Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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domingo, 17 de noviembre de 2024

Los dos últimos hablantes de chaná, una lengua que se mantuvo en secreto 200 años



Historia de Mariana Otero.
Evangelina Jaime, de 47 años, todavía no cae en la cuenta de lo que significa ser una adá oyendén o mujer guardiana de la memoria, alguien que preserva el conocimiento de toda una comunidad. Es descendiente de chaná, un pueblo indígena que habitó durante siglos a la vera del río Paraná, el segundo más largo de Sudamérica, en la provincia argentina de Entre Ríos, y también en Buenos Aires, Santa Fe, y en una porción de Uruguay. “Lo tomo con naturalidad. Lo hago desde el compromiso con mi familia; no porque es algo importante”, le dice a América Futura a orillas del imponente río, en la calle de los Pescadores del Paraná de Puerto Sánchez.
Evangelina o en chaná Uvaé ug Áratá, “luz de luna” es la heredera del legado que desde hace una década le transmite su padre, Blas Jaime o en chaná Agó acoé inó, literalmente “perro sin dueño”, de 90 años. Blas lleva dos décadas intentando resucitar la lengua de sus ancestros que se creía muerta porque se mantuvo en secreto 200 años. En la austera cocina de su casa en las cercanías de la ciudad de Paraná, Blas saluda en su idioma de sonidos guturales que brotan desde la garganta casi sin mover los labios, como lo hacen los ventrílocuos.
“Njarúg” dice, dando la bienvenida mientras alza las dos manos que muestran las palmas de líneas profundas. Así lo hacían sus antepasados en una muestra de amistad: significa que no tienen ninguna clase de armas. “Cuando se daba por perdido el idioma, aparecí yo”, resume Blas, a modo de presentación. Su madre, Ederlinda ‘Morocha’ Yelón, comenzó el traspaso de los saberes cuando su hijo apenas tenía 12 años y continuó hasta cerca de los 25.
Lo hizo igual que su mamá, que lo aprendió de su abuela que lo heredó, a su vez, de su bisabuela en una cadena de transmisión oral para


guardar la memoria. Las mujeres tenían el saber en este pueblo silencioso y guerrero acostumbrado a soportar el dolor sin derramar lágrimas.
Las tres hijas de Morocha murieron de tifus. Por eso, rompiendo todas las reglas, le pidió a su hijo varón que aprendiera, para que la cultura no se fuera con ella de este mundo. Le dijo que atesorara sus conocimientos en silencio hasta que encontrara la señal que indicara el momento de hablar. Era un chico juicioso y con autoridad”, asegura el hombre que dice tener el don de sanar. Está escrito en su piel: tiene una cruz blanca en el paladar y otra en el bajo vientre, igual que Evangelina, unas marcas de nacimiento que, dicen, da el poder de sanación a quienes las tienen.
Cuando Blas cumplió 70 años, ya retirado de la vida laboral como predicador mormón, le comentó su origen chaná a una descendiente de indígena que pensó que su pueblo ya no existía, a lo que le respondió: “Yo sí existo”. Lo invitaron a disertar en una escuela y después en otra y otra más. Era la señal de la que le había hablado su madre; era el tiempo de alzar la voz. Para entonces, la Unesco había inscrito el chaná como una lengua extinta en su Atlas de Lenguas del Mundo. “Cuando dejé de trabajar y vi que no había tanta persecución, hablé. La lengua es la identidad de un pueblo”, asegura.
Muchos no le creían. Jaime salió en la búsqueda de otros chanás con la ilusión de rearmar una comunidad parecida a la de 2000 años atrás. Pero no encontró a nadie más. Según el Censo Nacional de Población 2022, 1.306.760 argentinos se reconocen como aborígenes. La cifra representa el 2,9% de la población del país. En el Registro Nacional de Comunidades Indígenas, figuran 34 pueblos originarios, pero ni rastro de los chaná.

