VI Jornadas Nacionales de Investigación social sobre la Infancia, la adolescencia, la Convención
Internacional de Derechos del Niño y las Prácticas sociales “Oportunidades”. Universidad
del Sur, Bahia Blanca, 2008.
“Hacia un abordaje integral e intercultural de la salud de los
niños Mbya. Contribuciones de la investigación etnográfica y desafíos para la
gestión”.
SY, A. y REMORINI,
Cita: SY, A. y REMORINI, C. (Septiembre, 2008). “Hacia un
abordaje integral e intercultural de la salud de los niños Mbya. Contribuciones
de la investigación etnográfica y desafíos para la gestión”. VI Jornadas
Nacionales de Investigación social sobre
la Infancia, la adolescencia, la
Convención Internacional de Derechos del Niño y las Prácticas sociales “Oportunidades”.
Universidad del Sur, Bahia Blanca.
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Universidad Nacional del Sur 18 al 20 de Septiembre del 2008
Mesa: Infancia: salud y desafíos
Hacia un abordaje integral e intercultural de la salud de los niños
Mbya. Contribuciones de la investigación etnográfica y desafíos para la gestión
pública.
Anahi Sy anahisy@yahoo.com.ar
Carolina Remorini cremorini@yahoo.com.ar
Facultad de Ciencias Naturales y Museo. Universidad Nacional de La Plata
1. Introducción
Numerosos instrumentos nacionales e internacionales destacan la salud
como un Derecho y plantean las situaciones de discriminación en que se
encuentran algunos sectores de la población por no acceder a servicios de salud
de calidad y adecuados a sus características particulares, sean éstas étnicas,
etarias, de género, socioeconómicas u otras. La situación sanitaria de los
niños indígenas de Argentina no escapa a estas consideraciones.
En Argentina, según la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas
(ECPI 2004-2005) el porcentaje
de la población
que se reconoce
perteneciente y/o
descendiente en primera
generación de diferentes
pueblos indígenas
alcanzaría entre el
4 y el
5% de la
población total de
Argentina. Si consideramos las
personas que viven
en sus comunidades
de origen y/o mantienen
lazos permanentes con
ellas y continúan
con prácticas culturales asociados a ese estilo de vida,
este porcentaje se reduce considerablemente. Si
bien en la
actualidad muchos individuos
y familias indígenas
viven en las ciudades,
integrados a diferentes
tipos de asentamientos, la
amplia mayoría continúa viviendo
en zonas rurales.
Esta situación constituye
uno de los factores
que dificultan la
accesibilidad a prestaciones
de salud de
diferente grado de complejidad.
Al respecto, la
observación de las
características que asume
la atención brindada en
los servicios de
salud próximos a
estas comunidades rurales indígenas y
la revisión de
los programas del
Estado orientados a
brindar cobertura a la población aborigen, permiten visualizar algunas
situaciones que afectan la posibilidad
de gozar del
derecho a la
salud. Entre ellos,
la homogenización de la
población objetivo, la
utilización de estrategias
que no resultan culturalmente
adecuadas, la escasa
formación del personal
sanitario para trabajar con
población indígena, las
dificultades para la
comunicación y mutua comprensión
y la localización de los servicios de salud. Por lo tanto, el derecho a recibir
una atención de calidad y culturalmente aceptable, si bien es reconocida desde
lo discursivo, en
la formulación de
diferentes políticas y programas de salud destinados a población
aborigen, sigue siendo una meta aún no alcanzada.
En esta presentación
nos proponemos aportar
a la reflexión
y discusión en torno a estos temas a partir de nuestra
experiencia de investigación etnográfica en dos comunidades Mbya Guaraní (Ka’aguy
Poty e Yvy Pytã) localizadas en la Provincia de Misiones.
2. Las comunidades Mbya
En la actualidad los Mbya, junto con los Kayova y los Ñandeva son las
etnias o parcialidades que representan la mayor población Guarani de América
del Sur. Según estimaciones recientes
(Assis y Garlet,
2004) el número
total de personas que reúnen
estas tres parcialidades en Brasil, Paraguay y Argentina ascendería a 65.000,
de los cuales 19.200 es la población estimada para los Mbya. La
presencia Mbya en
el territorio de
la provincia de
Misiones es relativamente reciente,
data de fines
del siglo XIX
y principios del
XX (Bartolomé, 1978; Gorosito
Kramer, 1982; Garlet,
1997). De acuerdo
con fuentes oficiales, existen
en la Provincia
de Misiones 3.975
personas que se reconocen miembros del Pueblo Mbya (ECPI
2004-2005).
Las comunidades (teko´a) Mbya en las que trabajamos - Ka´aguy Poty e Yvy
Pytã - se asientan en parte de las tierras declaradas Reserva Privada
"Valle del Arroyo Cuña-Pirú" de la Universidad Nacional de La Plata
ubicada en el centro- oeste de la provincia de Misiones. La Reserva es
atravesada en su parte norte por la Ruta Provincial Nº 7 que conecta estos
asentamientos con localidades vecinas
(Aristóbulo del Valle,
Jardín América, Ruiz
de Montoya) y
con otras comunidades Mbya que se
localizan en el área del valle del arroyo Cuña Piru I y II.
Respecto de la
composición de la
población, según un
censo realizado por nosotros
en mayo de
2003, ambas comunidades
registran un total
de 280 personas. Estas
cifras pueden ser
diferentes de las actuales
debido al constante desplazamiento de
individuos y familias
entre diversos asentamientos como
parte de sus
estrategias de vida,
más allá de las
variaciones por defunciones y nacimientos. Demográficamente, se trata de una
población “joven”, ya que existe una mayor proporción de individuos entre 0-14
años de
edad (54%), como
suele ocurrir en
la mayoría de
las poblaciones indígenas, caracterizadas por
una elevada natalidad
y por un
breve intervalo entre nacimientos. Luego
los porcentajes disminuyen
y sólo el
6% de la población
total supera los
60 años. Respecto
de la distribución
por sexo, encontramos un
predominio de los
hombres (56, 07
% de la
población es masculina y el 43,92
% son mujeres).
Los miembros de
estas comunidades utilizan
la lengua Mbya
en sus intercambios cotidianos,
aunque la mayoría de los hombres y mujeres adultos jóvenes y
los niños en
edad escolar hablan
el español con
diverso grado de competencia. El uso del español es menor
en el caso de los ancianos.
Si bien estas
comunidades registran un
alto índice de
nacimientos, las condiciones sanitarias,
las modificaciones en la dieta y
las enfermedades
infecto-contagiosas afectan principalmente a la población infantil lo que
resulta en altos índices
de morbi-mortalidad infantil
y baja expectativa
de vida. Al respecto,
se observa la
recurrencia de ciertas
patologías, en su
mayoría enfermedades
respiratorias, infectocontagiosas como
tuberculosis, neumonía,
gastrointestinales, como las
enteroparasitosis y numerosas
patologías asociadas a estas (diarrea, desnutrición y anemia, entre
otras.)
Las estrategias de
subsistencia actuales de
los miembros de
estas comunidades combinan actividades
que podríamos llamar
“tradicionales” -
horticultura, caza, pesca
y recolección en
las “chacras” (huertos)
y en el “monte”
(selva)- con otras
“nuevas”, producto de
la relación con
diversos sectores de la
sociedad nacional. En la actualidad,
el trabajo asalariado temporario en “colonias” dedicadas
a la producción de yerba mate, té, tabaco, y tung contribuye a
la subsistencia de
la mayoría de
las unidades domésticas. Asimismo, se
ha incrementado en
los últimos tres
años la recolección
y comercialización de recursos
vegetales terapéuticos a
demanda de
establecimientos fraccionadores de
plantas medicinales que
destinan estos productos al
mercado nacional. El dinero obtenido a través de ambos tipos de actividad les
permite adquirir alimentos
de origen industrial,
ropa, calzado y otros
bienes en las
localidades más cercanas.
