Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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sábado, 10 de mayo de 2025

Los Muzos Colimas de Boyacá, Colombia


Los indígenas muzos colimas habitaron la región que hoy conocemos como el occidente del departamento de Boyacá, en Colombia. Su historia se remonta a tiempos precolombinos, y se cree que pertenecían a la familia lingüística Caribe, llegando a la región probablemente desde el Golfo de Maracaibo. Eran conocidos por ser un pueblo guerrero y territorial, resistiendo la conquista española durante varios años. La economía de los muzos colimas se centró significativamente en la extracción y el comercio de esmeraldas. Fueron los primeros en identificar y explotar los ricos yacimientos de esta piedra preciosa en la región de Muzo, que hasta el día de hoy es reconocida mundialmente por la calidad de sus esmeraldas. Desarrollaron técnicas rudimentarias pero efectivas para la extracción de las esmeraldas. Localizaron las minas y utilizaron herramientas sencillas para extraer las gemas. Las esmeraldas no solo tenían valor ornamental y ritual para los muzos colimas, sino que también se convirtieron en un importante producto de intercambio. Se sabe que comerciaban con los muiscas, sus vecinos, ofreciéndoles esmeraldas a cambio de mantas de algodón y cerámica, productos que los muzos colimas no producían. Las esmeraldas tenían un significado profundo en la cosmovisión de los muzos colimas. Se asociaban con el agua, la fertilidad y la fuerza de la vida, por lo que eran utilizadas en rituales y ofrendas. Es importante destacar que la explotación de esmeraldas por los muzos colimas sentó las bases para la actividad minera que continuaría después de la llegada de los españoles. Aunque las técnicas y la escala de la extracción cambiaron drásticamente con la colonización, el conocimiento ancestral de los muzos colimas sobre los yacimientos fue fundamental. Hoy en día, Muzo sigue siendo el corazón de la producción de esmeraldas en Colombia, y aunque la comunidad indígena muzos colimas como tal se considera extinta, su legado perdura en la historia y la economía de la región.

Fuente: FB Muzo Esmeraldas

domingo, 20 de diciembre de 2020

Sabiduría ancestral, otra pérdida en la Amazonia

La pandemia sacó a la luz el abandono, la deforestación y desaparición del conocimiento milenario.



Además de dejar en evidencia las heridas del abandono estatal, múltiples deficiencias, la cruel deforestación y la violencia de la minería ilegal, uno de los efectos más desastrosos causados por el covid-19 en la Amazonia colombiana ha sido “la muerte de sabedores y sabedoras indígenas”, dice a EL TIEMPO una voz de la Fundación Gaia Amazonas, ONG colombiana que trabaja con los pueblos indígenas de la región desde hace más de 30 años.

Esas muertes no solo pusieron en riesgo la supervivencia física de nuestra Amazonia, sino “también sus sistemas culturales de conocimiento y manejo con los cuales se han cultivado y nutrido por milenios las selvas y los ríos, de los que depende hoy el frágil equilibrio del clima global. Cualquier menoscabo de la diversidad cultural es una pérdida irreparable de diversidad biológica”, sostiene.

Diagnosticar con exactitud los daños producidos por covid-19 en la Amazonia es difícil por las dificultades de acceso, pero el Instituto Nacional de Salud reportó que afectó a, por lo menos, 50 pueblos indígenas y que los más azotados fueron los tikuna con 401 casos confirmados, los murui-uitoto con 134 casos y los puinave con 45.

Los tikunas habitan longitudinalmente en Perú y Brasil y, longitudinalmente, entre el río Putumayo y el río Amazonas, abarcando el trapecio amazónico en Colombia, incluyendo el bajo Caquetá. Los murui-uitoto viven a lo largo de las orillas de los río Putumayo, Cara-Paraná e Igara Paraná, en Colombia, y en el norte de Perú, y los puinave en aldeas dispersas en la cuenca del río Inírida, en el oriente del Guaviare y en las fronteras colombianas con Brasil y Venezuela.

Han muerto 118 indígenas entre los 3.266 casos confirmados de covid, de los que 100 eran mayores de 50 años y 43 de 75 años. Con su muerte se perdió “un conocimiento invaluable para cada pueblo indígena afectado”, lamenta Gaia.

Al principio, la pandemia tomó la Amazonia por sorpresa, principalmente en capitales como Leticia, y produjo fallecimientos en serie, pero luego los indígenas encontraron salidas dentro de los conocimientos de su propia cultura para enfrentarlo.

