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jueves, 3 de diciembre de 2020

Nemonte Nenquimo: «la estrella» waorani que ganó el premio Goldman



Nemonte Nenquimo, una mujer waorani de 35 años, lideró el proceso legal que suspendió la explotación petrolera que amenazaba a su comunidad. Por esa victoria, ha sido reconocida como una de las activistas por los derechos indígenas más importantes del mundo. Su lucha es difícil y su figura divide incluso a activistas y líderes indígenas. Sin embargo, su risa cautiva a todos.
Nenquimo es una de las seis ganadoras del premio Goldman 2020. En septiembre fue reconocida por TIME como una de las 100 personas más influyentes del mundo y el 24 de noviembre, la BBC la incluyó en su lista de las 100 mujeres inspiradoras e influyentes en el mundo.

Si la esperanza pudiera reírse, sonaría como la risa de Nemonte Nenquimo. Ya sea a través de la pantalla de un computador o el parlante de un teléfono celular, el fuerte sonido de su carcajada parece una invitación de amistad imposible de ignorar, así como su lucha por la Amazonía. Nemonte Nenquimo, una mujer indígena waorani de 35 años, ha encabezado la protesta de su gente para que el Estado ecuatoriano respete los territorios y los derechos de las nacionalidades indígenas amazónicas.

En 2016 creó la Alianza Ceibo para atender las necesidades de comunidades a’i kofan, siona, siekopai y waorani. En 2019 encabezó la demanda que suspendió el proyecto de explotación petrolera del bloque 22 en la provincia de Pastaza, un foco de biodiversidad, que a la vez es fuente de petróleo. Esa es la defensa territorial a la que se ha avocado Nemonte Nenquimo, nombre melódico como una sonaja. La victoria legal que obtuvo podría sentar un precedente sobre la explotación petrolera en la Amazonía ecuatoriana y ha conquistado la atención del mundo entero.

Una lideresa de renombre internacional

A Nemonte Nenquimo acaban de darle el premio Goldman: el mayor reconocimiento ambiental que se entrega a nivel mundial. Antes que ella, lo recibieron personajes como: Alberto Curamil, Luis Jorge Rivera, Berta Cáceres, Ruth Buendía y Francia Márque.

Curamil lo recibió en 2019 por dirigir a su comunidad mapuche en la detención de la construcción de dos proyectos hidroeléctricos en el sagrado río Cautín de Chile. A Márquez le fue entregado en 2018 por organizar a las mujeres afrocolombianas de La Toma y detener la extracción ilegal de oro en sus tierras ancestrales. En 2016, Rivera lo recibió por liderar una campaña para establecer una reserva natural en el Corredor Ecológico Noreste de Puerto Rico. Cáceres fue galardonada en 2015, un año antes de su asesinato, por emprender una campaña que presionó con éxito al mayor constructor de represas del mundo para que se retirara del proyecto de Agua Zarca. Y en 2014, Buendía lo recibió por unir al pueblo Asháninka en una campaña contra las represas a gran escala en Perú.

A Nemonte Nenquimo, cuyo nombre en wao tereo, su lengua materna, significa estrella, y a quien sus amigos más cercanos llaman Nemo, le entregan el Goldman de 2020 por la defensa de su territorio —específicamente por la victoria legal para evitar la explotación de los pozos petroleros en el bloque 22 de la Amazonía ecuatoriana—. “Ese premio no es para mí, es para todos porque solita no hubiera llegado”, dice Nenquimo, moviendo sus ojos inquietos, pintados con semillas de achiote, con un español fluido y a través de una pantalla —símbolo de estos tiempos pandémicos—.

Su esposo, Mitch Anderson, un estadounidense ambientalista y director de la organización Amazon Frontlines, dice que el Goldman es una oportunidad para mostrarle al planeta la lucha de los pueblos indígenas: es la tercera vez que un activista ecuatoriano lo gana. En 1994 lo recibió Luis Macas por dirigir una lucha pacífica por los derechos indígenas y en 2008 lo recibieron Pablo Fajardo y Luis Yanza por liderar, durante décadas, el caso por daños ambientales causados por la operación petrolera de Chevron-Texaco en la Amazonía Norte del Ecuador.



