Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

Mostrando entradas con la etiqueta Buenos Aires. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Buenos Aires. Mostrar todas las entradas

lunes, 4 de febrero de 2019

La frustrada primer fundación de Buenos Aires, Pueblos Originarios y Pedro de Mendoza


Buenos Aires poco después de su fundación por Pedro de Mendoza (dibujo del libro de Ulrico Schmidl, miembro de la expedición, 1536).

Surgimiento de la urbe y la relación con los aborígenes

El  3 de febrero de 1536, Pedro de Mendoza estableció sobre la margen austral del Río de la Plata, un puerto defendido por dos primitivos fuertes, al que llamó Santa María del Buen Ayre, apelativo de la Virgen de los marineros de la isla de Cerdeña. En este sitio se estableció junto con sus expedicionarios.

Apenas instalados, los españoles descubrieron una gran hueste de indios pampas querandíes, de al menos 3000 hombres, con los que intercambiaron obsequios y alimentos.

Pero a poco de llegar, los graves problemas comenzaron. El abuso del "trato" en sí y el maltrato de algunos españoles a los indígenas motivó que estos dejaran de alimentar el campamento. "Estos carendies traían a nuestro real y compartían con nosotros sus miserias de pescado y de carne por 14 días sin faltar más que uno en que no vinieron", tras lo cual Pedro de Mendoza envió a mensajeros que se extralimitaron según Ulrico Schmidl y fueron maltratados por los querandíes.

La falta de comida obligó al adelantado a enviar guarniciones en todas direcciones a buscar alimentos para paliar la hambruna, pero a esta altura las mismas fueron ignoradas u hostilizadas por distintas naciones indígenas. Deseoso de terminar con el problema, don Pedro envió una fuerza centrada en el cuerpo de 300 lansquenettes alemanes, comandado por su hermano Diego de Mendoza para atacar a los pampas. Ambos bandos se enfrentaron en el llamado "Combate de Corpus Christi", quizá el 15 de junio de 1536, cerca de la laguna de Rocha y del emplazamiento del actual partido de Esteban Echeverría de la provincia de Buenos Aires. En el enfrentamiento los indios mataron a unos treinta y cinco europeos, mientras estos según Ullrico Schmidl exterminaron "como mil" guerreros, cifra que se considera dudosa, entre otras cosas porque no tomaron ningún prisionero. Temporalmente los españoles intentaron operar las redes y pesquerías de los americanos.

Pero poco después de esta agresión los querandíes se agruparon con otras cuatro naciones, los chaná-timbú, los guaraníes y los charrúas, y comenzaron a hostilizar el poblado sitiándolo por tierra. A la enfermedad y la violencia la superó la inanición como causa de muerte entre los conquistadores. A finales de junio los indígenas reunieron un gran ejército, de 23 000 lanzas según relata el biógrafo de la expedición Ulrico Schmidl, entre querandíes, barenis o guaraníes, zechuruas o charrúas y zechanáis o chanás-diembús o timbús. Tras quemar las embarcaciones menores e incendiar los techos de algunas viviendas retrocedieron ante el fuego de los barcos artillados y se conformaron con asediar la plaza.

Ataque aborigen, huida a Buena Esperanza y repoblación.


Destrucción de la primera Buenos Aires por los aborígenes (obra de finales de 1598).

Finalmente, en diciembre de 1536 los querandíes consiguieron vulnerar definitivamente las defensas del poblado, penetrar en él e incendiarlo, provocando su destrucción total.

Pedro de Mendoza y algunos españoles consiguieron escapar a la matanza que siguió, y debieron encaminarse al norte para refugiarse en una zona de la actual provincia argentina de Santa Fe, en tierra de timbúes, posiblemente a unas cuantas leguas al sur de donde fuera fundado un fuerte años atrás por Sebastián Gaboto llamado Sancti Spiritus y refundado por Juan de Ayolas como Corpus Christi, en la confluencia con el río Carcarañá, tal vez en el pueblo y fuerte de Buena Esperanza: el expedicionario Ulrico Schmidl habla de 84 leguas de navegación (o sea unos 468 km, lo que nos pondría más hacia el norte, en la zona de la actual ciudad de Santa Fe).

