazaña marítima de Magallanes y sus hombres, que fueron capaces de circunnavegar el globo, no debe hacernos olvidar que el mundo ya existía antes de que pasaran por allí los europeos. Esa visión eurocentrista debe de cambiar y la celebración de los 500 años es una excelente oportunidad para ello. 


 

El 1ro de Noviembre se celebra el aniversario del llamado descubrimiento del Estrecho de Magallanes por el navegante portugués Hernando de Magallanes ocurrido en 1520.

Cristián Donoso, nos invita a ver este acontecimiento histórico desde otro punto de vista, alejado de la mirada eurocentrista. 

Ni el “Estrecho de Magallanes”, ni la región “de Magallanes” ni menos “Chile”, fueron descubiertos por el gran explorador y capitán portugués Hernando de Magallanes, impulsor de la primera circunnavegación de la Tierra, hazaña por muchos considerada como “la aventura más audaz de la humanidad”.

La verdad es que el Estrecho de Magallanes fue descubierto hace más de 11.000 años, por un grupo de personas que pertenecían a la especie humana, tal como el tenaz capitán Hernando de Magallanes y los demás humanos que tripulaban las naves que comandaba.

Esta mirada eurocentrista, de asumir que las cosas ocurren para la humanidad en tanto ocurran para la humanidad europea, situando a Europa como centro o protagonista de la historia y la civilización humanas, hace mucho que está en retirada en la mayor parte de América. Un ejemplo de ello ha sido el reciente retiro en Los Angeles, California, del monumento a Cristóbal Colón, “descubridor” del  llamado Nuevo Mundo. La autoridad californiana declaró que el retiro de la estatua de Cristóbal Colón “reescribe un capítulo manchado de la historia que da una visión romántica de la expansión de los imperios europeos”.

Ciertamente, cuando Magallanes pasó por “Magallanes”, habían humanos, civilizaciones, lenguas, tradiciones, topónimos y cosmovisiones únicas y milenarias. 

Magallanes pasó por el Estrecho de Magallanes tan rápido como pudo (estuvo poco más de un mes en sus aguas, del 21 de octubre al 27 de noviembre de 1520), y poco supo de las diversas civilizaciones que existían ahí, como la Aonikenk, Selk’nam o Kawésqar, más allá de las fogatas nocturnas que vio desde sus Naos, observación que dio origen del nombre Tierra del Fuego.

Su travesía por el estrecho representa un hito que marca el punto de partida de la historia de desplazamiento y exterminio de que serían objeto estos grupos y sus culturas en los siglos venideros. Invisibilizar a las personas que estaban ahí, considerando a Magallanes como el “descubridor” de sus tierras, es una forma subrepticia de legitimar la hegemonía del conquistador europeo, que llegó a “civilizar” la naturaleza y sus habitantes, borrando todo acervo humano anterior. La ausencia casi absoluta de nombres indígenas en las calles de Punta Arenas y toponimia de Magallanes, está en coherencia con este acto fundacional de supuesto descubrimiento/ encubrimiento atribuido a la expedición de Magallanes.

Este discurso histórico, repetido por siglos, al punto de parecernos casi natural y obvio, no es neutro, ni menos inocente. Está cargado de un sentido ideológico colonial, de supremacía racial y cultural europea, que se proyecta por inercia hasta nuestros días “republicanos”. Su efecto en el sentir colectivo de los chilenos ha sido la negación de la identidad propia o la falta de identidad, además de un arraigado sentimiento de inferioridad, y hasta podríamos decir de auto desprecio. Un ejemplo paradigmático de esta negación lo constituye el homenaje al roto chileno en la plaza Yungay, que más que representar al mestizo aguerrido que venció a la confederación Perú-Boliviana, parece preferir reemplazarlo por la imagen de un campesino holandés.

Un reciente estudio genético de la Universidad de Chile indica que el 90% de los chilenos tenemos antepasados indígenas. Por lo tanto, 9 de cada 10 chilenos descendemos de gente que nació, creció y murió en el territorio que ahora conocemos como Chile, miles de años de que Magallanes pasara por el estrecho que ahora lleva su nombre.

