Desde que la tribu guerrera
de los Kikapú, inició su éxodo de los fértiles valles de Wisconsin, en 1800, el
grito guerrero “aiiee… aiiee…” (hoy es un buen día para morir) se esparció por
gran parte de la unión americana al galope de sus caballos. Kitzihaiata, el
gran espíritu los condujo al sitio sagrado donde el mundo Kikapú viviría por
siglos, un rincón del norte de Coahuila, conocido como El Nacimiento, en el
municipio de Múzquiz.
Dice la leyenda que cuando
los Kikapú iniciaron la travesía, tuvieron que recorrer grandes extensiones de
tierra en la unión americana. Cabalgando a pelo, los valientes guerreros
enfrentaron el desierto, las bravas aguas de los ríos y las armas de los
invasores. Cansados del viaje, cruzaron a lo que hoy es Coahuila, en el
territorio mexicano, lugar donde el Dios Kitzihaiata, envió a la gran tarántula,
para que tejiera la telaraña que sostendría por muchos siglos el mundo Kikapú.
Y debe ser cierto. Cuando
se toma el desvió de la carretera de Múzquiz, para llegar a la reserva, es
común ver a lo largo del camino, como cruzan prudentes, con el misticismo que
describe la leyenda, decenas de tarántulas, uno de los animales sagrados de
esta tribu, cuya danza entre los sabinos (señor de los árboles), rinde tributo
a la riqueza natural de esta parte de Coahuila donde las aguas claras del río
Sabinas brotan con musicalidad de la tierra, el hogar de cerca de 900 familias
indígenas.
Un buen Kikapú debe cumplir
los mandamientos de Kitzihaiata, el Dios que los escogió para poblar la tierra.
Cumplir con la iniciación y ritos de cacería del venado, fuego sagrado,
bautizos, año nuevo, purificación, cantos, oraciones y ayuno. Debe estar
preparado para el día de su muerte.
De su animal sagrado y
centro de vida, utilizan la piel, los huesos, la lengua y la carne. Creen que
cuando un venado muere en el ritual, vuelve a la vida, creen que si el venado
se extingue, se extinguirá también el mundo Kikapú.
Desde hace siglos la
estructura social de la tribu se mantiene vigente. Cuentan con un jefe
espiritual que a su vez es el sacerdote, el hombre sabio y justo. Encargado además
de realizar las ceremonias, bautizos, despedida de los muertos y vigilar que
las ofrendas a los espíritus se cumplan, así como el cuidado de la tierra.
Chakoka Anico, cuyo nombre
hace honor a la valentía: el que puede enfrentar a muchos oponentes, actualmente
tiene 82 años, dice estar viejo y no tenerle miedo a la muerte.
“Yo ya estoy viejo, pero
muy sano. Trato de guiar a mi gente lo mejor que se puede. Lo más importante es
mantener vivas nuestras tradiciones, nuestra lengua, las ceremonias que nos enseñaron
los antepasados. Agradecer a la tierra lo que nos da”, dice el jefe Chakoka
sonriente, quien además explica que lo más difícil desde que es el encargado
espiritual de la tribu, ha sido explicar a algunas autoridades como la
Semarnat, su necesidad de la caza del venado, animal sagrado que se utiliza en
ceremonias de bautizo, funerales, despedidas y agradecimientos.
El jefe explica que
independiente de las leyes de las autoridades civiles de México, a quienes más
les interesa cuidar la subsistencia de este animal es a ellos mismos, sin él la
religión de la tribu estaría en jaque. Por eso siempre se enseña a los jóvenes
la edad de los animales que se cazan, el respeto a las hembras y el cuidado de
las crías, ya que la caza es un acto ceremonial de iniciación a la edad adulta.
“Al interior de la casa,
está el fuego sagrado, que nunca se debe apagar, en él cocinamos la carne del
venado durante las ceremonias. De la piel, fabricamos las Tehuas (zapatos), las
mitazas (pantalones), y muchos productos artesanales que nuestras mujeres
adornan con Chaquiras”.
