Había llegado el día
en que la niña se había hecho mujer, pues la sangre de sus venas había
comenzado a bañar su útero.
La madre la bendice
pintando su rostro en símbolo de celebración, le obsequia joyas y flores y le
da en sus manos una pequeña madeja de hilo rojo. Ésta había sido hilada y
teñida por ella misma con su sangre menstrual después de recuperar sus ciclos
luego de dar a luz a la niña.
Ese especial día, la
madre le pidió a su hija prometer desenrollar esta madeja hasta el fin de los
tiempos, donde generación a generación cada madre le enseñaría a cada hija este
legado, transmitiendo así el valor y la responsabilidad con todo el linaje
anterior y posterior: “Todo lo que vivas se registrará en el hilo rojo y por lo
tanto será compartido con todo el árbol, todo lo que sufras lo sufrirá el
árbol, todo lo que sanes lo sanará el árbol”.
Así la niña, tomó con
fuerza la madeja entre sus manos, la puso cerca de su corazón y miró a su
madre con ojos de amor y gratitud infinita, pues había comprendido que más allá
de la vida o la muerte, el hilo rojo siempre la mantendría unida a todos
los integrantes de su árbol, especialmente a los úteros de su madre, su abuela
y su hija.
En el momento en que
la niña aceptó con amor esta madeja, la mujer sintió que una parte muy
importante de su labor como madre estaba completa. Sintió un gran regocijo en
su corazón, en ello respiró y agradeció al gran espíritu.
Hay una telaraña, que
une a todas las mujeres del mundo, de ella nacen millones de hilos rojos que
unen linealmente a cada mujer con su anterior y posterior linaje.
Este hilo pasa por los
úteros de las mujeres y se tiñe del rojo rubí de la sangre menstrual que remoja
sus úteros por dentro, así también salen hilos dorados que mantienen a los
hombres arraigados a la red a través de los úteros de las mujeres.
Si juntamos todos los
hilos rojos del mundo nos veríamos como una gran telaraña roja que es la
humanidad.
Este hilo lleva y trae
información, está tejido a través de las finas fibras de ADN, jamás se corta,
sólo se anuda a causa del dolor y los conflictos, y en ello es necesario
ir desatando nudos para ir sanando.
Cuando una integrante
reniega a sus ancestras, o se siente excluida de su hilo rojo, se forma un nudo
por lo que el cordón deja de nutrirla, y ésta puede enfermar o deprimir
sintiéndose incompleta.
Cuando una mujer honra
su hilo rojo, recibe y envía todas las bendiciones del árbol, por lo que estas
fluyen de aquí para allá.
Sostener el hilo rojo
con fuerza, es como decirse a sí misma: “Este es mi linaje y de aquí vengo yo,
recibo todo de mi árbol, lo bueno y lo difícil, y lo acepto con amor”.
A medida que cada
integrante del árbol va sanando (hombres y mujeres), el hilo rojo evoluciona en
su color y va adquiriendo un brillo resplandeciente que se irradia sobre el
resto de la red.
¿Ahora comprendes por
qué somos uno?
Si sanas tú, sana tu
árbol, si sana tu árbol se eleva la consciencia de la humanidad, por lo que es
de suma importancia recuperar la consciencia del hilo rojo que nos une a todos
y todas.
Es muy importante que
de madre a hija se recupere la tradición ritual que celebra a la niña cuando se
hace mujer. Así cada niña podrá recibir una tradición que se va manteniendo
viva de útero a útero, y tendrá consciencia de que su menstruación simboliza la
unión a linaje matrilineal y así también es la posibilidad de traer a la tierra
una nueva vida.
Esta tradición
consiste en conmemorar el instante en que la niña se hace parte de éste hilo
rojo, y ese momento es cuando llega su menstruación. Celebrar la menstruación
es celebrar la unión matrilineal.
Cuando veas en tus
bombachas la primera mancha de sangre es que ha llegado el momento de que
recibas la madeja de hilo rojo, la cuides como un preciado tesoro y la
conserves para que luego de algunos años la entregues a tus hijas.
La madeja de hilo rojo
es una metáfora que simboliza la unión sanguínea que existe en
nuestro linaje matrilineal, mantener viva esta unión es celebrar los
ciclos de la vida, hablar, reunirnos y transmitir información valiosa sobre el
ser mujer de madre a hija, abuela a nieta, tía a sobrina.
Esta historia, fue
inspirada en mi viaje a Bolivia y en los días en que estaba ya a punto de
menstruar. Mientras miraba el desierto, vinieron a mi cabeza una serie de
imágenes: tribus, danzas, celebraciones y ritos madre-hija. Fue muy hermoso
sentir que el rito de menarquía descrito en el cuento lo había vivido yo misma
con mi madre hace cientos y cientos de años atrás en algunas de las vidas
que tuve junto a ella.
Comparto hoy estas
palabras porque siento que pueden inspirar a muchas mujeres en este viaje de
sanación que nunca acaba. Mi deseo siempre es que con la recuperación de las
historias despierte una consciencia dormida de la vida como un instante
sagrado.
De esta historia
también nacieron las “Danzas del hilo rojo”, danzas tribales que recién estoy
comenzando a compartir con las mujeres que asisten a los encuentros.
Estas danzas buscan despertar la consciencia de hermandad y sororidad
conduciéndonos a aquella alma tribal y comunitaria que desde el inicio
pertenecimos todas.
Si tomas con fuerza y
valentía el hilo rojo éste te bendecirá con todo su amor.
Espero en algún tiempo
el hilo rojo nos haga danzar juntas.
Te abrazo con amor.
Por Ximena Noemí Ávila
Hernández.
Este cuento nació de
lo más profundo de mis memorias uterinas, por lo que si vas a tomarlo y
copiarlo en tu blog te pido firmes la página desde donde lo obtuviste. Muchas
gracias.
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