La mayoría -casi la totalidad- de los primeros europeos que llegaron a Chile eran hombres, y por ello, las primeras generaciones de criollos tuvieron que nacer de vientre indígena, recibiendo el apellido español del padre. Dejemos entonces de desconocer a esta mitad indígena de nuestros antepasados. En su gran mayoría, los chilenos no somos ni indígenas ni europeos. Sin embargo, ellos son nuestros ancestros, en partes casi equivalentes, las piedras fundacionales de nuestra nacionalidad e individualidad. En un crisol de culturas y razas, ambos grupos dieron origen y forma a nuestra nacionalidad, lengua, rasgos físicos, y al sentir y carácter de nuestra individualidad en su expresión colectiva.

Terminemos entonces con la inercia de contar nuestra historia desde la historia de portugueses, españoles y europeos. Hace dos siglos que dejamos de ser colonia o apéndice de estas naciones. Reconozcamos lo que somos de verdad, ni más ni menos, dando forma y fuerza a un relato propio, y no importado, sobre nuestros orígenes y nuestra historia.
El desprecio hacia lo indígena que trasciende el discurso eurocentrista se transforma también en un autodesprecio del ser chileno, y al igual que en los individuos, en el sentir colectivo el autodesprecio genera falta de autoestima y depresión. El chileno suele despreciar lo indígena… pero ¿qué pasa si cada vez que se mira al espejo reconoce que en alguna parte de sí mismo, en sus rasgos, hay algo de eso que desprecia? Esto inunda el alma nacional. No se trata de solo palabras, se trata de un relato impreso a fuego en el sentir social.

En buena parte del mundo, ninguna nación o comunidad humana asumiría que fue oficialmente “descubierta” a partir del momento en que fue visitada por la expedición de una nación extranjera.

Un ejemplo puede resultar clarificador:
El primer contacto entre Europa y Japón se produjo en 1543, cuando el capitán portugués Fernando Mendes, “descubre” Japón, recalando en la la bahía de Tanegashima. ¿Alguien cree que los japoneses celebran ese día como “el día del descubrimiento de Japón?”.

Y siguiendo el razonamiento de quienes piensan que Magallanes descubrió Chile, por ser el primer extranjero que llegó a lo que es actualmente este país, entonces podríamos asignarle con mayor razón ese honor a Hotu-Matu’a, el navegante polinésico que llegó a la despoblada Rapa Nui (también Chile) un siglo antes de que Magallanes llegara al Estrecho de Magallanes.

Una discusión parecida tuvo lugar en Chile hace dos décadas, respecto a la festividad del 12 de octubre, que de llamarse oficialmente “Aniversario del Descubrimiento de América” por Ley pasó a llamarse “Día del Encuentro de Dos Mundos”. Casi una década después, en Argentina, la festividad del “Descubrimiento de América” fue reemplazada por la del “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”. En países como Venezuela y Nicaragua se cambió el nombre por “Día de la resistencia indígena”. En Bolivia, “Día de la descolonización”. En Estados Unidos, un número creciente de estados está comenzando a usar el término “Indigenous People’s Day”, en reemplazo del “Colombus Day”.

Es elocuente el dato de que hasta hace poco la festividad del 12 de octubre era conocida popularmente en Chile como “Día de la Raza”. Este nombre fue tomado de la “Fiesta Nacional de la Raza Española”, nombre con la que se llamó oficialmente esta festividad en España hasta 1958, fecha en que, luego de fuertes críticas, fue reemplazado por “Fiesta Nacional de España”. Aún después de haber sido cambiado el nombre en España, por odioso, en Chile persistió su uso informal hasta la actualidad… “el problema es la raza”, dirán algunos.
Sugiero, con todo, conmemorar -más que celebrar- el tránsito, paso o llegada de Magallanes al estrecho, como un “encuentro” más que un “descubrimiento”.

Fuente: Ladera Sur 
https://laderasur.com/articulo/quien-descubrio-el-estrecho-de-magallanes/#:~:text=Ni%20el%20%E2%80%9CEstrecho%20de%20Magallanes,m%C3%A1s%20audaz%20de%20la%20humanidad%E2%80%9D.

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martes, 21 de febrero de 2017

Los Pueblos Indígenas en América Latina y sus lenguas hoy



En América Latina existen actualmente 522 pueblos indígenas que van desde la Patagonia y la Isla de Pascua hasta Oasisamérica en el norte de México, pasando por distintas áreas geográficas como Chaco Ampliado, Amazonía, Orinoquia, Andes, Llanura Costera del Pacífico, Caribe Continental, Baja Centroamérica y Mesoamérica.

Por países, Brasil es el que tiene más diversidad de pueblos indígenas con 241, que representan una población de 734.127 personas. Colombia, con 83 (1.392.623 habitantes) es el segundo país con más cantidad de pueblos, seguido por México con 67 (9.504.184 personas) y por Perú, que tiene 43 pueblos distintos que representan 3.919.314 habitantes.