Desde allí, Mendoza envió una pequeña partida al mando de su lugarteniente Juan de Ayolas hacia el norte, reconociendo las orillas del río. Ayolas, acosado por las pestes, el hambre y los continuos ataques de los indios, no pudo hacer mucho con la tarea encomendada y a duras penas regresó al poblado timbú.

Mendoza, descorazonado por las malas noticias de su hombre de confianza, y sintiéndose enfermo y desanimado, delegó el mando del fuerte a Francisco Ruiz Galán hasta que Ayolas regresara y decidió embarcarse rumbo a España el 22 de abril de 1537.

Fallecimiento en alta mar

Ya muy enfermo de sífilis, el adelantado Pedro de Mendoza murió en alta mar durante su viaje de regreso a España, en el océano Atlántico cerca de las islas Canarias, el 23 de junio de 1537. Su cuerpo sería arrojado al mar.

Abandono e incendio de la primara ciudad de Buenos Aires

Buenos Aires intentó ser reconstruida con posterioridad, luego de zarpar Mendoza hacia España, pero finalmente fue despoblada e incendiada por sus 350 habitantes a finales de junio de 1541, decidiendo marcharse hacia el norte a la ciudad de Asunción, fundada por el capitán Juan de Salazar el día de la Asunción de la Virgen en la locación de Lambaré, localidad de los llamados Carios o Guaraníes.


Fuente : Wikipedia

viernes, 1 de febrero de 2019

66 paraguayos fundaron la verdadera ciudad de Buenos Aires


Hace pocos años se conmemoró el cuarto aniversario de la fundación de Buenos Aires por Pedro de Mendoza.
 
Pero nos apuramos demasiado. El ansia de grabar nuestros nombres en el obelisco, nos hizo olvidar, que la verdadera, la auténtica, la única y eterna fundación legal de Buenos Aires fue la Juan de Garay. La otra fue un ensayo…

De modo, pues, que el 11 de junio de 1982 Buenos Aires podrá festejar sus cuatro siglos de vida luminosa, fecundada, directriz: La obra de Garay…

Un día oí decir al general Garmendia:

Benditos sean aquellos sesenta y seis paraguayos que en 1580 fundaron con cuatro vaquitas y un toro, esta enorme ciudad de Buenos Aires.

En efecto. Aquellos sesenta y seis heroicos compañeros de Juan de Garay, hombres y mujeres realizaron una hazaña que hoy se pierde en el murmullo de los autos y entre las cumbres de los rascacielos. Contemplando las tres dimensiones de la ciudad monstruosa, nos parece imposible que un puñado tan exiguo de seres humanos haya sido capaz de soñar este sueño.

BUENOS AIRES

La hazaña adquiere doble excelsitud si se considera el fracaso anterior de Pedro de Mendoza, que en 1536 fundó la Boca del Riachuelo, pues fue allí donde instaló su rancherío, arrasado 5 años después por azote de los indios y, sobre todo, abandonado por orden de Alonso de Cabrera, que exigió el desalojo absoluto del lugar.

Los habitantes, obligados al éxodo, dejaron con melancolía la tierra que a fuerza de labor empezaba a dar fruto, tuvieron que embarcarse con rumbo al Paraguay, llevándose sus bienes. Antes de partir incendiaron todo aquello que los querandíes no quisieron quemar.

– “Nos llevamos todo”- dijo uno de ellos- a excepción de los ríos y las estrellas”.

Se explica que la ciudad fundada por Mendoza, haya tenido ese fin tan dramático… Fue un cálculo mal hecho por Mendoza. Creada para servir transitoriamente, como refugio a los navíos que iban o venían del Paraguay, era una factoría. No nació inspirada en ningún alto pensamiento de porvenir, ni al amparo de ninguna belleza idealista. Mendoza no era un romántico como Juan de Garay. Era un viajante de comercio muy digno de respeto, que fundó la ciudad como los agentes de una gasolinera van instalando surtidores de combustible. Garay en cambio, al fundar Buenos Aires, la fundó ya futura.