Resucitar la lengua

Cuando Blas comenzó a hablar, no paró más; estaba empeñado en revivir la lengua y en situar a su pueblo en el mapa. Junto con su hija emprendió la artesanal tarea de poner por escrito la lengua oral que recordaba. “Empezamos a anotar. Él me decía una palabra y el significado y lo iba poniendo por orden alfabético”, cuenta la hija de Jaime. Sin darse cuenta se convirtió en una archivista de la lengua chaná. Así empezó a gestarse un diccionario de mil palabras que Evangelina ya está ampliando. Todavía guarda en una caja de cartón los viejos originales de puño y letra firmados por Blas.
Para ello, Jaime contó con la ayuda del lingüista Pedro Viegas Barros, especializado en lenguas originarias latinoamericanas e investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), quien se entusiasmó con el rescate de la lengua perdida. Su tarea fue corroborar si se trataba de una lengua originaria y no de un dialecto o una deformación de otro idioma o un invento.
Relacionó los vocablos que había recopilado Jaime con el único antecedente conocido de la lengua, el compendio de 1815 del sacerdote y naturalista uruguayo Dámaso Larrañaga, que entrevistó a tres ancianos chanás en Uruguay. La investigación de Viegas Barros sobre morfosintaxis, fonética, fonología y gramática tuvieron amplia divulgación y aceptación en el mundo académico. “Pedro Viegas Barros dice que es imposible inventar un idioma tan complejo, en el que una palabra significa muchas cosas”, apunta Evangelina. Recopilaron vocablos, expresiones, leyendas y hasta recorrieron el río Paraná buscando, en vano, a otros descendientes que conocieran la lengua. El diccionario se publicó en 2013.
“Blas Jaime es considerado una figura clave por la Unesco debido a su rol en la conservación de esta lengua indígena de Argentina y Uruguay”, indica Ernesto Fernández Polcuch, director de la oficina regional de la Unesco en Montevideo y representante ante Argentina. El organismo de las Naciones Unidas lo declaró como el último chaná parlante. Según los últimos datos de ese organismo, en 2016 el 40% de las lenguas del mundo -más de 2600- estaban en peligro de desaparecer por ser habladas por una cantidad reducida de personas.
En el mundo, la situación de las lenguas indígenas también es crítico: actualmente sobreviven unas 400. En áreas muy extensas de América del Sur se han extinguido casi todas y las que perduran cuentan con pocos hablantes. El lingüista Enrique Doerflinger, profesor de la Universidad Nacional de Córdoba y en la Universidad Nacional de Villa María y especialista en quechua, explica que hay unas 15 lenguas indígenas sobrevivientes con cierta vitalidad y una cantidad de hablantes significativa en Argentina. “Cuando llegaron los españoles se estima que en el territorio había entre 35 y 40 lenguas. Desapareció un 50%”, indica.
El silencio
Primero la conquista y, después, la persecución, discriminación y el desprecio provocaron el mutismo del pueblo chaná que lo llevó a desaparecer de la conciencia pública. “No tenemos a quién preguntarle nada ahora. O están silenciados o se cierran a hablar porque está en el ADN callarse. Ya era un pueblo silencioso y luego lo silenciaron del todo”, afirma Evangelina.
De hecho, la historia empezó así, callando. “El silencio hizo daño, al punto de que muchos se olvidaron de quiénes eran”, agrega. Y explica que hubo un tiempo en el que a los chicos les cortaban la punta de la lengua o les pinchaban un ojo si hablaban en chaná.

