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Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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sábado, 27 de julio de 2024

Animales fascinantes de América que desaparecieron para siempre.








Con más de 41,000 especies actualmente amenazadas de extinción en todo el mundo, puede que no pase mucho tiempo antes de que las tortugas bobas, los lobos rojos y los manatíes en peligro de extinción desaparezcan para siempre. Ya hemos perdido criaturas increíbles antes, desde las hordas de megafauna prehistórica (mamíferos gigantes) que desaparecieron hace unos 10,000 años, hasta las pérdidas más recientes provocadas por los seres humanos. Aquí echamos un vistazo a los animales que una vez vivieron en la tierra y en las aguas de América, y que han desaparecido para siempre...
Lobo feroz
Mucho antes de que Juego de Tronos pusiera de moda a los lobos gigantes, estos antiguos cánidos merodeaban por las llanuras de América. Más grandes que el lobo gris actual y los mayores cánidos ancestrales que jamás hayan existido, existieron entre unos 2.6 millones y 11,700 años atrás, antes de extinguirse al final de la última Edad de Hielo. Se han encontrado esqueletos de lobos gigantes en Florida, en el valle del río Mississippi y en las fosas de alquitrán de La Brea, en California, donde se descubrieron miles de ellos entre los restos fosilizados de gatos dientes de sable, lo que demuestra que los dos formidables depredadores habrían luchado probablemente tanto por el territorio como por sus presas.
Oso gigante de hocico corto
Cuando pensamos en los osos, la velocidad no suele ser lo primero que nos viene a la mente. Pero se dice que el oso gigante de hocico corto fue el oso más rápido que jamás vagó por la Tierra, capaz de alcanzar los 64 km/h (40 millas por hora) a pesar de pesar 680 kg (1,500 libras). Vivía cazando grandes herbívoros como bisontes, ciervos y perezosos terrestres. Cuando los cambios en el hábitat provocaron la disminución de la población de sus presas durante la última Edad de Hielo (hace entre 110,000 y 12,000 años), el oso gigante de hocico corto desapareció poco después.
Mamut lanudo
Los fósiles de estas bestias gigantescas, que datan del Pleistoceno y principios del Holoceno (época conocida como Cuaternario), se han encontrado en el Medio Oeste de los Estados Unidos, Nueva Inglaterra y Alaska. Caracterizados por tener un pelaje largo y peludo y unos colmillos intimidantes, los mamuts lanudos fueron víctimas de la pérdida de hábitat y del calentamiento global tras la última Edad de Hielo. En 2017, una nueva investigación reveló que los últimos mamuts lanudos podrían haberse extinguido como consecuencia de complicaciones derivadas de una mutación del ADN. Esto podría haber causado problemas olfativos y cambios en la orina de los animales, afectando a su éxito a la hora de encontrar pareja.
Mamut colombino
El mamut colombino, es menos famoso que su familiar más peludo, pero llegó a ser mucho más grande que el mamut lanudo. Con una altura de más de 4 m, un peso de unos 9,072 kg y unos colmillos que podían alcanzar los 5 m de longitud, eran criaturas titánicas. Vivieron hasta el final de la Era de Hielo, y tenían mucho menos pelo que sus parientes lanudos debido al clima más cálido.
Mamut pigmeo
Sólo se han encontrado pruebas de esta especie de mamut en las Islas del Canal de California, después de que una manada de mamuts colombinos cruzara a nado desde el continente hasta las islas (que entonces eran en su mayoría una sola isla conocida como Santarosae) y evolucionara hasta un tamaño más diminuto. Se cree que tenían la mitad de altura y apenas una décima parte de peso que el mamut colombino. Los mamuts pigmeos fueron un producto de la selección natural; como los cambios climáticos de Santarosae dificultaban la obtención de alimentos, los mamuts más pequeños tenían más probabilidades de sobrevivir. Desaparecieron hace unos 10,000 años junto con muchas otras criaturas durante una amplia extinción de la megafauna.
Mastodonte americano
Este primo lejano de los mamuts y los elefantes modernos (familia conocida como proboscídeos) se extinguió con otros antiguos proboscídeos hace unos 11,000 años. Se han encontrado fósiles de mastodonte en zonas antiguamente cubiertas por bosques fríos, desde Alaska hasta México. Un trozo de colmillo de mastodonte desenterrado en el Monumento Nacional de Hagerman Fossil Beds, en Idaho, mostraba en su interior anillos de crecimiento, no muy distintos de los del tronco de un árbol.
Ciervo alce
Este enorme ciervo prehistórico pesaba unos 680 kg y medía 3.7 m de altura. Su majestuosa cornamenta palmeada era más compleja que la del alce actual, y tenía un hocico más parecido al de un ciervo típico y una estructura más parecida a la del alce. A principios del siglo XIX se encontraron por primera vez restos del ciervo alce en Big Bone Lick, Kentucky, y desde entonces se han descubierto otras pruebas en diferentes lugares. Se cree que factores como la caza, la pérdida de hábitat y la competencia contribuyeron a la desaparición del animal.
León americano
Es difícil imaginar a los leones viviendo en América como lo hacen hoy en las praderas y parques nacionales de África. Pero hasta el final de la Edad de Hielo más reciente, hacían exactamente eso: acechar las sabanas junto a otros depredadores ápice, como el lobo gigante y el dientes de sable. El león americano era un 25% más grande que el león africano moderno y habría cazado camellos, bisontes, perezosos terrestres y mamuts jóvenes antes de su extinción, provocada por los primeros humanos, el cambio climático y la pérdida de sus presas habituales.
Buey euceraterio
