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Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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domingo, 13 de octubre de 2024

Las imágenes inéditas de los Mashco Piro de Perú, la comunidad indígena no contactada más grande del mundo



Son imágenes inéditas que muestran un comportamiento inusual: decenas de indígenas que pertenecen a la comunidad no contactada de Mashco Piro deambulan por la orilla del río Las Piedras, en el sureste del Perú.

Los Mashco Piro, que es considerada la comunidad indígena no contactada más numerosa del mundo, habitan la frontera selvática entre Perú y Brasil.

El hecho de que salgan en gran número -aproximadamente unos 50- por la orillas de un río que es transitado por otras comunidades ha llamado la atención de las organizaciones dedicadas al apoyo de los derechos indígenas en la región.

Teresa Mayo, vocera de Survival International -la entidad que dio a conocer las imágenes-, le dijo a la BBC que este comportamiento es muy “inusual”.

De acuerdo a Survival International, la causa de este comportamiento podría ser consecuencia de las actividades de las empresas madereras que operan en la zona de forma legal y que estarían afectando el ecosistema en el que viven los Mashco Piro.

“Son cazadores-recolectores y necesitan amplias zonas de selva para conseguir su alimento. Por lo que esta reunión de varios grupos puede ser una forma extrema de buscar comida debido al impacto que está habiendo en su territorio”, señaló Mayo.

Otra de las cosas que llaman la atención de las imágenes, es que los Mashco Piro son conocidos por su violento rechazo a ser contactados, lo que en alguna ocasión ha provocado enfrentamientos mortales.

Encuentros mortales

De acuerdo a los pocos datos que tiene el Ministerio de Cultura de Perú, los Mashco Piro son una comunidad indígena seminómada de unos 750 miembros que habita principalmente las cuencas de los ríos Manu, Los Amigos, Pariamanu, Las Piedras, Tahuamanu y Acre, en el sureste del Perú.

Es uno de los pocos grupos indígenas que vive en condiciones de total aislamiento en el mundo.

Pero tal vez lo que los ha hecho más conocidos es su reticencia a tener contacto con el mundo moderno.

En 2011, se reportó el ataque con flechas por parte de los miembros de la comunidad contra un grupo de turistas que pasaba por uno de sus territorios.

También ese año se reportó la muerte de Nicolás "Shaco" Flores a manos de miembros de los Mashco Piro.

Flores pertenecía a una comunidad vecina que llevaba años intentando contactar a los Mashco Piro.

En 2015 se vivió un episodio similar, cuando Leonardo Pérez murió de un flechazo en el pecho que disparó un miembro de los Mashco Piro cuando se encontraba en un recorrido por la selva.

Un relato de los ataques hecho en 2015 por el antropólogo Glenn Shepard subraya el hecho de que la tribu teme establecer vínculos con el mundo exterior.

Además de las actividades de las madereras, estos indígenas enfrentan la amenaza de los narcotraficantes que han invadido sus tierras.

Fuente
BBC News Mundo - 18 julio 2024
https://www.bbc.com/mundo/articles/c51yj2y5nzwo

jueves, 15 de agosto de 2024

Expansión petrolera en la Amazonia amenaza a pueblos indígenas




Los planes de expansión petrolera en la Amazonia amenazan el clima y la biodiversidad en territorios habitados por pueblos indígenas en aislamiento voluntario o de contacto inicial, de acuerdo con mapas divulgados este jueves 8 por organizaciones defensoras del ambiente y de los pueblos originarios.

“En todas partes de la Amazonia, incluso cuando la selva se acerca a un punto de inflexión ecológico, se está matando a pueblos indígenas por interponerse en el camino de las industrias extractivas”, advirtió Fany Kuiru Castro, coordinadora general de la organización regional Coica.

Esa Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica), junto al Grupo de Trabajo Internacional para la Protección de Pueblos Indígenas en Aislamiento y Contacto Inicial, impulsó el mapa e informe sobre la amenazante expansión petrolera, centrado esta vez en Perú.

El reporte destaca que más de 13 000 lugares poblados de la Amazonia (23 %) se encuentran ahora en bloques de producción o exploración de petróleo y gas.

Más de 500 nacionalidades indígenas distintas tienen su hogar en la cuenca del

Amazonas y más de 31 millones de hectáreas de territorios indígenas se encuentran en bloques designados para la producción o exploración de hidrocarburos.

Los mapas y análisis desarrollados por la organización ambientalista Earth Insight muestran que los bloques petrolíferos y gasíferos actuales y propuestos se superponen con 20 %, o 1,6 millones de hectáreas de reservas de pueblos indígenas aislados en Perú, el país con mayor concentración de estos pueblos en la Amazonia.

“En todas partes de la Amazonia, incluso cuando la selva se acerca a un punto de inflexión ecológico, se está matando a pueblos indígenas por interponerse en el camino de las industrias extractivas”: Fany Kuiru Castro.

Earth Insight, basada en Estados Unidos, detectó que en los últimos 10 años se han producido más de 450 derrames de petróleo en la Amazonia peruana. Se calcula que 32 zonas contienen suficiente material contaminado para llenar 231 estadios.

El año pasado, recordó el reporte, una propuesta legislativa intentaba colocar 31 bloques petrolíferos en superposición a 435 comunidades indígenas, comprometiendo la protección de decenas de esas comunidades que viven en aislamiento voluntario.

