Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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sábado, 6 de septiembre de 2025

El Descubrimiento - Eduardo Galeano


sábado, 15 de febrero de 2025

Antes que Colón


lunes, 14 de octubre de 2024

Ocho mitos de la conquista de América para desmontar “la leyenda rosa”


La deconstrucción de la leyenda rosa es crucial para una comprensión más completa y matizada de la historia de la conquista de América. Es esencial reconocer el impacto devastador que tuvo sobre las civilizaciones indígenas, como la consecuente explotación, desplazamientos y diezmamiento demográficos.

Desde hace siglos, la historia de la conquista de América ha sido objeto de análisis, reinterpretaciones y debates. Uno de los retos más significativos es desentrañar los mitos que han contribuido a construir una narrativa que glorifica en exceso los eventos y protagonistas de ese periodo: la llamada “leyenda rosa”. Nuevos revisionismos tratan de evitar usar el término “conquista” y lo han sustituido por “invasión”, que para muchos historiadores parece mucho más acertada.

Esta descripción suele enfatizar los aspectos “positivos” de la conquista, obviando las atrocidades y consecuencias negativas que también formaron parte de estos eventos históricos. Aquí, exploraremos ocho mitos comunes que han moldeado la leyenda rosa y cómo se contrastan con la realidad histórica.

Mito 1: Los españoles llevaron la civilización a un continente bárbaro

La noción de que los europeos llevaron “civilización” a un continente supuestamente primitivo y salvaje es un pilar de la leyenda rosa. Este mito subestima las complejidades de las civilizaciones indígenas que existían antes de la llegada de los españoles.

Imperios como el azteca y el inca tenían avanzados sistemas de gobierno, agricultura, arquitectura y astronomía. La percepción de un continente bárbaro justifica, desde la narrativa europea, la intervención y control colonial.
Cita: Todorov, Tzvetan. La conquista de América. El problema del otro. México: Siglo XXI, 1987.

Mito 2: La conquista fue rápida y sin resistencia significativa

Otra falacia popular es que la conquista de América fue un proceso rápido y sin demasiada resistencia indígena. Aunque los españoles lograron conquistar vastos territorios, enfrentaron continuas y feroces resistencias de diferentes grupos indígenas durante décadas.

En muchos lugares, como en el área de los mayas y la región de Araucanía en Chile, la resistencia duró siglos. Muchas de las luchas de los pueblos originarios persisten hasta el día de hoy, siendo ignorados en textos constitucionales, y padeciendo niveles de pobreza, desnutrición, falta de acceso a la educación y otras discriminaciones en niveles mucho más altos que las personas blancas.
Cita: Restall, Matthew. Seven Myths of the Spanish Conquest. Oxford University Press, 2003.

Mito 3: Los europeos eran pocos, pero superiores en tecnología y estrategia

Si bien es cierto que las armas y las tácticas militares europeas jugaron un papel importante en la conquista, no fueron el único factor determinante. Las alianzas con grupos indígenas rivales de los imperios mayoritarios también fueron cruciales. Los españoles aprovecharon las divisiones y conflictos internos entre los pueblos indígenas para consolidar su control.

Cita: Hassig, Ross. Aztec Warfare: Imperial Expansion and Political Control. University of Oklahoma Press, 1988.

Mito 4: La conversión al cristianismo fue bienvenida y sincrética

El mito de una conversión religiosa plácida y aceptada se desvanece al explorar la resistencia indígena a la imposición del cristianismo.

Si bien en muchos casos hubo sincretismo, la conversión fue a menudo forzada y se enfrentó a mucha oposición y resistencia de las comunidades indígenas, que veían vulnerados sus cultos y tradiciones.

Cita: Mills, Kenneth y Taylor, William B. Colonial Spanish America: A Documentary History. Rowman & Littlefield Publishers, 1998.

Mito 5: La economía colonial benefició igualitariamente a todos

Se suele pintar la economía colonial como una solución beneficiosa para todos, pero la realidad es que fue un sistema extractivo diseñado principalmente para enriquecer a los colonizadores y a la metrópoli.

Los pueblos indígenas sufrieron enormemente debido a la explotación laboral forzada, como la encomienda, y la extracción de recursos naturales. Esto es algo que persiste hasta el día de hoy, entre otras formas de opresión.
Cita: Bakewell, Peter. A History of Latin America. Blackwell Publishing, 2004.

Mito 6: La comunicación entre europeos e indígenas fue eficaz y respetuosa

La idea de una comunicación eficaz y respetuosa ignora el complicado proceso de traducción e interpretación entre culturas que no compartían un marco común de referencia. Las primeras interacciones estuvieron llenas de malentendidos y manipulación, lo que a menudo llevó a conflictos.
Cita: Pagden, Anthony. The Fall of Natural Man: The American Indian and the Origins of Comparative Ethnology. Cambridge University Press, 1982.

Mito 7: Los europeos trajeron prosperidad y desarrollo

Muchos relatos tradicionales afirman que la llegada de los europeos conllevó un desarrollo económico y social beneficioso para los pueblos indígenas. Sin embargo, en lugar de prosperidad, la conquista a menudo resultó en el colapso de sistemas políticos y económicas existentes, apropiación de tierras y recursos, así como enfermedades que devastaron a las poblaciones indígenas.
Cita: Mann, Charles C. 1491: New Revelations of the Americas Before Columbus. Vintage Books, 2005.

Mito 8: La conquista terminó con la paz y el orden bajo un nuevo sistema

La creencia de que la conquista terminó con la instauración de un orden pacífico ignora los frecuentes levantamientos y revoluciones posteriores que marcaron los siglos coloniales. Muchas sociedades indígenas continuaron resistiendo y luchando por sus derechos y autonomía mucho después de los eventos iniciales de la conquista. Esto también es algo que persiste hasta el día de hoy.
Cita: Adorno, Rolena, y Charles Gibson. The Cambridge History of the Native Peoples of the Americas: Volume 2: Mesoamerica, Part 2. Cambridge University Press, 2000.
¿Fue realmente un genocidio o una amistosa incursión europea?

