Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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miércoles, 11 de enero de 2017

La Leyenda de la Flor del Amancay – Leyenda Mapuche



Mira el amor con los ojos del corazón. ~ Rumi

Así con estas palabras comienza este relato, quizás por el vuelo del Cóndor que vuela libre en lo alto de la Cordillera de los Andes. Lo inhóspito del lugar, la lejanía, los colores y vibraciones, hacen que el corazón pueda ver y hacer que el alma viaje hasta el infinito, allí a donde está el amor…

La cordillera, un pueblo en la montaña, aguas de deshielo que llegan de las altas cumbres…, el silencio que se rompe por el silbido del viento cordillerano y el vuelo del Cóndor, todo hace que sea mágico, así como el vuelo del ave que vuela y con más envergadura entre sus alas de nuestro planeta.



Leyenda Mapuche - La flor del Amacay 

La Leyenda del Amancay (mapuche) dice que en Río Negro, en la zona del cerro Tronador (Ten-Ten Mahuida) vivía una joven india llamada Amancay que tenía un romance secreto con Quintral, el hijo del cacique. 

Un día el joven se enfermó gravemente, y para salvarlo Amancay decidió prepararle una infusión con una florque crecía en la cima del cerro Tronador.
Cuando llegó a la cima se encontró con el cóndor, que era un guardián o mensajero, y le comunicó que la flor podía ser entregada a cambio de su corazón. 
La joven aceptó el trato para salvar a su amado.
Entonces el cóndor entregó la flor y llevó entre sus patas el corazón hacia sus dominios.
Las gotas de sangre fueron tiñiendo el camino, y por allí floreció una flor que se llamó Amancay.
Por eso se dice hoy en día que quien regala la flor de Amancay entrega su corazón.

Fotografia> Silvia Peralta


sábado, 4 de abril de 2015

Las Termas de Copahue – Leyenda Mapuche

Hace mucho tiempo, entre los mapuches que vivían cerca de la Cordillera del Viento, al norte de Neuquén, hubo un cacique llamado Copahue. Cuentan que hizo muchas guerras, pero que su batalla más terrible la libró solo y por amor. 

Una tarde, Copahue volvía de Chile con sus hombres. Ya estaban bien entrados en el paso cuando el viento, que los había acompañado desde el momento de iniciar el cruce, empezó a soplar más fuerte. En un rato más se convirtió en huracán: corría desatado, loco , por las quebradas, levantando el polvo, arrastrando las piedras, empujando peligrosamente ladera abajo grandes rocas. 

La expedición se empecinaba por el camino: cada hombre avanzaba como podía , con la cabeza gacha, los ojos medio ciegos y las orejas heladas, mientras los perros se detenían, aullaban y , sin encontrar otro refugio, volvían corriendo junto a sus amos. Hasta que un derrumbe los dispersó. 
Las termas de Copahue. Ilustración: Pablo De Bella
El viento se había calmado y Copahue, herido por los proyectiles, ahora caminaba solo, buscando orientarse en la semioscuridad del crepúsculo. De pronto vio en una altura un resplandor aislado, la curva de un toldo iluminado por el fuego. Hasta allí subió Copahue con dificultad, pero sus penurias parecieron esfumarse en cuanto levantó el cuero de la entrada. Sentada sobre las pantorrillas ante la hoguera, una mujer hermosa lo miraba entrar. Sin sorprenderse, le dijo : 

-Podés entrar, Copahue, yo soy Pirepillán. 

Pirepillán curó al cacique, le convidó miel de shiumén y después, mientras Copahue terminaba su muschay, le vaticinó: 

-Antes de que te vayas, quiero decirte algo: sin duda llegarás a ser el más poderoso de los mapuches, pero eso mismo te costará la vida.

Entonces Pirepillán levantó el cuero y Copahue se fue, confundido, pensando en la gloria que llegaría, sin saber que se había enamorado de la hija de la montaña, el hada de la nieve. 

Poco tiempo después Copahue fue, efectivamente, el cacique más rico y poderoso. Los negocios y las guerras lo hicieron señor de todos los mapuches, desde el Domuyo al Lanín. Cuando entraba en los valles al frente de su ejército, todo coraje y decisión, había muchos que lo creían invencible, y se pasaban de su lado. 

Pero Copahue, sobre todo después de las batallas, extrañaba a Pirepillán, que no era como ninguna de las mujeres que había querido. Y su recuerdo estaba siempre allí.