Gaia explica que “otro aspecto fundamental que tienen los pueblos indígenas para enfrentar los retos generados por el covid-19, son sus Sistemas Alimentarios Indígenas Amazónicos (Saia). Los conocimientos culturales implicados en la producción y consecución de alimento tienen especial relevancia en situaciones de pandemia ya que en ellos confluyen los saberes para proteger, prevenir y curar”.
Los Saia se definen como la totalidad de conocimientos y relaciones sociales, que incluyen las de los seres de la naturaleza, que tienen relación con la producción y obtención de los alimentos considerados nutritivos.

“La característica fundamental de estos sistemas es que se sustentan en la reciprocidad y el equilibrio en las relaciones con todos los otros seres de la naturaleza”, explica la ONG.

Además, en los Saia existen la experiencia y el conocimiento milenario que hoy se requieren para garantizar un bioma amazónico conservado y resiliente y, como lógica de relacionamiento con la naturaleza, son un ejemplo mundial de alternativa al cambio climático.

La actividades relacionadas con los alimentos son un entramado de prácticas, saberes y comportamientos indígenas en las que se repiten interacciones con seres no humanos (plantas, animales y minerales) y otras entidades (dueños espirituales de los elementos de la naturaleza), integrando conocimientos y acciones que son propios de mujeres y hombres, de manera complementaria e interdependiente.

“Por eso, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), entre otros, han venido poniendo sobre la agenda política internacional la agroecología en sus diferentes expresiones culturales como estrategia para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible- ODS 2030”, afirma Gaia.

Para los indígenas amazónicos el covid es “una “enfermedad del mundo”, la cual es posible prevenir, manejar, tratar mediante el restablecimiento de las relaciones con los seres espirituales y el uso de plantas medicinales. En ese sentido, es posible afirmar que han tenido éxito”, añade.

La veloz propagación

La velocidad de la expansión del covid en la Amazonia se debió, principalmente, a que se trata de una región donde “confluyen las fronteras de 9 países, donde las geografías culturales de sus poblaciones locales e indígenas comparten territorios nacionales y donde los flujos de movimiento de las personas se dan principalmente por los ríos y sus afluentes, los cuales históricamente han servido como las principales vías de comunicación, comercio e intercambio”, según Gaia.

Todo esto se suma a la sostenida ausencia del Estado que ha redundado en una muy precaria o inexistente asistencia en servicios de salud. Además, complicó la situación el descuido con que se distribuyeron alimentos enviados desde Bogotá o desde otras ciudades amazónicas. También, la ignorancia y el irrespeto por las culturas indígenas que habitan la región.

Es decir, de “la prevalencia de políticas públicas de salud construidas sin tener en cuenta un diálogo intercultural, a partir del cual se podría reconocer como complementarias las prácticas y conocimientos locales y tradicionales que tienen las poblaciones amazónicas para prevenir, curar y manejar la salud y la enfermedad”.

“La persistente visión de la región como una zona de frontera ha contribuido a fomentar la presencia de un sinnúmero de actores que se dedican a la extracción indiscriminada de recursos y a economías extractivas ilegales como narcotráfico, minería, tráfico de fauna silvestre y madera, acaparamiento de tierras, etc., que transitan por la selva sin restricciones, invaden los territorios indígenas, incluso las áreas intangibles para la protección de los pueblos indígenas en aislamiento voluntario y contacto inicial (Piaci)”, denuncia Gaia.

Otro factor que favoreció la expansión del virus por la Amazonia fue su condición como frontera internacional y, en especial, por su proximidad, en la zona oriental, con un país tan afectado por el covid como Brasil.

“Teniendo como vecinos más cercanos a San Gabriel de Cachoeira, que al primero de diciembre reportó más de 4.800 casos de confirmados, o la influencia de Manaos, con un alarmante número de 71.325 contagios y siendo una de las poblaciones más afectadas en Brasil, era de esperarse que la propagación del virus por las vías fluviales hiciera su aparición en estos territorios”, afirma Gaia.

Otros flagelos y desafíos

A los desastres producidos por el covid se suman otros flagelos contra el medio ambiente, como la voraz deforestación y la minería ilegal, que envenena territorios y ríos con mercurio y afecta la cadena alimenticia.

La minería ilegal es uno de los grandes cánceres de la Amazonia y está haciendo metástasis. Se estima que existen en la actualidad unos 4.472 puntos de minería ilegal de los que el 83 % afecta varias hectáreas sobre los ríos de la Amazonia. Un 53,8 % de esos puntos se localizan en Brasil y el 32 por ciento restante en Venezuela, que apenas representa un 5,6 % de la región.

“En toda la Amazonia existen 664 territorios indígenas y 129 áreas naturales protegidas donde se presentan actividades mineras, según la Red Amazónica de Información Socio ambiental Georreferenciada (Raisg).