Este reconocimiento ha vuelto a poner a Nemonte Nenquimo en el centro de las páginas de los medios, de los feeds de las redes sociales y de los horarios estelares de los noticieros. Hace unas semanas, el actor Leonardo Di Caprio escribió en la revista Time unos breves párrafos de por qué Nenquimo es una de las 100 personas más influyentes del mundo. En ese entonces, la lideresa indígena dijo que le llamaba la atención que el reconocimiento fuese solo para ella. “Los occidentales son egoístas y siempre reconocen solo a una persona”, dice Nenquimo, mientras deja ver el pequeño espacio entre sus dientes delanteros, por encima de su quijada en punta.

El rostro de una lucha colectiva

Abre sus ojos cafés para decir que la cultura waorani privilegia el colectivismo y ella siente que ni el Goldman, ni la presencia en la prestigiosa lista de Time, se los ha ganado ella sola. “Yo represento a millones de personas indígenas que luchamos por la naturaleza. Si me reconocen a mí, nos están reconociendo a todos”, afirma mientras reconoce lo abrumador que resulta estar en la mirada del planeta entero.

Nemonte Nenquimo asegura que le cansan las cámaras, la atención, los mensajes de WhatsApp y las llamadas. Cuando siente que ya no puede con la presión, se refugia en la naturaleza y se desconecta de todo y de todos. “Me gusta ir a donde hay cascadas. El golpe de la cascada saca el malestar y los malos pensamientos. Me ayuda a aclarar la mente, me fortalece”. Para ella, esa es su terapia: ir a la selva, pensar y respirar.

Nenquimo creció en Nemonpare, una pequeña comunidad waorani donde viven no más de 10 familias grandes, y que está a dos días de caminata de Puyo, la capital de la provincia de Pastaza. Cuando nació, los funcionarios del Registro Civil, arquetipo estatal de la cultura mestiza, no quisieron inscribirla como Nemonte. Su hermano Oswaldo —a quien todos llaman Opi— dice que le pusieron Inés “para complacer a los blancos mestizos. Un nombre de cédula”. Pero en casa siempre fue Nemonte. La tía de su papá le puso ese nombre porque al verla supo que era “como una estrella y quería que llevara su sabiduría y su cultura”, dice Opi. Para él, aunque haya personas que critiquen a su hermana por el nombre de Inés, Nemonte siempre será ‘Nemo’ porque es el espejo de su esencia interior.



En Nemonpare, entre los onkos —casas triangulares de troncos y palmas entretejidas— y las trochas hacia la selva, Nemonte Nenquimo vivió su infancia y adolescencia. Le gustaba sentarse con los abuelos —pikenani en wao— y cantar. “No podía estar quieta”, recuerda entre risas su hermano Oswaldo. Era la tercera de diez hermanos, y la primera mujer de todos ellos. “Fui como una mamá. Aprendí a cuidar y proteger a mis hermanos, a mis animalitos y a la naturaleza”, dice la lideresa indígena.

A los 15 años se escapó. Sin el permiso de sus padres, se fue hasta la capital del país, Quito, para estudiar en una escuela misionera. “Quería aprender español. A esa edad era muy curiosa de saber el mundo occidental”, dice. Pronto se dio cuenta que ese mundo que algún día le llamó la atención no era lo que imaginaba. “El ambiente era triste. Mi corazón era de volver a mi familia”, recuerda con una voz que se pasea entre la culpa y la nostalgia. Tres años después de vivir en Quito, volvió a su casa.

Ahora que asumió su rol como lideresa waorani, Nemonte Nenquimo viaja por todo el mundo: San Francisco, Ginebra, Río de Janeiro, Nueva York. “Yo escuchaba que Nueva York era muy bonito y que los ecuatorianos se iban allá para hacer una vida mejor”, dice del otro lado de la videollamada. “Pero yo no vi nada mejor, la gente ahí no vive bien, no vive tranquila”, asegura. Por eso, siempre vuelve a casa. “Donde sea que me reconozcan como líder o donde sea que me vaya, nada me va a cambiar. Amo quien soy, una mujer waorani”, afirma. Cuando sale a recorrer el mundo para contar su lucha, es como si llevara consigo su casa.

