Una
persona no era maestro por haber sido elegida o por obtener un certificado. Una
persona era maestro porque sabía algo y era respetada. Un maestro era alguien
que aprendía junto con el niño, siempre estaba aprendiendo. Si nosotros no
necesitábamos saber lo que ellos sabían, no acudíamos a ellos. Un maestro tenía
la sabiduría en sus manos, siempre dispuesto a repartirla generosamente.
El niño
ansiaba acudir al maestro. Niño y maestro dedicaban parte del día a pasear por
el bosque o la llanura, observando la Naturaleza. El maestro explicaba al niño
los tipos de árboles y las bayas comestibles. El comportamiento del Oso y el
vuelo del Cuervo. El maestro era quien mostraba su Espíritu abiertamente, quien
mostraba su Corazón al niño. El niño así sabía que el maestro era alguien en
quien confiar plenamente.
Ahora nos
envían maestros y nos dicen que enviemos a nuestros niños, cuando ni siquiera
estamos seguros de lo que saben los maestros. Ni siquiera sabemos si son buenas
personas que harán crecer los Corazones de nuestros niños. Lo único que sabemos
es que son maestros porque alguien les dió un pedazo de papel que dice que
tomaron cursos sobre cómo enseñar. Lo que queremos saber es qué clase de
personas son y qué tienen en sus Corazones para compartir. Decirnos que tienen
un papel que les permite enseñar es como ponerle una envoltura elegante a una
caja. Queremos saber qué hay dentro de la caja. Una caja vacía con una
envoltura elegante sigue siendo una caja vacía.
Maestro
para nosotros era aquel que permitía que el Corazón fuese quien distribuía la
belleza en esta Tierra; quien permitía que los sentimientos y la sensibilidad
determinasen donde se expresaba esa belleza. Era quien absorbía la Vida desde
la Tierra y desde el Cielo y la sacaba desde el Corazón.
Sabiduría
Lakota
Fuente:
Jakurri
Muchas gracias por compartirlo, maestro.
ResponderEliminar