Por lo menos el 33 por ciento de la Amazonia está hoy bajo mayor presión que hace 8 años y las áreas más afectadas se ubican en regiones periféricas del bioma: en zonas montañosas y de piedemonte de la Amazonia occidental; especialmente en Ecuador, en el norte de Venezuela y en el sur de la Amazonia brasileña, según el reciente Atlas Amazonia bajo presión, elaborado por la Raisg.

Uno de los aspectos del problema, según Gaia, es “la precariedad del sistema de salud que dejó al descubierto el covid en la Amazonia y se focaliza en dos aspectos fundamentales: el escaso avance en la construcción e implementación de modelos realmente interculturales, a partir del reconocimiento efectivo de los sistemas de conocimiento y prácticas propias de los pueblos indígenas”.

También incluye los mecanismos para garantizar la complementariedad con el conocimiento biomédico y la pobreza institucional que afecta al actual sistema nacional de salud, caracterizado por la poca infraestructura, la deficiente dotación y su constante crisis financiera”.

“Esos aspectos constituyen los retos más importantes a mediano plazo, lo que implica una acción estatal más decidida para desarrollar un verdadero diálogo intercultural con los pueblos indígenas y construir un sistema de salud viable en lo cultural y sostenible en lo financiero”, sostiene Gaia.

Y, tal vez, en ese abismo que existe entre lo que son y lo que el Gobierno interpreta que son los pueblos indígenas radicaron algunas de las fallas de la asistencia durante la actual pandemia.

“La ayuda directa del Gobierno a los pueblos indígenas se concentró en el envío de mercados desde una perspectiva de seguridad alimentaria, muy similar a la adoptada para poblaciones vulnerables en contextos urbanos, pero había que tener en cuenta que los pueblos indígenas tienen sistemas alimentarios propios, en cuyo fortalecimiento se debe concentrar la perspectiva estatal”, afirma Gaia.

Por eso, esa institución y otras ONG ambientalistas tuvieron que construir paquetes de ayuda, con el auxilio de las comunidades, que incluían anzuelos, nailon, mecheras, sal, pilas y otras cosas, indispensables para mantener la autonomía alimentaria y limitar el desplazamiento de los indígenas a centros urbanos donde podían contagiarse.

Para Gaia, nos enfrentamos en la Amazonia a dos grandes desafíos que requieren cuidados urgentes:

1) La vigencia de los Saia como patrimonio cultural inmaterial, que se encuentran en riesgo frente al avance de la pandemia del covid 19.

2) Que en los Saia “está parte de la solución para la prevención de futuras enfermedades infectocontagiosas de origen viral derivadas de la degradación ambiental y la pérdida de equilibrio ecológico en ecosistemas aislados de la sociedad industrial”.

Por lo anterior es importante que los Estados avancen en la construcción de relaciones colaborativas con los pueblos indígenas, basadas en el diálogo intercultural como herramienta y asuman la importancia de sus conocimientos y prácticas culturales para establecer una nueva visión en el desarrollo y preservación de la Amazonia.

Escrito por Gloria Helena Rey
Especial para EL TIEMPO - (Colombia) - 18 de Diciembre de 2020

https://www.eltiempo.com/colombia/otras-ciudades/coronavirus-en-amazonas-sabiduria-ancestral-otra-perdida-en-la-amazonia-555779

Colombia: Reconocimiento a las mujeres sabias y a las que narran la historia

A ellas se les brindan herramientas para que puedan redescubrir realidades y narrar experiencias.



Para mamita Deya, como es dicen con cariño en su comunidad a las mujeres con gran sabiduría, acciones como cocinar o coger una planta para hacer un baño o un riego deben ser precedidas por un ritual.

“No abrimos un espacio sin encomendarlo o sin pedir permiso. Y en las reuniones, por mínimo que sea el número de personas, siempre debe haber un centro energético”, enfatizó mamita Deya.

Deyanira Valdés (su nombre real) forma parte de la Red Nacional de Mujeres Afrodescendientes Kambirí y dentro de la organización es la coordinadora del capítulo de Medellín y de Valle de Aburrá, lugares donde realiza y enseña sus rituales.

Para su comunidad, por ejemplo, el alimento se realiza a partir de rituales en los fogones porque “desde ese lugar también establecemos espiritualidad con los alimentos”, destacó.

Estos rituales sanadores y de enseñanza despiertan el interés de muchas personas que quieren conocerlos y aprender, por lo que “siempre estamos dispuestas a enseñar, incluso desde la academia, ya que hago parte del grupo de investigaciones de estudios interculturales y coloniales de la Universidad de Antioquia”, añadió mamita Deya.