Hallándose en la Asunción, en enero de 1580, Garay lanzó un bando anunciando que iba a fundar en el río de Solís una ciudad grandiosa, siempre que encontrase hombres y mujeres de ánimo aguerrido que quisieran soportar con él las penurias gloriosas de su gran disparate. Se necesitaba estar loco para meterse en la boca del lobo.

– Es mi noble deseo – afirmó- fundar una ciudad que no puedan deshacerla los hombres. Una ciudad que sea “Puerto de tierra”.

Frase estupenda, éuscara, española, varonil, quijotesca, guaranítica, gaucha y compadrona en la que transluce -antes de nacer- el alma popular de Buenos Aires ¡Frase que conmovió sin duda, a los sesenta y seis paraguayos - hijos e hijas- que se aprestaron a la odisea.

“En dos pequeños bergantines y algunas canoas -según cuenta la historia- la expedición comenzó a salir de la Asunción en febrero de 1580. Una parte de la gente -la que conducía los ganados- emprendió su camino por tierra a través de los montes, a pie y a caballo, luchando con las fieras y con las sabandijas”.

Admirable desfile de caminadores de la Biblia. Es fácil imaginarse la tragedia cinematográfica de aquel arriesgado y loco núcleo de titanes. Muchos llevaban al hombro las herramientas con que iban a construir su choza en la Ciudad Futura. Muchos llevaban en la escarcela de su cinturón las semillas de trigo que iban a sembrar en torno a su rancho. Así con la entereza de la juventud llegaron, por fin, al sitio donde está nuestra Plaza de Mayo. Y el 11 de Junio de 1580 Juan de Garay, rodeado de sesenta y seis conquistadores paraguayos fundó solemnemente la ciudad.

LA FUNDÓ YA FUTURA

Basta ver su croquis. En la mano que guió la péñola sobre el pergamino catastral se presiente al hombre de visión telescópica y profética. Qué diferencia con el fundador de 1536, Pedro de Mendoza construye un fuerte y lo circunda de murallas. Amontona, sin nociones elementales de urbanidad, a todos los pobladores dentro de las murallas, en ranchitos de paja. Se olvida, mejor dicho, no piensa en las calles ni caminos. No le preocupan los tiempos venideros. Qué le importa que Buenos Aires viva diez mil años o sesenta minutos? En el dibujo clásico de Schmidel, puede apreciarse la temporada de la construcción.

La forma poliédrica de la muralla no es más que una simple defensa medieval, improvisada para la guerra y no para el regreso. La piedra fundamental de la ciudad fundada por Mendoza es una horca.

En cambio Juan de Garay, funda la suya con altivez, sin miedo, sin premura, a la manera suave de quien traza un jardín. No construye murallas. No instaura el cadalso o “árbol de la justicia”. Planeada la ciudad cubista del porvenir, indiferente a la indiada que acecha a los sesenta y seis paraguayos con el asombro de los salvajes dominados por el violín maravilloso de Francisco Solano.

– Cuánto sois- pregunta Juan de Garay.

– Sesenta y seis entre hombres y mujeres.

Y como si se hubiera vuelto loco, dibuja la ciudad con espacio para tres millones de habitantes.

(En 1580 sueña en la realidad de 1940).

En su magno delirio de grandeza, Garay divide la planta urbana de Buenos Aires en 250 manzanas, a fin de que tenga, a cada lado exactamente 140 varas, separadas por calles de 11 varas de anchura. Enseguida secciona cada manzana en cuatro lotes o solares, entregando uno a cada poblador. Fuera del ejido subdivide las chacras, las quintas y las estancias para los fundadores.

Nombra las autoridades. Elige como patrono a San Martín Obispo, como si hubiera previsto al otro patrono: San Martín, general.

Y satisfecho de su obra, se acuesta a dormir para siempre. (Dormido lo matan los indios en el Baradero.)

Quizá mientras dormía soñaba:

“Fundar una ciudad que no puedan deshacerla los hombres”

Los criollos debieron levantar en el corazón de Buenos Aires, un monolito que dijera: “Sesenta y seis paraguayos”. Homenaje al Paraguay que nos legó su sangre.

Escrito por: JUAN JOSÉ DE SOIZA Y REILLY.

Fuente: Paraguay Péichante