El impacto demográfico de la invasión de América fue catastrófico para las poblaciones indígenas. Historiadores y demógrafos han estimado que millones de personas murieron como resultado directo e indirecto de la conquista. Las cifras exactas varían, pero se estima que entre 50 y 90 millones de indígenas perecieron en los siglos posteriores al contacto europeo

Además de las masacres primarias, la muerte de los aborígenes se dio principalmente debido a enfermedades introducidas, como la viruela, el sarampión y la gripe, contra las cuales los indígenas no tenían inmunidad. Además de las enfermedades, otros factores contribuyeron a esta disminución, incluidos los conflictos violentos, la esclavitud y el trabajo forzado, así como el colapso de sus sistemas económicos y sociales.

Las estimaciones sobre el impacto demográfico de la conquista de América son objeto de estudio continuo, con varios historiadores y demógrafos ofreciendo diferentes cifras basadas en documentación histórica, arqueológica y análisis de fuentes secundarias.
Algunas de las obras que han hecho análisis de esto incluyen:«American Holocaust: Columbus and the Conquest of the New World» de David E. Stannard – Este libro discute ampliamente el impacto devastador de la conquista y la colonización de las Américas en las poblaciones indígenas, proporcionando estimaciones sobre las tasas de mortalidad.
«1491: New Revelations of the Americas Before Columbus» de Charles C. Mann – Este libro examina las sociedades indígenas antes del contacto europeo y discute los efectos demográficos posteriores.
«Ecological Imperialism: The Biological Expansion of Europe, 900-1900″ de Alfred W. Crosby – Aunque se centra en la expansión biológica de Europa, este libro aborda el impacto de las enfermedades introducidas en las poblaciones indígenas americanas.
«The Population of Latin America: A History» de Nicolás Sánchez-Albornoz – Este trabajo proporciona datos históricos sobre los cambios demográficos en América Latina desde la época precolombina hasta el presente.

Fuente: La Red 21
https://www.lr21.com.uy/mundo/1478360-ocho-mitos-de-la-conquista-de-america-para-desmontar-la-leyenda-rosa