Precisamente, su proyecto de rituales que fortalece su cultura ancestral, la llevó a ganar un reconocimiento en el 2018 y, de esta manera, a convertirse en un referente para las comunidades afrocolombianas del país.

El ‘Reconocimiento a la dedicación del enriquecimiento de la cultura ancestral de las comunidades negras, raizales, palenqueras y afrocolombianas dentro del decenio afrodescendiente’ fue entregado por el Ministerio de Cultura como parte de su programa de reconocimientos de la dirección de Poblaciones.

No abrimos un espacio sin encomendarlo o sin pedir permiso. Y en las reuniones, por mínimo que sea el número de personas, siempre debe haber un centro energético

Además, para visibilizar a líderes y lideresas se han realizado estrategias digitales y murales para darlos a conocer. En palabras de Luis Sevillano, director del programa, el objetivo es “fomentar un diálogo para aplicar el enfoque diferencial en las políticas culturales del país; es decir, tomar las medidas necesarias para hacer posible que las políticas culturales puedan ser disfrutadas por los grupos vulnerables: mujeres, niños, poblaciones negras afrocolombianas, raizales y palenqueras, comunidades indígenas, campesinos, LGBTI, gitanos y población con discapacidad.Mujeres narran

Desde la cocina, el arte, el tejido, la música, la danza, la elaboración de artesanías, la palabra, la escritura y el lenguaje audiovisual, entre otras actividades, las mujeres logran narrar su territorio. Para lograrlo se les brindan las herramientas con las que puedan redescubrir sus realidades y narrar sus experiencias.

Este programa fue lanzado en el 2020 dentro de la conmemoración del Día de la Mujer (9 de marzo) con el objetivo de cerrar las brechas y reconocer el poder de sus voces.
Saberes y sabores es un libro que, a través de narrativas de mujeres afros y de la cocina tradicional, retratan historias de vida.

También se realizan talleres de cuento, crónica, poesía y ‘oralitura’ para mujeres de entre 17 y 65 años en Tumaco, Nariño. Así mismo, se hicieron dos proyectos piloto con mujeres campesinas del Cauca y con indígenas de Arauca para formarlas en el oficio narrativo y de creación.Lenguas nativas, un legado del país para proteger

Colombia tiene 69 lenguas nativas: 65 indígenas, 2 de las comunidades negras (una con base en el español, que es el palenquero, y otra con base en el inglés, que es el creole), la romaní y la de señas. Por ello, la ley de lenguas (Ley 381) manifiesta que se debe permitirles y garantizarles el acceso a todas las instancias sociales.

Antonia Agreda, quien pertenece al pueblo inga (de la rama quechua) y es la asesora de los asuntos de patrimonio lingüístico en el Mincultura, explica que desde allí promueven una comunicación informada y una promoción de las lenguas para que sean visibilizadas.

Por ejemplo, con motivo de la pandemia, “se realizaron traducciones en audios, a 11 lenguas nativas, brindándoles todas las orientaciones necesarias para la prevención de la enfermedad, qué significaba la pandemia y demás datos necesarios, gracias al apoyo y la difusión de 398 medios comunitarios”, precisó Agreda.

Fuente: El Tiempo (Colombia) - 17 de Diciembre 2020

https://www.eltiempo.com/mas-contenido/reconocimiento-a-las-mujeres-sabias-y-a-las-que-narran-la-historia-555282

domingo, 17 de febrero de 2019

El río que se robaron: el documental del exterminio del pueblo wayúu



Casi todos los niños que aparecen en este documental ya han muerto. La investigación que compone El río que se robaron: el exterminio del pueblo wayúu, reveló al mundo un genocidio a cuentagotas, fruto de la desidia del estado, aunada con la codicia de las carboneras y de los cultivos agroindustriales en el departamento más árido del país. Los indígenas wayúu de La Guajira mueren de sed y desnutrición porque el río Ranchería, piedra angular de su sustento, ha sido desviado, y porque las ayudas alimentarias para los niños son botín de políticos y funcionarios corruptos.

En la tradición de piezas como The Cove, ganadora del premio Óscar a Mejor Documental en el 2010, El río que se robaron es pesquisa detectivesca y periodismo activista. Hay un misterio inicial: ¿dónde está el agua que tiene a todo un pueblo indígena padeciendo sed y hambre?

Este viaje a La Guajira es una exploración del abandono que padecen las comunidades indígenas en regiones de intensa corrupción estatal y empresarial. La idea inicial del documental, de hecho, surgió por la investigación que realiza Gonzalo Guillén, su director, en torno a la mafia criminal liderada por Juan Francisco Gómez Cerchar, alias "Kiko", exgobernador de La Guajira, y por el narcotraficante Marquitos Figueroa. Aun hoy, "Kiko" ofrece millonarias recompensas para quien asesine a Guillén, uno de los principales testigos de la Fiscalía en su contra.