El informe calza con la conmemoración, este 9 de agosto, del Día Internacional de los Pueblos Indígenas, dedicado este año a la protección de los derechos de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial.

Además de identificar las amenazas, el documento pide que se apoye la protección de las reservas ya creadas, el reconocimiento y la protección de los corredores territoriales transfronterizos, y que todas las partes respeten los convenios internacionales sobre el principio de “no contacto”.

Recordó que las Naciones Unidas reconocen que los pueblos indígenas “tienen derecho a las tierras, territorios y recursos que tradicionalmente han poseído, ocupado o de otra forma utilizado o adquirido”.

Asimismo, que “los Estados reconocerán y protegerán jurídicamente esas tierras, territorios y recursos, y respetarán debidamente las costumbres, tradiciones y sistemas de tenencia de la tierra de los pueblos indígenas de que se trate”.

También el ordenamiento jurídico peruano protege actualmente los derechos y territorios de esos pueblos en aislamiento o de contacto inicial con “reservas territoriales indígenas intangibles” para garantizar sus derechos fundamentales a la vida y a la dignidad.

El año pasado la crítica detuvo en Perú el proyecto de ley que habría permitido a los gobiernos regionales “anular” el reconocimiento de la existencia de los pueblos indígenas aislados, pero se mantienen los riesgos por la expansión en la exploración de petróleo y gas, y otras actividades extractivas, como la minería y la tala.

Los riesgos “son graves y amenazan toda una forma de vida, que tiene mucho que enseñar al mundo sobre cómo vivir en armonía con la naturaleza, en un momento en que más necesitamos esa sabiduría”, dijo Kuiru Castro.

Por otra parte, el informe indica que 80 % de la biodiversidad que queda en el mundo se encuentra en territorios indígenas, y, en Perú, los territorios de los pueblos en aislamiento comprenden algunas de las partes más intactas de la Amazonia, las que actúan como reservas de diversidad biológica.

Así ayudan a regenerar partes de la selva “que ya se tambalean al borde de un punto de inflexión ecológico”, con riesgo de pasar de la selva tropical a la sabana, debido al cambio climático impulsado por los combustibles fósiles y otras presiones humanas. 

Fuente: NODAL - Agosto de 2024
https://www.nodal.am/2024/08/expansion-petrolera-en-la-amazonia-amenaza-a-pueblos-indigenas/

lunes, 12 de agosto de 2024

Sarcófagos de Karajía, guardianes de las alturas



Los sarcófagos de Karajía son tumbas prehispánicas que pertenecen a la cultura Chachapoyas, según el arqueólogo Federico Kauffmann Doig en su libro Los Chachapoya: Constructores de Kuélap y Pajatén, menciona que los pobladores de la zona lo consideran como los “hombres viejos” o “Purunmachos”, por su forma antropomorfa.
En su interior conserva momias que previamente fueron momificados y puesto en posición fetal, envuelta en tejidos de lana y algodón.
La antigüedad de los Sarcófagos de Karajía se remonta a los años 1470 perteneciente a la época preinca gracias al muestreo realizado a un trozo de madera de un sarcófago destruido.
La cabeza de los sarcófagos es plano y ancho, el resto del cuerpo está decorado con líneas trazadas de color rojo, las representaciones hacen alusión a rasgos masculinos.
Están elaborados de arcilla, ichu, paja, unidos por argamasa de barro y miden hasta 2.50 m de altura, protegidos por una gruta a 300 m de altura teniendo de fondo a la quebrada Aispachaca y es por esa razón que acceder al lugar es complicado.
En el año 2010 el Banco Central de Reserva del Perú puso en circulación la moneda de un Nuevo Sol, alusiva a “LOS SARCOFAGOS DE KARAJÍA”, es la segunda moneda de la serie numismática denominada “Riqueza y Orgullo del Perú”.

Fuente: Los Testigos de Mendoza



jueves, 1 de abril de 2021

El pueblo que habla con las plantas

Durante la pandemia, los indígenas de la Amazonía se aislaron e intentaron hallar refugio en el vasto bosque. Así lo hicieron los shipibo-konibo, conocedores de la selva y los usos de la flora. Lo cuentan aquí de viva voz: la crisis sanitaria pone en peligro su conocimiento de la biodiversidad al morir los más ancianos.


Las comunidades del pueblo shipibo-konibo se ubican en gran parte en las riberas del río Ucayali, uno de los más importantes de la Amazonía peruana, que tiene su origen en la Cordillera de los Andes y desemboca luego en el río Amazonas. Representan una de las sociedades más numerosas de los 51 pueblos originarios amazónicos, con alrededor de 32.964 habitantes, organizados en 140 comunidades.

La diversidad de especies de plantas amazónicas es enorme, y aún hay muchas por investigar en su especificidad y uso dentro de la sociedad shipibo-konibo. Una investigación de etnobotánica del Centro de Investigaciones de Masisea (CIPTT), liderada por Samuel Cauper, ingeniero agrónomo, y publicada el 2018, identificó 180 variedades de flora nativa solo en el distrito de Masisea, en Ucayali. De ellas, el 70% son usadas por las comunidades con fines medicinales.

A lo largo de los años, los usos y conocimientos sobre estas plantas han sido transmitidas de generación en generación, de padres a hijos. La oralidad es la fuente principal de la herencia de estos saberes en herboristería. Sin embargo, durante el año pasado, la pandemia de la covid-19 afectó a varios de los líderes con más edad, poniendo en riesgo la continuidad de la difusión.