El buey euceraterio fue uno de los primeros bóvidos (mamíferos ungulados con cuernos simples) que llegaron al continente americano, cruzando el territorio durante el Pleistoceno. Tendría un tamaño intermedio entre el bisonte americano actual y el buey almizclero, con un peso aproximado de 608 kg. Se han encontrado rastros de su presencia, donde los científicos han podido deducir la dieta de árboles y arbustos del animal a partir de depósitos de estiércol conservado. Parece ser que fue otra víctima de la extinción cuaternaria.
Tapir de Vero
Llamado así por Vero Beach, en Florida, donde se descubrieron por primera vez restos de la especie, este tapir prehistórico habría tenido un parecido considerable con los tapires actuales, ya que poseía un tronco diminuto y una mordida inferior característica. Hasta su desaparición a finales del Holoceno (junto con otra megafauna), vivía en bosques templados y subtropicales. En la foto, las mandíbulas de un tapir vero, expuestas en el Museo de la Ciencia Tellus de Cartersville, Georgia.
Castor gigante
En la antigüedad, estos roedores de gran tamaño e impresionantes dientes vagaban por el norte del continente. El castor gigante podía pesar hasta 125 kg y medir más de 2 metros desde el hocico hasta la cola (que era delgada como la de una rata, no en forma de remo como en la actualidad). Era muchísimo más grande que los castores modernos y se acercaba más al volumen de un oso negro, mientras que sus característicos dientes incisivos también eran mucho más grandes. Pero el castor gigante desapareció junto con otra megafauna hace unos 10,000 años.
Camelops
El camelops fue la última especie superviviente de gran camello americano antes de su extinción al final de la última Era de Hielo. Habiendo evolucionado a partir del género de camello protylopus, que era del tamaño de un conejo, el camelops – a veces denominado camello occidental o camello americano – emigró a través del puente terrestre de Beringia (actual estrecho de Bering) antes de su desaparición en América, asegurándose de que su legado perdurara. Se han desenterrado fósiles de camelops en Waco, Texas, junto a restos de mamuts colombinos, y se sabe que el animal habitó tierras al oeste del río Misisipi, desde Alaska hasta México.
Gato dientes de sable
Pocas criaturas prehistóricas aterrorizan y fascinan tanto como el gato dientes de sable. Más bajo, pero casi el doble de pesado que un león moderno, su constitución musculosa y sus caninos en forma de sable ayudaban a emboscar eficazmente y matar violentamente a las presas. Desde el sur de Canadá hasta Perú, este formidable depredador cazaba camellos, bisontes, perezosos terrestres e incluso mamuts y mastodontes jóvenes. Se han conservado huellas de gato dientes de sable en el Parque Nacional de White Sands, en Nuevo México, mientras que los esqueletos enterrados en las fosas de alquitrán de La Brea, en California (una fuente de petróleo crudo utilizado por los indios americanos), sugieren que muchos animales perecieron aquí tras quedar empantanados en la viscosa sustancia.
Pecarí de nariz larga
Una especie de cerdo prehistórico, no muy distinto de un jabalí o facóquero vivo, el pecarí de nariz larga habitaba los bosques y parques del Medio Oeste americano, así como Florida y los Apalaches. La principal diferencia entre los pecaríes y los cerdos modernos es que sus colmillos crecían hacia abajo, en lugar de hacia arriba. Mientras que el pecarí de nariz larga sucumbió a la última Edad de Hielo, su pariente, el pecarí de collar aún se encuentra hoy en los alrededores de EE.UU., desde Arizona hasta Texas.
Gliptodonte septentrional
El gliptodonte septentrional era una de las numerosas especies de gliptodontes que recorrieron el planeta durante la Era de Hielo. Era un gran herbívoro con un caparazón escamoso blindado, como el actual armadillo, pero sustancialmente más grande, que pastaba en las llanuras de Norteamérica. Gracias a su cota de malla natural, los gliptodontes no eran presas fáciles, a pesar de vivir en una época de asesinos consumados como el gato dientes de sable y el lobo gigante. Pero este escudo no pudo protegerlos de la tormenta perfecta de interferencias humanas, pérdida de hábitat y cambio climático que llegó con el Cuaternario, y finalmente pasaron a ser parte de la historia.
Antílope enano
Lejos de la megafauna que dominó durante la Edad de Hielo, el antílope enano era una criatura que pesaba tan sólo 10 kg y medía menos de 60 cm de altura. No es de extrañar que, a pesar de su agilidad, fuera una presa popular para muchos animales. Se han descubierto fósiles de esta criatura entre los restos de otros mamíferos del Pleistoceno en las Fosas de Alquitrán de La Brea, así como en otras partes del continente.
Buey almizclero
También conocido como buey almizclero de Harlan o buey almizclero con casco, el buey almizclero de los bosques era aparentemente más ágil que el buey almizclero de la tundra que existe hoy en día, con patas más largas y un pelaje más ligero. Compartía el mismo ecosistema que el alce común y el castor gigante. Mientras que el buey almizclero de los bosques desapareció con el Pleistoceno terminal, el buey almizclero moderno, genéticamente diferente, es uno de los mamíferos más antiguos que aún vagan por la Tierra.
Caballo antiguo
Estrechamente emparentado con las cebras modernas, el caballo antiguo autóctono fue uno de los últimos équidos prehistóricos supervivientes que galoparon por América desde hace unos dos millones de años hasta hace 10,000 años. Después de que los caballos se extinguieran en el continente, los antepasados de los que cruzaron el Beringia hacia lo que se convirtió en Europa reaparecieron inesperadamente hacia el siglo XVI con los conquistadores españoles, que los utilizaron como corceles. Los paleontólogos han encontrado restos de caballos antiguos en California y Texas, así como en América Central y del Sur.
