Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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viernes, 6 de noviembre de 2020

Se escucha la voz de los pueblos originarios a más de 500 años de la llegada del hombre blanco a Magallanes



Por Margarita Vargas López

Es sabido que milenarios antes de la llegada de los europeos, todo el territorio de la Patagonia occidental y oriental, incluyendo la Isla Grande de Tierra del Fuego, era habitado por los pueblos originarios: los Tehuelches o Aonikenk, los Onas o Selknam, los Haush en las pampas de Argentina, y aquí en Chile los Qawasqar y los yaganes practicaban el nomadismo del mar en los canales magallánicos. Estos pueblos habían desarrollado una cultura y un arte de vivir digno de ser destacado por más que unos aspectos. Los herederos actuales de estos pueblos esperan que en las festividades programadas se dé una mayor importancia y realce a los aportes de los pueblos originarios.






Durante todo el año 2020, Punta Arenas estará en los ojos del mundo cuando se conmemoren los 500 años desde que la expedición de Magallanes y Elcano alcanzara el hito más relevante del primer viaje que circunnavegó el globo terráqueo. El hallazgo del Estrecho, que hoy lleva el nombre del navegante portugués, marca un antes y un después en la historia universal.

Un conjunto de proyectos para embellecer la ciudad de Punta Arenas ha proliferado en torno a los 500 años, que sin lugar a dudas traerá consigo frutos económicos para la ciudad y sus habitantes. Sin embargo, las personas indígenas descendientes de una cultura milenaria, siendo los primeros habitantes de Magallanes, sienten que estas actividades carecen de una mirada y puesta en valor de la riqueza de los navegantes de esta apartada zona. Falta aún más incorporar el legado que nos han dejado nuestros ancestros, conocedores de las navegaciones de este territorio, ocupado por “los nómades del mar”.

De los pueblos aún vivos en la zona nos encontramos los Qawasqar.

Es sabido que miles de años antes de la llegada de los europeos, todo el territorio de la Patagonia occidental y oriental, incluyendo la Isla Grande de Tierra del Fuego, era habitado por los Pueblos Originarios: los Tehuelches o Aonikenk, los Onas o Selknam, los Haush en las pampas de Argentina, y aquí en Chile los Qawasqar y los Yaganes practicaban el nomadismo del mar en los canales magallánicos. Estos pueblos habían desarrollado una cultura y un arte de vivir digno de ser destacado por más que unos aspectos. Los herederos actuales de estos pueblos esperan que en las festividades programadas se les dé una mayor importancia y realce a los aportes de los Pueblos Originarios.

A pesar que la gran población de Qawasqar ya no practica la vida nómade, aún sigue vivo el tejido de la historia del "pueblo del mar" a través de la elaboración de los canastos de junquillo y de los botecitos de corteza de árbol y de cuero de lobo, ambos pertenecientes a las culturas de los pueblos nómade de la Patagonia, que representan su cosmovisión. El canasto de junquillo representa la fuerza de la mujer kawésqar y su comunión con el mar, ya que se usaba de utensilio para mantener y recoger mariscos. Por eso que muchas mujeres Qawasqar luchan hoy por la conservación del mar y sus productos que hasta hoy es uno de las principales fuentes de ingreso familiar.

También representa el patrimonio de los Pueblos Originarios, ya que en ello podemos no solo contar con una pieza hecho por manos de Qawasqar, sino más bien el tejido de la historia de un pueblo, las costumbres y tradiciones ancestrales que fueron heredados de generación en generación, y que hoy es una de las principales fuentes de ingreso a través del turismo.

También hay que destacar la adaptación física al entorno: los aborígenes de la Patagonia lograban sobrevivir desnudos en la nieve, cubiertos con pieles. Observamos esto en las publicaciones del etnólogo francés Joseph Emperaire, quien estuvo viviendo con los Qawésqar en los años 40. Su obra destaca la importancia y es un realce de los aportes de los Pueblos Originarios.


Los aportes para el progreso de las investigaciones y la ciencia que hicieron nuestros ancestros a través de la cultura, el arte, al arte rupestre, la música, al patrimonio inmaterial, han sido fundamentales y de una riqueza incalculable única como pueblo multicultural y diversa. Este último se ha manifestado históricamente a través de un capital humano portador de costumbres, expresiones y conocimientos que, sin los debidos cuidados, peligra con extinguirse. Aún sobreviven algunos que han sido reconocidos por la UNESCO como Tesoro Humano Vivo de la Humanidad.