Una constante lucha por la naturaleza

En 2010 se vinculó a un proyecto de la Asociación de Mujeres Waorani de la Amazonía Ecuatoriana (AMWAE) que buscaba detener el comercio de carne silvestre. En ese entonces, los indígenas waorani cazaban guantas, huanganas, pecarís, y chorongos dentro del Parque Nacional Yasuní para venderlos en el mercado de la comuna Pompeya, al pie del río Napo, al norte de la Amazonía. Las especies se estaban extinguiendo y, además, el comercio de carne silvestre podía ser profundamente problemático: tal como se comprobó con la aparición del COVID-19, la enfermedad causada por un nuevo coronavirus que salió de un mercado de venta de carne silvestre en China.


Ana Puyol, exdirectora de la Fundación EcoCiencia, estuvo involucrada en la iniciativa que planteaba reemplazar la venta de carne silvestre por prácticas sustentables. Así conoció a Nemonte Nenquimo y cuando la recuerda, piensa en su carcajada. “Era como si tuviera la risa muy cerca de ella siempre”, dice Puyol. También recuerda que, aunque los diálogos sobre la carne silvestre eran difíciles, Nenquimo siempre encontraba una forma de transmitir esperanza y alegría.

Como si le hubiera contado una anécdota graciosa, Puyol se ríe cuando le pregunto cuál es su principal recuerdo de Nemonte Nenquimo. “Su risa es increíble, siempre que la pienso me la imagino con su gran sonrisa. Hasta en el día más duro, siempre nos hacía reír”. “Nemonte es una luz”, agrega.

La ganadora del Goldman 2020 recuerda los tiempos del proyecto junto a la AMWAE. Bajo la guía de la lideresa waorani Manuela Ima, las mujeres no solo lograron detener el comercio de carne silvestre sino que crearon un programa para hacer y vender artesanías y chocolates, y así ser más independientes. Nenquimo aprendió mucho de ellas.


Sin embargo, la lideresa produce afectos divididos: muchos waorani no la consideran una mujer waorani de verdad porque su mamá es sápara —otra de las 11 nacionalidades indígenas de la Amazonía ecuatoriana—.

Pero Nenquimo dice que nunca se ha sentido menos waorani. “Yo considero ser mujer wao como mi papá. No sé nada de la cultura de mi mamá. En lo más profundo soy mujer waorani”, asegura con determinación.

En 2013 empezó a trabajar en la construcción de un sistema de agua lluvia limpia para su comunidad y allí conoció a Mitch Anderson, que llevaba dos años trabajando en la Amazonía de Ecuador. Los dos tenían una lucha en común por la dignidad de los pueblos indígenas y trabajaban juntos en proyectos para apoyar a las familias y a los niños. Así, en algún punto —que ninguno de los dos recuerda con exactitud— se enamoraron y se casaron.

Sin embargo, para algunas personas del mundo indígena su relación es problemática. Manuela Ima dice que, en la Asociación de Mujeres Waorani de la Amazonía Ecuatoriana, Nemonte Nenquimo nunca podrá ser lideresa porque “para serlo tendría que estar casada con un wao y no lo está”. Alicia Cahuiya, otra lideresa waorani, dice que muchos en su comunidad no están de acuerdo con que una lideresa waorani esté con un “gringo”.

“Mi pareja respeta mi cultura y mis decisiones. Es alguien que tiene mucho respeto, mucho valor, y siempre está conmigo trabajando para proteger el territorio waorani”, asegura Nenquimo. Oswaldo, su hermano, se ríe y recuerda que cuando lo conocieron, pensaron:“¿Gringo aprenderá a vivir en la selva?”. Para responder esa pregunta lo llevaron a cazar con un machete y una escopeta. Regresaron 15 horas después con varios animales y Anderson les demostró por qué ‘Nemo’ se había enamorado de él —era diferente—.