Blas recuerda que a los 7 años escuchó a su maestra referirse a unos niños como “los indios de las barrancas de Nogoya”, una ciudad entrerriana, que eran “como animales”. Él no tardó mucho en irse de allí. A los 10 años, abandonó la escuela.
Evangelina, por su parte, vivió su propio calvario. En la secundaria, un profesor aseguró que los chanás no existían. Ella dijo que era descendiente de ese pueblo indígena. “Me preguntó si estaba segura y yo le conté sobre mi abuela. Me dijo que era imposible. Me callé”, recuerda. Su testimonio le causó problemas: sufrió acoso escolar, la llamaban “india” y “negra”. “Cuando mi papá me preguntó si quería aprender la cultura le dije que no. Yo estaba viviendo ese proceso de discriminación, aunque mi familia no lo sabía. No quise saber nada con el pasado chaná”, se explaya.
Pasaron décadas hasta que Evangelina se reconcilió con su estirpe indígena y buceó en su identidad. Cuando nació su hijo, hoy de 23 años, aceptó la antigua oferta de su padre de aprender la lengua, de empaparse de la cultura y de convertirse de a poco en la “guardiana de la memoria”, como habría querido su abuela Morocha. “Quedarse en el olvido es como no existir, se pierde el conocimiento”, dice.
La confirmación completa de sus raíces llegó con los resultados del ADN de Blas, que participó en 2017 del estudio mundial del genoma mitocondrial ancestral que se realizó entre personas que dicen ser indígenas. “Soy de sangre pura”, dice Blas en relación a los análisis. El estudio, analizado y publicado por el Instituto de Ciencias Antropológicas de la Universidad de Buenos Aires, determinó un posible vínculo de los chaná con indígenas kayapós, en Brasil. “No tenemos sangre africana ni europea”, apunta Evangelina, que lloró de emoción cuando conoció los resultados.
Hablar para vivir
La primera noticia sobre el último hablante chaná la publicó el periodista Daniel Fiorotto en 2005, lo que generó el interés del lingüista Viegas Barros. A partir de entonces, Jaime tuvo su momento de fama. Pasó a ser requerido por la prensa, se hicieron documentales, disertó en una charla TED y hasta le puso voz a un dibujo animado sobre el pueblo chaná. “La noticia llegó a Europa y Estados Unidos”, asegura.
También comenzó a dar clases de chaná en el Museo Antropológico de Paraná, pero nunca había sido profesor y necesitó de la ayuda de su hija. “Dejé que él hiciera, aprendía con él. Tomaba clases como todos los alumnos y después iba a mi casa y seguía reforzando”, relata Evangelina. En ese proceso, iba entendiendo a su familia.
Hoy ella enseña por internet a universitarios, escritores y aficionados de todo el mundo. “Los alumnos entablan una conversación, pero es imposible conocer a fondo todo. Yo llevo diez años aprendiendo”, concluye Evangelina que dice que, mientras viva, seguirá enseñando. La difusión es un compromiso consigo misma y con su abuela. No quiere que el chaná siga siendo el pueblo silencioso.
Fuente https://www.msn.com/.../los-dos-%C3.../ar-AA1udOne...
#efemerides #cultura
Compartido por Enrique Hopman

martes, 29 de enero de 2019

La historia de Don Blas, el último hablante de chaná

Hacia el horizonte. El último hablante chaná, Blas Wilfredo Omar Jaime, en la orilla del río Paraná. Imagen de la película Lantéc Chaná. FOTO: GENTILEZA MARINA ZEISING.

En Paraná vive la única persona que maneja esta lengua. Para que no se extinga este idioma, vinculado al charrúa, diputados entrerrianos quieren difundir su estudio a través de un proyecto de ley.

Según la Unesco, en los últimos diez años han desaparecido más de cien lenguas; otras cuatrocientas están en situación crítica, y 51 son habladas por una sola persona. En Argentina éste es el caso del entrerriano Blas Wilfredo Omar Jaime, el último hablante chaná. Y si bien esta lengua se transmite de mujer a mujer, él empezó a dar clases para difundirla y que no se pierda. En apoyo a esta iniciativa, desde los legisladores del bloque de Cambiemos de la provincia de Entre Ríos, se busca declarar la emergencia en materia cultural y lingüística del idioma originario chaná, y del charrúa, a través de un proyecto de ley que ya tiene despacho a favor.