Teratornis
Este carroñero de la Era de Hielo – otra víctima de la extinción del Cuaternario – se comportaba de forma similar a los cóndores y buitres actuales, sobrevolando grandes distancias en busca de pequeños animales sobre los que abalanzarse y cadáveres ricos en hierro que desgarrar con su afilado pico. Con una envergadura de unos 3 m, esta ave rapaz prehistórica era un tercio más grande que los cóndores actuales.
Cabra montés de Harrington
La cabra montés de Harrington, prima de la especie moderna, más menuda y de pelo más corto, habitaba el suroeste de Estados Unidos antes de extinguirse al final de la última Edad de Hielo. Las pistas deducidas de su estiércol conservado, hallado en cuevas alrededor del Gran Cañón, sugieren que el animal se alimentaba de hierbas y árboles, cuya disponibilidad podría haberse visto afectada por el clima cambiante del Cuaternario. Esto, agravado por la pérdida de población como consecuencia de la caza humana, es lo que los científicos creen que provocó la extinción de esta cabra.
Perezoso terrestre
Los perezosos terrestres se originaron en Sudamérica hace unos 35 millones de años, y empezaron a abrirse camino hacia el norte hace unos ocho millones de años. Podían crecer hasta 10 veces el tamaño de los perezosos que conocemos hoy en día, llegando a pesar hasta cuatro toneladas, lo mismo que un elefante macho. Cuando se ponía de pie sobre sus patas traseras para buscar comida en los árboles, este herbívoro gargantuesco medía 3.5 m de altura. Un dato curioso es que una especie de perezoso terrestre, el Megalonyx jeffersonii, debe su nombre al tercer presidente de EE.UU., Thomas Jefferson, a quien se atribuye su descubrimiento.
Alce oriental
Hasta hace relativamente poco, esta subespecie de alce vagaba por el noreste de América, donde las llamadas de apareamiento reverberaban por las colinas y valles de Nueva Inglaterra y más allá. Con crines oscuras y pelaje de color crema, al alce oriental también se le llamaba "wapiti", que significa grupa blanca en la lengua de los pueblos indígenas shawnee. Con la llegada de más colonos europeos a América en el siglo XIX, la caza excesiva se convirtió en un problema para el alce oriental. El último de su especie fue abatido en Pensilvania en 1877, y el Servicio de Pesca y Vida Salvaje de Estados Unidos lo declaró oficialmente extinto tres años después.
Visón marino
Al igual que el alce oriental, el visón marino fue cazado hasta su extinción a finales del siglo XIX. Muy codiciado por su piel, debido a que era más grande que el visón americano, el visón de mar vivía alrededor de la costa noroeste del continente. Quedan pocas pruebas paleontológicas de esta escurridiza criatura, y la mayoría de los detalles reconstruidos sobre su aspecto externo proceden de especulaciones y de la palabra de comerciantes de pieles e indígenas americanos.
Pato labrador
Una vez más, no se sabe mucho con certeza sobre el pato labrador, que desapareció completamente sin hacer ruido de la costa atlántica de América a principios del siglo XX. El zoólogo y conservacionista John C. Phillips teorizó en 1926 que los humanos que se asentaban en torno a su hábitat costero podrían haber interferido en el suministro de marisco del pato hasta un punto catastrófico, pero es imposible saber con certeza si eso provocó su extinción. Hoy en día existen muy pocos ejemplares de pato labrador que revelen la verdad; era tan raro y misterioso en vida como muerto.
Vaca marina de Steller
La pérdida de la vaca marina de Steller tiene el dudoso honor de ser la primera extinción de la historia de un mamífero marino provocada por la mano del hombre. Las vacas marinas eran criaturas enormes – más grandes incluso que muchas ballenas modernas – que nadaban en las aguas subárticas del norte del Pacífico. A los 27 años de ser descubiertas por la ciencia en 1741, las vacas marinas de Steller habían sido sacrificadas totalmente para servir de carne a los cazadores de focas en sus largos viajes y de material para el comercio internacional de pieles. Los parientes vivos más cercanos de la vaca marina son los manatíes y los dugongos, cuyo futuro también está amenazado por la actividad humana.
Lobo de la península de Kenai
Esta subespecie perdida de lobo gris vivió en el sur de Alaska hasta 1925 y fue el lobo más grande de Norteamérica antes de que los humanos lo llevaran a la extinción. La fiebre del oro de Klondike en 1895 supuso la llegada de mineros a la región, que trajeron consigo una sed de sangre motivada por el valor de las pieles de lobo y el miedo a la rabia. En tres décadas, el lobo de la península de Kenai había sido erradicado. Se une al lobo de Texas, al lobo negro de Florida, al lobo de las Montañas Cascade y a otros más en la lista de lobos recientemente clasificados como extintos.
Ballena gris del Atlántico
Aunque la ballena gris sigue existiendo hoy en día, su población atlántica sucumbió a la industria ballenera comercial en el siglo XVIII y fue declarada extinta. Pero, en un giro agridulce del destino, ¿podría el cambio climático significar que las ballenas grises podrían volver al Atlántico? Un avistamiento confirmado de una ballena gris del Pacífico en el Atlántico en 2013 sugiere que, a medida que la crisis climática sigue calentando los océanos del mundo y difuminando las fronteras entre ellos, es plausible que el Atlántico pronto vuelva a estar repoblado de ballenas grises.
Fuente Efemérides Políticas, Sociales, Históricas y Culturales / Enrique Hopman.

