El fenómeno
demuestra el gran conocimiento que los mayas tenían del cielo, pero lamentamos
decirte que no te va a 'cargar de energía'.
Los despistados de
nuestra época, si usan Twitter, habrán notado que llegó la primavera gracias a
que la palabra se posicionó como trending topic la
mañana de este martes. Hace varios siglos, en las culturas precolombinas,
existían métodos distintos pero igual de efectivos: el cambio de estación era
evidente gracias a los efectos de luces y sombras creados sobre los basamentos
piramidales. El más famoso es el que se puede observar estos días en El
Castillo, el templo principal del conjunto arqueológico maya de Chichen Itzá
(Yucatán).
Como en cada
equinoccio -cuando el Sol se encuentra sobre el Ecuador y el día dura lo mismo
que la noche- la sombra de la serpiente emplumada aparece en la alfarda
poniente de la escalinata norte poco antes de la puesta de sol. Está formada
por siete triángulos invertidos de luz que parecen descender y se unen en la
base de la escalinata con la cabeza de piedra de la serpiente emplumada o
Kukulcán. Se creía que esta deidad civilizadora -conocida como Quetzalcóatl en
la mitología del Centro de México- era la que había obsequiado el
calendario a los hombres.
Los mayas tenían la
obsesión de registrar todo evento celeste porque les ayudaba a perfeccionar su
calendario, predecir eventos astronómicos
Como comentario al
calce, se descubrió solamente al terminar con la reconstrucción y restauración
del edificio.
La arqueóloga y
tuitera explica a Verne que solo después de la restauración del
también llamado templo de Kukulcán, que comenzó en 1927, fue posible descubrir
la serpiente de luces y sombras. Antes de eso, el edificio estaba cubierto por
la selva, como fue dibujado en el libro Incidentes de viajes a
Centroamérica, Chiapas y Yucatán (1841), de John Lloyd Stephens y
Frederick Catherwood.
Del libro 'Incidentes de viajes a Centroamérica, Chiapas y Yucatán'
(1841), de Stephens y Catherwood
Según los
investigadores Ivan Šprajc y Pedro Francisco Sánchez Nava (INAH), el
primero en describir el fenómeno con detalle fue Jean-Jacques Rivard, en 1969,
llamándolo una hierofanía. Es decir, la manifestación de lo sagrado en una
realidad profana. Šprajc y Nava consideran que lo más probable es que se trate
de un efecto intencional, ya que se puede observar uno similar en la escalera
norte de una pirámide en Mayapán, también en Yucatán.
Este, sin embargo,
es visible durante aproximadamente un mes antes y después del solsticio de
invierno, mientras que en Chichen Itzá se observa unos días antes y después de
los equinoccios del 20 o 21 de marzo y el 22 o 23 de septiembre. Lo anterior es
una evidencia de que el 21 de marzo no era necesariamente una fecha especial
para los mayas, sostienen los investigadores.
Sin embargo, es
durante el equinoccio de primavera cuando los sitios arqueológicos mexicanos
registran una gran cantidad de visitantes, atraídos por las supuestas
buenas vibras que ofrecen los antiguos lugares sagrados específicamente en esta
época del año. Para Valles, se trata de un mito muy extendido que hay que
desmentir.
Fuente:
Diario El País -
Verne (España) – 21 de Marzo de
2.018
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