sábado, 12 de octubre de 2024

12 de Octubre de 1492 - El Orejiverde


Hace 532 años los pueblos de Abya Yala se enfrentaron por primera vez con aquellos que venían del otro lado de las Grandes Aguas. Promediando el año 1492 del calendario occidental, los pueblos originarios de esta parte del mundo que más tarde se llamaría América, se encontraban en un proceso cultural que era la culminación de una historia no menor a quince mil años.
El continente albergaba a unos cien millones de personas con todas las formas de vida imaginables, con complejas cosmovisiones y un bagaje de conocimientos admirables. Habían conformado sociedades sedentarias que vivían en armonía con su entorno, cultivando intensamente la tierra -que para ellos era transformar el caos en cosmos- y sostenidas por una organización social que aglutinaba a miles de individuos, en verdaderas “economías de amparo”. Algunas de sus ciudades eran las más grandes del mundo, con templos, fortalezas, santuarios y redes viales de una arquitectura notable.
En otros casos, bajo el cielo abierto de las llanuras infinitas o en el interior de las selvas más grandes del planeta, grupos de cazadores, recolectores y pescadores recorrían sin cesar los caminos no solo en la búsqueda del alimento cotidiano sino con el propósito existencial de sentirse libres, livianos, móviles, sin estar fijados a ninguna parte.
Eran hijos de la Tierra pero también del Cielo, con una muy fuerte conexión con el Arriba y el Abajo en la cual hombres y mujeres (siempre la omnipresente dualidad) hacían las veces de eje, encargados de mantener esa unión indisoluble.
Hubo entre ellos astrónomos y matemáticos que inventaron el cero y midieron el tiempo en una escala cósmica de miles y miles de años, en asombrosos calendarios. Casi todos comerciaron entre sí, entablándose en algunas regiones un espacio de todos, el espacio del intercambio, la reciprocidad y el encuentro cotidiano. En otros lugares, el encuentro no fue pacífico sino a través de la guerra cruel que en ocasiones constituyó casi un ideal de vida.
Todos invocaron a los dioses, a los espíritus de la naturaleza y a todo lo misterioso que albergaba el Mundo Invisible; rogaron a los dueños de los animales, de los ríos, de las lagunas, de las montañas; pidieron consejo a los ancianos, siguieron a sus líderes y se curaron con sus médicos. Honraron a sus muertos y respetaron a los mayores y los niños. Enseñaron a sus hijos los secretos de la comunidad, transmitidas de generación en generación por el poder único de la palabra. Jugaron. Amaron. Odiaron. Soñaron. Fueron en algunos casos solidarios y dignos; en otros, mezquinos y violentos.
El futuro, como toda experiencia humana todavía desconocida, era impredecible. Por eso confiaban en el tiempo y espacio sagrado y circular que todo lo renovaba, a través de la fuerza de las ceremonias y la celebración de rituales. Los pueblos originarios vivían una vida plena y con cada salida del Sol, la vida comunitaria volvía a ser posible y el destino colectivo un proyecto por el cual valía la pena ser un hombre y una mujer de este lugar del mundo. En cada amanecer, los pueblos originarios rendían culto al Sol, generador de la vida, la luz, el calor y la energía.
Pero un día el Sol se detuvo. Y todos quedaron inmóviles. En algunas regiones los vieron; en otras, más al interior del continente, los presintieron: habían llegado otros hombres, de otras tierras, desde muy lejos. Habían venido hasta ellos. Eran extraños y traían artefactos desconocidos. Algunos transportaban la muerte. Otros simbolizaban dioses; hasta traían animales jamás vistos. Hablaban otra lengua. Tenían otro color de piel. Y otras vestimentas. Y otra forma de caminar. Venían desde más allá de las Aguas Interminables. De otro mundo. Y continuaban viniendo. Habían llegado hasta ellos, irremediablemente, a quedarse para siempre.
Cuando el Sol detuvo su viaje, la señal fue clara: otro Ciclo había llegado a su fin, dando lugar esta vez, a un largo período de oscuridad.
La llegada de los extraños desde el otro lado de las Grandes Aguas provocó el aniquilamiento de buena parte del mundo indígena americano. Los conquistadores interrumpieron abruptamente la vida de estos pueblos que se vieron arrojados a la sinrazón del exterminio y sus sobrevivientes obligados a adaptarse a una realidad diametralmente opuesta a la que vivían.
Desde entonces, la resistencia; la lucha por ser ellos mismos en las nuevas sociedades; la defensa de sus cosmovisiones y la reivindicación de sus territorios perdidos signaron el camino y su destino como pueblos.
El impacto de la conquista fue desastroso: un genocidio que provocó gravísimas pérdidas humanas y la ruina de muchas culturas; la pérdida de las tierras y territorios; la transmisión de enfermedades desconocidas que exterminaron a etnias enteras y que en gran medida fue la razón principal de una brutal caída demográfica de la población autóctona; la destrucción sistemática de tesoros culturales; la persecución e intento de eliminación de las cosmovisiones originarias y de las prácticas tradicionales como el chamanismo, fundamentales para sus vidas; el saqueo del oro y la plata; la desintegración de los ethos comunitarios y familiares y la incorporación compulsiva a nuevas formas de trabajo en condiciones degradantes...las consecuencias negativas del drama de la conquista constituyeron una nómina interminable de desdichas, sufrimientos y crueldades, en una realidad histórica que hoy es imposible discutir.
La resistencia a los conquistadores luego del impacto inicial, fue casi inmediata, prolongándose por siglos en algunas regiones, a través de luchas y confrontaciones que incluso hoy en algunos lugares perduran.
Simultáneamente muchos pueblos mantuvieron sus territorios libres -las llanuras de América del Norte y del Sur- y solo mucho tiempo después los respectivos estados nacionales los tomaron para sí, después de largas y renovadas luchas de conquista consumadas a fines del Siglo XIX. Mientras tanto en la gran selva amazónica sus habitantes originarios también lograban preservarse. Existieron finalmente espacios de mestizaje, que formaron parte de una dinámica cultural que sentó las bases de las nuevas sociedades americanas, constituidas por los españoles, los criollos, los mestizos, los indígenas libres, los sometidos y los africanos traídos a la fuerza por el otro gran drama humano de la esclavitud.
Cada una de las sociedades americanas tuvo -más allá de las características propias- un proceso semejante de construcción de un nuevo perfil étnico y cultural en donde los intentos por negar, marginar o invisibilizar a los indígenas fueron la regla. Incluso las corrientes inmigratorias de distintas partes del mundo que llegaron a estas tierras durante el siglo XIX y el XX fueron utilizadas por esas políticas estatales de invisibilización.
Pero en 1992, los festejos y contrafestejos en ocasión del quinto centenario de la irrupción de los conquistadores produjeron un punto de inflexión.
Se registró entonces una creciente toma de consciencia generalizada respecto a la conquista y sus nefastas consecuencias. Se sucedieron hechos como la autocrítica de la Iglesia Católica; la entrega del premio Nobel de la Paz -por primera vez- a una persona de origen indígena (Rigoberta Menchú Tum, maya-quiché de Guatemala); la proliferación de debates, foros, congresos y publicaciones en América y Europa; la aparición de novedosos movimientos indígenas que dijeron al mundo: “aquí estamos”…”aquí seguimos estando…” y en fin una legislación internacional favorable que no dejó de crecer y multiplicarse, repercutiendo en los pueblos indígenas asumidos ahora como sujetos de derechos.
Hoy transitan un nuevo Ciclo, anunciado en las profecías de muchos pueblos, como “el fin de los cien años de silencio”, o “el darse vuelta la Tierra (Pachakuti)” o “la gran reunión del cóndor, el águila y el quetzal”. Todas estas señales parecen confluir en un mensaje que habla del retorno a los valores ancestrales, y cuyos alcances transponen las fronteras del mundo indígena, haciéndose carne en buena parte de un mundo en crisis que encuentra en aquellos valores una clave para un futuro compartido.
Más allá de todas las situaciones críticas y los crónicos conflictos que aún atraviesan, este nuevo 12 de octubre encuentra a los pueblos indígenas de pie. Han logrado sostener en un proceso de resistencia humana ejemplar, las identidades y las cosmovisiones originarias, recreándolas en forma constante, fortaleciendo su presencia en el continente. A su vez, cada vez más no indígenas toman consciencia de que la conformación de estas sociedades se ha alimentado también y de manera protagónica, por esa gran vertiente originaria.
Es el momento en que todos nos pongamos a caminar juntos, sin olvidar la enorme tragedia de la conquista; pero avanzando en la construcción de sociedades más humanas e igualitarias y básicamente más armónicas en su relación con la naturaleza y el universo y con la fantástica biodiversidad de la Madre Tierra, nuestro hogar.
El Padre Sol hace tiempo que ha vuelto a recorrer el firmamento, alumbrando, guiando, dando calor y vida. Los pueblos originarios saben muy bien que nunca más detendrá su andar como en aquel día nefasto de 1492. Pero también saben que el caminar juntos será posible solo desde el mutuo respeto a las propias identidades; desde una justicia que llegue a todos; y desde una diversidad cultural que honre el convivir en paz, posibilitando el disfrute por las diferencias, esas que son la gran riqueza de la especie humana.
#PuebloOriginario #Contrafestejo #12deOctubre
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12 de Octubre


"En 1492, los nativos descubrieron que eran indios, descubrieron que vivían en América, descubrieron que estaban desnudos, descubrieron que existía el pecado, descubrieron que debían obediencia a un rey y a una reina de otro mundo, y a un dios de otro cielo, y que ese dios había inventado la culpa y vestido, y había mandado que fuera quemado vivo quien adorara al sol y a la luna, a la tierra y a la lluvia que la moja".

Eduardo galeano, Las venas abiertas de América Latina.

sábado, 11 de mayo de 2024

Los españoles NO descubrieron América.




El mito de que Cristóbal Colón fue el primer europeo en pisar el continente americano se derrumba poco a poco con cada año que pasa. Es bien sabido que los vikingos habían llegado siglos antes que Colón a partes de Canadá y Groenlandia, pero se nos ha enseñado en la escuela que decir que los españoles no fueron los primeros en llegar a México es una tonteria. A pesar de que existen pruebas históricas, parece ser que está prohibido mencionar que los españoles no fueron los primeros en arribar a México. Algo ilógico, pues según las historias de los mismos españoles, cuando llegaron a la Península de Yucatán por primera vez, escucharon de los mismos nativos que unos hombres blancos ya habían estado allí, y habían prometido volver.