lunes, 20 de noviembre de 2017

Jaguares en peligro: un estudio revela que su estado de conservación es crítico


Jaguar (Pantera Onca). Foto: PROCAT Colombia

Fuente: Mongabay Latam

Escrito : María Lourdes Zimmermann @mongabaylatam

“Las manchas del jaguar son más oscuras de lo que parecen”, es la metáfora que utilizó José Fernando González-Maya, investigador colombiano costarricense, para explicarle a Mongabay Latam la crítica situación que afronta esta especie.  En una investigación publicada a comienzos de año en la revista internacional Oryx, González-Maya y otros científicos del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México confirmaron que el jaguar (Pantera Onca) se encuentra en peligro y podría desaparecer.

Desde hace  20 años, la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Mundial para la Conservación de la Naturaleza (UICN), entidad internacional encargada de catalogar el riesgo de extinción de todas las especies en el mundo, tiene clasificado al jaguar o Pantera onca en estado de Casi Amenazada, explica González-Maya. La alta distribución de la especie que habita todo el continente americano desde el norte de México y parcialmente el sur de Estados Unidos, hasta el norte de Argentina, ocupando la gran mayoría de hábitats por debajo de los 2000 m.s.n.m., hacía suponer que reducía las probabilidades de que la especie desapareciera a corto plazo precisamente por estar presente a lo largo y ancho del continente.

Sin embargo, los científicos Antonio de la Torre, José F. González-Maya, Heliot Zarza, Gerardo Ceballos y Rodrigo Medellín, responsables de la investigación y expertos en conservación, identificaron que esa realidad no era uniforme en todo el espacio de distribución de esta especie, es decir, que no era igual para todo el continente, así como tampoco el riesgo de perder la especie a nivel de sus poblaciones locales. En resumen, el estado de conservación de la especie es mucho más crítico de lo que se pensaba según lo consignado en las listas de la UICN.

La grave situación del Jaguar
A través de diversos estudios, los investigadores analizaron todas las variables que les permitieron concluir que: “de las 34 poblaciones que se calcula que existen en toda América, 25 de ellas deberían ser consideradas En Peligro Crítico y ocho en Peligro de Extinción, siendo solo la población amazónica la única que podría ser categorizada como de Menor Preocupación”.

En total, el estudio determinó que el jaguar ha perdido el 48 % de su distribución original en la estimación más optimista, y un 55 % en una estimación más ajustada, lo que implica por lo menos la pérdida de la mitad de los jaguares en el último siglo.

La evaluación del estado de conservación de la especie calculó la distribución de las poblaciones a lo largo del continente y determinó el número aproximado de animales que quedan, su grado de aislamiento, amenazas y el estado actual de cada una de las poblaciones. Las cifras indican que solo quedarían en América 64 000 jaguares, según lo determina la investigación, y que la Amazonía albergaría hoy 57 000 ejemplares, lo que representa un 89 % del total de los jaguares.