Algunos de los relatos que escuchábamos era que navegaban a mar abierto, y buscaban lugares para amainar y luego seguir la navegación. En la misma canoa se hacía la fogata para mantener el calor, los niños se ponían a un lado cerca de los perros para recibir calor, ellos sabían dónde armar el at (vivienda). Sabían dónde había abundancia de mariscos y luego de una ardua recolección, seguían guiados por el clima y las condiciones climáticas, e indicaban hacia dónde dirigir la navegación para ir en búsqueda de otros recursos del mar para su sobrevivencia, dejando atrás el at “carpa y/o casa” para que otras familias Qawasqar lo usen para acampar y pasar la noche.

Los perros ayudaban a la caza y acorralaban a las nutrias, ellos se comían los desechos de los animales para no tirarlos al mar. Se sabía en qué fecha ir a la caza de lobo, y/o se iniciaba la temporada de algún molusco.

El interés de muchos científicos e historiadores de la cultura de los Qawasqar sigue latente por ser un pueblo del mar viviente, en armonía con la naturaleza y principalmente el mar, y habiendo desarrollado un conocimiento profundo para la sobrevivencia en las condiciones difíciles por el territorio austral.

Por ejemplo, el reconocido y destacado lingüista francés Christos Clairis, quien hizo un importante aporte al pueblo kawésqar en la década de los 70, realizó la primera descripción de su lengua publicada por la Universidad Austral de Valdivia a través de un rescate sistemático. Escribía que los pueblos del extremo sur, en particular los yaganes, han asumido la soberanía del ser humano antes de la llegada del hombre blanco en esta parte inhóspita de la tierra, hasta el Cabo de Hornos. Más allá nunca la tierra ha sido habitada por el hombre. Anotaba esto en respuesta a un gobernador de Puerto Williams que decía que ellos asumen la soberanía de Chile frente a Argentina en estos lugares lejanos.

Quien también aporto a la cultura y la educación, mediante una propuesta de cambio de nombre, ya que al convivir con ellos se dio cuenta que no se sentían identificados con el nombre de Alakaluf., por eso reconociendo el derecho de Los Pueblos a autoidentificarse propone reemplazar el termino a su verdadero nombre Qawasqar inaugurado su uso en el VI Congreso de Antropología chilena, octubre 1971.

El Jema/hombre blanco trajo consigo enfermedades desconocidas en este ámbito, sin poder ofrecer las protecciones necesarias. Muchas veces, y quizás con buenas intenciones, nos llevaban ropa y nuestros mayores, que no acostumbraban usar vestimenta, se quedaban dormidos con lo puesto después de haber navegado por los canales. Así brotaban las enfermedades, sobre todo la tuberculosis, motivo de desaparición, hasta hoy en día, muchos de nuestros ancianos se han ido de este mundo, productos de esa enfermedad.

Las burlas también fueron motivo de desculturización, ya que los mayores callaban la lengua cuando un niño o niña se acercaba a escuchar, para que no nos expongamos a las burlas que vivieron ellos.

La relación y vínculo con los huilliches que llegaron a Puerto Edén fue estrecha. Hubo un intercambio cultural interesante, los últimos aprendieron del territorio y las navegaciones, a través de los relatos y transmisión del conocimiento de las prácticas antiguas de navegaciones. Ambos eran cazadores de qijayo (nutrias) y de lobos, que luego intercambiaban en los barcos que pasaban por Puerto Edén.
No hubo genocidio explícito hacia los Qawasqar, pero los microbios, virus y el alcohol contribuyeron a la desaparición de mi pueblo y ellos no tenían los recursos necesarios para protegerse de estas enfermedades.

Sí existió la captura y rapto de la canoa con toda la familia en su interior de los gélidos territorios de Tierra del Fuego, en el extremo sur de Sudamérica. Integrantes de las canoas con familias completas fueron llevados a París para ser mostrados vivos en el jardín de aclimatación de Bois de Boulogne, y después a Alemania para ser exhibidos en el zoológico de Berlín.

Hoy los avances que ha desarrollado el Estado de Chile a través sus organismos públicos relacionados son limitadas. Falta avanzar en crear herramientas de apoyo que permitan realizar las prácticas habituales de pesca y de navegación de manera ancestral, ya que no consideran las técnicas y las prácticas propias de nuestra cultura, hay muchas limitaciones para navegar, y para los pocos practicantes de las navegaciones los permisos burocráticos son una barrera.

Las reglas marítimas impuesta por la Gobernación Marítima muchas veces no son entendidas y comprendidas por nuestros mayores. Por ejemplo, no es nuestra práctica llevar bengalas para las navegaciones, ya que los Qawasqar tienen otros recursos para la navegación segura. También hay que considerar nuevas legislaciones para la pesca libre, sin cuota, garantizando el cuidado del territorio.