CON TRÁNSITO LIBRE
Los integrantes de la tribu
son muy reservados, cautelosos de su estilo de vida. Se puede percibir que
hablan mejor el inglés que el español. El libre tránsito que tienen hacia los
Estados Unidos, hace que la mayoría vivan y trabajen la mayor parte del año en
Texas y Oklahoma. Tienen ranchos nogaleros y siembran diferentes productos,
trabajan también la ganadería, en el estado de Texas, donde además son dueños
del casino que les concecionó el gobierno estadounidense.
Todos los hombres de la
tribu se encargan de los negocios, las ganancias se invierten en la misma
comunidad, y se reparten de manera equitativa entre todas las familias. En
Coahuila son dueños de una gasolinera de Múzquiz. Siembran frijol, maíz,
alfalfa, la mayoría para el consumo interno, y en ocasiones le venden a los
ranchos vecinos. Se llevan bien con los demás ejidatarios, e incluso son fuente
de trabajo para muchos habitantes de Coahuila.
El eterno retorno para los
Kikapú, se da porque aunque trabajen y vivan la mayor parte del tiempo en Estados
Unidos, su centro ceremonial está en Coahuila, a donde deben venir a cumplir
sus deberes con Kitzihaita.
Según su tradición, a los
cuatro años los niños deben empezar a aprender a usar el arco y la flecha, algo
que se cumple, aunque los pequeños y adolescentes Kikapú, actualmente son más
diestros con los controles de los videojuegos, la tradición es una ley, un
mandamiento sagrado.
ENTRE LA MODERNIDAD Y LA
TRADICIÓN
Cuando se ingresa al
territorio Kikapú, lo primero que se percibe es el diálogo que entablan sus
viviendas. Al lado de la casa moderna, que cuenta con servicios de agua, luz,
teléfono, e incluso algunos habitantes muestran con entusiasmo su conexión a
internet, las familias levantan su casa india, fabricada de carrizo en forma
rectangular y con un techo elíptico. En el mismo espacio se construyen tanto la
casa de verano Utinekane, como la apakvenikane casa para el invierno.
Si bien es cierto que en
sus casas modernas viven con la comodidad occidental, una de las principales
características de este pueblo es su austeridad. En sus hogares no hay espacio
para grandes lujos. Viven estrictamente con lo necesario, no están peleados con
la tecnología y mucho menos con el confort. Sin embargo, disfrutan por igual
sus dos viviendas.
“Antes de empezar a
construir una casa hacemos una ceremonia especial porque la fabricamos con
tule, el cual debemos proteger. Cuando una mujer es adulta puede tener su casa,
siempre y cuando el jefe dé su consentimiento para construirla y poseerla. Si
una familia no cuida la casa como debe ser, el terreno donde fue levantada se
lo pueden asignar a otra familia, porque la tierra es de la comunidad, no de
una sola persona”, explica Silvia, actual contadora de la tribu Kikapú.
Al interior de la casa
india no se permiten visitas foráneas, mucho menos tomar fotografías o videos,
celosos de sus tradiciones y costumbres, protegen la privacidad de la casa con
una manta tejida que sirve como cortina-puerta. Sin embargo el Jefe Chakoka,
explica que en su interior están las camas hechas de varas de madera delgadas
sostenidas por troncos gruesos. Los padres descansan en la parte izquierda,
vigilantes, mientras que los otros miembros de la familia, incluyendo los
niños, duermen en la parte derecha. El lado oeste de la casa india es sagrado,
allí habitan los espíritus, por respeto a ellos, al interior no se deben
cepillar el cabello, rasurarse, cortarse las uñas o comer.
