He visto a quienes dicen no
creer ya en mitos ni deidades ni misticismos, agachar la cabeza en señal de
recogimiento cuando pasan por la puerta de la bóveda del banco, o quedarse con
la boca abierta ante una vidriera de joyeros. O asentir solemnemente a los
privilegios de quienes disponen de dinero. O afirmar a voz en cuello que aman a
una bandera, o a un club o a una marca de zapatos. O aceptar como infalibles
las indicaciones abstractas de los economistas, los gurúes del dinero. O elevar altares al éxito o a los exitosos. O
justificar el hambre ajeno con hipótesis absurdas. O hablar de las empresas,
sociedades anónimas comerciales o en comandita por acciones como si estuvieran
vivas.
Por mi parte creo, creo
profunda y necesariamente en el otro, en los otros, en vos. Profundamente por
hallarlos dentro de mí, y necesariamente porque sin vosotros no habría un
nosotros, que es aquello que nos desborda y por ende, nos constituye.
Creo en la conformación de un centro, sólo si se construye desde cada uno de sus extremos. En nuestra abierta incompletitud, desde cada una de todas nuestras carencias.
Hay la liturgia completa, y
es el abrazo.
Me gustaría escribir una
novela sin "yo", ni siquiera con un "yo" de grupo o
colectivo. Sino una novela con una unidad de sentido vibrátil, que se trasunte
como un ritmo. El ritmo, como cifra básica de la trascendencia. El ritmo,
entretejiendo las complejas melodías de esos "yo" pequeños. Hasta
alzarse en una hermosa polirritmia, un juego de corazones, pulsos sanguíneos y
huellas en la piel.
Raul Ceruti
Fotografía : Hermanos Guaraníes
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