En mayo de 2015, nació Daime Omere Anderson Nenquimo, la hija de la pareja. Daime significa arco iris en wao tereo. Su llegada se convirtió en otra razón para que su madre insistiera en la protección de su territorio y su cultura. Quiere dejarles a sus hijos un ambiente sano, agua limpia, aire puro, y una selva como en la que ella creció: “sin petroleras y sin contaminación”.

Una victoria “histórica”

Mientras construían los sistemas de agua lluvia, en 2013, Nemonte Nenquimo y otros líderes de los pueblos a’i kofan, siona, siekopai y waorani notaron que compartían muchas cosas —resistencias, luchas y visiones—, y que juntos podían hacer más. En 2016 crearon la Alianza Ceibo, una organización que trabaja por la selva, la cultura y el bienestar de las cuatro nacionalidades indígenas. Un proyecto que también les ha traído reconocimientos y alegrías.

En junio de 2020, la alianza ganó el Premio Ecuatorial, un reconocimiento del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que premia iniciativas innovadoras para proteger la biodiversidad y enfrentar el cambio climático. Aunque Nemonte Nenquimo lideró Alianza Ceibo hasta 2018, ese trabajo marcó el inicio de su camino como la reconocida defensora del ambiente y los pueblos indígenas que es hoy.


Cuando terminó su periodo dirigiendo la alianza, Nenquimo viajó desde Puyo hasta Nemonpare para visitar a su mamá. Allí, en una asamblea donde todos los candidatos eran hombres, la joven indígena se convirtió en la primera presidenta del Consejo de Coordinación de la Nacionalidad Waorani de Pastaza (Conconawep).

Desde ese puesto comenzó su lucha más importante, la cual había sido iniciada por la comunidad en 2012. En ese año, un grupo de técnicos de la entonces Secretaría de Hidrocarburos del Ecuador hizo una supuesta consulta  sobre la explotación del bloque petrolero 22, que ocupa unas 200 mil hectáreas en la Amazonía ecuatoriana —cerca de la mitad de la extensión de Quito—, y es uno de los 13 proyectos de la llamada “Ronda Suroriente” que el gobierno ecuatoriano planeaba licitar a empresas nacionales e internacionales.

Según Gilberto Nenquimo, líder de la Nacionalidad Waorani del Ecuador (NAWE), la consulta de 2012 “fue una trampa”. El líder asegura que gente del gobierno llegó en helicópteros a varias comunidades waorani, les regalaron botellas de Coca-Cola y alimentos enlatados, y les dijeron que firmaran un papel que decía que el gobierno iba a trabajar para proteger la Amazonía. Los waorani firmaron, pero no sabían que el gobierno utilizó las firmas para decir que los indígenas estaban de acuerdo con la explotación petrolera.

Siete años después de la supuesta consulta, en 2019, Nemonte Nenquimo encabezó la acción legal contra el Estado ecuatoriano por ese “engaño”. La demanda decía que el Estado violentó el derecho del pueblo waorani de Pastaza a la consulta previa, libre e informada sobre el plan de explotación del bloque 22. Según la Constitución, antes de siquiera explorar la presencia de recursos no renovables en territorios indígenas, se debe hacer una consulta obligatoria y oportuna. Si la comunidad no da su consentimiento, no se puede explotar ese territorio.


María Espinosa, una de las abogadas que apoyó el proceso legal, cuenta que preparar la demanda tomó dos años y recuerda un día en la casa de Nemonte Nenquimo en Nemonpare. “Estábamos ahí todos hablando con varias mujeres wao sobre el territorio y el valor que tiene para ellas y entonces Nemonte empezó a cantar”, dice Espinosa en una llamada telefónica. “Nos transmitió algo que sentí como un mensaje poderoso”, dice la abogada. En ese momento Espinosa supo que estaban yendo por buen camino y tenían que seguir adelante.