Se ha avanzado con la puesta en marcha de la Ley Lafkenche que establece un mecanismo para destinar un Espacio Costero Marítimo (ECMPO) para la preservación de los usos y costumbres indígenas, el cual es entregado en administración a las comunidades correspondientes, siempre y cuando no existan derechos constituidos por terceros en dicha área y CONADI verifique los usos y costumbres alegados.

Sin embargo, aún falta por avanzar en que las leyes y los instrumentos de protección, como las Ley Indígena 19.253 y el Convenio 169 de la OIT, sean hechos considerando la cosmovisión de los pueblos originarios, y qué mejor forma que incluyendo a los depositarios de las culturas antiguas, quienes hoy están presentes, y que reclaman el reconocimiento y protección de sus derechos territoriales, que hacen referencia a la coexistencia en un mismo espacio geográfico de diferentes culturas.

Fuente: El Mostrador - 6 de Septiembre de 2020.

https://www.elmostrador.cl/cultura/2020/11/06/se-escucha-la-voz-de-los-pueblos-originarios-a-mas-de-500-anos-de-la-llegada-del-hombre-blanco-a-magallanes/

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

Fotografía: Margarita Vargas López. Académica. Qawasqar nacida en Jetarkte, Puerto Edén último reducto ancestral Qawasqar de Puerto Edén, Isla Wellington.

domingo, 1 de noviembre de 2020

1ro de Noviembre de 1520, Magallanes no descubre el estrecho que lleva su nombre



Magallanes no "descubrió" el estrecho que hoy lleva su nombre. Esas aguas eran surcadas desde miles de años antes por los kawésqar, hábiles navegantes, y sus costas frecuentadas por los aónikenk del continente y los selk'nam de la isla Grande de Tierra del Fuego. La extraordinaria hazaña marítima de Magallanes y sus hombres, que fueron capaces de circunnavegar el globo, no debe hacernos olvidar que el mundo ya existía antes de que pasaran por allí los europeos. Esa visión eurocentrista debe de cambiar y la celebración de los 500 años es una excelente oportunidad para ello. 


 

El 1ro de Noviembre se celebra el aniversario del llamado descubrimiento del Estrecho de Magallanes por el navegante portugués Hernando de Magallanes ocurrido en 1520.

Cristián Donoso, nos invita a ver este acontecimiento histórico desde otro punto de vista, alejado de la mirada eurocentrista. 

Ni el “Estrecho de Magallanes”, ni la región “de Magallanes” ni menos “Chile”, fueron descubiertos por el gran explorador y capitán portugués Hernando de Magallanes, impulsor de la primera circunnavegación de la Tierra, hazaña por muchos considerada como “la aventura más audaz de la humanidad”.

La verdad es que el Estrecho de Magallanes fue descubierto hace más de 11.000 años, por un grupo de personas que pertenecían a la especie humana, tal como el tenaz capitán Hernando de Magallanes y los demás humanos que tripulaban las naves que comandaba.

Esta mirada eurocentrista, de asumir que las cosas ocurren para la humanidad en tanto ocurran para la humanidad europea, situando a Europa como centro o protagonista de la historia y la civilización humanas, hace mucho que está en retirada en la mayor parte de América. Un ejemplo de ello ha sido el reciente retiro en Los Angeles, California, del monumento a Cristóbal Colón, “descubridor” del  llamado Nuevo Mundo. La autoridad californiana declaró que el retiro de la estatua de Cristóbal Colón “reescribe un capítulo manchado de la historia que da una visión romántica de la expansión de los imperios europeos”.

Ciertamente, cuando Magallanes pasó por “Magallanes”, habían humanos, civilizaciones, lenguas, tradiciones, topónimos y cosmovisiones únicas y milenarias. 

Magallanes pasó por el Estrecho de Magallanes tan rápido como pudo (estuvo poco más de un mes en sus aguas, del 21 de octubre al 27 de noviembre de 1520), y poco supo de las diversas civilizaciones que existían ahí, como la Aonikenk, Selk’nam o Kawésqar, más allá de las fogatas nocturnas que vio desde sus Naos, observación que dio origen del nombre Tierra del Fuego.