La posibilidad de
obtener alimentos elaborados industrialmente con mayor frecuencia ha
conducido a una menor dedicación a las actividades tradicionales de obtención
de alimentos y consecuentemente, ha introducido importantes cambios en la
dieta, afectando la salud y estado nutricional de adultos y niños.
3. Metodología
La información presentada
en este trabajo
proviene de investigaciones realizadas en el marco de
los trabajos de tesis doctoral de las autoras (1).
Uno, basado en
la aplicación de la metodología
del estudio de
casos para el relevamiento de
episodios de enfermedades
gastrointestinales recientes o en
curso. Para ello se realizaron entrevistas semi-estructuradas a quienes habían intervenido en el diagnóstico y tratamiento de la enfermedad y
observaciones de escenas concernientes a
la preparación de
recursos medicinales y recorridos en la búsqueda de recursos
vegetales utilizados en los tratamientos. Asimismo, se realizaron observaciones
en el ámbito de diferentes centros de
salud a los que la población recurre en busca de tratamiento y se relevaron los registros de consultas médicas (2).
El otro estudio estuvo centrado en la caracterización de las
representaciones y prácticas en torno al crecimiento y desarrollo y la salud en
la infancia. Para ello se utilizaron en forma combinada y complementaria
técnicas observacionales y de
entrevista. Con respecto
a las primeras,
se realizaron observaciones
- sistemática y participante-
de las actividades
cotidianas de los
miembros de diferentes hogares
con el propósito
de delimitar y
caracterizar escenas relevantes a
la crianza y
al cuidado de
la salud e
identificar los diferentes agentes que
intervienen en la
prevención y tratamiento
de enfermedades frecuentes en los
niños entre 0 y 2 años, según diferentes circunstancias. Con respecto a las entrevistas,
se realizaron a los cuidadores
de los niños
y a personas reconocidas
como “expertos locales”
en los dominios
terapéutico y religioso, para
acceder a las representaciones que fundamentan las prácticas registradas
mediante la observación y a las concepciones y vivencias en torno a la salud y
enfermedad de los niños pequeños (3).
El análisis de
los datos provenientes
de ambas aproximaciones nos
permitió acceder a diferentes
aspectos de la
vida diaria, especialmente
vinculados al cuidado de la salud
de los niños, desde una perspectiva holística e integradora. La diversidad de
estrategias técnico-metodológicas aplicadas y el cruce de los datos obtenidos
nos permiten acceder
a diferentes aspectos
del proceso de búsqueda
de la salud
que de otro
modo habrían permanecido
opacos a la comprensión del fenómeno que nos
proponemos analizar.
4. Un escenario de pluralismo terapéutico
En las comunidades existe una diversidad de actores sociales que
intervienen ante la enfermedad de cualquiera de sus miembros y, sobre todo,
cuando se trata de la
salud de un
niño. En este
sentido, podríamos distinguir
las siguientes alternativas:
- Medicina Doméstica
(M.D.): cuando las
acciones frente a
la enfermedad ocurren en el hogar
y están fundadas en conocimientos y recursos que provee un pariente del niño o
de sus padres.
- Medicina Tradicional
(M.T.): cuando el
diagnóstico y/o tratamiento
de la enfermedad ocurre
en el ámbito
de la comunidad,
interviniendo expertos locales - Pai
u Opyguã o bien Karai o Kuña Karai poro poãno va´e-.
- Medicina Oficial
(M.O.): cuando el
diagnóstico y/o tratamiento
de la enfermedad lo realizan
agentes oficiales de salud.
Respecto de la
primera, una amplia
gama de enfermedades que padecen
los niños pueden
ser diagnosticadas y
curadas en el
ámbito doméstico, en el
seno de la
red social inmediata
del niño, principalmente su madre, su padre u otros adultos con
quienes comparten la vivienda. Según un informante “los
que tienen familia
tienen que saber”,
es decir, para
algunos padres es indispensable poseer algún conocimiento aunque sea
mínimo de las enfermedades que “agarran” frecuentemente a los niños, y de los
recursos más eficaces para tratarlas. En general son las madres quienes
perciben y detallan una amplia gama
de síntomas y
eventuales causas que
conducen a un diagnóstico presuntivo o más firme. Y suelen
ser los padres del niño quienes intervienen
más activamente en la búsqueda
del recurso terapéutico,
en especial si éste
se encuentra en
sectores alejados de
las viviendas o
en el monte. La intervención de
uno u otro en la búsqueda y administración de los remedios depende
del tipo de
enfermedad que padece
el niño y
de la trayectoria y
experiencia previa del
adulto, tanto en
relación a sus conocimientos sobre
las enfermedades, como
en el manejo
de los “yuyos”
u otros tipos de recursos terapéuticos (Sy, 2007).
Durante las entrevistas
algunos padres afirmaron
“saber más” y
otros expresaron “no saber
nada” acerca de
cómo actuar frente
a un problema
de enfermedad. Los que dijeron “no saber” remitían siempre a los
ancianos, “los abuelos” para que sean ellos quienes contesten nuestras
preguntas, aludiendo que las generaciones
nuevas “no se
interesan por aprender
como antes”, siendo respuestas
frecuentes “ahora vamos
todos al hospital”.
No obstante, nuestras
observaciones de la vida cotidiana nos muestran que esto no es así en todos los
casos. Si bien en numerosas situaciones los padres jóvenes optan en primer
lugar por acudir a los centros de salud, son también numerosas las ocasiones en
las que hemos registrado su actuación en diversas instancias del proceso de
atención y de
restitución de la
salud del niño.
Es decir, algunos jóvenes minimizan
sus conocimientos terapéuticos y resaltan los
de los “mayores”, marcando
un contraste entre
el actual estilo
de vida y
el de “los antiguos”, señalando
además como un
factor clave para
esta distinción el acceso a educación formal, e incluso, la
formación en instituciones sanitarias.
Los llamados “expertos
locales”, son designados
genéricamente en lengua Mbya como Karai o Kuña Karai (hombres
y mujeres respectivamente), si bien este
término presenta múltiples
significados4. Se alude
con este término
a aquellas personas adultas
mayores que gozan
de prestigio y
reconocimiento por parte de todos los miembros de su comunidad, en
virtud de conocimientos que incluyen el manejo, no sólo de los remedios del
monte (poã), sino también de las oraciones
y cantos que
acompañan algunos tipos
de tratamiento. Algunos de
estos Karai, son
designados poro poãno
va´e, expresión que alude genéricamente a su habilidad para
curar “con remedio de yuyo”, es decir, preparando y administrando recursos
terapéuticos vegetales (Martínez, M.R. et al, 2002). Otros Karai llegan a ser reconocidos como líderes religiosos,
esto es, como Pai u Opygua. En
estos casos se
trata de personas
que desde muy jóvenes muestran una orientación hacia lo
religioso y el aprendizaje de saberes y prácticas terapéuticas. Lo que
distingue y otorga el estatus de líder religioso al Pai u Opygua es el
“llamado” o vocación que recibe de los dioses. En virtud de sus
facultades extraordinarias sólo
ellos pueden dirigir
las ceremonias vinculadas con el
ciclo anual de actividades y el ciclo de vida individual (Teves, et al, 1997;
Martínez, et al, 2002; Remorini, 2006).