Nociones. El sociólogo Omar Argüello evoca a Theodor W. Adorno para explicar la importancia del idioma. “Las sociedades humanas no son solo un conjunto de personas que comparten un espacio común; su característica esencial es que interactúan entre ellas. Sin esa interacción no hay sociedad. Y para esa interacción se sirven de diferentes lenguajes”, detalla. “El verbal es el más usado para transmitir las pautas culturales del grupo a los que van naciendo, así como para dejar sus enseñanzas para las generaciones futuras. La cultura, en sentido antropológico, es lo que da identidad a una sociedad o pueblo, y ella se crea y se transmite con gestos, objetos y sobre todo, con palabras”, agrega.

Definiciones. La directora de la Escuela de Lenguas Modernas de la Universidad del Salvador (USAL), Paula Ortiz, explica que se habla de extinción de una lengua cuando se hace referencia a que ha habido un proceso de sustitución o de evolución lingüística, en la que sus hablantes han dejado de utilizarla para expresarse en otra lengua, o a que se han extinguido todos sus hablantes.

“En nuestra región, las lenguas originarias se vieron afectadas por la conquista española, en la que la fuerte influencia cultural hispánica hizo que el número de sus hablantes (como lengua materna) fuera disminuyendo hasta, en algunos casos, desaparecer. Sin embargo, puede ser posible revivir esas lenguas extinguidas, apelando a la existencia de documentación adecuada y con la colaboración de la comunidad étnica sobreviviente”, dice.

Ortiz refuerza la idea: “la extinción de una lengua se produce cuando ya no se habla en ninguna comunidad ni constituye la lengua materna de ningún individuo (no es la primera lengua que los niños aprenden en sus hogares). Sin embargo, algunos idiomas pueden permanecer como segunda lengua aunque ya no existan hablantes que la adquieran como lengua materna. Pero en estos casos, no evolucionan ni se desarrollan como las lenguas que permanecen vivas”.

Así también Paula Ortiz aclara que no se le da la misma importancia de la lengua en los pueblos originarios que en otros idiomas. “En nuestro país, existen lenguas indígenas con muy diferentes grados de vitalidad y, en estos casos, el término lengua materna puede también atribuirse a la lengua que es patrimonio de un determinado grupo etnolingüístico y no a sus hablantes. La antropología lingüística y la sociolingüística estudian estas pérdidas irreparables para el patrimonio lingüístico. Lamentablemente, al igual que otros aspectos de estudio de las culturas de los pueblos originarios, no reciben la misma atención que aquellas en los que se insertan otros idiomas”.

El Estado. Para Argüello se planea un problema cuando un pueblo originario es “invadido” por el avance de otra cultura que ofrece mayores adelantos tanto para la producción de bienes y servicios, como para la extensión de la vida misma. Otras culturas que traen su propio lenguaje. “¿Qué hacer entonces con esa lengua tan propia del pueblo originario? Una pregunta tanto para las autoridades que deben garantizar los derechos humanos básicos de todos sus habitantes; y también para los integrantes de ese grupo originario. Las autoridades deben dictar todas las leyes y ordenanzas que sirvan para reconocer el uso legítimo de esa lengua por parte de sus actuales integrantes, como
también garantizar la supervivencia de esa cultura y de esa lengua como un aporte al conocimiento de la cultura humana general”, sostiene. En el caso de la provincia de Entre Ríos, Gabriela Lena, diputada provincial de la UCR en Cambiemos, asegura a PERFIL que “hace rato que venimos trabajando con el rescate de la cultura y de las tradiciones”.

A partir de diferentes investigaciones, se detectó que “del idioma chaná quedó una sola persona que ya está mayor y de la lengua charrúa no encontramos a nadie que la hable de manera corrida. Al norte de la provincia se usan algunos términos aislados, pero nadie que sepa y pueda hablarlo”, cuenta.