Con un sistema de salud público colapsado, sin camas ni oxígeno medicinal, los shipibo-konibo decidieron organizarse. El 15 de mayo del 2020, fundaron el Comando Matico, un grupo de artistas, curanderos y líderes locales dedicados al uso de plantas tradicionales. En sus hojas y raíces buscaban respuestas y alguna mejora a los síntomas producidos por el virus. El grupo recorrió las comunidades del río Ucayali llevando alivio y acompañamiento.

Los voluntarios del Comando Matico usan el sacha-ajo, el kion, el eucalipto, cebollas, limones y, principalmente, las hojas de matico, de donde obtuvieron su nombre. Con el tiempo, pudieron también llevar algunas medicinas y galones de oxígeno que les fueron donados por diferentes organizaciones nacionales y extranjeras.

Alexander Shimpukat, es uno de los fundadores del Comando Matico, el equipo de conocedores de las plantas que ayuda a los enfermos de covid-19. “Así nació el Comando Matico, por la planta. Porque en ese instante había un Comando Covid-19, que eran los que levantaban los cadáveres. Nosotros no. El Comando Matico buscaba salvar vidas, era diferente”, explica.

Otro de los fundadores es Jorge Soria, también shipibo-konibo. Dice que hasta el mes de noviembre del 2020, han atendido a más de 1.500 personas con síntomas de covid-19, entre shipibos, cacataibos y mestizos. Sus métodos de alivio viajaron hasta la comunidad que fundaron en Lima en 1991: Cantagallo. En mayo del año pasado hicieron llegar una carga con hojas de matico para que la población indígena del centro de Lima pudiera recuperarse.

Las hojas de matico se usan en vaporizaciones. Esta técnica viene de una tradición muy antigua de los pueblos de la Amazonía. De acuerdo con la cosmovisión shipibo-konibo, vaporizar con una selección específica de plantas es un método que ellos creen que los ayuda a enfrentar problemas respiratorios y otras enfermedades traídas con las migraciones del pasado. Frente a la nueva pandemia y desprovistos de acceso a la salud pública, han encontrado refugio en el bosque amazónico.

La presencia de la iglesia católica y evangélica ha impactado en el sistema cultural y tradicional de estas comunidades, y en varios casos ha provocado que algunas rechacen o dejen de usar algunas plantas. Esta es la historia de la comunidad de Callería, a unas seis horas de viaje en bote a motor desde Pucallpa, donde el líder evangélico Jacob Rodríguez, de 59 años, rechaza el uso del ayahuasca, planta psicoactiva usada por los curanderos tradicionales, quienes según la cosmovisión indígena, tienen pactos con los espíritus de las plantas para vencer a las enfermedades.

Sin embargo, con el incremento del número de enfermos en la comunidad, la posta médica sin atención y sin personal de salud, Rodríguez, que tuvo abuelos curanderos, se juntó con el jefe de la comunidad Roberto Rodríguez, de 48, y en un intento de mejorar la salud de las familias indígenas, autorizó el trabajo del Comando Matico en su iglesia.

En varias comunidades la presencia de las iglesias católica, evangelista y adventista tienen un rol muy importante, como en Caco Macaya, en Bethel y en San Salvador. El pastor de Calleria, Jacob Rodríguez, también estuvo enfermo de covid-19 y en los momentos más críticos dijo haber recordado a sus abuelos quienes conocían muy bien el uso de las plantas medicinales.

Richard Soria, docente shipibo-konibo y miembro del Comando Matico, opina: “Siempre ha habido dos tipos de conocimientos: la religión y el mundo científico, que cuando llegaba a las comunidades ya nadie quería acudir a las plantas medicinales. Este es un momento en el que podemos salir a la luz y decir al mundo que los pueblos originarios también tienen su saber. Acá estamos. No para obstaculizar al Estado ni a los científicos, sino para aportar, como una alternativa de mejora para la humanidad”.

Soria también explica que el uso de las plantas medicinales está ligado al mundo espiritual de los shipibo-konibo, que los líderes como los del Comando Matico tienen una relación con las deidades o espíritus de las plantas y son solo intermediarios. En este sentido, lamenta que la presencia de las diferentes iglesias rechacen las deidades de las plantas para imponer un único Dios.

“¿Qué cosa es lo que ocurre cuando muere un paisano? En la parte ontológica, yo tengo que llorar a mi muerto. ¡Yo tengo que hablarle, tengo que vestir, tengo que guardar luto!”, expresa Soria. “Y en esta situación nunca ha habido este tipo de respeto. A mí me dio mucha pena, yo estaba en la puerta del Hospital Amazónico cuando falleció el alcalde. Cuando estaban sacando el cadáver me dije, me voy a mi casa y luego voy a su velorio. Y veo en la transmisión en directo que ya están llevándolo directamente al cementerio. ¿Qué está pasando?”, se cuestiona.

Esta situación y las pérdidas de vidas han dejado desoladas a varias comunidades. De acuerdo con testimonios de shipibos-konibos que sobrevivieron al virus, muchos aún presentan secuelas que comprometen seriamente su salud, como dificultad respiratoria o cansancio crónico. Estos problemas afectan la vida de los comuneros quienes dependen de un rendimiento físico para sobrevivir en sus territorios y realizar actividades como la pesca y la agricultura.

