Un espacio destinado a fomentar la investigación, la valoración, el conocimiento y la difusión de la cultura e historia de la milenaria Nación Guaraní y de los Pueblos Originarios.

Nuestras culturas originarias guardan una gran sabiduría. Ellos saben del vivir en armonía con la naturaleza y han aprendido a conocer sus secretos y utilizarlos en beneficio de todos. Algunos los ven como si fueran pasado sin comprender que sin ellos es imposible el futuro.

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viernes, 15 de febrero de 2019

Los guaraníes inventaron el fútbol (Manga Ñembosarai)




No había goles y los partidos terminaban por abandono de uno de los equipos, pero los guaraníes de Paraguay ya jugaban en el siglo XVII a un juego de pelota muy parecido al fútbol, según los testimonios escritos por misioneros jesuitas y enviados al Vaticano.

«Fueron los guaraníes los inventores del fútbol», afirma el sacerdote jesuita Bartomeu Meliá, en un documental que ha sido producido por la Secretaría Nacional de Cultura de Paraguay, en el que afirman que el origen del balompié es más antiguo y que los ingleses en realidad solo lo reglamentaron a mediados del siglo XIX, concretamente en 1863 a través de la Football Association (FA).

La tesis se basa en la obra «Tesoro de la Lengua Guaraní», escrita por el jesuita Antonio Ruiz de Montoya y editada en Madrid en 1639. El misionero narra su llegada a la cuenca del río Paraná, al sur de la Amazonia y su sorpresa al ver a los indígenas jugar con los pies con una bola hecha con resina de árbol que botaba.

«No formulamos una reivindicación en nombre de los Guaraníes, solo decimos que ya existía el juego de balón con los pies cuando los jesuitas llegaron poco después del 1600», señala a la agencia France Press la ministra paraguaya de Cultura, Mabel Causarano.

Según las cartas enviadas a Roma desde San Ignacio Guazú, la primera misión jesuita fundada en Paraguay, los guaraníes jugaban a disputarse un objeto redondo «que botaba», explica el cura español Antonio Betancort. En sus escritos, los misioneros jesuitas llaman al juego guaraní «manga ñembosarái», porque es del árbol Mangaisi del que extraían la resina, color miel, que empleaban en la elaboración de la pelota.

El jesuita Bartomeu Melia, especialista en cultura guaraní, explica cómo formaban primero una bola de arena húmeda, que recubrían con caucho, y después hinchaban mediante una paja de bambú para darle el tamaño deseado.

«La pelota botaba mucho y los jugadores debían probar su habilidad para controlarla», dice. Este momento de diversión era compartido por los participantes y los espectadores, según los relatos de los jesuitas.

«Solían también jugar al balón, que, aun siendo de goma llena, era tan ligero y rápido que, una vez que lo golpeaban, seguía rebotando algún tiempo, sin pararse, impulsado por su propio peso. No lanzaban la pelota con las manos, como nosotros, sino con la parte superior del pie desnudo, pasándola y recibiéndola con gran agilidad y precisión», señalaba el jesuita catalán José Manuel Peramás, un catalán nacido en 1732 que pasó varios años de su vida en la misión de San Ignacio Miní, según relató L'Osservatore Romano en un artículo en 2010.

No había goles y el partido terminaba con el abandono de uno de los dos equipos. «El problema era que el encuentro siempre acababa en un 0-0», se lamenta Julio Galeano, guía del museo diocesano de San Ignacio Guazú. A partir de la presencia jesuita, los encuentros se disputaban el domingo, después de la misa, y podían durar horas.

«El objetivo era que la pelota no dejara de saltar, que no parara», explicó a la BBC la historiadora Margarita Miró, funcionaria de la Secretaría Nacional de Cultura que estuvo a cargo de la investigación histórica del documental. «Lo jugaban los varones los domingos por la tarde después de la misa y había apuestas a ver quién ganaba», añadió.

En América latina, los aztecas y los incas también desarrollaron juegos de pelota, sin haber tenido vínculos con los guaraníes, y mucho antes de la llegada de los españoles al continente americano.

Fuente: ABC (España) ' 6 de Septiembre de 2.014






domingo, 17 de septiembre de 2017

Los derechos civiles en el fútbol



El pasto crecía en los estadios vacíos.

Pie de obra en pie de lucha: los jugadores uruguayos, esclavos de sus clubes, simplemente exigían que los dirigentes reconocieran que su sindicato existía y tenía el derecho de existir. La causa era tan escandalosamente justa que la gente apoyó a los huelguistas, aunque el tiempo pasaba y cada domingo sin fútbol era un insoportable bostezo.

Los dirigentes no daban el brazo a torcer, y sentados esperaban la rendición por hambre. Pero los jugadores no aflojaban. Mucho los ayudó el ejemplo de un hombre de frente alta y pocas palabras, que se crecía en el castigo y levantaba a los caídos y empujaba a los cansados: Obdulio Varela, negro, casi analfabeto, jugador de fútbol y peón de albañil.

Y así, al cabo de siete meses, los jugadores uruguayos ganaron la huelga de las piernas cruzadas.

Un año después, también ganaron el campeonato mundial de fútbol.

Brasil, el dueño de casa, era el favorito indiscutible. Venía de golear a España 6 a 1 y 7 a 1 a Suecia. Por veredicto del destino, Uruguay iba a ser la víctima sacrificada en sus altares en la ceremonia final. Y así estaba ocurriendo, y Uruguay iba perdiendo, y doscientas mil personas rugían en las tribunas, cuando Obdulio, que estaba jugando con un tobillo inflamado, apretó los dientes. Y el que había sido capitán de la huelga fue entonces capitán de una victoria imposible.

Eduardo Galeano . Espejos