Su travesía por el estrecho representa un hito que marca el punto de partida de la historia de desplazamiento y exterminio de que serían objeto estos grupos y sus culturas en los siglos venideros. Invisibilizar a las personas que estaban ahí, considerando a Magallanes como el “descubridor” de sus tierras, es una forma subrepticia de legitimar la hegemonía del conquistador europeo, que llegó a “civilizar” la naturaleza y sus habitantes, borrando todo acervo humano anterior. La ausencia casi absoluta de nombres indígenas en las calles de Punta Arenas y toponimia de Magallanes, está en coherencia con este acto fundacional de supuesto descubrimiento/ encubrimiento atribuido a la expedición de Magallanes.

Este discurso histórico, repetido por siglos, al punto de parecernos casi natural y obvio, no es neutro, ni menos inocente. Está cargado de un sentido ideológico colonial, de supremacía racial y cultural europea, que se proyecta por inercia hasta nuestros días “republicanos”. Su efecto en el sentir colectivo de los chilenos ha sido la negación de la identidad propia o la falta de identidad, además de un arraigado sentimiento de inferioridad, y hasta podríamos decir de auto desprecio. Un ejemplo paradigmático de esta negación lo constituye el homenaje al roto chileno en la plaza Yungay, que más que representar al mestizo aguerrido que venció a la confederación Perú-Boliviana, parece preferir reemplazarlo por la imagen de un campesino holandés.

Un reciente estudio genético de la Universidad de Chile indica que el 90% de los chilenos tenemos antepasados indígenas. Por lo tanto, 9 de cada 10 chilenos descendemos de gente que nació, creció y murió en el territorio que ahora conocemos como Chile, miles de años de que Magallanes pasara por el estrecho que ahora lleva su nombre.

La mayoría -casi la totalidad- de los primeros europeos que llegaron a Chile eran hombres, y por ello, las primeras generaciones de criollos tuvieron que nacer de vientre indígena, recibiendo el apellido español del padre. Dejemos entonces de desconocer a esta mitad indígena de nuestros antepasados. En su gran mayoría, los chilenos no somos ni indígenas ni europeos. Sin embargo, ellos son nuestros ancestros, en partes casi equivalentes, las piedras fundacionales de nuestra nacionalidad e individualidad. En un crisol de culturas y razas, ambos grupos dieron origen y forma a nuestra nacionalidad, lengua, rasgos físicos, y al sentir y carácter de nuestra individualidad en su expresión colectiva.

Terminemos entonces con la inercia de contar nuestra historia desde la historia de portugueses, españoles y europeos. Hace dos siglos que dejamos de ser colonia o apéndice de estas naciones. Reconozcamos lo que somos de verdad, ni más ni menos, dando forma y fuerza a un relato propio, y no importado, sobre nuestros orígenes y nuestra historia.
El desprecio hacia lo indígena que trasciende el discurso eurocentrista se transforma también en un autodesprecio del ser chileno, y al igual que en los individuos, en el sentir colectivo el autodesprecio genera falta de autoestima y depresión. El chileno suele despreciar lo indígena… pero ¿qué pasa si cada vez que se mira al espejo reconoce que en alguna parte de sí mismo, en sus rasgos, hay algo de eso que desprecia? Esto inunda el alma nacional. No se trata de solo palabras, se trata de un relato impreso a fuego en el sentir social.

En buena parte del mundo, ninguna nación o comunidad humana asumiría que fue oficialmente “descubierta” a partir del momento en que fue visitada por la expedición de una nación extranjera.

Un ejemplo puede resultar clarificador:
El primer contacto entre Europa y Japón se produjo en 1543, cuando el capitán portugués Fernando Mendes, “descubre” Japón, recalando en la la bahía de Tanegashima. ¿Alguien cree que los japoneses celebran ese día como “el día del descubrimiento de Japón?”.

Y siguiendo el razonamiento de quienes piensan que Magallanes descubrió Chile, por ser el primer extranjero que llegó a lo que es actualmente este país, entonces podríamos asignarle con mayor razón ese honor a Hotu-Matu’a, el navegante polinésico que llegó a la despoblada Rapa Nui (también Chile) un siglo antes de que Magallanes llegara al Estrecho de Magallanes.

Una discusión parecida tuvo lugar en Chile hace dos décadas, respecto a la festividad del 12 de octubre, que de llamarse oficialmente “Aniversario del Descubrimiento de América” por Ley pasó a llamarse “Día del Encuentro de Dos Mundos”. Casi una década después, en Argentina, la festividad del “Descubrimiento de América” fue reemplazada por la del “Día del Respeto a la Diversidad Cultural”. En países como Venezuela y Nicaragua se cambió el nombre por “Día de la resistencia indígena”. En Bolivia, “Día de la descolonización”. En Estados Unidos, un número creciente de estados está comenzando a usar el término “Indigenous People’s Day”, en reemplazo del “Colombus Day”.