Con relación a la medicina oficial, observamos que uno de los centros de
salud a los que
recurre la población
con mayor frecuencia
es la Unidad
Sanitaria Aristóbulo del Valle
(US.AV.), que cuenta
con plantel médico,
odontológico y bioquímico y
servicio de internación. El
mismo se encuentra
a aproximadamente 14 km. de ambas comunidades. También se recurre,
aunque con menor frecuencia,
al Hospital de
Jardín América (distante
40 km. de Aristóbulo
del Valle), establecimiento con
servicios de mayor
complejidad. Otras alternativas son los hospitales de Oberá y Posadas,
localizados a mayor distancia de las comunidades (58 km y 147 km. respectivamente). Si bien el último de
ellos es el
más distante presenta
la ventaja de
estar próximo a la
Dirección de Asuntos
Guaraníes, organismo gubernamental
que ofrece a alojamiento para los miembros de
comunidades aborígenes.
En la comunidad de Ka’aguy Poty también encontramos un Puesto Sanitario,
actualmente sin actividad.
En el año
1998, contaba con
una enfermera, que atendia las consultas de menor
complejidad. Esta, junto a un agente sanitario aborigen de cada comunidad,
estaban a cargo de distribuir la leche del Plan Materno Infantil de la
Provincia. Estos agentes sanitarios fueron designados a partir de
un programa de
entrenamiento de agentes
sanitarios aborígenes,
dependiente del Ministerio de Salud de
la Provincia de Misiones. Sus tareas básicas como
“facilitador intercultural” (según
se expresa en
el Programa ANAHI 2000-2004)
incluyen la distribución
de ciertos medicamentos,
bajo la supervisión de
un médico, el
registro y distribución de
leche en polvo otorgadas por
el gobierno provincial
a mujeres embarazadas
y con niños menores de dos años. En estos casos,
debe realizar control de peso y estado de salud del niño o la mujer.
Las acciones que
se realizaba desde
la Unidad Sanitaria,
incluían a la población de las dos comunidades
estudiadas y a la comunidad de Ka’a-Kupe, próxima a
éstas. Este ámbito
también era visitado,
esporádicamente, por un médico (proveniente de la
Unidad Sanitaria de
Aristóbulo del Valle)
que realizaba Atención Primaria de la Salud (APS). Los registros más
antiguos de tal actividad corresponden al año 1993 y llegan hasta el año 2000,
cuando el puesto de salud deja de funcionar. Actualmente, la entrega de leche
depende exclusivamente de que
el Agente Sanitario
se acerque al
hospital a retirarla (Sy, 2008).
Asimismo, observamos que
su rol en
atención primaria se ha
debilitado, ya que ha desparecido el ámbito institucional en el cual desarrollaba
su actividad. Por otra parte, si bien los agentes sanitarios fueron formados
con el fin de
actuar como intermediarios entre
personal médico y la comunidad, vemos que
sus actividades resultan
afectadas por la
inestabilidad de las políticas y programas de salud en los
cuales se inscribe su labor. Esto hace que su rol
hoy esté cuestionado
y en muchas
ocasiones no cuente
con el reconocimiento de
los miembros de
la comunidad como
un referente al momento de tomar decisiones sobre la
salud.
De este modo, si bien en ciertas ocasiones a nivel discursivo suele
marcarse un contraste entre
la medicina Mbya -o “medicina
natural” como la
llaman algunos- y la
medicina de los jurua, en
las situaciones concretas
de enfermedad podemos ver
la apelación exclusiva,
combinada o alternativa
a cada una de
ellas, en función
de un conjunto
de factores. En
este sentido, presentar el
comportamiento frente a
la enfermedad en
términos de una dicotomía conocimiento
tradicional/biomédico o indígena/no indígena sería una simplificación de
los criterios de
decisión que utilizan
los Mbya diariamente para resolver sus problemas de
enfermedad y los de sus hijos.
5. La Atención Primaria de la Salud en el ámbito de las comunidades
Al analizar los
registros de consultas
médicas de los
centros de salud observamos que la mayoría de los pobladores
recurre a la biomedicina cuando un médico visita la comunidad5. Al respecto, el
menor registro de consultas en los
centros de salud
podría atribuirse a
que muchas veces
la gente de las
comunidades Mbya llega al hospital cuando los médicos están finalizando su
tarea asistencial, en
ocasiones, mucho antes
del horario que
está previsto desde la
institución. Un agente
de salud explica:
“los paisanos llegan
a las 11.30 [AM], cuando ya los médicos se están yendo, y les atienden ahí
nomás, sin registrar nada”. Al respecto la disponibilidad de los médicos en el
Centro de Salud y la
posibilidad de conseguir
turno en diferentes
bandas horarias (en especial en horario vespertino) son
dos aspectos que afectan el acceso a la
consulta con el profesional.
En este sentido,
en los servicios
públicos en general
–sean centros de atención primaria u hospitales- prevalece
la idea que la gente tiene que asistir temprano
por la mañana
si desea ser
atendida. Esta restricción
pone de manifiesto la
falta de consideración
de las dificultades
que pueden tener
las personas para acudir
al centro de
salud antes de
las 7 u 8 am para poder obtener turnos.
De este modo,
son frecuentes las
ocasiones en las
que la gente debe regresar a la
comunidad sin haber sido atendida y deben volver al día siguiente, o más
frecuentemente, evaluar otra alternativa de tratamiento.
En relación con ello, cuando algún profesional –con frecuencia
perteneciente a la Dirección Provincial de Asuntos Guaraníes o instituciones
como la US.AV. y al H.JA.- visita
a las comunidades, se
registra un elevado
número de consultas, ya que la
gente aprovecha la presencia del médico para consultar por alguna
patología o para
realizarse un control.
En este sentido
se hace evidente la relevancia de
la accesibilidad física como criterio fundamental en la elección de la Medicina
Oficial. Al respecto,
hemos observado que
en estas ocasiones se realizan
consultas por problemas
de salud que
habitualmente son tratados apelando
a recursos tradicionales, debido
en parte a
las dificultades (inversión de tiempo y dinero) asociadas al traslado a
Centros de Salud u hospitales (Sy, A. 2008)
Las actividades de atención primaria de la salud (APS) que registramos
en el ámbito de las
comunidades eran realizadas
por profesionales que
visitan un día a
cada comunidad y
con la ayuda
de los agentes
sanitarios aborígenes
convocan a la
población. Instalado en
la escuela, el
médico atiende las consultas
y realiza control
de peso a
los niños. En
general dispone de medicamentos para
los problemas más
comunes (antibióticos, antifebriles, antiparasitarios, analgésicos)
y de bolsas de alimentos que se entregan a las familias cuando se detecta algún
niño con bajo peso.
Durante el tiempo
que realizamos trabajo
de campo estas
actividades no tenían un carácter
sistemático que permitiera prever la disponibilidad de este recurso para la
atención de la salud. La mayoría solían darse en el marco de campañas de
vacunación, por una gestión del cacique o del agente sanitario o en momentos
próximos a campañas
electorales. Al respecto,
la percepción general que
los pobladores tienen
de éstas es
que están motivadas
por intereses que van
más allá de
la atención a
la salud de
los niños de las
comunidades.
Al respecto, durante abril de 2003 –período que coincidió con uno de
nuestros trabajos de campo- fallecieron 3 niños por desnutrición en la
comunidad Fortín Mborore, una de
las más numerosas
de toda la
provincia. Luego fallece
otro niño, por la misma causa, en la comunidad Ysyry, Colonia Delicia.
Esta situación llegó rápidamente a
los medios de
prensa locales y
nacionales, que además publicaron otra noticia en la que se
afirmaba que otros 10 niños se encontraban internados en
"grado 3" –estado
considerado casi irreversible-
y 20 familias estaban en riesgo con
desnutrición en grado
1 y 2.