José Fernando González-Maya le contó a Mongabay Latam con preocupación que el 97 % de las poblaciones de jaguar (33 de las 34 identificadas) están en peligro crítico de desaparecer, poniendo en riesgo no solo la supervivencia de la especie a largo plazo, sino también la estabilidad y salud de los ecosistemas de la mayor parte del continente.

El jaguar es una especie controladora y por eso es importante asegurar la  conservación de las poblaciones de este felino, porque los cambios en la presencia y abundancia de la especie en los ecosistemas podrían repercutir en el incremento de algunas presas, especialmente de herbívoros y mesodepredadores (depredadores de tamaño mediano que suelen aumentar cuando se eliminan los depredadores más grandes), así lo indican investigadores como Kevin R. Crooks y Michael E. Soule en un artículo publicado en Nature.

Las poblaciones de jaguares, por ejemplo, se encargan de controlar especies como el zaino o cerdo de monte, animal que depreda semillas y funciona como dispersor, pero que de no ser controlado por los jaguares podría convertirse en una plaga y afectar el equilibrio de los bosques al depredar la vegetación disponible, las semillas y frenar la regeneración del mismo. Este caso grafica muy bien la importancia de la presencia de controladores en la naturaleza.

Las alertas recientes de deforestación en Colombia amenazan el hábitat de los jaguares. Foto: PROCAT Colombia.

Jaguares en Colombia
La situación es alarmante. Si bien las poblaciones de la Amazonía colombiana se encuentran estables, se calcula que el número de ejemplares en el resto del país bordea con suerte los 1500, según un estudio del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México publicado en la revista internacional Oryx. De este grupo, los ejemplares distribuidos entre el Nudo del Paramillo y la Serranía de San Lucas, la Serranía de Perijá y la Sierra Nevada de Santa Marta al norte de Colombia, se encuentran en Peligro Crítico, mientras que los que habitan el Chocó Biogeográfico en el Pacífico colombiano están en Peligro de Extinción, como lo explicó José Fernando González-Maya.

Y a pesar de que la investigación destaca que las poblaciones más estables están en la región Amazónica —compartida entre Colombia, Brasil, Ecuador, Perú, Bolivia, Guyanas y Venezuela— se determinó que las alertas de deforestación en Colombia publicadas recientemente por el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM) demuestran que en la Amazonía del país la pérdida de los bosques aumenta notablemente. Esto impacta directamente en las poblaciones de jaguares, debido a que la construcción de varias vías ilegales y de la marginal de la selva, como señala Edersón Cabrera Investigador del IDEAM, ponen en riesgo la supervivencia del jaguar por la fragmentación de su hábitat.

Según el IDEAM, el área de la Amazonía colombiana que tiene la mayor presión está localizada en el noroccidente del país, entre los municipios de Mesetas y Uribe en el departamento del Meta; en el área de manejo especial de la Macarena, en la que se encuentran los parques Serranía de los Picachos, Tinigua y  Macarena; además del Distrito de Manejo Integrado de la Macarena sur y un sector del Parque Chiribiquete. Es en estas zonas, según el instituto de investigaciones, donde las alertas tempranas por deforestación han reportado las mayores presiones, básicamente asociadas a obras de infraestructura como carreteras ilegales que ascenderían a 12, así como pistas aéreas que serían utilizadas por narcotraficantes, según lo denunció el Ministerio del Ambiente.

Edersón Cabrera precisó que en el sector sur del Parque Nacional Natural Sierra de la Macarena, en el municipio de San José del Guaviare, hay numerosas alertas de deforestación asociadas al desarrollo de la vía marginal de la selva. Para el investigador “en términos de conectividad y áreas de bosques naturales, esta situación es una amenaza actual para la movilidad de una especie como es el jaguar, teniendo en cuenta la fragmentación que hay en la parte baja de los Andes de Colombia conectados con los bosques de la Amazonía central del país”. La deforestación está poniendo en peligro el desplazamiento de una especie de mamífero como el jaguar que necesita de grandes extensiones y de buena comunicación entre sus poblaciones para asegurar la estabilidad de la especie.

Las amenazas que tienen en vilo a la especie
El impacto de las actividades humanas en el bosque tiene en jaque a los jaguares. La publicación El Jaguar en el Siglo XXI, Perspectiva Continental, editada por  La Universidad Nacional Autónoma de México en el 2016 y que reúne el trabajo de diversos investigadores, concluye que “la pérdida de hábitat y su transformación para construir asentamientos humanos, cultivar comida y producir bienes económicos, causa drásticas disminuciones en las poblaciones de los jaguares convirtiéndose en un preludio a la extinción”.

Este problema que genera la pérdida de hábitat se evidencia en un conflicto reportado recientemente entre jaguares y comunidades, y que suele terminar con la muerte de los felinos, caso que se da en la mayoría de los países latinoamericanos con presencia de la especie.