Otra historia afirma que - de acuerdo al testimonio de los frailes que acompañaron a Colón - los nativos no se extrañaron al divisar las cruces de los guerreros porque ya las conocían, lo que coincide con la hipótesis de que los caballeros templarios ya habían estado en América con anterioridad, y mantuvieron en el más grande secreto la ruta debido a sus intereses personales. Esta hipótesis comenzó debido a que, en un punto de la historia, los caballeros templarios llegaron a tener cantidades ingentes de oro, tanto que ni siquiera las elites gobernantes de aquellos tiempos se explicaban de dónde lo habían sacado. Para explicar sus grandes cantidades de oro, la población ignorante de aquellos tiempos atribuyó su riqueza a que los templarios habían encontrado el templo de salomón y el arca de la alianza, teorías y elucubraciones sin fundamento real, producto de la superstición religiosa y la ignorancia que imperaba en la Edad Media, aunque incluso algunos en el presente siguen creyendo esta historia. En cambio, es mucho más factible atribuir sus riquezas a que los templarios habían estado ya en América. Hay libros completos sobre los viajes de los templarios a México, el más conocido es del investigador francés Louis Charpentier, pero dejaremos los intrincados detalles de esa historia para otra ocasión.

Además de ser una buena explicación a la riqueza de los templarios, otra coincidencia es que se sabe que los mayas adoraban a Kukulkán y los pueblos nahuas a Quetzalcoatl, un dios blanco y barbado. Constatación insólita, porque estas culturas las formaban hombres lampiños y morenos por genética.

Pero los europeos no eran los únicos que conocían la ruta hacia América. Existen otras hipótesis - aunque con muy poco sustento - que mencionan que los chinos y los árabes también habían arribado al continente siglos atrás. Los chinos fueron por siglos, e incluso milenios, los mejores marineros del mundo. Un dato poco conocido debido al eurocentrismo impuesto en la sociedad occidental, en donde aun creemos que los primeros filósofos nacieron en Europa, cuando en realidad milenios antes los egipcios y los chinos ya tenían sus propios filósofos, astrónomos y matemáticos.

Se sabe que la flota china en el siglo XV era tan grande y numerosa que no se vio una de igual tamaño hasta la primera guerra mundial, 500 años después. El tamaño de los barcos españoles comparados con los barcos chinos era minúsculo. Pero debido a la política china de paz y no invasión - que hasta nuestros tiempos sigue vigente- a pesar de todo este poderío naval, los chinos nunca anexionaron territorios extranjeros, sino que solamente comerciaban con los diferentes pueblos. Por ello algunos teorizan que la flota china bien pudo haber encontrado nuestro continente, pero a diferencia de los europeos, no provocaron ninguna invasión. Lamentablemente, unos pocos años antes de que los españoles supuestamente descubrieron America, el nuevo emperador chino, inspirado en supersticiones, destruyó casi toda la flota naval china, y de esta manera, china terminó cayendo lentamente de ser la primera potencia económica y naval del planeta, y comenzó la misteriosa etapa del aislamiento chino, el cual terminó a penas hace unas cuantas décadas. Por lo tanto, si China descubrió America un poco antes que los españoles, debido a su política de no invasion y no anexión, los exploradores chinos no habrían hecho de ello una gran noticia, a diferencia de los europeos con mentalidad de conquista.

Además, la hipótesis más aceptada sugiere que si loss chinos descubrieron America, muy probablemente haya sido en viajes de un solo sentido, pues debido a la naturaleza del océano pacifico, las flotas chinas no habrían podido regresar fácilmente sin la ayuda de las corrientes marítimas y de aire que sí existen en el océano Atlántico.

Pero algunos arqueólogos chinos van más allá. Según sus hipótesis, los chinos no descubrieron américa décadas o siglos antes que los españoles, sino milenios. Llegan al punto de teorizar que las enigmáticas cabezas olmecas son prueba contundente de que los chinos estuvieron en américa - específicamente en el sur de México - hace ya miles de años. No solo por el parecido en las facciones faciales, sino también porque supuestamente muchos de los jeroglíficos olmecas son casi idénticos a los jeroglíficos chinos antiguos. Esta hipótesis no parece tener apoyo de casi ningún arqueólogo occidental, pero los arqueólogos chinos están tan seguros de esto que ellos mismos están pagando su propia investigación.

Aún así, hasta ahora no se han presentado pruebas contundentes de esa hipótesis, en cambio, de lo que sí tenemos pruebas es de que los pobladores de las islas polinesias sí llegaron a América siglos antes que los españoles. La tan conocida isla Rapa Nui, mejor conocida con su nombre impuesto por los colonizadores europeos: "Isla de Pascua", es el claro ejemplo. Pero no solo llegaron a esta isla, sino que muy seguramente su cultura se fusionó con las culturas de Sudamérica, pues muchas de las antiguas palabras de los pobladores polinesios originales de la isla son muy similares a palabras utilizadas en la cultura inca.

El tema del verdadero descubrimiento de América es demasiado extenso, y muchos libros se han escrito al respecto, por lo que es imposible abordar los detalles en una sola publicación. Pero si algo tiene que quedar claro es que Cristobal Colón y sus acompañantes marineros no fueron los primeros en descubrir America, pero sí fueron los primeros en tratar de conquistarla y devastarla, algo que ni siquiera los templarios (hombres que vivían para la batalla) hicieron.