La idea es que se declare emergencia lingüística y que la provincia, a través de la imprenta oficial,
imprima algunos libros en charrúa y chaná para no perder estas lenguas. También que los docentes hagan cursos con puntaje para que se repitan algunas palabras y que en las radios públicas haya microespacios donde se divulgue la lengua. “Es lo que estamos pidiendo para no perder los idiomas originarios, como tantos que ya se perdieron” sintetiza Lena.
‘Lantéc Chaná’

Por Marina Zeising*

Concibo al cine como un lenguaje expresivo para visibilizar aquello que ignoramos o silenciamos. El cine como un puente que hace foco en pequeñas grandes historias. La parte por el todo como figura retórica, que nos interpele como individuos y como sociedad para construir un mundo más justo e inclusivo. A partir de un artículo de diario conocí a Blas Jaime. Investigué quiénes eran los chanás y me encontré con muy pocos datos. Decidí ir a conocerlo y contar su historia en Lantéc Chaná (traducción: el hablar la lengua chaná). Supe así de sus conocimientos de la lengua, que ya estaba validada por el lingüista e investigador del Conicet Pedro Vegas Barrios, y que reconocido por la Unesco como último chaná parlante. Blas Jaime es el caso testigo de la resistencia, de que una lengua no se extingue por devenir natural de la vida sino porque hubo un sistema represivo que impidió que esa lengua se siga expandiendo, oprimiendo a nuestros pueblos nativos previos a la Colonia.

*Cineasta. Productora y directora del documental Lantéc Chaná.
Nación plurilingüe

Por Roberto Villarruel*

La Argentina es una nación plurilingüe con más de 15 lenguas originarias sobrevivientes, con diferentes grados de extensión y cantidad de hablantes. En las últimas décadas la visibilización y legitimación de los pueblos originarios ha crecido, y con ello el interés por conocer sus lenguas y culturas.

La tendencia tiene varias vertientes: jóvenes descendientes o integrantes de comunidades originarias; personas motivadas por el interés académico, cultural o en terapias alternativas; intereses medioambientalistas, contraculturales o políticos; funcionarios, técnicos y empleados de empresas privadas o instituciones, por necesidades de gestión.

En el CUI se dictan talleres y cursos de Quechua, Guaraní, Mapuche, Tehuelche, Toba-Qom y Wichí, en los que se propone la comprensión y uso de la lengua y el conocimiento de la cultura, historia y realidad de nuestros pueblos originarios.

*Director del Centro Universitario de Idiomas, UBA.

Fuente: https://www.perfil.com/noticias/elobservador/la-historia-de-don-blas-el-ultimo-hablante-de-chana.phtml

Fuentes: Indymedia Argentina - Silvina Marquez / Perfil - 29 de Enero de 2019

sábado, 23 de diciembre de 2017

La misión del último hablante chaná




Cómo se recuperó una lengua originaria de América gracias al encuentro entre un jubilado y un lingüista.


Blas Wilfredo Omar Jaime nació en El Pueblito, cerca de la ciudad de Nogoyá, Entre Ríos, en 1934. Cuando tenía 12 años su mamá le empezó a enseñar la lengua de sus antepasados: el chaná. Aunque no terminó la escuela primaria, Blas estudió el idioma rigurosamente hasta los 25 años. A fines de 2004, ya jubilado y con 70 años, quiso dar con otros hablantes del chaná en Entre Ríos pero se dio cuenta de que él era el último. Unos meses más tarde, el investigador de Conicet y lingüista Pedro Viegas Barros recibió cintas con las grabaciones de la voz de Blas. En cuanto pudo, viajó a visitarlo y corroboró que Blas, efectivamente, hablaba el chaná, una lengua que se consideraba extinta desde hacía 200 años.

En diálogo con PáginaI12, don Blas y Viegas Barros recordaron cómo salvaron el chaná, una de las 15 lenguas nativas que aún se hablan en Argentina, y que en 2013 fue plasmada en el libro y diccionario, “La lengua chaná, patrimonio cultural de Entre Ríos”, publicado por el Ministerio de Cultura y Comunicación de la provincia. La historia de don Blas, además, derivó en la realización de “Lantéc chaná”, un documental de Marina Zeising, estrenado el año pasado en Paraná y en agosto de este año en el porteño cine Gaumont.