Durante el año 2014, en las comunidades de El Congo, Lourdes, La Unión y Nueva Granada en el corregimiento de Siberia, departamento del Magdalena, al norte de Colombia, mataron cuatro jaguares en un período de cuatro meses por considerarlos una amenaza. La presencia de los animales en las zonas no era casual, un incendio devoró 2000 hectáreas de bosque en la Sierra Nevada de Santa Marta, según la Corporación Autónoma Regional del Magdalena (CORPAMAG), lo que afectó el hábitat de los felinos y provocó que los animales salieran a buscar alimento a las fincas. Los perros, burros y el ganado vacuno se convirtieron en presas fáciles pero esto terminó por costarle la vida a cuatro jaguares. Los animales fueron sacrificados por las mismas comunidades que más tarde denunciaron el hecho ante la autoridad ambiental del departamento.

Lo que más preocupa a los investigadores es que la población de jaguares que habita la Sierra Nevada de Santa Marta, justamente en el departamento de Magdalena, es la más amenazada de las cinco poblaciones estudiadas, como explicó González-Maya.

Y aunque la legislación colombiana protege al jaguar y prohíbe específicamente su cacería desde 1973, las represalias contra la especie son repetitivas e incluso publicadas en redes sociales.

Lo anterior es solo una muestra de los múltiples factores que generan la pérdida de la especie y que han llevado a los científicos a afirmar que en Colombia solo está protegido el 3 % del rango de la especie.

Fuente: Lado  B – 24 de Marzo de 2017



jueves, 27 de julio de 2017

"El macaco de la selfie", bajo amenaza de desaparición en Indonesia por su carne




El macaco negro vive en la jungla, en la isla de Célebes, donde los minahasan, un pueblo autóctono, lo cazan por su carne, que consideran exquisita. Además, la especie se reproduce menos que antes.

El macaco negro de ojos color ámbar, famoso desde que uno de ellos se hizo una selfie con una cámara fotográfica, podría desaparecer de Indonesia, donde este primate es víctima de la caza y de la deforestación.
"Su hábitat se reduce. Y la gente come monos…", lamenta Yunita Siwi, de la ONG Selamatkan Yaki, que hace campaña por la protección de este macaco crestado y con pelaje negro, una especie protegida en vías de extinción.
Vive en la jungla, en la isla de Célebes (centro), donde los minahasan, un pueblo autóctono, lo cazan por su carne, que consideran exquisita. Además, como su hábitat natural se reduce, el animal se aventura cada vez más en las zonas de cultivo, con lo que se expone a morir por disparos de campesinos furiosos.
Unos 2.000 macacos negros viven en Tangkoko en una reserva de 8.700 hectáreas donde se encuentran relativamente protegidos. Unos privilegiados en comparación con los otros 3.000 de los bosques de la región.
En esta reserva vive Naruto, el mono que en 2011 le quitó la cámara a David Slater, un fotógrafo británico que realizaba un reportaje en la jungla. Se ausentó unos minutos tras colocar el trípode y a su vuelta se encontró con que el macaco se había sacado dos selfies con la cámara.
Naruto con el fotografo David Slater

Las imágenes dieron la vuelta al mundo y desencadenaron una batalla judicial en Estados Unidos
, donde una asociación de defensa de los animales adujo ante un tribunal de San Francisco que el mono debía ser el propietario de los derechos de autor. La demanda acabó siendo desestimada.
"No me gusta matar al mono, pero una vez cocinado me gusta el sabor, con muchas especias. Se parece al del jabalí o del perro", describe Nita, una mujer minahasan de 32 años, una etnia esencialmente cristiana en el país musulmán más poblado del mundo.
Los macacos se asan a la lumbre para chamuscar el pelaje con el fin de que la carne se conserve mejor en esta región tropical.
En un mercado de la localidad de Tomohon, la carne de estos primates es una más entre otras de serpiente, rata, pitón, murciélago… Junto a los puestos en los que unos jóvenes cortan carne hay perros vivos enjaulados a los que les espera la misma suerte.
En este mercado abundan animales exóticos cuya comercialización está prohibida.
Los controles por sorpresa en el lugar han provocado refriegas. Las autoridades se han planteado cerrar el mercado, pero parecen haber cambiado de opinión. Algunas agencias de viaje lo han incluido en sus recorridos de "turismo extremo".
La especie se reproduce menos que antes: en 40 años la población de macacos negros (macaca nigra) ha caído más de un 80%, pasando de 300 primates por kilómetro cuadrado en 1980 a 45 en 2011, según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN).
Los defensores de la naturaleza y las autoridades locales se esfuerzan por convencer a los lugareños de las inmediaciones de la reserva natural de Tangkoko de que suspendan la caza y el consumo de macaco negro.