Es elocuente el dato de que hasta hace poco la festividad del 12 de octubre era conocida popularmente en Chile como “Día de la Raza”. Este nombre fue tomado de la “Fiesta Nacional de la Raza Española”, nombre con la que se llamó oficialmente esta festividad en España hasta 1958, fecha en que, luego de fuertes críticas, fue reemplazado por “Fiesta Nacional de España”. Aún después de haber sido cambiado el nombre en España, por odioso, en Chile persistió su uso informal hasta la actualidad… “el problema es la raza”, dirán algunos.
Sugiero, con todo, conmemorar -más que celebrar- el tránsito, paso o llegada de Magallanes al estrecho, como un “encuentro” más que un “descubrimiento”.

Fuente: Ladera Sur 
https://laderasur.com/articulo/quien-descubrio-el-estrecho-de-magallanes/#:~:text=Ni%20el%20%E2%80%9CEstrecho%20de%20Magallanes,m%C3%A1s%20audaz%20de%20la%20humanidad%E2%80%9D.

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domingo, 6 de mayo de 2018

En Chile> Duro golpe a salmoneras: Comunidad kawésqar reivindica sus aguas


Los habitantes ancestrales de la patagonia recurrieron a la Ley Lafquenche para solicitar que se declare Espacio Costero Marino Protegido para Pueblos Originarios (Ecmpo) las aguas de los fiordos y ríos por donde han navegado los kawésqar y que hoy está siendo sobreexplotado por la industria del salmón. La solicitud indígena fue declarada admisible, lo que mantiene a un ochenta por ciento de las concesiones presentadas para operar en aguas magallánicas congeladas.

Canoeros, cazadores y recolectores. Los Kawésqar son un pueblo ancestral de la Patagonia que lucha contra la industria salmonera y el Estado para reivindicar su cultura y forma de existir. Los fiordos, ríos, canales y mar, desde hace seis mil años, han sido recorridos por hombres y mujeres que han sobrevivido al clima adverso del extremo sur, encontrando, en esta geografía desmenuzada, su territorio.

Esas aguas están siendo ocupadas de forma indiscriminada por la industria salmonera que, luego de devastar los bordes costeros de la décima región, sigue avanzando a la Patagonia. Los 35 años de la industria salmonera en Chile tiene, hoy, consecuencias. Porque el pelet con que alimentan a los peces en cautiverio contiene un 75 por ciento de antibióticos, lo que mezclado con las heces y los salmones muertos en descomposición, provocan altas concentraciones de amonio, fósforo y nitrógeno, disminuyendo el oxígeno del fondo marino y generando los nutrientes para que se formen algas con altos niveles de toxicidad, ocasionando crisis como la marea roja.


El salmón es una especie introducida en los mares chilenos a mediados de los años setenta, es un pez carnívoro que se alimenta de la fauna endémica de los mares y ríos kawésqar. En nuestro país se cría un tercio de la producción mundial de salmón. En comparación, Noruega produce cinco kilos por metro cúbico, mientras que Chile, 40 kilos.

Comunidad Kawésqar: 344 concesiones salmoneras congeladas
La comunidad Kawésqar, invocando la Ley Lafquenche a través del instrumento Espacio Costero Marino Protegido para Pueblos Originarios (Ecmpo), solicitó que se resguarden las aguas para el uso ancestral del pueblo. Dicho requerimiento fue declarado admisible, lo que congeló las más de trecientas concesiones solicitadas para la explotación de salmonicultura en los fiordos de la Patagonia.

Un triunfo para la comunidad, pero que no asegura que esto se mantenga, ya que el lobby que existe entre el Estado y la industria salmonera podría hacer retroceder esta iniciativa que impide que se utilice el borde costero para la producción de salmones.

La Ley Lafquenche señala que, ante más de una solicitud de uso sobre el mar, se privilegia a los espacios marinos protegido para pueblos originarios. Por eso desde que se inicia la tramitación, para ver si el Estado entrega la denominación de Espacio Costero Marino Protegido a la comunidad, se congela la entrega de concesiones en la zona.

La primera solicitud fue hecha por la comunidad a inicios de 2017 y la segunda fue declarada admisible hace diez días. Gracias a las dos propuestas, hoy se encuentran congeladas el 80 por ciento de las solicitudes de concesiones en la Región de Magallanes.
Leticia Caro, representante de la comunidad kawésqar explicó que la solicitud hecha por su pueblo “está admisible hace 12 días, pero la Subsecretaría de Pesca no ha dado el espacio para tramitación, lo que, además de ser ilegal, nos sigue poniendo trabas para proteger el territorio, continuar con la navegación, pesca caza y recolección, que es propio de la cultura kawésqar. Lo cierto es que desde que ingresa nuestra solicitud, los espacios están protegidos por ley, independiente de que se despache esa solicitud existe un registro”.

