Noemí Villaverde publica un libro con “los relatos más
sorprendentes de la especie humana”
En el festival
Taiguanren se pide que el clima sea favorable durante la celebración del Año
Nuevo chino. VCG/Getty Images
En el libro Un antropólogo en Marte, la zoóloga Temple
Grandin dice al neurólogo y escritor Oliver Sacks que se siente como "una
antropóloga en Marte". Esa frase también inspiró a Noemí Villaverde el
nombre de su blog: Una antropóloga en la luna. "Ella [Grandin] es
autista, pero creo que la antropología te permite sentirte a veces así, porque
ves tu propia cultura desde la distancia y la ves extraña", cuenta
Villaverde a Verne.
Tras estudiar Antropología y Educación Social, Villaverde trabajó
como asistenta de personas con diversidad funcional: iba a sus casas y les
ayudaba en sus traslados. Por el camino, solía leer literatura viajera y
etnografías que la acercaron a distintas culturas y que luego compartía en
Facebook. Pero se puso en el lugar de sus amigos: "Por apuro (pensé que
estaba dando mucho la brasa) y porque se me iba quedando corto, abrí un blog".
El material antropológico en internet era escaso y poco accesible
cuando nació este blog, en 2011. Su autora solo encontraba textos académicos y
decidió acercarlos a sus lectores "sacando las ideas que podían ser útiles
para la vida, como pequeñas filosofías o moralejas, pero sin ser
dogmática". Quería mostrar de manera clara y amena que "había otros
mundos posibles". Hoy, con casi 80.000 seguidores, Una antropóloga en
la luna es uno de los principales referente antropológicos en lengua
española en Facebook.
Si el blog surgió para no cansar a los amigos, el libro vino del
miedo. Así lo recuerda su autora: "Algún susto del tipo pantallazo azul o
el mensaje de este blog no existe me hizo pensar en guardarlo,
imprimirlo en papel y, es más, en un libro". Después de varios años de
sustos, recientemente publicó Una antropóloga en la luna. Las historias
más sorprendentes de la especie humana(Oberón).
No se ha limitado a volcar el contenido del blog. Ha ampliado
algunos artículos y ha añadido capítulos porque "quería que quedase claro
que como seres humanos compartimos una serie de rasgos". Todos los
capítulos abordan la interdependencia y la ecodependencia como "hebras del
tejido humano".
Su libro es una herramienta para combatir el etnocentrismo que
insta a la comprensión del otro tanto como al asombro ante lo propio. La
gestión de los recursos, el prestigio, el respeto, el poder, el liderazgo y el
miedo son algunas de las cuestiones culturales que más interesan a esta
antropóloga vasca y que guían el contenido de su libro. Estas son algunas de
las peculiaridades culturales que recoge:
La gente real
La mayoría de términos que utilizan los grupos nativos para
autodenominarse significan gente (o persona) perfecta, genuina o de la tierra.
Dule (Panamá y Colombia), inuit (tierras árticas de América), yaqui (Sonora,
México), avá (Bolivia, Paraguay y Argentina), en-iregale (Islas Andamán),
atayal (Taiwan) y mapuche (Chile y Argentina) son algunos de ellos.
La empatía está en las neuronas
Los japoneses llaman haragei al arte del vientre (leer la
mente) y tienen un término (kikubari) que denomina la posibilidad de
anticiparse a las necesidades ajenas y así poder cuidar a los otros en bien de
la comunidad. Ambos responden a la necesidad casi universal de empatizar,
garantizada por las neuronas espejo.
No todos "tenemos" cuerpo
Nuestra forma de entender el cuerpo es una construcción cultural.
Por eso, dice Villaverde que "para muchas sociedades del mundo, no existe
el cuerpo” porque no necesitan una “prueba de individualidad". Se trata de
sociedades que, por tanto, tampoco tienen conceptos como alma o mente. Así lo
decía un hombre canaco de Nueva Caledonia al etnógrafo Maurice Leenhardt:
"Procedíamos según el espíritu. Pero lo que nos habéis aportado es el
cuerpo".
La muerte altera idiomas
Los aborígenes australianos no pronuncian los nombres de los
muertos. Con los inuit ammassalimiut del Ártico ocurría así: solo pronunciarían
el nombre del difunto cuando se reencarnara. Por eso no ponían sus nombres en
el cementerio. Si el nombre aludía a un objeto, inventaban una nueva palabra
para denominarlo. Así fue como, a la muerte de Kayak, el kayak adoptó un nuevo
nombre: "carquit".
Economía humana
El intercambio de regalos determina las relaciones en algunas
culturas regidas por la economía humana, donde las desigualdades son mínimas.
Por eso, "en la mayoría de las lenguas del mundo, no hay palabra para
designar al pobre económico, pero sí la ausencia de apoyo social". Por
ejemplo, la lengua fang (Guinea ecuatorial) designa con la misma palabra al
mendigo y al irracional (nkukuannem, enfermo del corazón).
El idioma obliga
La lengua pidgin de Papúa Nueva Guinea tiene una palabra (wantok)
que denomina a las personas que, por compartir el mismo idioma, están obligadas
de por vida a ayudarse con alojamiento y comida en momentos de dificultad.
Con tiempo y sin tiempo
Los nuer africanos no cuentan con la palabra tiempo. Algunos
idiomas mayas no tienen pasado, presente ni futuro. Sí conciben el tiempo, pero
predomina el contexto en el que algo ocurre. En Madagascar, se mide en la
cocina: "una cocción de arroz" es media hora y "una fritura de
langostas" es un momento.
Fuente
El Pais – Verne – España – 27 de Febrero de 2.018
https://verne.elpais.com/verne/2018/02/27/articulo/1519733763_017462.html?id_externo_rsoc=FB_CM
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