El pueblo de
Tambogrande dormía en lecho de oro.
Había oro bajo las
casas, y nadie lo sabía. La noticia llegó junto con la orden de desalojo. El
gobierno peruano había vendido el pueblo entero a la empresa Manhattan Minerals
Corporation.
Ahora serán todos
millonarios, les dijeron. Pero nadie obedeció. En el día de hoy del año 2002,
se conoció el resultado del plebiscito: los habitantes de Tambogrande
decidieron seguir viviendo de las paltas, los mangos, las limas y demás frutos
de la tierra trabajosamente conquistada al desierto.
Bien saben ellos que
el oro maldice los lugares done aparece: deja cerros volados por la dinamita y
ríos envenenados por los residuos de las empresas mineras, que contienen más
cianuro que agua bendita.
Y quizá también saben
que el oro enloquece a la gente, porque el hambre de oro crece comiendo.
En 1533, el
conquistador español Francisco Pizarro mandó estrangular a Atahualpa, rey del
Perú, aunque ya Atahualpa le había entregado todo el oro que exigía.
Eduardo Galeano - Los
hijos de los días, Siglo XXI, Buenos Aires, 2012 - 3 de Junio.
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