Parque Kawesqar sin aguas para navegar
El escenario al que se enfrentan las comunidades indígenas patagonas es adverso, ya que en la elaboración del proyecto Parque kawésqar hubo mentiras e irregularidades por parte del ministro de Medio Ambiente, Marcelo Mena, los Seremi de la Zona y la Presidenta Michelle Bachelet, quienes eliminaron las aguas de la denominación de Parque Nacional, lo que es una clara muestra de la inconsistencia de la autoridad frente a la protección del medioambiente.

“Es así como el gobierno crea un parque nacional sin agua en una zona de fiordos y canales. En el proceso de la consulta indígena que se hizo para poder crear este parque, las comunidades estuvieron de acuerdo siempre y cuando se protegieran las aguas. Lo que se ofreció fue que se crearía un área marina protegida de distintos usos en las aguas colindantes al parque, esa fue la condición para seguir avanzando en el proyecto. La presidenta se comprometió con las comunidades, fue junto al ministro a Punta Arenas y finalmente no la aprobaron y sacaron un parque nacional, mintiéndole a la comunidad y al país completo”, afirmó Caro.

Un parque llamado kawésqar sin protección de los fiordos, ríos y mares es una contradicción absoluta, ya que parte fundamental de la cosmovisión del pueblo está dada por su forma de sobrevivencia como canoeros, cazadores y recolectores.

“Es ambiguo consultarles a los pueblos canoeros por la tierra. A nuestro pueblo se le debe consultar por el mar. Lamentablemente no pudimos zanjar el que no se protegieran nuestras aguas, hicimos lo imposible por subsanar esa situación. Por lo mismo, podemos decir que la ex presidenta Bachelet, el ex ministro Marcelo Mena y la ex ministra Nidia Palma nos vendieron bolitas de vidrio, tal como lo hicieron con nuestros antepasados, sucedió ahora”, cuenta Leticia Caro, representante de la comunidad kawésqar.

El decreto hecho en la administración Bachelet para declarar el Parque Nacional kawésqar, según comentó Estefanía González, tiene cerca de 5 mil páginas, ya que justificar y delimitar las zonas protegidas en un lugar con la geografía de Magallanes se hace casi imposible, asumiendo que solo se protegió la tierra en un archipiélago.

Por otra parte, y frente a la arremetida del gobierno, que ha planteado la necesidad de revisar la Ley Lafquenche. Leticia Caro dijo que su pueblo está “totalmente en contra que la ley Lafquenche sea revisada por este gobierno y por cualquier otro, porque es la única herramienta que nos permite proteger nuestros espacios y medios de subsistencia. La navegación para los kawesqar es un tema de salud y espiritualidad, así es hoy y fue siempre. Antes fue una forma de vida y hoy lo que nos queda lo defenderemos con todo lo que tenemos”, finalizó la representante indígena.

Fuente> Diario UChile – 3 de Mayo de 2.018

lunes, 17 de octubre de 2016

Martín Gusinde y los habitantes originarios de Tierra del Fuego


Autor: Denisse Espinoza A.

Entre 1918 y 1924 el explorador y etnólogo estudió y fotografió a los pueblos selknam, yagán y kawésqar: documentos únicos que se exhiben desde el martes en el Museo de Bellas Artes a través de 150 imágenes traídas desde Alemania y nunca antes exhibidas en Chile.

Era mayo de 1923 y el alemán Martín Gusinde cumplía uno de sus deseos más anhelados tras cinco años yendo y viniendo a Tierra del Fuego. Había sido aceptado para presenciar el Hain, ritual selknam en el que se iniciaba a los adolescentes para su etapa adulta, luego de un periodo de prueba donde eran admitidos en el mundo de los hombres.

No había sido fácil. El sacerdote y explorador viajó cuatro veces al territorio chileno, trabó amistad y de a poco fue construyendo un vínculo de confianza que le permitió familiarizarse con ese pueblo, documentarlo y fotografiarlo como ningún otro antropólogo pudo hacerlo más tarde. Así, retrató la choza ubicada a medio kilómetro del campamento donde se hacía el rito, para protegerse de las miradas curiosas de las mujeres, a los jóvenes desnudos con sus cuerpos pintados, y a mismos los espíritus Xalpen, Tanu y Shoort que asustaban a los novicios, pero que en verdad eran hombres disfrazados. El rito, que era considerado un verdadero colegio por los selknam, duró por insistencia de Gusinde 50 días.