Según la Dirección Regional de Salud de Ucayali, hasta al 15 de marzo de 2021, se registraron 249.828 casos confirmados y 4.477 fallecidos con síntomas de covid-19 en la Amazonia peruana, entre los que se encontraban ancianos y líderes de todos los pueblos indígenas.

El Comando Matico funciona como una alternativa al hospital Amazónico local que sigue colapsado. El pueblo shipibo-konibo reclama tener acceso a la sanidad pública y los líderes están negociando con el Consejo Nacional del Colegio Médico del Perú y el Gobierno para recibir equipamiento sanitario y que sus instalaciones puedan funcionar como un centro de salud accesible para los pueblos indígenas. Hasta la fecha, la organización indígena ha logrado dotar su punto de atención con oxígeno medicinal, camas y otros medicamentos con ayuda de entidades locales y organismos internacionales para poder atender a los afectados por el virus.

El activista y artista indígena Alexander Shimpukat tiene fe en su acompañamiento y el papel del Comando: “Nosotros con 20 soles o con 10 soles podemos aliviar una vida, en los hospitales y clínicas cobran 55.000 soles. Es una gran diferencia lo que estamos haciendo. Pero no nos toman en cuenta. Todos tenemos que tener mucha plata para poder atendernos en un hospital. Sin embargo, no nos miran como un ejemplo. Hay una diferencia total, nosotros siempre vamos a ser discriminados y siempre vamos a ser últimos en esta situación tan complicada”.

Ronald Suárez, presidente de la organización indígena Coshikox, fundada en 2009, perdió a su madre junto a otros siete familiares por la covid-19. Asegura que la desaparición de ancianos shipibo-konibo es muy grave, ya que con ellos se va el saber sobre el uso de las plantas y de la biodiversidad de la Amazonía. Sus abuelos, indica, son sus bibliotecas vivientes. La abrupta interrupción de la transmisión oral puede representar el fin de una cultura.

Como él, muchos shipibo-konibo consideran que esta pandemia amenaza el futuro de sus pueblos y ahora temen por la presencia de la nueva variante del virus, que fue identificada en Manaos, Brasil.

Soria reflexiona sobre el conocimiento indígena y la ciencia occidental: “El ser humano, la naturaleza y las deidades son muy fuertes en nosotros. En el mundo científico no entienden, dicen que todo es la comprobabilidad. Que yo toco, que yo huelo, que yo peso. Yo tengo que comprobar. En cambio, en nosotros, no es así. Tenemos más allá de la comprobación, llevamos en nuestro espíritu que ese árbol nos va a cuidar, nos va a proteger y por lo tanto yo debo respetar, yo debo conservar. El humano no solamente es el que domina la naturaleza, es uno más dentro de la naturaleza”. Y pide abrir las puertas a un diálogo más profundo entre ciencia y espiritualidad indígena.

Este proyecto ha contado con el apoyo del Pulitzer Center en alianza con el Amazon Rainforest Journalism Fund.

Fuente

Diario El Paìs - España / 22 de Marzo de 2021

domingo, 20 de diciembre de 2020

Sabiduría ancestral, otra pérdida en la Amazonia

La pandemia sacó a la luz el abandono, la deforestación y desaparición del conocimiento milenario.



Además de dejar en evidencia las heridas del abandono estatal, múltiples deficiencias, la cruel deforestación y la violencia de la minería ilegal, uno de los efectos más desastrosos causados por el covid-19 en la Amazonia colombiana ha sido “la muerte de sabedores y sabedoras indígenas”, dice a EL TIEMPO una voz de la Fundación Gaia Amazonas, ONG colombiana que trabaja con los pueblos indígenas de la región desde hace más de 30 años.

Esas muertes no solo pusieron en riesgo la supervivencia física de nuestra Amazonia, sino “también sus sistemas culturales de conocimiento y manejo con los cuales se han cultivado y nutrido por milenios las selvas y los ríos, de los que depende hoy el frágil equilibrio del clima global. Cualquier menoscabo de la diversidad cultural es una pérdida irreparable de diversidad biológica”, sostiene.

Diagnosticar con exactitud los daños producidos por covid-19 en la Amazonia es difícil por las dificultades de acceso, pero el Instituto Nacional de Salud reportó que afectó a, por lo menos, 50 pueblos indígenas y que los más azotados fueron los tikuna con 401 casos confirmados, los murui-uitoto con 134 casos y los puinave con 45.

Los tikunas habitan longitudinalmente en Perú y Brasil y, longitudinalmente, entre el río Putumayo y el río Amazonas, abarcando el trapecio amazónico en Colombia, incluyendo el bajo Caquetá. Los murui-uitoto viven a lo largo de las orillas de los río Putumayo, Cara-Paraná e Igara Paraná, en Colombia, y en el norte de Perú, y los puinave en aldeas dispersas en la cuenca del río Inírida, en el oriente del Guaviare y en las fronteras colombianas con Brasil y Venezuela.

Han muerto 118 indígenas entre los 3.266 casos confirmados de covid, de los que 100 eran mayores de 50 años y 43 de 75 años. Con su muerte se perdió “un conocimiento invaluable para cada pueblo indígena afectado”, lamenta Gaia.

Al principio, la pandemia tomó la Amazonia por sorpresa, principalmente en capitales como Leticia, y produjo fallecimientos en serie, pero luego los indígenas encontraron salidas dentro de los conocimientos de su propia cultura para enfrentarlo.