“Yo no tenía la menor idea de cuántos hablantes de chaná había, pero pensaba que éramos muchos, por eso cuando me jubilé empecé a buscarlos. Busqué un tiempo y no encontré a nadie. Después fui a la radio de un amigo para que difundiera la búsqueda. Siguió sin aparecer nadie”, contó don Blas. “Sentí una gran decepción y tristeza. Me sentí muy solo; me arrepentí de haber callado tanto tiempo”. Como último hablante, Blas tenía un tesoro ancestral, y, sin embargo, se enfrentó a un dilema de la tradición chaná: en esa cultura las mujeres son las únicas que pueden transmitir la lengua; pero si él no quebraba la regla, el chaná desaparecería.

“Mis maestras fueron mi madre, mi abuela y mi bisabuela; ellas me enseñaron la lengua chaná. Mi mamá se decidió a enseñarme porque no tenía hijas mujeres. Desde los 12 años hasta cerca de los 25 me dio clases. Las tomé con gusto y era muy estudioso, a pesar de que no terminé la escuela. Éste era otro tipo de conocimiento; un conocimiento más puro, más directo, de siglos de transmisión oral”, aseguró Blas.

Otras cosas de la cultura, consideradas parte de la vida de los hombres, se las enseñó, recuerda, “un indio en el monte”. “Yo vivía en la ciudad, pero desde joven empecé a ir al monte. Este hombre era un viejo que nunca se había calzado. Me enseñó a preparar trampas, como por ejemplo atar víboras atrás de la canoa. Y me enseñó también a escuchar el silencio, los sonidos del monte; la cultura chaná era una cultura del silencio”, recordó.

Pedro Viegas Barros, lingüista especializado en lenguas originarias de América Latina, se enteró de la búsqueda de don Blas mediante una nota publicada por un diario entrerriano. Inmediatamente después de leerla se comunicó con el diario para contactar al redactor. “Cuando me atendió el periodista me dijo: ‘yo hace más de 20 años que soy periodista; hablé con muchos políticos, empresarios, sindicalistas, me doy cuenta cuando una persona me quiere engañar. En el caso de este señor me parece absolutamente verídico lo que dice’. Tuvo la gentileza, además, de mandarme las cintas grabadas de la entrevista con Blas. En la primera oportunidad que tuve lo fui a visitar a Paraná”, contó Viegas Barros.

La tarea del lingüista, cara a cara con Blas, era corroborar si realmente se trataba de una lengua originaria y no un dialecto, una deformación de otro idioma, o sencillamente un invento. “Las cuestiones que se presentan con las lenguas obsolescentes es cómo validar el material. En este caso, es un caso único en Sudamérica y no se si en el mundo, de una lengua que se mantuvo en secreto durante dos siglos”, explicó Viegas Barros. Desde el primer encuentro, según el investigador de Conicet, para un experto queda claro si en verdad se trata de una lengua: “Los lingüistas en media hora se dan cuenta si la persona lo está engañando porque el que inventa algo, por las razones que fuera, comienza con mucha seguridad y después empieza a trastabillar; no recuerda lo que dijo hace 15 minutos y ya a la media hora es incapaz de seguir”.

Blas Jaime junto al lingüista Pedro Viegas Barros.