Las razones de
esta situación se atribuían
a una alimentación
deficitaria y poco
variada, rica en carbohidratos. En
mayo de 2003
ya se habían
detectado unos 20
niños en situación de
riesgo, aunque sólo
se contabilizaba a
los que concurrían
a los controles médicos (López y
Aramendy, 2004)(6).
La difusión masiva de estos hechos, coincidiendo con momentos
electorales, dio origen a
una gran movilización de
recursos asistenciales hacia
las comunidades Mbya, acercándose médicos
provenientes de diferentes instituciones, para
realizar controles de
peso, talla y
entregar bolsones de alimentos para aquellas familias en las
que se detectaba niños de bajo peso.
5.1 Ir al hospital
En términos generales
observamos que ante
la enfermedad de
un niño intervienen, alternativamente, diferentes
miembros del hogar
y expertos locales, según
el tipo de
enfermedad y el
tipo de recursos
terapéuticos necesarios para curarla.
Es así que
para muchas dolencias
no tiene sentido considerar los
tratamientos “locales” en
forma independiente de
los tratamientos biomédicos. Por
el contrario, existe
una continuidad dada
por decisiones que articulan la percepción de signos y síntomas, sobre
la gravedad de la enfermedad,
la eficacia o
ineficacia de tratamientos previos
y la disponibilidad del
recurso. La decisión
de “ir al
hospital” ocurre cuando
los cuidados y tratamientos que se proveen en el ámbito doméstico no
logran los efectos esperados o cuando se evalúa que la recuperación de la salud
es más rápida utilizando medicamentos
de patente que
los remedios tradicionales (poã). Asociado a esto último,
cuando se considera que el estado del niño es grave o
puede agravarse y
ya se ha
apelado a la
consulta al Opyguã
para determinar que no es una enfermedad “del espíritu”, se movilizan
una serie de recursos para llevar al niño a la consulta en el pueblo.
En estos casos,
las madres jóvenes
(20-30 años) son
quienes con mayor frecuencia deciden recurrir al hospital. El uso que hacen de la
biomedicina es mayor que en
el caso de
los ancianos, en
especial, cuando se
trata de enfermedades que pueden
solucionarse apelando a la medicina de los “jurua”. La consulta al hospital la
realizan las mujeres, llevando a sus hijos enfermos y acompañando al niño
durante su internación, cuando ello ocurre. En este último caso los hombres
permanecen en el hogar, cuidando de los otros hijos con la colaboración de sus madres,
suegras y/o hijas
mayores. Cuando los
niños deben quedar internados varios días, estas últimas son también
quienes van al hospital a colaborar
con las mujeres,
a llevarles alimentos
o simplemente hacerles compañía
durante algunas horas,
si pueden afrontar
los costos del viaje (Remorini, C. 2004 y 2006).
“... mi señora le llevo en el hospital [¿y usted iba a verlo o se
quedaba acá?] no, no me fui nada ... aparte yo tengo esperanza que se vaya en
el hospital, que sane bien y
que venga ... tengo
esperanza de Dios,
entonces me quedo trabajando en mi casa” (RB. hombre de
36 años, Yvy Pytã, 2003)
Asimismo, en los últimos años ha habido un aumento de la consulta de
mujeres jóvenes a centros
de salud para
control del embarazo
y para ser
atendidas durante el parto. No obstante, muchas mujeres jóvenes admiten
no asistir a la consulta si deben ser atendidas por un hombre, aludiendo
“vergüenza” al ser revisadas y esperan
hasta ser atendidas
por una ginecóloga.
Ello conduce a que
las mujeres no
asistan a todos
los controles recomendados
por los médicos y agentes
sanitarios.
Los argumentos a favor del parto en el hospital es que “es más seguro”
para la mujer frente a
la posibilidad de
hemorragias severas, se aplica anestesia y/o calmantes, la recuperación
de la mujer es más rápida y se realiza
control de peso y se
administran las vacunas
obligatorias al niño.
Asimismo, muchos Mbya justifican
su elección por el hospital señalando que hay pocas ancianas en la
comunidad que "anden
todavía para eso",
es decir, que
intervengan asistiendo en el parto.
Es necesario tener en cuenta que en estas comunidades no existen
vehículos particulares, por lo
tanto, si una
mujer comienza a
sentir dolores de
parto durante la madrugada,
lo más probable
es que de
a luz allí,
debido a la imposibilidad de acceder a transporte
público a esa hora. Resulta interesante que
la decisión de
recurrir al hospital
no necesariamente depende
de la posibilidad de contar con
la asistencia de una kuña karai. Por ejemplo R.C, Z.C e I.C,
cuyas abuelas son
reconocidas como “parteras”
experimentadas, decidieron asistir al hospital ante el nacimiento de
todos sus hijos. Al preguntar sobre los motivos, RC expresó:
“(Y de tus nenes, cuántos nacieron en hospital?) todos nacieron en
hospital (…) nunca, nunca en mi casa, tengo miedo de tener (...) bueno a veces , ahora hay pocas parteras
y puede ser
peligroso porque a
veces viene mal,
o te puede pasar cualquier cosa, o a veces no nace
normal, porque muchos pasaron que murieron al nacer (Hay parteras acá todavía?)
si, mi abuela es partera (todavía trabaja?) si, si trabaja a veces (Y de tus
hermanas, alguna tuvo hijos acá en la aldea?) no, la esposa de GC (CUÑADA DE
RC) si... uno solo en aldea (Y por qué
ése lo tuvo
en la aldea?)
bueno
porque tarde ya,
era tarde, cerca
de la noche, no podía ir (AL
HOSPITAL) ... a veces si el bebé viene mal, no se puede hacer nada
en la comunidad
(...) guaymi
i piensan que
las mujeres van al
hospital y no quieren tener en la aldea (y por ejemplo, tu mamá qué piensa? Está de acuerdo?) si, está de acuerdo porque...
mi mamá antes tuvieron una bebé en casa
y no sé
qué pasó, casi
murieron por eso
mi mama se fueron
siempre a hospital
(vos naciste en
hospital?) si bueno
yo vi uno
que murió porque tardó mucho,
llevaron al hospital pero ya era tarde cuando llevaron casi murió mi mamá …
sólo bebe murió, una nenita... a medianoche avisaron a la partera (...)” (R.C,
mujer, 30 años, Ka’aguy Poty, 2003).
En la cita,
se hace evidente
el temor que
resulta de experiencias
previas de partos en
la comunidad, con
dificultades que terminan
en el fallecimiento
del niño y/o complicaciones en la salud de la madre. Tales argumentos
justifican la necesidad de prevenir
estos hechos, recurriendo
al hospital al
momento del parto.
Aún registrando en
la actualidad un
mayor uso de
los servicios de
salud biomédicos, cuando los aborígenes acuden allí se enfrentan con una
serie de dificultades vinculadas a
la interacción con
el personal, desde
los administrativos –con quienes tienen el primer contacto- hasta los
profesionales. El desconocimiento de
los procedimientos necesarios
para obtener turno,
la indiferencia del personal
y las dificultades
de algunos Mbya para hablar español y para leer lo que se anuncia
en los carteles, hacen que tal vez pasen todo
el día en la institución
“esperando” y no
logren ser atendidos
por el profesional. Por las
mismas razones es frecuente que asistan en un horario en los que
ya no se
otorgan más turnos
o en el que el
profesional ya se ha
retirado. Los agentes sanitarios aborígenes perciben claramente las
dificultades que atraviesan sus “paisanos” en los hospitales pero es poco
frecuente que los acompañen a la consulta, sólo lo hacen en situaciones
excepcionales, ya que muchas veces no cuentan con recursos para el traslado y,
según algunos, esto “excede” sus tareas.