Un día oyó contar a un mapuche del norte que el hada de la nieve estaba presa en la cumbre del volcán Domuyo, se decía que un tigre feroz y un monstruoso cóndor de dos cabezas no dejaban que nadie se le acercara. Con todo el estusiasmo que da el amor, se apuró a preparar la expedición. Todos los machis desaprobaron la empresa y le dieron sus razones a Copahue:

indudablemente todo era obra de un hechizo, y para vencerlo era necesario un talismán especial, más valioso que el oro, más fuerte que el poder.

Copahue se despidió de sus hombres al pie del Domuyo y comenzó a subir solo. Copahue estuvo a punto de abismarse muchas veces, arrastrado por un viento bramante, y aguantó los derrumbes aferrado como podía a las rocas cubiertas de hielo. Ya cerca de la cumbre pensó que la empresa era imposible , tenían razón sus consejeros, y por primera vez se sintió vencido, solo, desesperado.

Las termas de Copahue. Ilustración: Pablo De Bella
Entonces rogó a Nguenechen, no había terminado su oración cuando vio el soñado resplandor brotando de una grieta. No alcanzó a ver a Pirepillán porque un puma colorado, enorme y furioso, se le abalanzó. Pero Copahue era rápido, y de un golpe tremendo de su lanza mandó al animal montaña abajo.

-Por fin llegaste, Copahue- dijo Pirepillán tendiéndole la mano. Copahue le retuvo y se agachó para abrazarla, pero un cóndor arremetió contra ellos, tirando doblemente picotazas, clavándoles la mirada fría de sus cuatro ojos. Entonces Copahue levantó su pequeño cuchillo y de dos blandazos cercenó la cabeza del pájaro, que suavemente acarició las rocas con sus alas inertes y cayó muerto a sus pies. 

Ahora sí se abrazaron Copahue y Pirepillán , y comenzaron a bajar juntos el volcán. 

-Yo sé el camino - dijo Peirepillán, y guió a su salvador por una pendiente accesible, empedrada de oro. 

Copahue no podía creer lo que veía: 
-Era verdad !- gritaba- Es el famoso tesoro del Domuyo!-
 Y ya se agachaba a recoger las pepitas que iba pisando.
-No subiste hasta acá por el oro- dijo deteniéndolo, seria, Pirepillán.

El tesoro siempre fue de la montaña. ¿Quién sabe lo que podría ocurrirnos? Vamos, ya estamos juntos, no precisamos más que eso .

Y Copahue se dejó llevar, dejando atrás el camino reluciente. 

Copahue condujo a Pirepillán con su gente y vivieron muchos años como marido y mujer. Pero su pueblo nunca aceptó a la extranjera, nunca quiso a la hija de la montaña, la que había alejado al cacique de los suyos, la que se había llevado a Copahue más allá de la Cordillera del Viento y lo había devuelto sin deseos de gloria, sin ánimos de guerra. Y cuando los de Chillimapu los derrotaron y mataron a Copahue en una batalla, el odio contra Pirepillán se desató. 

Una noche la fueron a buscar hasta su toldo, siempre nimbado de esa luz inexplicable. Se la llevaron a los empujones y a los golpes, insultada, en medio del griterío y el humo de las hogueras, hasta el extremo del valle, allí donde comienza la ladera. Condenada a morir, mirando con horror las lanzas que pronto arremeterían contra ella, Pirepillán llamó con todas sus fuerzas al muerto que una vez la había salvado:

- Copaaaahueeeeee! copaaaaa hueeee! 

El grito pareció enfurecer todavía más a los mapuches, que se apuraron a derribarla e hicieron brotar la sangre transparente del hada de la nieve. Y en el lugar de su muerte, al pie de la montaña, siguió corriendo para siempre su cuerpo deshecho en agua sanadora.

Fuentes: 
-Fragmentos de Leyendas de la Patagonia , Julia Saltzmann, Editorial Planeta. 

-Interpatagonia.com

sábado, 17 de enero de 2015

Las lágrimas de la luna – Leyenda Mapuche

Un día, Nguenechén, señor del Universo, ordenó que Antú (dios del Sol) y Puyén (diosa de la luna) se conviertiesen en marido y mujer y gobernaran la Tierra en su nombre.

A partir de ese momento, el Sol y la Luna recorrieron el espacio juntos, derramando luz y dones sobre todos los hombres. Con el paso del tiempo. Antú se volvió menos cariñoso y paciente. Puyén no tardó en hacerle sentir su queja y él, por toda respuesta le dio una terrible bofetada.