En el otro extremo, se encuentra El Salvador, que tiene 3 pueblos indígenas (13.310 personas), Belice con 4 (38.562 habitantes) y Surinam con 5 (6.601 personas). En el caso del Caribe insular, como Antigua y Barbuda, Trinidad y Tobago, Dominica y Santa Lucía, hay pocos datos sobre la supervivencia de pueblos nativos, pero existen reivindicaciones de identidad indígena en el ámbito local.

Por otra parte, Bolivia, Guatemala y Belice destacan por ser los países donde los indígenas representan porcentajes más altos sobre la población total, con el 66,2%, el 39,9% y el 16,6% respectivamente. En cambio, países como El Salvador, Brasil, Argentina, Costa Rica, Paraguay y Venezuela registran un bajo porcentaje de población indígena (entre 0,2% y 2,3%). No obstante, en la mayoría de países latinoamericanos la población indígena va del 3% al 10% del total de ciudadanos.

México, Bolivia, Guatemala, Perú y Colombia reúnen al 87% de indígenas de América Latina y el Caribe, con una población que se sitúa entre un máximo de 9.500.000 (México) y un mínimo de 1.300.000 habitantes (Colombia). El restante 13% de población indígena reside en 20 Estados distintos.

Destacan cinco pueblos indígenas que superan los millones de personas como los Quechua, Nahua, Aymara, Maya yucateco y Ki’che’. Seis pueblos, los Mapuche, Maya qeqchí, Kaqchikel, Mam, Mixteco y Otomí, tienen poblaciones entre medio y un millón de habitantes.

Según los censos oficiales elaborados entre 2000 y 2008, el total de población indígena identificada en América Latina es de 28.858.580, mientras que en Latinoamérica habitan 479.824.248 personas. Esto supone un porcentaje de población indígena identificada del 6,01%. 

No obstante, la publicación destaca que la cifra de población indígena de América Latina se suele fijar en el 10% del total de habitantes, según estimaciones elaboradas en 2004 por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), lo que hace patente la necesidad de contar con información demográfica y censal actualizada sobre los pueblos indígenas. De esta manera, se podrían implementar mejores políticas públicas y llevar a cabo una distribución más equitativa de los recursos del Estado.

Las categorías de los censos y las preguntas que se utilizan para registrar la población indígena son muy dispares, por lo que es necesario unificar criterios para tener cifras comparables alrededor de América Latina. Las cuestiones van desde la autoidentificación con una etnia indígena hasta la lengua hablada, la lengua materna o el “color o raza”. En algunos países se reconoce en los censos a las personas que “creen tener ascendencia” indígena, aunque no esté registrada población indígena alguna.

Cabe destacar el caso de Ecuador por la enorme disparidad existente entre las cifras oficiales y las propias estimaciones indígenas. Según el censo de 2001, siguiendo el criterio “lengua” en el país habría 582.542 indígenas y con el criterio “autoidentificación” 834.418, lo que daría un 4,3% y un 6,8% sobre la población total respectivamente. Pero la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) aseguró en 2006 que en el país el 33,3% de la población era indígena.

En este sentido, el Atlas quiere contribuir a que los Estados reflexionen sobre la importancia de mejorar los censos para prestar a los indígenas la atención debida y evitar la subrepresentación que a menudo sufren.

UNICEF trabaja junto con otros organismos de Naciones Unidas para incrementar la calidad de la información que se recoge en los censos, para ello se han realizado reuniones con los institutos nacionales de estadística de América Latina, y se ha logrado que los países que no tenían insertada la pregunta de origen étnico la incorporaran en la próxima ronda de censos que empieza este año, encabezada por Argentina, Cuba, Perú, Ecuador y México.

Las lenguas indígenas en América Latina
Los pueblos indígenas de la región hablan 420 lenguas distintas, de las cuales 103 (el 24,5%) son idiomas transfronterizos que se utilizan en dos o más países. El quechua destaca especialmente ya que se habla en siete países distintos: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Perú. Además, 108 pueblos indígenas son también transfronterizos en América Latina, lo que estimula a pensar por encima de las fronteras nacionales.

Aún así, la cantidad de lenguas no es una de las características principales de los pueblos indígenas en América Latina, ya que, por ejemplo, en África hay actualmente cerca de 2.000 lenguas, en Asia del Sur unas 1.500 y en Nueva Guinea cerca de 1.000.