Eduardo Villalobos 
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viernes, 13 de octubre de 2023

12 de Octubre - 1er. día de la Resistencia




¿Cristóbal Colón descubrió América en 1492? ¿O antes que él la descubrieron los vikingos? Los que allí vivían, ¿no existían?
Cuenta la historia oficial que Vasco Núñez de Balboa fue el primer hombre que vio, desde una cumbre de Panamá, los dos océanos. Los que allí vivían, ¿eran ciegos?
¿Quiénes pusieron sus primeros nombres al maíz y a la papa y al tomate y al chocolate y a las montañas y a los ríos de América? ¿Hernán Cortés, Francisco Pizarro? Los que allí vivían, ¿eran mudos?
Nos han dicho, y nos siguen diciendo, que los peregrinos del Mayflower fueron a poblar América. ¿América estaba vacía?
Como Colón no entendía lo que decían, creyó que no sabían hablar.
Como andaban desnudos, eran mansos y daban todo a cambio de nada, creyó que no eran gentes de razón.
Hasta no hace mucho, el 12 de octubre era el Día de la Raza.
Pero, ¿acaso existe semejante cosa? ¿Qué es la raza, además de una mentira útil para exprimir y exterminar al prójimo?
Después, el Día de la Raza pasó a ser el Día del Encuentro.
¿Son encuentros las invasiones coloniales? ¿Las de ayer, y las de hoy, encuentros? ¿No habría que llamarlas, más bien, violaciones?
Yo no celebro Genocidios!

Eduardo Galeano

jueves, 12 de octubre de 2023

12 de Octubre . Eduardo Galeano


jueves, 13 de octubre de 2022

La Wiphala - 12 de Octubre Día del Respeto a la Diversidad Cultural - Conozco Misiones

El 12 de octubre se conmemora el Día del Respeto a la Diversidad Cultural en conmemoración a los pueblos originarios de América y su lucha por mantenerse presentes en nuestra memoria. La Wiphala es el símbolo emblema de dicha lucha y hoy te contamos su significado.

La Wiphala es símbolo de las tradiciones y costumbres, de las alegrías y las penas compartidas. Así, se enarbola en las celebraciones humanitarias, las fiestas solemnes, las festividades populares indígenas, los bailes, etc.

Actualmente, se ha convertido en el lema principal de la resistencia indígena frente a las prácticas político-económicas modernas de dominación. Asimismo, es símbolo de la diversidad cultural o, más concretamente, de la igualdad y la unidad en la diversidad.
Cristian Robert Acuña.

Movilfest
#12deoctubre #díadelrespetoaladiversidadcultural #conozcomisiones #misiones #Argentina

Fuente: Conozco Misiones Programa Provincial - 12 de Octubre de 2022.









miércoles, 12 de octubre de 2022

Genocidios


Descolonizáte!


lunes, 10 de octubre de 2022

Geopiratería y Columbus Day: Pensas o te piensan - Marcelo Valko


El calendario nos acerca al 12 de octubre, momento en que España se lanza sobre estas tierras en busca de riquezas inmediatas y un proselitismo religioso fanático que en la península había expulsado moros y judíos. Se trata de una fecha que durante siglos fue celebrada a lo grande. Distintos países coinciden en denominar esa efeméride como Día de la Raza, Día de la Hispanidad, Aniversario del Descubrimiento, Columbus Day o simplemente como Día del Descubrimiento de América. En Argentina se reemplazó en 2010 Día de la Raza por Día del Respeto a la Diversidad Cultural uno de esos eufemismos a los que somos tan afectos en estos lares y que dice poco y nada sobre las implicancias del aniversario. Por colmo lo convirtieron en un feriado trasladable. ¿Alguien imagina que Japón en la fecha en que padecieron la bomba atómica sobre Hiroshima lo convierta en feriado trasladable para gozar de un ameno Week-End? Mientras Venezuela lo denomina Día de la Resistencia Indígena y en Bolivia Día de la Descolonización en la mayoría de nuestros países aunque huela a naftalina permanece Día de la Raza. Más allá de lo problemático e inexacto que resulta el vocablo “raza” tomado prestado de la zoología representa una imagen patética. La llegada de los europeos a estas costas hace hincapié únicamente en UNA raza, ni siquiera lo presentan como Día de las Razas en plural, sino que utiliza invariablemente el singular. Creo oportuno mencionar en el mismo sentido que en España se llama Fiesta de la Raza a Día de la Hispanidad, es otro singular. La fiesta es de uno solo… El uso del singular en lugar del plural, no es un detalle menor ya que unos llegaron donde estaban otros. Cito un ejemplo para que se entienda. En los considerandos del decreto que en su momento estableció Argentina en 1917 para celebrar el Día de la Raza y que estuvo vigente hasta 2010 menciona al “genio hispano en esta empresa tan ardua y ciclópea sublime del genio de Colón” destacando a “la España descubridora y conquistadora que volcó sobre el continente enigmático y magnífico el valor de sus guerreros, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, las labores de sus trabajadores con la levadura de su sangre y con la armonía de su lengua”. Tales conceptos son compartidos por otros países americanos para implementar dicho feriado En definitiva ese singular que se establece entre Descubridor y Descubierto al encumbrar a uno y negar al otro lo convierte en el día de los Unos sin los Otros, un día de la Singularidad... No es preciso ser un eximio semiólogo para advertir la ausentificación de la presencia del indígena, como si hubieran desembarcado en un continente vacío, deshabitado, donde todo puede ser tomado…

El descenso demográfico tras el Descubri-MIENTO causado por matanzas fue tan abrupto que las relaciones económicas de producción necesitaron nuevo combustible biológico para el funcionamiento del sistema. Así fue como trasladaron millones de africanos cuya esclavitud provocó un segundo genocidio. Resumiendo: un primer genocidio, el indígena que comienza el 12 de octubre provoca un segundo genocidio: el africano. Y pensar que algunos escribas de la elite insisten en edulcorar lo ocurrido maquillándolo como Encuentro de Dos Mundos y más de un “progre” sepulta la sangre con notas de color… El tema es simple, no se puede celebrar el inicio del mayor genocidio de la historia en tiempo y espacio que provocó a su vez otra tragedia con el secuestro y cosificación de millones de africanos para sustituir la diezmada mano de obra indígena utilizándolos como esclavos.

No creo equivocarme al afirmar que Argentina es el país que más se esforzó en destacar su “excepcionalidad blanca y europea” diferenciándose del resto al negar la existencia de los originarios como lo demuestran tantos exabruptos de funcionarios como los manuales y textos que los conjugan en tiempo pasado “habitaban, cazaban, creían”. Son pasado, son ausencia, ya no existen y si aparecen indudablemente deben ser extranjeros como mapuches chilenos o kollas bolivianos. De ese modo se impone una pedagogía del olvido haciendo un catecismo de la desmemoria al vestir una inocencia imposible que procura borrar culpas para que todo siga como está.