No fue la única ceremonia a la que asistió el sacerdote. Durante su travesía y debido a su fascinación por estas etnias, Gusinde estableció amistad también con yaganes en Puerto Remolino, donde habitaba el ex-misionero anglicano John Lawrence, y fotografió, también en 1923, su ceremonia Loima-Yekamush, destinada a la formación de los médicos-hechiceros. Menos tiempo dedicó a los kawésqar, los nómades marinos agrupados en Puerto Edén, pero sí logró hacer varios retratos.

Desde el jueves, 150 de estas imágenes, tomadas por Gusinde entre 1918 y 1924 y nunca antes exhibidas en Chile, se presentan en el Museo de Bellas Artes en la muestra Los espíritus de la Patagonia Austral. Se trata de parte del archivo, compuesto por casi 1.200 negativos de nitrato y placas de vidrio, que conserva el Antropos Institut en Alemania, y que ahora son traídos bajo la curatoría del editor e historiador del arte español Xavier Barral y la conservadora del Museo Quai Branly en París, Christine Barthes, gracias a la gestión de los chilenos Verónica Besnier y Luis Weinstein.

“Es un documento increíble y que nos concierne a todos los chilenos, por eso en 2014 decidí embarcarme en este proyecto que me ofreció Xavier Barral, cuando aún estaba trabajando en la exposición de Sergio Larraín”, Verónica Besnier. “Siento que exhibir a estos dos autores en Chile significa saldar una deuda con nuestra propia historia. Xavier seleccionó las imágenes, pagó sus derechos y se encargó de hacer ampliaciones con calidad de museo, que son un joya para cualquier visitante”, agrega Besnier, quien acaba de inaugurar la muestra de Sebastiao Salgado en el Centro Cultural Las Condes. La gestora planea la itinerancia de la retrospectiva del sacerdote alemán que tendría su primera parada en el Museo Martín Gusinde de Puerto Williams, donde también se mantiene un archivo de fotos de menor dimensión.

Presentada el año pasado en el Festival de Arles, en Francia, la muestra de Gusinde aterriza ahora en la Sala Matta, de la pinacoteca nacional, y lo hace con un recorrido que parte por el pueblo selknam, sigue con los yaganes y finaliza con los kawésqar. Los primeros, a los que el sacerdote dedicó mayor tiempo, son retratados con sus vestimentas de piel de guanaco, en sus chozas y por supuesto durante el rito Hain -escenificaciones hechas a petición del mismo Gusinde-, para después mostrarlos con sus ropas occidentales que ya utilizaban en esa época, debido a sus contactos con los misioneros de la orden Salesiana.

Las imágenes de Gusinde destacan por mostrar poco paisaje y mucho menos escenas de la vida cotidiana. Probablemente por el tipo de cámara que usaba, con placas de vidrios y tiempos de larga exposición, los retratos debieron ser posados, de gran dramatismo y muy bien preparados, lo que no desmerece el valor del rescate antropológico que hizo. “Gusinde pone en situación a estos personajes, es un visionario que ve a estas civilizaciones en agonía y que piensa, sin equivocarse, que si no es él quien las conserva, se terminarán extinguiendo esas tradiciones”, afirma Besnier.

Ordenado como sacerdote en 1911 en la Congregación del Verbo Divino, Gusinde fue enviado al año siguiente como profesor de ciencias naturales a Santiago de Chile, para enseñar en el Liceo Alemán, de su misma congregación. Tras trabajar los primeros años junto al arqueólogo alemán Max Uhle y el chileno Aureliano Oyarzún, para el Museo de Etnología y Antropología local, su primera tarea fue ordenar colecciones de Isla de Pascua y viajar a la Araucanía, donde estudió al pueblo mapuche.
En 1918 viajó a Tierra del Fuego e inició su estudio de las culturas selknam, yaganes y kawésqar. Sus publicaciones posteriores ayudaron a denunciar el exterminio de los pueblos patagónicos. Efectivamente, desde 1870, la presencia europea en el territorio se intensificó con misiones salesianas y anglicanas, además de aventureros buscadores de oro y criadores de ovejas, quienes transmitieron enfermedades o derechamente asesinaron a los pobladores de las distintas etnias, entre ellos el rumano Julius Popper.


