Honro nuestros úteros palpitantes, gestadores de vida, de sueños, de historias, de logros y placer.
Honro nuestra sangre, sangre de paz, ofrenda vertida en amor y no en dolor que nutre a la tierra.
Honro nuestras manos, tejedoras que desanudan y enlazan, que sostienen, acarician, detienen e impulsan....
Honro nuestros pies que danzan, que saltan, que saben caminar y pausar guiados por el latir del corazón de la tierra.
Honro nuestros pechos que alimentan y sosiegan, fruto de la Gran madre, savia del Árbol de la Vida.
Honro nuestra voz, sabia y dulce, la que arrulla y consuela pero también la que firme denuncia sin temer porque es la voz de la verdad.
Honro nuestro silencio, el elegido más no el impuesto, el que escucha a la loba, el que dice lo que las palabras no pueden.
Honro nuestras miradas, cómplices, vulnerables, descaradas, rabiosas y extasiadas; las que llegan a donde no llega la voz ni el silencio.
Honro nuestra intuición, sutil y divino misterio que encarnamos y que nos revela la profundidad del Universo y de la existencia.
Honro nuestro instinto, primal, indomable, el que nos recuerda ser libres y salvajes como el venado.
Honro nuestras sombras, las más dolorosas, las que nos empujan a transformarnos para renacer más grandes.
Honro nuestra luz que florecida y fortalecida de la oscuridad bendice nuestro camino e ilumina los caminos que otros han de transitar.
Honro nuestra memoria, la que palpita en cada útero desde mis ancestras y nos recuerda el origen a donde debemos retornar.
Honro nuestras formas, gruesas, finas, pálidas, oscuras, enormes, diminutas, todas infinitas como la tierra, todas hermosas como la tierra…
¡Honro Ser Mujer!
Honro nuestra sangre, sangre de paz, ofrenda vertida en amor y no en dolor que nutre a la tierra.
Honro nuestras manos, tejedoras que desanudan y enlazan, que sostienen, acarician, detienen e impulsan....
Honro nuestros pies que danzan, que saltan, que saben caminar y pausar guiados por el latir del corazón de la tierra.
Honro nuestros pechos que alimentan y sosiegan, fruto de la Gran madre, savia del Árbol de la Vida.
Honro nuestra voz, sabia y dulce, la que arrulla y consuela pero también la que firme denuncia sin temer porque es la voz de la verdad.
Honro nuestro silencio, el elegido más no el impuesto, el que escucha a la loba, el que dice lo que las palabras no pueden.
Honro nuestras miradas, cómplices, vulnerables, descaradas, rabiosas y extasiadas; las que llegan a donde no llega la voz ni el silencio.
Honro nuestra intuición, sutil y divino misterio que encarnamos y que nos revela la profundidad del Universo y de la existencia.
Honro nuestro instinto, primal, indomable, el que nos recuerda ser libres y salvajes como el venado.
Honro nuestras sombras, las más dolorosas, las que nos empujan a transformarnos para renacer más grandes.
Honro nuestra luz que florecida y fortalecida de la oscuridad bendice nuestro camino e ilumina los caminos que otros han de transitar.
Honro nuestra memoria, la que palpita en cada útero desde mis ancestras y nos recuerda el origen a donde debemos retornar.
Honro nuestras formas, gruesas, finas, pálidas, oscuras, enormes, diminutas, todas infinitas como la tierra, todas hermosas como la tierra…
¡Honro Ser Mujer!
Compartido por Takuapu Magia Guarani
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