De un tiempo a esta parte, desde distintos ámbitos educativos, centros culturales, concejos deliberantes, secretarías de culturas municipales, sindicatos, comienza a cuestionarse incluso cual es la fecha que debería conmemorarse. Cada vez es mayor el consenso que no acepta celebrar con júbilo la muerte. En múltiples actos, se conmemora el 11 de octubre como “ultimo día de la libertad”. Advierto que dentro del arco de lo que se denomina progresismo existe una suerte de predilección cuasi-patológica por la derrota, de ubicarse siempre como perdedores, insistiendo en el final, en el fracaso, siempre a la cola del carro vencedor derramando lágrimas sobre el último día de la libertad. Tal vez por eso, prefiero celebrar LO PRIMERO en lugar de LO ULTIMO. Conmemorar el 12 de octubre como el PRIMER DIA DE RESISTENCIA ante ese ultraje, ante esa ocupación criminal que fue la Conquista ubicada en las antípodas de un edulcorado “encuentro de culturas”.

Venimos siendo pensados por la historia oficial. Todo se tradujo mal y los que nunca estuvieron escondidos fueron descubiertos; automáticamente América dejó de tener potestad para gobernarse, se extinguió su propiedad y dominio. Europa se apropió de lo que tenía dueño; el territorio se transformó en espacio de conquista; las legítimas riquezas que poseían sus culturas se transformaron en un botín que los conquistadores “encontraban” y obviamente rapiñaban; los magníficos templos se convirtieron en canteras de piedra; sus conocimientos atesorados en códices y quipus se redujeron a humo en las hogueras de los Autos de Fe. La historia oficial tergiversó la memoria y por eso los indígenas se transformaron en ausencias. Las personas fueron leídas como objetos: los hombres utilizados como combustible biológico hasta morir y las mujeres como desahogo sexual.
Dado ese contexto tampoco la tierra tiene derechos convirtiendo enormes espacios en territorios de deshecho como sucedió con el monocultivo intensivo de caña de azúcar que desertifico el nordeste brasilero. Enromes espacios geográficos se transformaron en suculentas canteras que generaron tierras de descarte, estériles e inhabitables. Fueron tantas las toneladas de plata obtenidas del cerro de Potosí que hasta descendió la altura del Cerro Rico. Por eso en lugar de hablar de extractivismo prefiero explicita como biopiratería y la geopiratería denominaciones que hacen foco en la realdad del problema.
Los pueblos son expeditivos, saben que el futuro es ahora por eso es tan relevante lo ocurrido en numerosos países con el derribo de las estatuas de conquistadores y esclavistas demostrando que no lograron ausentificar las presencias. En mi libro “Cazadores de poder” afirmo “Ellos dicen que nosotros estamos muertos, dicen que nos mataron y que ya no estamos, cuentan que somos polvo, gusanos, lágrimas secas, que estamos enterrados, languideciendo en los rincones donde fuimos sepultados. Aseguran que somos ausencias, que somos invisibles, que somos espectros. Ellos dicen que estamos muertos. Nos explican las mil maneras de no ser. Creen que nos mataron porque nos exiliaron de lo cotidiano, que somos niebla, ausencia, silencio, nada. Para matarnos bien muertos nos desmembraron y rompieron nuestras carnes y perforaron nuestros ojos y violaron nuestras pieles. Sin embargo, nuestras muertes no están muertas. Sus sangres no descansan aunque están secas, los ojos miran aun rotos, los cuerpos se levantan aun desarticulados y las pieles tumefactas se aterciopelan y nos convidan a la vida y al erotismo. Aquí estamos mirando desde las miradas de los que son ausencias. Son tantos los que no están y están presentes, son caminos, faros, mojones”. Dejemos atrás aquellos que militan la impunidad del rebaño y que no aceptan la condición humana del otro y que necesitan que los pueblos mantengan su lugar de siervo de la gleba, de combustible biológico, de brazo barato, de sirvientes, en definitiva: de esclavos a la sombra del amo. Hay quienes dictan la palabra y otros que son dichos. La alternativa es pensar y evitar ser pensados, ya que siempre habrá quien esté dispuesto a pensar por uno. Pensas o te piensan.
Atravesamos un momento de cambios de paradigma. La historia oficial obra maestra para domesticar nuestros pensamientos comienza a resquebrajarse. Lo que fue ninguneado comienza a emerger y la verdad por fin asoma en el horizonte. El prontuario de quienes no merecen estar en pedestales comienza a salir a la luz, el genocidio, despojo e invisibilidad padecido por los pueblos originarios que los grupos de poder pretendieron ocultar en forma definitiva asoma con nitidez. Las voces que pretendieron silenciar por siempre toman la palabra, se hacen acción y la verdad surge incontenible.

Soplan nuevos vientos, asoma un nuevo paradigma, sabemos que es lento, pero que viene.

Marcelo Valko

domingo, 9 de octubre de 2022

12 de Octubre


sábado, 8 de octubre de 2022

El continente no fue descubierto, fué invadido!




...Ojalá podamos mantener la certeza de que es posible ser compatriota y contemporáneo de todo aquel que viva animado por la voluntad de justicia y la voluntad de belleza , nazca donde nazca y viva cuando viva. Porque no tiene fronteras los mapas del alma y el tiempo.
El continente no fue descubierto, fue invadido.

Eduardo Galeano

viernes, 7 de octubre de 2022

El verdadero Cristóbal Colón


Escrito por HOWARD ZINN
TRADUCCIÓN: VALENTÍN HUARTE

No hay nada que celebrar. La llegada de Colón a las Américas, lejos de haber sido una aventura heroica, fue un vertedero de sangre.

Arahuacos hombres y mujeres, desnudos, con sus pieles leonadas y completamente asombrados, salieron de sus aldeas hacia las playas de la isla y nadaron contra el mar para mirar de cerca esa embarcación, tan enorme y extraña a la vez. Cuando Colón y sus marineros orillaron con sus espadas, los arahuacos corrieron a saludarlos y los agasajaron con comida, agua y regalos. Poco tiempo después, el navegante escribió en su diario:
[N]os traían papagayos e hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad. […] Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. Deben ser buenos servidores […] con cincuenta hombres los tendrán todos sojuzgados y les harán hacer todo lo que quisieren.