Lo que hace a la región única es que tiene la mayor riqueza del mundo en familias lingüísticas. En el Atlas se registran 99 familias, mientras que en las zonas mencionadas anteriormente sólo existen entre 10 y 27. En América Latina la familia lingüística más extendida de todas es la Arawak, que va desde Centroamérica hasta la Amazonía, está presente en diez países y de ella proceden más de 40 lenguas distintas.

Según el Atlas sociolingüístico de pueblos indígenas en América Latina, casi una quinta parte de los pueblos ha dejado de hablar su lengua indígena. En concreto, 44 pueblos utilizan como único idioma el castellano y 55 emplean solamente el portugués.

“Es muy revelador que la mayor pérdida lingüística tenga lugar en las áreas de primer contacto con los colonizadores (costa noreste de Brasil, Andes norte de Colombia) y donde se originaron las relaciones más tempranas entre indígenas y Estados”, según apunta en la introducción la coordinadora del Atlas, Inge Sichra, de la Fundación para la Educación en Contextos de Multilingüismo y Pluriculturalidad FUNPROEIB Andes.

El Atlas también registra 21 lenguas indígenas de las que se desconoce si hoy en día se utilizan aún o son sólo objeto de documentación y como tal aparecen en alguna lista de referencia indígena. Del total de lenguas amerindias que se hablan en la región, el 26% se encuentra en serio riesgo de desaparición. En algunas áreas la situación es ya irreversible, como en el Caribe Insular, donde las escasas lenguas que se conservan están prácticamente extinguidas.

Las áreas geoculturales más afectadas por el desplazamiento idiomático causado por las estructuras sociales, económicas y educativas son Patagonia, Baja Centroamérica, Orinoquía y el Caribe Continental, donde la pérdida supera el promedio de la región al situarse entre el 33,3% y 80%. Por el contrario, una de las áreas aparentemente menos afectadas por la pérdida del idioma es Mesoamérica. 

Pueblo Guaraní

Datos rápidos
· Se calcula que el 10% de la población de América Latina es indígena.
· En América Latina hay 522 pueblos indígenas que hablan 420 lenguas distintas.
· 108 pueblos indígenas son transfronterizos.
· La mayoría de países latinoamericanos tienen una población indígena que va del 3% al 10% del total.
· En Latinoamérica hay 103 lenguas transfronterizas, que se hablan en dos o más países.
· América Latina tiene la mayor riqueza del mundo en familias lingüísticas con casi 100.
· 44 pueblos indígenas usan hoy en día el castellano como único idioma y 55 emplean solamente el portugués.
· El 26% de las lenguas indígenas de la región se encuentra en peligro de extinción.
· Los censos de población recogen la información indígena con cuestiones como la autoidentificación, la lengua hablada, la lengua materna o el “color o raza”.
· México, Bolivia, Guatemala, Perú y Colombia reúnen al 87% de indígenas de América Latina y el Caribe.
· Se estima que en México hay 9,5 millones de indígenas, según el censo de población del año 2000.
· Brasil es el país con más diversidad de pueblos indígenas con 241 pueblos que hablan 188 lenguas.
· El porcentaje de población indígena en Bolivia es del 66,2%, según el censo del país elaborado en 2001.
· El quechua se habla en siete países: Argentina, Bolivia, Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Perú.
· Argentina tiene 29 pueblos indígenas diferentes.
· En Lima y Buenos Aires se habla aymara y quechua.
· Más del 70% de la población mapuche habita en ciudades y centros poblados de Chile y Argentina.
· Los hablantes de nahuatl están impulsando la educación en su lengua en México D.F.
· Los afroindígenas garífunas mantienen vivo el uso de su lengua en comunidades y ciudades de Belice, Guatemala, Honduras y Nicaragua.

Fuente>Atlas Sociolingüístico de Pueblos Indígenas de América Latina




Los Incas, la Civilización de los Hijos del Sol


Hablar acerca del misterio que rodea todo lo relacionado con el mundo de los incas, siempre resulta algo confuso, misterioso y controversial. La historia oficial de cualquier suceso histórico siempre se debe confrontar con las fuentes de las que provienen los registros que la sustentan. Esto es especialmente importante para comprender verdaderamente la historia de esta cultura, donde hay que tener mucho discernimiento para separar la realidad de la fantasía.