Gaia explica que “otro aspecto fundamental que tienen los pueblos indígenas para enfrentar los retos generados por el covid-19, son sus Sistemas Alimentarios Indígenas Amazónicos (Saia). Los conocimientos culturales implicados en la producción y consecución de alimento tienen especial relevancia en situaciones de pandemia ya que en ellos confluyen los saberes para proteger, prevenir y curar”.
Los Saia se definen como la totalidad de conocimientos y relaciones sociales, que incluyen las de los seres de la naturaleza, que tienen relación con la producción y obtención de los alimentos considerados nutritivos.

“La característica fundamental de estos sistemas es que se sustentan en la reciprocidad y el equilibrio en las relaciones con todos los otros seres de la naturaleza”, explica la ONG.

Además, en los Saia existen la experiencia y el conocimiento milenario que hoy se requieren para garantizar un bioma amazónico conservado y resiliente y, como lógica de relacionamiento con la naturaleza, son un ejemplo mundial de alternativa al cambio climático.

La actividades relacionadas con los alimentos son un entramado de prácticas, saberes y comportamientos indígenas en las que se repiten interacciones con seres no humanos (plantas, animales y minerales) y otras entidades (dueños espirituales de los elementos de la naturaleza), integrando conocimientos y acciones que son propios de mujeres y hombres, de manera complementaria e interdependiente.

“Por eso, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), entre otros, han venido poniendo sobre la agenda política internacional la agroecología en sus diferentes expresiones culturales como estrategia para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible- ODS 2030”, afirma Gaia.

Para los indígenas amazónicos el covid es “una “enfermedad del mundo”, la cual es posible prevenir, manejar, tratar mediante el restablecimiento de las relaciones con los seres espirituales y el uso de plantas medicinales. En ese sentido, es posible afirmar que han tenido éxito”, añade.

La veloz propagación

La velocidad de la expansión del covid en la Amazonia se debió, principalmente, a que se trata de una región donde “confluyen las fronteras de 9 países, donde las geografías culturales de sus poblaciones locales e indígenas comparten territorios nacionales y donde los flujos de movimiento de las personas se dan principalmente por los ríos y sus afluentes, los cuales históricamente han servido como las principales vías de comunicación, comercio e intercambio”, según Gaia.

Todo esto se suma a la sostenida ausencia del Estado que ha redundado en una muy precaria o inexistente asistencia en servicios de salud. Además, complicó la situación el descuido con que se distribuyeron alimentos enviados desde Bogotá o desde otras ciudades amazónicas. También, la ignorancia y el irrespeto por las culturas indígenas que habitan la región.

Es decir, de “la prevalencia de políticas públicas de salud construidas sin tener en cuenta un diálogo intercultural, a partir del cual se podría reconocer como complementarias las prácticas y conocimientos locales y tradicionales que tienen las poblaciones amazónicas para prevenir, curar y manejar la salud y la enfermedad”.

“La persistente visión de la región como una zona de frontera ha contribuido a fomentar la presencia de un sinnúmero de actores que se dedican a la extracción indiscriminada de recursos y a economías extractivas ilegales como narcotráfico, minería, tráfico de fauna silvestre y madera, acaparamiento de tierras, etc., que transitan por la selva sin restricciones, invaden los territorios indígenas, incluso las áreas intangibles para la protección de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial (Piaci)”, denuncia Gaia.

Otro factor que favoreció la expansión del virus por la Amazonia fue su condición como frontera internacional y, en especial, por su proximidad, en la zona oriental, con un país tan afectado por el covid como Brasil.

“Teniendo como vecinos más cercanos a San Gabriel de Cachoeira, que al primero de diciembre reportó más de 4.800 casos de confirmados, o la influencia de Manaos, con un alarmante número de 71.325 contagios y siendo una de las poblaciones más afectadas en Brasil, era de esperarse que la propagación del virus por las vías fluviales hiciera su aparición en estos territorios”, afirma Gaia.

Otros flagelos y desafíos

A los desastres producidos por el covid se suman otros flagelos contra el medio ambiente, como la voraz deforestación y la minería ilegal, que envenena territorios y ríos con mercurio y afecta la cadena alimenticia.

La minería ilegal es uno de los grandes cánceres de la Amazonia y está haciendo metástasis. Se estima que existen en la actualidad unos 4.472 puntos de minería ilegal de los que el 83 % afecta varias hectáreas sobre los ríos de la Amazonia. Un 53,8 % de esos puntos se localizan en Brasil y el 32 por ciento restante en Venezuela, que apenas representa un 5,6 % de la región.

“En toda la Amazonia existen 664 territorios indígenas y 129 áreas naturales protegidas donde se presentan actividades mineras, según la Red Amazónica de Información Socio ambiental Georreferenciada (Raisg).

Por lo menos el 33 por ciento de la Amazonia está hoy bajo mayor presión que hace 8 años y las áreas más afectadas se ubican en regiones periféricas del bioma: en zonas montañosas y de piedemonte de la Amazonia occidental; especialmente en Ecuador, en el norte de Venezuela y en el sur de la Amazonia brasileña, según el reciente Atlas Amazonia bajo presión, elaborado por la Raisg.

Uno de los aspectos del problema, según Gaia, es “la precariedad del sistema de salud que dejó al descubierto el covid en la Amazonia y se focaliza en dos aspectos fundamentales: el escaso avance en la construcción e implementación de modelos realmente interculturales, a partir del reconocimiento efectivo de los sistemas de conocimiento y prácticas propias de los pueblos indígenas”.

