Nací
cerca del mar, una serpiente me trajo al mundo entre la arena. Me dio un nombre
y me mandó a vivir. Conforme caminé por el sendero me encontré con la muerte
varias veces y morí en pedazos y ya no me llamaba igual porque yo ya no era la
misma.
Cambió
mi cuerpo y mi voz, cambió mi mirada y mi corazón, a veces duro, a veces
blando.
Y seguí
caminando con mis diferentes nombres, con mis diferentes pasos. Fuí mujer
venado, mujer humo, mujer musgo, mujer cántaro. Y mi cabello creció y mis manos
se hicieron más hábiles, tanto que pude tejer historias tanto con las gotas de
lluvia como con los rayos del sol. Aprendí a usar máscaras y a sentir culpas y
remordimientos, y luego tuve que desaprender todo eso.
Recorrí
desiertos y floté a la deriva no una vez, sino mil veces. Y en mis naufragios
encontré fantasmas que lloraron conmigo. Y me perdí y me encontré para perderme
de nuevo. Me aferré a cadáveres y me solté de ellos.
Dancé
entre las lunas y dormí entre los soles. Fumé muertes y sembré vidas. Soñé
luciérnagas y viví entre moscas. Me convertí en mujer águila y abrí mis alas.
Fui mujer
de manos morenas y sonrisa mestiza. Me desangré hasta vaciarme para llenarme de
nuevo y me llamaron vacía, y me llamaron repleta.
Me
defendí del mundo y me hice coyote. Y mostré mis dientes y destacé con mis
garras, después lamí mis heridas y aprendí de mis batallas. Me llamaron salvaje
o me llamaron guerrera.
Corrí
en cuatro patas hasta entender que no podía escapar de mí y me abracé con
fuerza, y me perdoné por todo y por nada. Por la nada y para la nada.
Descuarticé
la ilusión de la materia, prendí fuego a los recuerdos y me miré al espejo:
Allí estaba yo, mujer niebla, mujer nube, mujer montaña observándose a sí misma
hacia dentro.
Paola
Klug
No tengo palabras para describir lo que me fascino esto, recién he leído, solo diré ¡Me encanto! Sinceramente me transporto a otro nivel
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