Más que una casa es un
templo. En ellas cada clan de la tribu realiza diferentes ceremonias, por eso
su construcción es un acto colectivo, sagrado, de amor. Los hombres recolectan
los materiales, las mujeres lo preparan y la familia pone en pie la casa. Por
esta razón aun cuando el flujo migratorio de la tribu a los Estados Unidos, es
permanente y constante en la mayor parte del año, regresar a El Nacimiento, es
regresar a la casa, cumplir con las promesas al Dios Kitzihaiata y a los
espíritus, cazar el venado, danzar entorno al fuego eterno y agradecer a la
tierra su sabiduría.
El concepto de propiedad
privada es relativo para los habitantes de la tribu. Si bien, cada clan
mantiene su casa, a través del jefe de familia, que es el hombre más viejo de
cada clan, se encarga de vigilar y cumplir con las ceremonias, el terreno le
pertenece a toda la colectividad, así como la mayoría de los bienes materiales.
LA LUCHA CONTRA LOS
INVASORES
Uno de los primeros
enfrentamientos que tuvieron las tribus que se asentaban en lo que hoy es el
estado norteamericano de Wisconsin, tuvo lugar 1654, durante la colonización
francesa. En un inicio los Kikapoo opusieron una feroz resistencia a la
colonización, sin embargo llegaron a establecer un acuerdo de alianza. Y cuando
en 1735 los ingleses trataron de arrebatar los territorios a los franceses, la
tribu respetó el acuerdo y combatieron de la mano de sus aliados franceses.
Gracias al tratado de París
firmado en 1763, la derrota del ejército francés trajo como consecuencia la
sucesión de los derechos de Cánada, al igual que un sector del este del río
Mississipi, a favor de los británicos. Los Kikapú, que se negaron a reconocer
la autoridad inglesa, no tuvieron más remedio que aliarse a los ingleses y
enfrentar una nueva batalla. Fue hasta 1800, cuando varias tribus cuyo
territorio se encontraba en esta parte de la unión americana, iniciaron una migración
hacia el sur. La persecución de los colonos y los desplazamientos de sus
territorios, los llevaron a pedir al gobierno mexicano un espacio para habitar.
CHAKOKA EL SABIO
Cuando se ingresa a la casa
del jefe espiritual de los Kikapú, se aprecian colgadas con jerarquía y
respeto, las imágenes de algunos de sus antepasados, hombres de rostro duro y
piel roja con grandes penachos de pluma de águila. Las fotografías de Emiliano
Zapata y Pancho Villa, comparten un espacio en la repisa del jefe, con el
decreto enmarcado donde el presidente Benito Juárez les sede derechos sobre El
Nacimiento.
Fotos con gobernadores,
alcaldes y políticos de ambas margenes del Río Bravo, descansan en las mesas de
la casa moderna de Chakoka. Sin embargo, el jefe da muestra de gran
hospitalidad, y en los mismos sillones donde se han sentado grandes
personalidades, recibe a todas sus visitas, les ofrece café, limonada o
refresco y una gran conversación sobre su pueblo, su afición por los caballos y
la manera en la que empezó a trabajar desde que era un niño en la cosecha de
maíz.
Habla tres idiomas y su
dialecto. Ingles, español, filipino y Kikapú. Dice que el cigarro es bueno
porque le ayuda a pensar y tener paciencia, cuenta que a pesar de sus 82 años
se siente muy bien de salud. No le teme a la muerte y se prepara para reunirse
con sus antepasados y continuar su camino ahora al lado de los espíritus y su
Dios Kitzihaiata.
“Siempre hemos tenido una
gran relación con las autoridades mexicanas y estadounidenses. Tratamos de
preservar nuestras tradiciones. Desde hace treinta años he convivido con los
gobernadores de Coahuila. Siempre me han visitado con buenas intenciones y
mucho respeto, el mismo que les ofrezco a todas las personas que nos visitan,
aveces me piden un consejo, digo: respetar la tierra. Les pido que nos ayuden
con algunos temas como la caza del venado, pero siempre ha habido una gran
relación de amistad”, comenta el gran jefe.