Gonzalo Guillén es uno de los periodistas investigativos más prolíficos y valientes del país. Su trabajo más representativo inició en los años ochenta, cuando con un arrojo que recuerda a Günter Wallraff, cruzaba disfrazado la frontera entre Colombia y Venezuela para encontrar las fosas comunes donde la Guardia Nacional arrojaba los cadáveres de inmigrantes colombianos. Más recientemente, ha liderado las principales investigaciones sobre los grupos paramilitares y narcotraficantes de la familia Uribe Vélez.

Fue recorriendo la desértica península de La Guajira, históricamente secuestrada por las mafias, que Guillén se topó con una tragedia que pasaba en silencio: los wayúu no tenían agua y sus niños morían en escenas similares a las hambrunas africanas. ¿Quién se robó el río? ¿Dónde estaban ahora?

Una de las escenas más impactantes del documental es la de una líder wayúu en túnica blanca, observando adolorida una enorme represa que se utiliza para irrigar los cultivos de arroz y palma del sur de la Guajira, y luego abastecer al Cerrejón, la mina de carbón más grande de Colombia. "Aquí está. Aquí está el agua", dice llorando. Es el clímax en el que se resuelve el misterio.

La solidez de la investigación es tal que la Corte Interamericana de Derechos Humanos aceptó al documental como la prueba principal en una demanda presentada por la abogada Carolina Sáchica, y otorgó medidas cautelares para que se atendiera a la situación de inanición y desnutrición de los indígenas. Medidas que el estado colombiano aún desacata.

Fueron estas denuncias y el terso estilo del documental lo que le valieron el Gran Premio Franco-Andino del 2015, y lo que ha desencadenado una petición de la plataforma change.org, y un movimiento en redes sociales, #DevuelvanElRio, que cuenta con el apoyo de intelectuales, académicos, periodistas y ciudadanos colombianos, dentro y fuera del país.

Más de 7.000 indígenas wayúu han muerto. Seguirán falleciendo si el engranaje de activismo del que este documental hace parte no rompe la red de corrupción e ilegalidad que alimenta el lento genocidio de la nación wayúu.

El río que se robaron puede verse desde el 2 de septiembre en la plataforma web de cine independiente indyon.tv. Ha sido presentado en la Universidad Jorge Tadeo Lozano, y también habrá presentaciones en la Universidad de los Andes, la Corporación de Teatro y otros espacios académicos. El 15 de octubre será proyectado en la fachada del Museo de Arte Contemporáneo de Bogotá.

Twitter: @santiagovillach
Fuente: Semana S.A.
https://www.semana.com/cultura/articulo/el-rio-que-se-robaron-el-exterminio-del-pueblo-wayuu-documental-de-la-guajira/498694



lunes, 16 de abril de 2018

El Tesoro Quimbaya y sus reclamaciones




Estas joyas son de magistral confección y belleza sin igual, hecho por el cual Colombia perdió una riqueza de valor incalculable.

El más famoso hallazgo arqueológico orfebre de América fue el Tesoro Quimbaya, hasta el año 1987, cuando se descubrió el del Señor de Sipán en el Perú. Ambos muestran el más alto adelanto tecnológico de sus piezas metalúrgicas, lo que refleja también unas culturas de notable despliegue espiritual y de composición jerárquica de orden ceremonial y chamánico.

No obstante su destacado relieve, ni cuando se obsequió a España, ni en el decurso del siglo XX, se manifiestan intereses oficiales e institucionales que pudieran poner en valor al Tesoro Quimbaya desde el punto de vista de la historia y la identidad nacional.

Solo una entidad, desde principios de 2003, viene insistiendo en la necesidad de recuperar el Tesoro Quimbaya para que regrese al país de origen. Se trata de la Academia de Historia del Quindío, organismo de la intelectualidad que abandera todavía su repatriación.

Utilizando como fuentes de información el trabajo de grado de la historiadora Carmen Cecilia Muñoz Burbano, periódicos de circulación nacional y regional y un resumen de octubre de 2017, documentado por la Academia de Historia del Quindío, se ha compilado una relación de los principales hechos de reclamación del Tesoro Quimbaya.