Los pueblos hoy
Hoy los descendientes de los pueblos selknam, yagán y kawésqar son pocos, pero existen. Prueba de eso es la serie de los 90 Las nómades del mar de Paz Errázuriz – 20 fotografías tomadas a kawésqar en Puerto de Edén- y las imágenes de Leopoldo Pizarro de su serie Buscando la memoria kawésqar, donde registró miembros de esa etnia y parajes australes entre 2013 y 2014, que se exhibirán junto al archivo Gusinde, con el fin de mostrar una mirada contemporánea de los pueblos. Además se proyecta el documental Cultura yagán, persistencia de la memoria (2012) de Gabriela Alt, quien retrata a la comunidad yagán de Bahía de Mejillones, situada en isla Navarino, donde el yagán Martín González sigue construyendo canoas a la usanza de sus antepasados.

Algunos miembros de estas etnias participarán en un diálogo en el museo, el miércoles, de 09.30 a 17.00 horas. La incorporación de este capítulo actual sobre estos pueblos en contraste a la visión de Gusinde se hizo a petición del Departamento de Pueblos Originarios del Consejo de la Cultura, que también financió la exhibición en Chile, junto a aportes de la Embajada de Francia, el Instituto Francés y el Goethe Institut.

Sin saberlo, el viaje de Gusinde a Chile le cambiaría la vida. Luego de terminar su travesía viajó a Austria para estudiar Etnología, Antropología y Prehistoria en la Universidad de Viena y comenzó a escribir su obra sobre las tribus fueguinas con un rigor que le demoró más de 40 años. Eso no impidió que organizara otras expediciones en busca de otros pueblos fascinantes, como los pigmeos twa y bambuti del Congo, los negritos de Filipinas, los yupa de Venezuela, los ainos de Japón y los papúes de Nueva Guinea.

Fuente: La Tercera / 16 de Octubre de 2.016


domingo, 22 de mayo de 2016

Calafate, zoológicos humanos - Documental



En los últimos años del siglo XIX, el gobierno chileno autorizó que grupos de personas que pertenecían a las etnias que habitaban el extremo sur del país fueran llevados a Europa sin su consentimiento. Fueron secuestrados y quienes lo hacían tenían un fin determinado: exhibirlos en zoológicos humanos donde los europeos podían observar directamente a los “salvajes” del fin del mundo.
Así, personas kawésqar, mapuches, tehuelches y selk’nam fueron exhibidas en París, Londres, Berlín y Zúrich, entre otras ciudades, donde el público pagaba para verlos y fotografiarlos.

El documental sumó reconocimientos y se presentó en festivales de Chile, Bolivia, Argentina, Brasil, Ecuador, Taiwán, Italia, Cuba y México.
Hans Mülchi, académico del Instituto de la Comunicación e Imagen de la Universidad de Chile, manifestó su alegría ante la posibilidad de que un público “no especializado” conozca el documental y sostuvo que éste genera una reacción especial: “Primero, porque muestra algo insólito, es una historia insospechada. En segundo lugar, es una historia que estuvo oculta durante muchos años. En tercer lugar, está contada de una manera muy humana y emotiva. El tipo de reacción que ha tenido la gente cuando hemos estado en las salas donde se ha exhibido es siempre con mucha emoción y con mucho sentido interior, de haber recibido un mensaje muy profundo. Por lo tanto, creo que también hay una forma de contar que ha logrado conectarse ampliamente con el público, lo cual nos hace estar muy expectantes sobre la reacción del público que va a pagar una entrada en estos días”.


sábado, 31 de octubre de 2015

París 1.881


En la Exposición Universal de París de 1881 fueron expuestos al público visitante, junto a feroces y exóticos animales, once desdichados kawésqar de la Patagonia, que habían sido llevados hasta allí forzosamente y mediante engaños. 

Para la mayoría de los científicos europeos, estas exhibiciones eran la única oportunidad que tenían de observar personalmente a representantes de las denominadas “razas inferiores”, que constituían el objeto material de sus estudios. 

Los infortunados hombres, mujeres y niños fueron fotografiados, medidos y examinados, yendo de ciudad en ciudad en una gira infernal que pasó por París, Berlín o Zürich.

La mayoría de ellos murieron en el terrible viaje y sus restos humanos (cráneo, esqueleto, vísceras, cerebro) pasaron a engrosar los departamentos de anatomía de prestigiosas instituciones. 

Los cuatro supervivientes fueron desembarcados en la misión anglicana de Ushuaia a petición del pastor Thomas Bridges, que esperaba aprender su lengua para atraer a otros. 

Al encontrarse muy lejos de su país, en el centro del territorio de los yámanas, no tardaron en morir de tristeza y a causa de las enfermedades.

La fotografía es de Pierre Petit y pertenece a las colecciones del Musée de l'Homme.

Compartido por Daniel Rodriguez