Andrés Tapia, comunicador de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonía Ecuatoriana (Confeniae), recuerda a Nemonte Nenquimo con su hija siempre al lado. “Iba con ella a las marchas, a las asambleas y a las audiencias”, dice Tapia. Para Nenquimo, tener una hija pequeña nunca ha sido un impedimento para luchar. Al contrario, va con ella a todas partes porque quiere que “aprenda sobre su cultura y su lucha”. Mientras hablo con Mitch Anderson vía Zoom, Daime de cinco años, vestida de princesa, se acerca tímida a la pantalla y me saluda en inglés. Me cuenta que extraña a su mamá y dice: “I want to be like her” (quiero ser como ella).

Julio de 2019 fue el mes de la dicha waorani. La Corte Provincial de Pastaza determinó que la supuesta consulta de 2012 hecha a las comunidades no cumplió con estándares nacionales e internacionales. La decisión no solo protegió a las 200 mil hectáreas del bloque 22 sino también a las más de 4 millones de hectáreas de selva que se querían subastar con el proyecto Ronda Suroriente. Carlos Mazabanda dice que la victoria marcó un precedente para que todos los pueblos y nacionalidades indígenas del país puedan exigir que se respeten sus territorios y sus vidas.

Cuando Nemonte Nenquimo piensa en la decisión de los jueces, simplemente sonríe.

Foto: Jerónimo Zúñiga, Amazon Frontlines.

Fuente: Mongabay - 30 de Noviembre de 2020.

Escrito por Doménica Montaño

*Este artículo es una alianza periodística entre Mongabay Latam y GK de Ecuador.

https://es.mongabay.com/2020/11/nemonte-nenquimo-gana-premio-goldman-indigenas-waorani-ecuador/

viernes, 25 de septiembre de 2020

“Nemo”, la líder indígena entre las 100 personas más influyentes de 2020



En una cálida reseña, Leonardo DiCaprio rescata que Nemo Nenquimo una vez le dijo que nunca se daría por vencida, que iba a seguir defendiendo la selva “que tanto ama de las industrias y petroleras que la devorarían”.

“Este reconocimiento abre el camino”, asegura desde Shell, una población en la provincia amazónica de Pastaza, donde ha podido conectarse a internet para realizar la entrevista con Efe.

Lucha por la selva

De 35 años y madre de una pequeña de 5, “Nemo”, como suelen llamarla sus allegados y camaradas de lucha, rememora que sus mayores solían decirle de niña que había que proteger y cuidar la selva, “porque nos está dando vida, sin tierra no existe vida”.

Con un penacho de color ámbar a modo de corona, distintivo de su nacionalidad, esta líder aspira a abrir ahora el foco mediático para trascender la protección del mismo espacio selvático donde vive.

“Esta lucha tiene que ser a nivel global, porque las mujeres indígenas hemos salido a protestar, a luchar, pero los Gobiernos de turno planifican a corto plazo, mientras que nosotras sabemos mirar mucho más allá“, sentencia rotunda.

Al congratularse por la distinción de Time, este pueblo recordó que el año pasado obtuvo en el campo judicial una “gran victoria, protegiendo más de 180.000 hectáreas” del desembarque de las compañías petroleras en sus tierras ancestrales.

Se trata de una nación dedicada a la pesca, la caza, la recolección de frutos y plantas medicinales que hasta medio siglo atrás era completamente nómada y que solo con el “contacto” de misioneros evangelistas estadounidenses comenzó a asentarse en pequeñas comunidades clánicas.

“Lo que más me gusta es caminar y recolectar plantas medicinales”, conocimiento que su madre le traspasó y gracias al cual puede aliviar la fiebre, el dolor de cabeza o de dientes de su hija, inclusive afirma que palió los efectos de la COVID-19 que padeció.

Reconoce que se le hace difícil vivir en la ciudad y le encanta la selva, “porque te sientes libre”, especialmente entre las comunidades “waos” donde no llegan las carreteras, ni la extracción petrolera ni la deforestación.

Una estrella

Su nombre en su lengua originaria significa “estrella” y se lo puso su abuelo, que falleció cuando ella tenía 2 años.