Antes de presentarla, llama la atención el epígrafe del capítulo IX del trabajo de grado de Muñoz, en el cual ella cita un párrafo de la obra del escritor Jesús Arango Cano, publicada en 1981: “Por poca fortuna, muchas y hermosísimas piezas quimbayas reposan ahora en museos foráneos, lo que nos priva de la oportunidad de tener a mano riquísimos exponentes de esta ‘escuela’ de orfebrería aborigen. Traigamos a colación el hecho de que en la administración de Carlos Holguín, en 1892, el gobierno de Colombia obsequió al de España, una regia colección de arte indígena prehispánico, consistente en 162 piezas de oro, entre ellas las conocidas como el ‘Tesoro Quimbaya’, representadas por 62 alhajas de este estilo. Estas joyas son de magistral confección y belleza sin igual, hecho por el cual Colombia perdió una riqueza de valor incalculable. Aún no alcanzamos a comprender y valorar lo suficiente la riqueza que hemos perdido en estos tesoros de nuestros orfebres precolombinos, que son trozos, como quien dice, jirones de nuestra prehistoria”.


Quien escribe este párrafo, en la página 150 de su libro Revaluación de las antiguas culturas aborígenes de Colombia —1981—, era hijo de don Luis Arango Cardona, el famoso guaquero del Quindío y también fundador del municipio de La Tebaida.
No ha sido el único quindiano que abogó por la recuperación del tesoro. Varios han luchado con denuedo por la devolución de dicha colección. Pero el más destacado ha sido el presidente de la Academia de Historia del Quindío, Jaime Lopera Gutiérrez. En yunta con el académico Felipe Arturo Robledo Martínez, la larga lista de hechos de reclamación que presentamos a continuación hoy son historia frente a un hecho trascendental que ellos lograron ante la Corte Constitucional: esto es, la sentencia que obliga al gobierno colombiano a solicitar el Tesoro Quimbaya a España, lo cual se consiguió en el año 2017.
Antes de Lopera otros colombianos, entre ellos un presidente de Colombia y un alcalde de Armenia, protagonizaron importantes sucesos del historial:

Junio de 1974: Primer intento de reclamación, por parte del Banco de la República y su museo del Oro y del embajador en España Belisario Betancur. Se proponía un canje de piezas del tesoro por otras de Colombia.

Junio de 1976: Nueva insistencia de Belisario Betancur. Esta solicitud es rebatida por el Museo de América, a través de 12 apartes bien documentados, de varias páginas de extensión.

Principios de 1986: siendo ya presidente Belisario Betancur, el embajador en España, Pedro Gómez Valderrama, y la directora del museo del Oro, María Elvira Bonilla, solicitan: “Se acelere el canje a fin de poder presentar las piezas el 25 de julio, cuando se inauguró una sucursal del museo del Oro en Armenia. Esta iniciativa, empero, tampoco fructificó, pese a que el término de préstamo se redujo a cinco años renovables” (Daniel Samper Pizano en ‘Al rescate del Tesoro Quimbaya’, domingo 8 de marzo de 1987, periódico El Tiempo).

Enero de 1992: Carta del alcalde mayor de Armenia, César Hoyos Salazar a su majestad Juan Carlos I de Borbón, Rey de España, donde expresa: “… le solicito comedidamente la devolución del Tesoro, que aspira a ser exhibido en el museo Quimbaya del Banco de la República en la ciudad de Armenia, centro de esta cultura precolombina antes de la conquista española, habida cuenta de la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América” (semanario Correo de Occidente. Armenia, 25 de enero de 1992).

Junio de 1992: Artículo de Pablo Gamboa Hinestrosa, titulado ‘El primer tesoro de los Quimbayas’ hace cien años fue obsequiado a España, en la revista Credencial Historia No. 30, donde anota en su parte final que posiblemente las gestiones iniciadas por Belisario Betancur den un resultado favorable para Colombia y “lleguen al museo del Oro de Bogotá diez obras del tesoro en comodato; otras diez piezas quimbayas saldrán del museo del Oro para el Museo de América”.

Año 2002: Publicación del libro El tesoro de los Quimbayas: historia, identidad y patrimonio. Pablo Gamboa Hinestrosa

Abril 2 de 2003: solicitud de la Academia de Historia del Quindío, a través de su presidente Jaime Lopera Gutiérrez al presidente del gobierno español, José María Aznar, con copia al presidente Álvaro Uribe Vélez, en la cual se le pide la repatriación del Tesoro Quimbaya. Se refuerza con documentos y notas dirigidas a Unesco.

Abril 7 de 2003: Petición al gobierno colombiano, dirigida a la canciller Carolina Barco, por parte de la Academia de Historia del Quindío, para repatriar el Tesoro Quimbaya.

Mayo 30 de 2003: Carta de la directora de asuntos culturales de la Cancillería a Nohemí Sanín, embajadora en España, esperando instrucciones para responder la carta de abril 7.

