Descritos por el naturalista inglés como
“los seres más abyectos y desdichados que he visto en parte alguna”, los
indígenas que habitaban y habitan la Patagonia fueron considerados por los
hombres “civilizados” como entes inferiores.
Hasta el día de hoy, existe una gran deuda
respecto de rescatar su riqueza cultural, expresada en sus lenguas, costumbres,
ritos, cosmovisión y legado, pues todos los relatos históricos son
eurocentristas y, cuando no desprecian hasta el infinito a estas etnias
originarias, las ignoran totalmente respecto a su preexistencia. Pocos se
escandalizan por la forma en que fueron, en algunos casos, exterminadas.
Con la historia oficial en contra y mínimos
esfuerzos por reconstruir el mundo y cosmovisión de estos pueblos, imagínese qué
más se puede saber de las mujeres indígenas yaganes, kawésqar, haus, aonikenk y
selknam.
¿Cuánto se conoce hoy de la extraordinaria
capacidad para aprender idiomas que tenían y que, en el siglo XIX, hubo una
mujer que fue llevada a Inglaterra y que usó hasta un sombrero real en un
aberrante intento por “civilizarla”?.
¿Cuántos saben quién era Lakutaia Le Kipa o
cómo se llama la yagán declarada “Tesoro Vivo de la Humanidad?.
Gracias al Fondo de Fomento de Medios de
Comunicación Social, hoy en Fem Patagonia comienza un ciclo en que se destacará
a diez mujeres que, en diferentes épocas, entregaron y entregan un aporte
sustancial a la construcción de esta región. Sin ellas, parte de lo que hoy
somos no existiría o no se entendería.
Por ello, este tributo y reconocimiento
partirá por las más invisibilizadas: las mujeres indígenas.
Pero esta niña, bautizada por ellos con el
ridículo nombre de Fuegia Basket –porque era una “fueguina” que recibió en un
trueque un canasto-, fue contemporánea de este célebre capitán inglés y del más
famoso de los naturalistas, Charles Darwin, y llegó hasta la misma corte de
Inglaterra.
Junto a otros tres integrantes hombres de
su etnia, fue secuestrada y llevada a Londres. Tenía sólo nueve años y partió a
esas tierras con James Button (14 años), Boat Memory (19) y York Minster (25).
Ella, al igual que los otros yaganes, fue
objeto de un experimento severo: recibió educación a la usanza de la sociedad
victoriana decimonónica y fue convertida al cristianismo, aprendió inglés y las
costumbres y modales de la época y fue vestida como las mujeres de la corte.
El capitán Fitz Roy, para explicar este
secuestro y justificarlo ante la opinión pública y la prensa inglesa, explicaba
que tenía la “certeza de que, a la larga, los beneficios de que conociesen los
hábitos e idioma inglés compensarían la separación transitoria de su país”.
Ya adoptado como un objetivo de la corona,
se dijo que estos indígenas “civilizados” serían intérpretes y cumplirían una
labor civilizadora en las tierras de América del Sur, ayudando a evangelizar a
los yámanas y asentar el dominio inglés en el Mundo Nuevo. Objetivo esencial
considerando que en esta zona estaban los dos pasos esenciales para comunicar
el Océano Atlántico con el Pacífico: el estrecho de Magallanes y el que, luego,
se llamaría Canal Beagle.
Audiencia real
En julio de 1831, The Royal Devonport
Telegraph publicó un artículo refiriéndose al bergantín Beagle que, en una de
sus partes decía: “…Por lo que sabemos, tras aprender algunas de las artes
útiles, los nativos de Tierra del Fuego traídos por el comandante Fitz Roy
retornarán a su tierra natal a bordo del Beagle”.
Según los relatos de la época e
investigaciones posteriores, los progresos de los indígenas motivaron, por la
misma fecha, una audiencia con los representantes de la corona inglesa.
El monarca Guillermo IV y la Reina Adelaida
querían ver, en audiencia privada, a los indígenas en el palacio Saint James.
Así, la pequeña Fuegia Basket fue
trasladada, junto a sus compañeros, en un carruaje de Walthamstow a Londres y
se encontró con los reyes.
La soberana Adelaida se había convertido en
la mujer más impopular de Inglaterra, pero, también tenía una faceta amable
(había perdido dos hijos, tuvo un aborto espontáneo y su hija vivió sólo un día).
Al parecer, esto se tradujo en cómo recibió a los fueguinos y, en particular, a
Fuegia, a quienes trató con, según el relato de Fitz Roy, “actos de amabilidad
sincera que apreciaron y que jamás olvidarán…”.
La pequeña concitó su simpatía. La Reina desapareció
algunos minutos y regresó con uno de sus sombreros y se lo colocó a Fuegia: “A
continuación, Su Majestad puso un anillo en el dedo de la niña y le dio dinero
para comprarse vestidos antes de abandonar Inglaterra y regresar a su tierra”,
fue el relato de Fitz Roy.
Fuegia regresó a estos parajes. Su caso es
señero y hoy día sirve para emitir un juicio lapidario respecto de cómo los
europeos trataron de salvajes a nuestras etnias y las sometieron a un proceso
de aculturización.