Entonces la luna lloró desconsoladamente, y tan ardientes fueron sus lágrimas que al caer sobre la tierra, se convirtieron en las infinitas vetas de plata que el pueblo mapuche no tardó en conservar transformadas en hermosas joyas consagradas a la Madre Luna.


Desde entonces, el matrimonio de dioses no volvió a compartir el cielo. Por eso Antú alumbra la Tierra durante el día, en tanto que Puyén sólo se deja ver en la noche, cuando su esposo descansa y ella puede pasearse a gusto iluminando ríos y montañas.

Su rostro muestra todavía las cicatrices de aquellos golpes y el copioso llanto de aquél día, convertido en plata, es para los mapuches el símbolo femenino por excelencia.


Fuente: Sacerdotisa de Fuego.


jueves, 6 de septiembre de 2012

Leyenda Mapuche del Origen del Hombre y la Mujer: Domo y Lituche.

Hace infinidad de lluvias, en el mundo no había más que un espíritu que habitaba en el cielo. Solo él podía hacer la vida. Así decidió comenzar su obra cualquier día.

Aburrido un día de tanta quietud decidió crear a una criatura vivaz e imaginativa, a la cual llamó “Hijo”, porque mucho le quiso desde el comienzo. Luego muy contento lo lanzó a la tierra.

Tan entusiasmado estaba que el impulso fue tan fuerte que se golpeó duramente al caer. Su madre desesperada quiso verlo y abrió una ventana en el cielo. Esa ventana es Kuyén, la luna, y desde entonces vigila el sueño de los hombres.

El gran espíritu quiso también seguir los primeros pasos de su hijo. Para mirarlo abrió un gran hueco redondo en el cielo. Esa ventana es Antú, el sol y su misión es desde entonces calentar a los hombres y alentar la vida cada día.
Así todo ser viviente lo reconoce y saluda con amor y respeto. También es llamado padre sol.

Domo y Lituche

Pero en la tierra el hijo del gran espíritu se sentía terriblemente solo. Nada había, nadie con quién conversar. Cada vez más triste miró al cielo y dijo: ¿Padre, porqué he de estar solo?
En realidad necesita una compañera -dijo Ngnechén, el espíritu progenitor.

Pronto le enviaron desde lo alto una mujer de suave cuerpo y muy graciosa, la que cayó sin hacerse daño cerca del primer hombre. Ella estaba desnuda y tuvo mucho frío. Para no morir helada echó a caminar y sucedió que a cada paso suyo crecía la hierba, y cuando cantó, de su boca insectos y mariposas salían a raudales y pronto llegó a Lituche el armónico sonido de la fauna.

Cuando uno estuvo frente al otro, dijo ella: – Qué hermoso eres. ¿Cómo he de llamarte?. Yo soy Lituche, el hombre del comienzo. Yo soy Domo la mujer, estaremos juntos y haremos florecer la vida amándonos -dijo ella-. Así debe ser, juntos llenaremos el vacío de la tierra -dijo Lituche.
Mientras la primera mujer y el primer hombre construían su hogar, al cual llamaron ruka, el cielo se llenó de nuevos espíritus. Estos traviesos Cherruves eran torbellinos muy temidos por la tribu.

Lituche pronto aprendió que los frutos del pewén eran su mejor alimento y con ellos hizo panes y esperó tranquilo el invierno.
Domo cortó la lana de una oveja, luego con las dos manos, frotando y moviéndolas una contra otra hizo un hilo grueso. Después en cuatro palos grandes enrolló la hebra y comenzó a cruzarlas. Desde entonces hacen así sus tejidos en colores naturales, teñidos con raíces.

Cuando los hijos de Domo y Lituche se multiplicaron, ocuparon el territorio de mar a cordillera. Luego hubo un gran cataclismo, las aguas del mar comenzaron a subir guiadas por la serpiente Kai-Kai.
La cordillera se elevó más y más porque en ella habitaba Tren-Tren la culebra de la tierra y así defendía a los hombres de la ira de Kai-Kai. Cuando las aguas se calmaron, comenzaron a bajar los sobrevivientes de los cerros. Desde entonces se les conoce como “Hombres de la tierra” o Mapuches.


Fuentes:
*Libro: “Monitores Culturas Originarias”. Área Culturas Originarias. División de Cultura. Mineduc.
*mentescuriosas.es.