Agosto de 2003: Presentación del trabajo de grado ‘El Tesoro de los Quimbayas: estudio historiográfico y documental’. Por Carmen Cecilia Muñoz Burbano. Universidad del Valle.

Diciembre 9 de 2003: Segunda solicitud formal al gobierno, dirigida por la Academia de Historia del Quindío al presidente Álvaro Uribe Vélez.

Agosto 19 de 2004: Nueva petición al gobierno español sobre la repatriación del tesoro, enviada por la Academia de Historia del Quindío y en concreto a su jefe de gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero.

Septiembre 16 de 2004: Columna periodística de Óscar Domínguez en el periódico El Colombiano, abogando ante la Corte Española por la repatriación.

Julio de 2005: Se sanciona la ordenanza #0015 de la asamblea departamental del Quindío, creando una comisión de alto nivel que se ocupará de la recuperación del Tesoro Quimbaya.

Septiembre de 2005: Proposición aclamada de apoyo a la Academia de Historia del Quindío por parte de todas las academias departamentales de historia del país, reunidas en el Octavo Congreso Nacional de Academias en Tunja.

Abril 24 de 2007: Acción popular presentada para solicitar la recuperación del Tesoro Quimbaya, ante el Juzgado 23 Administrativo de Bogotá, por el abogado Felipe Rincón Salgado.

Julio de 2008: Solicitud de colaboración de la Unesco para la repatriación del Tesoro Quimbaya, dirigida por la Academia de Historia del Quindío al embajador de Colombia en Francia, Fernando Cepeda Ulloa.

Septiembre 4 de 2009: Fallo de primera instancia, por medio del cual se acoge favorablemente la demanda del abogado Felipe Rincón Salgado.

Agosto 31 de 2010: Petición de la Academia de Historia del Quindío a María Ángela Holguín, ministra de Relaciones Exteriores, para comenzar las gestiones indicadas a través del juzgado 23 para la repatriación del Tesoro Quimbaya.

Noviembre de 2010: Presentación del trabajo de grado de Felipe Arturo Robledo Martínez, ‘Tesoro de los Quimbayas, legalidad de la donación e importancia en la creación de la identidad quindiana’, para optar al título de abogado. Universidad Nacional de Colombia. 
Abril de 2012: Acción de tutela interpuesta por Felipe Rincón Salgado contra el Tribunal Administrativo de Cundinamarca por vulneración de la acción popular.

Diciembre de 2014: Publicación del artículo ‘Identidad cultural, salud social y Estado Social de Derecho. El caso: Tesoro Quimbaya, Quindío, Colombia’, del abogado Felipe Arturo Robledo Martínez, hoy miembro de la Academia de Historia del Quindío, en la revista de Salud Pública, universidad Nacional de Colombia.

Enero 28 de 2016: Audiencia pública sobre el Tesoro Quimbaya, ante la Corte Constitucional, en la que intervienen los abogados Jaime Lopera Gutiérrez y Felipe Arturo Robledo Martínez a nombre de la Academia de Historia del Quindío.

Octubre 19 de 2017: La Sala Plena de la Corte Constitucional toma la determinación de regresar a Colombia el Tesoro Quimbaya y ordena al presidente de la República hacer lo necesario para cumplir esta sentencia.

Ahora solo resta esperar que muy pronto el Tesoro Quimbaya, uno de los símbolos de nuestra nacionalidad regrese al país. Actualmente, Jaime Lopera Gutiérrez hace parte del comité nacional para el seguimiento que se le hará al cumplimiento de la sentencia, que sesiona en Bogotá, junto con otros representantes del gobierno y de la academia.

Fuente: La Crónica del Quindio – 16 de Abril de 2.018
Jorge Hernán Velásquez Restrepo y Roberto Restrepo Ramírez
Academia de Historia del Quindío


viernes, 16 de febrero de 2018

Los indígenas de Sierra Nevada


Los ricos recursos de esta tierra atraen la amenaza exterior.

Los indígenas de Sierra Nevada son cuatro tribus únicas, emparentadas entre sí, que viven en las laderas de la Sierra Nevada de Santa Marta, en el norte de Colombia.

Pero la riqueza natural de su tierra atrae proyectos de “desarrollo” extremadamente dañinos.

La Sierra Nevada de Santa Marta es una montaña única con forma de pirámide que se encuentra en el extremo norte de los Andes, en el norte de Colombia. En sus laderas viven cuatro pueblos indígenas diferentes, pero emparentados entre sí: los arhuacos (o ikas), los wiwas, los kogis y los kankuamos. Juntos, suman más de 30.000 personas.