Las primeras referencias y antecedentes históricos acerca de esta magnífica cultura, provienen de las crónicas y los escritos de los conquistadores españoles que formaban parte de la expedición que comandaba Francisco Pizarro a su llegada a Peru en el año 1533, y de los años posteriores. Es muy importante no olvidar que tipo de personajes componían estas primeras avanzadas europeas en tierras andinas donde se desarrollaba y proliferaba esta civilización, así como también otras culturas.

Hemos de decir que el trigo no venia muy limpio, y que en su gran mayoría el ejército español estaba formado por aventureros, presidiarios, busca fortunas y en general por gente de tendencias muy bajas, sucios, crueles, ambiciosos y con escasa educación. La avanzada espiritual la conformaban algunos sacerdotes y clérigos que tenían como propósito la evangelización y la conversión de la población local, demostrando una comprensión y entendimiento muy limitado y básico en cuanto al respeto y la tolerancia por las formas culturales diferentes, así como también al funcionamiento de las  leyes espirituales. 

 Eso a nivel general, ya que también hubieron algunas personas excepcionales, que no solo comprendieron las cosas de una forma diferente, sino que además fueron quienes denunciaron todos los excesos, abusos  y tropelías de la gran mayoría.

Este es un precedente muy importante, ya que el mundo con que se encontraron en tierras andinas era en extremo diferente en cualquier sentido al mundo europeo de la época. La sociedad inca era algo muy complejo y que tenía muchos niveles y diferentes modos y grados de expresión, baste para ello recordar los que fueron sus refinadas y elegantes ciudades, sus bellos templos, su arquitectura, su cosmología y tantas maravillas que aún perturban y fascinan al mundo de la ciencia oficial.

Para suerte de los conquistadores, al momento de su llegada, la civilización inca propiamente tal, se hallaba en un período de declinación en cuanto a sus valores y fundamentos, y se encontraba divida y desgarrada en una guerra civil fratricida entre dos corrientes lideradas por los hermanos Huáscar y Atahualpa en torno a la sucesión del poder. Algo que de hecho facilitó muchísimo el dominio que lograron los conquistadores con relativa facilidad, si es que pensamos en la absoluta disparidad de fuerzas entre ambos bandos. 
Además, como bien sabemos, los españoles en su inmensa ambición de fama y riqueza, cuando llegaron a Sud América destruyeron sin piedad la mayor parte de las diferentes culturas, la mayoría de las cuales progresaban y evolucionaban en forma tranquila y pacífica, viviendo en pequeñas comunidades  o en los campos dedicados a sus cosechas, sus animales y  alejados de los pensamientos y las vibraciones propias de la guerra. Prueba irrefutable de ello, es la extremada barbarie y crueldad con que actuaron contra dichas poblaciones, en su codicia por adquirir todo el oro que cupiese en sus manos y sin ningún tipo de miramiento o respeto por nada ni por nadie.


Los mitos y leyendas acerca del origen y la riqueza de los incas que llegaron a sus oídos, fueron muy mal comprendidos e interpretados en forma errónea, limitada y literal, sin entender en absoluto el significado simbólico y esotérico en el que se fundamentaban y sostenían. Naturalmente, jamás pudieron percibir o captar el valor esencial y alegórico que cumplía para dichas sociedades el oro. Ya desde aquellos tiempos, e incluso aún en el presente se han organizado incontables expediciones de todo tipo en busca de la mítica ciudad del  Dorado o Paititi. La fascinante ciudad perdida de los incas, donde supuestamente se encontrarían todas las riquezas que escaparon de manos de los españoles, y que naturalmente han sumado un fracaso tras otro. 

Debido a la deformación y la errada comprensión de los historiadores y a las enseñanzas escolares,  lo primero que se nos viene a la mente cuando pensamos en los incas, es que eran unos simples adoradores del Sol, sin comprender algo tan relevante, como lo es, el que para ellos el Sol era un símbolo o una imagen través de la cual se manifestaba  el poder  divino en el plano físico. De hecho, nadie con sentido común, puede imaginarse la vida sin la existencia del Sol.

Entonces, tenemos que para ellos el oro cumplía una función absolutamente diferente y estaba en total correlación con el poder y la fuerza del Sol y su manifestación en la madre tierra, vale decir el sagrado matrimonio entre el taita Inti y la madre Pachamama. De la misma manera, si observamos con atención y detenimiento la historia de las antiguas civilizaciones de la tierra, podremos observar que siempre existieron muchos niveles de comprensión y entendimiento,  en elites y grupos que estaban mucho mas avanzados respecto de las masas, en cuanto a discernimiento, comprensión y evolución espiritual.

