La producción de insectos comestibles es una práctica que llevan
adelante desde hace años las comunidades guaraníes. Se trata de una actividad
que es totalmente planificada y que se desarrolla durante la primavera y el
verano, debido al intenso calor. Las larvas son consideradas un alimento rico
en proteínas y grasas; además su derivado tiene uso medicinal. El ingeniero
forestal y becario del Instituto de Biología Subtropical (IBS) y del Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) Jorge Araujo se
encuentra estudiando, junto a otros colegas, la destreza hace dos años para
completar la tesis de doctorado.
La pesquisa se centró en el manejo de tres especies de escarabajos,
que son criados en palmeras Syagrus romanzofiana, más conocida como pindó. En
conversación con El Territorio explicó que “lo que ellos practican es el volteo
del árbol, porque la producción de larvas implica el apeo de una planta y con
un machete hacen una incisión y de acuerdo al insecto que se van a producir
cambia el manejo”. Según el tipo de insecto, varía el tiempo de desarrollo y el
período de cosecha.
La investigación se concretó en la zona de Eldorado, El Soberbio y
en la reserva de Biósfera Yabotí. El profesional recalcó que “las comunidades
aborígenes divisan un palmeral, en el que se detecta un individuo en estadio
ontogénico o ciclo de vida; ahí es cuando voltean cierta cantidad de árboles para
su unidad doméstica, es decir la familia”. Y agregó que los insectos están
listos para ser consumidos en un lapso de dos meses aproximadamente.
El manejo de la producción también abarca el monitoreo. La
actividad es periódica y se realiza de forma visual o acústica. De esta
forma, se observa si el árbol fue infestado por la larva y una vez que están
listos se trasladan en cañas al ambiente doméstico.
Araujo sostuvo que “la temática se seguirá abordando, porque es
importante divulgar cómo mantienen la cultura firme a pesar del paso de los
años”. A la vez, se mostró contento porque la investigación fue publicada en la
revista Ethnobiology and Conservation.
Se come frito y con mandioca
Santiago Escobar, jefe de caciques mbya, contó a El Territorio
sobre las propiedades del ycho o tambú, el gusano del pindó que es consumido
hace siglos por la etnia guaraní. Dijo el líder mbya que “es cada vez más
difícil obtener este alimento que es muy importante para el desarrollo de los
niños y para la salud en general de las personas”.
Esta dificultad para recoger del monte el ycho se debe a la
deforestación de la selva virgen y el avance de las plantaciones de pinos y
además, a la menor disponibilidad de tierras por parte de los pueblos
originarios en la provincia, describió. “El pindó necesita años para crecer, y
para extraer el ycho hay que echar la planta y esperar a que se descomponga y
se desarrollen las orugas”, detalló.
“Tirar un pindó es una decisión que toma la comunidad, porque
cuando se echa la planta desde la base ya se muere; pero a partir de ahí se
hace un aprovechamiento completo de la palmera, se usan las fibras para
artesanías, la corteza es remedio, las hojas se comen y se cocinan como una
forma de fideo, también de la madera se hacen los arcos y las flechas y con la
fibra se tensa el arco”. Relató que el ycho “sustituye a la carne por las
proteínas, combate la anemia y las enfermedades de las bajas defensas”.
Por último, se refirió a cómo se prepara un plato a base del tambú,
muy apreciado por sus nutrientes y sabor dentro de la cultura culinaria y
medicinal guaraní. “Los gusanos se pueden cortar en rodajas chicas y hacer un
ratito en el fuego, se le puede agregar aceite, pero no hace falta porque tiene
su propio aceite que queda al fondo de la olla como una grasa”. Se saltea unos
5 a 10 minutos y se acompaña con mandioca, reviro o con pan. “Es algo muy rico,
hay que animarse a probar y la grasa que queda en la olla se guarda para otras
comidas o se prepara como ungüento para picaduras de insectos, heridas,
problemas de la piel”.
En lo que se refiere al consumo de insecto algunos investigadores
consideran que es el alimento del futuro al que se puede acostumbrar la
población local; además de que la producción es rápida y económica. Pero Araujo
indicó que “en nuestra sociedad va a ser algo medio repulsivo porque está
acostumbrada a comer carne vacuna, pero en otros lugares del mundo tienen
producciones artificiales”.
Fuente
Diario El Territorio – Posadas – 12 de Enero de 2.018
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