En los mercados se ve a funcionarios explicar a los visitantes que se trata de una especie protegida y que si contravienen las normas se exponen a hasta cinco años de cárcel.
Las oenegés intentan, con la ayuda de las autoridades locales, convencer a los responsables de los colegios de que introduzcan la protección de las especies en estado salvaje en sus programas escolares.
"Los minahasan comen todo lo que tenga patas o alas. Para que la demanda cese a largo plazo, debemos proponer que se aborde el tema en los programas escolares", explica a la AFP Hendrieks Rundengan, de la agencia local para la protección de la vida silvestre.
Los defensores de la naturaleza acuden a las iglesias para pedirles a los curas que inculquen a los fieles que los seres humanos son los guardianes de la Tierra y como tales deben proteger las especies en peligro como los monos, afirma Siwi.
La caza de estos animales, advierte Simon Purser, del centro de rescate de la fauna Tasikoki, es "el último clavo en el ataúd" para estos macacos.
Fuente Infobae – 27 de Julio de 2.017 - Con información de AFP

jueves, 2 de febrero de 2017

El jaguar en gran peligro de desaparición


Un estudio determinó que hay unos 64 mil de esos felinos en el mundo. El animal sagrado por excelencia de los pueblos indígenas de América, se encuentra en un riesgo mayor de lo que se pensaba.

Un estudio realizado por investigadores del Instituto de Ecología (IE) de la UNAM demuestra que el jaguar (Panthera onca) está en mayor peligro de extinción de lo que se pensaba. Como resultado de la indagación, hoy en día se tiene, por primera vez, el cálculo de cuántos jaguares habitan el planeta, unos 64 mil, y se sabe que hay 34 subpoblaciones de la especie –desde el norte de México hasta Argentina–, de las cuales 33 están en peligro o riesgo crítico de extinción.

De ese total, 57 mil, es decir, 90 por ciento, se ubican en una sola subpoblación, la de la Amazonía, que abarca regiones de Brasil, Perú, Ecuador y Colombia; se trata de la única que, por su tamaño, no está considerada en peligro. Las restantes contienen a sólo 10 por ciento de los ejemplares, es decir, cerca de siete mil jaguares. En México, según esta estimación, hay alrededor de cuatro mil.


Los resultados del trabajo conjunto de los laboratorios de Ecología y Conservación de Vertebrados Terrestres y de Fauna Silvestre del IE, a cargo de Rodrigo Medellín y Gerardo Ceballos, respectivamente, fueron publicados en el número más reciente de la revista Oryx. The International Journal of Conservation.

Dicho artículo surgió del libro El jaguar en el siglo XXI: la perspectiva continental, también coordinado por los científicos y sus colegas, en el que participaron 50 autores de 12 países.

Mediante la detección de subpoblaciones pequeñas, aisladas, con protección deficiente o densidades de poblaciones humanas muy altas, y al precisar la vulnerabilidad de cada una de ellas, será posible determinar las prioridades de conservación para esta icónica especie.

Pero no sólo eso. Los universitarios propondrán también a la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), que en la Lista Roja que se usa en todo el mundo como guía para políticas y prácticas de conservación, no se evalúe a las especies por el total de su población, sino por la situación de cada una de sus subpoblaciones.

No deben seguirse haciendo evaluaciones únicas, consideraron; un ejemplo claro es el jaguar, que en ese listado aparece como “casi amenazado”. En El Salvador y Uruguay ya ha desaparecido; en Argentina hay menos de 50 ejemplares, y esta nación junto con Honduras, serían las próximas en borrar el nombre de Panthera onca de sus listas de biodiversidad.

En el caso de México se ha perdido más de 40 por ciento de su distribución en el territorio, limitándose a las áreas más aisladas y de difícil acceso en las costas del Pacífico y del Golfo de México, las sierras madre Occidental y Oriental, y el sur-sureste.

Su permanencia es una moneda en el aire, y “va a caer en los próximos 10 o 15 años; si en ese tiempo no tenemos una política de conservación robusta, sólida y establecida, y las poblaciones no están en absoluta seguridad, podríamos perderlos”, consideró Medellín.


“Siendo un icono de nuestro pueblo sería una vergüenza para los mexicanos –incluyendo a la población que no coexiste con el majestuoso animal– que así ocurriera, porque todos tenemos algo que hacer, como exigir el fortalecimiento de las políticas de conservación”. Si se extingue, dijo, la responsabilidad será de todos.

En cambio, si se articulan los esfuerzos correctamente podemos salvar no sólo a la especie, sino además a las selvas y bosques que mantienen casi 45 por ciento de toda la diversidad biológica del país, es decir, a miles de otras especies de plantas y animales, añadió Ceballos.