Lo podemos ver en el mundo de los Sufis en el islamismo, en la cultura védica de la India, en las escuelas esotéricas del cristianismo primitivo o en el caso de los altos lamas del budismo tibetano. Hemos de comprender que así también sucedía en la civilización inca, la que fue fundada por grandes Seres de un altísimo nivel y estatura espiritual. 

Como mencionamos mas arriba, maravillas como  las murallas de Saxayhuamán, las carreteras que cubrían enormes distancias dentro el imperio y  la fascinante ciudad de Machu Picchu. Lo mismo cuenta para los cultivos en terrazas en la laderas de los cerros, los conocimientos matemáticos y astronómicos, las técnicas que usaron para construir sus edificios y sus templos como el Koricancha o templo del Sol en la ciudad del Cuzco o los megalíticos bloques de piedra que trasladaron a través de largas distancias, y tantas otras, siguen sin respuesta en el limitado paradigma científico.

Necesariamente en este punto hay que dejar de lado el racionalismo, el pensamiento limitado, y los preceptos aceptados por el consenso general imperante. El que a moldeado y formado nuestras creencias y convicciones y abrirnos a los misterios y enigmas de los mundos antiguos. Y entonces podremos ver que el conocimiento alcanzado por pueblos como los incas, los mayas, los egipcios, entre otros, nos habla de misterios y conocimientos arcanos que aun no han sido revelados al saber oficial.

La historia oficial muy poco sabe acerca de lo que ocurría en América, antes de la llegada de los europeos. En el caso particular del mundo andino y del misterio inca, muchos de esos secretos y tradiciones se mantuvieron a buen recaudo bajo el alero del pueblo de los Queros, descendientes directos de los incas. Quienes se apartaron a las altas montañas viviendo por varios siglos alejados de la civilización, prestando sus oídos a la voz de los Apus, contemplando el vuelo del cóndor, escuchando las suaves melodías de quenas y sampoñas, reverenciando el eco de los valles y aprendiendo de la voz de los ancianos y los sabios que generación tras generación, mantuvieron viva la sabiduría implícita de las grandes verdades y saberes de la cosmogonía del mundo andino.

Esas leyendas  nos hablan de tiempos remotos, de ciudades mitológicas intraterrenas, de seres extraordinarios, de reinos etéricos y ciudades de luz,  de redes de túneles bajo la tierra, de portales interdimensionales y discos solares, y bueno, ahí es donde se fijan los contornos y los orígenes de la gran civilización inca, y en los que el último período reconocido por la historia oficial, no es mas que la punta del iceberg.

Llegará el tiempo en que el águila y el cóndor vuelen libremente trayendo unidad, armonía y regresando la alegría de los viejos tiempos, y los brisas  de las montañas nos susurrarán  al oído suaves melodías trayendo la voz y el mensaje de los incas ascendidos que nos invitan a despertar a los albores de los nuevos tiempos, en que los hombres reconoceremos y recordaremos las eternas verdades escondidas en las profundidades del Alma.
Fuentes
http://aguilablancandina.blogspot.com/
https://www.facebook.com/jorge.herreros.98

lunes, 6 de febrero de 2017

Creación del Mundo en la Cosmovisión Piaroa, El árbol de la vida y el Cerro Autana (Venezuela)


“Del Árbol de la vida, sólo el tronco permanece.
Ustedes, los criollos, lo llaman Cerro Autana.
Para nosotros, los piaroas, es el Kuaimayojo,
el tocón petrificado del Wahari-Kuawai,
a cuyo alrededor Mereya Anemei creó el universo:
los ríos y raudales, las montañas y la selva, los animales, la lluvia y el
espacio celeste.
Este es nuestro territorio de origen.
Esta es, para nosotros la tierra sagrada”.



La leyenda del Pueblo Piaroa dice que el mundo

 comienza cuando el Dios Wahari crea a los Piaroa. 

Para poblar y dar fertilidad a la tierra, Wahari corta el 

árbol de la vida, el Kuawai, para que éste derrame 

todos sus frutos sobre la tierra.

El cerro Autana representa el árbol de la vida, que dio

 origen a todas las frutas, que les dan sustento a los 

hombres y a los animales. Es por lo tanto, una 

montaña 

sagrada en la cual ningún indio Piaroa acepta 

adentrarse.


Fuente>Venezuela Curiosa