La cima de la montaña se encuentra a unos 5.000 metros de altitud. En su base, a las orillas del Caribe, una densa selva tropical reviste las bajas llanuras. A medida que la montaña va tomando altura, la selva se va transformando en una sabana abierta y en bosques nubosos.

Para los indígenas, la Sierra Nevada es el corazón del mundo. Está rodeada por una “línea negra” invisible que abarca los lugares sagrados de sus ancestros y demarca su territorio.

Los hermanos mayores
Los indígenas de la Sierra se autodenominan los “hermanos mayores” y creen poseer una sabiduría y un entendimiento místicos que superan los de los demás. Se refieren a otros pueblos como los “hermanos menores”.

Un encuentro en medio del exhuberante paisaje de Sierra Nevada.
© Danilo Villafañe

Los hermanos mayores creen que es su responsabilidad mantener el equilibrio del universo. Cuando hay huracanes, sequías o hambrunas alrededor del mundo, se dice que son la causa de un fallo humano a la hora de mantener la armonía del planeta.

El equilibrio se consigue realizando ofrendas a los lugares sagrados para devolver a la tierra lo que se ha obtenido de ella.

Mamos

Dos hombres arhuacos en la Sierra Nevada de Santa Marta, Colombia.
© Survival International

Los líderes espirituales se denominan mamos. Un mamo tiene la responsabilidad de mantener el orden natural del mundo por medio de canciones, meditación y ofrendas rituales.

La preparación de un mamo comienza cuando es pequeño y dura unos dieciocho años. Llevan al joven a lo alto de las montañas y allí le enseñan a meditar sobre el mundo natural y espiritual.

En la cultura occidental, el mamo sería una especie de cura, profesor y doctor, todo en uno.

Coca frente a cocaína
La coca desempeña un papel central en la vida cotidiana, y se utiliza en ofrendas y ceremonias.
Cada hombre lleva consigo una bolsa con hojas de coca, que mastican para conseguir un efecto ligeramente estimulante. Cuando dos hombres se encuentran, se intercambian un puñado de hojas como señal de respeto mutuo.

Una calabaza ahuecada a la que llaman poporo contiene conchas machacadas. Con un palo transfieren el polvillo de las conchas trituradas a las hojas de coca que tienen en la boca: la alta alcalinidad de las conchas reacciona al entrar en contacto con la coca y estimula así los principios activos. El polvo sobrante se coloca en el cuello del poporo, y con el tiempo se acaba convirtiendo en un grueso collar.


El poporo es un símbolo de madurez y marca de civilización entre los indígenas.
© Danilo Villafañe

Pero la coca también la cultivan los colonos no indígenas como materia prima de la cocaína. Colombia es desde hace tiempo la capital mundial de esta droga, y su producción ha tenido consecuencias devastadoras para la población indígena.

Las bajas laderas de la Sierra han sido ocupadas por colonos que cultivan coca para el tráfico de drogas, con el que se financia en gran parte el conflicto armado entre los grupos de guerrilla y los paramilitares, en la larga guerra civil que azota al país.

A pesar de la naturaleza pacífica de los indígenas, a menudo se ven atrapados en el fuego cruzado entre el ejército y los grupos armados ilegales. Muchos han muerto asesinados como consecuencia, y otros se han visto forzados a huir por esta especie de guerra civil que asola sus tierras.

Váyanse de nuestras tierras


Se prohíbe la entrada a no-indígenas”. Cartel en una comunidad arhuaco.
© Kelly Loudenberg

Los indígenas de la Sierra son descendientes de los tayronas, una gran civilización cuyo magistral trabajo con el oro y su arquitectura atraen a la región a turistas y ladrones de tumbas por igual.

Cada pueblo indígena se ha adaptado a la invasión de sus tierras a su modo: los kogis rechazaron la invasión exterior huyendo a zonas más altas de la Sierra. Se han mantenido especialmente hostiles a las visitas de turistas con cámara en mano.

Los arhuacos, a cuyos varones se distingue por sus sombreros con forma cónica, han organizado un fuerte movimiento político para defender sus derechos, mientras que los kankuamos viven al pie de las montañas, en su mayoría integrados por completo en la sociedad mayoritaria.

El agua
El agua es enormemente reverenciada por los indígenas, y existe una enorme oposición a los proyectos hidroeléctricos en la región, tanto los ya existentes como los que están en fase de planificación. Las presas interfieren en el ciclo natural del agua de la Sierra y amenazan los cultivos y el ganado de los indígenas.
La propiedad privada de la tierra y los proyectos de “desarrollo” hacen cada vez más difícil para los indígenas moverse por su territorio ancestral y realizar ofrendas para mantener el equilibrio del planeta.

Informe
Survival Internacional
https://survival.es/indigenas/sierra-nevada