Amenazas latentes
Ocelotl, en náhuatl; balam, en maya, el jaguar ha sido relacionado con la valentía, el poder, la noche, el inframundo, la fertilidad de la tierra y la muerte en diversas culturas de México. Desde la mitología de las culturas precolombinas, el hermoso felino “ha tenido un papel importante como una de las deidades más notables y veneradas del mundo antiguo” (El jaguar en México, Gerardo Ceballos, et al., 2011); tal fue su significado en la cosmovisión de los olmecas que se les llamó el “pueblo jaguar”.

Actualmente, para su sobrevivencia, la especie enfrenta diversas amenazas. Las principales son la pérdida y fragmentación de su hábitat, la agricultura y la ganadería, la cacería, la disminución de sus presas (mamíferos, aves, reptiles y peces) y la expansión de los asentamientos humanos. “No sólo nos metemos a su casa, sino que incluso la destruimos al talar la selva. También nos comemos su alimento, porque nos gusta consumir venado y jabalí. Así, competimos con el jaguar por el espacio y la comida, y además les ponemos enfrente ganado y le decimos ‘si lo tocas, te mueres’”, recalcó Medellín.


La gente también los caza porque quieren colgar su piel en una pared, o porque la hija quinceañera desea un collar con sus dientes, para sentir la adrenalina de haber matado al felino más grande del continente o simplemente porque se les cruzó en el camino. Es patético, calificó el científico.

Por fortuna, México cuenta en el Instituto de Ecología de la UNAM con el grupo con mayor impacto en conservación y estudios sobre el jaguar en todo el mundo, expresó Ceballos, así como con el compromiso de diversos sectores para la preservación de esa especie. Bajo el liderazgo del experto se organizó hace unos años la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar que agrupa a los dueños de las tierras, gobierno federal, organizaciones no gubernamentales y el sector académico.

Medellín precisó que entre otras cuestiones, se ha realizado el primer censo en el mundo para esta especie, efectuado durante tres años de planeación y estudios (2009-2011) y abarcó 12 entidades de la República. No sólo estimó el número de jaguares en cuatro mil, sino que también colocó a México como líder en el desarrollo de estrategias de conservación del felino.

Segundo censo
En la actualidad, anunció Ceballos, se realiza el segundo censo para determinar si la población se ha mantenido, aumentado o decrecido. “Eso nos dirá si lo que hacemos está bien o hay que fortalecer ciertas áreas”. A finales de año se conocerán los resultados; hasta el momento parecen alentadores pues, al parecer, va en incremento.
Igualmente, con el trabajo de la comunidad científica se ha logrado que el gobierno de México tome al jaguar como una especie insignia y en la COP 13, efectuada en diciembre pasado en Cancún, se lograron acuerdos muy relevantes, como el establecimiento de 2.5 millones de hectáreas más de reservas naturales antes de que acabe este sexenio. Asimismo, para establecer los corredores del jaguar, áreas con pago por servicios ambientales, ganadería no intensiva y que permitan a los felinos caminar desde la frontera con Estados Unidos en Sonora, por toda la costa del Pacífico hasta Chiapas, y desde Tamaulipas por el litoral del Golfo hasta la península de Yucatán.

Porque en esta última se encuentra la mayor población de jaguares en México, se convino fortalecer la reserva de la biosfera de Calakmul y establecer una nueva que va de Cancún a Sian Ka’an y que protegerá 480 mil hectáreas de selva para el jaguar y miles de especies más. Igualmente, con el apoyo de las secretarías de Medio Ambiente y Recursos Naturales y la de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación se estableció una estrategia de trabajo con ganaderos en la que, por ejemplo, éstos se comprometen a no matar jaguares, y si el felino ataca a un becerro, el gobierno federal resarce la pérdida, siempre y cuando no se haya desmontado más selva ni cazado venados y jabalíes, puntualizó Rodrigo Medellín.
Para septiembre de este año, anunciaron los especialistas universitarios, se espera la realización del Primer Congreso Internacional del Jaguar, con la participación de expertos de países donde habita esta especie, para intercambiar estrategias de conservación y tener los mismos protocolos de estudio, entre otros aspectos.

Por Laura Romero
Fuente:
http://www.gaceta.unam.mx/20170130/el-jaguar-en-gran-peligro-de-desaparicion/

Glosario:
UNAM: Universidad Nacional Autónoma de México COP: Máximo órgano de gobierno del Convenio sobre la Diversidad Biológica (CDB). Reúne a los representantes de los países parte y actores encargados de promover la aplicación del Convenio. Desde que el CDB entró en vigor, en diciembre de 1993, la COP ha celebrado 12 reuniones ordinarias y adoptado 367 decisiones.

Estrategia de conservación
Probablemente la mexicana es la más completa que hay en el mundo. Consta de varios puntos: el censo nacional del jaguar; el trabajo con los ganaderos; la integración de una sola política de conservación en el ámbito internacional, y la parte legal, de colaboración con abogados para coadyuvar a que cualquier persona que mate un ejemplar, ya sea un millonario, político, ejidatario o indígena, vaya a la cárcel.

Fuente>El Orejiverde – 2 de Febrero de 2.017