Estos arahuacos de las Islas Bahamas se parecían bastante a los indios del continente, pues se destacaban —los observadores europeos no se cansaban de repetirlo— por su hospitalidad y su disposición a compartir. Esos rasgos no sobraban en la Europa del Renacimiento, dominada como estaba por la religión de los papas, el gobierno de los reyes y la locura dineraria que definió a la civilización occidental y a su primer mensajero en las Américas, Cristóbal Colón.

La pregunta que movía a Colón era clara y sencilla: ¿Dónde está el oro? Había persuadido al rey y a la reina de España de financiar una expedición a tierras lejanas bajo el supuesto de que encontraría grandes tesoros del otro lado del atlántico: traería oro y especias de la India y de Asia. Al igual que otra gente culta de su tiempo, sabía que el mundo era redondo y que navegando hacia el oeste llegaría al lejano este.

La unificación de España era reciente: el país se había convertido en un nuevo Estado nación, como Francia, Inglaterra y Portugal. Su pueblo, compuesto fundamentalmente de campesinos pobres, trabajaba para la nobleza, que representaba el 2% de la población y poseía el 95% de la tierra. Como otros Estados del mundo moderno, España estaba en busca de oro, esa nueva insignia de la riqueza, mucho más útil que la tierra, pues permitía comprar cualquier cosa.

Había oro en Asia, pensaban, y también seda y especias. No hacía tanto tiempo, Marco Polo y otros habían traído al continente cosas maravillosas. Ahora que los Turcos habían conquistado Constantinopla y las regiones orientales del Mediterráneo, los caminos que pasaban por Asia estaban bajo su control y era necesario encontrar rutas marítimas. Los portugueses habían llegado al extremo sur de África. Entonces, España decidió jugársela en un largo paseo sobre un océano desconocido.

A cambio de traer oro y especias, los reyes católicos prometieron premiar a Colón con el 10% de las ganancias, el gobierno de las tierras descubiertas y la fama que acompañaría su nuevo título: Almirante de la Mar Océana. Colón era un comerciante de la ciudad italiana de Génova, tejedor de medio tiempo —hijo de un maestro en el oficio— y experto marinero. Zarpó con tres carabelas, entre las que destacaba por su tamaño la Santa María, de casi treinta metros y con una tripulación de treintainueve miembros.

Colón nunca hubiese llegado a Asia, situada muchos kilómetros más lejos de lo que indicaban sus cálculos, fundados en el imaginario de un mundo pequeño. La amplitud de los mares lo hubiese condenado a la muerte. Pero tuvo suerte. A un cuarto de camino se topó con una tierra inexplorada y desconocida, que separaba a Europa de Asia: las Américas. Fue durante la primera mitad de octubre de 1492, treintaitrés días después de que Colón y sus marineros hubieron abandonado las Canarias, archipiélago situado en la costa atlántica de África. Entonces vieron ramas y palos que flotaban en el agua. Vieron bandadas de pájaros.

Eran signos de que estaban acercándose a tierra. El 12 de octubre, un marinero llamado Rodrigo contempló el brillo de la luna mañanera sobre las arenas blancas, y lloró. Era una de las islas caribeñas de las Bahamas. Se suponía que el primer hombre que avistara tierra obtendría una pensión anual vitalicia de 10 000 maravedís, pero Rodrigo nunca cobró. Colón juró que había visto una luz la noche anterior. Así obtuvo la recompensa.

Fue en ese momento, cuando se acercaban a la costa, que los indios arahuacos nadaron a saludarlos. Los nativos vivían en aldeas comunales y contaban con una agricultura bastante desarrollada de maíz, batata y mandioca. Sabían hilar y tejer, pero no tenían caballos ni animales de trabajo. Aunque no tenían hierro, de sus orejas colgaban pequeños adornos de oro.

Las consecuencias del detalle fueron terribles: luego de secuestrar a algunos habitantes, Colón los torturó para que lo condujeran hacia la fuente del oro. Navegó hasta la actual Cuba y luego hasta La Española (hoy dividida entre Haití y República Dominicana). Allí, las diminutas partículas de oro que brillaban en los ríos y una máscara del mismo metal, que el jefe de una tribu puso ante los ojos de Colón, generaron la visión delirante de inagotables campos auríferos.

En su informe a la Corte de Madrid, Colón exageraba. Insistía en que había desembarcado en Asia —estaba en Cuba— y en una isla en la costa de China (La Española). Sus descripciones eran en parte verdad y en parte ficción:
La Española es maravilla: las sierras y las montañas y las vegas y las campiñas y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar […]. [H]ay muchas especierías y grandes minas de oro y de otros metales.

Los indios, informaba Colón, «son tanto sin engaño y tan liberales de lo que tienen, que no lo creería sino el que lo viese. Ellos de cosa que tengan, pidiéndosela, jamás dicen que no, antes convidan a la persona con ello […]. Concluía su informe con un pequeño pedido a su Majestad, a cambio del cual «yo les daré oro cuanto hubieren menester […] y esclavos cuantos mandaren cargar […]».

Las promesas y los informes de Colón lograron que su segunda expedición contara con diecisiete barcos y más de doscientos hombres. El objetivo estaba claro: esclavos y oro. Desde su base haitiana, Colón empezó a enviar a una expedición tras otra hacia el interior. No encontraron campos de oro, pero aun así tenían que llenar los barcos que volvían a España con algún tipo de dividendo.

En 1495 acometieron una redada esclavista: rodearon a 1500 arahuacos —hombres, mujeres y niños—, los metieron en jaulas vigiladas por españoles y perros y eligieron a los 500 mejores especímenes para subirlos a bordo. De esos 500, 200 murieron en el viaje.