También incluye los mecanismos para garantizar la complementariedad con el conocimiento biomédico y la pobreza institucional que afecta al actual sistema nacional de salud, caracterizado por la poca infraestructura, la deficiente dotación y su constante crisis financiera”.

“Esos aspectos constituyen los retos más importantes a mediano plazo, lo que implica una acción estatal más decidida para desarrollar un verdadero diálogo intercultural con los pueblos indígenas y construir un sistema de salud viable en lo cultural y sostenible en lo financiero”, sostiene Gaia.

Y, tal vez, en ese abismo que existe entre lo que son y lo que el Gobierno interpreta que son los pueblos indígenas radicaron algunas de las fallas de la asistencia durante la actual pandemia.

“La ayuda directa del Gobierno a los pueblos indígenas se concentró en el envío de mercados desde una perspectiva de seguridad alimentaria, muy similar a la adoptada para poblaciones vulnerables en contextos urbanos, pero había que tener en cuenta que los pueblos indígenas tienen sistemas alimentarios propios, en cuyo fortalecimiento se debe concentrar la perspectiva estatal”, afirma Gaia.

Por eso, esa institución y otras ONG ambientalistas tuvieron que construir paquetes de ayuda, con el auxilio de las comunidades, que incluían anzuelos, nailon, mecheras, sal, pilas y otras cosas, indispensables para mantener la autonomía alimentaria y limitar el desplazamiento de los indígenas a centros urbanos donde podían contagiarse.

Para Gaia, nos enfrentamos en la Amazonia a dos grandes desafíos que requieren cuidados urgentes:

1) La vigencia de los Saia como patrimonio cultural inmaterial, que se encuentran en riesgo frente al avance de la pandemia del covid 19.

2) Que en los Saia “está parte de la solución para la prevención de futuras enfermedades infectocontagiosas de origen viral derivadas de la degradación ambiental y la pérdida de equilibrio ecológico en ecosistemas aislados de la sociedad industrial”.

Por lo anterior es importante que los Estados avancen en la construcción de relaciones colaborativas con los pueblos indígenas, basadas en el diálogo intercultural como herramienta y asuman la importancia de sus conocimientos y prácticas culturales para establecer una nueva visión en el desarrollo y preservación de la Amazonia.

Escrito por Gloria Helena Rey
Especial para EL TIEMPO - (Colombia) - 18 de Diciembre de 2020

https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/coronavirus-en-amazonas-sabiduria-ancestral-otra-perdida-en-la-amazonia-555779

domingo, 29 de noviembre de 2020

Los restos de una mujer que vivió hace 600 años maravillan a arqueólogos en Perú



Wayaw (sauce en quechua), tenía unos 20 años, medía 1,48 metros y se desempeñaba como hilandera. “Es un descubrimiento asombroso, nos conectó directamente con nuestro pasado”, expresó Cecilia Camargo, arqueóloga encargada de la excavación.

Una mujer que vivió hace 600 años en los días del Imperio Inca, cuyos restos fueron hallados por obreros mientras instalaban tuberías de gas en una calle de Lima, maravilla a los arqueólogos peruanos.

Wayaw (sauce en quechua), como la llamaron los arqueólogos, tenía unos 20 años, medía 1,48 metros y al parecer murió por causas naturales.

Era una hilandera, como miles de humildes trabajadoras peruanas de hoy, dijo a la agencia AFP la arqueóloga Cecilia Camargo, encargada de la excavación.

“Es un descubrimiento para nosotros asombroso, nos conectó directamente con nuestro pasado”, agregó.

Aunque el hallazgo se realizó en 2018, recién fue anunciado esta semana tras finalizar los estudios arqueológicos, que incluyeron la reconstrucción digital del rostro y que se habían retrasado por la pandemia de coronavirus.

Wayaw fue bautizada como la “Dama del Sauce” por los vecinos de San Juan de Lurigancho, el populoso distrito del noreste de Lima donde fue encontrada, y donde miles de precarias viviendas improvisadas se amontonan en medio de desérticos cerros.


Esta zona es habitada principalmente por familias de la sierra andina, que llegaron hace tres décadas a Lima para escapar de la guerrilla maoísta Sendero Luminoso.

“Como muchas mujeres actuales”

El cráneo de la mujer tiene una deformación, algo típico de ciertos pueblos del Antiguo Perú, que colocaban tablillas, paños y sogas en la cabeza de los niños como rasgo de identidad.

“Fue una artesana, no de élite, que se dedicaba a una labor tan noble como es el tejido, con técnicas que hasta hoy se preservan”, comentó Camargo, la arqueóloga jefa de la empresa de distribución de gas natural Cálidda.

“Ella era como muchas mujeres actuales que trabajan en tejidos en San Juan de Lurigancho”, destacó Camargo.

La ley de Perú obliga a las empresas que hacen excavaciones, como Cálidda, a contar con servicios de arqueólogos, debido a que con frecuencia aparecen vestigios precolombinos en el subsuelo de la costa peruana.

Solo en Lima existen más de 400 sitios arqueológicos, incluidas decenas de huacas o sitios ceremoniales.

Prendedores de plata

“El Sauce fue un centro poblado que se dedicaba a la agricultura, a la orfebrería y pastoreo [hace 600 años]. Era un espacio de control del Imperio Inca”, explicó a la AFP el arqueólogo independiente Julio Abanto, que trabaja en San Juan de Lurigancho.