Cuando estamos ad portas de celebrar los
500 años del descubrimiento del estrecho de Magallanes, sólo se debe recordar
que, desde 500 años antes de 1510, ya había hombres y mujeres en nuestra
Patagonia.
Lakutaia le kipa es el verdadero nombre de
quien, luego de ser bautizada por los misioneros ingleses, comenzó a llamarse
Rosa Yagán. Una mujer ejemplar que guardó hasta el año 1983, momento de su
partida, los tesoros más preciados de su raza Wollaston, una de las cinco
tribus Yaganas.
Su testimonio de vida, plasmado en la obra
literaria “Rosa Yagán” de la investigadora y periodista Patricia Stambuk, se ha
convertido – como explica la autora y sin que Lakutaia lo imaginara- en un
mensaje universal de sabiduría, reflexión y amor por la propia cultura, desde
la última (o primera) estación de América.
Con Lakutaia culminan seis mil años de
existencia en la Patagonia, de una raza que ¿llamativamente? comenzó a
desaparecer a fines del siglo XIX y principios del XX. Su vida ha sido un
puente que conectó dos mundos, el de su infancia, con las costumbres, rituales
y tradiciones de un pueblo nómade y el de su vejez, en un continente de
inmigrantes europeos, aviones, medios de comunicación, y avances tecnológicos.
Cristina Calderón, su prima lejana,
declarada “Tesoro vivo de la humanidad” por la Unesco y el Gobierno de Chile,
conserva el idioma yagán, una lengua puramente oral con la cual el anglicano
Thomas Bridges reunió más de 32.400 vocablos para elaborar el primer
diccionario yagán – inglés.
La importancia de Rosa Yagán radica en la
posibilidad que tuvo esta mujer de dejar su legado de un valor inconmensurable,
la identidad de un pueblo, de una región que por muchos años, desde un lugar
solapado, fue apenas mencionada en los libros de historia. Entonces a través de
sus palabras, sale a la luz la oportunidad de relatar un pasado remoto de una
raza inteligente, que supo mantenerse por miles de años en una región helada,
creando embarcaciones con la corteza de árboles, viviendo de la caza y la pesca
y protegiendo su cuerpo con grasa de lobos marinos.
Como explica Patricia Stambuk en su libro:
“Los yaganes educaron a sus hijos con rigor, dominaron su entorno, se
explicaron el origen del universo, ordenaron su vida social de un modo singular
y demostraron ser capaces de aprender castellano e inglés mientras los nuevos
colonizadores y aún los misioneros no pudieron jamás aprender a hablar
fluidamente Yagán”.
Con sus 86 años, es la última mujer yagán
que habla ese idioma y que, por ello, preserva en sí la cultura de esta etnia
que reinó en los mares subantárticos.
Cristina Calderón nació el 24 de mayo de
1928, la localidad denominada Róbalo, en isla Navarino, en el archipiélago de
Tierra del Fuego. Actualmente, vive en la denominada Villa Ukika, en Puerto
Williams.
Es parte del extraordinario pueblo de
cazadores marítimos más australes del mundo, los que habitaron por más de seis
mil años referida zona. Canoeros o nómades marinos, se llamaron a sí mismos
yámanas que, en su lengua, significa “ser humano”.
Es hermana de Ursula Calderón, que
falleció, en 2003. Luego, además, de la muerte de Emelinda Acuña, en 2005,
Cristina es hoy la última exponente de la etnia yagán que alcanzó a vivir de
cerca sus costumbres.
Por ello y como un homenaje tardío a los
indígenas precolombinos, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes le
confirió, en 2009, la distinción de Tesoro Vivo de la Humanidad, en el marco de
la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Inmaterial, adoptada por la
Unesco en 2003.
Con igual sentido, fue incluida, en 2010,
entre las 50 mujeres protagonistas del Bicentenario de la República.
Su historia
Siendo niñas, Cristina y Ursula quedaron
huérfanas y la educación de ambas fue asumida por una mujer yámana vinculada a
su clan.
Así como conserva su lengua, también se
destaca por mantener viva la tradición de la cestería con juncos que ella misma
recolecta, tal y como lo hacían las mujeres yaganes por centurias en medio de
esos fríos parajes.
Tuvo nueve hijos (siete vivos), catorce
nietos y numerosos bisnietos. Por ello, no en vano en Villa Ukika es conocida
como “Abuela”.
Preservar el yagán
Cristina Calderón también pasará a los
anales magallánicos y de la historia universal porque precisamente junto a una
de sus nietas, Cristina Zárraga, se ha dedicado a conversar su lengua y han
confeccionado un diccionario con sus palabras.“Hai Kur Mamasu Shis”, quiere
decir “Quiero contarte un cuento” y es el libro que ambas editaron con
historias y leyendas de los yaganes.En tanto, su hija Lidia González es
monitora del jardín étnico infantil de Villa Ukika, donde enseña a los niños a
hablar yagán y las tradiciones de dicho pueblo.
Fuente: FEM Patagonia, 27 de Junio de 2.015
http://fempatagonia.cl/2015/06/mujeres-indigenas-de-la-patagonia-las-mas-invisibilizadas/
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