Entre las instituciones
de salud a
las que asisten
más frecuentemente los miembros
de estas comunidades,
la US.AV. y
el H.JA. son
preferibles en términos de
proximidad física al centro de salud y/o a la parada del colectivo con el que
se trasladan desde las comunidades. En el caso del H.JA. se añade la existencia
de profesionales que
son conocidos por
los miembros de las
comunidades y la posibilidad de disponer de ciertos servicios gratuitos que no
tiene la US.AV.
Al respecto, hemos
observado que el
vínculo con el
profesional es un
factor que interviene positivamente en la decisión de acudir a un
determinado centro de salud:
“[y tus otros hijos por qué nacieron en hospital?] bueno, porque
quisimos llevar nomás, pero si queríamos que naciera en aldea también se podía
porque había parteras [y por qué quisieron llevar al hospital?] bueno, teníamos
posibilidad de llevar, había un
médico que estaba
a cargo de
las comunidades, muchas mujeres eran
pacientes, no sólo
mi señora… ella no tiene
miedo, pero hay mujeres que no le gusta ir al hospital
(…)” (F.R, hombre, 30 años, Yvy Pytã, 2003).
Otra situación que afecta la percepción de los indígenas sobre la
atención que reciben en los hospitales y sobre su relación con el médico se
asocia con las expectativas que los
Mbya plantean respecto
al diagnóstico del
problema de salud. En
primer lugar se
plantea la cuestión
del examen físico,
es decir, nuestros informantes
señalan que raramente
el médico “te
revisa” y que se
guían fundamentalmente por las respuestas del paciente. La población de las
comunidades atribuye el no ser examinado a la evitación del médico de entrar en
contacto físico con el enfermo, a una actitud prejuiciosa del médico.
“ellos no revisaban
... preguntaba que
es lo que
sentía en el
cuerpo, así, porque si es el
médico mismo tendría que revisar”
“si vos no contás a él [al médico] vos no vas a saber, yo me doy cuenta
que estoy enfermo y tengo problemas, ellos tienen que saber, como doctor, como
enfermero, como profesional, ellos tendrían que decir, y al final me preguntan
a mi, qué yo tengo, dónde me duele, entonces, entonces, no se. Para eso ellos
tienen máquina, todo, para saber qué es (...) eso ellos no te hacen porque vos,
vos ves, si el ve que yo soy un pobre que no voy a poder pagar, entonces no
hacen eso, lo hacen a esos que tienen plata, que pagan eso” (P.D., hombre 36
años, Ka’aguy Poty).
Cuando no existe un examen clínico, no se “revisa” al paciente y/o no se
hace ningún tipo de análisis complementario (radiografía o pruebas bioquímicas)
la consulta al médico aparece, en el discurso de los entrevistados, como
carente de valor, confirmando lo que ya el mismo paciente conocía o sospechaba
que padecía su hijo. Es decir, que el
único valor de la consulta es la confirmación del diagnóstico inicial. En este
sentido, entre las expectativas de la población aborigen sobre los diagnósticos
y tratamientos biomédicos figura la importancia de la
utilización de la
tecnología inexistente en las comunidades
así como técnicas diagnósticas
propias de la
“medicina de los
jurua”. Así, cuando
el médico no “agrega” nada nuevo a lo que ya conocía el paciente, se
considera ineficaz su intervención.
Otra cuestión se
vincula a la
diferente evaluación que
hacen médicos y pacientes
de la “mejoría”
del estado de
salud, que desde
la perspectiva de estos últimos justifica la salida del
hospital, o como se señala en las historias clínicas, el
“alta voluntaria”. Con
frecuencia los médicos
señalan “donde se empiezan a sentir mejor se van” considerando
estas conducta inadecuada. En las historias clínicas quedan registradas estas
situaciones como “alta voluntaria (se retira del hospital contra la indicación
médica)”, o bien “los padres insisten en retirar al bebé”, consignándose la
fecha y hora de salida y, cuando se trata de niños, la firma de la persona
responsable.
Los problemas de comunicación se evidencian también en
la forma en que los pacientes interpretan el diagnóstico hecho por el médico.
Así por ejemplo, en ocasión de una visita médica a la comunidad de Ka’aguy Poty,
A.R. lleva a 6 de sus 7 hijos. De acuerdo al registro llevado por el
profesional médico 4 de ellos padecen anemia y 1 presenta un cuadro de fiebre.
Luego de haber regresado de la consulta, entrevistamos a A.R. para indagar en
cómo había transcurrido la consulta y cuál era el diagnóstico dado por el
médico. Su respuesta fue:
“están todos bien, están todos sanos...si, en ese
momento, solo él que estaba medio, medio desanimado, era el gurisito ... no se
qué era, dice (se refiere al médico) que faltaba sangre, que estaba… no sé...
lo único que dijo que tiene algo de la
sangre, flaco …
pero yo no
sabía qué hacer,
tampoco nadie me había explicado, pero me dieron un
remedio, me dieron para un mes ... tengo por ahí [entra en su casa y sale con
el remedio: sulfato ferroso] yo veía que tenía que estar medio mal porque no
comía, muy poco, no tenía ánimo ni para caminar así bien lejos, siempre sentado
... no podía correr ni nada, no podía comer, ahora anda mejor, pero si es que
no mejoraba yo le hubiera llevado al hospital, le hubiera llevado al hospital
de Posadas para hacer análisis bien ...” (AB, 36 años, Ka’aguy Poty, 2003).
Esta
situación muestra que,
si bien 4
de los niños
obtienen el mismo diagnóstico, de acuerdo con el relato
de su madre sólo uno de ellos recibe el sulfato
ferroso, pero desconoce
las razones. Desde
su perspectiva, se
haya indicado o no
el mismo tratamiento
para todos, sólo
uno de sus
hijos está enfermo, aquel
que para ella
tiene signos visibles
de la enfermedad.
El diagnostico del médico (anemia) es interpretado, inmediatamente, en
el marco de la variedad
de enfermedades que
ella conoce, y
realiza una correspondencia con
una dolencia conocida como “falta de sangre” o “sangre débil”, cuyos síntomas
se corresponden con el de la anemia. Como hay casos en los que la anemia es
asintomática, las madres suelen no considerar que los niños tienen este
problema. Por ello se torna sumamente importante la calidad y la claridad de
las explicaciones de los profesionales para que las madres u otros cuidadores
de los niños puedan reconocer los síntomas tempranamente y asistir a la
consulta.
En
relación a ello,
la anemia en
estas comunidades suele
estar asociada a otras
patologías de alta
prevalencia como las
enteroparasitosis, diarrea,
malnutrición y desnutrición. La anemia por deficiencia de hierro se encuentra
entre las enfermedades nutricionales más
frecuentes en los registros médicos. Éstos la llaman “desnutrición oculta”, por
la ausencia de síntomas tangibles en quien la padece
(Sy, 2008). La
relación entre infecciones
por geohelmintos(7),
malnutrición y anemia
ha sido mostrada
en numerosas investigaciones (Stephenson, et.al. 1989;
Brooker et.al, 1999; Wilson et.al., 1999; Atukorala y Lanero, 1999;
Moore, et.al., 2001).