El descubrimiento de los restos “es bastante emocionante porque es una pieza más que le devolvemos a las perdidas hojas de nuestra historia. Es un orgullo saber que vivimos en una tierra que tiene mucha historia”, agregó.

La mujer estaba en posición fetal y en su fardo fúnebre había textiles y objetos decorativos, como un prendedor de plata y brazaletes con conchas de mariscos, algo típico de los pueblos de la costa peruana que fueron conquistados por el imperio inca, que floreció en los siglos XV y XVI.

Los huesos de los hombros y cadera estaban desgastados, señal de que trabajaba como tejedora o hilandera.

“Nos representa”

La Dama del Sauce tiene nariz aguileña, cara alargada y labios gruesos, según la imagen digital que hicieron los arqueólogos.

La estudiante universitaria Anely Martínez, que trabaja con Abanto, se vistió con un traje, manta y faja de lanas similares a las que usaba Wayaw hace 600 años, a modo de ilustración para los medios de comunicación.

“Wayaw nos representa en su totalidad, porque es una mujer trabajadora que ha salido adelante con su talento, que fue hilar”, dijo Martínez mientras recorría con el equipo de la AFP la calle donde los obreros hallaron el esqueleto, a solo 40 cm bajo el pavimento.

En tiempos prehispánicos, lo que ahora es San Juan de Lurigancho era gobernado por el Curaca o Señor de Ichma (Lima), con centro en Pachacámac, al sur de la ciudad.

El señorío se extendía desde el río Rímac, que cruza el centro de Lima, al valle del río Lurín, al sur de la capital.

El esqueleto de Wayaw y los utensilios serán entregados al Ministerio de Cultura, que determinará dónde serán expuestos.

Fuente: AFP - Infobae - 28 de Noviembre de 2020

miércoles, 27 de febrero de 2019

Perú rescata sus nombres indígenas de la marginación y la exclusión

Nombres indígenas como Etsa, Shumay o Willka están resurgiendo en Perú desde el olvido, la marginación y la exclusión en la que han permanecido por siglos sin ser reconocidos oficialmente por sonar "raros", incomprensibles o tener una escritura desconocida.
Hasta hace muy poco era casi imposible tener un nombre indígena en Perú, un país con 48 lenguas habladas por 55 pueblos indígenas, pero donde el año pasado la mayoría de los recién nacidos recibieron nombres anglófonos como Jhon o Dylan.
Para revertir esa tendencia, donde el mismo Estado era el primero en negar la identidad a los nativos, el Registro Nacional de Identificación y Estado Civil (Reniec) inició la serie "Tesoro de nombres", donde está recopilando los nombres de cada una de las lenguas originarias de Perú.
La iniciativa cobra más importancia aún en este 2019, declarado por la Unesco como el Año de las Lenguas Indígenas para que se tomen medidas ante las casi 3,000 lenguas en peligro de extinción en el mundo, de las que 21 están en Perú.
Desde el 2012 se han recuperado los nombres del quechua, la lengua nativa más hablada en América; el aimara, el jaqaru y los idiomas amazónicos awajún, wampis, matsés y shipibo-konibo.
"Es una herramienta para que sus miembros ejerzan derechos, principalmente el de nombre y el de la identidad étnica e individual", explicó el subgerente de investigación académica del Reniec, Danny Santa María.
El documento también sirve de guía para los registradores que recorren el vasto y diverso territorio peruano, pero que negaban los nombres indígenas para sí aceptar otros castellanos, como Jesús, María, José o Jorge.
Para la guía del jaqaru, lengua en peligro que solo hablan unos 600 peruanos en las alturas de la provincia andina de Yauyos, en la sierra de Lima, fue fundamental la lingüística Yolanda Payano, quien se entregó "en alma y corazón" para rescatar nombres como Shumay (bonita), Inti (sol), Wayrq'aja (viento) o Qajsiri (catarata).
La adalid del jaqaru recordó que su lengua ni siquiera era reconocido por el Estado peruano años atrás, "y cuando una lengua no se reconoce tampoco existe su cultura". "Por eso el derecho lingüístico es el primero para acceder a otros derechos", apuntó.
Santa María dijo que muchos nombres indígenas hacen referencia a elementos naturales o animales, con términos comunes como el sol y la luna (Inti y Killa en quechua, Willka y Phaxsi en aimara, Etsa y Nantu en awajún).
Para que no se perdiesen, los nativos usaron las más variadas argucias. Los aimara, que habitan en torno al lago Titicaca convirtieron sus nombres en apellidos que hasta entonces no tenían.
Los wampis, que viven en la frontera de Perú con Ecuador, usaban el nombre indígena aunque no figurase en el DNI, y los matsés, cuyo hogar es el remoto río Yavarí, en la frontera entre Perú y Brasil, creaban sus nombres al juntar el del padre y el de la madre.
La artista shipibo-konibo Olinda Silvano nunca pudo registrarse como Reshinjabe (Mujer de plumas de colores) hasta que el mes pasado salió la guía de los nombres de esta lengua que hablan más de 35,000 peruanos, la mayoría en la región selvática de Ucayali.
"Quiero que en mi DNI mi nombre figure como Reshinjabe Olinda. Mi nombre propio tiene que ir delante. Espero que todo el mundo lo haga porque el nombre viene desde nuestros abuelos y más allá", dijo Silvano, quien hará el cambio para ella y su familia.
La mujer shipibo destacó la importancia que su cultura da a los nombres originarios como Roninkoshi (anaconda poderosa), Barirrina (reina del sol) o Metsákoshi (líder hermoso), pues son elegidos por los abuelos en función de sus visiones tras tomar ayahuasca y hablar con los "chaikuni" (espíritus protectores de la selva).
El Reniec registró unos 8,000 "janekón" (nombres verdaderos en shipibo), compuestos siempre por dos elementos, uno que puede ser común para hombres y mujeres como Kaná (rayo), Ino (jaguar) o Rono (serpiente); y otro que define el género. "Tienen que estar presentes los dos para que sea un 'janekón", apuntó Santa María.
Este año el Reniec recopilará los nombres en asháninka, la lengua indígena más usada en la Amazonía peruana, con unos 73,000 hablantes repartidos por distintas regiones.
Entre ellos está Cinthya Gonzáles, presentadora de "Ashi Añane" (Nuestra Voz), el primer programa de la televisión peruana en asháninka, quien comentó que cambiaría su nombre por Shamaki Colla.
"Ya era hora de que se trabaje con nosotros para recuperar la identidad de nuestras raíces. Hay tantos nombres bonitos que tenemos y que se pueden recuperar, como también Shimashiri (Flor de Mayo), Sheyaki (palmera) o Tonkiri (colibrí)", detalló Gonzáles.
El Reniec quiere tener para el 2021, año del bicentenario de la independencia del Perú, una amplia colección de "tesoros" de nombres que demuestre su diversidad. "Somos 55 pueblos pero todos formamos una comunidad y un Estado", concluyó Santa María. 
Fuentes: Gestión (Perú) y Agencia EFE 17 de Febrero de 2.019