Fueron muchos los que murieron en cautiverio. Entonces Colón, desesperado por devolver los dividendos anticipados, tuvo que honrar su promesa de llenar los barcos de oro. En la provincia haitiana de Cicao, donde el conquistador y sus hombres pretendían encontrar los campos auríferos, ordenaron que todas las personas mayores de 14 años recolectaran cada tres meses una cierta cantidad del metal precioso. Cuando cumplían la directiva, los colonizadores colocaban un identificador de cobre alrededor de sus cuellos. A los indios que no tenían el cobre, les amputaban las manos y los dejaban morir desangrados.

La tarea que los colonizadores imponían a los indios era imposible. El único oro que había alrededor era el polvo que surcaba la corriente de los ríos. Entonces los nativos intentaron huir, pero fueron cazados por los perros y asesinados. Cuando se hizo evidente que no había más oro, los indios fueron sometidos al trabajo esclavo en el marco de grandes Estados, conocidos más tarde como encomiendas. Se los forzaba a trabajar a un ritmo insoportable y morían de a miles. En 1515 quedaban, con suerte, 50 000 indios. En 1550 quedaban 500. Un informe de 1650 muestra que no quedaba en la isla ni un solo arahuaco nativo. Tampoco habían sobrevivido sus descendientes.

La fuente principal —y, en muchos casos, la única— de información sobre lo que sucedió en las islas después de la llegada de Colón es Bartolomé de las Casas, quien, cuando era apenas un joven cura, participó de la conquista de Cuba. Durante un tiempo gobernó una plantación de indios esclavos, pero renunció y se convirtió en un crítico apasionado del maltrato español. Las Casas transcribió el diario de Colón y, cuando cumplió cincuenta años, empezó a escribir los múltiples tomos de su Historia de las Indias.

En el segundo, Las Casas, quien al principio había instado a reemplazar a los indios por esclavos negros, convencido de que eran más fuertes y sobrevivirían, pero luego terminó rindiéndose ante la evidencia de los efectos que provocaba la situación en los negros, narra el trato que recibían los nativos de parte de los españoles. Por ejemplo, pasado cierto tiempo, los españoles se negaban a realizar cualquier trecho caminando. Entonces, si estaban apurados, montaban las espaldas de los indios o las hamacas que ellos cargaban corriendo. También obligaban a los indios a cubrirlos del sol con grandes hojas y a abanicarlos con plumas de ganso.

El control total condujo a la crueldad total. Las Casas cuenta que los españoles no hacían otra cosa que apuñalar decenas de indios y cortarlos en pedacitos para probar el filo de sus espadas. Todos los intentos de defensa fracasaron. El cura informa que los indios sufrieron y murieron en las minas o realizando otros trabajos forzados, en un silencio desesperado, sin nadie a quien recurrir para pedir ayuda. Luego, describe el trabajo en las minas:
Enfermaban en las minas por las susodichas causas: no los curaban, sino dábanles un poco de cazabí y ajes, y enviábanlos a sus tierras a que se curasen, los cuales se iban cuanto más podían durar, y cuando el mal les crecía o la comida les faltaba, echábanse en un monte o arroyo donde se acababan; yo los vide algunas veces y digo verdad.
Ved el escarnio de las leyes, y cuán llenas de iniquidad. Otra ley hobo que mandó que ninguna mujer preñada, que pasase de cuatro meses la preñez, no la enviasen a las minas, ni a hacer montones, sino que las tuviesen los españoles en sus estancias y se sirviesen dellas en las cosas de por casa, que son de poco trabajo, así como hacer pan y guisar de comer y desherbar. Véase qué crueldad e inhumanidad, que hasta cuatro meses pudiese trabajar la mujer preñada en las minas y hacer montones, que son trabajos para gigantes, como queda declarado, y que hasta que eche la criatura sirva en casa de hacer pan, que es no chico, sino grande trabajo, y mayor el desherbar las labranzas.

Cuando llegó a La Española en 1508, Las Casas declaró que había 60 000 personas en la isla, contando a los indios, de donde es posible concluir que entre 1494 y 1508 habían muerto más de tres millones de personas a causa de la guerra, la esclavitud y las minas.

Lo mismo que hizo Colón con los arahuacos de las Bahamas, hicieron Cortés con los aztecas de México, Pizarro con los Incas del Perú y los colonos ingleses de Virginia y Mssachusetts con los powhatanos y los pequot. Usaron las mismas tácticas y por los mismos motivos: la locura del oro, típica de los primeros Estados capitalistas europeos, el hambre de esclavos y de materias primas, destinados a pagar a los bonistas y accionistas de las expediciones, a financiar a las burocracia monárquicas de Europa occidental, a acicatear la nueva economía dineraria que surgía de las ruinas del feudalismo, en fin, a participar de lo que Marx denominó acumulación originaria. Fueron los violentos inicios de un intricado sistema que supo combinar la tecnología, los negocios, la política y la cultura para garantizar su dominio mundial durante los cinco siglos siguientes.

¿Qué tan seguros estamos de que todo lo destruido era inferior? ¿Quiénes eran esas personas que salieron de la playa y nadaron con regalos para Colón y su tripulación y que invitaron a Cortés y a Pizarro a cabalgar en sus campos? ¿Qué sacó el pueblo español de todas las muertes y la crueldad provocadas contra los indios de las Américas? En su libro, Columbus: His Enterprise, Hans Koning sintetiza bien la respuesta esta última pregunta:
Pues todo el oro y la plata robados y enviados a España no enriquecieron al pueblo español. Solo sirvió para otorgarles una ventaja a sus reyes en el equilibrio de fuerzas de la época, es decir, representó una oportunidad de contratar más mercenarios para sus guerras. Pero, en cualquier caso, fueron guerras perdidas, y lo único que quedó fue una inflación monstruosa, una población hambrienta, ricos más ricos, pobres más pobres y una clase campesina arruinada.

Así comenzó la historia de la invasión europea a los asentamientos indígenas de las Américas.

HOWARD ZINN

(1922-2010) Fue un importante historiador, escritor, dramaturgo y activista social estadounidense. El artículo que sigue es una adaptación de su reconocida obra, A People's History of the United States (traducido al castellano como La otra historia de los Estados Unidos).

https://jacobinlat.com/2021/10/12/el-verdadero-cristobal-colon/#:~:text=Col%C3%B3n%20era%20un%20comerciante%20de,una%20tripulaci%C3%B3n%20de%20treintainueve%20miembros.