En ambas comunidades,
investigaciones sobre la relación
entre parasitosis y
estado nutricional, desarrolladas
por miembros de nuestro equipo(8) ponen de manifiesto su relevancia sanitaria,
por las consecuencias en el crecimiento
y desarrollo infantil, y su asociación con otras patologías infecciosas y con
la anemia. Esto hace necesario la revisión de las estrategias de comunicación
entre el personal de salud y la comunidad, a fin de
lograr una mejor
comprensión de la
problemática y prevenir
estas patologías.
6. El derecho a la salud y las políticas públicas
destinadas a pueblos originarios
El 16 de
diciembre de 1966,
la Asamblea General
de las Naciones
Unidas adoptó el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales (PIDESC) en el que se garantiza expresamente el derecho a la salud
como un derecho fundamental. El
mismo se puso
en vigencia a
partir de 1976 y
Argentina lo ratificó en 1986. En su artículo 12, el PIDESC establece que los
Estados deben reconocer el derecho de todas las personas al disfrute del más
alto nivel posible
de salud física
y mental. Para
ello se deben
tomar las medidas necesarias
para asegurar su
efectividad. Entre las
obligaciones que asumió el Estado
argentino al ratificar el PIDESC se encuentran la de prevenir y tratar
las enfermedades y
luchar contra ellas.
A su vez
debe crear las condiciones que aseguren a todos los
habitantes del país la asistencia médica.
En la reforma
de 1994 fueron
incorporados a la
sección sustantiva de la
Constitución tratados internacionales de
derechos humanos que
se transformaron en obligaciones para el Estado argentino.
Para garantizar el derecho a la salud el Estado debe
cumplir con al menos tres cláusulas: disponibilidad, calidad y accesibilidad.
Entender a la salud como un derecho positivo implica que el Estado interviene
activa y sustantivamente para asegurar
a toda la
población, no sólo
la promoción y
protección de la
salud, sino el derecho a la atención de la enfermedad, en forma
igualitaria en cantidad y calidad independientemente de la situación social,
económica y cultural.
En el caso
particular de los
Pueblos Originarios, ya
en el proyecto
de Declaración de las Naciones
Unidas sobre los
Derechos de los
Pueblos Indígenas en su 36ª sesión (26 de agosto de 1994), en los artículos 23 y 24 se contemplaba:
Artículo 23
….. “… los pueblos indígenas tienen derecho a
determinar y elaborar todos los programas de salud, vivienda y demás programas
económicos y sociales que les afecten y, en lo posible, a administrar esos
programas mediante sus propias instituciones”…..
Artículo 24
….. “Los pueblos indígenas tienen derecho a sus
propias medicinas y prácticas de salud tradicionales, incluido el derecho a la
protección de plantas, animales y minerales de interés vital desde el punto de
vista médico”…..
…… “También tienen derecho de acceso, sin
discriminación alguna, a todas las instituciones de sanidad y los servicios de
salud y atención médica”….
Asimismo,
en el artículo
25 del Convenio
169 de la
OIT sobre los
pueblos indígenas y tribales
en países independientes, se
refiere y establece
los criterios de asistencia
sanitaria y servicios
de salud para
los pueblos originarios, con su
activa participación, planteando que “la prestación de tales servicios de
salud deberá coordinarse
con las demás
medidas sociales, económicas y
culturales”.
Como parte del trabajo de la Iniciativa de la OPS para
pueblos indígenas, en 1999, se llevó
a cabo el
Grupo de Trabajo
sobre Medicinas y
Terapias Tradicionales,
Complementarias y Alternativas9. Esta
fue una actividad conjunta de
la OPS a
través de la
División de Desarrollo
de Sistemas y Servicios de Salud y de la OMS a través del
Equipo de Medicina Tradicional del Departamento
de Medicamentos Esenciales
y Políticas de
Medicina. Los
participantes del Grupo
de Trabajo recomendaron
promover actividades que apoyaran
un mejor conocimiento
de las medicinas
y terapias tradicionales complementarias y
alternativas con el
objetivo de identificar
estrategias que permitan contribuir
a la organización
y provisión de
sistemas y servicios
de salud integrales y culturalmente apropiados en la Región de las
Américas.
En
consonancia con estas
iniciativas internacionales, en
las últimas dos décadas se vienen proponiendo en nuestro
país algunas acciones y programas sanitarios específicamente destinados a estos
grupos o bien, donde se plantea su
inclusión o “cobertura”.
Así por ejemplo,
la ley 23.302-85,
con su decreto reglamentario 155-89,
sobre política indígena
y apoyo a
las comunidades aborígenes establece
la responsabilidad del
INAI (en coordinación
con los gobiernos provinciales),
en la realización de planes intensivos de salud para las comunidades indígenas
“(art. 18); prioridad
del diagnóstico y
tratamiento de enfermedades contagiosas, endémicas
y pandémicas. (art.19);
planes de saneamiento ambiental,
en especial provisión
de agua potable
y el acceso
a una vivienda digna (art.20); atención buco dental,
exámenes cardiovasculares, cuidado especial del embarazo y parto, asegurarles
una nutrición equilibrada y suficiente (art. 21)” y concluye diciendo que estas
medidas serán tomadas “sin perjuicio de
la aplicación de los planes sanitarios dictados por las autoridades,
nacionales, provinciales y
municipales, con carácter
general para todos
los habitantes del país”.
A nivel nacional, en junio de 2000 el Ministro de
Salud de la Nación (Secretaría de
Programas Sanitarios), mediante
resolución ministerial Nº
472, creó el Programa
de Apoyo Nacional
de Acciones Humanitarias para
las Poblaciones Indígenas (ANAHI)
con la finalidad
de dar continuidad
y sistematizar las acciones de salud iniciadas por el Ministerio en los
años 93 y 94 bajo el “Programa de Fortalecimiento de la Atención
Primaria de la Salud en Comunidades Aborígenes”. El Programa ANAHI tenía como
objetivos “mejorar las condiciones de salud y bienestar de las diferentes
comunidades indígenas que habitan en
nuestro país y
que en su casi totalidad
se encuentran en un
marcado estado de
vulnerabilidad, como consecuencia de
inadmisibles condiciones de extrema
pobreza en que
viven”. Los destinatarios
son las comunidades indígenas de
Jujuy, Salta, Tucumán, Chaco, Formosa, Misiones. Las actividades centrales que
se enuncian son 1. Prevención y promoción de la salud, 2. Capacitación de
Agentes Sanitarios Aborígenes y 3. Promoción de la participación comunitaria.
Según consta en el sitio web del programa “La acción
central del programa se orienta hacia la concreción de acciones de salud
centradas en la universalidad de
las prestaciones y
en su accesibilidad, respetando
sus sistemas de creencias
y valores, que
implica nuestro reconocimiento de
los sistemas de salud indígenas basados en enfoques
holísticos (…)”
En ese entonces, el ANAHI básicamente priorizaba la
formación y capacitación de una red
de agentes sanitarios
indígenas para que
actuasen como
“facilitadores interculturales”. Este
convertiría en el
canal transmisor más apropiado
a la hora
de comunicar y
desarrollar acciones de
prevención y promoción dentro
de las comunidades
indígenas. Su rol
como “facilitador intercultural”
ayudaría a superar los obstáculos que las “diferencias lingüísticas, culturales y
comunicacionales ... dificultan
el éxito de
una buena prestación” (Documento ANAHI, Ministerio de
Salud 2005). Su trabajo como “traductor” y nexo con el sistema de salud formal
se convierte en el eje de esta iniciativa que busca extender el alcance de las
prestaciones de aquel (Lorenzetti, 2006).