Defensora a ultranza de la lengua waorani, como eje identitario, también habla español, que aprendió de pequeña en una escuela evangélica en Quito, y estudia kichwa y más recientemente inglés en línea, para “comunicarse con el mundo”.

Inició su trayectoria como activista de su lengua, territorio e identidad como dirigente juvenil de mujeres y familia, antes de dedicarse a la enseñanza de los niños en su comunidad.

Pero al conocer de la situación que vivían otras comunidades más al norte de su territorio, como los cofanes, siona y secoya, cuyo “primer contacto” fue la petrolera Texaco (hoy Chevron) y las desastrosas consecuencias de uno de los mayores vertidos en la Amazonía, quiso conocer de cerca su situación.

“Tenían un territorio inmenso de 2 millones de hectáreas y ahora les queda muy poquito, han talado para sembrar palma, por la contaminación del petróleo no pueden pescar“, recalca sobre esas comunidades donde se radicó durante dos años.
Al ver lo que podía llegar a suceder en la Amazonía fundó la Fundación Ceibo, con la que desarrolló proyectos para garantizar el agua limpia en las comunidades ribereñas, y de colocación de paneles solares para que éstas tuvieran luz, sistemas de recogida de agua de lluvia y la elaboración de un mapa propio de nacionalidades.

“Nos es muy importante tener este bosque sin contaminar, sin destruir para futuras generaciones, porque si no (lo cuidamos) en 20 años, ¿dónde va a cultivar o caminar mi hija?”, se pregunta.

En su discurso, el feminismo va de la mano inseparablemente del reto ambiental, y sostiene que si se le da una oportunidad a las mujeres que, en definitiva, buscan proteger a sus familias, “se podrá construir un mejor planeta” y defenderlo de la crisis climática.

Precisamente de DiCaprio, al que conoce personalmente, resalta que “tiene conciencia del peligro del cambio climático”.
Con el interés creado espera poder abanderar la lucha de los pueblos y mujeres indígenas amazónicos a los que pone voz.
“Para mí, tener riqueza es tener territorio sano, el agua sano (sic), idioma propio y el conocimiento propio de muchos siglos”, resume.

Fuente: EFE Verde - 24 de Septiembre de 2020

https://www.efeverde.com/noticias/nemo-la-lider-indigena-entre-las-100-personas-mas-influyentes-de-2020/

sábado, 13 de julio de 2019

Waoranis: Corte de Ecuador confirma fallo que veta a petroleras en área indígena



La justicia de Ecuador confirmó el jueves (11.07.2019) un fallo que impide el ingreso de empresas petroleras a 180.000 hectáreas del vasto territorio de los indígenas waorani en la Amazonia, proyecto que era impulsado por el gobierno.

Una sala de la Corte de Justicia de la provincia amazónica de Pastaza decidió "negar el recurso de apelación" presentado por el Ministerio del Ambiente y la Procuraduría (abogado del estado), según su resolución. Al rechazar la apelación, la corte ratificó el fallo de primera instancia dictado por un tribunal inferior de Pastaza en abril último, dentro de una acción de protección planteada por los waorani de esa provincia para mantener sus 180.000 hectáreas libres de la extracción de crudo.

Esa demanda fue presentada contra las carteras del Ambiente y de Energía y Recursos Naturales No Renovables, pero ésta última decidió no apelar la sentencia. La sala de la Corte se instaló el pasado 1 de julio en la localidad de Puyo (este y capital de Pastaza) para conocer el recurso de apelación. En la acción de protección, los waorani lograron el fallo a su favor al argumentar que existió una violación al derecho constitucional a la autodeterminación de los pueblos y a la consulta previa, libre e informada sobre planes de explotación de recursos no renovables en sus tierras.

Como medida de reparación, el tribunal dispuso que el Estado realice una nueva consulta. El ejecutivo sostiene que cuenta con los permisos para licitar el denominado bloque petrolero 22, que incluye 180.000 hectáreas del territorio waorani en Pastaza, gracias a una consulta realizada en 2012 a los nativos. Sin embargo, los waoranis alegan que los funcionarios llegaron entonces en avioneta y obtuvieron el aval con engaños, comida y refrescos.