Como siguiente paso de verificación luego de la entrevista, el lingüista buscó documentos que coincidieran con los relatos de Blas. El último registro que existía del chaná era un cuaderno del sacerdote Dámaso Antonio Larrañaga, del año 1815. “Larrañaga era bastante inteligente. Tenía curiosidad por muchos temas; desde las historia política de su época hasta las ciencias naturales, y también hizo observaciones etnológicas sobre los minuanes. En un viaje en el que José Artigas lo había mandado a Paisandú, Larrañaga pasó por Soriano y visitó la iglesia. Habló con el cura de ahí, que le presentó a tres viejos chaná y escribió dos cuadernos, uno de los cuales se perdió, que tenía las frases más comunes de la lengua”, relató Viegas Barros. De todas formas, el cuaderno que sí se conservó contenía unas 70 palabras en chaná, que le sirvieron para comparar con lo que había hablado con Blas. El lingüista quedó sorprendido de la precisión del cura jesuita para distinguir fonemas particulares, sin tener una formación específica en el tema: “distinguió sonidos que no existían en castellano ni en guaraní; distinguió dos sonidos tipo ‘k’ y uno lo escribió con un diacrítico; dos sonidos tipo ‘j’, también distintos, uno como la hache inglesa; consonantes silábicas. Él conocía el francés, el inglés, el italiano, el latín, el griego. Era una especie de renacentista. Además le escribía los discursos a Artigas y fue el primer director de la Biblioteca Nacional de Montevideo”.

Los otros métodos que utilizó Viegas Barros para la validación fueron la comparación con “las lenguas emparentadas, que son el charrúa y el genoa, pequeños vocabularios de 40 palabras cada uno”, y “el análisis interno de los datos”. “Una lengua que tiene morfología difícilmente pueda ser algo inventado por alguien que no tiene la menor idea de las estructuras lingüísticas. El estudio de los préstamos del guaraní y del castellano, que siguen pautas de correspondencia fonológicas regulares y la coherencia, con lo esperable en un estado de obsolescencia”, apuntó el lingüista.

Las enseñanzas de don Blas
En base al trabajo que hicieron en conjunto, Blas y Viegas Barros escribieron el libro “La Lengua Chaná, patrimonio cultural de Entre Ríos”, que cuenta la historia y las características de la cultura chaná. El libro explica el criterio de validación de la lengua, incluye un diccionario chaná-español, describe la fonología, la escritura y la gramática de la lengua, y contiene textos, cantos, oraciones y leyendas chanás en ambos idiomas.

Desde que se descubrió que era el último hablante, don Blas se encarga de enseñar su cultura a quienes estén interesados en aprenderla, y hace unos años la provincia lo contrata para dar un curso de lengua y cultura chaná en el Museo Antonio Serrano de Paraná. “Si le quiero transmitir la cultura chaná a alguien, lo primero que les digo es que las mujeres deben ser las encargadas de enseñar la lengua. Lo mio es una excepción porque sino la lengua moría”, remarcó don Blas. Para que la costumbre vuelva a su cauce, le enseña la lengua a su hija: “ella es la nueva adá oyé nden (mujer encargada de transmitir la lengua y la cultura chaná o “guarda-memoria”). Yo fui el primer hombre ‘guarda-memoria’; tenía una misión que cumplir y ahora todo tiene que volver a la normalidad”.

Viegas Barros aseguró que no conoce otro caso de una cultura en la que las mujeres sean las encargadas de transmitir la lengua. Lo que sí ocurre usualmente, según el lingüista, es que en muchas oportunidades “las mujeres hablan mejor las lenguas indígenas porque por lo general se quedan más tiempo en la casa, si los hombres son los que salen a trabajar”.

“Como es un estigma muchas veces ser indio, mantener la lengua también lo es, al igual que tener una pronunciación que lo delate. Por eso los varones intentan ocultarla desde chicos, mientras que las mujeres que no están tan expuestas a eso mantienen mejor la lengua”, explicó luego.

Blas se encontró con una resistencia similar a la que describió Viegas Barros cuando intentó por primera vez enseñarle el chaná a su hija: “Ella de chica no quería ser india porque antes los indios eran víctimas de burla. Ahora todo cambió y hay mucha gente que quiere ser indio; les enseño, por ejemplo, a unos hombres que viven en Tigre, sobre el río, y en Santa Fe hay gente que también está aprendiendo”.