domingo, 8 de abril de 2018

Perú: Compromiso histórico en la protección de las tierras de tribus no contactadas


Perú creará dos reservas amazónicas para la protección de los pueblos indígenas aislados, que podrían abarcar una extensión de más de 2,5 millones de hectáreas.

Se sabe que al menos siete grupos distintos de tribus no contactadas, como la de los matsés, viven en las zonas que comprenden las nuevas reservas Yavarí Tapiche y Yavarí Mirin, ubicadas en el estado de Loreto, en la Amazonia nororiental peruana.

Esta región remota ha estado sometida a intensas presiones por proyectos de exploración de hidrocarburos y de extracción maderera, así como por la propuesta de una carretera que podría devastar a las tribus que habitan allí. Quienes ambicionan explotar los recursos naturales de la zona han negado durante mucho tiempo la existencia de pueblos indígenas viviendo en el área, ya que su presencia obstaculizaría sus planes.
Sin embargo, el Gobierno de Perú no ha descartado nuevas exploraciones de petróleo y se ha adjudicado dos concesiones petroleras dentro de las nuevas reservas Yavarí Tapiche y Yavarí Mirin. Survival International, el movimiento global por los pueblos indígenas y la única organización que lucha internacionalmente para detener la aniquilación de tribus no contactadas, ha escrito al Gobierno, junto a miles de simpatizantes, para exigir la prohibición total de toda extracción de recursos en las reservas y para que se supriman los dos lotes petroleros existentes en ellas.

Las reservas son fundamentales para la supervivencia futura de los pueblos indígenas aislados, que se enfrentan a una catástrofe a menos que sus tierras sean protegidas. Poblaciones enteras están siendo exterminadas por la violencia ejercida por los foráneos que les roban sus tierras y recursos, y por enfermedades como la gripe o el sarampión frente a las que no tienen inmunidad. Comunidades enteras pueden resultar diezmadas rápidamente.

Un hombre matsés dijo a Survival: “La vida antes del contacto era increíble. Nuestros hermanos no contactados todavía viven en la selva, sabemos que están ahí fuera. Ellos viven como nosotros lo hacíamos antes. Porque los indígenas aislados están ahí fuera, queremos que el Gobierno proteja la tierra”.

El director de Survival International, Stephen Corry, declaró: “Aunque damos la bienvenida a la creación de las reservas Yavarí Tapiche y Yavarí Mirin, la negativa del Gobierno peruano a prohibir toda extracción de recursos en sus tierras nos preocupa enormemente. Los pueblos indígenas no contactados son los más vulnerables del planeta. Son nuestros contemporáneos y una parte vital de la diversidad humana”.

La creación de dos áreas protegidas en Perú se produce tras años de intensa campaña por parte de los pueblos indígenas y sus simpatizantes. Sin embargo, hay otras tres reservas propuestas que siguen pendientes de formarse. Cuanto más retrase el Gobierno la creación de áreas protegidas, mayor será el riesgo que afrontan los pueblos indígenas que habitan en esas regiones.

Información de contexto
- Los pueblos indígenas no contactados son aquellos que no han mantenido contacto pacífico con nadie de la sociedad mayoritaria o dominante. Estos pueden ser pueblos enteros o grupos reducidos de tribus que ya han sido contactadas.

- Algunos de ellos podrían haber estado en contacto con la sociedad colonial en el pasado, y huyeron a raíz de la violencia que se desató contra ellos. Otros podrían haber formado parte alguna vez de grupos indígenas más poblados, de los que se separaron y alejaron huyendo del contacto.

- Los pueblos indígenas aislados no son atrasados ni reliquias primitivas de un pasado remoto. Son sociedades contemporáneas y allí donde sus derechos se respetan siguen prosperando.

Fuentes:
Survival https://www.survival.es/noticias/11946
El Orejiverde 
8 de Abril de 2.018