Conscientes del privilegio
de vivir en un entorno natural de grandes recursos, como lo es El Manantial,
Chakoka explica que no se puede jugar con la naturaleza, sabe que si no llueve
todo se acaba. Su memoria registra en los últimos años sequías tan fuertes que
han quitado el verde a la sierra, han dejado los grandes sabinos mirando
tristes hacia el suelo y han matado a los animales. Razón por la que desde muy
pequeños, inculcan a los niños el cuidado de la madre tierra, la verdadera
riqueza con la que cuentan.
CONECTARSE CON EL MUNDO
Para el jefe de la tribu la
computadora es un aparato más como la televisión, aunque nunca le ha interesado
manejar una, entiende que gracias al internet, sus hijos y nietos pueden
comunicarse en video y al instante con él. Cuando quiere comprar algún repuesto
para su camioneta pide a su nieto que lo busque en internet para no perder
tiempo, y aunque prefiere cerrar los ojos y escuchar que le dice el viento,
aveces también solicita una pequeña ayuda al Weather Channel, para saber como
estará el clima.
Erick, nieto de Chakoka
Anico, utiliza su página de Facebook para compartir su proyecto de vida. La
preservación de la flora y la fauna de la tierra sagrada de El Nacimiento. A
través de está red social, conecta a otros Kikapú que se encuentran diferentes
partes de México y Estados Unidos, hace campañas de cuidado del río, toma
fotografías de la flora que él mismo clasifica, explica sus usos, propiedades e
invita a la preservación de la misma.
“Siempre que salgo a
caminar por la sierra, llevo la cámara, he tomado fotos de aves, insectos,
roedores, felinos, plantas, árboles y flores, las comparto en mi página porque
quiero que los demás habitantes de la tribu, vean la riqueza que tenemos. Hago
campañas para el cuidado del río, e invito a los niños a cuidar nuestra madre
tierra, porque creo que con ellos es que hay que trabajar más”.
Son muchos los jóvenes y
adultos que ahora tienen acceso a la red, aunque todos saben que no pueden
compartir imágenes de sus ceremonias, el interior de las casas indias, o su
creencias, no descalifican el internet, por el contrario, lo ven como una
herramienta que les permite saber que pasa afuera, cuidar sus negocios, y
también, entender que son parte de un mundo, que aunque ajeno para muchos, ahí
esta.
“Nosotros permitimos que
los niños tengan videojuegos, usen la computadora, pero al mismo tiempo y de
manera disciplinada, les contamos las leyendas que han sostenido a nuestro
pueblo. Les enseñamos las tradiciones y velamos porque aprendan bien nuestra
lengua, que como regla es con la que nos comunicamos entre nosotros. Sabemos
que deben convivir con otros niños, ir a la escuela, por eso les enseñamos a
comunicarse con Kitzihaiata, para que se sientan orgullosos de ser Kikapú”,
explica Silvia, nieta de Chakoka y contadora de la tribu.
Al igual que muchos otros
dialectos, el de los Kikapú, proviene de la familia Algonkiniana, usada por la
mayoría de las tribus que habitaban la unión americana, es una lengua exclusiva
para comunicarse entre ellos, y su enseñanza provino directamente de su Dios,
Kitzihaiat.
REGISTRAR EL PATRIMONIO
Para Iván Márquez,
subsecretario de cultura de Coahuila, quien tiene a su cargo un extenso
programa de rescate de las tradiciones y culturas populares en el estado, Los
Kikapú, son parte del pueblo coahuilense, con una riqueza cultural, étnica y
antropológica sin igual en México. Desde hace meses, han realizado un
acercamiento con el jefe de la tribu Chakoka Anico, con la intención de
rescatar el patrimonio cultural intangible que representan.
Además de un documental,
sobre la historia de la tribu, su producción artesanal, la cosmogonía del
pueblo guerrero y sus tradiciones, gastronómicas y religiosas, se buscará hacer
un registro fotográfico para la publicación de un libro, donde se invitará a
escribir a una serie de expertos que han estudiado desde hace años a la tribu.