Con unos 4.800 miembros, los waorani son dueños de unas 800.000 hectáreas de selva en las provincias de Pastaza, Napo y Orellana, una pequeña parte de la cuenca amazónica ecuatoriana. La ley reconoce la jurisdicción indígena, pero mantiene la potestad del Estado sobre el subsuelo. A raíz de la demanda, el Ministerio de Energía y Recursos Naturales No Renovables señaló que el bloque 22 "actualmente no se encuentra en proyectos de ser licitado".

La argentina Tecpetrol había desistido previamente de presentar una oferta debido a la falta de reservas de crudo como para afrontar el riesgo de las inversiones en esa zona petrolera. El Estado corre el riesgo de que esta sentencia histórica detone un conflicto con otros pueblos indígenas que también han sido consultados para consentir el ingreso de petroleras a sus tierras, tras lo cual han mostrado inconformidad.

Fuente: Deutsche Welle - 12 de Julio de 2019

DW es una Emisora internacional de Alemania y produce periodismo independiente en 30 idiomas.



domingo, 28 de abril de 2019

Waoranis ganan batalla legal contra explotación petrolífera en Ecuador





Un tribunal de Pastaza dictó este viernes una histórica sentencia a favor de la etnia indígena Waorani, que exigía detener la licitación de un campo de petróleo en su territorio porque no se ha realizado una consulta en toda regla, como exige la ley.

La etnia indígena había pedido a la corte una acción de protección frente a la explotación petrolera en el llamado bloque 22, en licitación por el Ministerio de Energía e Hidrocarburo.

«Este tribunal determina que existe la vulneración al derecho constitucional a la consulta previa, libre e informada por lo que acepta la acción de protección para las comunidades pertenecientes a la nacionalidad Waorani de Pastaza», fue la sentencia de la jueza Pilar Araujo, según un comunicado del grupo de acción waorani.

La etnia alegaba que una consulta realizada hace años en esa región estuvo «viciada», «mañosa», y que no garantizó el principio de información y libertad de la consulta porque fue un «engaño a comunidades para justificar la licitación petrolera en el territorio».

La jueza reconoció así la vulneración del derecho a una consulta previa y, en consecuencia, el Ministerio deberá realizar esa consulta antes de licitar el campo.

A la batalla legal de los waoranis se sumó el actor estadounidense Leonardo DiCaprio, quien hoy, en un mensaje por redes sociales, les felicitó por su victoria.

«El pueblo waorani ha ganado una victoria legal para proteger los bosques lluviosos de las perforaciones petrolíferas y han sentado un precedente histórico para los derechos indígenas», señaló el actor.

«Se trata de un triunfo para todos los pueblos indígenas del Ecuador y del mundo. Esta es una victoria para los Waorani, Shuar, Achuar, Kichwas, Shiwiar, Sapara, Andwa y todas las comunidades del centro sur amazónico en defensa de su territorio», coincide en señalar un comunicado del grupo de Resistencia Waorani.

El grupo, así como otros también indígenas que forman parte de la población de Ecuador, consideró que se trata de una resolución que representa una «victoria para la Amazonía» debido a que servirá para proteger unas 200.000 hectáreas de selva tropical de la extracción petrolera.

Según un documento de la Defensoría del Pueblo, que fue parte integral en la petición contra el Ministerio de Energía e Hidrocarburos, la consulta previa en el Ecuador tiene como base el artículo 6 del Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo.

Allí se establece que «los Gobiernos deberán consultar a los pueblos mediante los procedimientos apropiados frente a medidas legislativas y administrativas susceptibles de afectarles, así como de participar libremente con los medios adecuados y bajo el principio de buena fe».

Esta también contenida en la Constitución del país y sus diferentes leyes a través de normativas y regulaciones.

«A través del proceso de consulta previa se busca garantizar la protección de su integridad cultural, social y económica», destaca el documento de la Defensoría.