En la actual gestión de gobierno, el programa ha
intentado ampliar su radio de acción, teniendo no obstante siempre como
estrategia la Atención Primaria de la Salud. En principio, planteándose una
co-coordinación con el Sub-programa Equipos
Comunitarios para Pueblos
Originarios, junto también
con una articulación con
otros programas interministeriales y de otros
organismos. Actualmente, después de ese intento fallido, el programa se
propone tomar la cabeza en lo que se ha dado en llamar “Marco de Planificación
para Pueblos Indígenas en el Proyecto de Funciones Esenciales y Programas
Priorizados de la Salud Pública
–FESP- (Ministerio de
Salud 2006). Es
decir, intenta re-posicionarse
como un “área
de articulación” de
las acciones destinadas
a la población indígena.
El Programa de
médicos comunitarios: subprograma
de equipos comunitarios para
pueblos originarios, que
se ejecuto entre
los meses de septiembre del 2005 a agosto del 2007,
dependiente del gobierno Nacional. Se constituye como
una modalidad “específica” diseñada
para la población indígena y
tiene por objeto
“mejorar la situación
sociosanitaria...desde un
abordaje intercultural basado en el respeto por las tradiciones y costumbres de
las distintas comunidades” y “… disminuir la brecha en la situación de salud en el acceso
a los servicios
de salud básicos
de los pueblos
originarios en la diversidad de situaciones y necesidades,
combinando acciones de promoción, prevención y asistencia…” (Ministerio de
Salud 2005a).
Los
resultados que se
presentan en la
página del Ministerio
de Salud de la
Nación(10), se miden con indicadores de impacto como la cantidad de consultas y,
si bien se alude a la mejora en la calidad de atención, gestión, detección y
seguimiento de familias
y grupos de
riesgo, no aparecen
los indicadores tomados en estas
mediciones, así como tampoco la perspectiva de los propios usuarios o
beneficiarios del programa.
Asimismo, se afirma
haber realizado intervenciones en
17 Comunidades de
Pueblos Originarios con
equipos interdisciplinarios
de profesionales, pero
no se describen
ni se enumeran
los resultados alcanzados puntualmente en cada caso o provincia.
También en el ámbito Nacional, el PLAN NACER, se halla
centrado en brindar cobertura y atención
a la población
materno-infantil. Sus Metas
Sanitarias, enumeradas tal como
aparecen en la
página web del
programa11 son: 1. Captación temprana de la embarazada (Antes
de la semana 20 de gestación);
2.
Efectividad de atención
del parto y
atención neonatal; 3.
Efectividad de cuidado prenatal
y prevención de
prematurez; 4. Efectividad
de atención prenatal y del parto;
5. Auditoria de Muertes infantiles y maternas; 6. Cobertura de inmunizaciones;
7. Cuidado sexual y reproductivo; 8. Seguimiento de niño sano hasta 1 año; 9.
Seguimiento de niño sano de 1 a 6 años; 10. Inclusión de Comunidades Indígenas.
En este último punto vemos que señala la inclusión de
comunidades indígenas, aunque no establece qué tipo de acciones se llevaran a
cabo y cuál será la metodología de
trabajo.
7. Los programas
y servicios de
salud en la
comunidad. Desafíos para
la gestión pública.
No
obstante los avances
logrados en los
últimos años, en
el sentido de la
aparición de programas
de salud específicos
para pueblos indígenas,
o la inclusión de la temática en
los programas vigentes, existen serias dificultades, desde la
formulación y planificación
hasta la ejecución
de esos programas
y medidas sanitarias, que
impiden que la
población aborigen tenga
acceso efectivo a las
prestaciones de salud,
como hemos visto
a partir de las
situaciones descriptas.
Si bien estos
programas se han
ido re-definiendo, tanto
en su alcance
como ingerencia, su adecuación
a los escenarios
locales aún plantea
serias dificultades, ya que
muchas veces las
posibilidades de llevar
a cabo las acciones de los programas quedan sujetas
a la coyuntura del momento y ante la dificultad de desarrollar las tareas como
están previstas desde la formulación del
programa, se recurre
a estrategias que
se alejan de
lo planificado. En muchas
ocasiones estas dificultades tienen
que ver con
los recursos – materiales y humanos- que en teoría se
asignan pero no están disponibles al momento
de llevar a
cabo las actividades.
Asimismo, se relacionan
con la inadecuada formación
y preparación de
los profesionales y
no profesionales que participan
de dichos programas para trabajar en comunidades indígenas. Ello se
refleja en la
escasa interacción que
se da entre
los integrantes no indígenas del equipo de salud y la
comunidad. El desconocimiento de la lengua indígena y la dependencia de un
“traductor” actúan como obstáculo que afectan la fluidez de la comunicación
entre los indígenas y los miembros de servicios de salud.
Finalmente, existe otra
dificultad relacionada con
el trabajo interdisciplinario de
los equipos, un
objetivo reiterado infinitamente
en los documentos, pero que
resulta difícil de lograr en determinadas circunstancias.
A la hora de implementar programas como el ANAHI, el
énfasis se coloca en la capacitación
de agentes sanitarios
indígenas como “facilitadores culturales” para favorecer la accesibilidad
de la población al sistema de salud formal. Su trabajo como “traductor” y nexo
con el sistema de salud formal se convierte en el eje de esta iniciativa, que
busca extender el alcance de la biomedicina, casi intacta, sin modificaciones a
las poblaciones aborígenes.
En este contexto,
los agentes sanitarios
deben cumplir con
la doble responsabilidad de
responder programáticamente con el rol
para el cual
han sido formados y, responder a las demandas en materia de salud y
calidad de atención en los términos que lo demanda su propia comunidad.
A su actuación como "traductor" o “broker”,
debe sumar la responsabilidad de "lidiar" con las dificultades y
contradicciones propias de los Centros de Salud locales y la inestabilidad de las
políticas públicas de salud. Así, como lo hemos señalado en
nuestro trabajo, si
bien en las
comunidades con las
cuales trabajamos hallamos tres
personas que se
han formado como
Agentes sanitarios, estos no cuentan con el reconocimiento de la
comunidad, como se supuso desde lo programático.
La gente acude
a expertos locales,
especialistas en medicina
tradicional, o directamente al médico.
Son raras las situaciones en que se recurre al Agente sanitario, mayormente
son aquellas en que se
necesita dinero para
llegar al hospital. Su labor está
llena de dificultades al momento de abordar a la gente cuando los
recursos biomédicos -leche
y/o planes alimentarios-
cuyo acceso debe viabilizar,
no están disponibles
en la comunidad.
A esto se
suma la situación de estar
recibiendo una remuneración por su labor -que nunca es sin interrupciones- y la
diferencia que ello supone con el resto de la comunidad - que no se ve
beneficiada proporcionalmente con tal situación- genera diversas fricciones al interior de la comunidad, lo que
contribuye al desprestigio de su labor.
Al respecto, acordamos con Lorenzetti cuando plantea
que el trabajo de estos agentes,
que en principio
suponía debía contribuir
a la “adecuación”
del sistema de salud
formal, terminó convirtiéndose en
una “adaptación” de la
comunidad los requerimientos del sistema de salud formal. Su doble status trae
aparejado una serie
de inconvenientes. Si por un
lado, se les
pide que se comporten como “indígenas” a fin de
adecuar o facilitar la tarea de prevención y promoción, al
mismo tiempo se
los condiciona a
comportarse en calidad
de delegados del Estado (Lorenzetti, 2006).
En este sentido,
observamos que no
existe una consideración de
las dificultades que surgen, por un lado, al interior de la comunidad y,
por otro, en la dinámica de atención de los centros de salud y hospitales. En
cuanto a la accesibilidad a los
servicios y la
atención que brindan,
hemos visto cómo,
a través de las prácticas cotidianas de atención a la salud en la
comunidad, se evidencian numerosas dificultades.