El subsecretario de cultura del estado, espera que para fin de año ya tengan la
publicación y parte del documental, En el que ya se encuentran trabajando.
“Primero ha sido un reto,
porque ellos conservan sus tradiciones, cantos, ceremonias e incluso su propia
lengua, de manera oral, no tienen nada escrito porque lo tienen prohibido, son
muy reservados con sus costumbres. Entonces el primer acercamiento fue para ver
que parte de ese patrimonio nos permitían registrar. Luego buscamos una
estrategia y está fue la realización del documental y la publicación del libro,
con la intención de generar un registro”.
Tierra Sagrada
Actualmente la Tribu
Kikapú, cuentan con más de siete mil 500 hectáreas en propiedad ejidal,
ubicadas en El Nacimiento, municipio de Múzquiz, Coahuila.
En su sistema político, se
reconoce a un jefe espiritual, mismo que funge como sacerdote y guia
ceremonial.
Kikapoo, significa “Los que
andan por la tierra.
La cronología del pueblo
guerrero
En 1824, grupos de kikapúes
y de shawnees establecieron contacto con la naciente República mexicana,
solicitando permiso al alcalde de la ciudad de San Antonio Bexar, estado de
Texas, para asentarse ahí; tal solicitud se debió a la ocupación de su territorio
por los anglosajones. El presidente Guadalupe Victoria aceptó esta petición.
A partir de 1833, los
colonos tejanos, dependientes del gobierno de Coahuila, se rebelaron y pidieron
su independencia; entre 1846 y 1848 Coahuila perdió el territorio tejano.
En agosto de 1850, los
kikapúes, los mascogos y los seminoles solicitaron al gobierno mexicano un
territorio donde vivir.
En 1852 solicitaron en la
ciudad de México el cambio de la colonia de La Navaja por El Nacimiento.
En 1856 se rompe la alianza
entre los kikapúes, seminoles y mascogos, por lo que cada grupo exigió
territorio propio y regularizado, herramientas y animales de trabajo. En 1859
los seminoles regresan a territorio norteamericano.
En 1865, Maximiliano acepta
la petición de los kikapúes de permanecer en la posesión de los cuatro sitios
de ganado mayor, concedidos por el presidente Manuel Arista. Benito Juárez
también reconoció la cesión de tierras de El Nacimiento, lo cual ocasionó
enfrentamientos con los apaches.
En 1873 unos 500 soldados
norteamericanos, al mando del coronel Mackenzie, atacaron un pueblo kikapú
mientras los hombres se encontraban de cacería. Asesinaron a 16 personas y
capturaron a otras 39, entre los que se contaban mujeres, niños y ancianos.
Entre 1877 y 1878 se
repitieron las invasiones norteamericanas a Coahuila y Nuevo León; con el
pretexto de la persecución de comanches y lipanes atacaban el territorio
kikapú.
En 1883 se creó
oficialmente la reservación kikapú en Oklahoma, Estados Unidos; en 1890, el
congreso de ese país acordó entregar a cada kikapú que se integrara a ella 80
acres de tierra, oferta que no fue aceptada por los kikapúes mexicanos.
En 1899, ante la
reclamación de los seminoles de las tierras comunes recibidas en 1850, los
kikapúes de México y de Estados Unidos protestaron ante Porfirio Díaz y
lograron que él les entregara los títulos de propiedad de El Nacimiento.
El presidente Venustiano
Carranza emitió un acuerdo el 25 de octubre de 1919 mediante el cual cedía
terrenos nacionales a los kikapúes por una extensión de 7 022 ha.
En 1937, el presidente
Lázaro Cárdenas les dio en dotación un ejido de 4 800 ha para la cría de
ganado, y ratificó las 7 022 ha de la colonia agrícola El Nacimiento; les
entregó semillas, herramientas y troncos mulares para el cultivo de maíz, y su
derecho consuetudinario a la cacería del venado.
Fuente
El Siglo de Torreon (Mexico)
No hay comentarios:
Publicar un comentario