Por Juan Funes para Página/12

Publicado el 3 de Octubre de 2.017



sábado, 23 de enero de 2016

Resistencia Pueblos Originarios: Miles de guerreros Querandíes y Guaraníes incendian Buenos Aires en el año 1536


La primera fundación de Buenos Aires (1536-1541), fue derrotada por una Confederación de Naciones Querandí, Guaraní y Chaná. 

Las crónicas europeas hablan de decenas de miles de guerreros indígenas. Uno de los hechos más impactantes es el ataque coordinado a Buenos Aires con flechas incendiarias, por tierra y por agua, que está dibujado en el libro de Ulrico Schmidl.

Desde Punta Querandí vemos importante recuperar la memoria de las primeras resistencias indígenas. Es nuestra memoria, la memoria ancestral del humedal, que está latente pero casi sin divulgar ni reconocer. Este punto del Río de la Plata fue uno de los pocos lugares del continente donde los conquistadores fueron derrotados inicialmente. Tardarían 37 años en volver a fundar por segunda vez Buenos Aires, bajo el mando de Juan de Garay (que no obstante murió en manos del Cacique Manuá en 1583).

Hay una teoría de que la primera fundación de Buenos Aires fue en la zona de Escobar. Si así fuera, la batalla que está representada en esta imagen, habría tenido lugar muy cerca de Punta Querandí.


(Otra teoría nos aporta nuestro amigo Martin Ezequiel Farina: “Esa batalla que pudo haber sido en Escobar, también pudo haber sido en Lujan y la hipótesis más fuerte, es la que señala que fue en Laguna de Rocha, por el descubrimiento de una espada que perteneció a un conquistador, la Espada de Bracamonte http://www.laguna-rocha.com.ar/p/historia.html“. 

Capítulo 11. El sitio de Buenos Aires
Después de esto seguimos un mes todos juntos pasando grandes necesidades en la ciudad de Bonas Ayers hasta que pudieron aprestar los navíos. Por este tiempo los indios con fuerza y gran poder nos atacaron a nosotros y a nuestra ciudad de Bonas Ayers en número hasta de 23.000 hombres; constaban de cuatro naciones llamadas, carendies, barenis (guaraníes), zechuruas, (charrúas) y zechenais diembus (chanás timbús). La mente de todos ellos era acabar con nosotros; pero Dios, el Todopoderoso, nos favoreció a los más; a él tributemos alabanzas y loas por siempre y por sécula sin fin; porque de los nuestros sólo cayeron unos 30 con los capitanes y un alférez.

Y eso que llegaron a nuestra ciudad Bonas Ayers y nos atacaron, los unos trataron de tomarla por asalto, y los otros empezaron a tirar con flechas encendidas sobre nuestras casas, cuyos techos eran de paja (menos la de nuestro capitán general que tenía techo de teja), y así nos quemaron la ciudad hasta el suelo. Las flechas de ellos son de caña y con fuego en la punta; tienen también cierto palo del que las suelen hacer, y éstas una vez prendidas y arrojadas no dejan nada; con las tales nos incendiaron, porque las casas eran de paja.

A parte de esto nos quemaron también cuatro grandes navíos que estaban surtos a media milla (legua) de nosotros en el agua. La tripulación que en ellos estaba, y que no tenía cañones, cuando sintieron el tumulto de indios, huyeron de estos 4 navíos a otros 3, que no muy distante de allí estaban y artillados. Y al ver que ardían los 4 navíos que incendiaron los indios, se prepararon a tirar y les metieron bala a éstos; y luego que los indios se apercibieron, y oyeron las descargas, se pusieron en precipitada fuga y dejaron a los cristianos muy alegres. Todo esto aconteció el día de San Juan, año de 1535 (La fecha es probable es 24 de junio de 1536).

Fuentes: http://www.cervantesvirtual.com/obra/viaje-al-rio-de-la-plata-1534-1554/
Portal Punta Querandí