Los pueblos indígenas se oponen a la explotación petrolera y minera porque lo consideran una amenaza a su forma de vida, a sus tradiciones y la Tierra Madre.

Los principales campos petrolíferos ecuatorianos se encuentran en la Amazonía, precisamente donde se concentran una gran numero de tribus indígenas.

Según un mensaje de Twitter de Resistencia Waorani, en 2011 los bloques petroleros en la Amazonía ecuatoriana cubrían el 76 por ciento de la superficie total de territorios de siete nacionalidades indígenas y afectaban a la movilidad de colectivos aislados como Tagaeri y Taromenane. 
Fuente: EFE - 26 de Abril de 2019

sábado, 4 de marzo de 2017

Indígenas que apoyan la biodiversidad (Ecuador, Perú y Brasil)



Tres grupos étnicos de la Amazonía han cambiado sus hábitos para defender el medio ambiente




Una mujer indígena waorani camina por la selva en Gareno, a 17 kilómetros al sur de Quito (Ecuador), el pasado 7 de diciembre. Tres grupos étnicos procedentes de este país, de Perú y de Brasil han acordado cambiar sus hábitos para defender la biodiversidad, y lo han hecho el mismo año en que se ha alcanzado un acuerdo por el clima en la Cumbre de París (COP21).PABLO COZZAGLIO AFP





En Ecuador, los waroani dejaron de cazar en 2010 y apostaron por recolectar cacao. En Brasil, han comenzado a dedicarse a la cría de peces de río y en Perú se están declarando pequeños gobiernos autónomos para defender el territorio de la extracción de recursos. En la imagen, una mujer indígena waorani de Gareno.PABLO COZZAGLIO AFP







Los expertos ya lo han advertido en incontables oportunidades: un calentamiento de más de 1,5 grados puede hacer colapsar la selva. Hablar de Amazonia es hablar de agua, de dióxido de carbono. Es hablar del río más largo y caudaloso, ancho y más profundo, con una de las mayores reservas de agua dulce del planeta. En la imagen, un paisaje de Gareno.PABLO COZZAGLIO AFP






Frente la cantidad de carne de animales silvestres que salía al mercado, la Asociación de Mujeres Waorani de la Amazonía Ecuatoriana (Amwae) creó un proyecto de entrega de plantas de cacao a mujeres indígenas para su cultivo y, a cambio, los hombres debían dejar la cacería. En la imagen, dos mujeres waorani prueban el fruto del cacao.PABLO COZZAGLIO AFP




En este proyecto participan 10 comunidades, donde 70 familias cultivan un total de 25 hectáreas de cacao fino de aroma en las provincias de Pastaza y Napo (este). En la imagen, una mujer waorani sostiene el fruto del cacao en sus manos.PABLO COZZAGLIO AFP







Un matrimonio waorani en su casa de Gareno. La asociación compra el cacao que producen las mujeres a 1,25 dólares cada libra, 0,45 centavos más de lo que pagan otros productores. Luego lo envía a Quito, donde es transformado en barras de chocolate para la venta.PABLO COZZAGLIO AFP






Una mujer waorani vigila a un bebé mientras éste duerme en una hamaca. Al inicio del proyecto los hombres waorani estaban "molestos", pero los ancianos reconocieron que debían caminar hasta un día por la selva para poder cazar los animales que vendían para el sustento familiar.PABLO COZZAGLIO AFP







La pequeña comunidad waorani no repara en el calor ni en la humedad en Gareno, donde sus integrantes residen en casas de madera rodeadas de vegetación frondosa. En la imagen, unos niños corren hacia una cabaña tradicional en Gareno.PABLO COZZAGLIO AFP







Un niño Waorani corre por un sendero en los alrededores de Gareno. Cada mañana un canto en su lengua materna, el waotededo, les da fuerzas para cuidar los árboles de cacao que hoy son el sustento de sus familiasPABLO COZZAGLIO AFP





Unas mujeres Waorani sonríen a la cámara. AFP




FUente> EL
PAÍS (ESPANa)