Pareciera que, desde
lo programático, se enuncian propuestas e intenciones que
resultan acordes y coherentes al marco de derechos constitucionales vigentes,
sin embargo, luego se considera que un modelo estándar será adecuado para su
cumplimiento.
A un nivel
más general, la
escasez de estadísticas
vitales segregadas por grupos
étnicos dificulta la
generación de políticas
y procesos de
gestión, constituyendo una enorme dificultad para establecer prioridades
y para realizar el seguimiento y evaluación de las medidas y servicios de salud
destinados a las poblaciones indígenas. Si bien a nivel nacional y de algunas
provincias se destinan fondos específicos para programas de salud para pueblos
indígenas, la ejecución de
estas políticas, en
gran parte, no
cuenta con una
buena coordinación y no incluye una participación indígena uniforme en
la elaboración o ejecución de
estas iniciativas. Ello
da como resultado,
por una parte, superposición de
programas, duplicación de
esfuerzos, problemas en
la comunicación hacia los
destinatarios. Por otra,
no garantiza el
acceso y aceptación de
la población, ya
que no suelen
estar basados en
procesos de consulta y participación(12).
Cuando
se caracteriza a
la población destinataria,
la situación de
pobreza y marginalidad, junto
al hecho de
pertenecer a una
cultura particular aparecen como
elementos distintivos a
considerar, si bien
los límites entre
uno y otro aspecto
aparecen difusos, e
incluso al interior
de estas categorías
suele opacarse la diversidad
que puede encontrarse
en cada pueblo
indígena. Es decir, por
ejemplo los Mbya
aparecen como un
conjunto homogéneo, sin atender a las diferentes situaciones en
las que las comunidades de la provincia de Misiones, en
cuanto a la
composición de los
asentamientos, las
características del espacio que habitan, la relación con la sociedad nacional a
través de la
economía o de
las instituciones de
salud o educación
a las que acceden,
la presencia de
ONGs indigenistas en
algunas comunidades, y modalidades
de organización propias
de cada comunidad.
Todos estos aspectos hacen que
las estrategias utilizadas en ciertas intervenciones puedan ser efectivas y
aceptadas en algunas comunidades y no en otras.
Por otra parte, la consideración de los indígenas como
“pobres”, y tal vez como los “más pobres entre los pobres”, los asimila a otros
sectores de la sociedad, pero a la vez la valoración de un “capital social”
vinculado a una tradición y a prácticas
culturales que les
serían propias, los
desagrega respecto de los
“otros pobres” (Lorenzetti,
2006). No obstante
esta valoración diferencial
del componente cultural, en los enunciados de los programas no
encontramos un análisis de esas
prácticas y pautas
culturales. Estas pueden
actuar tanto, favoreciendo la
emergencia de ciertas
patologías, como protegiendo
a la población de las mismas. En
este sentido, resulta necesario analizar la relación entre esas prácticas y las
características de salud de la población. Ello requiere un trabajo de
investigación en profundidad y sistemático del modo de vida. Es decir, requiere
de la etnografía,
en tanto disciplina
cuya metodología permite conocer las creencias y practicas de
los miembros de una sociedad. El aporte de
los etnógrafos en
los diagnósticos previos
a las intervenciones es indispensable, para conocer qué sucede y
evaluar qué estrategias de trabajo pueden
resultar más adecuadas.
Respecto de esto
ultimo, el “dialogo intercultural” propiciado por la
investigación etnográfica se torna indispensable no solo para el diseño de
políticas o programas, sino también para la formación de recursos
humanos que actúan
en contextos pluriétnicos.
En este sentido, puede contribuir
a superar obstáculos
derivados de la
falta de compresión
e integración entre la
población y el
sector salud, optimizando
el intercambio y mutuo aprendizaje (Remorini y Sy, 2004).
De este modo, consideramos que es imprescindible
favorecer desde la gestión pública la
integración de etnógrafos
y otros científicos
sociales a la formulación, implementación y
evaluación de programas
e intervenciones en esas comunidades.
Agradecimientos:
Deseamos
expresar nuestro sincero
agradecimiento a los
miembros de las comunidades Mbya, por la calidez, la
hospitalidad y el interés por compartir sus conocimientos, su
vida cotidiana y
sus preocupaciones con
nosotras. Asimismo, al CONICET por financiar nuestras investigaciones
doctorales. Por ultimo, agradecemos a la Dra. Belén Noceti por abrir el espacio
e invitarnos a participar de estas Jornadas.
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(1) Sy, Anahi. 2008. Estrategias frente a la enfermedad en dos comunidades Mbya Guaraní de la Provincia de Misiones. Aporte de la metodología de casos a la investigación Etnográfica de los procesos de salud- enfermedad. Carrera de Doctorado en Ciencias Naturales. UNLP.
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(2) Fichas de consulta, historias clínicas de internación y documentación resultante de campañas sanitarias y de vacunación, para el período de marzo a abril de 2003.
(3)En ambos casos, la información analizada aquí proviene de los trabajos de campo realizados por las autoras entre 2001 y 2003.
(4)Sobre el alcance de este término según diversos contextos ver Cadogan (1992 y 1997), Martínez et al
(2002 y 2006); Remorini (2005 y 2006).
(5) De un total de 163 registros (período marzo-julio de 2003), el 80.4% ocurren en la comunidad, cuando se realiza APS en dicho ámbito. El 19.6% restante acude a instituciones de salud oficial -US.AV. (10,4%), H.JA. (8.6%) y US.RM. (0.6%)-. Entre los servicios utilizados, el mayor porcentaje corresponde a la guardia clínica (53.1%).
(6)Sobre estos hechos, el diario provincial "El Territorio" realiza una lectura de la situación en la que culpabiliza a los mismos pobladores de Fortín Mbororé, haciendo referencia a una falta de "visión política" de los Pueblos Originarios, señalando que el problema radica en la incomunicación entre las comunidades como un "fenómeno que obedece a una cuestión geográfica pero sobre todo cultural"
www.listserver.com.ar/pipermail/ant-arq/2003-May/001807.htmlant-arq:Guaraníes-Misiones
Contacto NAyA en naya.org.ar Jue Mayo 29 ART
(7)En el caso de las uncinarias, se adhieren fuertemente a la mucosa del intestino delgado succionando sangre y produciendo abundantes lesiones, lo que produce anemia por pérdida de sangre. Las helmintiasis también se asocian con carencias nutricionales, especialmente de hierro y vitamina A.
(8)Desde 1999 un equipo de la UNLP realiza investigaciones interdisciplinarias sobre parasitología humana en ambas comunidades y en la población de Aristóbulo del Valle. Inicialmente integrado por etnógrafos, parasitólogos y etnobotánicos, se suman en 2003 antropólogos biólogos.
(9)Medicinas y terapias tradicionales, complementarias y alternativas. Evaluación del plan de trabajo
2000-2001 y plan de trabajo 2002-2003. ENERO 2003, Washington DC. División de Desarrollo deSistemas y Servicios de Salud (HSP)
Programa de Organización y Gestión de Sistemas y Servicios de Salud (HSO) Programa de Medicamentos Esenciales y Tecnologías (HSE)
Organización Panamericana de la Salud (OPS) Organización Mundial de la Salud (OMS)
(10) www.ms.gov.ar (consultado el 20/2/08)
(11)http://www.nacer.gov.ar/content.asp?Cont_SubSeccionItemID=6
(12)Programa salud de los pueblos indígenas de las Américas. Plan de acción 2005-2007 (OPS) y Género, equidad y la salud de las mujeres indígenas en las Américas, Hoja informativa, OPS.
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